¡BOTON EQUIVOCADO!

El calor abrasador de las llamas azules devoraba el aire, distorsionando todo a su alrededor. La intensidad del fuego no era solo física; era un reflejo del dolor y la ira de Touya Todoroki, un niño roto desde dentro, un ser que había sido traicionado por su propia sangre, su propia familia. Ahora, ese resentimiento acumulado se liberaba de forma destructiva, incontrolable.

En medio de todo, Shoto Todoroki observaba con el corazón en la garganta. Desde su posición en el pico de Sekoto, podía ver cómo las llamas azules de Touya, su hermano, superaban con facilidad las antiguas llamas rojas que alguna vez pensó inigualables. Estas últimas, las llamas de su padre Enji Todoroki, no parecían tener lugar en esa furiosa tormenta de fuego azul que consumía todo a su paso.

Los recuerdos fragmentados de su infancia se agolpaban en la mente de Shoto mientras contemplaba el despliegue del poder devastador de Touya. Imágenes de días grises y gritos distantes, de un hogar donde el fuego era tanto un don como una maldición, se mezclaban con el presente.

En su interior como un recuerdo agrio se deformaban con la intensidad de aquellas grietas que provenían de una mano. Sobreponiéndose a su propio pasado, Midoriya Izuku estaba ahí de pie, dándole la espalda de Todoroki Shoto mientras este solo podía mirar con ira al chico.





—Gran ola glaciar...

—"¿Gran ola glaciar?" —murmuró Momo, incrédula.

Alzó la vista justo a tiempo para ver cómo el brazo derecho de Shoto se elevaba, envuelto en una bruma helada que comenzaba a condensarse a su alrededor. Los cristales de hielo relucían bajo la luz, formando una espiral de energía gélida que amenazaba con desatarse en cualquier momento.

"¿En serio va a usar algo tan grande...?", pensó Momo, su mente acelerada, intentando calcular el impacto de un ataque tan masivo. Sabía que Shoto tenía un poder abrumador, pero enfrentarlo de esa manera era una situación diferente a cualquier otra.

Por un segundo, la visión del enorme muro de hielo que se avecinaba la dejó paralizada, pero rápidamente recordó lo que estaba en juego. "No puedo permitirme quedarme quieta."

El aire dentro del gran pasillo se volvió denso, el eco de los pasos de Shoto resonando entre los muros metálicos. El frio comenzó a avanzar por el suelo en línea recta hacia Momo, quien, aun con los ojos muy abiertos, pudo ver como las partículas de escarcha comenzaron a acumularse en los muros.

El vaho salió de su boca.

Momo, en un instante, supo que no podía permitir que ese ataque la alcanzara. Su mente se aceleró, procesando rápidamente las opciones que tenía. alzo una mano, creando rápidamente una pared de acero, pero sabía que solo le daría un pequeño respiro.

La temperatura descendió en picada, y el vapor que se escapaba de su boca era señal de que el ambiente iba a congelarse por completo si no actuaba con rapidez. "Esto no va a ser suficiente..." pensó, mientras retorcida un par de pasos. En cuestión de segundos el hielo de Shoto estaba a punto de estrellarse contra la barrera que se habia formado.

*¡CRACK!*

La pared de acero tembló bajo la presión del ataque, el hielo cubriéndolo en su totalidad y comenzando a invadirla. Momo retrocedió aun más, pero con un giro rápido de su muñeca materializo una lanza de metal, la clavo en el suelo.

Segundos después su corazón se detuvo por un momento.

Sintió su alma entera congelársele.

Alrededor de ella todo el túnel estaba congelándose hasta tal punto de que la mano que sostenía la lanza quemo su palma.

*Gah...*

Con un quejido soltó la lanza y sus pies tocaron el suelo. Un escalofrió nació desde su espina dorsal y un parpadeo después volvió a sacar aquel vaho de su boca.

Ella habia sido parcialmente congelada.

—¡¿E-Enserio...?!

Ni si quiera el manto rojo que la cubría había logrado escapar del velo gélido.

El frío era abrumador, y el eco de los pasos de Shoto resonaba en el túnel helado. Momo, atrapada en la gélida prisión, apenas lograba mover su cuerpo. Cada intento de liberarse venía acompañado de un agudo dolor, su piel se sentía como si pudiera romperse en cualquier momento.

*Thump... Thump...*

Los pasos de Shoto se acercaban lentamente, como un aviso de lo inevitable. Momo intentó enderezarse, su respiración entrecortada, con su cuerpo aun temblando por el hielo que lo envolvía. Los cristales de escarcha caían como polvo, cubriendo todo a su alrededor.

Finalmente, vio su silueta atravesar el velo helado que los separaba. El contraste entre el hielo y la expresión en el rostro de Shoto era alarmante. Sus ojos estaban enfocados, duros como el mismo hielo que manipulaba, pero en ellos había una tormenta silenciosa de ira y frustración. Algo en él estaba diferente, como si estuviera luchando con una furia interna que intentaba controlar.

*Thump... Thump...*

Cada paso retumbaba en su cabeza, y, a pesar de que había peleado con Shoto antes, nunca lo había visto así. Nunca había sentido ese miedo tan palpable que ahora la invadía. Era como si estuviera frente a un ser que ya no conocía.

Shoto se detuvo justo frente a ella, su mirada fija en Momo, quien luchaba por mantenerse firme ante el terror que sentía. No dijo nada, pero su respiración pesada y las nubes de vaho que exhalaba eran suficiente para comunicar su estado emocional. Momo sabía que estaba molesto, pero era más que eso; había frustración en su mirada, como si algo estuviera a punto de estallar.

Ella intentó hablar, pero sus palabras se quedaron atrapadas en su garganta. ¿Qué podía decirle? Shoto se veía decidido a terminar lo que había empezado, y la frialdad que emanaba de él no era solo física.

Momo apretó los labios, su mente trabajando rápido, intentando idear una estrategia mientras sentía cómo el frío comenzaba a engullirla más y más. Sabía que tenía que actuar rápido, pero la sensación de estar congelada por dentro, tanto física como emocionalmente, la estaba deteniendo.

Shoto levantó su brazo derecho de nuevo, las partículas de hielo brillando a su alrededor como estrellas caídas. Momo sintió un nudo en el estómago, sus ojos aún fijos en el rostro de Shoto. No había rastro de duda en él, solo determinación.

"Tengo que hacer algo... ahora..." Momo intentó moverse, pero una nueva oleada de hielo la alcanzó, haciéndola crujir. El aire se le escapó de los pulmones cuando la mitad de su cuerpo quedó congelada.

—T-Todo-Todoroki-san... —murmuró, con la voz temblorosa.

Shoto continuó caminando hacia adelante, pasando de largo sin dedicarle una sola mirada. Fue entonces cuando Momo comprendió hacia dónde se dirigía. Esa mirada gélida, llena de frustración, no era para ella... era para Izuku. "¡Qué tonta he sido!" pensó Momo, frustrada consigo misma.

Su mirada se afiló, sabiendo que debía actuar. No podía permitir que Shoto llegara hasta Izuku, pero su cuerpo no respondía.

Quería gritar, quería advertirle, pero ni siquiera podía mover el cuello. Estaba atrapada en esa prisión helada, incapaz de hacer más que observar cómo Shoto avanzaba. "¡Haz algo, Momo! ¡Ahora!" se dijo con desesperación, moviendo solo sus pupilas de un lado a otro. Entonces lo vio. Al pasar a su lado, Todoroki había dejado un velo de escarcha lo suficientemente disperso como para que ella pudiera vislumbrar un panel con símbolos.

"El panel de antes..." La esperanza se encendió en su mente. Momo reaccionó de inmediato, sus ojos se abrieron con renovada determinación, y aunque una parte de su cuerpo seguía congelada, pudo levantar su brazo derecho. En su mano brillaron destellos de luz, materializando rápidamente una pistola de bengalas.

Las luces del pasillo parpadearon justo cuando Shoto se detuvo, escuchando un leve crujido a su espalda. No quería volverse, no tenía intención de detenerse para ver a Momo, su único objetivo era Izuku. Pero algo lo obligó a girar. Lo que vio fue la pistola de bengalas en la mano de Momo, lista para disparar.

En un instante, las luces se apagaron por completo, sumiendo el pasillo en una oscuridad absoluta.

*CRACK*

El hielo crujió con más fuerza, y un grito desgarrador rompió el silencio.

—¡MIDORIYA-SAN! —Momo gritó con todas sus fuerzas mientras apretaba el gatillo.

La bengala surcó el aire, dejando un rastro de luz roja que iluminó momentáneamente el pasillo. Shoto la siguió con la mirada, pero no reaccionó hasta que la bengala chocó con algo y cayó al suelo, pintando todo el corredor de un rojo carmesí.

—¡Yaoyorozu-san! —gritó Izuku, su voz cargada de preocupación. Al final del pasillo, una explosión se encendió detrás de él, y las sombras danzaron en las paredes congeladas.

El eco de una tercera voz rompió el caos:

—¡¡¡ELEEEEEECIOOOOOON EQUIVOCADA!!! —tronó la voz mecánica, tan poderosa que el propio suelo pareció vibrar bajo sus pies.

*CRACK... CRACK*

Los muros del laberinto comenzaron a temblar. El frío aire que rodeaba a Momo y Shoto se volvió pesado, casi irrespirable, como si todo el espacio a su alrededor estuviera a punto de colapsar. El hielo que había cubierto las paredes se desgajaba en grandes bloques que caían con estruendo, mientras el eco del crujido resonaba más y más fuerte, como una sinfonía destructiva que anticipaba algo monumental.

—¿Qué está pasando...? —murmuró Shoto, su rostro lleno de frustración y rabia contenida. Sus ojos recorrían el pasillo, tratando de descifrar qué provocaba ese cambio repentino, pero su respiración se aceleraba por la tensión del momento. El hielo que él mismo había creado se desmoronaba de una manera que no controlaba.

De repente, todo el pasillo se detuvo por un segundo... un instante de calma antes del caos.

*BOOOM*

Con un rugido ensordecedor, las paredes estallaron.

El hielo explotó en mil fragmentos, llenando el aire de una lluvia de escarcha que se esparcía por todos lados, como una tormenta cristalina que envolvía a los cuatro en una neblina brillante. Los fragmentos caían sobre ellos en una cascada incesante de luz reflejada, mientras el eco del estallido reverberaba entre los corredores.

—¡Cuidado! —gritó Izuku, levantando un brazo para cubrirse, pero la tormenta de escarcha los envolvía a todos por igual. Shoto, en su lugar, dio un paso atrás, su expresión endureciéndose mientras intentaba mantener el control. Momo luchaba por moverse, su cuerpo todavía parcialmente congelado, pero sus ojos estaban fijos en el caos que se desplegaba ante ella.

Los caminos a su alrededor comenzaron a cambiar.

Los pasillos se movían, deslizándose entre sí como piezas de un gigantesco rompecabezas en constante transformación. Los muros se desmoronaban, solo para ser reemplazados por otros nuevos que surgían desde el suelo o el techo, creando nuevos caminos, nuevas bifurcaciones.

Era como si el laberinto estuviera vivo, retorciéndose y reformándose en un intento de confundir a los que se encontraban dentro.

—Esto es como antes.... —susurró Momo, sus ojos muy abiertos mientras miraba cómo los muros alrededor de ella cambiaban, giraban y se abrían en múltiples direcciones.

Las luces parpadeaban, a veces apagándose por completo, sumiendo todo en una oscuridad temporal antes de que volvieran a encenderse, revelando una escena completamente distinta cada vez.

—El laberinto está reconfigurándose... —Izuku apretó los dientes, concentrándose en encontrar una salida entre el caos—. ¡Pero aun no han pasado los 20 minutos...!

—¡Esto nos va a separar! —exclamó Momo con voz rasposa, el frío aun afectando su movilidad, pero el pánico en su tono era palpable. Los caminos que se abrían parecían infinitos, extendiéndose hacia todas direcciones, cada uno más confuso que el anterior. Se sentía pequeña en medio de la magnitud de lo que estaba ocurriendo.

Shoto miró hacia el horizonte, su expresión tensa. "Tengo que llegar a Midoriya... No puedo dejar que me distraigan," pensó, su frustración creciendo. Sabía que cada paso que daba podría llevarlo más lejos de su objetivo si elegía el camino incorrecto.

Las paredes a su alrededor seguían moviéndose, pero ahora, un sonido profundo y gutural resonó desde los recovecos del laberinto, un rugido metálico que hacía eco por todos los corredores.

*¡ZONK!*

El sensor de peligro se activó, su mirada alerta mientras buscaba el origen de ese ruido. Su mente trabajaba a toda velocidad, calculando los posibles movimientos de sus compañeros y las nuevas amenazas que ese laberinto les presentaba.

En medio de la lluvia de escarcha y el cambio constante de caminos, una figura oscura comenzó a emerger entre las sombras.

El laberinto no solo había cambiado de forma, sino que también había traído consigo algo nuevo, algo amenazante. Las sombras parecían cobrar vida, moviéndose entre los muros que no dejaban de reconfigurarse.

Los cuatro estaban atrapados en una tormenta de cambios, y solo tenían una opción: moverse o ser consumidos por el laberinto.

El aire se volvió aún más denso, casi como si todo el lugar estuviera inhalando antes de desatar algo aún mayor. Los caminos seguían retorciéndose, y la sensación de urgencia aumentaba con cada segundo que pasaba.

"No podemos quedarnos aquí..." pensó Izuku, sus ojos centelleando con determinación. Sabía que cualquier error podía ser fatal en ese momento.

El rugido metálico resonó de nuevo, más cercano esta vez.

Y entonces, como un río desbordado, los nuevos caminos del laberinto se abrieron completamente frente a ellos, revelando una red interminable de corredores que se extendían más allá de lo que podían ver.

A su izquierda, a unos doce metros, estaba Yaoyorozu Momo, aun luchando por moverse, entumecida por el hielo que la cubría. A su derecha, Todoroki Shoto se aferraba con fuerza a una parte de la plataforma que se elevaba inestablemente. Detrás de él, Bakugou Katsuki comenzaba a ponerse de pie, con sus palmas crepitando, listas para la acción.


INTRODUCIR: COUNTER BLADE - LAPPY

Un segundo.

[1.01]

Izuku sintió cómo sus pupilas se contraían.

Su visión se agudizó y el mundo a su alrededor pareció alargarse. Los corredores del laberinto se expandían, extendiéndose aún más allá de lo que sus ojos podían abarcar. La brisa de escarcha seguía cayendo suavemente desde todas las direcciones, envolviendo el entorno en una danza helada.

*Tic, tic, tic...*

Detrás de él, las palmas de Bakugou chisporroteaban con pequeñas explosiones.

*Fshhh...*

El aire helado se liberaba de un lado de Todoroki, haciendo que el frío se intensificara.

*Crack*

El cuerpo de Yaoyorozu se movía con dificultad, luchando contra el hielo que comenzaba a resquebrajarse a su alrededor.

Izuku tomó un largo respiro, tan profundo que sus pulmones se llenaron por completo.

Un segundo más.

Dos segundos.

[2.24]

Izuku saltó hacia adelante, a tal velocidad que las explosiones de Bakugou quedaron detrás, como si el sonido mismo lo siguiera con retraso.

En un abrir y cerrar de ojos, una inmensa ola de hielo salió disparada hacia él, pero Izuku ya estaba en movimiento. Con precisión absoluta, llegó hasta Momo, rodeándola con sus brazos antes de que el hielo pudiera atraparlos.

En ese breve lapso, dos segundos más transcurrieron.

El laberinto entero comenzó a sacudirse con fuerza, y uno de los corredores se inclinó hacia adelante de forma abrupta. Con un ángulo de 45°, el suelo cedió, y desde el techo se desplegó un riel metálico que descendía como una cuerda de rapel. Uno tras otro, más rieles comenzaron a desplegarse en cascada, llenando el aire con su vibrante resonar metálico.

*¡BOOM!*

Las explosiones de Bakugou impactaron donde Izuku había estado segundos antes, pero él ya había desaparecido.

—¡MIDORIYA! —gritó Shoto, girando rápidamente.

Lo vio caer, con Momo en brazos, hacia uno de los rieles. Sin perder el ritmo, Shoto creó un pilar de hielo bajo sus pies, elevándose rápidamente para seguir a Izuku mientras ambos descendían por los rieles, uno al lado del otro.

A la derecha, Bakugou apareció volando en un destello de explosiones, moviéndose con agilidad y destreza, esquivando cada muro y plataforma que cambiaban de posición. Las estructuras del laberinto se movían en todas direcciones, pero Bakugou, imparable, navegaba con una precisión letal, acercándose a Izuku con cada segundo que pasaba.

El caos del laberinto parecía intensificarse, con el hielo, las explosiones y las plataformas danzando en una coreografía impredecible.

Shoto levantó la mano, y el aire a su alrededor comenzó a condensarse con una rapidez impresionante. El gélido frío se concentró en su palma, liberando un torrente de hielo que se extendió como una ola destructiva, invadiendo cada rincón del laberinto. Las estructuras a su alrededor comenzaron a crujir y temblar ante la enorme presión del ataque.

—¡No te escaparás!—gritó Shoto, con el rostro endurecido por la frustración, lanzando una enorme pared de hielo hacia su compañero.

El hielo se extendió rápidamente, cubriendo cada superficie a su paso, transformando el suelo, las paredes y los techos en un paisaje invernal, lleno de picos afilados y relucientes como espejos.

*¡BOOM!*

Bakugou irrumpió en la escena con una explosión atronadora, sus ojos llenos de furia. Volaba a toda velocidad, lanzando explosiones desde sus manos que sacudían los muros del laberinto. Las chispas iluminaban el espacio mientras avanzaba, y cada golpe sacudía los cimientos de la estructura.

—¡No me subestimes! —gritó Bakugou, lanzándose en picada hacia Izuku, su brazo extendido hacia delante, listo para liberar una explosión devastadora.

Izuku, con Momo todavía en sus brazos, giró sobre sí mismo en el último segundo, esquivando el ataque helado de Shoto y las explosiones de Bakugou con movimientos precisos y rápidos. Las ráfagas de aire y frío chocaban a su alrededor, pero su velocidad y agilidad lo mantenían un paso por delante de ambos.

*¡CRASH!*

El suelo de hielo se resquebrajó debajo de sus pies, pero Izuku continuó moviéndose, usando su poder para saltar de plataforma en plataforma mientras el laberinto seguía transformándose a su alrededor. Las explosiones de Bakugou y el hielo de Shoto creaban un caos en todas direcciones, pero Izuku mantenía su enfoque.

Shoto lanzó otra ola de hielo hacia él, un muro cristalino que crecía con furia. Izuku apenas logró esquivarlo saltando hacia un riel que se extendía en el aire, pero justo en ese momento, Bakugou lanzó una explosión directa.

*ZONK*

—¡Deku, mira a dónde vas! —Bakugou gritó con una sonrisa arrogante.

El impacto de la explosión fue inevitable. En un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo de Izuku quedó expuesto en pleno aire, sin ninguna protección... hasta que una barrera metálica apareció de la nada.

*¡CLANG!*

Un enorme escudo de acero se materializó frente a ellos, bloqueando la explosión justo a tiempo. Momo, con una expresión tensa, había logrado crear el escudo en el último instante, protegiendo a ambos del ataque de Bakugou.

—¡Midoriya-san, concéntrate! —gritó Momo, su voz firme pero llena de determinación.

Izuku asintió, agradecido, y volvió a enfocar su atención en el combate. Aún en movimiento, comenzaron a coordinarse. Momo, desde su posición en los brazos de Izuku, creaba rápidamente pequeños escudos y barreras metálicas para protegerlos de los ataques, mientras él se encargaba de maniobrar entre las ráfagas de hielo y explosiones que llovían sobre ellos.

"¡No se detienen!" pensó Izuku, esquivando por poco otro muro de hielo que Shoto envió hacia ellos. Su mente trabajaba a mil por hora, calculando cada movimiento, cada salto, buscando una oportunidad de contraatacar.

*¡BOOM!*

Otra explosión resonó detrás de ellos. Bakugou seguía atacando implacablemente, lanzando ráfagas explosivas desde todas las direcciones, cada una más potente que la anterior.

En la sala de transmisiones, el ambiente era tenso. Los ojos de la Clase B estaban pegados a las pantallas, observando el desarrollo de la pelea con asombro.

—Es increíble... —comentó Kendo—. ¿Cómo pueden mantener esa velocidad bajo tanto ataque?

El director Nezu, con una expresión pensativa, observaba la escena con atención. La sala estaba en completo silencio mientras los profesores y estudiantes presenciaban la intensa batalla que se libraba en el laberinto.

—Están al límite... —dijo Nezu, sus pequeños ojos brillando con admiración—. Cada uno de ellos está dando lo mejor de sí. Pero la clave aquí no es solo el poder. Es la coordinación. Yaoyorozu y Midoriya han aprendido a trabajar juntos bajo una presión extrema.

Mientras tanto, en el campo de batalla, el suelo temblaba bajo sus pies, y las explosiones continuaban resonando. Momo siguió creando barreras y lanzando pequeños objetos improvisados para desviar los ataques, mientras Izuku calculaba cada movimiento con precisión, esquivando el hielo de Shoto y las bombas de Bakugou con una maestría impresionante.

El combate alcanzaba su punto más álgido, y ninguno de los cuatro estaba dispuesto a ceder.

En aquel instante tan corto la mente prodigiosa de Izuku se habia sincronizado con la también, prodigiosa mentalidad de Momo. En un segundo ambos estaban tan conectados que parecían ser uno solo. Aunque Izuku podía percibir los ataques antes de que vinieran, no significaba que seria capaz de esquivarlos a tiempo siempre.

Pero... Momo estaba ahí. Ella era capaz de ver por el chico aquello que el no era capaz de esquivar por lo cual, cada tres ataques que el sensor de peligro le advertía, el cuarto Momo lo defendía.

Uno al otro, aferrados como un nudo de sogas.

Aunque no parecía que ellos tuvieran mucho en común para la vista de cualquiera, al parecer hacían un equipo tan esplendido como nunca habían visto.

Dos mentes prodigiosas como si mismas unidas por aquella prueba desvelo las grandes sinergias de ambos.

El esmeralda y el azabache se mezclaban en las danzas lumínicas de sus alrededores.

El laberinto seguía cambiando, con muros y plataformas que se reconfiguraban constantemente, formando una trampa cada vez más letal. Sen fue el primero en notarlo desde la sala de transmisiones.

—¡El camino se termina! —gritó, su voz cargada de alarma.

Todos en la Clase B se inclinaron hacia adelante, sus ojos fijos en las pantallas. Delante de Izuku y Momo, los muros se cerraban rápidamente, formando una cúpula amenazante. Las plataformas que una vez los sostenían se partieron en dos, lanzándolos al vacío sin previo aviso.

El viento rugió alrededor de ellos mientras caían, pero no era solo la caída lo que los amenazaba. En ese preciso momento, Shoto Todoroki corría con todo su poder hacia ellos, una ráfaga de hielo saliendo disparada de su mano. A su derecha, Bakugou se lanzaba en picada, sus manos ya brillando con explosiones.

Izuku, aún de cuclillas con Momo a su lado, sintió la presión del sensor de peligro golpearle la cabeza. El peligro era inminente, pero estaba atrapado entre dos frentes: el ataque de Shoto y la furia explosiva de Bakugou.

*CRASH.*

Los muros se cerraban más, el espacio reduciéndose en cuestión de segundos. Izuku sintió el suelo desaparecer bajo sus pies, y el aire frío le cortó la cara mientras caían hacia el vacío. Todo a su alrededor pareció ralentizarse. El sonido del viento se volvió distante, y el latido de su corazón retumbaba en sus oídos.

*BADUMP*

*BADUMP*

Por un instante, la caída le recordó a aquel momento en Tokio, cuando todo se desmoronaba a su alrededor. En su mente, las palabras del segundo usuario de One For All resonaron:






"¿Qué es lo que eliges?"









Su elección se hizo clara.

Izuku estiró la mano hacia adelante, y una energía familiar, pero distinta, empezó a concentrarse en su palma.

El brillo esmeralda de One For All comenzó a oscurecerse, volviéndose más denso, más pesado.

La energía tomó forma, solidificándose en un látigo negro que brillaba con un resplandor oscuro.

Shoto lo vio.

Bakugou lo vio.

Momo lo vio.

El látigo negro se disparó hacia el techo, aferrándose a una estructura antes de que Izuku pudiera caer más. En un movimiento fluido, otro extremo del látigo envolvió la cintura de Momo, jalándola con fuerza hacia él.

—¡Midoriya! —gritó Shoto, sorprendido, viendo cómo el látigo lo impulsaba hacia adelante, escapando del espacio que se cerraba con una velocidad imposible.

—¡Deeeekuuuu! —rugió Bakugou, lanzando una explosión en su dirección, furioso por haberse quedado atrás.

Pero Izuku, con la pura inercia del látigo, cruzó el estrecho espacio justo cuando las paredes se cerraron tras él. La cúpula se selló con un estruendo ensordecedor, y el vacío que los había atrapado se convirtió en una prisión de muros impenetrables.

Desde la sala de transmisiones, la Clase B quedó en completo silencio. Los ojos de todos estaban fijos en las pantallas, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar.

—¿Qué es esa técnica? —murmuró uno Reiko incapaz de apartar la vista de la pantalla.

Nezu, siempre calculador, apenas logró esbozar una sonrisa pequeña pero significativa.

—Ese es Midoriya Izuku... —dijo con voz suave, observando con admiración el despliegue del poder de One For All—. Está comenzando a controlar algo mucho más grande que él mismo.

Dentro del laberinto, el aire aún estaba cargado de tensión. Izuku, colgando del látigo, respiraba con dificultad mientras mantenía a Momo firmemente sujeta. Sus ojos recorrieron rápidamente el espacio, ya buscando el siguiente movimiento, sabiendo que Bakugou y Shoto no se detendrían pero, el muro se habia cerrado.

Momo, a su lado, trataba de recuperar el aliento, sus ojos aún fijos en el látigo oscuro que había salvado sus vidas.

El látigo negro que los había mantenido suspendidos desapareció repentinamente, soltándolos en una caída breve pero controlada.

Izuku y Momo aterrizaron en el suelo de una larga sala blanca, el sonido de sus respiraciones entrecortadas llenando el aire. El ambiente era completamente diferente al caos de momentos atrás: todo parecía inmaculado, luminoso, pero extraño, casi irreal. Las paredes eran lisas, impecables, como si nunca hubieran sido tocadas por las garras del laberinto.

Izuku se levantó de inmediato, aún con la mirada alerta, como si esperara que algo se les abalanzara desde la nada. Momo, todavía procesando lo sucedido, se apoyó en sus rodillas, luchando por calmar su respiración. Ambos sabían que no había tiempo para relajarse.

—¿Estás bien, Yaoyorozu-san? —preguntó Izuku con la voz aún agitada, pero con una firme preocupación.

Momo asintió, aunque la sorpresa por lo que acababa de ver seguía reflejada en sus ojos. Miró a Izuku, y luego al lugar donde había estado el látigo. ¿Qué había sido eso?

—¿Qué... qué fue eso? —preguntó al fin, sus palabras escapando entre respiraciones profundas.

Izuku dudó un momento, sus ojos desviándose hacia sus propias manos. El poder oscuro del látigo, un vestigio del One For All, aún lo desconcertaba tanto como a ella.

[Lo pude usar...]

—No lo sé por completo —respondió finalmente—. Es algo nuevo...

Mintió en parte. No sabia exactamente como explicar lo que habia hecho, ni si quiera pensó claramente el hecho de haberlo usado. Fue más una simple reacción, igual que en Tokio aquella noche.

La sala se sentía extrañamente tranquila, demasiado tranquila, como el ojo de una tormenta. Momo se puso de pie con dificultad, aun sintiendo el frío gélido en sus extremidades, pero obligándose a seguir adelante.

Izuku sentía la energía en su cuerpo desvanecerse de poco en poco.

[La sensacion, la emoción... todo fue igual.]

Mirando su palma, observando el vestigio oscuro desvanecerse al aire. Tomo un gran respiro. Cerro su palma y dejo un puño.

[Daigoro Banjo.]

En su mente el nombre de aquel hombre se borro con las ultimas ascuas de aquel poder.

*¡CLANCK!*

Algo resonó con fiereza

Izuku se quedó en silencio por un momento, tratando de escuchar más allá del eco metálico que aún resonaba en la sala. Sabía que debían moverse pronto, pero algo lo detenía. Tal vez era la calma extraña que se había instalado entre ellos, o tal vez las preguntas que sentía que Momo no había terminado de formular.

—No podemos quedarnos aquí mucho tiempo —dijo al fin, aunque su voz sonaba más tranquila de lo que debería en una situación tan caótica. Sus ojos se cruzaron con los de Momo, y algo en su mirada lo hizo detenerse. —Pero... antes de continuar, ¿estás bien de verdad?

Momo lo miró directamente, sorprendida por la pregunta. No era la primera vez que le mostraba preocupación, pero había algo diferente en su tono. Era más personal, más íntimo. Sintió que la cercanía, hacía que las barreras que normalmente tenían entre ellos se desvanecieran, aunque fuera por un momento.

—Sí... —respondió en un susurro, sin apartar la mirada—. Estoy bien, solo... mucho para procesar.

Pero tú... —sus ojos se detuvieron en la mano de Izuku, donde había desaparecido el látigo oscuro—, eso que hiciste... ¿te sientes bien?

Izuku la observó en silencio, pensando en cómo describir lo que había sentido. No sabía si las palabras serían suficientes, y tampoco estaba seguro de si quería preocuparla más.

—No estoy seguro de cómo explicarlo —admitió con una pequeña sonrisa, intentando aliviar la tensión—. Es como si estuviera usando algo que no comprendo del todo. Pero mientras lo controlé, me sentí... bien.

Momo asintió lentamente, pero su expresión reflejaba preocupación. Quería creerle, pero sabía lo peligroso que era usar algo que no comprendía del todo. Se acercó un poco más a él, sus ojos serios.

—Midoriya-san... no tienes que cargar con todo solo —dijo suavemente—. No estamos en esta batalla solo para ganar. Estamos aquí para apoyarnos, ¿verdad? Puedes confiar en mí.

Las palabras de Momo resonaron profundamente en Izuku. Era cierto que muchas veces había asumido el peso de todo por su cuenta, pero en ese momento, en medio de aquel laberinto cambiante, con el futuro incierto, algo en la sinceridad de su voz le recordó que no estaba solo.

—Tienes razón... —susurró, bajando la mirada un momento antes de volver a encontrarse con la de ella—. A veces olvido que no siempre tengo que hacerlo todo por mí mismo.

Hubo un breve silencio entre ellos, una pausa antes de que Momo rompiera la tensión con una sonrisa suave.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó, como si aquella conversación íntima les hubiera dado un nuevo aire.

Izuku la miró por un momento más, sus pensamientos enredados entre la estrategia y la cercanía que había sentido con Momo. Sabía que, pase lo que pase, contar con ella hacía todo más manejable.

—Creo que deberíamos buscar una salida antes de que este lugar cambie de nuevo —respondió con más seguridad—. Pero esta vez... lo haremos juntos.

Izuku y Momo se levantaron lentamente, sacudiendo el polvo de sus ropas. Ambos respiraban con pesadez, pero el ambiente era extraño, como si una pequeña calma hubiera caído entre ellos tras la caída.

—Bueno, parece que esto no es exactamente una caminata por el parque, ¿verdad? —comentó Izuku con una sonrisa nerviosa, mirando a Momo.

Momo sonrió suavemente, cruzando los brazos mientras observaba su entorno. El laberinto, aunque ahora más tranquilo, no dejaba de transmitir una sensación de peligro latente.

—Diría que es como... una versión muy extrema de una excursión escolar —respondió con un tono irónico—. Pero, sinceramente, esperaba menos muros aplastantes y más tiempo para respirar.

Izuku soltó una ligera risa, sintiendo la tensión disiparse por un breve momento.

—Ya sabes... el laberinto tiene una manera única de mantenernos en movimiento, supongo. Aunque, claro, sería mucho más fácil si tuviéramos un mapa —bromeó, agitando las manos en el aire como si dibujara rutas imaginarias.

—O al menos un manual de instrucciones —replicó Momo, jugando con la idea—. 'Cómo sobrevivir a un laberinto mortal en diez sencillos pasos'.

Izuku soltó una pequeña risa.

—Al menos esta sala no se está desmoronando todavía —comentó ella, su tono ligeramente humorístico, lo suficiente para aliviar la tensión que colgaba sobre ellos.

Izuku, aun recuperando el aliento, miró a su alrededor con una mezcla de cansancio y determinación.

—Eso es un progreso, ¿no? —dijo, esbozando una pequeña sonrisa—. Aunque dudo que dure mucho. Este lugar cambia cada dos segundos.

Ambos rieron suavemente.

El aire en la habitación comenzó a sentirse más denso, aunque ninguno de los dos lo notó al principio. Izuku, que siempre estaba alerta, dejó que sus pensamientos divagaran por un momento, permitiendo que su mente descansara, al menos hasta que...

El sonido a su alrededor se desvaneció.

*BADUMP*.

Su corazón palpitó de manera casi ensordecedora, un eco en sus oídos que reemplazó cualquier otro ruido en la sala. Su pecho se tensó. Su respiración se volvió más lenta, casi suspendida en el aire. Todo a su alrededor parecía detenerse, como si el tiempo mismo hubiera decidido apartarse del camino. No podía moverse, no aún, pero en su mente sabía lo que estaba pasando.

*BADUMP*.

El peligro.

Sentía la amenaza antes de verla, como si la atmósfera en la habitación se hubiese vuelto pesada, densa, casi asfixiante. Una brisa fría recorrió el lugar, y la piel de Izuku se erizó. Su mirada, antes perdida en la tranquila conversación, se clavó en una de las paredes a su izquierda, observando cómo, en un abrir y cerrar de ojos, pequeñas fracturas de escarcha comenzaron a formarse en la superficie lisa del muro.

El hielo se esparció como una mancha oscura, su expansión acelerándose a una velocidad inhumana, cubriendo el muro entero en cuestión de segundos. El aire frío silbó en sus oídos. Todo lo que podía hacer era observar.

*Crack*.

La primera fisura. Luego la segunda, y la tercera, multiplicándose en un patrón caótico que parecía anunciar lo inevitable. La tensión se acumulaba en sus músculos, y el tiempo aún no parecía volver a moverse.

Un susurro frío.

*¡BOOM!*.

El muro se quebró con un estruendo ensordecedor, y en un abrir y cerrar de ojos, una enorme ola de hielo irrumpió en la sala con una furia imparable, cubriendo todo a su paso.

Izuku se quedó inmóvil sintiendo la ola gélida congelar su calzado creciendo hasta sus rodillas.

[Rompió el muro...]

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