AQUEL QUE DA Y RECIBE.

El cielo en el ocaso se aproxima al igual que el aleteo de las aves hacia los cielos moribundos.

Sobre las copas de los árboles de hojas anaranjadas las mismas aves surcan y cantan una despedida a su antiguo hogar.

Es justo en los horizontes de aquel bosque una colina se ensancha por toda la vista, pues debajo de aquellos lares una pequeña cabaña construida a las orillas de una ladera yace vacía. Cerca de dicha cabaña un rio continúa descendiendo por aquella ladera hasta llegar a lo que parece ser un desnivel en aquel bosque.

—¡Te estas quedando atrás, Rumián! —tras los aleteos de las aves la voz de un hombre mayor resonaba en las laderas—. ¿Cómo vas a seguir a los demás cuando vayan de caza?

—¿Esa es tu ambición para mí? ¿Qué los siga...? Pensé que esas prácticas ya eran algo viejas para nosotros.

—Las cosas han cambiado en las últimas generaciones hija mía. Pero no por eso hemos de olvidar lo que llevamos cargando heredado de nuestros antepasados. ¿Qué diría tu abuelo si escuchara esa duda venir de ti?

—El abuelo estaría orgulloso. Él siempre quiso abolir estas viejas costumbres.

—Jajaja~ lo admito. Posiblemente eso diría tu abuelo, pero no fue hasta sus últimos días que respeto esta tradición al pie de la letra. Como todos nosotros aquí.

—Las respeto por que no le quedo de otra. Además, ¿Qué importa? Soy mejor que los demás. Les ganare y los vere morder el polvo mientras yo sigo adelante. Pero para eso necesitare un buen rifle.

Entre las raíces de los árboles sobresalientes las pisadas de un hombre adulto iban seguidas de las de una joven chica. Justo por delante de ellos pequeñas mesetas de arbustos invadían el espacio entre los tallos de los árboles. El camino de tierra marcado por lo que vendrían a ser pisadas de personas marcaban un sendero hacia la cima.

—Llevas hablando una eternidad de este paseo hija, ¿Por qué quieres venir aquí?

—¡Por el árbol! —respondió la joven chica.

—¿Qué árbol? —pregunto el padre confuso.

—El manzano padre. Quiero ver si al fin ha madurado como madre había comentado —la cabellera larga y oscura de aquella chica se sacudía con el viento que se colaba entre las copas de los árboles—. Han pasado varios años desde entonces. Quiero creer que todo está listo.

—¿El manzano eh? Tenías diez años si no mal recuerdo cuando lo plantaron, ¿no es verdad? —aquel hombre portaba un gran abrigo debido a las bajas temperaturas entradas por la estación de invierno a la vuelta de la esquina—. Aún recuerdo ese día. Caíste por la ladera y no dejaste de llorar el resto del día.

—Eso fue hace mucho padre. Me he hecho fuerte desde entonces —respondió en altivo.

—Puedo verlo hija mía, tanto como las hojas que caen de los árboles y se ciernen debajo de nuestros pies. Tanto como los árboles torcidos que funcionan de techo natural en nuestro sendero —el hombre giro de reojo hacia atrás—. ¿Tú puedes ver las cosas tan claras como yo, hija mía?

La chica quedo desconcertada por la repentina cuestión.

—¿A qué te refieres padre?

El hombre continuo su caminar y devolvió su mirada al frente. Ambos continuaron por un sendero cubierto de cedros que consumían la poca luz solar que se colaba entre las copas de los árboles.

—Pronto será la ceremonia. Puede que las cosas se compliquen más de lo esperado.

Rumian, era el nombre de la chica que se encontraba algo ofuscada con la declaración. Esta chica que seguía a paso lento a su padre miro por un costado del camino y pregunto:

—¿Tan horrible esta la situación?

—El abuelo había hablado de esto antes, ¿lo recuerdas?

—Si. Brevemente aun puedo recordar sus palabras. Aunque no entendí completamente todo debido a que era muy pequeña.

—Cierto. Tu madre no estaba muy de acuerdo en que escucharas la plática, pero yo sabía que al ser mi primogénita tenías que estar ahí pese a lo que fuera.

Rumian torció su gesto.

—Aun siendo mujer...

—¡Rumian! —el padre detuvo su caminar. Al girar, su gesto en desacuerdo acompañado de un rostro cargado con años de responsabilidad se hizo ver—. Se que hemos seguido y respetado las costumbres, pero como lo dices, tu abuelo jamás estuvo de acuerdo en muchas cosas al igual que yo en otras. Una de ellas es el hecho de tu valor hija mía. No importa lo que digan los ancestros, una mujer puede ser tan fuerte como—

—Un hombre lo pueda llegar a ser... —Rumian suspiro, ella miro a su padre—. Lo sé, padre. Pero no puedo evitar sentirme mal. Siento que esto va en parte por haber nacido primero. Las cosas serían más sencillas si él hubiese nacido antes...

—Rumian.

La chica no pudo mantener la mirada con su padre por lo que tuvo que bajarla y mirar las hojas secas a sus pies.

Ciertamente cuando la chica daba un vistazo a su pasado no podía pensar en otra cosa que no fueran en los problemas referente a todo lo que rodea a su familia. Pero no era algo que admitiera fácil. No por falta de valor o fuerza personal, si no, por amor a su padre, su madre y su hermano... a su familia.

Rumian... Nakoano era la mayor de dos. La primogénita de los Nakoano con la edad de 19 años.


25 de noviembre del 2124, Japón.

Finalmente, llegaron a un claro en el bosque y todo se ilumino con los restos del sol de invierno.

—Hemos llegado.

Detrás del hombre el tronco de unos dos metros cae sobre la tierra árida.

—¡Wow! El manzano esta enorme.

—Este manzano fue plantado cuando eras mas pequeña. Es natural que sea así de enorme. Aunque, me sorprende que haya crecido tanto. Usualmente tardan mas en llegar a su apogeo.

Sobre el filo de una pequeña extensión de tierra hacia el cielo existía un árbol de manzano el cual relucía preciosamente con el ocaso del día.

El viento, el cielo medio nublado y el horizonte oscuro mas el brillo enternecedor azafrán que recae sobre las manzanas carmín hacen que la vista delante de la chica se algo que recordar.

Detrás de dicho árbol una extensión de cielo entre azul claro y oscuro comienza una lucha entre el día y la noche.

La chica embelesada se había detenido unos dos metros antes de llegar al manzano.

—¿Sabes por que plantamos este manzano en este lugar, Rumian? —pregunto el padre.

—No lo sé padre.

—Aquí fue donde corteje a tu madre, ¿Lo sabias? Aun puedo recordar los paisajes de aquellos días. No han cambiado mucho en verdad, aunque se siente un aire diferente ahora que el manzano está aquí —el hombre camino hasta el pie del árbol y toco el tallo de este con gentileza—. Ojalá tu madre estuviera aquí.

El comentario ultimo no era con la intención de que su hija lo escuchase, pero lamentablemente lo hizo.

—Si, padre... Lo se... Ojalá pudiese venir con nosotros.

—Todos tenemos obligaciones, Rumian. Ya... —el hombre tratando de reparar su error se dio la vuelta y tomo un poco de aire—. Mira, todos tenemos ciertas obligaciones. Un ejemplo sería el mío con el cuidado de estas tierras. Nuestro hogar, nuestra gente en el pueblo. ¿Entiendes? El de tu madre es cuidar de tu hermano y tu—

—¡Yo casi nunca lo veo...! —exclamo Rumian—. Y menos a madre...

Rumian espeto con un alarido mientras que su padre buscaba como reparar su error.

—Escucha... ahora estamos aquí, deberíamos de disfrutar estas cosas. ¿No lo crees?

—Lo se padre, pero tu mismo lo dijiste antes. Las cosas se han puesto mal, ¿No? —Rumian camino hasta el costado de su padre llegando directamente al árbol—. Por favor no me mientas padre. No me trajiste aquí para ver el manzano, ¿Verdad? Como dices, tienes tus obligaciones y no puedes darte un aire fresco tan fácilmente como lo hiciste ahora.

Rumian alcanzo el tallo del árbol y bajo su mirada, molesta.

—Tener un tiempo libre con mi hija no es algo que me aleje de mis responsabilidades. Es una de mis responsabilidades estar con mi hija, Rumian. No debes de pensar lo contrario si no me harías sentir como un padre miserable. Dime, ¿Soy un padre miserable?

—¡N-No... no es así padre! —asalto deliberadamente.

—Entiendo. Me alegra escucharlo —suspiro aliviado y miro a su hija—. No soy perfecto y quizás tengas razón. No te traje aquí para solo ver el manzano. Claro, era parte del objetivo. Ambos ver lo que habíamos plantado con amor hace años es una manera de compartir tiempo entre padre he hija. Pero, como dices...

A un costado del manzano sobresalía una pequeña extensión de roca que, él hombre uso de asiento.

—¿Padre?

—Lo siento... las cosas han sido un poco pesadas esta última temporada. La gente del pueblo no se siente muy a gusto. Tu hermano ha estado peor y tu madre no deja de pensar en... —sobre su cien cubrió con sus manos y con un ardor en su interior parecía que fuese a desfallecer—. Siento que nuestro viaje se haya arruinado... pero, Rumian, necesito hablar de esto contigo.

En la cúspide de aquella colina entre los bosques y los pequeños montes circundantes, una hija escucha a su padre.

Como el filtro del color dentro de una lampara de magma, como la osa mayor en el firmamento.

[Nuestra herencia, nuestra sangre... nuestro poder. Como la familia Nakoano tenemos una responsabilidad con la gente de nuestro pueblo. Desde la antigüedad como sus protectores, como sus benefactores, como parte de ellos. Pues no somos más que una extensión del pueblo, parte de ellos y parte de nosotros mismos...]

¿Hace ya cuantas décadas aparecieron las singularidades?

Como una singularidad en el tiempo, en el espacio o en el mundo físico. Las historias que antes eran tan simples para ser contadas como un simple cuento de hadas se volvió algo más que ficticio, reales.

Cuando las singularidades vinieron al mundo comenzaron como algo parecido a una enfermedad, una gripe. Pero como brotes estallaron en diferentes lugares del mundo y con ello aquellas singularidades se volvieron en fluctuantes ciclo de cambios.

En algunos lugares los cambios fueron menos que otros, pero en su mayoría se diría, explosivos.

En el caso de la familia Nakoano el hecho de que en la antigüedad hayan aparecido las singularidades transformo su familia por completo.

Poder, control, una nueva vida. Pero con ello también vinieron responsabilidades. Pues alrededor del mundo tanto ellos como otras familias despertaron cierto tipo de linaje que se ha traspasado de generación en generación. Dicha acción, aunque parezca taboo y haya sido tachada por la sociedad convencional, fuera del mundo moral... era una herramienta al ascenso del poder.

Durante varias generaciones la familia Nakoano ha sido parte de un pueblo el cual ha estado bajo su protección y control desde tiempo antiguos. Todo gracias a la singularidad que despertó en un miembro de esa familia ya hace tantos años atrás.

La singularidad que todo miembro actual de los Nakoano posee...

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[Konketsu.]

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Rumian miro a su padre.

A través de sus pupilas vio un reflejo, como si viera un espejo.

Era Kano quien se veía a si mismo en el rostro de su hermana años atrás.

El hombre estaba de pie mirando a la nada, quieto como si algo lo hubiese congelado. Parpadeo un par de veces, miro a los costados del lugar donde se encontraba, alzo su mirada y encontró a la mujer con la que luchaba incrustada en el muro mirándolo fijamente como si esta estuviera analizando cada pensamiento que el hombre tenía, casi como si pudiera leer su mente.

—¿Ya terminaste? —pregunto Miruko quien tenia ambos brazos enterrados en el concreto del muro—. Si es así... ¿Continuamos?

Miruko no parecía desgastada ni mucho menos molesta, solo algo irritada, pero en parte era por el desinterés que en un segundo Kano había demostrado. Le parecía algo irrisorio que de un momento a otro el hombre que parecía bastante entusiasmado con una pelea mano a mano con ella se perdiera en sus pensamientos.

Según como Miruko lo entendía, él no era así.

*CR-RK*

Miruko saco sus brazos, su torso y luego su cintura dando un pequeño salto de impulso hacia delante saliendo del muro. Cayo cuclillas y luego se alzó, sacudió sus hombros y miro hacia delante.

—¿Qué te sucede hombre? Pareces muy pensativo —de un movimiento a otro los huesos de su cuerpo crujieron y la sangre que salía de su boca fue limpiada—. ¿No te quejabas de eso? ¿No te parece que estamos perdiendo el tiempo?

Miruko termino de estirar cuando volvió a tomar una postura ofensiva.

Kano cubrió la mitad de su rostro. Una extraña voz mezclada con un chirrido, un inimaginable sonido que, hacia apretar los dientes, fluyo a los oídos del hombre.

El sonido había venido de la mancha carmín en el rostro de su contrincante.

—Cállate —ordeno Kano bajando su mirada, pensando.

—¡Ajajajaja!~

Desde el fondo de su corazón, Miruko rio llena de burla.

Kano en su caso frunció el ceño profundamente. Era una expresión de confusión.

[¿Qué fue eso...?]

Pensó Kano.

[¿Quién eran ellos...?]

—¡Bien! —Miruko exclamo—. ¡Basta del tiempo fuera!

Con una velocidad que haría parecer lento al viento, Miruko se acercó, llena de una sed de sangre. Cada paso provocaba que el suelo de aquel edificio debajo de ella explotase. La velocidad de Izuku era una cosa de un momento de impulso, era una fuerza explosiva, pero en el caso de Miruko era algo que podría hacer en cualquier momento, cualquier circunstancia. Miruko estaba a un nivel diferente.

[Este dolor...]

En su cabeza una punzada que atosigaba los muros de su mente le hacía perder la compostura. Era un dolor casi eléctrico que causa pequeñas sensaciones de entumecimiento alrededor de su cuerpo provocando así que algunas marcas venosas en sus pieles se dibujaran como el negro sobre un lienzo blanco.

Con el sonido de un alarido que seguía su paso, la patada de Miruko voló en dirección hacia Kano. Originalmente, un ataque en lanza como el de Miruko siendo "Lanza Selenicereus" tenía detrás el peso y la velocidad de un caballero montado en un caballo, pero siendo Miruko la usuaria, la velocidad era parecida a la de un ave rapaz.

Llamar un simple ataque a esa técnica no le hacia justicia. Tal ataque estaba dirigido directamente al pecho de Kano.

Incluso mientras la punta de su pie volando hacia él, Kano no se movió.

En lugar de eso, abrió la boca y dijo suavemente:

—Fuera de mi vista.

Con una voz que desbordaba molestia, parecía que Kano ni si quiera estaba preocupado ni un mínimo por el ataque de Miruko. Y no solo esa palabra de advertencia fue su respuesta contra el ataque.

—¡¡¡¡—!!!!

*¡SKURSH!*

Miruko se detuvo a unos centímetros de Kano clavando su pie en el concreto lanzando su rostro hacia el hombre y deteniendo su torso detrás de su cabeza.

En el momento en que Miruko puso el pie en el suelo, el ataque que había sido preparado de antemano por Kano fue lanzado.

Miruko se cubrió con ambos brazos en equis.

De la espalda de Kano emergieron tres masas rojas oscuras que se abalanzaron sobre Miruko en un golpe pesado, casi como el de un mazo directo hacia la mujer.

*¡KRAAAASH!*

Miruko salió volando, estrellándose contra la ventana del pasillo de departamentos. Ella salió despedida fuera del edifico de ocho pisos hacia el cielo nocturno.

Ambos brazos habían sido golpeados con vehemencia provocando que una marca rojiza quedara en sus mallugados antebrazos.

Por muy fuerte que fuera, Miruko no pudo evitar gemir de dolor.

[No he podido darte un buen golpe solido desde que comenzó la pelea. Hasta ahora solo he sido su saco de boxeo y no es que pueda hacer algo para cambiarlo...]

Volando por un par de segundos Miruko diviso un cartel de neón que sobresale de un muro de algún edificio de negocios.

Sobre un cartel enorme que decía "Merchandising, ERTE." Miruko cayo como un gato sobre la rama de un árbol.

[Pero...]

Ella irguió la espalda y miro hacia el ventanal roto en el edificio del frente.

[Algo ha cambiado.]

De la oscuridad de aquel pasillo el hombre se asomo por la ventana.

El portaba una expresión de disgusto.

[No es invencible. Puede que su quirk sea fuerte, que él sea fuerte, pero hay algo en él. Si tuviera que describirlo... de alguna manera me recuerda a Izuku. Es fuerte y aunque a diferencia de Izuku, el sea consiente de ello... comete los mismos errores. En el caso del niño es por temor, quizás inseguridad. En el caso de este hombre... se esta sobrellevando por su "Superioridad" hay algo mal en él ¡Puedo verlo!]

*¡SWAP!*

Miruko se impulso en un destello hacia el hombre al filo de la ventana. El solo miro a la mujer acercarse como si se tratara de un algún proyectil a baja velocidad.

Kano torció su gesto he hizo un ademan con sus manos.

»Maximizar sangre: atadura de costillas.

—¡Hmph!

Otro ataque. Una gran caja torácica surgió del mar de sangre que salió de las palmas de Kano y, como una trampa de tigres, atrapo a Miruko en pleno vuelo. Los extremos puntiagudos de los rojos picos de sangre perforaron profundamente a través de su carne.

—¡Ugh!

Aunque el ataque se suponía que mantendría atrapado al objetivo después del daño inicial, Miruko fácilmente se escabullo, gracias a la primera postura.

»Mündansu: primer postura...

—¡¡Baretto!!

*¡VROOAM!*

La caja torácica se vino abajo en una cascada de sangre mientras la mujer salía impulsada de esta bañada en sangre.

La intensidad de los ojos rojos de Miruko disminuyo ligeramente. Su ojo derecho fue el primero en bajar de tono dando una impresión que estuviera perdiendo color.

Aquella cicatriz en su rostro parecida a la de Izuku se mancho en sangre como el resto de su cuerpo.

[Estoy perdiendo la compostura yo también. Atacando deliberadamente en cada oportunidad que tengo como si fuera un perro hambriento hurgando en la basura... ¿Qué tan lamentable puedo ser?]

*¡CL-ANK!*

Nuevamente la patada de Miruko estallo en el brazo endurecido de Kano causando una lluvia de chispas sobre ambos.

[¿Qué diría Izuku de mi ahora mismo si me viera?]

Con una sonrisa interior Miruko encontró miradas con Kano.

Ella ahora estaba cubierta de un par de perforaciones por todo su cuerpo provocando que la sangre de Kano y la de ella se mezclaran.

Y como el agua que viaja por un tobogán o como el oxigeno que va a través del corriente sanguíneo... el corazón de Kano hizo un "Boom".

*¡Dokun!*

El corazón de Miruko palpito con fuerza.

En un parpadeo casi como el tiempo congelado de un viajero en el tiempo la sangre que era lo único que fluye a través de ese tiempo roto regreso a Kano mientras que parte de la sangre de Miruko comenzó a abultarse en sus heridas.

Después una esfera rojiza se abulto en la palma izquierda de Kano la cual apuntaba hacia el abdomen de Miruko.

Fue tarde, se percató muy tarde.

[Carajo...]

*¡BAAAAAAM!*

El sonido de un disparo de alto calibre sacudió los oídos de las personas en la calle debajo de ellos.

Como la flecha corta el viento, el cuerpo de Miruko corta la noche alcanzando el techo y estrellándose en un pequeño invernadero el cual se vino abajo con el gran estallido de cuerpo y tierra de la mujer.

Lejos de ahí, justo a través de una ventana del séptimo piso del edificio de la comisión de seguridad publica fue visto esta hazaña.

Izuku observo el destello rojizo llevar a cabo el corte al cielo.

—¡Niño, muévete!

Ozda grito y después...

*¡Bang!*

De vuelta a la pelea de Kano y Miruko, el hombre se había apoyado en el marco del cristal roto mientras la sangre que goteaba por todos los alrededores regresaba a él.

[¿Por qué...? ¿Por qué? ¡¿Por qué?!]

Cuando la sangre finalmente fluyo hacia su interior su corazón palpito con fuerza. Su respiración se había vuelto caótica y el sonido crujiente de la mujer saliendo de los escombros de aquel invernadero le advirtieron que la pelea aún no había terminado.

[Si lo estaba disfrutando hasta ahora...]

Pensó Kano.

[¿Qué cambio?]

Se pregunto mirando hacia la bruma de polvo que se alzaba hacia un costado en aquel techo.

[¿Qué fue...? Piensa... piensa...]

Entre la nube de polvo que se aparto con el viento el rostro de Miruko se liberó. Aun mirando al frente, hacia Kano.

El y ella se vieron uno al otro.

Sus extraños ojos de una rara tonalidad oscura mate desde el día que nació por primera vez parecían reflejar la imagen de la mujer.

Pero como el intercambio de imágenes en un televisor descompuesto, en una interferencia pudo ver a otra persona diferente a Miruko, pero con los mismos ojos de determinación.

La sensación de haber derramado lagrimas mientras confundía una trágica emoción de perdida y deseo. Era aquello que el parecía haber olvidado pero que ahora recordaba a través de una invitación a su pasado.

¿Qué era lo que veía Kano?

[Esos ojos... son los mismos ojos.]

Tan solo una coincidencia. Como si aquello hubiese trascendido el tiempo y el espacio solo para colocarse delante de él.

Lo que Kano estaba viendo era a Miruko bañada en sangre, pero también... a Rumian bañada en sangre.

Ambas con una mirada llena de determinación.

—Rumian... —los ojos de Kano se expandieron—. ¿Quién es... Rumian...?

La sangre en su corazón llamo.

*Dokun*

...

INTRODUCIR: AUFERSTEHUNG

—¿C-Como dices...?

El anochecer finalmente había arribado a aquella colina.

—Lo siento, Rumian. Las cosas son así —respondió el padre.

La chica parecía alterada, lo suficiente como para separarse del lado de su padre donde ambos estaban sentados. Ella camino, camino y camino de un lado a otro.

—N-no, no, no... n-no es cierto —negó con su cabeza—. ¡Pero es su enfermedad, solo eso!
—El no esta enfermo Rumian. Es un regalo.

—¡Un regalo que lo destina a la tortura! —Rumian se detuvo y lanzo una severa mirada sobre su padre—. ¡Si lo muestras a la gente como eso solo lo venderás a su propia muerte!

—E-Es nuestra tradición Rumian...

—¡Es mi hermano!

Dudoso de lo que debía hacer, el padre opto por levantarse y endurecer su voz como si tratara de huir de la culpa buscando razón en lo ilógico.

—Las cosas están lo suficientemente terribles como para dejar pasar la oportunidad de arreglar las cosas. Tenemos que hacer algo, es nuestra responsabilidad. Tenemos un deber con la gente del pueblo, con nuestros antepasados... ¡Con nuestra sangre!

Rumian no podía creerlo. Estaba totalmente negada a esa idea. No podía creer que su padre de verdad estuviera diciendo aquellas sandeces. Tanto que sentía que estaba en una pesadilla la cual deseaba poder despertar de una vez.

—Y la respuesta que obtuviste fue dejar ir a tu propia sangre para salvar a la gente. ¿Si quiera estas pensando seriamente en lo que harás? Es tu hijo, es mi hermano... ¡Madre jamás estaría de acuerdo en eso!

—Lo se... entiendo... ¡Lo se! Se mas que nadie el peso de esta decisión y se que el es mi hijo y también se que tu madre jamás estaría de acuerdo. Ella se opondría incluso si tuviera que ir en contra del pueblo. Es por lo que te traje aquí, para hablar... para que me puedas ayudar.

—¿No estarás hablando en serio?

—Rumian...

—¿Me estas pidiendo que venda a mi familia?

—Eres mi primogénita, Rumian. Esta en tu sangre seguir el deber de la familia. Tu madre no podrá entenderlo. Y tu hermano... el no tenía por qué haber—

—¡Ni se te ocurra decirlo!

El hombre cerro sus puños y alzo su rostro, nuevamente su voz que estaba cortándose volvió a endurecerse.

—Como sangre que viene de la sangre tenemos un deber y obligación. Al igual también tenemos recompensas y bendiciones como maldiciones. Como primogénita heredera del linaje Nakoano debes de aceptar tu rol en esta familia y tu deber de protectora para el pueblo. Tomar el control de las decisiones y aceptar el destino que tenemos que tomar —el hombre de ojos color oscuro mate rápidamente se tornaron carmín—. Esta será la ultima vez que te lo pida, Rumian.

Con su mano extendida hacia delante y la luna naciendo al horizonte, aquel manzano sacudió sus ramas ante el viento de un cielo nocturno.

[Deja ir a Chieko.]

Los ojos de Rumian se tornaron carmesíes.

—Nos regimos por sangre, nos regimos por lazos y por nuestro linaje. Somos lo que somos por la sangre que nos trajo aquí. Protegemos y amamos... lo que me pides, padre, va en contra de todas nuestras enseñanzas.

—Pensé que entenderías siendo ahora mayor. Espere el tiempo suficiente creyendo que estarías de mi lado, Rumian. Te crie como mi más grande bendición en el mundo, pero ahora te vulcas hacia mi como una traidora. Una traidora a tu sangre.

—Mi madre, mi hermano... ¡Tu eres el traidor a nuestra sangre!

—No, Rumian. Yo tengo una obligación con mi pueblo, tengo gente a la que proteger aun incluso por encima de mi familia. Es el deber heredado por generaciones. Quizás no lo puedas aceptar, pero lo harás. Aceptaras la bendición que se te ha dado y castigaras la maldición que nos ha manchado.

Padre he hija dieron un paso adelante.

El carmesí de las manzanas no fue lo único que aquella noche domino pues un mar de sangre se despediría por toda aquella colina.

Con el objetivo de proteger a su hermano menor y con el deber de acabar con su hijo menor, la lucha entre la sangre crea más sangre.

Quien da la vida y quien la recibe.

...

—¡hah...!

Cuando Kano reacciono, la gran caída al vació le hizo pensar en que estaba recordando.

Chieko Nakoano habia recordado a su hermana, Rumian Nakoano.

En Miruko a ella vio reflejada en una noche como la de hace ya tantos años.

Kano forzó en su expresión una sonrisa. Si cerebro descarto lo que estaba recordando y convirtiéndolo en un simple problema trivial. Ya se tomaría su tiempo para pensar sobre esto después de matarla.

Habiendo pensado en esto, Kano observo a la solitaria mujer conejo mientras se imaginaba la tremenda ventaja que tenía sobre ella en esta batalla. Esos pensamientos torcieron sus labios en un disgusto.

El sabia que ella se estaba conteniendo. ¿Por qué? Se pregunto mientras cerraba sus puños y sus ojos negro mate se inundaban de aquel color carmesí en particular.

Kano pensó que si Miruko tenia tanta libertad como para estar conteniéndose en esta pelea entonces seria la causante de que este estuviera pensando fuera de la batalla. Esto lo molesto de sobre manera a lo cual hizo que el vapor que salía de su boca comenzara a hacerlo de su cuerpo.

Varios orificios se abrieron en un estallido alrededor de su cuerpo como si balas chocaran con él. Sangre emergió y esta ascendió en un baño que lo rodeo.

El mar blanco de sus ojos tomo el mismo color de su sangre y alrededor de él dicha sangre lo habia envuelto.

A partir de ahora, el iría en serio.

...





[El cuento de la mujer en el bosque ha de ser contado y el pequeño niño con su madre se ha de enfrentar a la verdad detrás del velo. El fin de la familia Nakoano contado desde la inocente mirada de un niño aterrado.]

Próximo capitulo: El niño de la sangre.

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