99.GRACIAS POR EL TÉ.

Era una mañana tranquila en la casa Midoriya.

Izuku, con energía de sobra, estaba limpiando el comedor mientras organizaba todo para el día.

Su rutina de sábado por la mañana era algo que disfrutaba; había algo en la calma de la casa a esa hora, cuando podía poner cada cosa en su lugar y dejar el espacio brillante y acogedor.

En la cocina, la cafetera burbujeaba y una pequeña pila de tostadas recién hechas descansaba en un plato, para Rumi.

En la mesa del comedor, Rumi apenas lograba mantener los ojos abiertos mientras se recostaba sobre su brazo, su melena de cabello blanco cubriéndole un lado del rostro.

Era temprano, demasiado para ella, y su expresión, adormilada y casi contrariada, lo dejaba claro. Izuku le colocó suavemente un vaso de jugo en la mano, dándole una sonrisa paciente.

—Aquí tienes, Rumi. Te vendrá bien algo de vitamina C para empezar el día.

Rumi frunció el ceño, levantando el vaso sin mucha convicción. Dio un sorbo, y de inmediato su cara se transformó en una mueca.

—Ack... está demasiado ácido... —murmuró, haciendo una mueca exagerada mientras ponía el vaso de vuelta en la mesa con un golpe suave.

Izuku rió un poco, sacudiendo la cabeza mientras tomaba una servilleta y limpiaba el jugo que le había caído a Rumi en el mentón.

—Lo siento, creo que debí agregarle un poco de azúcar —dijo, todavía riéndose suavemente.

Mientras la ayudaba, su mente vagaba inevitablemente hacia otro tema, uno que había rondado sus pensamientos desde la noche anterior. "Un viaje para celebrar mi cumpleaños... Suena un poco exagerado, ¿no? Pero siendo idea de Yaoyorozu-San... bueno, puedo imaginarlo."

Izuku intentaba entender en qué tipo de lugar estaría pensando Momo.

Un viaje de cumpleaños... eso sonaba costoso, lujoso, y aunque estaba agradecido, la idea de que sus amigos gastaran tanto dinero por él lo hacía sentir algo incómodo. "Tal vez pueda convencerla de hacer algo más simple", pensó, decidido a hablar con ella hoy mismo.

Iba a pasar por su casa más tarde para discutir algunos detalles y tratar de proponerle ideas menos... extravagantes. Quizá solo una reunión pequeña o una salida a un lugar cercano.

Sí, eso sonaba mucho mejor.

Con una sonrisa, se giró hacia Rumi, quien seguía tambaleándose en la mesa, ahora jugueteando con el vaso de jugo.

—Rumi, hoy voy a salir un rato, puede que regrese algo tarde. Te dejé la comida para la tarde en el refrigerador, solo tienes que calentarla. ¿Podrías, por favor, no pedir comida a domicilio? —Le sonrió, intentando sonar un poco estricto.

Rumi levantó la mirada apenas y asintió con un arrastrado "Siiiii...", pero Izuku sabía que a esa hora probablemente no estaba registrando nada de lo que le decía.

Justo en ese momento, el teléfono sonó desde el otro lado de la cocina. Izuku suspiró y le lanzó una última mirada a Rumi.

—Rumi, ¿puedes usar el mandil? Solo para que no te ensucies si decides preparar algo después.

Sin esperar una respuesta clara, porque dudaba que en su estado pudiera dar una, Izuku se dirigió al teléfono y contestó con voz amable:

—¿Hola?

—¡Midoriya! —dijo una voz femenina al otro lado de la línea, clara y algo impaciente. Izuku la reconoció de inmediato: era Kazuho Haneyama.

—¡Kazuho-san! Es un gusto hablar contigo —respondió Izuku, sonriendo—. Hace tiempo que no hablamos.

—¿Tiempo? ¡Han sido dos semanas, Midoriya! —le recriminó ella, con un tono que era una mezcla entre molestia y diversión—. Creí que te habías olvidado de mí.

Izuku soltó una risa nerviosa, rascándose la nuca.

—Lo siento mucho, he estado un poco ocupado con los entrenamientos y... bueno, la escuela ha estado demandante.

De fondo, se escuchó otra voz masculina, profunda y algo rasposa.

—Kazuho, ¿quién es? ¿Es ese chico de los cabellos verdes?

—Sí, viejo —respondió Kazuho, y después de una breve pausa, regresó al teléfono—. Es el anciano. Quiere hablar contigo.

Izuku se alegró de escuchar aquello, y pronto la voz firme de Oguro sonó al otro lado de la línea.

—Midoriya, ¿cómo has estado, chico? ¿Sigues manteniéndote firme?

Izuku sonrió, sintiendo una mezcla de respeto y cariño por aquel hombre que, a su manera tosca, siempre le mostraba apoyo.

—Sí, Oguro-san. Gracias por preguntar. He estado bien, con muchos entrenamientos y... con algunos planes.

—¿Planes, eh? —dijo Oguro, notando el tono animado en la voz de Izuku—. ¿Qué tipo de planes?

Izuku dudó un momento, pero decidió que no tenía nada de malo compartirlo con él.

—Bueno... hoy tengo que reunirme con una amiga porque... están organizando algo para mi cumpleaños.

Hubo una pausa antes de que Oguro respondiera, con una mezcla de sorpresa y entusiasmo en la voz.

—¿¡Tu cumpleaños!? ¿Así que cumples años, Midoriya? ¿Y planeas celebrarlo en grande o qué?

Izuku rió suavemente.

—En realidad... mi cumpleaños ya pasó. Fue hace unos días, pero una amiga, Yaoyorozu, quiere hacerme una fiesta. No he celebrado uno en años, así que ella... bueno, quiere que lo haga.

Kazuho, quien escuchaba de fondo, gritó emocionada.

—¡Midoriya, eso es increíble! ¿Vas a hacer una fiesta?

Oguro, sin embargo, no tardó en calmar el entusiasmo de su compañera.

—Oye, oye, que no te emociones tanto, mocosa. Recuerda que tienes exámenes pronto. No tienes tiempo para andarte distrayendo con fiestas.

—¡Pero...! —protestó Kazuho, aunque pronto suspiró, resignada—. Behhhh.

Oguro volvió al teléfono, retomando el tono despreocupado de antes.

—Aun así, Midoriya, me alegra saber que finalmente te van a hacer una fiesta. Supongo que los héroes también merecen celebrarse, ¿Quieres algo en especifico que te envié?

Izuku se sintió cálido por dentro.

Aunque siempre había tenido claro que su papel como héroe significaba dar todo por los demás, escuchar esas palabras de alguien como Oguro le hacía sentir un alivio, una especie de reconocimiento.

—Gracias, Oguro-san. Pero en realidad, no es necesario que te molestes ni nada... Ya sabes, es solo una reunión pequeña.

—¿Molestarme? ¡Vamos! —dijo Oguro, riendo levemente—. Eres mi amigo, Midoriya, y los amigos hacen cosas por los amigos. Te mandaré un regalo. Algo especial.

Izuku se sonrojó ligeramente, sintiéndose avergonzado pero al mismo tiempo agradecido.

—De verdad, no tienes que hacer nada, Oguro-san. Pero... gracias, significa mucho para mí.

De fondo, Kazuho volvió a hacerse oír.

—¡Yo también quiero mandarle algo!

—¡Nada de eso! —replicó Oguro con firmeza—. ¡Tienes que concentrarte en tus estudios, Kazuho! No te andes atontando con fiestas.

Izuku no pudo evitar reírse al escuchar la pequeña discusión.

Era extraño, pero reconfortante, sentir ese tipo de conexión con personas que, aunque no veía todos los días, estaban presentes en su vida de una manera genuina.

Era como otra clase de familia.

Justo entonces, la voz de Rumi interrumpió su pensamiento.

—¡Izuku! ¡Este jugo... de verdad es terrible!

Oguro, quien había escuchado el lamento desde el otro lado del teléfono, soltó una risotada.

—¿Está la orejuda de conejo ahí contigo? Dale saludos de mi parte, Midoriya.

Izuku sonrió, y miró hacia Rumi, quien seguía inclinada sobre la mesa, luchando con la acidez del jugo.

—Rumi, Oguro-san manda saludos.

Rumi levantó la mano en un gesto flojo y murmuró algo entre dientes, claramente demasiado somnolienta para procesar lo que pasaba.

—...Sí, sí... saludos... —murmuró, antes de volver a tambalearse en su asiento.

Oguro soltó una carcajada al escucharla, y finalmente la conversación fue llegando a su fin.

Izuku se despidió con una última sonrisa, agradeciendo de nuevo por el tiempo y la llamada.

Mientras colgaba, una sensación cálida lo invadió.

Tenía amigos, tenía una especie de familia elegida... y aunque a veces sentía que no merecía tanto, no podía negar que esa calidez lo llenaba de una felicidad que nunca habría imaginado.

Mientras Izuku cerraba la puerta detrás de él, pudo ver por el rabillo del ojo cómo Rumi lo observaba desde la ventana.

La cortina se movió ligeramente mientras ella murmuraba algo, apenas audible, antes de cerrarla. Alcanzó a distinguir una sola palabra: "Cumpleaños...". Izuku sonrió al notar el interés silencioso de Rumi y ajustó la mochila sobre su hombro.

La mañana estaba fresca, y la luz dorada del sol teñía las calles de un color cálido.

Con cada paso que daba hacia la estación, sus pensamientos vagaban inevitablemente hacia la idea de celebrar su cumpleaños.

"No es que sea una fecha que haya tenido en cuenta durante todos estos años", pensó, un poco sorprendido. "Para mí, siempre ha sido un día como cualquier otro... pero Yaoyorozu-San y los demás parecen tan emocionados por organizar algo especial. Quizá debería aprender a recibir este tipo de detalles".

Llegó a la estación y subió al tren, encontrando un asiento vacío cerca de la puerta.

Se acomodó, mirando el paisaje pasar rápidamente por la ventana, y empezó a perderse en sus pensamientos de nuevo.

"Es curioso. Cuando era niño, soñaba con días como estos, en los que compartiría momentos con amigos, en los que sentiría este tipo de calidez. Pero con el tiempo... pareciera que esos sueños se habían vuelto borrosos". Cerró los ojos un momento, disfrutando del traqueteo del tren y del murmullo de los demás pasajeros. Pero pronto, una noticia que empezó a sonar en la pantalla del vagón captó su atención.

En la pantalla, un reportero hablaba con voz seria y firme, transmitiendo la noticia de que se reabriría un caso famoso el próximo año. Izuku frunció el ceño, prestando atención a cada palabra.

—Hoy tenemos una actualización importante sobre el caso Lacrima. Se ha anunciado que el próximo año se reabrirá el juicio, con nuevos avances que podrían permitir resolver finalmente este caso, que lleva más de una década sin respuestas.

El nombre "Lacrima" resonó en su mente, y en la pantalla apareció una imagen de un estadio, un mar de personas vibrando y aplaudiendo, llenando el aire con gritos emocionados.

El reportero continuó hablando, esta vez con un tono más solemne.

—Como muchos recordarán, Aika Kohaku, una de las cantantes más queridas de las últimas décadas, perdió la vida en circunstancias trágicas hace diez años, durante una de sus platicas premaritales con la familia Lacrima. La escena fue impactante y llevó a la captura del último miembro de la familia Lacrima... —hubo una breve pausa, y el reportero se acercó más a la cámara—. Sin embargo, nunca se resolvió por completo, y muchas preguntas quedaron en el aire.

Izuku miraba la pantalla con una mezcla de curiosidad y pesar.

Aunque no había vivido directamente aquel suceso, la tragedia de Aika y el nombre Lacrima habían sido mencionados en múltiples ocasiones, especialmente en las noticias y en las conversaciones de los adultos que intentaban comprender lo que había ocurrido.

Era como si ese evento hubiese dejado una marca en la sociedad, una especie de sombra que todavía rondaba, esperando ser despejada. Y ahora, con los nuevos avances tecnológicos, parecía que había una oportunidad para que aquella sombra finalmente desapareciera.

Sin embargo, justo cuando el reportero mencionaba el nombre de quien creían ser el último responsable, un chirrido interrumpió la transmisión, y solo pudo escuchar la última palabra con claridad: "...Lacrima."

Izuku frunció el ceño, intentando adivinar lo que el reportero había dicho antes de que el sonido se perdiera. "Lacrima... ¿cuántas cosas ocultas se habrán quedado en ese caso?" Sus pensamientos vagaron hacia la idea de cuántos misterios permanecían escondidos en el mundo, secretos que nunca parecían ver la luz del día.

De repente, una voz infantil lo sacó de su ensimismamiento.

—¡Mamá, mamá! ¡Mira! ¡Es Decay! ¡El héroe que salió en las noticias!

Izuku giró la cabeza y vio a un niño pequeño señalándolo emocionado. Su madre, al darse cuenta, frunció el ceño, como si intentara corregir al niño con una expresión de desaprobación.

—No, no... él es Laughing Boy, ¿verdad? —dijo la madre, claramente intentando evitar la conversación que su hijo acababa de iniciar.

El niño, sin embargo, no se dejó convencer. Con una sonrisa entusiasta, se levantó un poco de su asiento y, sin preocuparse por las miradas de su madre, levantó la mano y saludó a Izuku.

—¡Hola, Decay!

Izuku sintió cómo el rostro se le iluminaba con una sonrisa cálida y sincera.

Levantó la mano izquierda, la que llevaba las marcas de su vida y los recuerdos de sus batallas, y la agitó suavemente en dirección al niño.

La madre del pequeño pareció tragar saliva, evidentemente incómoda con la interacción. Aun así, Izuku le dedicó una sonrisa amable, intentando transmitirle que no debía preocuparse.

Después de todo, él entendía las dudas y el malestar que algunas personas aún podían tener respecto a su pasado.

"El mundo cambia poco a poco", pensó, recordando las palabras de All Might. "No se trata de borrar el pasado, sino de superarlo. Día a día, acción tras acción, demostramos quiénes somos realmente."

El tren redujo la velocidad y pronto llegó a su destino.

Izuku se levantó, dio un último vistazo al niño, quien todavía lo miraba con admiración, y salió al andén.

Respiró profundo, como si el aire fresco de la mañana pudiera despejar cualquier rastro de incertidumbre que quedara en su mente.

Mientras caminaba hacia la salida, otra noticia comenzó a sonar en las bocinas de la estación.

—...y en otras noticias, finalmente se ha capturado al causante de las inundaciones en la región de Hokkaido. Nos informan que el héroe Endeavor ha logrado detener a...

De nuevo, el sonido fue interrumpido por un chirrido molesto, y solo alcanzó a escuchar el final.

—...autodenominado como "Krak-en".

Izuku sonrió ligeramente al escuchar el apodo. "Parece que los villanos cada vez se ponen nombres más... creativos." Pensó en Endeavor, en las batallas que había librado y en cómo, a pesar de todo, continuaba luchando para proteger a los demás.

Izuku suspiró mientras el tren avanzaba hacia su próxima estación, y aunque la noticia sobre Endeavor y el villano capturado parecía tener su interés, su mente divagó, inevitablemente, hacia Shoto.

La imagen de su amigo se cruzó fugazmente por su mente.

"Las cosas con Shoto finalmente han mejorado... somos amigos, incluso después de haber chocado varias veces al principio." Una sonrisa leve apareció en su rostro al recordar las peleas, los malentendidos y cómo cada obstáculo solo había servido para acercarlos más. "Es gracioso... cómo a veces una buena pelea puede hacer que te entiendas mejor."

Sin embargo, Izuku no podía evitar sentir que había algo que aún no lograba comprender del todo sobre Shoto, o mejor dicho, sobre su relación con Endeavor.

La historia que Shoto le había contado en el pasado sobre su infancia y los problemas con su padre aún le resonaba como un eco.

"Endeavor... alguien tan imponente, tan duro y cruel según lo que Shoto contó... ¿cómo habrá sido crecer así?" Pensar en ese tipo de experiencias le hacía sentir un peso en el pecho, una especie de empatía cautelosa. "Hay preguntas que nunca me atrevería a hacer... no quiero arriesgarme a dañar la relación que hemos logrado construir."

Se bajó del tren, exhalando otro suspiro mientras su mirada se dirigía hacia adelante.

Había llegado. Frente a él, unas enormes rejas de hierro con la inicial de la familia Yaoyorozu grabada en el centro.

Izuku tragó saliva al observar la imponente estructura. "Vaya, es... bastante grande," pensó mientras echaba un vistazo a los alrededores.

Grandes mansiones, algunas incluso mayores que la de los Yaoyorozu, rodeaban el vecindario, ostentando estructuras y decoraciones lujosas. "Creo que una de las habitaciones de estas casas cuesta más que todo nuestro departamento," pensó, incapaz de contener una sonrisa nerviosa.

Se miró a sí mismo, desde las zapatillas hasta el suéter algo gastado, y sintió un hormigueo de vergüenza.

"Definitivamente debo parecer... un pordiosero comparado con el resto de la gente aquí." A su mente acudieron imágenes cómicas de él mismo siendo ignorado por mayordomos que, al verlo, lo tomarían por un repartidor perdido o, peor, por alguien intentando colarse. "¿Qué hago aquí?", se preguntó, riéndose para sí mismo. "Definitivamente este no es mi mundo, ¿verdad?"

Izuku sacudió la cabeza, decidido a no dejarse intimidar.

Extendió su mano para tocar el timbre que se encontraba en una pequeña columna a un costado de las rejas.

Presionó, pero no hubo sonido alguno. Frunció el ceño, perplejo, y volvió a presionarlo.

Nada. Comenzó a preguntarse si el timbre era solo decorativo, o si tal vez necesitaba un código secreto para entrar, como en esas películas de espías.

"¿Debería haber venido?", pensó, con una mezcla de duda y nerviosismo.

Después de todo, era sábado. ¿No sería un poco invasivo de su parte visitar la casa de Yaoyorozu en su día libre? Quizás entre semana esto se vería más comprensible, como una reunión de estudio, pero en fin de semana... "¿Qué pensarán sus padres de esto? ¿Y si creen que estoy intentando algo con su hija?"

Izuku comenzó a ponerse rojo como un tomate, apretando las manos en puños.

"¡¿Qué clase de pensamientos estoy teniendo?!" Sacudió la cabeza, intentando despejarse. "Claro que no pienso en Yaoyorozu-san de ese modo... Bueno, es linda y amable y... Dios, pero eso no significa que yo... ¿o sí?"

Su mente se inundó con pensamientos confusos, mientras intentaba convencerse a sí mismo de que esos pensamientos eran totalmente absurdos.

Pero entonces, una idea se le cruzó, inesperada y más abrumadora aún. "Bueno, y si... si estuviéramos en el mismo mundo... ¿lo intentaría? ¡¿Qué estoy diciendo?!"

Sentía que le salía humo de la cabeza.

Sus mejillas estaban tan rojas que casi parecían incandescentes, y una mezcla de confusión y vergüenza se reflejaba en su expresión.

*¡CHIIIIIIR!*

Justo en ese momento, un sonido chirriante interrumpió sus pensamientos.

Las grandes puertas se abrieron lentamente, revelando un camino empedrado que se extendía como una alfombra majestuosa hacia la enorme mansión al fondo.

Izuku miró el sendero de piedras pulidas, tan impecables que parecían brillar bajo la luz del sol.

Era evidente que una sola de esas rocas probablemente costaba más que todo su guardarropa.

A ambos lados, filas de arbustos perfectamente podados se alineaban como si estuvieran en formación militar.

Árboles enormes y frondosos arrojaban sombras frescas a lo largo del camino, y más adelante, varios pequeños lagos artificiales decoraban los jardines.

"¿Lagos... en el jardín?" Izuku parpadeó, asombrado. "Dios, esto no es un jardín... ¡es una ciudad dentro de una ciudad!" Avanzó con cautela, mirando a su alrededor con la boca entreabierta. Al pasar junto a una fuente en la que un niño de piedra "orina" con gracia, no pudo evitar reírse un poco. "¿Quién necesita una estatua así en su casa...?"

A medida que avanzaba, su asombro no disminuía. "Claro, esto es una mansión. ¡Por supuesto que es una mansión! ¿Qué clase de persona tiene lagos en el jardín sin antes tener una mansión?" Izuku se palmó la frente, divertido consigo mismo. "Piensa, Izuku, piensa. No seas tan tonto."

Al llegar finalmente a la entrada, se encontró frente a una puerta imponente, con relieves y decoraciones que parecían sacadas de un museo de arte.

Dio un suspiro profundo, ajustó sus pensamientos y se preparó para lo que estaba por venir.

Izuku extendió la mano hacia la puerta, pero al último segundo, cerró los ojos, suspirando. No pudo evitar apartar la mirada, preparándose para lo peor. "Por favor, por favor, que esto no sea tan raro como me lo imagino..." Pero justo en ese momento, la puerta se abrió de golpe.

—¡Midoriy...! —Momo apareció sonriente, pero ni siquiera alcanzó a decir el nombre completo de su amigo cuando un sonido extraño de la fricción de la piel contra la tela llenó el aire.

Izuku sintió algo suave y cálido en su mano. Parpadeó, confundido, y sin entender lo que hacía, apretó con fuerza, intentando encontrar algo de equilibrio.

Momo produjo un sonido que Izuku a extraño.

*Kyah...*

—¿Kyah...?

El sonido que escuchó fue leve, casi un susurro, pero lo suficiente como para abrirle los ojos de golpe.

Giró su mirada lentamente, sintiendo una gota de sudor frío recorrer su sien. Frente a él, Momo lo miraba, las manos cubriendo su boca, con una expresión de sorpresa y... ¿vergüenza?

Izuku sintió que el mundo entero se le caía encima.

Bajó la mirada y descubrió dónde estaba su mano.

En el pecho de Momo. "No... no puede ser..." pensó, sintiendo que la sangre le subía al rostro con tal intensidad que hasta su cuello se puso rojo.

—Agh... Y-Y-Yo... no quise... ¡Yo no...!

Pero en su desesperación, sus dedos seguían aferrados, como si estuvieran pegados a un imán.

Intentó soltarla, pero su cuerpo se negaba a responderle; cada célula en su cuerpo parecía haber entrado en pánico total.

En ese instante, un hombre alto y robusto apareció detrás de Momo. Izuku ni siquiera necesitaba preguntar quién era; la elegancia y la postura lo delataban. Aquel era, sin duda alguna, el señor Yaoyorozu, el patriarca de la familia.

—¿Así que tú eres Midoriya? —dijo el hombre con una sonrisa cordial, extendiendo la mano para saludarlo—. Es un placer conoc... —Pero su voz se apagó cuando sus ojos captaron la escena frente a él.

Silencio.

El padre de Momo miró, parpadeando incrédulo, mientras Izuku permanecía congelado, con una expresión de absoluto horror, su mano aun descansando en el pecho de su hija.

Y por alguna razón, sus dedos, como traidores, parecían seguir ejerciendo presión.

Izuku sintió cómo su alma dejaba su cuerpo en ese instante. "Quisiera morir... por favor, que alguien me mate ahora mismo..." En su mente, gritó con todas sus fuerzas, mientras cada pensamiento de autoconservación se evaporaba. "¡MATENME, POR FAVOR!"





ahora, el ambiente era tenso, solemne, como si estuvieran en una especie de velorio. Izuku estaba sentado sobre sus piernas en una alfombra de exquisito diseño en el centro de la habitación de Momo.

Los colores cálidos del lugar no hacían nada para calmar su corazón acelerado; al contrario, el lujo y la elegancia del cuarto solo acentuaban el abismo entre ellos.

Frente a él, Momo se sentó con suavidad, sirviéndole una taza de té.

La ceremonia era formal, elegante, y la atmósfera completamente silenciosa... al menos, en el exterior. Porque dentro de la cabeza de Izuku, una tormenta de pensamientos lo devoraba.

"¿Cómo pasó esto...? ¿Por qué soy tan torpe? Esto es un desastre... ¿Por qué la vida es tan cruel?" Sin atreverse a levantar la mirada, mantuvo los ojos fijos en sus propios dedos, como si fueran los únicos responsables de la catástrofe. "No puedo seguir viviendo después de esto... ¿Debería pedirle al señor Yaoyorozu que me encierre o algo? Esto... esto es demasiado..."

Momo, con las mejillas aún encendidas de vergüenza, intentó calmarlo, rompiendo el silencio con una voz apenas audible.

—Midoriya-san... de verdad, no tienes que sentirte tan mal... entiendo que fue un accidente.

—¡L-Lo siento, Yaoyorozu-san! —exclamó Izuku, alzando la vista solo por un segundo antes de volver a bajar la cabeza, incapaz de soportar la mirada apenada de Momo—. ¡Fue... fue terrible de mi parte, no sé cómo pasó! Yo... ¡yo jamás haría algo así!

Momo le sonrió con amabilidad, aunque el rubor en su rostro seguía presente.

—En serio, Midoriya-san, no hay problema. Fue... algo inesperado para ambos, y no pasó nada. Es mejor que... olvidemos lo sucedido.

Izuku asintió, tragando saliva.

Pero en su mente, el incidente seguía reproduciéndose como una escena que jamás podría borrar. "¿Olvidarlo...? ¡Jamás voy a poder olvidar esto! ¡Esto me perseguirá hasta el fin de mis días!"

De pronto, un sonido de pasos en el pasillo exterior rompió su línea de pensamientos. Izuku se tensó, esperando lo peor. El señor Yaoyorozu apareció en la puerta, mirándolos con una expresión indescifrable, mientras se cruzaba de brazos.

Izuku sintió cómo se le congelaba la sangre en las venas. "Es el fin... definitivamente, el fin."

—Midoriya —dijo el hombre, en un tono serio, mientras Izuku apenas lograba mirarlo de reojo, encogido sobre la alfombra como si esperara una sentencia mortal—. La próxima vez que quieras... saludar a mi hija, sería más apropiado hacerlo de una forma menos... ¿intensa?

Izuku tragó saliva, asintiendo rápidamente con la cabeza, sin saber si reírse o llorar.

—S-Sí... claro... entiendo... definitivamente.

El señor Yaoyorozu dio una pequeña sonrisa, como si intentara contener una risa que amenazaba con salir. Dio media vuelta y salió del cuarto, dejándolos nuevamente en ese incómodo silencio. Apenas la puerta se cerró, Izuku exhaló un largo suspiro de alivio.

—Perdón... de verdad, siento muchísimo todo esto, Yaoyorozu-san... yo...

Momo le sonrió con calidez, aunque sus mejillas aún estaban rosadas.

—Midoriya-san, no te preocupes. Eres mi amigo y sé que jamás harías algo así a propósito.

Izuku asintió, aunque sus pensamientos estaban aún enredados. "Claro que no, claro que no haría eso... pero... ¿por qué esto solo me pasa a mí?"

A pesar de la situación, no pudo evitar un pensamiento gracioso que lo asaltó: "Tal vez debería empezar a traer guantes... por si acaso."

La incomodidad en el aire era tan densa que podría cortarse con un cuchillo.

Izuku seguía sentado, rígido como una estatua y con la mirada clavada en sus manos. Momo le ofreció el té, pero él ni siquiera fue capaz de sostener la taza sin que sus manos temblaran como si acabara de salir de un combate.

—Midoriya-san, en serio... no tienes que estar tan nervioso. —Momo intentaba sonreír, aunque el rubor no había abandonado sus mejillas.

—Y-Yaoyorozu-san, te juro que no sé cómo pasó... —Izuku tartamudeaba, bajando la cabeza—. No... ¡no quería! Yo solo estaba... y... y de repente...

"¿De repente... qué?", pensó para sí, reprendiéndose mentalmente. "De repente, mis manos decidieron que hoy era el día de morir de vergüenza, al parecer... ¡Dios mío, hasta mi subconsciente me está saboteando ahora!"

Mientras luchaba por encontrar palabras para disculparse como si no lo hubiera hecho ya al menos diez veces, Momo intentó calmarlo sirviendo un poco mas de té para ambos.

Izuku extendió la mano para tomar su taza, pero ni bien la tocó, un temblor repentino hizo que el líquido se derramara un poco.

—¡Ay, lo siento otra vez! —Intentó limpiar el borde de la taza con una servilleta, pero, para su horror, sólo terminó esparciendo el té en la mesa.

Momo dejó escapar una leve risa, que intentó ocultar tras su mano, pero no pudo evitar que un leve destello de diversión apareciera en su rostro.

—Midoriya-san, de verdad, está bien. No eres tan... torpe, realmente —dijo, intentando sonar reconfortante.

Izuku sonrió, avergonzado, mientras intentaba limpiar el desastre. "No soy tan torpe, dice... No sé si estoy aliviado o todavía más avergonzado... ¿acaso ni siquiera soy lo suficientemente bueno para ser un torpe destacado?"

En ese instante, la puerta se abrió de nuevo, y el señor Yaoyorozu volvió a aparecer en el umbral.

Esta vez, su expresión parecía aún más difícil de leer.

Izuku tragó saliva, sintiendo cómo su espalda se erguía de manera automática, como si estuviera a punto de recibir una reprimenda monumental.

—Midoriya, ¿me acompañas un momento? —dijo el señor Yaoyorozu con un tono que podía ser tanto cordial como peligroso.

Izuku se puso de pie con tanta rapidez que casi derriba la taza de té nuevamente. Momo miró a su padre con una mezcla de sorpresa y algo de preocupación.

—Papá, en serio, no es necesario. Midoriya-san ya... —intentó decir Momo.

—No te preocupes, querida. Esto es solo... una charla entre hombres. —El señor Yaoyorozu le dirigió una leve sonrisa que sólo consiguió hacer que Izuku sintiera que una espada pendía sobre su cabeza.

"¿Charla entre hombres...? Esto suena a algo que acabaré recordando en mis pesadillas."

Izuku siguió al señor Yaoyorozu hasta un pequeño estudio adornado con lujosos muebles de madera pulida y estantes llenos de libros de aspecto intimidante.

El hombre cerró la puerta detrás de él, y por un momento, el silencio se extendió como una nube cargada de tensión.

—Midoriya, —comenzó el señor Yaoyorozu, cruzándose de brazos mientras lo miraba—, dime... ¿eres consciente de lo que implica tocar... cierto... territorio?

Izuku sintió como si el aire en sus pulmones desapareciera de golpe. "¿Territorio...? ¡Dios santo, lo dice como si acabara de cruzar una frontera prohibida o algo!"

—S-Señor Yaoyorozu... le juro que fue un... un accidente total. No era mi intención tocar... bueno... su... su territorio, digo... su hija... ¡bueno, no así, claro, pero...!

El señor Yaoyorozu lo observó, con una expresión estoica que, por un segundo, pareció una mezcla entre reprobación y una risa contenida.

—¿Así que fue un accidente? —repitió, alzando una ceja—. Bien, confío en tu palabra. Pero, como padre, debo asegurarme de que entiendes algo importante.

Izuku asintió frenéticamente, como si su vida dependiera de ello. "¿Importante? ¿Es esto alguna especie de código entre ricos? ¿Me va a preguntar si soy digno de su hija o algo así?"

—Es simple, Midoriya. —El hombre hizo una pausa dramática, lo suficiente para que Izuku sintiera que el suelo se estaba abriendo bajo sus pies—. La próxima vez que visites mi hogar... te sugiero que mantengas tus manos lejos de mi... territorio.

Izuku no pudo evitar una pequeña risa nerviosa, que rápidamente intentó ahogar. Pero al notar la sonrisa astuta del señor Yaoyorozu, entendió que el hombre estaba, en realidad, tratando de provocarlo un poco.

"¿Fue una broma...? ¡Casi me da un infarto!"

—C-Claro, señor Yaoyorozu... yo... ¡le aseguro que no volverá a suceder!

El hombre dejó escapar una risa breve y le dio una palmadita en el hombro antes de abrir la puerta para que salieran. Izuku respiró profundamente, sintiendo que acababa de sobrevivir a una prueba de supervivencia.

Al regresar al cuarto de Momo, la joven los observó, visiblemente aliviada al ver que su padre no le había arrancado la cabeza a su amigo.

—Midoriya-san, ¿todo bien? —preguntó Momo, ofreciéndole otra taza de té, como si intentara restaurar algo de normalidad.

Izuku asintió, volviendo a sentarse en la alfombra. Aún podía sentir la presión en su hombro de la palmadita del señor Yaoyorozu, como si hubiera sido tanto una advertencia como una especie de broma privada.

"Bueno... creo que sobreviví..." pensó, con una mezcla de alivio y cansancio. "Si tan solo pudiera olvidar que he apretado el... el... ¡ay, no, no quiero pensarlo más!"

Izuku, esta vez, sostuvo la taza con ambas manos y bebió un sorbo profundo, intentando calmar sus nervios. Momo lo miró con una sonrisa ligera, como si entendiera lo mucho que acababa de pasar su amigo.

—Yaoyorozu-san, de verdad lamento mucho haber causado tantos problemas hoy —dijo Izuku finalmente, con una sonrisa nerviosa.

Momo rió, levantando su taza con elegancia y devolviéndole la sonrisa.

—Midoriya-san, créeme, después de todo esto... no es problema. A veces creo que la vida contigo es como un libro lleno de sorpresas.

Izuku sonrió, aunque en su interior sólo podía pensar: "¿Un libro de sorpresas... o un manual de situaciones vergonzosas? Porque últimamente parece que la vida ha decidido reescribirme en el género de la comedia romántica."

Izuku se acomodó un poco en el lugar, intentando relajarse y dejar atrás el bochornoso incidente.

Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero el ambiente parecía haberse calmado al menos un poco, y Momo le ofreció una cálida sonrisa mientras se sentaba frente a él, con su taza de té en las manos.

—Bueno, Midoriya-san, supongo que hoy viniste a hablar de... —Momo dudó por un segundo, sonrojándose ligeramente—, el tema de tu cumpleaños.

—¡Ah, sí! —Izuku exclamó, contento de tener algo más en lo que concentrarse que no fuera su anterior "metida de pata". Bajó un poco la voz, todavía sintiéndose en un lugar donde no quería levantar demasiado el tono—. Yaoyorozu-san, sobre eso... estaba pensando que... bueno... que tal vez es demasiado.

Momo parpadeó, sin entender al principio, y ladeó la cabeza con una expresión de curiosidad.

—¿Demasiado? —preguntó, tomando un sorbo de su té—. ¿A qué te refieres, Midoriya-san?

Izuku sonrió, nervioso. "Bueno, aquí vamos..."

—Es solo que... siento que organizar un viaje para mi cumpleaños es... no sé, ¡es mucho! —Intentó expresarse sin sonar desagradecido—. No quiero que te sientas obligada a gastar tanto solo porque... bueno, porque nunca he celebrado uno.

Momo lo miró, y sus ojos brillaron con algo de sorpresa y comprensión.

—Midoriya-san... no es que me sienta obligada. —Momo bajó la vista hacia su taza, sonrojándose apenas—. Lo que pasa es que... para mí, hacer esto es importante. Nunca he podido hacer algo especial para ti... y si hay algo que pueda darte para agradecerte por todo lo que has hecho por mí, es un cumpleaños que realmente puedas recordar.

Izuku se sintió un poco conmovido y miró a Momo, notando el brillo sincero en su expresión. "Ella... realmente está haciendo esto porque quiere," pensó, sorprendiéndose de la dedicación de su amiga.

Sin embargo, el nerviosismo no desapareció del todo.

—Yaoyorozu-san, en serio, no tienes que hacerlo tan grande... —dijo Izuku, bajando la voz—. Solo con saber que quieres celebrar conmigo ya es mucho para mí. Tú y todos los demás de la Clase A... todos ustedes son lo más cercano que tengo a una familia.

Momo lo miró en silencio, y la expresión de sus ojos se suavizó. La calidez de su mirada era casi palpable.

—Entonces, si somos como una familia... —empezó ella, y una sonrisa tímida se formó en sus labios—, ¿qué tiene de malo querer hacer algo especial por un miembro de la familia?

Izuku no supo qué responder, así que simplemente asintió con una sonrisa, un poco más relajado, aunque todavía había algo en su mente.

—E-Es que... cuando me dijiste "viaje"... me imaginé algo... bueno, enorme, con lujo y muchas cosas costosas —confesó Izuku, rascándose la nuca—. No quiero que te sientas en la necesidad de... no sé, alquilar un yate o algo así.

Momo rió ante el comentario, y su risa fue un sonido suave y refrescante que hizo que Izuku se sintiera menos tenso.

—Midoriya-san, no voy a alquilar un yate —dijo ella, riendo levemente—. Pensé en algo más... simple. Como un viaje a Kyoto, donde podamos descansar y disfrutar del paisaje. No sería nada extravagante, te lo prometo.

—Oh... —Izuku se quedó en silencio, un poco avergonzado por haber asumido algo tan ridículo—. Bueno... supongo que en realidad suena muy bien. Algo más... íntimo y tranquilo, ¿verdad?

"¿Íntimo? ¡¿Qué estás diciendo, Izuku?!", se reprendió mentalmente. "¡Intenta no sonar tan raro!"

Momo asintió, mirándolo con dulzura.

—Exacto. Y además, no estaremos solos —aclaró rápidamente, tal vez notando la confusión en el rostro de Izuku—. La mayoría de nuestros compañeros también estarán invitados. Quiero que sea algo donde todos podamos pasar un tiempo juntos... y... bueno, que tú puedas sentirte cómodo.

Izuku dejó escapar un suspiro de alivio y asintió, sonriendo.

—Entonces... es una especie de... de viaje con todos, ¿verdad?

—Exacto. —Momo asintió con entusiasmo—. Nada muy formal... aunque tal vez preparemos algunas actividades o alguna pequeña fiesta. Ya sabes... algo para divertirnos todos juntos.

—Wow, suena... suena increíble, Yaoyorozu-san —admitió Izuku, dejando que la idea se asentara en su mente—. Pero... no quiero que todo el trabajo caiga solo sobre ti. Si necesitas ayuda, de verdad, dímelo. Yo puedo hacerme cargo de... de organizar las comidas, o de las decoraciones, o de cualquier cosa en la que pueda ayudarte.

Momo se rio de nuevo, encantada por su oferta.

—Eres tan considerado, Midoriya-san —dijo, mirándolo con aprecio—. No tienes que preocuparte. Aunque, si quieres, podrías encargarte de pensar en algunas actividades para todos. Después de todo, tú conoces muy bien los intereses de nuestros compañeros.

Izuku asintió, ahora con una chispa de entusiasmo en sus ojos.

—¡Sí, eso suena genial! ¡Podría pensar en algunos juegos o algo así! —Luego, su entusiasmo disminuyó un poco, y volvió a ponerse pensativo—. Aunque... tal vez algo simple.

Momo rió, asintiendo con la cabeza.

Ambos se quedaron en silencio un momento, compartiendo una sonrisa cómplice.

Izuku se dio cuenta de que el ambiente era mucho más relajado ahora; la incomodidad del incidente anterior se había desvanecido, y en su lugar, había una calma reconfortante.

—Entonces... —Izuku dijo finalmente, acomodándose en su lugar y mirando a Momo con sinceridad—, supongo que no tengo nada de qué preocuparme. Gracias, Yaoyorozu-san. Nunca pensé que... que tendría a alguien tan dispuesto a hacer algo así por mí.

Momo lo miró, y sus mejillas se tiñeron de un leve tono rosado.

—Midoriya-san, yo... no tienes que agradecerme. Tú siempre has estado ahí para todos nosotros. Esto es solo una manera de devolver un poco de todo lo que haces por los demás.

Izuku sonrió, sintiéndose cálido por dentro.

—De todos modos... gracias. En serio.

Hubo una pausa y, luego, como si algo le viniera a la mente de repente, Momo se inclinó ligeramente hacia él, con una expresión intrigada.

—Midoriya-san... ¿alguna vez has tenido un pastel de cumpleaños?

Izuku parpadeó, sorprendido por la pregunta.

—¿Un pastel? Bueno, alguna vez mi mamá me hizo uno cuando era pequeño, pero... no, en realidad nunca he tenido uno en una celebración. ¿Por qué?

Momo se llevó una mano al mentón, pensativa, y luego asintió para sí misma.

—Entonces, ¡no puede faltar un pastel en esta ocasión! ¿Qué sabor te gustaría? ¿Chocolate, vainilla, frutas...?

Izuku se sonrojó, sorprendido por la pregunta.

—E-Espera... ¿yo puedo elegir el sabor?

—Por supuesto, Midoriya-san. —Momo le sonrió—. Después de todo, ¡es tu cumpleaños!

Izuku rió, algo abrumado por la amabilidad de Momo.

—Entonces... creo que chocolate estaría bien. Me gusta mucho.

Momo asintió con satisfacción, anotando mentalmente la elección de Izuku.

—Perfecto. Entonces ya tenemos una cosa más clara. —Lo miró con un brillo de emoción en los ojos—. Este cumpleaños va a ser memorable, Midoriya-san, lo prometo.

Izuku dejó escapar un suspiro al ver que la conversación había sido más fluida y rápida de lo que esperaba.

Había llegado ahí con la cabeza llena de dudas, y la idea de enfrentar a Momo para hablar de un cumpleaños parecía una tarea titánica al principio, pero ahora todo parecía haber resultado... increíblemente sencillo.

—Vaya, Yaoyorozu-san, creo que fue... mucho más fácil de lo que imaginé hablar sobre esto contigo —dijo con una sonrisa aliviada.

Momo asintió, correspondiéndole con una expresión tranquila y amable.

—¡Por supuesto! Me alegra que puedas confiar en mí, Midoriya-san. Esta celebración es para que todos nos divirtamos, especialmente tú —respondió ella con una sonrisa brillante.

Izuku, sintiéndose un poco más cómodo, pensó en el tipo de viaje que tenían en mente. Quizá sería algo simple, como un viaje típico estudiantil a Kioto, ¿verdad? Al fin y al cabo, a los estudiantes de la U.A. no les faltaba el entusiasmo por las excursiones, y Kioto era un destino clásico.

—Entonces... esto sería algo así como... un viaje estudiantil a Kioto, ¿verdad? —preguntó Izuku, tratando de mantener la conversación ligera.

Momo ladeó la cabeza, confundida, y lo miró como si no entendiera del todo.

—¿Viaje estudiantil? —repitió, claramente intrigada.

Izuku parpadeó, sintiendo que tal vez había dicho algo raro, pero antes de que pudiera aclararse, Momo se llevó una mano al mentón y empezó a explicarle con entusiasmo:

—No, no tenía nada de eso en mente, Midoriya-san. Mi idea era contratar un chofer para que nos llevara a todos en una camioneta privada hasta el hotel en Kioto. Después de instalarnos, podríamos ir al parque de diversiones, luego al cine... ¡y después una buena cena! Y, por supuesto, hay muchas otras actividades planeadas. Podemos recorrer los sitios históricos, ir de compras... ¡todo lo que se nos ocurra!

Izuku se quedó en silencio, sus pensamientos enredados entre la idea de una "camioneta privada", el "hotel", "parque de diversiones", y "compras". Cada palabra era como una piedra más en su conciencia, hundiéndolo lentamente.

"¿Un... chofer? ¿Hotel? ¿Parque de diversiones y... compras?", pensó con incredulidad. ¿Qué tan diferente podía ser la realidad de Yaoyorozu comparada con la suya?

"¿Cómo es posible...?", pensó, sintiéndose de repente como un extranjero en una tierra desconocida. ¿Cómo es posible que él y Momo fueran compañeros de clase, que respiraran el mismo aire, que lucharan juntos en las mismas misiones? Era como si estuvieran en dos mundos completamente distintos. "¿Acaso tenemos el mismo color de sangre? ¿Cómo siquiera nos consideramos iguales?"

Y entonces, la pregunta más perturbadora se deslizó en su mente.

"¿En serio la he tocado... tan libremente?" Izuku se estremeció al recordar la escena en la entrada, y sin poder controlarlo, miró su mano como si fuera algo contaminado. "Tal vez debería... cortarme el brazo".

Momo pareció notar la inquietud en sus ojos y, queriendo animarlo, alzó un puño con determinación.

—¡No tienes que preocuparte, Midoriya-san! Además, no seré la única que cubra los gastos. Todoroki-san también se ofreció a aportar para el viaje.

Las palabras de Momo fueron como el golpe final para Izuku, quien cayó de rodillas en el suelo, una expresión derrotada en su rostro.

—Estoy... estoy abusando de mis compañeros —susurró, sintiéndose absolutamente pequeño—. Esto... esto no puede ser correcto.

—Midoriya-san, no lo pienses así. —Momo se inclinó hacia él, preocupada por su expresión angustiada—. Ambos queremos hacer esto para ti. No es una carga para nosotros, y... queremos que te sientas valorado.

Izuku la miró, tratando de absorber la sinceridad de sus palabras, pero la sensación de ser un "carga" todavía era difícil de sacudir. Aun así, dejó salir un suspiro y asintió débilmente.

—De acuerdo, Yaoyorozu-san... trataré de... aceptarlo, al menos.

La conversación siguió durante un rato más, con Momo entusiasmada explicando algunos detalles adicionales sobre el viaje mientras Izuku asentía, todavía asombrado y tratando de calmarse.

Finalmente, tras agradecerle repetidas veces, Izuku se levantó, listo para despedirse.

—Gracias por recibirme, Yaoyorozu-san. Creo que es hora de que me vaya...

Pero antes de que pudiera siquiera girarse hacia la puerta, Momo se levantó de su lugar, con una expresión amable pero decidida.

—¿Irte tan pronto? —preguntó, casi ofendida—. ¡Sería un desperdicio que te fueras sin dar un pequeño paseo por el jardín! Si quieres, puedo mostrarte algunos lugares hermosos. ¡Ven!

Izuku parpadeó, sorprendido, mientras Momo lo miraba con esa sonrisa alentadora que le costaba tanto rechazar. Se sintió un poco atrapado, pero también intrigado por la idea de ver el famoso "jardín" de la familia Yaoyorozu.

—¿Qué dices, Midoriya-san? —Momo insistió, sonriendo—. ¡Será divertido!

Izuku suspiró, resignado, pero no podía negar la amabilidad en su rostro. Asintió lentamente, forzando una pequeña sonrisa.

—Bueno... entonces... sí, claro. Me encantaría ver el jardín.

Momo sonrió de oreja a oreja, claramente emocionada, y caminó hacia la salida de la habitación, haciéndole una seña para que la siguiera.

Izuku comenzó a caminar detrás de ella, tratando de ignorar la sensación abrumadora de estar en un lugar tan lujoso. Sus ojos no podían evitar pasearse por el enorme pasillo, admirando las finas decoraciones, los cuadros enmarcados en oro y las enormes lámparas de cristal que colgaban del techo.

"Rumi y yo... vivimos como pordioseros", pensó, casi con resignación. No es que él se quejara de su hogar, pero comparado con la opulencia de la mansión Yaoyorozu, su departamento se sentía como una pequeña caja.

Mientras caminaban por los pasillos, Izuku notó la cantidad de personas que trabajaban allí.

Pasaron junto a una empleada que limpiaba un jarrón, otro empleado que estaba puliendo una mesa de madera brillante, y hasta alguien que se dedicaba exclusivamente a mantener impecable la chimenea. "¿Una chimenea? Espera... ¿tienen una chimenea?", pensó, perplejo. "Claro que tienen una chimenea... ¡es una mansión! ¡Seguro tienen varias!"

Finalmente, después de pasar por un par de puertas de vidrio, llegaron al jardín trasero. Izuku se detuvo en seco, incapaz de evitar abrir la boca en un gesto de sorpresa absoluta.

Frente a él se extendía un vasto espacio verde, tan amplio que bien podría confundirse con un campo de fútbol.

Los árboles estaban podados de manera impecable, formando caminos y arcos verdes que se extendían a lo largo de varios metros. Había un lago pequeño con nenúfares, y más al fondo, una fuente de mármol donde el agua caía en cascada de manera hipnótica.

—Bienvenido a mi jardín, Midoriya-san —dijo Momo, mirándolo con una sonrisa de satisfacción, como si fuera una guía turística mostrando una de las maravillas del mundo.

Izuku se quedó sin palabras por un instante. Era como si estuviera en un parque privado, con una elegancia que nunca habría imaginado posible en una sola propiedad.

Se giró lentamente hacia Momo, tratando de articular lo que estaba pensando.

—Y-Yaoyorozu-san... esto es... enorme. ¡Es... es increíble!

Momo asintió, riendo suavemente.

—Sí, mi familia siempre ha mantenido el jardín en perfecto estado. Es un lugar donde podemos relajarnos y desconectar del estrés diario. —Le hizo una seña para que lo siguiera por uno de los caminos pavimentados de piedra—. Hay una pequeña glorieta por allá. Es perfecta para sentarse a leer o tomar el té.

Izuku la siguió en silencio, mirando alrededor con asombro y... cierta incredulidad. "¿Esto es lo que significa tener un jardín?", pensó, casi abrumado. Su propio "jardín" en el departamento consistía en un par de macetas en la ventana. ¿Cómo era posible que vivieran en el mismo país?

Mientras caminaban, notó más detalles: los setos perfectamente recortados, un puente de madera que cruzaba un arroyo y... ¿una estatua de bronce de un león? Se llevó una mano a la cabeza, aturdido.

"Definitivamente... no estamos en el mismo mundo", pensó. "Es como estar en un lugar de ensueño... y yo aquí, sintiéndome como un intruso."

Izuku se detuvo en seco, como si sus propios pensamientos lo hubieran llevado a un rincón oculto de su memoria.

Frente a él, a un costado del camino de piedra, había un matorral de flores escarlatas, pétalos remolinados y brillantes que parecían capturar la esencia misma del crepúsculo.

Magnolias.

Un leve susurro escapó de sus labios.

—... Hanna.

Momo, que había estado observándolo en silencio, arqueó una ceja, curiosa.

—¿Dijiste algo, Midoriya-san?

Izuku parpadeó, apenas consciente de que había hablado en voz alta. Sus labios esbozaron una leve sonrisa mientras caminaba hacia las flores y se agachaba, tocando con delicadeza uno de los pétalos suaves y carmesí.

—Es que... Hanna tiene flores así en su jardín —murmuró, casi sin pensar, y en cuanto terminó de hablar, un pequeño rubor cruzó su rostro.

—¿Hanna? —repitió Momo, inclinando ligeramente la cabeza, sorprendida—. ¿Quién es Hanna?

Izuku soltó una pequeña risa nerviosa, rascándose la nuca.

La verdad era... un tanto extraña. Después de todo, Hanna, la hermana de Tenko, lo había intentado matar la primera vez que la conoció, y luego de una pelea más intensa de lo que hubiera esperado, terminaron en buenos términos. Era algo que nunca le habría sucedido en la vida ordinaria.

—S-sí... bueno, es... la hermana de Tenko —explicó, aún sonriendo con cierta incomodidad.

Momo parpadeó, algo perpleja.

—¿La... conoces?

Izuku soltó un pequeño suspiro, recordando aquellos momentos llenos de tensión y miedo, pero también de esperanza y cambio. Al final, su relación con Hanna y Tenko, como la que tenía con Shoto, había nacido de una de esas batallas que parecían imposibles... y sin embargo, ahora los consideraba amigos.

Izuku solo asintió, aun mirando la magnolia entre sus dedos, sin saber bien cómo explicarle a Momo lo que aquella amistad significaba para él.

Al tocar el pétalo, una suave nostalgia lo envolvió, y su mente viajó por los recuerdos de los últimos meses, recordando todas las personas y batallas que lo habían moldeado en tan poco tiempo.

Momo lo observó con cuidado, notando la melancolía en su expresión.

—Midoriya-san... ¿estás bien? —preguntó en voz baja, su tono delicado.

Izuku se quedó en silencio, contemplando la magnolia. Finalmente, sin mirarla, exhaló un suave suspiro y habló:

—Yaoyorozu-san... gracias... por ese té, aquel día.

Momo lo miró, algo confundida, ladeando la cabeza con una expresión perpleja.

—¿El... té? ¿Aquel día?

Izuku se puso de pie lentamente, aún sin volverse hacia ella. Sus ojos vagaron, encontrando el cielo despejado y azul sobre él, el vasto prado verde que se extendía como un mar tranquilo, y los destellos coloridos de las flores que salpicaban el jardín.

—Sí, el té —continuó, con la voz suave y algo temblorosa—. Ese día, después de la pelea con Kacchan, me sentía... abrumado. No quería más dolor, ni discusiones. Me sentía atrapado en algo que no entendía y... estaba agotado. Cuando regresé al salón de clases y vi a todos... fue como un peso enorme. —Sus ojos buscaron el suelo, como si intentaran encontrar un refugio en sus propias palabras—. Pero entonces... tú me ofreciste un té. La primera bebida caliente que alguien me sirvió en mucho tiempo.

Momo lo escuchaba en silencio, sus ojos abiertos y llenos de comprensión. Para ella, ese momento no había sido más que un gesto amable; no había pensado en lo que podría significar para él.

Izuku respiró hondo, tratando de no hacer que el momento se volviera triste, porque no era tristeza lo que sentía, sino algo mucho más profundo y menos sombrío.

—Sé que probablemente no fue nada para ti —dijo él, con una leve sonrisa que parecía dolida y agradecida a la vez—. Pero en ese momento, fue como... como si, después de mucho tiempo, alguien... realmente me viera, alguien estuviera ahí para mí, aunque fuera en algo tan pequeño.

Momo abrió los labios para decir algo, pero no encontró las palabras, así que solo lo escuchó en silencio, con el corazón cada vez más acelerado.

Izuku levantó la vista de nuevo, observando el jardín.

Había pasado por tanto en tan poco tiempo, y el peso de esos cambios se sentía abrumador y a la vez... reconfortante. Aun así, mirar el amplio paisaje, el jardín que parecía inabarcable y perfecto, el espacio en el que podía respirar y sentir que, por primera vez, no estaba solo... eso lo llenaba de gratitud.

Sonrió, una sonrisa cálida y genuina que iluminaba su rostro.

—Ahora... ahora miro a mi alrededor y... parece que lo tengo todo —dijo, en voz baja, y luego se volvió hacia Momo, sus ojos brillantes y llenos de vida—. Gracias, Yaoyorozu-san. Gracias por haberme servido ese té, aquel día.

Momo lo miró, completamente absorta en su expresión.

Izuku le sonreía de una manera tan sincera, tan luminosa, que algo en su pecho comenzó a latir con fuerza, como si estuviera viendo una faceta de él que nadie más conocía.

Su rostro comenzó a calentarse, y, antes de poder detenerlo, un leve sonrojo apareció en sus mejillas.

"¿Por qué... me siento así?", pensó, algo perdida en sus propios sentimientos.

El corazón de Momo latía rápidamente, como si intentara seguir el ritmo de esa sonrisa que Izuku le dedicaba. Era un agradecimiento sencillo, pero en sus palabras, ella podía sentir toda la intensidad de lo que realmente significaba para él. Sin saber cómo, algo en ese instante, en la sencillez de su gratitud, le llegó al alma.

Izuku, aún sin percatarse del efecto que sus palabras habían tenido en ella, solo la miraba con una expresión de dicha pura, como si por un instante, estuviera realmente en paz.

Momo miró a Izuku, sus palabras todavía resonando en su mente como un eco.

Había algo especial en cómo él hablaba, cómo convertía un gesto simple, casi cotidiano, en algo que parecía tan profundo. Sus ojos, aún fijos en él, reflejaban una mezcla de sorpresa y ternura que ella no supo cómo disimular.

—Midoriya-san... No pensé que ese té significara tanto para ti. La verdad, solo... —bajó la vista, su mirada buscando el suelo, como si allí pudiera encontrar el valor que necesitaba—. Solo quise hacer algo que pudiera ayudarte a sentirte cómodo, como todos merecemos sentirnos... como tú mereces.

Izuku la escuchaba en silencio, y aunque podía ver el rubor en su propio rostro reflejado en los pétalos de magnolia, no apartó la mirada de ella. La gentileza en la voz de Momo lo envolvía como una brisa suave, casi como un susurro.

—Gracias, Yaoyorozu-san. A veces... siento que no sé muy bien cómo pertenezco aquí. —Hizo una pausa, y luego rió suavemente, avergonzado—. Pero contigo... es fácil. Es como si... simplemente estuviera bien ser yo mismo.

Momo esbozó una sonrisa cálida, pero algo tímida, mirando las flores que se extendían a su alrededor.

Había algo en su pecho que la hacía sentir ligera, casi como si estuviera flotando en la brisa suave del jardín. Alzó la mirada, sus ojos encontrándose con los de él, y no pudo evitar sonreír más ampliamente.

—Midoriya-san, tú... eres increíblemente fuerte. No solo en la fuerza física. Hay algo en ti que es tan... inquebrantable. —Sus ojos brillaron, y por un instante, Izuku vio en ellos una admiración genuina, algo que parecía demasiado puro y sincero para ser expresado en palabras—. Y... no sé, creo que esa es una de las cosas que hacen que todos confíen tanto en ti. Eres como... como el centro de gravedad de todos nosotros.

Izuku se sintió profundamente conmovido por sus palabras.

Momo lo veía de una manera que nadie más había hecho, como si pudiera ver dentro de él, más allá de sus fallos y sus inseguridades. Sentía un calor en el pecho, una calidez que se extendía por todo su ser.

—¿Yo? —preguntó, incrédulo, y rió suavemente—. No sé si puedo verme así, pero... es muy reconfortante saber que tú me ves de esa manera, Yaoyorozu-san.

Se miraron en silencio durante un largo instante, la brisa soplando suavemente entre las flores, meciendo los pétalos de las magnolias a su alrededor.

Sin darse cuenta, Izuku dio un pequeño paso hacia adelante, apenas notando cómo la distancia entre ellos disminuía.

Sus ojos se encontraron en ese punto intermedio, en ese espacio donde ni siquiera el tiempo parecía avanzar. Los labios de ambos se curvaron en una sonrisa leve, y el aire entre ellos se volvió casi palpable, como un lazo invisible que los unía.

Momo sintió un ligero cosquilleo en el estómago, una sensación que no podía recordar haber experimentado antes. Tragó saliva, y sus labios temblaron, pero aun así, habló.

—Midoriya-san... —dijo, con voz suave, y luego sonrió, sus mejillas coloreándose en un rosa tenue—. Eres... diferente a todos. Y no me refiero solo a tu fuerza o tus habilidades, sino a ti... a la persona que eres.

Izuku sintió cómo su rostro se calentaba ante sus palabras, pero no apartó la mirada. No quería perderse ni un solo instante, ni una sola palabra de lo que ella decía.

—Yaoyorozu-san... —respondió, sin saber exactamente qué decir, pero sintiendo que quería transmitirle todo lo que él también admiraba de ella, todo lo que ella significaba para él—. Tú... siempre has sido tan amable. Gracias.

Momo sonrió, sus ojos brillando con una calidez que envolvía el momento.

Su respiración se aceleró un poco mientras lo miraba, dándose cuenta de que la conexión entre ellos iba más allá de lo que cualquiera pudiera entender.

Alzó una mano, casi instintivamente, y sin pensar, tocó suavemente el hombro de Izuku, apenas un roce, pero suficiente para que él sintiera la calidez de sus dedos.

—¿Sabes? —dijo ella, con voz suave, apenas un susurro—. No importa cuánto nos esforcemos por ser héroes, siempre vamos a ser personas antes que nada. Y tú... me haces recordar eso, Midoriya-san. Me haces recordar que, a pesar de todo, está bien ser vulnerable, está bien... pedir ayuda.

Izuku sintió cómo las palabras de Momo resonaban profundamente en él. Había algo especial en ella, algo en su ternura y en su fortaleza que lo hacía sentirse afortunado de poder llamarla amiga, de estar allí, en ese jardín, compartiendo un momento tan genuino. De repente, sin poder evitarlo, soltó una suave risa, ligera y sincera.

—Creo que eres... eres increíble, Yaoyorozu-san —dijo él, sonriendo, su rostro iluminado por una expresión de completa admiración—. Y creo que... tenemos suerte de tenernos el uno al otro. No sé cómo describirlo, pero... me siento agradecido de que podamos apoyarnos mutuamente.

Momo rió también, y el sonido de su risa se entrelazó con el de Izuku, llenando el aire del jardín con una calidez suave, una armonía tranquila que parecía envolver todo el espacio a su alrededor.

Los dos seguían mirándose, y sin darse cuenta, sus manos se acercaron un poco, casi rozándose.

La risa de ambos fue menguando lentamente hasta que solo quedaron las sonrisas, llenas de algo que ninguno de los dos podría explicar del todo, una conexión que iba más allá de las palabras, de las inseguridades o de las diferencias.

Momo lo miró, aun sonriendo, con los ojos llenos de gratitud, y su voz tembló un poco al hablar.

—Gracias, Midoriya-san —susurró—. Gracias por recordarme que, aunque todo pueda parecer tan serio, siempre hay momentos como estos, donde... simplemente podemos ser nosotros mismos.

Izuku la miró con una sonrisa suave, sus ojos reflejando la misma gratitud, el mismo sentimiento que Momo le transmitía con su mirada. Era como si todo a su alrededor se hubiera detenido, como si, en ese instante, solo existieran ellos dos en el mundo.

—Gracias a ti, Yaoyorozu-san —respondió él, su voz apenas un susurro, pero llena de sinceridad—. Por todo.





[Realmente gracias por todo.]




[...]




El aire de la tarde estaba impregnado de una suave calidez, y los destellos naranjas del sol se reflejaban en las ventanas de la casa de los Yaoyorozu, mientras la Clase A charlaba y reía en la acera.

Era una escena de amistad y camaradería, una pequeña pausa en la vida siempre agitada de jóvenes héroes.

Izuku observó a sus compañeros, tratando de absorber el ambiente. Sin embargo, no pudo evitar notar la ausencia de alguien. Un peso sutil cayó sobre él, y, con una exhalación discreta, un nombre apareció en su mente.

"Kacchan..."

—Midoriya, ¿estás bien? —La voz de Tenko interrumpió sus pensamientos, y él se giró, encontrándose con su amigo.

—Oh, sí, Tenko. Todo está bien. —Izuku sonrió con una expresión que intentaba ser sincera, aunque el eco de su pensamiento aún resonaba en su interior.

A su lado, Iida trataba de poner orden en el grupo, alzando la voz para llamar la atención de los demás, mientras Momo hablaba con sus padres, probablemente ultimando detalles para el viaje. Entre el bullicio, Izuku notó una presencia tranquila a su lado.

—Hanna, me alegra que hayas podido venir —le dijo con una sonrisa sincera, inclinándose un poco hacia ella.

Hanna, visiblemente un poco nerviosa pero tratando de mantenerse tranquila, asintió, y sus ojos destellaron con una ligera sorpresa al escuchar lo que Izuku dijo.

—No iba a perderme el cumpleaños de Izuku —murmuró, con una sonrisa suave que solo él alcanzó a ver.

Antes de que pudieran continuar la conversación, un nuevo rostro apareció a su lado.

—¡¿Y quién es esta bella dama?! —exclamó Kaminari, con su habitual entusiasmo, arqueando una ceja y acercándose a ellos con un aire de dramatismo exagerado.

Jirou, rodando los ojos detrás de él, le dio un leve golpe en el brazo, mientras susurraba:

—Deja de ser un idiota, Kaminari.

Sin embargo, Hanna no parecía prestar atención a la escena; su mirada estaba fija en algún punto indeterminado, perdida en sus pensamientos. Fue Tenko quien la tomó suavemente del brazo y, con una sonrisa orgullosa, la presentó a sus compañeros.

—Ella es mi hermana, Hanna. Viene a acompañarnos este finde —dijo, con un tono tranquilo y respetuoso.

Jirou y Kaminari saludaron con cortesía, aunque este último no pudo evitar mirarla con curiosidad y algo de asombro. Shoji, en tanto, se acercó a Izuku, quien aún observaba la interacción con una leve sonrisa en el rostro.

—Gracias por invitarme, Midoriya —murmuró Shoji, en su habitual tono apacible.

Izuku agitó la mano, quitándole importancia.

—No tienes que agradecerme, Shoji. En realidad, debería darte yo las gracias a ti por darte el tiempo de venir. —Hizo una pausa, su voz bajando un poco mientras miraba de reojo a Momo y Todoroki—. Todo esto es gracias a Yaoyorozu y Todoroki. Fueron ellos quienes organizaron el viaje.

Shoji alzó una ceja y dirigió su mirada hacia el final de la calle, donde Todoroki conversaba con su hermana Fuyumi, que parecía estar dándole algunas indicaciones para el trayecto.

Su atención regresó a Izuku, y durante un instante, permaneció en silencio, observándolo detenidamente, como si analizara algo profundo en él.

—Ha cambiado mucho en estos días, Midoriya —comentó, su voz teñida de una sinceridad que casi sorprendió a Izuku—. Lo que hiciste por Todoroki... realmente es algo admirable.

Izuku se sintió un poco incómodo ante el comentario, bajando la mirada.

—Shoji, de verdad, no es algo tan grande como parece. Todoroki necesitaba apoyo, y... cualquiera lo habría ayudado.

Shoji negó suavemente con la cabeza, sonriendo de lado.

—No creo que todos lo hubieran hecho —respondió, con tono calmado—. No todos tienen esa capacidad de ayudar a otros, incluso si eso significa arriesgarse a salir heridos ellos mismos. Esa es una virtud que pocos poseen, y eres el único que conozco con ese nivel de dedicación.

Izuku lo miró, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y gratitud.

—¿Una virtud...? —preguntó, con un leve titubeo.

Shoji asintió, pero su expresión adquirió un tono más serio, casi solemne.

—Sí, Midoriya. Pero también... ten cuidado. Esa virtud puede convertirse en un peso muy difícil de llevar si no te cuidas a ti mismo.

Las risas de los estudiantes resonaban en la calle, dándole un aire casi festivo a la tarde. Izuku intercambiaba miradas con Shoji, su mente aún atrapada en las palabras que acababa de escuchar.

La advertencia de su amigo lo había dejado pensativo, y aunque Shoji intentaba restarle importancia, el mensaje había sido claro.

Izuku esbozó una sonrisa, intentando aliviar la seriedad del momento.

—Gracias, Shoji. A veces siento que... que hago las cosas sin pensar en las consecuencias, ¿sabes? —admitió, rascándose la nuca—. Pero, bueno, creo que es algo que aún debo aprender a controlar.

Shoji sonrió de lado, y le dio una palmada en el hombro.

—No es algo que necesites cambiar, Midoriya. Es lo que te hace ser tú —replicó, en tono calmado—. Solo asegúrate de que esa misma energía que pones en cuidar de otros, también la usas para cuidar de ti mismo.

Izuku asintió, con una sonrisa algo más serena. En ese momento, sintió una mano firme golpeando su espalda.

—¡Ah, ahí estás, Midoriya! —exclamó Kirishima, con su característica sonrisa—. Shoji, hermano, ustedes siempre están en conversaciones profundas, ¿eh?

Izuku se rió nerviosamente.

—Bueno, solo estábamos... —comenzó a decir, pero fue interrumpido por un sonriente Kaminari que se acercó con Jirou a su lado.

—¡Midoriya, tenemos que hablar sobre el itinerario de este viaje! —exclamó Kaminari, con un entusiasmo contagioso—. Escuché algo sobre un hotel y comidas cinco estrellas. ¡Esto va a ser legendario!

Jirou, con los brazos cruzados, miró a Kaminari con una ceja alzada.

—Kaminari, por el amor de... ¿ya pensaste en algo que no sea comida? —dijo, suspirando y mirándolo de reojo—. Tenemos que ver todo lo que Kioto ofrece, no solo los restaurantes.

Izuku sonrió, pero luego recordó algo importante.

—¿Pero es cierto eso de las comidas cinco estrellas? —preguntó, mirando a Shoji y luego a Jirou—. Todoroki y Yaoyorozu dijeron que tenían todo planeado, pero... cinco estrellas suenan a mucho, ¿no?

Kaminari se echó a reír, golpeando suavemente a Izuku en el hombro.

—Vamos, Midoriya, estamos hablando de Yaoyorozu y Todoroki. ¿Acaso hay algún límite cuando ellos se ponen en modo de planificación?

Shoji soltó una leve risa, mientras miraba de reojo hacia donde Todoroki y Momo continuaban hablando con sus respectivos padres.

Izuku, entre risas y bromas, sintió una especie de aprecio profundo por el momento. Había algo en la camaradería de la Clase A que hacía que cualquier día pareciera especial.

En ese momento, Hanna, quien había estado observando la conversación en silencio, se acercó un poco más a Izuku, mirándolo con una leve sonrisa.

—¿Así que realmente has hecho muchos amigos?—preguntó, con una voz suave.

Izuku asintió, sonrojándose.

—¡Escuchen todos! —Iida había logrado captar la atención del grupo, agitando sus manos enérgicamente—. Yaoyorozu y Todoroki-san están terminando los preparativos con los padres, y pronto podremos partir. Por favor, mantengámonos organizados. ¡Es imperativo que este viaje comience de la manera más ordenada posible!

Kaminari soltó una risa, mirando a Jirou.

—¡Hasta en un viaje Iida quiere imponer orden! —susurró en tono burlón.

Jirou soltó una pequeña risa y luego murmuró:

—A mí me parece que está más emocionado que nadie por ir. ¡Seguro que ya tiene un itinerario escrito!

Iida, aunque parecía ocupado, escuchó el comentario y se volvió hacia ellos, ajustando sus gafas.

—¡Jirou, Kaminari! Este viaje no es una excusa para la desorganización. Cada minuto debe aprovecharse al máximo para que podamos experimentar Kioto en todo su esplendor —dijo, su tono severo suavizándose un poco—. Aunque... entiendo que la emoción puede ser difícil de controlar. ¡Yo también tengo muchas ganas de conocer cada sitio histórico...!

Iida se detuvo un segundo.

―¡J-JUNTO A MIDORIYA! ―replanteo.

Izuku se rió, viendo cómo el entusiasmo de Iida terminaba contagiando incluso a los más relajados.

—No se preocupen, creo que será un viaje memorable para todos —dijo, con una sonrisa—. Yaoyorozu y Todoroki han hecho mucho por nosotros con todo esto.

En ese momento, la misma Momo terminó su conversación con sus padres y se acercó al grupo, sonriendo con un aire elegante pero natural.

—Disculpen la espera. Ya está todo listo para partir —anunció con su voz suave—. El autobús nos llevará directamente al hotel, y después podremos organizarnos para el resto de las actividades. ¿Listos?

Kaminari casi brincó de la emoción.

—¡Por supuesto, Yaoyorozu! Gracias por hacer esto posible. ¡Realmente no hay mejor clase que la Clase A!

Izuku sonrió, asintiendo con entusiasmo. Miró a Momo, y durante un segundo, los dos cruzaron una mirada que contenía todo el aprecio y el entendimiento de sus meses de amistad y crecimiento juntos.

Mientras tanto, Kaminari seguía enfrascado en una animada charla con Tenko y algunos otros, mientras Hanna conocía poco a poco a los demás compañeros de la Clase A.

El ambiente era ligero, lleno de risas y comentarios amistosos, con un sentimiento de unidad palpable entre todos.

A cierta distancia, desde una esquina de la calle, alguien observaba la escena con una expresión particular.

Los ojos de Ochako Uraraka se afilaban levemente mientras miraba al grupo, su sonrisa entrecerrada mientras sus manos se cruzaban sobre su pecho. Desde las sombras, su presencia pasaba desapercibida para todos los demás.

En tanto, la conversación entre Izuku y Shoji seguía, pero él comenzaba a distraerse, sintiendo de repente una leve incomodidad, como si algo lo estuviera observando.

Uraraka Ochako estaba ahí...

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