104.EL CHICO DEL GRAN CORAZON Y LA CHICA DEL GRAN DESEO.
El ambiente en la casa de misterios era oscuro y sombrío, con las paredes cubiertas de retratos antiguos que parecían observar cada paso que daban.
El aire estaba cargado con un toque de humedad y polvo, como si el tiempo se hubiera detenido en ese lugar, pero el sonido de sus pasos resonaba en el silencio, marcando la presencia de los dos.
Izuku caminaba unos pasos adelante, sus ojos llenos de curiosidad y algo de nerviosismo mientras avanzaba por el pasillo, deteniéndose frente a cada una de las puertas, analizando los extraños símbolos que adornaban las paredes.
No se sentía incómodo, pero la atmósfera definitivamente era más tensa de lo que había esperado.
—¿Entonces, cómo te va? ¿Te divertiste hoy? —Uraraka, quien había caminado en silencio a su lado, rompió el silencio con su voz suave pero curiosa—. ¿Fue el cumpleaños que esperabas?
Izuku volvió la mirada hacia ella, notando lo tranquila que parecía a pesar de la extraña atmósfera que los rodeaba. Sonrió levemente, intentando aliviar el peso del ambiente.
—Sí, fue divertido... al principio, al menos —hizo una pequeña pausa, rascándose la nuca con una sonrisa algo nerviosa—. Pero... es extraño, todo se siente tan... diferente aquí.
Uraraka soltó una pequeña risa, acercándose un poco más a él mientras caminaban.
—Es normal, ¿no? Un lugar como este... tiene un aire de misterio, y los misterios son... raros, a veces —sus palabras flotaban en el aire, como si no solo se estuviera refiriendo a la casa, sino a algo más—. Pero en serio, ¿te divertiste? Con todos, quiero decir.
Izuku pensó por un momento, mirando el pasillo que se extendía ante ellos.
—Sí, pero... no lo sé. Es como si... no fuera suficiente. Fue divertido, pero algo... no sé, tal vez me siento un poco... perdido —sus ojos se apagaron por un segundo, como si la sombra de una preocupación lo invadiera, pero se recompuso rápidamente—. Pero gracias, me lo pasé bien, y estar con todos... hace que las cosas se sientan mejor.
—Claro, claro... —Uraraka asintió con una sonrisa suave, notando el tono en su voz—. Eso es lo importante, ¿no? Que puedas disfrutarlo, aunque sea un poco.
Izuku sonrió, agradecido por sus palabras.
—Sí... lo agradezco mucho —luego se detuvo frente a una puerta con un símbolo extraño, aparentemente de una antigüedad infinita, y se quedó mirándola por unos segundos—. ¿Qué crees que hay detrás de esta puerta?
Uraraka se acercó y observó la puerta, dejando escapar un suspiro.
—No tengo ni idea, pero... ¿no es emocionante pensar en lo que podría estar al otro lado? —su voz era baja, como si realmente no quisiera hacer ruido en este espacio misterioso—. A veces, los misterios son más divertidos cuando no sabes lo que te espera.
Izuku la miró con una leve sonrisa.
—Sí, eso tiene sentido. A veces, la incertidumbre es lo que hace que las cosas sean interesantes.
Uraraka lo observó de reojo, notando algo en su expresión que no había visto antes, algo que la hizo sentir una mezcla de curiosidad y una sensación extraña en el pecho.
Pero no dijo nada, solo sonrió ligeramente mientras caminaba a su lado, lista para enfrentar lo que fuera que viniera detrás de la próxima puerta.
El silencio se alargó por un momento, pero antes de que Izuku pudiera reaccionar, Uraraka habló de nuevo, como si el tema del cumpleaños no se hubiera cerrado por completo.
—Y, hablando de eso... ¿Te gustaría que te hiciera alguna sorpresa más? —preguntó, sin poder evitar la suavidad en su tono—. Sabes, para que tu cumpleaños sea realmente memorable.
Izuku se giró hacia ella con una leve confusión, pero al ver su expresión cálida y amigable, una risa suave escapó de sus labios.
—¿Sorpresa? No sé... ¿qué tipo de sorpresa?
—No sé, cualquier cosa —respondió Uraraka con una mirada juguetona—. ¡Quizás una que te haga reír más! Después de todo, es tu día.
Izuku sonrió ante su entusiasmo, sintiendo que esa misma calidez de sus palabras le daba algo que había estado buscando todo el día: consuelo.
—Eso suena bien —dijo, antes de volverse hacia la puerta—. Pero por ahora, ¿qué tal si vemos qué hay detrás de esta puerta?
—¿Qué crees que hay detrás? —preguntó Uraraka con un dejo de curiosidad, ladeando la cabeza hacia la puerta frente a ellos.
Izuku no respondió de inmediato. Su mirada permaneció fija en la madera envejecida de la puerta, como si algo al otro lado le hablara. Una presión invisible lo detuvo un segundo; su rostro palideció y sus hombros se tensaron.
—¿Izuku-Kun? —La voz de Uraraka lo devolvió al presente. Su tono juguetón se apagó un poco, reemplazado por una pizca de preocupación—. ¿Estás bien?
Él asintió lentamente, aunque su mano temblaba al pasarla por el cabello.
—Sí... solo me sentí raro por un momento.
—¿Raro cómo? ¿Del tipo "raro divertido" o "raro aterrador"? Porque si es lo segundo, me alegra que tú estés delante y no yo. —Ella sonrió, dando un paso hacia él y entrecerrando los ojos como si intentara descubrir qué pasaba en su mente—. ¿Seguro que no viste algo moverse? ¿O escuchaste voces?
—Nada de eso —dijo Izuku, apretando los labios. Su mente buscaba palabras, pero ninguna parecía adecuada para explicar lo que había sentido—. Fue... como si algo tirara de mí.
Uraraka arqueó una ceja y soltó una risa baja.
—Bueno, sí una fuerza sobrenatural te quiere llevar, al menos avisa. No soy buena lidiando con fantasmas... aunque probablemente podría negociar con ellos. —Le dio un pequeño codazo en el brazo, buscando aliviar la tensión—. Oye, respira un poco, ¿sí? Si te pones todo raro, me vas a asustar.
Izuku cerró los ojos un segundo, respirando hondo.
—Lo siento, ya estoy mejor.
—¿Mejor, mejor? ¿O solo un poquito mejor para no preocuparme? Porque si es lo segundo, voy a necesitar un poco más de entusiasmo antes de cruzar esa puerta. —Uraraka puso las manos en la cintura, inclinándose hacia él como si estuviera evaluándolo.
Izuku esbozó una pequeña sonrisa.
—Creo que puedo manejarlo.
—Eso es más convincente —respondió ella con un tono suave, dando un paso atrás y señalando la puerta—. Bueno, líder intrépido, adelante. Yo te sigo.
Izuku empujó la puerta lentamente, revelando una habitación cargada de antigüedad.
Las paredes estaban cubiertas por librerías repletas de tomos polvorientos, y los cuadros colgaban torcidos, como si alguna vez hubieran tenido algo que decir, pero ahora solo susurraban silencios.
Un escritorio con cajones cerrados descansaba en el centro, acompañado de una caja con candado.
—¿Qué es esto? —Uraraka giró sobre sus talones, mirando todo con interés—. Se siente como si acabáramos de entrar al escondite de un escritor loco.
Izuku no respondió de inmediato.
Había algo en la atmósfera que le resultaba inquietante, pero no podía precisar qué. Mientras tanto, Uraraka se acercó a una de las librerías y recorrió los lomos de los libros con los dedos, sacando uno al azar.
—¡Mira esto! "Guía práctica para entender lo incomprensible". Suena como el tipo de libro que deberías leer. —Ella le mostró la portada con una sonrisa socarrona antes de abrirlo y hojearlo despreocupadamente.
—¿Y qué dice? —preguntó Izuku sin mucha energía, aunque la observaba de reojo.
—Nada útil, por supuesto. ¿Qué esperabas? ¿Instrucciones paso a paso? —respondió, encogiéndose de hombros mientras dejaba el libro de vuelta en su lugar—. Aunque debo admitir que la decoración es bastante teatral. ¿Te imaginas vivir en un lugar así?
—No estoy seguro de que pueda considerarse acogedor —murmuró Izuku, inspeccionando el escritorio mientras su mente seguía regresando a esa sensación extraña de antes.
Uraraka se acercó a otra estantería, sacando un nuevo libro con exagerada ceremonia.
—Oye, ¿y si esta caja tiene algo que ver con los libros? Tal vez haya una clave escondida. —Agitó el libro en el aire antes de fingir que lo examinaba minuciosamente—. "Secretos de las sombras". Suena como un título sospechoso, ¿no?
Izuku la miró con una mezcla de curiosidad y desconcierto.
—¿No tienes miedo de romper algo?
—Izuku-Kun, por favor. Si todo esto sobrevivió a personas antes de mí, estoy segura de que puede sobrevivir a mí. —Sonrió con picardía, colocando el libro sobre el escritorio con un golpe suave—. Ahora tú busca en los cuadros. No me digas que no sientes que uno de ellos nos está mirando.
Izuku suspiró, permitiéndose un momento de calma al seguir su sugerencia.
Aunque no lo admitiera en voz alta, el ligero desenfado de Uraraka lograba aliviar el peso invisible que cargaba desde que cruzaron la puerta.
La habitación parecía contener secretos, y aunque el aire era pesado, Uraraka parecía moverse con ligereza.
Pasó de una estantería a otra, tomando objetos al azar, inspeccionándolos con curiosidad y comentando sobre ellos en un flujo constante de palabras que llenaba el silencio.
—Mira esto, Izuku-Kun. —Sostuvo una lupa antigua y la examinó con un ojo cerrado—. Creo que esta cosa pesa más que mi cabeza.
Izuku, que estaba observando un cuadro torcido en la pared, solo respondió con un leve asentimiento. Su mente seguía ocupada en descifrar por qué la habitación lo hacía sentir tan extraño.
—¿Sabes? Podrías responder algo. —Uraraka dejó la lupa sobre el escritorio y se giró hacia él con una sonrisa traviesa—. ¿O es que este lugar ya te absorbió por completo?
Izuku se giró hacia ella y negó con la cabeza.
—No, lo siento. Estaba distraído.
—Eso ya lo noté. —Rió suavemente mientras seguía inspeccionando la librería más cercana—. Aunque debo admitir que esta habitación tiene su encanto. ¿No te parece un poco como esas historias antiguas de aventuras? Donde los héroes siempre encuentran una pista crucial escondida en una biblioteca polvorienta.
Izuku la observó en silencio por un momento. Había algo diferente en ella, pero no podía precisar qué era.
Uraraka hablaba con más entusiasmo del habitual, casi como si tratara de llenar cada rincón de la habitación con su voz.
—Te noto más alegre ahora —dijo de repente, su voz apenas un murmullo.
—¿Eh? —Uraraka se giró hacia él, arqueando una ceja mientras sujetaba un libro con las dos manos—. ¿Más alegre?
Izuku se dio cuenta demasiado tarde de que había hablado en voz alta.
—Bueno... digo, quiero decir que... —Se frotó la nuca, buscando las palabras adecuadas—. Siento que Uraraka-San está actuando como Uraraka-San de siempre.
El silencio cayó en la habitación como un peso inesperado.
Uraraka se quedó inmóvil frente a la estantería, con el libro aún en las manos. Su mirada, fija en el lomo, parecía perdida en un pensamiento lejano.
Izuku parpadeó, dándose cuenta del impacto de sus palabras.
—¡Ah! Lo siento, no quise decir eso de una forma rara. Solo que, bueno, estos días parecías... diferente. No es que eso sea malo, claro, todos tenemos días raros. Yo solo quería decir que...
Mientras balbuceaba, Uraraka comenzó a reír.
Primero, una risa baja, contenida, pero pronto creció en intensidad, llenando la habitación con un eco vibrante. Izuku la miró, desconcertado, mientras intentaba explicarse mejor.
—Espera, ¿de qué te ríes? —preguntó, más confundido que preocupado.
—De ti, por supuesto. —Uraraka secó una lágrima de su ojo mientras sus carcajadas disminuían—. Izuku-Kun, eres un caso único.
Izuku no estaba seguro de si debía sentirse aliviado o avergonzado.
—¿Estás bien? —preguntó, intentando cambiar el tema.
En lugar de responder, Uraraka bajó la mirada al libro que sostenía y lo abrió lentamente. Era un cuento pequeño, con ilustraciones de animales e insectos.
—Esto es lindo —murmuró mientras pasaba las páginas—. Parece una de esas historias para niños.
Izuku, aún algo tenso por el momento anterior, dio un paso hacia ella.
—¿Qué dice?
—Nada aún, solo estoy viendo las imágenes. —Sonrió de lado, hojeando con calma antes de alzar la vista hacia él—. ¿Sabes, Izuku-Kun? Eres bastante astuto.
—¿Astuto? —Izuku frunció el ceño, confundido por el cambio repentino en el tono de su voz—. No sé a qué te refieres.
Uraraka ladeó la cabeza, apoyando el libro contra su pecho.
—Lo digo en serio. No todos se darían cuenta de lo que acabas de notar. Pero... ¿es tu naturaleza ser así o simplemente tienes demasiada práctica observando a los demás?
Izuku parpadeó, su mente atrapada entre las palabras de Uraraka y el peso de la habitación que los rodeaba.
La forma en que lo había dicho, casi casual pero con un toque de misterio, lo dejó preguntándose si había más en esa pregunta de lo que aparentaba.
La habitación, con su aire pesado y su iluminación tenue, se convirtió en un escenario peculiar para la conversación que se desarrollaba.
Uraraka seguía hojeando el pequeño cuento con una mezcla de curiosidad y calma, mientras Izuku, a unos pasos de ella, intentaba disipar la tensión interna que lo había invadido desde que cruzaron la puerta.
—Oye... —dijo de repente Uraraka, rompiendo el silencio con un tono que parecía casual pero cargado de intención—. Creo que nunca hemos hablado realmente sobre tu pasado, Izuku-kun.
Izuku se quedó inmóvil, como si la pregunta hubiera encendido una alarma en su interior.
—¿Mi pasado?
—Sí. —Uraraka no levantó la vista del libro, pasando las páginas con delicadeza—. Siempre estás ayudando a los demás, tan enfocado en el presente o en lo que viene después, que nunca te detienes a hablar de lo que dejaste atrás.
Izuku no supo qué responder.
Hablar de su pasado no era algo que hiciera a menudo, mucho menos con esa facilidad.
Uraraka lo notó, pero no parecía importarle. En lugar de insistir, su atención se posó en una página del cuento.
—Mira esto —dijo, señalando una ilustración de un animal pequeño y solitario, una luciérnaga atrapada en un frasco—. ¿Sabías que algunas luciérnagas se apartan del grupo cuando sienten que no pueden sincronizar su luz con las demás? Es como si supieran que no encajan, y simplemente... se retiran.
Izuku se acercó un poco, observando la imagen con interés. La idea le resonó más de lo que esperaba, pero antes de que pudiera decir algo, Uraraka levantó la mirada hacia él.
—Entonces, ¿qué crees, Izuku-kun? —preguntó, con una expresión que parecía leer más allá de sus palabras—. ¿Fuiste apartado o tú mismo te apartaste?
La pregunta lo golpeó con fuerza, como un eco de pensamientos que había intentado silenciar durante mucho tiempo.
Su mirada vaciló por un momento, y aunque intentó encontrar una respuesta, nada parecía encajar del todo.
—No lo sé... —murmuró al final, desviando la vista hacia los estantes cercanos.
Uraraka no insistió, pero su sonrisa parecía llevar un aire de comprensión. Continuó hojeando el cuento hasta que encontró otra página interesante.
—Mira esto ahora. —Le mostró una ilustración de una araña tejiendo su telaraña bajo la luz de la luna—. Es increíble, ¿no? Cómo las arañas pueden tejer algo tan complejo y perfecto sin que nadie les enseñe.
Izuku inclinó la cabeza, observando los detalles de la imagen.
—Sí, supongo que es algo... instintivo.
Uraraka asintió, su voz adoptando un tono casi soñador.
—Instintivo, sí. Pero también es algo que muchos llaman divino. ¿Cómo puede algo tan pequeño y aparentemente insignificante crear algo tan asombroso? Es casi como si tuvieran una orden dentro de ellos, algo que les dice exactamente qué hacer, cómo hacerlo, y por qué deben hacerlo.
Izuku sintió un escalofrío al escucharla. Las palabras de Uraraka parecían cargadas de un significado más profundo, como si estuviera hablando de algo más allá de las arañas.
—¿Una orden? —repitió en voz baja, como si las palabras tuvieran un eco que resonara en su mente.
Uraraka levantó la vista del libro, su mirada encontrándose con la de él por un instante.
La sonrisa en sus labios era tranquila, pero había algo en ella, algo que no podía descifrar del todo.
—Sí, Izuku-kun. —Cerró el libro suavemente y lo sostuvo contra su pecho—. Una orden que no pueden ignorar, ni siquiera si quisieran.
[Orden...]
"¿Cuál es...?"
Izuku sintió un dolor intenso y una bruma acurrucarse en su hombro, una cabellera dorada descendiendo por su pecho.
Un susurro...
De repente, Uraraka rompió la calma con una risa sonora, clara y fuerte, que rebotó contra las paredes cubiertas de libros viejos. Izuku dio un pequeño sobresalto, completamente desconcertado por la repentina explosión de alegría.
—¿Uraraka-san?
Ella se inclinó hacia adelante, sosteniéndose el abdomen mientras las carcajadas salían sin control.
Finalmente, dejó escapar un suspiro profundo, como si la risa hubiera arrastrado consigo todo lo que la oprimía.
—Gracias, Izuku-kun.
Izuku parpadeó, confuso por completo.
—¿Gracias? ¿Por qué? ¿Estás bien?
Uraraka se enderezó lentamente, acomodando un mechón rebelde de su cabello detrás de la oreja. Su expresión seguía luminosa, pero había algo más ahí, una chispa de alivio y honestidad que él no esperaba ver.
—Mejor que nunca. —Sonrió mientras enderezaba la espalda y se cruzaba de brazos—. He tenido unos días bastante difíciles, ¿sabes? Pero ahora... ahora finalmente me siento libre. Libre de verdad.
Izuku seguía sin entender, pero la calidez en su tono hizo que el nudo en su estómago se aflojara un poco.
—¿Libre?
—Sí. —Asintió, moviendo los hombros como si se deshiciera de un peso invisible—. Todo este tiempo he estado atrapada con malos pensamientos, dejando que me afectaran... pero ahora estoy bien. Todo está bien. Y es todo gracias a ti, Izuku-kun.
Él se quedó en silencio por unos segundos. Las palabras lo golpearon con una mezcla de gratitud e incomodidad.
—No sé qué hice para ayudarte, pero... me alegra que estés mejor, Uraraka-san.
Ella soltó una pequeña risa, más suave esta vez, y su mirada se suavizó mientras lo observaba.
—No necesitas entenderlo, Izuku-kun. —Levantó una mano como para calmar cualquier intento de explicación de su parte—. Solo quería deshacerme de los malos pensamientos, y ahora lo he logrado. Estoy bien porque tú estás aquí.
Izuku sintió un leve calor en las mejillas.
Había algo en la forma en que lo decía, en cómo su voz parecía acariciar cada palabra, que lo hacía sentirse inquieto de una manera que no podía describir.
Antes de que pudiera decir algo más, Uraraka le dedicó otra sonrisa y juntó las manos, cambiando rápidamente de tema.
—Lo siento si te asusté. —Su tono era más ligero ahora, casi juguetón—. Vamos, Izuku-kun, tenemos una casa de misterios por explorar, ¿recuerdas? Es la última atracción del parque, y quiero disfrutarla al máximo contigo.
Izuku asintió, aún algo aturdido por el giro en la conversación.
Uraraka dio un par de pasos hacia adelante, su actitud radiante como siempre, pero ahora había un aire casi imperceptible de cercanía que antes no estaba ahí.
—¿Vienes o no, Izuku-kun? —preguntó ella, girándose para mirarlo por encima del hombro con una expresión que combinaba desafío y alegría.
—Sí, claro. —Él la siguió, sacudiendo la cabeza como para despejarse.
Mientras avanzaban, Izuku no pudo evitar pensar que, aunque Uraraka estaba actuando como siempre, algo era diferente.
Algo en su voz, en su sonrisa, en cómo decía su nombre... pero antes de poder profundizar en ello, Uraraka ya lo estaba llamando para mirar otra parte de la habitación.
El bullicio de la Clase A continuaba llenando el ambiente alrededor de las mesas, con bromas y risas flotando en el aire. Sin embargo, en el pasillo lateral de la casa de los misterios, un pequeño drama se desataba con intensidad creciente.
Mina estaba arrinconada contra la pared, sus ojos esquivando los de Jirou, quien tenía las manos en las caderas y parecía a punto de explotar.
—¡Eres una tramposa, Ashido! —gritó Jirou, sus ojos entrecerrados en un intento fallido de no perder la calma—. ¡Injusta, arrogante y... y... una tonta sin remedio!
—¡Vamos, Kyoka! —intervino Toru, poniéndose entre ambas con las manos levantadas como un árbitro improvisado—. ¡No es para tanto! Seguro Mina-chan solo...
—¿Solo qué, Toru? —Jirou giró rápidamente hacia ella, apuntando un dedo acusador en su dirección—. ¿Solo estaba jugando con los sentimientos de todos como si fueran un concurso de baile?
—¡Hey, si fuera un concurso de baile, ganaría de calle! —interrumpió Mina, alzando una mano con una sonrisa nerviosa, tratando de aligerar el ambiente.
Jirou frunció el ceño.
—¡No es un cumplido, Ashido! —exclamó, volviendo a encararla—. ¡Y deja de intentar ser graciosa!
—¿Entonces dejo de hablar también? Porque la opción existe. —Mina suspiró dramáticamente, llevándose una mano a la frente—. ¡Soy una mártir incomprendida!
—¡Eres una descarada es lo que eres! —espetó Jirou, dando un paso adelante y agarrando uno de los cuernos de Mina con fuerza.
—¡Ay, ay, ay! —Mina comenzó a forcejear, llevándose ambas manos a la cabeza—. ¡Son decorativos, no funcionales! ¿Qué quieres, que me quede calva de los cuernos?
Toru volvió a intentar separarlas, pero Jirou no aflojaba el agarre.
—¡Déjalos en paz, Jirou! —rogó Toru, empujándola ligeramente—. ¡No es necesario que la tortures físicamente!
—¡No me hables de tortura, Toru! —replicó Jirou sin soltar a Mina—. La tortura emocional es peor, ¿verdad, Ashido?
Mina dejó caer los brazos, resignada a su destino.
—Sí, claro, soy un monstruo. Soy horrible, despiadada, un villano de caricatura —Suspiró profundamente antes de añadir con un tono dramático—. Lo siento, ¿ok?
Jirou la soltó con un empujón leve, pero no retrocedió ni un centímetro.
—¿Lo sientes? —repitió, cruzándose de brazos mientras Mina se frotaba los cuernos.
—Sí, lo siento. —Mina levantó las manos en señal de rendición, pero su sonrisa burlona no ayudaba—. Lo siento por no haberlo hecho antes, ¿contenta?
Jirou se quedó inmóvil por un segundo, claramente procesando esas palabras.
Luego, con un rugido de frustración, volvió a avanzar hacia Mina, pero esta vez Toru se interpuso rápidamente.
—¡Jirou, no! —gritó Toru, abrazándola por la cintura para detenerla.
—¡Déjame, Toru! ¡Voy a arrancarle los cuernos y dárselos de trofeo a momo!
—¡Wow, wow, wow! ¿Eso no cuenta como vandalismo? —bromeó Mina, levantando un dedo como si estuviera en clase.
—¡Cállate, Ashido! —gruñó Jirou, forcejeando contra Toru.
Mina, aunque intentaba mantener la calma, no pudo evitar lanzar un comentario que sabía que solo avivaría el fuego.
—Digo, es lógico, ¿no? Midoriya e Uraraka siempre han estado juntos desde el principio. Es casi como si estuvieran destinados a ser—
—¿Y qué pasa con Momo, ah? —interrumpió Jirou de golpe, su voz más baja, pero cargada de intensidad.
Mina parpadeó, sorprendida por el cambio repentino.
—Momo... es mi amiga.
—¿Entonces por qué no pensaste en ella cuando hiciste tu jugada? —preguntó Jirou, señalando con la cabeza hacia una de las mesas, donde Momo estaba sentada, mirando al suelo con una expresión vacía.
Mina tragó saliva.
—Yo... no quería herirla.
Jirou se acercó más, hasta que sus rostros estuvieron casi al mismo nivel.
—Pues lo hiciste. Y no fue solo a ella. —La voz de Jirou era casi un susurro ahora, pero cortaba como una cuchilla—. No te culpo por querer que Midoriya termine con quien tú prefieras, pero manipular las cosas así... fue sucio.
El silencio que siguió fue pesado. Incluso Toru, quien normalmente intentaba aliviar tensiones con humor, se quedó callada, mirando a Mina con una mezcla de preocupación y decepción.
Mina, finalmente, dejó caer los hombros.
—Supongo que sí... —admitió en voz baja. Luego alzó la vista, con una pequeña sonrisa arrepentida—. Lo siento, de verdad.
Jirou la observó por un momento más antes de suspirar y retroceder.
—Más te vale. Porque si vuelves a hacer algo así, no seré tan amable la próxima vez.
—¿Amable? —Mina soltó una risa nerviosa—. ¿Esto es tu versión amable?
Jirou le lanzó una mirada fulminante, pero Toru no pudo evitar reírse suavemente.
—Bueno, sobreviviste, Mina. Creo que eso cuenta como un logro.
Mina se rió con ella, aunque todavía podía sentir el peso de las palabras de Jirou. Miró hacia la mesa donde estaba Momo, sintiendo una punzada de culpa.
Quizás había llevado las cosas demasiado lejos esta vez.
—Supongo que tendré que compensarlo, ¿no?
Jirou resopló y comenzó a alejarse.
—Buena suerte con eso, Ashido. La vas a necesitar.
El bullicio del parque continuaba llenando el aire, con luces brillantes y música vibrante resonando a su alrededor.
Momo estaba sentada en una mesa, mirando hacia las atracciones, pero su expresión perdida hacía evidente que no veía realmente lo que tenía frente a ella.
Un leve movimiento sobre la mesa llamó su atención, pero ella no reaccionó.
Un frappe apareció frente a ella, descendiendo suavemente como si hubiera caído del cielo. Sin embargo, Momo no lo notó.
De repente, dos manos aparecieron frente a su rostro, agitándose de manera burlona.
Momo giró la cabeza rápidamente, pero no había nadie.
Parpadeó, confundida, y luego su mirada se posó en el frappe. Frunció ligeramente el ceño mientras miraba a su alrededor, intentando encontrar al responsable.
Desde detrás de ella, unas manos invisibles se acercaron nuevamente, preparándose para otro susto, pero antes de que pudieran hacer algo, Momo habló con calma:
—Déjalo, Shimura-san.
Un sonido exagerado de derrota vino desde arriba, y Tenko descendió volando lentamente, con los brazos cruzados como si hubiera sido atrapado en mitad de una travesura.
—¡Aburridaaaaaaaa! —protestó, dejando que sus pies tocaran el suelo frente a la mesa.
Momo suspiró y tomó el frappe. Apenas lo miró antes de preguntar:
—¿Tiene...?
Pero antes de que pudiera terminar la frase, Tenko sonrió ampliamente y dijo:
—Doble shot de expreso, leche deslactosada, y sin crema batida. Justo como te gusta.
Momo levantó una ceja, claramente sorprendida.
—¿Cómo demonios puedes recordar eso, pero no los números de contacto de nuestros compañeros?
Tenko se encogió de hombros, como si fuera lo más obvio del mundo.
—Priorizar los gustos de la vicepresidenta de la clase es una directiva de mi corazón.
Momo dejó escapar un suspiro largo y pesado mientras daba un pequeño sorbo al frappe.
—No debería ser así. Yo tendría que hacer estas cosas por ti, el presidente de la clase.
Tenko sonrió aún más y se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa y descansando el mentón sobre sus manos.
—Entonces, vicepresidenta, dime algo.
—¿Qué cosa? —respondió Momo con voz distraída, mirando su frappe.
—¿Ya perdiste?
Momo lo miró, claramente confundida.
—¿Perdí qué?
—¿Te rendiste? —Tenko sonrió como si supiera exactamente hacia dónde se dirigía esta conversación.
—¿Rendirme en qué, Shimura-san? —preguntó Momo, alzando una ceja mientras llevaba el frappe a sus labios.
—¿Te rendiste en confesarle tus sentimientos a Izuku?
El mundo pareció detenerse por un instante. Momo apenas logró procesar lo que acababa de oír cuando el sorbo que estaba tomando del frappe salió disparado directamente hacia el rostro de Tenko.
Tenko no se movió, manteniéndose inmóvil con una expresión completamente seria, aunque el frappe goteaba lentamente por su cara.
—Bueno —dijo mientras se limpiaba con la manga de su uniforme—, eso responde la mitad de mi pregunta.
Momo estaba roja como un tomate, mirando a Tenko con una mezcla de furia y vergüenza.
—¡Shimura-san!
Tenko se encogió de hombros y sonrió ampliamente, totalmente despreocupado.
—¡Oye, alguien tenía que preguntarlo! Y, sinceramente, esa reacción fue oro puro.
Momo miró a Tenko con furia contenida mientras cruzaba los brazos, el frappé derramado aun goteando sobre la mesa.
—¡No es lo que parece! —exclamó, pero su voz se rompió un poco por la incomodidad.
No le gustaba sentirse desbordada de esa manera.
Tenko, con la leche aun goteando sobre su rostro, la interrumpió con una mano levantada, como si fuera una señal para que se detuviera.
—¡Basta de eso, Momo-chan! —dijo, agitando la mano con una sonrisa, y aunque su cara aún estaba cubierta de leche, no parecía molesto.
De hecho, parecía divertirse más que nunca.
Momo no podía dejar de sentir que había algo diferente en la manera en la que Tenko estaba actuando.
Por lo general, él era el idiota travieso que siempre estaba buscando atención, haciendo bromas y causando caos a su alrededor. Pero ahora... su mirada era seria, casi como si en algún lugar dentro de él hubiera dejado de ser el mismo chico al que ella estaba acostumbrada a ignorar.
Pero antes de que pudiera continuar pensando sobre eso, Tenko rompió el silencio de forma abrupta, con un tono exageradamente infantil.
—Oye, Momo-chan... ¿me prestas un trapo? —Dijo, haciendo un puchero, como un perro mojado pidiendo atención.
Sus ojos brillaban de forma exagerada, pero en su rostro había una mezcla de simpatía y descaro.
Momo, que ya se había resignado a la situación, suspiró pesadamente. Su mirada se suavizó ligeramente mientras levantaba la mano, creando un trapo de tela con su poder, y se lo tendía a Tenko.
—Toma, Shimura-San. —dijo con resignación—. No es que me guste tener que hacerte un favor después de lo que acabas de hacer, pero aquí tienes tu trapo.
Tenko tomó el trapo con una sonrisa deslumbrante y comenzó a frotarse la cara con él de forma exagerada, como si estuviera limpiándose de algo extremadamente asqueroso.
—¡Ay, Momo-chan! —bromeó, mientras hacía una mueca y frotaba su cara con exageración—. Quitarse las babas de Momo-Chan debería ser un delito internacional, ¿eh? ¡Deberían meterme en la cárcel por esto!
Momo, en un intento de recuperar el control de la conversación, frunció el ceño y apuntó con un dedo hacia él.
—Si sigues con tus tonterías, Shimura, te juro que te clavo una flecha en el pecho... —dijo con voz baja, pero con una seriedad que no había tenido antes.
Tenko la miró un momento en silencio, y, al final, la sonrisa volvió a su rostro, pero esta vez estaba menos juguetona y más desafiante.
—¡¿Qué?! —dijo, levantando las manos como si se estuviera defendiendo—. ¿Así que ya me quieres flechar, Momo-chan? ¡Eso fue rápido!
Se inclinó hacia ella, apuntando sus dedos índice como si fueran flechas, y mirándola con una expresión que solo él podía lograr, mezcla de burla y algo más.
—Ya lo has hecho, Baby —respondió, dejando que la palabra flotara en el aire.
Momo se quedó quieta por un instante, observando la postura de Tenko. A pesar de sus palabras bromistas, su tono había cambiado una vez más.
Era como si, en medio de las tonterías, hubiera algo que realmente quería decir. Pero no podía poner el dedo sobre qué era.
—¿Qué estás tratando de decirme? —preguntó Momo en voz baja, pero sin perder su tono desafiante.
Aunque no esperaba una respuesta seria de Tenko, había algo en él que la hacía pensar que, tal vez, esta vez, no solo estaba buscando atención.
Tenko dejó escapar una pequeña risa y se dejó caer hacia atrás en su silla.
—No sé, Momo-chan —dijo mientras se cruzaba de brazos—. Solo trato de que te relajes un poco. O ya, ¿cómo se dice? ¿Tomarte un descanso? No todo en la vida tiene que ser tan... serio.
Momo no estaba segura de cómo responder a eso. Sabía que Tenko podía ser impredecible, pero en su fondo, algo en sus palabras la había tocado más de lo que quería admitir.
Momo observaba su frappé, tomando pequeños sorbos mientras intentaba procesar lo que acababa de decirle Tenko.
Cada palabra parecía resonar en su mente, una y otra vez, pero no lograba encontrar la respuesta correcta.
La conversación había tomado un giro inesperado, uno en el que, por un momento, las bromas y los comentarios sarcásticos de Tenko parecían desaparecer. Y eso le molestaba un poco.
—"Tomarme un descanso"... —repitió, mientras sus ojos seguían el vaso con pereza, como si estuviera buscando algo en la decoración del vaso en lugar de mirar a Tenko. —Contigo, Shimura, nunca puedes descansar para nada. Siempre tienes alguna idea en mente, algún comentario, algo para hacerme perder la concentración.
Tenko, que en ese momento se encontraba limpiando su rostro con el trapo, no pudo evitar soltar una risa ligera.
Había algo en su actitud relajada que contrastaba completamente con la tensión que Momo sentía. Parecía que no se tomaba nada en serio, aunque ella sabía que no era tan simple.
—¡Eso es lo que me gusta de ti, Momo-chan! —dijo mientras dejaba el trapo en la mesa, sonriendo ampliamente. —Cuando eres tan sincera, tan directa. Es raro que veamos eso en otras personas, ya sabes.
Momo levantó una ceja al escuchar eso. ¿De verdad le gustaba eso de ella? ¿Tan rara era la sinceridad que, para Tenko, se convertía en una cualidad admirable? No podía evitar sentirse un poco incómoda al ser el centro de esa atención, aunque un pequeño rubor apareció en su rostro sin previo aviso.
Intentó ignorarlo, pero Tenko no dejó pasar la oportunidad.
—Ah, Momo-chan, ya te sonrojaste. —dijo con una sonrisa burlona, señalando su rostro con el dedo.
Momo intentó mantener su compostura, tomando otro sorbo de frappé, pero eso no impidió que el rubor en su rostro creciera.
No quería que Tenko viera ese lado de ella, pero ¿cómo podía evitarlo cuando él actuaba de esa forma tan... extraña? En lugar de seguir con la conversación, decidió no darle más importancia y simplemente suspiró.
—No te hagas el gracioso, Shimura-San —dijo en voz baja, sin mirarlo directamente.
Pero, como siempre, Tenko no dejó pasar la oportunidad.
En un segundo, había puesto unos lentes oscuros y girado la cabeza como si quisiera ocultar algo.
—Momo-chan, no te pongas así. —dijo con tono dramático, como si estuviera interpretando un papel. —No es en ese sentido, ¿sabes? Así que, tranquila.
Momo levantó una ceja, observándolo detenidamente mientras él ajustaba sus lentes de forma exagerada.
No podía evitar pensar en lo ridículo que se veía, pero al mismo tiempo, había algo en su actitud que la descolocaba.
Tenko siempre había sido un chico al que le gustaba llamar la atención, hacer bromas y jugar con los demás, pero hoy había algo distinto en él. Algo más serio, aunque lo disimulaba con esa broma.
—¿De dónde sacaste esos lentes? —preguntó Momo, sin poder evitar la curiosidad.
Tenko se inclinó hacia adelante y, sin perder su actitud confiada, le arrojó los lentes hacia ella con una sonrisa desafiante.
—De mi bolsillo secreto. —respondió, guiñándole un ojo con tono misterioso. —Pero, en serio, Momo-chan, si te atreves a hablar así, deberías hacerlo con Izuku. Es lo que realmente deberías hacer. Deja de preocuparte por todo lo que no está en tu control, y permite que tu corazón se abra. Es lo natural, ¿no?
Esas palabras lo golpearon con más fuerza de lo que esperaba.
Momo, que siempre había sido tan racional y analítica, se quedó en silencio por un momento.
Tenko no estaba hablando como el idiota bromista que solía ser. Había una seriedad en su tono, en su mirada. Y, por algún motivo, eso la hizo sentir más vulnerable. ¿Qué quería decir con "dejar que su corazón se abra"? ¿Y por qué sentía que tenía que escuchar lo que él decía, aunque no lograba entender del todo sus palabras?
—¿Debería hacerlo con Izuku...? —murmuró, más para sí misma que para él.
En su mente, las palabras de Tenko se mezclaban con pensamientos que ni siquiera había sido capaz de organizar.
No estaba segura de sí debiese hablar con Izuku sobre sus sentimientos o si, incluso, era demasiado tarde para eso. A veces, sentía que todo en su vida estaba fuera de su control, y que cualquier intento de cambiar las cosas solo la haría más vulnerable.
Tenko observó a Momo en silencio, su expresión cambiando ligeramente.
Podía ver la lucha interna que estaba pasando en la cabeza de Momo, pero no dijo nada al respecto. En lugar de eso, hizo una mueca y sonrió, como si de alguna manera quisiera hacer que Momo dejara de pensar tanto.
—Momo-chan, ¿por qué siempre eres tan complicada? —dijo con una mezcla de sarcasmo y ternura. —Mira, solo relájate. No todo tiene que ser tan difícil. A veces, las cosas simplemente suceden. Y no siempre debes tener el control de todo.
Momo suspiró, mirando hacia un lado, mientras sentía que sus pensamientos se volvían más nublados. Tenía razón, lo sabía. Pero por alguna razón, siempre tenía miedo de dejarse llevar por lo que sentía.
Entonces, sin querer, algo en su mirada cambió. Una leve incomodidad, una duda que ella misma no quería enfrentar. Bajó la vista hacia el frappé que aún tenía en las manos y se frotó la frente.
—No sé... —dijo, sin poder ocultar la frustración que sentía. —A veces siento que todo lo que hago está mal. Que si no estoy pensando en todo, todo se va a desmoronar.
Tenko, al ver su expresión, decidió cambiar el tono de la conversación, dándole un giro más ligero. Se acercó un poco más, su rostro mostrando una sonrisa confiada, casi burlona.
—Momo-chan, si sigues pensando así, vas a terminar envejeciendo como una abuelita. —dijo, tratando de hacerla reír, aunque su tono ya no era tan bromista.
Momo lo miró y, a pesar de la frustración que sentía, no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa. Tenko siempre sabía cómo sacar lo mejor de ella, incluso cuando no quería.
—Eres un tonto, Shimura-San —dijo, aunque su tono ya no era tan cortante―. Me irrita cuando actúas como una persona.
—Oye... soy un persona.
Dijo Tenko apuntándose él mismo con una mirada seria.
Momo dejó escapar un suspiro, con la mirada fija en el vaso vacío de su frappe, mientras jugaba con el borde del vaso con una mano.
No quería, pero sentía que las palabras tenían que salir, aunque no sabía muy bien qué quería decir ni cómo.
Sentía el peso de lo no dicho, de las dudas que siempre había guardado para sí misma.
—No sé exactamente lo que siento —dijo finalmente, sin mirarlo, como si al decirlo en voz alta pudiera encontrar alguna respuesta. Su tono era bajo, casi como si hablase consigo misma—. Quizás ni siquiera debería preocuparme por eso, ¿verdad? No es justo.
INTRODUCIR:LOOKING FOR THE LIGHT
La miró por un momento.
—¿No es justo para quién? —preguntó, ahora con un tono más suave, pero claramente curioso.
La observaba con una mezcla de diversión y preocupación, como si pudiera intuir que lo que ella estaba por decir no sería tan simple.
Momo se quedó pensativa, buscando las palabras, pero se sentía tan perdida como siempre en su propio corazón. Se mordió el labio inferior mientras pensaba, antes de soltar lo que había estado guardando.
—Para mí... o para Midoriya-San. No lo sé. —Su voz era un susurro, como si al decirlo en voz baja fuera más fácil enfrentar la verdad que se escondía detrás de sus propios pensamientos.
Un silencio se instaló entre ellos, denso y cargado de dudas. Tenko, sin embargo, no la presionó.
Sabía que Momo no solía hablar de sus sentimientos con facilidad. Cuando lo hacía, era como si cada palabra fuera un esfuerzo, y lo último que quería era hacerla sentir aún más incómoda.
Finalmente, Momo comenzó a hablar, y Tenko se acomodó en su silla para escucharla mejor, sin interrumpirla.
—La primera vez que escuché hablar de Midoriya-San fue en la secundaria —dijo, su voz ahora más firme, aunque aún se sentía la inseguridad en sus palabras—. Lo que decían de él en los pasillos era... extraño. Todos hablaban de "Laughing Boy",
Tenko no dijo nada, solo la miraba atentamente. Ella siguió, sin darse cuenta de que, a medida que hablaba, se estaba abriendo más de lo que pensaba.
—Pero algo en mí, no sé qué fue, comenzó a interesarme. Quería saber más sobre él, quería entender por qué todo el mundo lo veía como un bicho raro. Cuando lo conocí... no fue lo que esperaba. Era solo un chico normal, con mucha energía, pero nada del otro mundo, la verdad. No me parecía nada especial en ese momento.
Tenko sonrió levemente, recordando a aquel Izuku que había visto en la escuela, con su aire de ingenuidad y perseverancia. Pero no dijo nada, dejó que Momo siguiera.
—Pero después, cuando vi la pelea con Bakugou-Kun, algo cambió. Ahí empecé a ver a Midoriya-San de otra manera. No era solo un chico cualquiera, había algo más en él. Algo que no había notado antes, algo genuino —dijo, como si esa revelación hubiese sido una de las piezas que comenzaron a encajar en el rompecabezas que llevaba tanto tiempo ignorando.
Tenko levantó una ceja, curioso, pero no dijo nada. Momo estaba llegando al punto crucial, y él lo sabía.
—Y luego, en el USJ... —su voz se quebró un poco, como si al recordar ese día aún sintiera la presión de lo que había sucedido. —Cuando lo vi lanzándose contra ese Nomu, sin pensar en nada más que en proteger a los demás, algo cambió dentro de mí. Todo lo que había escuchado de él antes se desmoronó en ese momento. El chico que todos veían como un monstruo, el chico que había sido el blanco de tantas burlas, era mucho más que eso. Todo lo que había escuchado sobre "Laughing Boy" se contradecía con lo que veía en ese momento.
Momo apretó las manos, entrelazándolas como si eso la ayudara a mantener el control de sus pensamientos.
—Fue como un montón de arena. Un grano tras otro se fue acumulando en mi corazón, y no sé qué es lo que construyó, solo sé que en ese montón de arena está él. —dijo, sus ojos vacilantes al mirar a Tenko. —No entiendo por qué, pero sé que es él.
La expresión de Tenko se suavizó, y por un momento, Momo pensó que había perdido su atención, pero cuando continuó hablando, pudo ver que él la estaba escuchando con más cuidado que nunca.
—Sé lo duro que ha sido su vida. No sé si realmente puedo decir que lo entiendo completamente, porque no lo hago. Pero trato de hacerlo, trato de entender por qué es como es. Y siento que yo no encajo en su vida, no encajo en lo que fue, ni en lo que es, ni en lo que será. —Momo hizo una pausa, casi como si fuera un suspiro contenido. —Mis sentimientos no están en el lugar correcto. Me siento como si me estuviera dejando llevar por algo que no tiene nada que ver conmigo. Algo que no puedo controlar, y no sé si debería seguir así.
Tenko la observó en silencio, luego, con su rostro completamente serio, la miró fijamente.
—¿Y qué quieres, Momo? —preguntó, con una sinceridad que hizo que Momo levantara la vista hacia él. Su tono era suave, pero la pregunta era directa, sin rodeos. —¿Lo que sientes ahora es algo genuino?
Momo se quedó callada, sintiendo el peso de la pregunta. La verdad era que no lo sabía. No sabía si lo que sentía por Izuku era genuino, si lo que estaba pasando dentro de ella tenía un propósito real o si solo era un caos emocional.
Finalmente, suspiró, dejando que sus pensamientos se asentaran antes de hablar.
—No lo sé. No sé si lo que siento es genuino, o si solo estoy confundida por todo lo que ha pasado. Tal vez... tal vez solo necesito un tiempo para entenderlo. —respondió, con una mezcla de duda y sinceridad.
—De verdad... el corazón de las chicas es complicado —murmuró Tenko, dejándose caer contra el respaldo de la silla con un suspiro que parecía salir de lo más profundo de su alma.
Momo alzó la ceja, su ceño fruncido demostraba que no estaba de humor para sus comentarios.
—¿Qué estás diciendo ahora? —replicó, apoyando un codo en la mesa y mirándolo con desconfianza.
—Lo que oíste —respondió él, señalándola con un dedo acusador, aunque su tono carecía de cualquier seriedad—. Pensé que mi hermana era complicada, pero tú... tú me superas. ¡Punto para las chicas misteriosas!
Momo bufó, rodando los ojos.
—No soy misteriosa. Solo soy... yo. —Se cruzó de brazos, intentando que su tono sonara firme, aunque no podía evitar sentir que se defendía de algo absurdo.
—¡Ajá! Justo ahí está el problema. —Tenko se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y observándola con fingido interés—. ¿Qué significa "solo soy yo"? ¿Es un código secreto? ¿Un mensaje cifrado? ¿Un acertijo? ¿Me estás dando pistas para resolver un misterio más grande?
—¿Siempre hablas así de las personas? —Momo lo miró con incredulidad—. Porque, si es así, no me sorprende que te ignoren la mitad del tiempo.
—Ay, Momo-chan, no me ignores tú también, por favor. —Se llevó una mano al pecho, fingiendo dolor—. No podría soportarlo.
Ella suspiró, exasperada, y miró a un lado, tratando de evitarlo.
—Estás siendo irritante.
—Bueno, esa es mi especialidad. Pero hablando en serio... —Se enderezó, tomando aire como si estuviera a punto de decir algo importante—. ¿Sabes lo que quería hacer hoy? Quería impresionarte. Sí, a ti.
Momo lo miró de reojo, su expresión entre desconcertada y cansada.
—¿A mí? ¿Por qué?
—¡Exacto! ¿Por qué? —exclamó él, levantando un dedo como si acabara de descubrir un gran misterio—. Esa es la pregunta. ¿Por qué haría eso? Quería ser el chico sabio, el que siempre tiene la respuesta adecuada, ya sabes, como esos personajes misteriosos en las películas.
—¿Personaje misterioso? —repitió Momo, incrédula.
—Ajá. El tipo que parece un tonto pero, en el fondo, es un genio. ¿Lo visualizas?
—No, no lo visualizo. —Ella negó con la cabeza, apoyando una mano en su frente—. No sé qué pasa por tu cabeza la mitad del tiempo, y honestamente no creo que quiera saberlo.
—Pero aquí está el problema. No soy ese tipo. Lo intenté, lo juro, pero fallé. —Se dejó caer sobre la mesa, cubriendo su rostro con los brazos como si estuviera derrotado—. Soy un desastre.
—Eso ya lo sabía —murmuró Momo, pero no con el usual filo en su tono, sino más bien con un deje de cansancio.
—Lo que no quiero es verte así —dijo de repente, levantando la cabeza y mirándola directamente. Había algo distinto en su voz, algo más genuino—. No puedo simplemente dejarte así, ¿entiendes?
Ella lo miró en silencio por un momento, sin saber qué responder. Su mente seguía siendo un caos, pero había algo en su tono, en su mirada, que la hizo sentir un poco menos sola en su confusión.
—No tienes que resolver mis problemas, Tenko —dijo finalmente, con un tono más suave.
—No, claro que no. Pero puedo escucharte. —Sonrió, esta vez sin burlas ni sarcasmo—. Soy bueno escuchando. Bueno, a veces. Bueno, casi nunca, pero puedo intentarlo.
—¿Por qué haces esto? —preguntó Momo. Su voz sonó más seria de lo que esperaba, y eso hizo que Tenko la mirara con algo de curiosidad—. ¿Por qué te interesas tanto? ¿Por qué me apoyas a mí, específicamente?
Tenko no respondió de inmediato, y Momo decidió continuar mientras lo miraba fijamente.
—Uraraka es más cercana a ti... es prácticamente tu amiga inseparable. Y tu hermana es, bueno, tu hermana. Si tuvieras que apoyar a alguien, deberían ser ellas. ¿Por qué yo?
Por un segundo, Tenko pareció considerar la pregunta con más peso del que Momo esperaba. Luego, simplemente alzó los hombros y respondió con un tono ligero:
—Bueno, mi hermana puede ganar la guerra del amor por sí sola. Tiene ese "instinto asesino" que no falla. Y Chako-chan... ella ya tiene ventaja con Izuku, ¿no?
Momo entrecerró los ojos, su ceño fruncido mostrando una clara señal de desaprobación.
—¿Así que soy el descarte? —preguntó con dureza.
—Básicamente, sí —respondió Tenko con una sonrisa inocente y despreocupada.
El golpe no tardó en llegar. Sin previo aviso, Momo alzó lo que quedaba de su frappé, lista para arrojárselo a la cara otra vez.
—¡Espera, espera, espera! —exclamó Tenko, levantando las manos en señal de rendición—. ¡No es lo que crees! Bueno, sí es lo que crees, pero no de esa manera.
—¿Y qué se supone que significa eso? —gruñó Momo, deteniendo el movimiento pero sin bajar el vaso.
—Significa que... —Tenko se rascó la cabeza, claramente buscando la manera de explicarse mejor—. Eres alguien que necesita apoyo, y... bueno, no puedo evitar ver un poco de mí en ti.
Momo parpadeó, confundida. Su expresión cambió a incredulidad mientras procesaba lo que acababa de escuchar.
—¿Qué? —preguntó, más sorprendida que molesta.
Tenko se congeló al darse cuenta de lo que acababa de decir, y rápidamente agitó las manos, tratando de aclarar.
—¡No, no me refiero a eso! No estoy diciendo que esté enamorado de Izuku ni nada por el estilo. Aunque, claro, él es un gran tipo, y tiene esos músculos últimamente... pero eso no viene al caso.
—¡¿Qué estás diciendo?! —exclamó Momo, sintiéndose más confundida que nunca.
—¡Nada, nada! —respondió Tenko rápidamente, riendo nervioso—. Solo quiero decir que entiendo cómo te sientes, más o menos.
—¿Y cómo se supone que sabes cómo me siento? —replicó Momo, aun sosteniendo el frappé como una amenaza.
—Porque he estado allí. Tal vez no exactamente en tu situación, pero sé lo que es sentirse... fuera de lugar. Como si tus sentimientos fueran demasiado grandes para caber en una sola persona, como si estuvieran a punto de desbordarse. Y sé que duele, ¿vale?
El tono de Tenko había cambiado, volviéndose más serio. Por primera vez, Momo bajó el vaso y lo miró con atención, tratando de leer la sinceridad en sus palabras.
—Cerrar tu corazón por tus dudas no es justo para tu alma —continuó Tenko, con una mirada más intensa de lo habitual—. Y tampoco es justo para la persona que está intentando entrar en él.
Momo parpadeó varias veces, sintiendo cómo esas palabras la golpeaban más fuerte de lo que esperaba. No estaba segura de qué responder, así que solo optó por mirar hacia otro lado.
—No sé si puedo... —murmuró, más para sí misma que para él.
—Claro que puedes —respondió Tenko inmediatamente, con una sonrisa cálida—. No estoy diciendo que sea fácil, pero al menos intenta ser honesta contigo misma, Momo-chan. Si no puedes abrir tu corazón del todo, al menos abre una rendija. Déjalo entrar poco a poco. ¿Qué tienes que perder?
—Mi dignidad, para empezar —respondió Momo, rodando los ojos.
Tenko rio suavemente.
—Créeme, la dignidad es sobrevalorada. Mira a Bakugou, y aun así todos lo quieren.
Momo no pudo evitar soltar una risa breve, aunque rápidamente trató de disimularlo.
—Eres un idiota, Shimura-san.
—Y tú eres una perfeccionista que necesita relajarse más. Mira, vamos a hacer un trato. Si te animas a dar un paso, solo uno pequeño, hacia Izuku, yo... hmm... ¿qué puedo hacer?
—Dejar de molestarme sería un buen comienzo —respondió Momo sin dudar.
—Eso no va a pasar, pero buen intento.
Los dos se miraron por un momento, y luego, por primera vez en lo que parecía mucho tiempo, Momo se sintió un poco más ligera.
—Quizás soy un tonto empedernido —comenzó Tenko con una sonrisa que contrastaba con la profundidad de sus palabras—, pero realmente entiendo el corazón de las personas.
Momo levantó la mirada hacia él, notando que su tono había cambiado, alejándose de su típico aire despreocupado.
—Yo... —continuó, jugando con el borde de la mesa con los dedos—. Hice lo mismo que tú estás haciendo ahora, ¿sabes? Huir. Huir de las cosas que me dolían, de las expectativas que los demás tenían sobre mí. Pensaba que dejar de intentarlo sería justo, que me haría sentir menos vulnerable. Pero ¿sabes qué?
Hizo una pausa, llevándose una mano al pecho como si pudiera sentir físicamente el peso de sus palabras.
—Lo único que se derrumbaba no era mi corazón. Eran los trozos de mi alma.
Momo parpadeó, sorprendida por la honestidad con la que hablaba. Antes de que pudiera responder, Tenko activó su quirk y comenzó a flotar ligeramente sobre el suelo, causando que las sillas cercanas se tambalearan.
—¡Pero! —alzó la voz, interrumpiendo cualquier pensamiento de ella—. Fue cuando dejé atrás mis dudas, cuando decidí lanzarme al fuego de mis propios miedos y probar mi voluntad, que entendí quién quería ser. ¡Y déjame decirte algo!
Extendió los brazos hacia los lados, flotando un poco más alto mientras una sonrisa traviesa volvía a aparecer en su rostro.
—Quizás suene arrogante, Momo-chan, pero si pude ayudar a Izuku cuando lo necesitó, ¿por qué no iba a ayudarte a ti? Eres mi amiga. ¡Eres mi vicepresidenta! Y, déjame agregar algo más: eres una gran chica. Si te das la oportunidad, Izuku tendría suerte de estar contigo.
Hubo un silencio entre ambos, roto solo por el sonido del viento moviendo las hojas de los árboles cercanos.
Tenko flotaba frente a Momo, su postura ridículamente relajada mientras daba pequeños giros en el aire. Ella, sin embargo, no pudo evitar sonreír, aunque fuera un poco.
—No entiendo cómo alguien como tú puede soltar esas palabras tan profundas y al mismo tiempo ser tan... tú. —Su tono era una mezcla de incredulidad y diversión.
Tenko dejó de girar y la miró con fingida ofensa.
—Te lo dije, Momo-chan. Soy el chico tonto de las novelas que siempre tiene un lado sabio oculto. Es un arquetipo muy subestimado, ¿sabes?
—Claro... —respondió Momo, rodando los ojos aunque la sonrisa seguía en su rostro.
Pero Tenko no había terminado. Señaló su pecho con el pulgar, su expresión llenándose de una pasión inesperada.
—Además... —hizo una pausa dramática, inclinando un poco la cabeza como si estuviera a punto de soltar una gran revelación—. Mi corazón es demasiado grande como para ignorar a las personas que sufren.
Momo se cruzó de brazos, levantando una ceja, pero no lo interrumpió. Sabía que lo mejor era dejar que terminara.
—Por eso decidí convertirme en héroe —continuó, inflando el pecho como si estuviera posando para una foto—. ¡Porque un héroe no solo salva vidas, también salva corazones! ¡Ese soy yo, Shimura Tenko...! ¡SUPER HÉROOOOOO!
Con un movimiento exagerado, Tenko apuntó al cielo, y como si el universo hubiera estado esperando ese momento, una serie de fuegos artificiales comenzaron a estallar en el cielo nocturno.
Los colores iluminaban el lugar, reflejándose en los ojos de Momo, quien no pudo evitar reírse a carcajadas ante la absurda teatralidad de su amigo.
—¿Cómo... cómo es que hasta los fuegos artificiales están de tu lado? —preguntó entre risas, llevándose una mano a la frente mientras trataba de recuperar el aliento.
—¡Es el destino! —gritó Tenko, todavía flotando y con los brazos extendidos como si estuviera recibiendo una ovación invisible—. ¡El universo sabe que este es mi momento!
Momo negó con la cabeza, pero su corazón se sentía más ligero. Las palabras de Tenko, por ridículas que fueran a veces, habían encontrado su camino hasta ella.
—Gracias, Shimura.... Gracias Tenko-San —dijo después de un momento, su voz más suave.
Él dejó de flotar y aterrizó frente a ella con una sonrisa genuina.
—¿Por qué me agradeces? Soy un superhéroe, salvar corazones es parte del trabajo. Además, ¿qué clase de amigo sería si no hiciera todo esto por ti?
—Uno normal, probablemente. —Momo rodó los ojos de nuevo, pero esta vez con cariño.
—Bueno, no soy normal. ¡Y ese es mi encanto! —exclamó, dándole un golpecito en la frente con el dedo índice antes de volver a su silla.
Momo dejó escapar una pequeña risa, sin darse cuenta de cuánto necesitaba ese momento.
Por primera vez en mucho tiempo, se permitió bajar la guardia. Tal vez, solo tal vez, podría empezar a creer en las palabras de Tenko.
Quizás ella debería...
Intentarlo.
[...]
El cuarto de espejos seguía extendiéndose en todas direcciones, como si el mundo se hubiera fragmentado en infinitas versiones de sí mismo.
Izuku caminaba despacio, sintiendo el suelo frío bajo sus pies mientras cada reflejo parecía mostrar algo diferente: un niño asustado, un joven cansado, un héroe que aún no sabía si realmente merecía ese título.
Uraraka, un poco más adelante, reía frente a un espejo que la hacía parecer tan pequeña como un muñeco. Él sonrió apenas, pero algo en su pecho seguía pesando.
[Himiko...]
El nombre era como un eco que nunca desaparecía, como un murmullo en la parte más profunda de su mente. Desde ayer, cuando Uraraka había mencionado casualmente haber conocido a "una Himiko", algo dentro de él se había torcido.
[¿Por qué todavía duele tanto? ¿Por qué no puedo dejarlo atrás? Fue hace tanto tiempo... pero, aun así, sigue ahí. Esa noche... esa tormenta... ese mar. La elección que hice, lo que le hice... ¿Cómo se supone que puedo vivir con eso?]
Se detuvo frente a un espejo que lo hacía lucir más alto, más fuerte, pero sus ojos en el reflejo estaban vacíos. Sus puños se apretaron a los costados mientras trataba de apartar las imágenes de su mente, pero fue inútil.
[Ella confiaba en mí, me miraba como si yo fuera lo único que tenía... Y yo la dejé. La traicioné. Y ahora, después de todo este tiempo, ese nombre regresa. ¿Es el destino? ¿Es una broma cruel? ¿O es solo mi mente torturándome como siempre?]
Izuku siguió caminando, los espejos reflejando su figura desde todos los ángulos, deformándola y multiplicándola. Vio un reflejo donde parecía estar sonriendo, pero lo único que podía sentir era el peso de esa culpa.
[¿Qué habría pasado si me hubiera quedado? Si no hubiera corrido como un cobarde. Quizás ella no habría... no habría desaparecido. Tal vez todavía estaría aquí, conmigo. ¿Era tan egoísta en ese momento que no podía ver cuánto me necesitaba? ¿O era demasiado débil para ser lo que ella esperaba?]
Pasó frente a otro espejo, pero esta vez evitó mirarlo directamente. Sabía lo que vería: una versión de sí mismo con los ojos llenos de lágrimas, con un rostro que mostraba todo lo que trataba de esconder.
[Y ahora Uraraka menciona su nombre, como si fuera algo casual, como si no supiera lo que significa para mí. Himiko... ella era más que un recuerdo. Era... era una parte de mí. Una parte que no he podido recuperar desde aquella noche. ¿Cómo se supone que puedo seguir adelante si cada paso que doy me recuerda lo que hice?]
Uraraka lo llamó desde adelante, pero su voz apenas llegó a sus oídos.
Él levantó la vista y la vio sonriendo, señalándole un espejo que parecía dividirse en colores vivos como un arco iris. Ella se veía feliz, relajada, completamente ajena al caos que lo consumía.
[Tengo que resolver esto. Tengo que hacerlo. No puedo seguir viviendo con esta culpa, con este peso. Pero... ¿cómo? ¿Cómo enfrento algo que ni siquiera puedo entender del todo? No sé qué esperaba de mí, Himiko. No sé si habría podido salvarla. Pero sé que fallé. Y ese fallo... ese fallo me persigue cada día.]
Se detuvo por un momento y cerró los ojos, intentando respirar profundamente, intentando despejar su mente. Pero las imágenes seguían ahí: el mar enfurecido, las lágrimas en su rostro, la figura de Himiko desapareciendo entre las olas.
[¿Por qué ahora? ¿Por qué justo cuando pensé que podía seguir adelante, aparece esto otra vez? Es como si el universo no quisiera dejarme en paz. Como si nunca pudiera escapar de lo que soy, de lo que hice.]
Izuku volvió a abrir los ojos y miró su reflejo. Esta vez, lo que vio fue más cercano a la realidad: un joven con el ceño fruncido, cansado, pero decidido.
[No puedo resolverlo todo ahora. No aquí, no hoy. Pero no puedo seguir ignorándolo. Cuando volvamos a Musutafu, encontraré una forma de enfrentar esto. Hablaré con Uraraka, le preguntaré más sobre esa Himiko. Tal vez... tal vez sea una oportunidad para redimirme. Tal vez sea mi castigo.]
Siguió caminando, forzándose a mirar hacia adelante, a ignorar los reflejos que lo rodeaban. Por ahora, al menos, intentaría disfrutar del momento. Pero sabía que el peso de ese nombre, de ese recuerdo, nunca lo dejaría del todo.
[Uraraka... todo tiene que aclararse. No puedo cargar esto para siempre. Pero no ahora. Ahora no. Hoy es mi cumpleaños, y aquí en Hokkaido, no quiero pensar en todo eso. Quiero disfrutar, al menos por un momento. Apreciar el esfuerzo de todos por mí.]
El camino de los reflejos habia sido resuelto. Un sonido de engranajes resulto ser lo suficientemente ruidoso para que Izuku escuchara como una compuerta se abría. Giro hacia atrás y observo algo.
[Quizás debería...]
Uraraka haba cruzado el umbral. Izuku enseguida corrió hacia ella por un largo camino de sus propios reflejos hasta que finalmente entro en aquella habitación.
La transición a la habitación oscura fue tan abrupta que Izuku apenas tuvo tiempo de procesarlo.
—¡Uraraka-San! —llamó Izuku, dando un paso adelante.
Sus ojos intentaron adaptarse a la oscuridad, pero no lograban distinguir más allá de sombras confusas y vagas. Fue entonces cuando la vio, apenas una silueta frente a él, inmóvil.
—¿Uraraka-San? —repitió, su voz teñida de preocupación.
Dio otro paso, pero antes de que pudiera acercarse, la figura comenzó a desvanecerse, como si estuviera siendo absorbida por la misma negrura que los rodeaba.
—¡No, espera! —Izuku extendió una mano hacia ella, su corazón latiendo con fuerza.
Sus dedos se cerraron en el vacío, sin encontrar nada. Solo silencio.
Bajó la mano lentamente, su pecho pesando con una mezcla de frustración y temor.
La oscuridad lo rodeaba por completo ahora, fría y pesada, como un manto que intentaba sofocarlo.
—Uraraka-San... —murmuró. Tragó saliva y dio un paso más. Luego otro. El eco de sus pasos resonaba en la vastedad de la habitación.
[No puede estar lejos. No es posible...]
Siguió caminando, su voz rompiendo el silencio con cada llamado:
—¡Uraraka-San! ¿Dónde estás? ¡Responde, por favor!
No hubo respuesta.
Solo el eco de su propia voz devolviéndole su preocupación, como si la habitación misma estuviera burlándose de él. La opresión de la oscuridad comenzaba a sentirse insoportable.
[¿Por qué no responde? ¿Qué está pasando aquí? Esto es diferente... No es solo un truco más de la casa, ¿verdad?]
Izuku detuvo su paso un momento, respirando hondo para calmarse.
Sabía que perder la cabeza no le ayudaría, pero la sensación de estar completamente solo en ese espacio desconocido empezaba a calar en su ánimo.
Justo cuando estaba por alzar la voz de nuevo, un destello apareció en el centro de la habitación, iluminando un pequeño círculo de luz tenue. Izuku entrecerró los ojos, intentando distinguir qué había allí.
Entonces la vio.
Uraraka estaba de pie bajo la luz, mirando hacia el suelo. Sus manos estaban detrás de su cintura, y su rostro, apenas visible bajo la luz, mostraba una mezcla de timidez y... ¿vergüenza?
Izuku parpadeó, su corazón volviendo a latir con fuerza, pero por una razón completamente distinta esta vez.
Se apresuró hacia ella, las palabras atascadas en su garganta mientras trataban de encontrar algo que decir.
Llegó hasta donde estaba, deteniéndose justo frente a ella, aún sin palabras.
Había algo en su expresión, algo que no había visto antes, algo que lo desconcertaba y lo hacía sentir vulnerable al mismo tiempo.
—Quiero tener una última charla contigo, Izuku-kun. —La voz de Uraraka era baja, pero resonó con fuerza en el silencio que los envolvía.
Izuku parpadeó, confundido por el repentino cambio de tono. Dio un paso hacia ella, inclinándose levemente para mirarla mejor.
—¿Uraraka-san? ¿Estás bien?
Ella asintió lentamente, pero la sonrisa en sus labios era tenue, frágil. Sus manos permanecían ocultas detrás de su cintura mientras desviaba la mirada hacia el suelo.
—Hoy... me he divertido más de lo que lo he hecho en años. —Su voz se quebró un poco, pero siguió adelante—. Todo esto se siente... como un sueño.
Izuku ladeó la cabeza, sintiendo un nudo formarse en su pecho. Algo en la forma en que hablaba, en cómo mantenía su postura tensa, lo llenaba de una inquietud que no podía ignorar.
—¿Un sueño?
Uraraka asintió, su cabello cayendo sobre su rostro mientras susurraba:
—Un sueño que no quiero que termine.
La habitación oscura parecía contener el aliento, como si cada palabra que saliera de ella estuviera cargada de una importancia que Izuku aún no comprendía.
—Pero... los sueños siempre terminan, ¿verdad? —Uraraka levantó la mirada, y esta vez sus ojos se encontraron con los de él. Había algo tan vulnerable, tan honesto en su mirada que Izuku sintió como si el mundo se detuviera por un instante.
—Uraraka-san... —intentó decir, pero las palabras murieron en su garganta.
Ella dio un paso hacia él, cerrando la distancia entre ambos hasta que Izuku pudo sentir el calor que emanaba de su cuerpo.
Sus ojos brillaban con una intensidad que lo dejó sin aliento.
—Al menos... quiero intentar que este sueño perdure un poco más. Lo suficiente para aceptar mi triste realidad.
Izuku sintió su corazón acelerarse cuando la mano de Uraraka se alzó lentamente hacia su rostro.
Sus dedos rozaron su mejilla con una suavidad que lo hizo estremecerse.
—Uraraka-san... —susurró, sin saber qué más decir.
—¿Sabes? Me gusta cuando eres tan cuidadoso. —Su voz era un murmullo, pero cada palabra parecía envolverlo completamente—. Siempre estás alerta, siempre pendiente. Esa es una cualidad que los hombres deberían tener al estar junto a sus parejas.
Izuku apartó un poco la mirada, sintiendo cómo sus mejillas se calentaban.
—¿Parejas...?
Uraraka dejó escapar una risa suave, pero había una melancolía detrás de ella.
—Sí, Izuku-kun. Te admiro por eso, pero... —Su voz se quebró ligeramente, y sus ojos se suavizaron, llenos de una emoción que Izuku no pudo identificar al principio—. Odio cuando no me miras solo a mí.
El corazón de Izuku dio un vuelco. Su mente intentó procesar sus palabras, pero algo en su tono lo detuvo.
—¿No mirarte solo a ti...?
—Sé que suena egoísta —admitió Uraraka, desviando la mirada por un momento—, pero si alguien puede entender este sentimiento... estoy segura de que eres tú, Izuku-kun.
Izuku abrió la boca para responder, pero las palabras no llegaron.
Su mente estaba inundada por pensamientos, por dudas. Antes de que pudiera encontrar algo que decir, Uraraka se inclinó un poco más hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y tristeza.
—Es por eso que estoy aquí. Es por eso que he llegado tan lejos. Todo lo que he hecho, todo lo que soy ahora, ha sido para alcanzarte, admirarte, comprenderte.
Izuku tragó saliva, sintiendo cómo el peso de sus palabras caía sobre él.
—Uraraka-san...
—Lo único que quiero ahora... —Uraraka se sonrojó profundamente, pero no desvió la mirada de él. Sus dedos todavía acariciaban suavemente su mejilla, y su proximidad lo hacía imposible de ignorar—. Lo único que deseo es que puedas comprenderme a mí.
Izuku intentó hablar, intentó moverse, pero se sintió atrapado en sus palabras, en la intensidad de su mirada. Finalmente, logró susurrar:
—Uraraka-san... ¿estás bien? No entiendo... no entiendo por qué estás actuando de esta manera.
Sin darse cuenta, las palabras escaparon de sus labios antes de que pudiera detenerse:
—Esto... esto no es como tú.
El aire entre ellos pareció congelarse. Los dedos de Uraraka se detuvieron, y su expresión cambió. La fragilidad que había en sus ojos se transformó en algo más: frustración.
—¿No es así como soy? —repitió ella, con una sonrisa que no llegó a sus ojos.
Izuku intentó disculparse, pero Uraraka levantó una mano, deteniéndolo.
—No, tienes razón. Siempre tienes razón, Izuku-kun. Tú entiendes, tú aprendes... tú siempre sabes más de lo que deberías.
Izuku frunció el ceño, sintiéndose cada vez más desconcertado.
—Uraraka-san, yo...
—Es justo como eres tú. —Uraraka lo interrumpió suavemente, pero su tono era firme—. El tipo de persona que sabe apreciar lo que tiene. Alguien que siempre valorará más las vidas de los demás que la suya propia.
Izuku sintió que las palabras lo golpeaban con fuerza. Quiso responder, quiso decir algo para aliviar la tensión que crecía entre ambos, pero Uraraka solo lo miraba, sus ojos llenos de una intensidad que lo hacía sentir pequeño.
—Por eso te admiro, Izuku-kun. —Uraraka dio un paso atrás, alejando su mano de su rostro, pero su mirada nunca dejó la de él—. Pero también por eso...
Se detuvo, como si estuviera debatiendo consigo misma. Finalmente, dejó escapar un suspiro y bajó la mirada, murmurando:
―También por eso... es tan difícil estar cerca de ti... Pero, aunque sea difícil, Izuku-kun... estará bien. —Uraraka habló con una calma que no se reflejaba en su rostro; sus ojos brillaban como si intentara contener una tormenta detrás de ellos—. Si me aceptas, si puedes verme como soy ahora... entonces todo estará bien.
Izuku sintió que las palabras pesaban en el aire, como si cada una tuviera un significado más profundo del que era capaz de comprender en ese momento.
—¿Aceptarte? —preguntó con voz baja, sin apartar la mirada de ella.
Uraraka asintió lentamente, sus manos bajando a su costado antes de cerrarse en pequeños puños, como si estuviera buscando fuerza para seguir.
—Si me aceptas... entonces yo también podré aceptarme.
Izuku frunció el ceño, intentando procesar lo que escuchaba, pero antes de que pudiera hablar, Uraraka dio un paso hacia él, su voz ganando una intensidad que lo dejó inmóvil.
—Dejaré atrás mi pasado, Izuku-kun. Si me aceptas, borraré lo que fui, olvidaré aquello que he cargado por tanto tiempo y me convertiré... en alguien diferente.
—¿Qué estás diciendo, Uraraka-san? —preguntó Izuku, con un nerviosismo creciente que no pudo ocultar.
Ella lo miró directamente, su expresión llena de una mezcla de determinación y vulnerabilidad.
—Estoy diciendo que, por ti, podría ser otra persona. —Su voz temblaba, pero no se detuvo—. Podría abandonar todo lo que fui, todo lo que he sido hasta ahora, si eso significa que podré estar a tu lado.
—Pero... —Izuku retrocedió un poco, sintiendo que el peso de sus palabras lo aplastaba—. Eso no está bien. No deberías tener que cambiar quién eres...
Uraraka negó rápidamente, interrumpiéndolo antes de que pudiera terminar.
—No importa. ¿Sabes por qué? Porque ya no importa quién era antes. —Se llevó una mano al pecho, como si intentara contener algo que estaba a punto de estallar—. Todo lo que importa ahora es quién soy frente a ti.
Izuku abrió la boca para responder, pero ella continuó, sus palabras saliendo como un torrente imposible de detener.
—¿Alguna vez has sentido que tu corazón late tan fuerte que duele? Que cada vez que piensas en alguien, te preguntas si podrías ser suficiente para ellos, si podrías ser lo que necesitan...
—Uraraka-san...
—Así me siento contigo, Izuku-kun. —Su voz era un susurro al principio, pero luego creció con una intensidad que parecía llenar toda la habitación—. Tú eres como un faro en una noche oscura. Cada vez que pienso en ti, me siento más cerca de la luz, más cerca de algo que me da esperanza.
Izuku sintió que su garganta se cerraba. Las palabras de Uraraka eran demasiado, demasiado sinceras, demasiado crudas.
—Yo no... no sé si...
—No tienes que decir nada. —Uraraka sonrió, pero había lágrimas acumulándose en sus ojos—. Porque he tomado una decisión. Si tú puedes aceptarme, entonces yo puedo empezar de nuevo. Puedo ser quien tú necesites.
Izuku negó con la cabeza, sus ojos llenándose de confusión.
—No quiero que cambies por mí. Eso... eso no sería justo para ti.
Uraraka dejó escapar una pequeña risa, pero era una risa llena de tristeza.
—¿Justo? Izuku-kun, el amor no siempre es justo. Pero si es real... entonces vale la pena cualquier sacrificio.
Izuku sintió que su pecho se apretaba. Quiso decir algo, cualquier cosa, pero las palabras se le escapaban.
—Estoy dispuesta a convertirme en lo que sea. —Uraraka dio un paso más hacia él, sus ojos brillando con una intensidad que parecía atravesarlo—. Si significa que puedo estar contigo, entonces puedo borrar todo lo que fui. Puedo ser una nueva... alguien que pueda permanecer a tu lado sin dudar, sin temer... sin mirar atrás.
Izuku intentó protestar, pero ella alzó una mano para detenerlo.
—Sé que suena egoísta. Sé que no debería pedirte esto, pero no puedo evitarlo. Tú... tú eres todo lo que he querido, todo lo que necesito para seguir adelante.
—Uraraka-san, yo...
Ella no lo dejó terminar.
Dio un último paso, cerrando completamente la distancia entre ambos. Sus manos temblorosas se alzaron y tomaron las de él, entrelazando sus dedos.
—Por eso, Izuku-kun... —Uraraka tragó saliva, su rostro completamente sonrojado mientras levantaba la mirada para encontrarse con la suya—. Por eso, tengo que decírtelo...
INTRODUCIR: MEMENTO- NONOC
[Yo....]
Izuku sintió que el aire se detenía a su alrededor. Su mente estaba en blanco, incapaz de procesar lo que estaba a punto de suceder.
—Me gustas... —Las palabras salieron en un susurro, pero cada una golpeó a Izuku con la fuerza de un trueno—. ¡Te amo, Izuku-kun!
La confesión resonó en la habitación, llenándola con un peso imposible de ignorar.
Uraraka lo miraba fijamente, su rostro encendido, sus ojos brillando con una mezcla de esperanza y miedo. Izuku, incapaz de moverse, sintió cómo el mundo a su alrededor se desmoronaba y reconstruía en un solo instante, todo girando en torno a las palabras que acababa de escuchar.
[...]
Momo caminaba de un lado a otro frente a la entrada, su mirada fija en el horizonte mientras sus pensamientos la devoraban. Había decidido enfrentar sus sentimientos, ponerlos a prueba.
Las palabras de Tenko aún resonaban en su mente, llenándola de una determinación que antes no había sentido.
"Si tienes algo que decir, díselo. No pierdas la oportunidad."
—Esto es ridículo... —murmuró para sí misma, apretando los puños mientras intentaba calmarse—. Pero no puedo seguir ignorándolo.
Antes de que pudiera avanzar hacia la casa, Mina apareció corriendo desde un lado, jadeando ligeramente por el esfuerzo.
—¡Yaomomo! —exclamó, levantando una mano para llamar su atención.
Momo se giró hacia ella, frunciendo el ceño.
—¿Ashido? ¿Qué sucede?
Mina frenó justo frente a ella, inclinándose un poco mientras trataba de recuperar el aliento. Cuando finalmente levantó la cabeza, su expresión estaba cargada de nerviosismo.
—Yo... vine a disculparme.
—¿Disculparte? —Momo parpadeó, confusa—. ¿Por qué?
—Es que... —Mina comenzó a jugar con sus manos, su habitual energía reemplazada por una evidente incomodidad—. Yo... no quería que pasara nada de esto.
—¿De qué estás hablando? —preguntó Momo, su tono más cortante de lo que pretendía.
—¡No quería lastimar a nadie! —exclamó Mina de repente, bajando la cabeza como si estuviera confesando un crimen—. Pero... pero Uraraka...
Momo dio un paso hacia ella, su confusión transformándose en impaciencia.
—Ashido, no entiendo nada de lo que estás diciendo.
—Es que ella... ella quería hacerlo. —Mina levantó la cabeza, pero evitaba la mirada de Momo. Su voz comenzó a tartamudear, casi como si las palabras se le atoraran en la garganta—. Y yo... yo la apoyé porque pensé que era lo correcto, pero ahora...
—¿Quería hacer qué? —Momo la miró fijamente, su corazón comenzando a latir con más fuerza.
Mina tragó saliva, visiblemente nerviosa. Su voz se volvió apenas un susurro.
—Confesarse...
Momo sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies.
—¿Qué? —preguntó, casi sin aliento.
—Uraraka... —continuó Mina, sus ojos llenándose de culpabilidad—. Ella... se está confesando a Midoriya.
Los ojos de Momo se abrieron como platos, su mente quedándose en blanco ante la revelación.
[...]
El aire parecía cargado con una electricidad extraña mientras las palabras de Uraraka aún resonaban en el espacio. Izuku estaba paralizado, sus ojos verdes fijos en ella, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.
Uraraka sonrió, pero no era una sonrisa tímida ni dulce.
Sus labios se curvaron en un gesto extraño, casi grotesco, sus músculos faciales tensándose de una manera que distorsionaba su expresión.
Sus ojos, usualmente cálidos, ahora brillaban con una intensidad inquietante, como si algo más profundo estuviera emergiendo en ella.
—Izuku-kun... —murmuró, tomando sus manos deterioradas con las suyas. Sus dedos eran suaves, pero había una presión casi desesperada en su agarre—. ¿Sabes lo que significa esto para mí?
Izuku no respondió, aun intentando encontrar palabras que parecían haberse perdido en su garganta.
Ella llevó sus manos hacia su pecho, presionándolas contra su corazón.
—Todo lo que quiero... todo lo que necesito... eres tú.
—U-Uraraka-san... —balbuceó él, pero su voz era apenas un susurro.
La sonrisa de ella se ensanchó, sus ojos brillando con algo que se asemejaba al éxtasis.
—¡VUELVETE MÍO! —gritó, su voz llena de una intensidad que reverberó en toda la habitación.
El tiempo pareció detenerse mientras las palabras de Uraraka llenaban el espacio, dejando un silencio tenso y opresivo.
Izuku, incapaz de moverse, sintió cómo el peso de aquella declaración lo aplastaba, mientras la figura frente a él parecía cambiar, deformándose bajo una luz que solo él podía percibir.
Era el enorme deseo de la chica, volverlo suyo.
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