7. Nada bien.
Claire McCarthy
Soldados en uniforme de gala es lo que veo en todas partes. Se nos pidió ir al cementerio para rendirle homenaje a todos nuestros caídos.
Se presentan las imágenes de los soldados caídos, todas menos la imagen del ex coronel. No nos dejaron intervenir en nada relacionado con lo que pasó hace un día. Sin embargo, se nos informó que las huellas encontradas en la escena coincidían con las botas de Gray. Nadie podía creerlo, pero las pruebas lo confirmaron. Al parecer Ciar había perdido la cabeza, tenía delirios y por eso hizo lo que hizo.
Eso me hizo pensar que de quien estaba huyendo era de sus propios pensamientos. Aunque cuestiono lo dicho sobre que la tropa Alpha no tuvo la misma suerte y sobre la supuesta mentira que existe. Bueno, no es como si, después de saber que en realidad si padecía demencia, tuvieran sentido sus palabras. Debido a sus problemas no se puede opinar mucho.
—¡Comando 1, firme! —el comandante Arias grita y sus soldados obedecen, siguiendo el protocolo.
—¡Comando 2, firme! —ordena el comandante Nash, obedecemos y los otros comandantes siguen el patrón.
Luego continúan con la ceremonia, las familias pronuncian unas palabras y los difuntos son sepultados. Después de eso, se forma un gran silencio en el lugar, y no por lo difícil de la situación, sino por la llegada de una mujer, que recuerdo es la esposa del ex coronel porque así se presentó el día del suicidio.
La mujer acude directamente a las familias para disculparse y dar la cara por los actos de su difunto esposo. Ella no tiene la culpa, pero aún así quiso hacerlo.
—Todo esto me tiene nerviosa —escucho a Donnelly comentar detrás de donde estamos los tres capitanes del comando 2—. Ya ni siquiera estamos seguros entre nosotros... Todo el mundo está perdiendo la cabeza. Solo mira cómo Gray terminó con su antigua tropa y se suicidó por culpa. ¿Qué nos espera a nosotros?
—No lo sé. Yo también tengo miedo —responde Weber, haciendo una pausa—. Lo que pasó con los Alpha me recordó... al caso Cobre. El comando especial.
Ante ese comentario, me doy la vuelta con Katz y Vásquez. Ya había oído hablar de ese caso antes, a mi padre le contaron lo que pasó y nos lo dijo a Fabien y a mí. A mi padre no le gustaba que le contaran lo que pasaba en la institución, pero ese caso fue la excepción. Dejó que sus excompañeros se lo informaran sin oposición.
Pasó hace tres años, la institución tenía un comando individual donde se entrenaban ciertos soldados con habilidades notables. Eran un comando muy secreto y confidencial, en el que sus soldados eran llamados por números, y estaba dedicado a las operaciones especiales en todo el país. Ese comando desapareció porque descubrieron su lugar de entretenimiento, el edificio Cobre fue volado con todos los militares adentro. Nadie quedó con vida y sus cuerpos fueron convertidos en cenizas junto con los escombros.
No se supo quiénes fueron los responsables de ese atentado, y poco a poco el caso Cobre fue cayendo en el olvido. Los generales prefirieron no crear un nuevo comando especial, obligando a todos los soldados a hacernos cargo de operaciones especiales dependiendo de nuestras áreas.
—Lo siento, sé que no es bueno hablar del pasado —se disculpa Weber al ver nuestras reacciones—. Es solo que estaba pensando en nuestros compañeros caídos.
—No quiero más de esos comentarios. No quiero que pongan nerviosos a los otros soldados. No podemos cambiar nada y tampoco podemos revivir a los fallecidos. —chasquea Katz.
—¿Así que tenemos que fingir que nunca existieron, Neo? —el tono usado por Vásquez es frío.
—Si es posible.
—Qué jodida persona eres. ¿Así te haces llamar capitán?
—¿Qué dijiste? —levanta una ceja, lo que hace que Donnelly, Weber y yo retrocedamos un poco—. ¿Me estás cuestionando por un comentario profesional? ¿Estás dolido o qué? No había visto una actitud tan débil de tu parte.
—Un verdadero profesional nunca deja atrás a sus soldados. ¿Cómo puedes pedir que los olviden cuando deben ser recordarlos con honor?
Katz se ríe, pensando que es una broma, pero Vásquez no parece apoyarlo, así que borra su sonrisa.
—¿Qué pendejada tienes?
—No tengo nada. Me voy. —dice seriamente antes de alejarse.
—¡Ryan! —Katz lo llama, pero Vásquez no se detiene y termina yéndose—. También debe estar preocupado. Supongo que lo superará, bueno, tengo que volver a mi puesto. Ya saben que no quiero escuchar comentarios —les habla a las dos soldados—. Y a usted, McCarthy, le pido que continúe supervisando mi tropa como ya lo ha hecho. —asiento con la cabeza y él también se va, ya que el protocolo ha terminado.
Donnelly, Weber y yo nos miramos cuando nos quedamos solas.
—No comparto la opinión del capitán Katz, no creo que olvidar sea lo mejor. Yo intento no olvidar a mi papá ni a todos los difuntos, pero sí trato de no pensarlos en todo momento para no agobiarme. —el comentario de Vidal nos hace notar su presencia, al parecer escuchó todo.
—Pienso lo mismo. Aunque lo mejor es que no digamos nada delante de él, podría castigarnos. No tenemos derecho a opinar y nos equivocamos al dejar que nos escuchara. —susurra Donnelly.
Me cruzo de brazos.
—¿Cómo dijo? ¿Castigarlas por dar su opinión? Esto no es una cárcel. Además, no están diciendo nada que rompa las reglas, solo expresan su preocupación ... ¿Alguna vez las ha castigado sin justificación? Quiero saberlo.
—No, no. Solo era un comentario. —su voz es nerviosa y eso me da desconfianza.
—Pues si les impone un castigo a alguno de ustedes sin justificación verdadera, háganmelo saber de inmediato. Él no tiene derecho a castigar a los soldados de las tropas ajenas.
Las tres asienten aunque se miran con recelo. Está claro que le tienen un poco de miedo a Katz. Y eso no me agrada ni un poco. Debo estar al pendiente de ese detalle.
Como todo ha terminado, los militares se van retirando para volver a sus puesto. Sin embargo, me tomo un momento para ir al otro extremo del cementerio. Debo aprovechar porque luego no tendré el tiempo ni el coraje para venir.
Llego hasta la lápida que recuerdo y me agacho para quitarle el polvo y revelar su nombre junto con su imagen.
"Fiorella Davidson"
Su cabello castaño y sus ojos azules como los de Fabien me hacen sonreír. Mi hermano es idéntico a nuestra madre, mientras que yo salí a mi padre, heredando su cabello negro y ojos verdes.
—Discúlpame por no venir antes —hablo sola mientras termino de limpiar el polvo y arreglar algunas flores que compré—. Fabien también hubiera querido venir, pero está muy lejos, aunque él solo tenía siete años cuando te fuiste, todavía te recuerda... Tengo que llamarlo, casi lo olvido.
Saco mi celular y llamo a Fabien, quien responde de inmediato. Me saluda y le muestro la lápida, provocando que se emocione. Mi hermano habla de varias cosas y me dice que le gustaría estar ahí conmigo aunque es imposible.
—Fabien, por favor —sonrío ante un comentario que hizo—. Bueno, tengo que volver al trabajo antes de que noten mi ausencia.
—Bueno...
—¿Es Claire? —oigo la voz de mi padre de fondo y cómo Fabien asiente. Luego mueve el celular y en la pantalla aparece su imagen—. Claire... ¿Cómo estás? ... Ya me enteré de lo sucedido con los Alpha.
—Bien, todavía vivo.
—¿Qué significa eso en tu dialecto? ¿Vives por suerte o por desgracia? ¿Ambas?
—Ambas. —me sonríe de lado y yo hago lo mismo.
—Ustedes dos son iguales. Nunca los entiendo —argumenta Fabien—. ¿Ya no están peleados?
—Depende. —decimos al unísono.
—¿De qué?
—De si tu hermana ya entendió por qué no quería que fuera a esa ciudad.
—De si nuestro padre ya entendió que es mi deber estar donde debo estar.
—Me rindo. —ambos nos reímos de él.
—Solo me preocupo por ti, Claire. Pero te pido disculpas por pedirte que renuncies a tu profesión. Es que esa ciudad sacó lo peor de mí. Solo te pido que te cuides. Fabien y tú son todo lo que tengo y no quiero que pasen por las cosas que yo pasé... —sé de lo que habla. <<Perder a mi madre y todo lo que eso conllevó>>
—Siempre me cuido lo mejor que puedo. Ya sabes cómo somos los McCarthy.
—Sí, lo sé. Y ahora que lo pienso, saliste más orgullosa que yo, tuve que tomar la inactiva primero para hablar. Me llenas de orgullo. —el problema de nuestras actitudes es que son tan parecidas que chocan entre sí. Siempre hemos sido así y mi madre nos regañaba a ambos por eso.
—Por suerte soy la unión de la familia. Yo los debía tener al tanto del otro y darles razones sin que lo supieran. Molestos. —reímos.
En eso recuerdo la lápida y se la muestro a mi padre, sé que verla es duro, pero él trata de no derrumbarse. Detallo su mirada y sé que la extraña. Todos lo hacemos.
—¿Y cómo te han tratado los demás militares? —mi padre pregunta mucho más tarde.
—Bien, todos me hablan muy formal y yo hago lo mismo. También hay algunos amigables.
—Muy bien, así debe ser. Pero no te confíes, como hay nuevos, muchos tienen que actuar amablemente de entrada. Ya después se revelan como son, yo sé lo hipócritas que pueden ser, más aún si quieren conquistar. Ya sabes, no le creas a los que te prometen hasta el cielo, esos solo quieren llevar a quien se deje a la cama. —aunque pasen los años, me sigue dando el mismo consejo.
—No te preocupes, yo sé cómo manejar eso... Llevamos una hora hablando y en cualquier momento me hacen una observación. Tengo que irme. Cuídense.
—Lo haremos. Cuídate tú.
Termina la llamada y me levanto. Puede que las cosas no vayan muy bien aquí, pero me alegró saber de mi padre. Él se alejó del mundo desde que mi madre murió en un operativo. Sin embargo, nunca nos dejó de lado a Fabien y a mí; por eso compró una granja, para que no tuviéramos una vida militar problemática. Logró que Fabien no tuviera esa vida, pero yo sí quise tenerla, y él me apoyó sin dejar de preocuparse. En lo único que no me apoyó fue en venir a esta ciudad y es entendible.
—McCarthy. —mientras camino, escucho la voz del coronel. Me giro y veo que se me acerca por la derecha.
—Coronel... Discúlpeme por no estar en mi puesto, estaba visitando la tumba de mi madre... ¿Pasó algo? —sonríe, negando.
—No, yo tampoco he ido a tomar mi lugar. También estaba visitando las tumbas de mis padres. Y, como la vi caminando, quise saludarla. ¿Quiere que la lleve a su comando? Mi auto está cerca.
—No, no tiene por qué molestarse... No tenía idea de que sus padres habían fallecido y estaban en esta ciudad, pensé que usted era de Cielo negro.
—No es una molestia para mí, de todos modos tengo que pasar por su comando por algunos documentos... No, yo soy de Colexs, solo que me han trasladado muchas veces.
—Entiendo. Bueno, ya que vamos para el mismo lugar, no creo que haya problema.
—Perfecto —llegamos hasta su auto y me sorprende que sea un auto bastante moderno, debe tener un salario mucho más alto que el mío. El coronel me abre la puerta y me deja subir, luego hace lo mismo—. Bueno... vamos al comando.
Enciende el motor y toma marcha lenta hacia la salida del cementerio, deteniéndose por un momento para salir del tráfico. Momentos después, una moto se detiene junto a nosotros y me deja tan impresionada como el auto del coronel, porque solo las personas con buenos salarios y contactos logran tener cosas así en este país.
La moto es grande, negra y su conductor impone seguridad. Tiene guantes, una chaqueta y un casco negro que no deja ver su rostro.
—Una Aprilia RSV4 —dice el coronel dentro del auto—, gran corredora —hace bajar las ventanillas—. Hermano, que gran máquina tienes, aunque te recomiendo que mires la luz de la izquierda que parpadea.
El conductor simplemente da un pulgar arriba y asiente. Aunque luego gira su cabeza hacia mí y hace un movimiento que he visto antes. Abro los ojos recordando quién inclina la cabeza de esa manera. No alcanzo a reaccionar cuando se da a la fuga aprovechando un hueco en el tráfico sin darme tiempo de mirar su matrícula.
—¿Sucede algo? —pregunta el coronel y me giro para mirarlo—. Parece que ha visto un fantasma, ¿conoce a ese conductor?
—Uh... —ni siquiera les dije a los soldados que Ladino estuvo en el suicidio de Gray, y ahora no sé cómo decir que creo que él también estuvo en el funeral de los Alpha. Aunque solo es una suposición, puedo estar delirando—. No, no conozco a nadie de esta ciudad. Excepto a los excolegas jubilados de mi padre.
—Me pasa lo mismo, no conozco a nadie por irme siendo muy jóven —se ríe—. Es difícil adaptarse a esta ciudad, ¿no lo cree?
—Sí, pero me imagino que es más fácil para usted adaptarse siendo coronel. Todo el mundo querrá buscar su apoyo.
—Sí y no, que me busquen por trabajo no es lo mismo a que me busquen como persona. Supongo que siempre seré temido por mi posición —hace una pausa—. ¿A usted como le ha ido aquí?
—Más o menos. Yo realmente solo les hago caso a los que me buscan por temas de trabajo. Socializar no es lo mío. —ríe.
—Debo seguir ese dato para que no me importe lo demás.
—Supongo.
Rumbo al comando, el coronel no dejó de hablar de él y su historia, de que sus padres murieron cuando él era niño, su carrera y hasta su vida amorosa, diciendo que está soltero. No hablé de mí porque no me gusta y no habría tenido tiempo de todos modos. Mi cabeza solo pensaba en ese criminal. Como odio su forma de burlarse.
Me regaño internamente por ocultar datos a mis superiores y compañeros, pero hay cosas en contra. La primera es que no es mi caso y la segunda es que no he sabido actuar, se supone que verlo por segunda vez sería una captura directa y no lo logré; también el hecho de que es inútil decir su participación en la escena de Gray porque ya cerraron ese caso.
Sé muy bien que si uno se involucra en el caso de otro militar, nada termina bien. Siempre suceden roces odiosos y acusaciones de intromisión.
Llegamos al comando, le agradezco al coronel y voy a mi oficina después de cambiarme para buscar unas instrucciones. Las leo para conocer la organización de todos y sigo con mi trabajo.
Tres horas después, escucho mucho movimiento y murmullos en los pasillos, así que salgo a ver qué pasa, aprovechando que tengo que ir a hacer mi ronda del día.
En la entrada del comando hay varios carros militares y muchos soldados vestidos de civil con sus chalecos antibalas puestos. Paso junto a ellos, sin entender por qué la conmoción hasta que veo a Vásquez y a su teniente sosteniendo a dos hombres esposados mientras los otros cargan una gran cantidad de armas en unos camiones.
<<Logró cumplir con su caso>>
—Buen trabajo, capitán —el comandante llega al lugar con buena actitud—. Miren esa cantidad de armas ilegales, los generales se darán por satisfechos y más aún por atrapar a los sospechosos... Llévense todo a la central. Luego hablaremos de un día libre para ustedes por tan buen trabajo.
Noto la felicidad de los soldados, menos la de Vásquez quién solo se acomoda su cabello negro y le da órdenes a su tropa. <<Ya debe estar acostumbrado a sus logros>>
Sigo mi camino muy contenta porque se logró un caso. Es una pena que no pude lograr lo mismo, pero no debo aferrarme a lo que pasó sino al futuro. Vendrán más casos y ahí podré demostrar que si estoy capacitada. Aún así, no olvidaré el caso que me dejó en ridículo, algún día lo veré caer.
Voy en un vehículo policial a los lugares donde están los soldados, paso por varios y compruebo que se estén cumpliendo las órdenes. Sin embargo, cuando llego a un punto de la tropa Epsilon, me veo obligada a salir del vehículo porque visualizo un enfrentamiento entre civiles y soldados.
—¡Más ratas serán ustedes, malditos vagabundos! —no me gusta la forma en que un soldado se refiere a los civiles.
—¿Vagabundos? Vagabundos ustedes, jodidos sapos de mierda. Lo quieren todo gratis, trabajen o al menos paguen lo que quieren. No somos sus sirvientes ni les debemos nada. ¡Ladrones! —un civil masculino mayor reclama y esto provoca que un soldado se le vaya encima, lo golpee con su rifle y lo haga caer al suelo.
Al ver esto, corro hacia ellos sin dudarlo.
—Cállese, viejo desgraciado. Agradezca que no le derribo su asqueroso restaurante.
—¡Si es tan asqueroso, no pida comida gratis en mi negocio! Pero claro, una porquería busca porquería. —sin previo aviso, el soldado le dispara en la pierna, haciéndolo gritar. Los civiles exclaman de inmediato.
—¡Soldado! —grito con verdadera rabia—. ¡¿Qué demonios le sucede?! —me acerco al civil herido y me agacho para examinarlo. Miro su pierna ensangrentada y hago que otra persona presione su herida mientras la reviso—. Estará bien, no se asuste por la sangre. Me encargaré de que lo curen. —noto que me mira con incredulidad.
—Disculpe, capitana, pero manténgase al margen. Es nuestra área y es nuestro problema. —me habla un soldado y trato de respirar para no explotar.
—Sé que no soy su capitana, ni esta es mi área, pero estoy cubriendo a su capitán y no voy a permitir que levanten las armas contra civiles. Ya saben que eso no está permitido, no se le puede disparar a los civiles sin ninguna justificación... ¿Cuál era el problema? —me dirijo al herido.
—Querían comer gratis como todos los días, siempre vienen y me amenazan si no les doy lo que piden. Hoy no quise obedecer y por eso me sacaron de mi propiedad. —me arde la sangre.
—¿Es eso cierto? —le espeto a los soldados.
—¿Le va a creer a un viejo loco extraño? Y no espere explicaciones, ya le dije que este no es su problema, yo luego hablo con mi capitán. Mejor vaya a darle órdenes a los Delta que son los únicos mediocres que se dejan dirigir por alguien que solo está aquí por su apellido desquiciado. —sus compañeros se ríen junto con él.
Ya me harté de su insolencia.
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