43. Detrás de la verdad.

Claire McCarthy

La música empieza a sonar y la alegría de los ciudadanos es otro nivel de atmósfera que no había visto aquí antes.

Niños y adultos bailando. Risas y chistes.

Los ciudadanos son simplemente personas afectadas por el caos, las cuales buscan algo mejor. Ellos merecen una ciudad mejor y una calidad de vida digna.

El licor es algo que no falta, pero lo beben sin exceso. Quieren que la celebración en las calles sea tranquila.

—¡El que no baile es un militar! —gritan de repente y todos cogemos pareja al azar.

Ni siquiera sé qué tipo de baile es, pero es divertido ver a todos cambiando de pareja y bailando de maneras extrañas.

Al tercer cambio de pareja me toca encontrarme con Ladino quien tiene un leve sonrojo en su cara de tanto reír.

—Menos mal que bailaste, porque debe ser una abominación ser un militar. —se burla de mí y yo frunzo el ceño.

—Infeliz.

Ríe y baila conmigo.

—¡El que no baile le peinaba la barba a alías Can! —vuelven a gritar algo más.

Se me ocurre una idea en respuesta a estos gritos.

—¡Al que no baile Ladino le roba la ropa interior! —la plaza estalla en carcajadas y Ladino, que está a mi lado, me mira ofendido. Gracias a Dios nadie creería que el verdadero Ladino está entre nosotros.

—Mi capitana, la invito a no bailar. —habla por lo bajo con picardía.

—Iluso. Bailaré constantemente y con ritmo.

Paso mi lengua por mi colmillo antes de cambiar de pareja y continuar con la locura de los ciudadanos.

Curiosamente, pasan los minutos sin que me dé cuenta, al punto que cuando menos lo espero llega la medianoche. Las horas pasaron sin que me diera cuenta.

La música se vuelve casi inaudible. los civiles buscan a sus familiares y se van uniendo con ellos para apreciar el cielo que aún tiene pequeñas luces en la lejanía. La tranquilidad se apodera del lugar y yo me dirijo a la sombra de un árbol.

Alguien me sigue y se posiciona a mi lado.

Ambos miramos las luces lejanas...

"Tres"

Comienza la cuenta regresiva en los altavoces.

"Dos"

"Uno"

—¡Feliz navidad! —gritan todos mientras se abrazan.

Sonrío y me abrazo para calmar el frío que atraviesa la tela de mi chaqueta. Mirar a las familias me trae buenos recuerdos que nunca volverán.

—Feliz Navidad, mi capitana. —susurran a mi lado.

—Feliz Navidad, criminal. —susurro volteando para mirarlo, solo para encontrarlo con sus ojos suavemente puestos en mí.

De repente siento como Ladino roza mi mano con la suya y coloca algo en ella. En realidad se trata de dos cosas: un fino collar blanco con forma de mariposa y una nota.

No alcanzo a decir nada, ya que Ladino me hace un guiño con su ojo derecho y sale del lugar, escondiéndose entre la gente sin dejarme reaccionar.

Miro el collar que tengo en la mano y detallo lo hermoso que es. No parece nuevo, pero está muy bien cuidado. ¿Me dió algo robado? ¿En serio? Sacudo la cabeza, dándome por vencida con ese criminal sin solución.

Desdoblo la pequeña hoja para ver cuál es el mensaje que contiene.

《¿Sabía que los humanos, aunque no lo querramos, siempre le terminamos dando aprecio a algo para llenar nuestros vacíos mentales y físicos? Mi aprecio está en sus manos, mi capitana. No deje que este muera.

Ladino》

Guardo la nota y el collar en el bolsillo de mi chaqueta y me dirijo hacia donde se fue ese delincuente, lo busco entre la gente y no pienso parar hasta encontrarlo.

No pierdo el tiempo mirando a las personas sino que centro mi atención en las afueras del sitio. <<Él se intentará ir del lugar>>

Recorro los alrededores hasta que veo el estacionamiento de motos. Hay hombres en este lugar y uno de ellos está yendo hacia el final del estacionamiento, aunque por la oscuridad no distingo si es o no Ladino.

Cuando se sube a la moto y sale de la oscuridad sonrió pues logro confirmar su identidad gracias a las luces.

Me atrevo a interponerme en su camino y esto hace que el conductor con casco gire la cabeza como suele hacerlo. Lo miro seriamente y esto hace que se quite el casco.

No sé lo que estoy haciendo, no me entiendo a mí misma en este momento.

—¿Sí? —me pregunta sonriéndome.

—¿Por qué siempre huye, criminal? ¿Cuál es su necesidad de desaparecer siempre? ¿Cuál es su miedo?

—Mm... Es una necesidad de no querer estar más de lo necesario. Eso es todo.

—Para usted todo es una necesidad inventada. ¿Cuándo será el día en que me hable sin rodeos?

Ladino mira a su alrededor confirmando que nadie nos escucha.

—¿Quiere saber algo de mí que le confirme muchas realidades? La llevaré a un lugar que confirmará quién es el villano de este lugar.

—¿El mismo lugar que quería mostrarme al principio?

Niega.

—No, es un lugar realista que quiero que visite.

Dudo, pero algo grita dentro de mí que vaya, que lo siga. Es como si mi sexto sentido me golpeara por dentro. ¿Le creo? ¿Debería creerle?

Voy a correr el riesgo.

Si muero al menos sabré que morí el 25 de diciembre.

—Vamos. —afirmo.

Ladino me mira incrédulo. Me analiza y parece que también se debate si llevarme o no. Parece que ninguno de los dos es consciente de sus acciones.

—Suba. —me entrega su casco. Lo recibo y subo a la moto.

Terminamos recorriendo las calles grises con la brisa azotándonos. Quizás ya me he vuelto loca y no estoy midiendo mis ganas de vivir.

Llegamos a unas calles bastante deterioradas. Son las zonas donde suelen vivir los comerciantes ambulantes menores. Aquellos que viven su vida de lo poco del día a día. En estas condiciones debió vivir Vidal antes.

Ladino estaciona su moto en un lugar poco visible y ambos bajamos de la moto. Él camina hacia un puente peatonal y me hace señas con su cabeza para que lo siga.

Camino con él hasta llegar a lo alto del puente, lo que nos da una buena vista de muchas zonas. Curiosamente hay civiles felices con regalos en la mano y agradeciendo al cielo por devolverles un poco de lo que perdieron.

Parece que llevan mucho tiempo haciendo esto, pero eso no quita que una persona u otra no deja de agradecer de vez en cuando.

No entiendo mucho de la situación así que miro a Ladino. Este tiene la mano en los bolsillos de su chaqueta y mira a la gente con expresión serena y fresca.

—¿Por qué me trajo aquí? —inquiero confundida.

—Para que vea quiénes son las verdaderas víctimas de este lugar. Ni los militares ni los criminales lo son. Mire a estos civiles, mi capitana. Mire a esos niños sucios, mire a los adultos flacos y exhaustos.

Miro a la gente y me siento mal. Viven en situaciones poco humanas.

—¿Alguna vez se ha preguntado qué hago con el dinero que recupero? —lo miro y frunzo el ceño—. Sí, ha oído bien: "recupero". El dinero que robo nunca ha sido de la Élite ni del ejército. Siempre fue y es de los civiles. Ustedes los militares creen que tienen el poder de cobrar altos impuestos e incluso confiscar las cosas de los civiles con la excusa de "todo es para invertir en su seguridad". Le quitan a los civiles lo poco que pueden obtener para comer, los golpean y los sacan de sus propiedades. Los hacen morir de hambre para ustedes poder disfrutar de privilegios. Por eso le robo a la Élite y no a la gente que tiene fortunas honestas. Todo dinero ajeno lo hago regresar.

Salivo, no soy capaz de hablar en respuesta a lo que escucho.

—Los civiles y nadie sabe que soy yo quien les devuelve lo robado. Ladino ante los ojos del país es lo peor que puede existir, y eso no está mal. Lo que importa es que al menos hoy los comerciantes menores pasaron un buen día porque pudieron comprar sus lámparas navideñas y demás.

—Tú… les devuelves el dinero… ¿no lo gastas en ti? No lo creo en absoluto... tienes una moto cara. —intento no creerle ciegamente.

Ladino se ríe suavemente antes de suspirar.

—No toco el dinero que robo. Para cubrir mis gastos busco más alternativas, ¿crees que con todas mis habilidades de espionaje no he hecho negocios? Descifro claves ocultas, desbloqueo equipo militar, leo mapas cifrados, vendo coordenadas. Aunque no siempre recibo dinero por estas cosas, de hecho mi moto fue un trueque por descifrar un código ruso.

Respiro profundamente.

Intento organizar mis pensamientos.

—No me gusta que me manipulen de esta manera. No podrás jugar con mi mente. —dejo escapar cuando me siento estresada.

Ladino deja de mirarme y se concentra en la noche, contemplando la oscuridad que nos rodea y cobija.

—Puedes pensar lo que quieras —se ríe de forma corta—. Si quieres pensar que te estoy manipulando, hazlo. Si quieres pensar que soy el villano, hazlo. Si quieres justificar a los tuyos, hazlo. No estoy aquí para insistir en que me creas. Cada uno es libre de pensar lo que quiera. Solo ten cuidado, porque te aseguro que cuando menos lo esperes el mal se apoderará de ti, Claire. De ti y de muchos, porque los inocentes son los que más rápido caen.

Miro al vacío y mis pensamientos me golpean nuevamente.

—¿Qué daño te hicieron los militares corruptos? —pregunto de repente—. ¿Qué papel juegas contra ellos? —se gira para mirarme seriamente—. Eras un A.T, ¿no es así? Los militares destruyeron ese grupo y crearon uno falso como fachada tal y como hicieron con Can y contigo. Por eso tu odio, ellos destruyeron tu hogar y por eso el mal te alcanzó.

Guarda silencio. <<¡¿Por qué no habla?!>>

—Tu silencio dice mucho... —me doy cuenta de algo—. Si crearon una fachada… es decir que mi madre nunca fue una traidora… pero… ¿por qué supuestamente murió en sus manos? —me muevo hasta quedar frente a Ladino y lo miro con autoridad—. ¿Qué pasó realmente ese día, Ladino? Dime la verdad, debes saberla.

—No lo sé —su hablar parece sincero—, pero estoy seguro de que no fue nada de lo que hablan las malas lenguas. Aquí nada es lo que parece. Tu padre si debe saberlo, él debe saber algo sobre este lugar que lleva callando por mucho tiempo. Esa es mi única explicación. Aquí uno nunca termina de conocer los secretos.

¿Por qué todo debe estar tan inacabado?

—Descubriré la verdad, y si descubro que tú sabías aquella verdad, te juro que seremos verdaderos enemigos a muerte.

Doy media vuelta y camino en dirección contraria en busca de autopistas transitadas que me permitan tomar un taxi y regresar a mi departamento. Salir de mi soledad fue bueno al principio, pero terminó dejándome llena de interrogantes tras las declaraciones de Ladino y con malos presentimientos. No quiero que las cosas que insinúa sean verdad, pero lastimosamente tienen sentido. Mi padre si debe saber la verdad.

Escucho a Ladino llamarme en una ocasión, pero lo ignoro y sigo mi camino, decidida a irme sola.

Después de caminar unas cuadras, me encuentro rodeada de más gente por la celebración navideña. Sin embargo, cuando estoy a unos metros de la autopista, las calles vuelven a estar vacías.

Mientras sigo con mi objetivo de buscar un taxi, siento que me tiran del brazo hasta hacerme entrar a una de las propiedades vacías de la misma calle donde me encuentro.

Intento luchar hasta que veo que es Ladino quien me sujeta. Este me hace esconder en la oscuridad de la propiedad abandonada sin puertas ni ventanas. En sus ojos veo alertas, noto su aceleración, enojo y preocupación.

Guío mis ojos hacia donde los suyos están mirando.

Se acercan hombres con pasamontañas, vienen portando armas y ropa negra. A los pocos minutos cruzan la calle donde nos escondemos y Ladino sigue mirándolos sigilosamente. No me muevo, no sé quiénes son, pero no me producen nada bueno.

Cuando terminan de cruzar la calle. Ladino se centra en mí.

—Debes irte de aquí. Debemos irnos sin que nos vean —murmura—. Vamos a buscar mi moto.

—Mir...

—Escúchame, Claire. No pueden vernos y mucho menos juntos.

No digo nada más, ya que no me lo permite. Me hace correr sigilosamente, tirando de mi mano. Él me guía y me adapto a su caminar. Corremos a través de la oscuridad, rodeando el camino prohibido.

Damos con su moto después de tanto correr. Ladino me pone el casco y se asegura de que no se me vea la cara.

En este momento no he podido reaccionar. No puedo entender la situación. No sé quiénes son esos hombres y mucho menos entiendo la actitud de Ladino. No tiene confianza, está inseguro y nervioso. Es como si tuviera miedo de algo. ¿Les tiene miedo a ellos? ¿Quiénes son?

El sonido de varios disparos me hacen salir del trance. Se escuchan gritos de muchas personas. Aquellos gritos vienen de… ¿los comerciantes?

—Hijos de... —escucho susurrar a Ladino y lo miro de inmediato.

—¿Quiénes son?

Él no me responde, sino que se sube a la moto y me hace un gesto para que suba rápido. Ya no discuto con él, pero lo escucho seguir maldiciendo mientras me subo a la moto.

Arranca la moto y toma la carretera a tan alta velocidad que me obliga a agarrarme de su cuerpo. Conduce muy rápido, demasiado.

Solo puedo ver como pasamos calles y calles, las luces de algunas farolas se ven borrosas y el sonido del aire resuena como golpes.

—¡¿Dónde te dejo?! —exclama Ladino para que lo escuche.

Estamos a unas cuadras de mi departamento, pero son bastantes como para recorrerlas a pie y menos a esta hora tan peligrosa.

—Diez cuadras más adelante.

Él obedece y se detiene exactamente a diez cuadras de distancia.

Me bajo de la moto y me quito el casco.

Detallo las expresiones de Ladino. No me mira, parece pensativo y enojado, porque su mandíbula está tensa.

Cuando finalmente me mira, su expresión se calma un poco, la suaviza. Se pone el casco y mira en todas direcciones.

—Tenga cuidado, mi capitana. Por favor.

Toma marcha a la misma velocidad de antes y lo pierdo de mi campo de visión.

Me quedo aquí, en plena noche aún de madrugada, de pie y sin la más mínima idea de la locura que acaba de pasar. No puedo procesar los hechos, no del todo, ya que sólo una cosa resuena en mi cabeza: Ladino no es lo que he estado creyendo.

Aunque, otra parte de mi mente también me grita que me está manipulando, que nada es lo que parece. No sé a quien creerle.

En cuanto a los hombres... más tarde tendrán que salir algunas noticias sobre ese hecho así que no debería matarme el cerebro para sacar conclusiones sobre lo que aún no sé.

•••

Ha pasado exactamente una semana desde Navidad y nunca hubo noticias sobre ningún acontecimiento navideño desastroso. De Ladino tampoco he oído nada, es como si la tierra se lo hubiera vuelto a tragar. Intenté llamarlo por el comunicador y ninguna de mis llamadas fue recibida.

¿Qué pasó esa madrugada? Es la pregunta que más me hago, pienso en que Ladino pudo regresar a ese lugar y que algo malo pasó. ¿Y si murió? ¿Y si lo atraparon? ¿Y si esos hombres estaban con él? ¿Y si fue mi imaginación?

Nada tiene sentido.

Hoy es el último día del año y por suerte la semana no ha sido tan pesada. Las cosas se han calmado un poco. La caída de Alias ​​​​Can sirvió para algo por lo que veo, ya que los criminales se han estado escondiendo, supongo que como precaución para no ser abatidos también.

Salgo de mi oficina, lista para dar el primer seguimiento de mi turno nocturno.

Mientras camino por el pasillo que conduce a los baños, me detengo con sigilo para observar a Villin y Weber en los vestidores.

La teniente tiene los ojos rojos. Al parecer ha estado llorando.

—Dime, ¿qué tienes? Quiero ayudarte, pero no entiendo por qué llevas semanas así. ¿Quién te preocupa tanto? ¿Es el trabajo? —las detallo sin que noten mi presencia. Villin niega—. ¿Es tu familia? —vuelve a negar—. ¿Es un hombre? —esta vez no hace nada—. Es un hombre, ¿verdad? ¿Es un acosador? —niega—. ¿es un abusador? —niega—. ¿Entonces? ¿Está casado? —niega.

—No importa. No es importante.

—Si es importante, teniente —intervengo y ambas mujeres se giran hacia mí. Villin baja su mirada al instante—. Perdón por haber escuchado la conversación, no era mi intención espiar. Pero quiero que sepas, Tea, que no le restes importancia a lo que sucede. Si ese hombre te hace sufrir, no le des el placer de derramar lágrimas por él. Lo que no vale se tira a la basura.

Villin suspira.

—Para ti es fácil decir eso, Claire. Nunca te has enamorado. Nunca has desarrollado ni siquiera un poco de afecto por un hombre. No sabes lo que es tener miedo de perderlo, no sabes lo que es preguntarte a cada rato cómo está y dónde está, o si él también te ama como tú lo haces —Weber abre los ojos y ambas nos miramos un segundo—. Cuando te enamores me entenderás. ¿O ya tienes algún enamorado?

Suspiro.

—Tal vez tengas razón, nunca me he enamorado. Pero dime una cosa, ¿tu hombre vale la pena? Porque si no lo vale, tampoco vale que llores por un mediocre.

Villin suspira.

—Vale la pena en ciertos momentos… No quiero hablar más de él, no vuelvan a sacar ese tema, por favor. Tengo que ir a hacer trámites.

Sale del vestidor sin mirarnos, prácticamente corriendo. Weber y yo nos miramos empatizando con ella. Es su momento de debilidad y por esta oportunidad lo dejaré pasar, pero si vuelve a suceder no podré ignorarlo. Una escena de debilidad habría sido castigada en cualquier comando y aún más en la central. No podemos mezclar lo personal con lo militar.

Lo que realmente me sorprende es esta actitud de Villin, ella no es así, nunca la había visto sufrir por un hombre. Esta ciudad nos está cambiando.

—No digamos nada de lo que pasó aquí, oficial. No hablemos de la privacidad de la teniente. —le digo a Weber.

—Copiado, capitana.

Cada una toma su propio camino. Dejo el comando y camino hacia el portón en busca de una de las motos policiales que mis soldados deben tener preparadas afuera.

Tan pronto como salgo, veo a uno de mis soldados con una motocicleta lista para recibirme.

Les agradezco la preparación.

Estaba a punto de montarla cuando me invade una sensación de ser observada.

Miro a mi derecha, y luego a mi izquierda, quedándome inmóvil cuando veo a una persona mirándome con una gran sonrisa.

Fabien está sentado en un banco con maletas en los extremos.

No creo lo que veo, así que parpadeo, comprobando que es real. Y lo es.

—Me dijiste que ibas a hacer tu ronda hace media hora y no salías —comenta acercándose—. Sorpresa.

Me abraza y yo recibo su abrazo, sonriendo. No lo suelto porque todavía no creo que esto sea real.

—Con razón tus mensajes de insistencia —le digo cuando finalmente lo libero—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Lo miro de arriba abajo, está vestido como un chico de ciudad y no como el chico granjero que siempre veo a través de la cámara de mi celular. Viste camiseta blanca, pantalón de mezclilla, botas deportivas y chaqueta azul marino. Su cabello castaño cae sobre su frente y destacan sus ojos azules.

—Vine a pasar el año nuevo contigo. No quiero que lo pases sola.

—¿Y nuestro padre?

—Él no quiso venir, pero yo sí. Y no te preocupes por él, me dijo que tú necesitas más compañía que él quien es un macho alfa solitario. —me río y sacudo la cabeza.

Lo abrazo de nuevo.

Empiezo a hacerle muchas preguntas sobre cómo ha estado y él también hace lo mismo sin importar que siempre estamos constantemente hablando por teléfono.

En ese momento un auto se acerca y se posiciona delante de nosotros mientras baja el cristal. El coronel acaba de llegar.

El rubio nos mira sonriendo mientras baja del vehículo vestido de civil.

—McCarthy, buenas noches —saluda y centra su atención en mi hermano—. Y este jóven debe ser su hermano.

—Sí. Él es Fabien, mi hermano —miro al castaño—. Fabien, él es Uriel Leclerc, el coronel de la ciudad. —mi hermano asiente y extiende su mano respetuosamente.

—Un placer conocerlo, coronel. —el coronel le estrecha la mano.

—El placer es mío, por fin conozco al menor de los McCarthy —sonríe ampliamente—. Me imagino que viniste a visitar a tu hermana. ¿vacaciones?

—Sí, de sólo dos días. Vine a acompañar a mi hermana en el nuevo año.

—Qué buen gesto. Siempre es bueno tener momentos fraternales, es una unión positiva —el coronel me mira y sonríe—. McCarthy, tiene turno esta noche, ¿no es así?

—Sí… sí… estaba por iniciar mi recorrido de vigilancia. Mi hermano llegó de sorpresa y me retrasé un poco. Regaleme unos minutos para acomodarlo y volveré a mi trabajo.

—Calma, calma. No es un reclamo. Iba a decirle que se tome el turno libre, yo la cubriré. Su hermano solo vino por dos días y no es justo que usted los pase trabajando. Vayan, vayan y pasen tiempo juntos.

—¿De verdad? —no puedo creer lo que estoy escuchando.

—De verdad. Sé que usted haría lo mismo por otro soldado. Así que vaya.

Miro a Fabien y noto la emoción en sus ojos mientras escucha al coronel. Tanta emoción que no duda en agradecerle y el coronel acepta sus agradecimientos con simpatía.

Esta vez el coronel se ganó mi gratitud.

___
Jelouuuu
Feliz navidad.
*vuelve a desaparecer*
_______

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top