39. Sin darle importancia.

Claire McCarthy

—Mi capitana, ¿qué está haciendo? —habla todavía agitado, moviendo un poco las manos, buscando el nudo que está lejos de su alcance.

—Le dije que el día que lo atrapara y lo esposara sería inolvidable.

Me levanto de su cuerpo y busco una botella de agua en el pequeño refrigerador. Regreso de inmediato viendo que sigue moviendo sus manos en busca de libertad.

Abro la botella y le echo un poco de agua en la cara, haciendo que su expresión se ponga tensa. Después de eso, paso mis dedos por su rostro, buscando el maquillaje o las prótesis que tenga.

Encuentro una variación en su piel y me deshago de su rostro falso, eliminando todas esas herramientas de personificación.

Su verdadero rostro es el que recuerdo ese día en el mirador y en el bar. Sonrío cuando confirmo que tenía razón. Esa cara no pudo ser falsa y siempre lo supe.

Ahora me concentro en sus ojos y le quito con cuidado los lentes de contacto marrones para revelar su heterocromía. <<Al final no eran falsos como lo llegué a pensar>> Por eso los esconde, porque son ojos imposibles de ignorar u olvidar.

Llevo mi dedo índice a su boca y toco sus dientes. En esto, Ladino pasa su lengua por mi dedo y se lo meto más en la boca solo para molestarlo.

Le termino quitando la prótesis dental falsa que logro descubrir.

Su verdadero rostro ha sido revelado antes y ahora puedo contemplarlo mucho mejor.

—Así que este siempre ha sido tu verdadero yo. —comento, subiendo nuevamente sobre su cuerpo con autoridad.

Ladino sonríe, mirándome de arriba abajo.

—¿Sorprendida? Por eso le dije ese día en el mirador que podíamos hablar.

—En lo más minimo —lo sujeto de su mandíbula—. ¿Quién eres Ladino? Hoy responderás a muchas de mis preguntas. No te irás de aquí hasta que yo lo decida, o tal vez nunca te irás.

El criminal se humedece los labios.

—Ya te dije que no perdieras la cabeza pensando en mí, Claire. En cuanto menos sepas sobre mí, mejor estarás.

Acerco mi rostro al suyo.

—Hoy no estoy de humor para tus respuestas de mierda. Cuéntame lo que sabes sobre Baker, Gray, la PMIN y todo este caos. —exijo.

—¿Con qué intención estás haciendo todo esto? ¿Qué planeas lograr al involucrarte?

—Lo hago porque sé que así como han arreglado las escenas para que parezca lo contrario, sospecho que hicieron lo mismo con más situaciones —pongo mi mano en su cuello—. Voy a hacer la primera pregunta: ¿Qué sabes sobre lo que hace Baker?

Aprieto un poco su cuello. Sin embargo, por alguna extraña razón, siento en mi entrepierna como crece un bulto en la suya.

¿Este infeliz se está excitando en lugar de tener alguna otra reacción? Masoquista.

Aunque... eso me resulta útil. Muevo mis caderas suavemente sobre su bulto y esto parece distraerlo con la sensación.

—Si hablo te habré involucrado mucho.

Río. Excitarlo lo hará hablar.

—Yo misma me involucré más de lo que debía, ¿crees que una explicación tuya cambiará eso? —sigo moviéndome.

—Buen punto —suspira sin aliento—. Pero no hay mucho que pueda contarte sobre Baker, aparentemente ya sabes a qué se dedica. Por algo te dije que los superiores son la peor escoria que existe.

—¿Y el ex coronel Gray también fue parte de ellos?

Ladino me mira a los ojos.

—Aún recuerda su curiosa muerte por lo que veo. 

—Me acuerdo de todo, Ladino, sólo que no lo menciono a menudo. Todo lo que sucede lo guardo en mi mente para cuando llegue alguna información nueva. Recuerdo las historias del caso Buenaventura, la muerte de los Alpha y Gray, recuerdo su referencia de cómo quieren verme caer, que todos olvidan, que debe haber control, venganzas, los verdaderos A.T., una infidelidad que algunos aseguran por parte de mi madre, que hay más gente involucrada, las paredes que hablan y muchas cosas más. No soy idiota, conozco la realidad que existe.

Ladino me escucha atentamente.

—Tú no eres y nunca fuiste uno de ellos.

Levanto una ceja.

—¿Por qué habría sido uno de ellos?

—Porque hay cosas que no concuerdan. Pero puedo responder algunas de tus preguntas, al fin y al cabo son cosas que algún día saldrán a la luz.

—¿Cómo que?

—Gray era parte de la corrupción y por eso se suicidó, porque fracasó catastróficamente y los demás lo iban a matar —eso me hace entender sus palabras de ese día—. Gray estuvo a cargo del caso Buenaventura, pero no de resolverlo, sino de crearlo. Él fue quien secuestró y asesinó a los Buenaventura, pero fracasó y obtuvo solo su sentencia. ¿Por qué crees que hizo referencias a nunca arrepentirse de nada? Un fiel seguidor.

¿Qué? Esto es increíble.

—Entonces Gray era alguien como Baker... lideraba y usaba soldados para conseguir dinero. —Gray fue el anterior. Las cosas están teniendo sentido.

—¿Tú que tanto te has involucrado en este asunto? —pregunta de repente—. Sé que fuiste tú quien detuvo el intento de secuestro y sabes mucho. Pero... ¿cómo sabes tanto? ¿Te has expuesto? Este no es un juego fácil.

Me abstengo de responder. No planeo ser el interrogado. Tiene que ser él quien hable, yo me encargo de mi implicación.

Admiro sus ojos por un momento y luego hago lo mismo con su pecho, abdomen y cintura. Tengo ganas de hacer algo o más bien tengo la necesidad de hacer algo. Por supuesto, este algo le hará ceder ante mis preguntas.

Ladino cae en mis encantos y pienso demostrarlo.

Acerco mi rostro al suyo y uno nuestros labios. Lo beso lentamente y él me corresponde, siguiendo el acto.

Dejo besos en su mandíbula y mejilla en busca de su oreja.

—¿Quieres que te monte? —propongo con mi idea clara y mi voz seductora.

Ladino se estremece un poco.

—Para mí sería un honor. —responde sonriendo con picardía, centrando su atención en mi sujetador.

Me siento y llevo mis manos a su pecho, descendiendo lentamente hasta su cinturón, que libero.

—¿Por qué le robas a la Élite? —empiezo mis preguntas en un orden de hechos que me haga entender lo que necesito.

Ladino no me responde, solo mira como mis manos juegan con la cremallera de su pantalón. Por lo tanto, dejo de hacerlo, provocando que me mire sin comprender.

—Si no respondes, yo tampoco haré nada —amenazo en tono suave—. Tú decides.

Se lame los labios y respira con calma. Parece estar pensando en ello.

—La Élite es el mayor socio de los superiores aquí. No apoyan las cosas como tales, simplemente aceptan conseguir todo sin esfuerzo, pero es obvio que son concientes de las ilegalidades aunque se hacen los inocentes.

Ante su respuesta, bajó la cremallera de su pantalón. Meto mi mano entre este y encuentro su miembro, el cual aprieto.

Un pequeño jadeo sale de su boca y sonrío. No puedo negar que me gusta verlo así. Me provoca muchas cosas.

—¿Qué tipo de cosas obtienen sin mucho esfuerzo? —saco y masajeo su miembro.

—Protección, poder y artilugios. Responde algo. ¿A dónde van las cosas que confiscan?

—Se supone que deben ser destruidas. Esto es lo que siempre ha decretado la general superior y los demás generales deben seguir esa regla.

—Respuesta incorrecta —detengo mis movimientos—. No los destruyen, los venden a la Élite y así se convierten en un sustento económico. Por supuesto, no todos los superiores están involucrados en esto, pero eso no significa que no haya quienes sí lo están.

—Dime los nombres de los que están involucrados en esta ciudad.

—No. Sólo tienes que saber que hay corrupción. Sé inteligente y deshazte del mal a tu manera.

Llevo mis manos a mi sostén y me lo quito, liberando mis senos.

—Dime nombres. —exijo mientras me detalla.

—No lo haré. No cometeré el mismo error dos veces y no me preguntes a qué me refiero. Aquí sólo diré lo obvio y no cosas superfluas.

En pocas palabras me dirá las cosas a medias. Sin embargo, eso no importa. Lo poco que me diga me será útil. Sabré unir las cosas poco a poco.

Me levanto para quitarme los pantalones y quedarme solo en ropa interior para volver a subirme a su cuerpo.

Por la expresión de su rostro, sé que le gusta esta situación. Su mirada es tan ansiosa y divertida que la sensación me contagia porque es algo excitante de una manera extraña.

—¿Y qué me puedes decir de Arévalo?

—Está en un… lugar interesante.

—No me refiero a eso. Ya sabías de antes que él era quien daba las órdenes de Baker. ¿Qué más puedes contarme sobre él? —me muevo en círculos para hacerlo sentir placer y distraer su mente.

—Es una porquería —dice con un suspiro—. Es un perro seguidor desde hace años, lo sabe todo, pero nunca lo dirá, así que lo que importa de él son sus accesos. Guían al objetivo.

—¿Y a mí también me los darás?

Ladino me mira a los ojos. No sé por qué siento que hay un dolor interno en todo esto que no puedo descifrar. Es como si quisiera y al mismo tiempo no quisiera hablar. Es como si él fuera el doliente.

—¿Para qué los quieres si ese no es tu problema?

—¿Y por qué no lo es?

—Porque es obvio. No sabes nada de aquí, no experimentas el dolor aquí, no tienes nada que hacer aquí.

Él tiene un punto. Bueno... creo que debería empezar con las preguntas que sí me involucran.

Extiendo la mano y busco un condón en la pequeña mesa de la habitación.

Me muerdo el labio. Voy a disfrutar y a descubrir cosas, no perderé con mis acciones.

Ladino se pierde mirándome romper el envoltorio.

—Libera mis manos. Quiero tener mis manos libres.

Río.

—¿Y cuando dije que te iba a dejar ir? —pregunto inocentemente.

—¿Harás todo el trabajo sola? Déjame libre.

—¿Crees que no puedo hacerlo sola?

Deja salir aire de su boca.

—No lo sé... —me ofendo de inmediato y él suelta una carcajada—. Demuéstrame que puedes.

Sonrío y me dispongo a deslizar el condón a lo largo de su miembro erecto.

Me siento a un lado sin la intención de subirme encima de su miembro aún. Acerco mi cara a la suya.

—¿Dónde están los verdaderos A.T.? ¿Y por qué hiciste referencia a que los hay falsos? —susurro.

Ladino me mira con una mirada suave.

—Muertos … porque los había falsos. Las cosas son muy complicadas en este lugar, Claire. Es todo una conspiración.

—¿Por qué siempre hablas así? ¿Por qué evitas decir la verdad? Ese comportamiento me enferma. —vuelvo a sujetarle la mandíbula.

—Porque el que más sabe, es quien más sufre.

—No me importa morir. —espeto.

—Nunca dije que muere el que más sabe.

Levanto un poco mis caderas y me posiciono sobre su miembro, simplemente frotando sin hacer nada más.

—Ésta es tu última oportunidad, me hablas de forma comprensible o me voy de aquí.

Lo miro a los ojos y se pierde en mi mirada por unos segundos. Me mira como un idiota sin intentar ocultarlo.

Le sonrio y levanto una ceja algo divertida.

—¿Por qué dijiste una vez que querían verme caer?

—Eso fue una suposición. Es raro que le den a una persona nueva los casos que te dieron a ti. No tiene sentido. Piénsalo.

Me dejo caer sobre su miembro. Jadeo al sentir cada parte de su ser en mí.

Mi cuerpo no puede evitar reaccionar de buena manera. Esto era lo que mi cuerpo quería desde el principio, sus deseos son difíciles de ignorar e imposibles de no complacer.

Ladino abre un poco la boca, ahogando un pequeño jadeo.

Parece el más complacido de aquí.

Sin pensar ni razonar, muevo mis caderas en pequeños círculos. La electricidad de sentir su cuerpo es algo inexplicable.

Mis ojos disfrutan de su expresión excitada. Sus ojos con heterocromía hacen que sea una escena difícil de ignorar. Me pierdo en ellos y es algo que odio y quiero al mismo tiempo.

—¿Me darás todas las respuestas que quiero de ahora en adelante, Ladino? —hablo sin aliento, balanceando mi pelvis.

—Cuando logre soltarme te lo daré todo.

—Ni en sueños te dejaré ir.

Paso mis manos por su pecho y lo acaricio, dando pequeños saltos que lo hacen cerrar los ojos.

—Ojos y mirada fijos en mí —le ordeno y él obedece sin oponerse—. ¿Quién apoya a Baker? Quiero actuar como lo hice en el intento de secuestro pero no quiero alertar a sus cómplices sin saber quiénes son.

—Son varios los que apoyan a Baker, tantos que algunos me resultan desconocidos. Sólo mantén los ojos abiertos y déjame hacer todo. —su voz espesa y entrecortada me hipnotiza.

—Ladino —lo sostengo por la mandíbula—. Quiero respuestas, no frases sin contexto.

Ladino mueve sus caderas, en un golpe certero que me hace gemir. Está intentando desconcentrarme.

—Se las daré, mi capitana. Pero con acciones, no con palabras porque son peligrosas —susurra moviendo nuevamente las caderas. Me gusta ese movimiento, me hace arder explosivamente—. Mientras tanto, disfrute, tenga cuidado y deje que todo fluya.

—¿Cuánto tiempo? Se me acaba la paciencia y las ganas de acabarlo son cada vez más fuertes. —hablo perdida en el placer. Ni siquiera entiendo por qué con él cambio todo el tiempo mi discurso formal e informal.

—El que sea necesario. Usted misma comprobará que el tiempo es fundamental para los descubrimientos.

Me alerto cuando hace un movimiento lento y doloroso con sus manos que lo ayuda a liberarse de los nudos y luego de las esposas.

Sus muñecas quedaron marcadas por ese movimiento y parecen sensibles quedando cubiertas por moretones.

Con estas mismas manos me sujeta la cintura y nos hace cambiar de posición.

Su cuerpo cubre el mío mientras permanece dentro de mí.

Ladino me besa con fuerza y ​​deseo. Sus manos buscan mis muñecas, las sostiene y levanta por encima de mi cabeza. Luego continúa dando empujones que me hacen temblar.

—Mi capitana —lo miro a los ojos ante el tono que usa—. Si quiere acabar conmigo, hágalo en esta cama. Acabemos el uno con el otro.

Mis ganas de luchar y saber más cosas son grandes, pero mi ego y el querer mostrar resistencia están muy por encima de todas esas cosas. <<De todos modos sacar información es de poco a poco, hoy obtuve mucha más de la que esperaba y obtendré más pronto>>

—¿Y usted si perdurará? —lo provoco, moviendo mis caderas a su ritmo.

—Todo lo que venga de usted.

—El que se duerma primero será despertado por el otro en la mañana de buena manera.

Su mirada cómplice me hace sonreír con maldad.

Será una noche interesante.

•••

Lo miro fijamente, con algo de rabia mientras sostengo las esposas en una mano y la cuerda en la otra.

Ambos estamos usando solo nuestra ropa interior y cada uno permanece parado en el otro extremo de la cama que nos separa.

La fiebre ya pasó, aunque tardó un poco porque anoche ninguno quiso dormir para no perder el reto.

Ahora sólo queda continuar con el interrogatorio.

—Mi capitana, ¿por qué tanta agresividad? —dice muy divertido y eso me enoja aún más.

Doy la vuelta a la cama, pero él se sube a ella para cruzarla y quedarse donde estaba yo antes.

—¿No le gustó lo de anoche?

Me vienen a la mente recuerdos de anoche y las sensaciones que quedan en mi cuerpo me hacen querer más. Y ese es el problema. No debo querer más de él. Debería concentrarme solo en obtener información de él y no en otras cosas.

—Lo que pasó quedó en el olvido. —refunfuño.

—Usted todo lo guarda en su mente. —sonríe en señal de victoria.

<<Este hijo de...>>

Suelto las esposas y la cuerda para ganar impulso e ir hacia él.

Lo hago a gran velocidad, tomándolo por sorpresa y arrinconándolo contra la pared con mi antebrazo en su cuello.

En ese momento alguien toca la puerta del dormitorio y ambos nos miramos serios y alertas.

—¿Quién es? —me susurra Ladino.

—No lo sé —pasan ideas por mi mente—. ¿Y si descubrieron lo que pasó con Arévalo?

Si son soldados, salto por la ventana, no sin antes haber empujado a Ladino por esta misma.

—Imposible. No vayas a abrir. —por primera vez no veo a Ladino seguro.

Llaman a la puerta de nuevo y ambos nos quedamos juntos en absoluto silencio.

En ese momento se introduce una nota por debajo de la puerta y nos hace mirarnos con recelo.

Ladino da pasos suaves hacia esta nota y la levanta para ver su contenido. Me acerco cuando veo que su expresión vuelve a ser divertida.

Detallo la hoja y leo que es la invitación al desayuno de cortesía que entrega el hotel. Supongo que ya lo trajeron, pero como no abrimos lo dejarán en el comedor para ir a reclamarlo.

Vuelvo a tener aire en mis pulmones.

—Debemos irnos antes de que nos vean aquí, pero esto no quedará así, infeliz. —digo de mala gana mientras recojo mi ropa del suelo y me la pongo.

Veo por el rabillo del ojo como él hace lo mismo sin oponerse.

Ambos salimos de la habitación sin ninguna reacción, caminamos por inercia hasta el ascensor para llegar a la recepción.

Una vez allí, entrego la llave de la habitación y Ladino pide el casco que dejó custodiando.

Ninguno de los dos nos miramos o decimos algo. Parecemos extraños saliendo, aunque técnicamente eso es lo que somos; unos extraños

Sin embargo, una vez fuera de la estructura, Ladino se acerca un poco a mí.

—Tenga mucho cuidado con lo que descubrió, mi capitana, porque sigo siendo su bando contrario. Cualquier movimiento en falso será su perdición. —dice a modo de amenaza y solo me hace soltar una risa irónica.

—Lo mismo le digo, cada movimiento en falso será su perdición, criminal. No sabe con quién se está involucrando.

Él se ríe y dice algo en voz baja que no entiendo, lo que me hace fruncir el ceño.

—¿Qué dijo? —pregunto con autoridad.

Ladino me mira a los ojos y guarda silencio. Luego se pone el casco y se aleja caminando hacia el estacionamiento de donde, a los pocos minutos, sale con su moto a gran velocidad.

Aprieto la mandíbula, ignorando eso y decido seguir revisando mi celular, que tenía notificaciones desde muy temprano, las cuales ignoré en su momento.

Veo que hay una citación obligatoria de emergencia por la tarde, exclusiva para los capitanes Alpha, Beta y Gamma.

No se especifica el motivo. Sin embargo, lo entiendo al instante. Es ese asunto tan delicado del que hablamos hace tiempo, ha llegado el momento.

El desmantelamiento de los Can y alias Can.

Y eso significa que no tendré mi descanso programado.

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