36. En grupo e individual.

Claire McCarthy

Nuevo día y dinero autorizado.

Ahora puedo volver al mercado y comprar la dichosa y extraña pistola que me ofrecieron. Tengo que hacerlo lo más pronto posible, así que, en cuanto me entregan el dinero, busco la salida del comando para ir al lugar adecuado para disfrazarme.

Bajando las escaleras, me detengo cuando noto la presencia de alguien que conozco.

Lavoie sonríe de lado al verme. Lo analizo de inmediato; se ve bien, no lo observo deprimido o con apariencia quebrada.

—Capitana, buenos días, me alegro de volver a verla. —me saluda muy amable.

—Sargento, buenos días. Quién está más alegre soy yo, que bueno verlo bien. ¿Le acentuaron bien los días de descanso? ¿Cómo está?

—Bien en lo que cabe. Todavía un poco confundido, pero no importa —Lavoie mira en todas direcciones con calma, como tratando de no llamar la atención de nadie—. ¿Y cómo van las cosas aquí? Me enteré de que hay un caso vigente.

—Así es. Pero no se preocupe; Dallos, Domínguez y usted seguirán con sus tareas habituales, y el caso será manejado por los ya seleccionados.

—No vaya a ser que nos vuelvan a drogar —dice en broma y yo parpadeo—. Capitana... —vuelve a mirar sutilmente en varias direcciones. Quiere decirme algo, lo puedo adivinar por su reacción corporal—, espero que le vaya bien en el caso. Nos vemos luego, voy a recibir mi puesto. —sonríe y me confundo un poco. No creo que eso fuese lo que quería decirme.

—Está bien. Cualquier cosa que necesite, me la puede hacer saber.

Lo veo estirar las manos y darme un abrazo muy extraño.

—Las paredes fueron la causa, ¿no es así? —me susurra cerca del oído mientras se aleja y sonríe—. Muchas gracias, capitana.

Mi mente se ilumina y creo entender...

—Sí, no hay nada que agradecer. —intento darle la respuesta que necesita.

—Bueno, lo tendré presente.

Lavoie pasa junto a mí hacia el piso superior y yo hago lo mismo hacia el piso inferior.

Mientras camino hasta quedar completamente afuera, pienso en Lavoie. Él sabe desde hace mucho tiempo que algo no está bien en este lugar y no es tonto, es consciente de que su intento de secuestro no fue una coincidencia. Ese joven soldado, al que muchos consideran imprudente, es en realidad el que más sabe y guarda silencio sobre asuntos delicados.

El problema recae en que no sé con certeza hasta qué punto ese soldado puede permanecer en silencio. Aunque no es que le convenga decir las cosas que oye, porque eso es una alerta y sentencia.

Ignoro esto por un momento cuando llego al lugar y comienzo a maquillarme. Primero debo concentrarme en el caso y luego veré qué hacer con Lavoie.

Ya lista, me dirijo al mercado negro, entrando en él con facilidad. Voy directamente al puesto de armas y me veo obligada a hacer una larga fila para comprar el artilugio. Tal fila parece una reunión de seguidores del mal, puesto que los hombres y las pocas mujeres frente a mí tienen apariencias algo fuertes y un tanto bizarras. Muchos con heridas en el cuerpo, tatuajes, amputaciones o modificaciones faciales para generar miedo y respeto.

La espera parece eterna, pero finalmente llego hasta donde está la vendedora. Cuando me ve, sonríe con superioridad.

—La de las cicatrices… volviste. Supongo que traes el dinero completo, ¿no?

—Sí... —saco el dinero y lo pongo sobre la mesa. La vendedora lo cuenta sin más.

—Está completo —me alegro—. El problema es que ya no tengo lo que querías —me devuelve el dinero y mi alegría desaparece—. Vuelve el mes que viene.

—¿Qué? Pero me dijiste que me la apartarías… Vine lo antes posible… —hablo sin exaltación. Mi tono es tímido.

—Sí, pero hoy vinieron compradores generosos y sus peticiones son prioridad. Ven el mes que viene o qué sé yo, compra alguna otra arma —veo como saca armas de unos cajones. Las detallo y es evidente que no son armas soluanas sino noivanas. Eso no me sirve—. ¿Estás interesada en alguna?

Obviamente no me interesan, no puedo llegar al comando mostrando un arma noivana como prueba cuando el caso se basa en soluanas.

—Mejor vuelvo el mes que viene. Me interesó más la otra arma.

—Como quieras.

Termino saliendo de ese puesto sintiendo dos cosas: Ira e impotencia. Ya no tengo pruebas que llevar para demostrar que el contrabando está aquí. Si pudiera tomar una foto o algo así, pero es imposible.

Me detengo para fingir observar el puesto de armas afiladas y así mantener mi fracaso en continuar buscando un arma. Veo todo lo que hay, pero nada es relevante.

Vuelvo a mirar el puesto de armas de A, la mujer, y me sorprende ver a un comprador salir con un arma soluana. Frunzo el ceño, ¿no se suponía que se habían agotado? O... la vendedora no quiso venderme un arma, ¿será posible?

Decido prestar atención por un rato a las ventas que salen del puesto de armas para analizar cada artilugio que sale de allí. De siete compras, tres fueron armas soluanas. Entonces confirmo que no se agotaron, sino que me fueron negadas.

De repente alguien se posiciona a mi lado mientras vuelvo mi mirada hacia las armas afiladas. Esta persona toma mi mano y deja un papel en ella. No necesito darme la vuelta ni hacer preguntas porque ya sé quién es. Lo único que hago es desdoblar el papel con mucho cuidado sin que nadie se dé cuenta.

《¿Sabía que nuestras vidas se basan en conjeturas? Siempre tenemos sospechas, buscamos percibir un poco de nuestro entorno, nos gusta intuir y morimos por creer. La cuestión es que usted no debe caer por las conjeturas de las personas de este lugar y mucho menos morir por acciones de los ajenos lejanos, mi capitana.

Ladino》

Parpadeo. No entendí muy bien esta nota.

—¿Qué me quiere decir? —susurro extremadamente bajo para que solo él y yo podamos entendernos.

—Ese puesto ya tiene sospechas de que aquí puede haber intervención policial y creen que puede ser un nuevo comprador… tengan cuidado. —susurra de la misma manera.

Me muerdo la lengua cuando escucho eso. Todo tiene sentido, por eso no me quisieron vender esa arma. No confían en los nuevos y yo soy uno de ellos junto con mis soldados que deben estar por aquí.

—¿Cómo lo sabe? —inquiero.

—¿Olvida quién soy? —Sí, claro… cómo si eso pudiera olvidarse—. Entrar en el mercado negro no debe considerarse un caso de tropa, sino más bien una misión suicida. Supongo que el objetivo son los Z.A.L —hace una pausa—. Es complicado para alguien que lleva poco tiempo aquí. Pero veo que ha conseguido encontrarlos y ha logrado meter a sus soldados en este lugar… nada mal.

No hago ninguna expresión.

—Como diga. ¿Algo más que deba saber?

—Sí. Sigame.

Lo miro por el rabillo del ojo y veo que tiene sus ojos puestos en mí. Luego toma mi mano y me guía entre toda la gente de una manera que intenta evitar acercarme al puesto de alucinógenos. Lo hace como si supiera que mis soldados están ahí y pueden vernos. <<Él ya lo sabe, claro que lo sabe>>

Llegamos a un edificio del mercado negro que parece ser una especie de motel de mala muerte.

<<¿Qué miseria es esta?>> Es lo único que puedo pensar cuando veo el interior. Es un lugar que parece caerse a pedazos y ni hablar del olor.

Ladino paga por un cuarto y le dan las llaves. Subimos muchas escaleras hasta llegar a una de las habitaciones del quinto piso y entramos en ella.

Me da asco la habitación y el olor. Las personas que vienen a tirar en este lugar deben estar muy necesitadas y en condiciones muy cuestionables.

—Aquí podemos hablar —me dice Ladino mientras se acerca a la ventana y yo imito su acción—. Las ventanas están polarizadas para que podamos verlo todo, pero nadie pueda vernos a nosotros. ¿Qué planea hacer, mi capitana? Este lugar no es un juego.

—Lo sé —me cruzo de brazos, mirando hacia el mercado negro lleno de gente—, y tengo que pensarlo bien.

—¿Qué sabe de los Z.A.L y del mercado en general? —indaga sin mucha importancia.

—Son tres hermanos, roban armas en Soluth y revenden lo robado aquí, traen sustancias de Hasul y brindan servicios de sedación. Cada mes renuevan su mercancía. La vendedora de armas parece ser la temida. Tengo todo lo que necesito excepto una prueba y el camino por donde circulan todo. Y sobre el mercado, bueno, digamos que conozco un poco de las barbaridades que maneja a excepción del jefe de gestión total. —hablo de lo obvio con calma.

Ladino sonríe sutilmente.

—Si va por buen camino. Pero, ¿quiere que le diga el problema? Para que conozca el camino y obtenga pistas se necesitarán de meses aquí, de mucha vigilancia. Este es un trabajo de meses —veo cómo se arregla su cabello oscuro que forma parte de su nuevo disfraz—. Temo decirle que no podrá completar su caso en tan poco tiempo.

Aprieto la mandíbula, sabiendo que tiene razón. Ganar confianza en este lugar llevará meses y muchas estrategias cuidadosamente planificadas.

Sin embargo, incluso si nada apunta al éxito, debo continuar con mi caso y obtener lo que pueda. No darse por vencido es una regla clave.

—Así no...

—Punto muerto entre la zona 1 y 8 —me interrumpe—. En el río que se sabe está infestado de cocodrilos. Justo donde dos grandes rocas separan los países, allí guardan los bienes robados en la cueva iniciada por las rocas. Durante todo el mes guardan allí el contrabando y luego lo sacan. Por la noche estarán allí los contrabandistas porque nuevamente es el inicio de mercancía traída.

Suelta al aire toda esa información que me deja sin palabras. ¿Acaba de decirme la ubicación del contrabando? ¿Ladino acaba de decirme algo que necesito? ¡¿Esto es real?!

—¿Cómo... cómo sabe eso?

—Tengo mucho de estar aquí. En unos meses usted también lo habría sabido, pero sé que tiempo es algo que no tendrá.

Parpadeo.

—¿Y por qué quiere ayudar? ¿Qué está tramando, criminal?

Guarda silencio.

<<Infeliz>>

—¿No será una trampa suya, malnacido?

Ladino levanta una ceja.

—Estar en este lugar es la trampa más grande —vuelca su mirada hacia el exterior del edificio—. De aquí no entra ni sale nada bueno —se da vuelta y camina hacia la puerta—. Ya di mi humilde aporte. Buena suerte, mi capitana.

Se va, dejándome sola.

<<Esto es una locura, una locura de verdad>>

Narrador omnisciente

La capitana McCarthy tuvo sus dudas al principio y estas le hicieron cuestionar cualquier acción que pudiera tomar. Lo pensó durante una hora, pero al final supo qué hacer.

Creó una escena falsa que contó detalladamente para realizar un informe, donde explica no poder comprar el arma por motivos de agotamiento comercial. Sin embargo, pudo escuchar una conversación entre los vendedores sospechosos involucrados en la que revelaron el lugar que utilizan como almacén. Allí mencionó la ubicación dicha por Ladino y puso todo de acuerdo a su gusto para que pareciera real su falsa versión.

Le notificó la situación a su comandante y al capitán Chi, y los tres llegaron a la conclusión de que esta noche debían realizar un operativo sorpresa en esa zona y confirmar la información obtenida por la capitana.

Al caer la noche, cada capitán lleva a sus soldados elegidos para la misión al punto designado.

El lugar al que van es un lugar no completamente protegido por el peligro de los animales salvajes. Es una zona que los civiles o los criminales temen por el riesgo eminente.

Las tropas Alpha y Chi se mueven con mucho cuidado, sin linternas encendidas, pero con binoculares nocturnos para no alertar a los animales ni a quien se encuentre en esta zona.

Los Chi van a rodear el lugar mientras los Alpha deciden acercarse por el frente para cerrar cualquier ruta de escape.

Claire, a través de sus binoculares, ve cómo la orilla del río está infestada de cocodrilos de tamaño mediano. Esto la hace levantar la mano y hacer una señal a sus soldados indicando: "Ojos abiertos" y "Cuidado adelante"

Ellos saben qué modo de caminar deben tener frente a esas criaturas, pues estas no atacan a menos que sientan una amenaza e invasión en su territorio. En la escuela militar aprendieron mucho sobre animales, aunque los que más se especializan en este aspecto son los soldados selváticos.

La tropa buscó la manera de no entrar en la zona de estos animales y, aunque tardaron más tiempo, consiguieron llegar a la entrada de las rocas rodeando el peligro.

—Aquí el capitán Chi, ¿me escucha? Aquí el capitán Chi.

La voz del capitán resuena en el oído de Claire gracias al auricular conectado a su comunicador.

—Fuerte y claro.

—Si hay presencia humana. Desde donde estamos los escuchamos y los seguimos, se dirigen hacia la entrada donde está su tropa. A cinco minutos, ¿me escucha? A cinco minutos de encuentro.

—Recibo.

La capitana, al oír esto, les indica a sus soldados que se escondan en los puntos clave para cerrar todos los caminos.

Pasan los minutos señalados y desde el interior de la cueva se pueden ver unas pequeñas luces acercándose, acompañadas de voces lejanas y risas.

Al acercarse, la capitana logra identificar que son los tres vendedores del mercado negro que ha identificado como sospechosos. Sin embargo, no vienen solos, hay un cuarto hombre con ellos.

—Sí —se ríe el desconocido—, mañana traeré más armas que dejé en Nueva soluth. Hoy solo pude traer un poco porque los lancheros no querían meterse en este río. Débiles.

—Le temen a nuestros preciosos guardias. —se burla la mujer, hermana mayor y líder.

—Son sólo bebés. —la apoya su hermano menor, el vendedor de medicamentos.

Los cuatro se acercan a la entrada, casi llegando a donde se encuentra una pequeña parte de la tropa escondida. Claire ve con sus binoculares que los Chi ya están en posición, por lo que pretende dar la señal ya teniendo evidencia para la captura:

—¡Ahora! —su imponente grito pone en alerta a los hermanos. Sin embargo, ya no tienen ninguna oportunidad de huir o actuar.

Todos los soldados Alpha y Chi se muestran, emergiendo de sus escondites, rodeando a los cuatro delincuentes por completo. No hay oportunidad de correr, de ocultarse o de regresar a la cueva. Están atrapados.

—Grupo criminal Z.A.L, quedan detenidos por contrabando, hurto y venta de artilugios ilegales con clasificación de armas de fuego. Cualquier cosa que digan puede ser usada en su contra… —el capitán Chi es quien habla mientras los esposa uno por uno.

Al mismo tiempo, una parte de los Alpha, junto a su capitana, entra a la cueva para revisarla por completo.

—¿De qué están hablando? Nosotros no hemos hecho nada, nunca habíamos oído hablar de esos tal Z.A.L...

—Déjanos ir...

Los delincuentes intentan defenderse incluso si su acusación ya no tiene solución. Los Alpha que se infiltraron en el mercado negro los reconocen perfectamente y eso sin mencionar las armas soluanas que minutos después son sustraídas de la cueva. No hay forma de justificación para aquella prueba.

Los contrabandistas Z.A.L han caído.

—Setenta armas soluanas, doscientas balas, dos dispositivos de comunicación y cientos de armas noivanas. —Claire da el informe de lo encontrado y el capitán Chi se dirige a las personas capturadas. Los vendedores reconocen la voz de la mujer de cicatrices, notando que ella era una infiltrada y que ya no tienen muchas opciones. Todo el mercado negro tenía sospechas de movimiento policial por tanta calma y acertaron en ello.

—¿Entonces estas armas que estaban en la cueva de donde venían ustedes no son suyas? —pregunta el capitán con un poco de burla.

—Son de ellos. Yo no tengo nada que ver. —el extraño se defiende arrojando a los demás al agua con su revelación.

—¡¿Qué demonios dices?!

—¡¿Qué carajos te pasa?!

Los soldados observan cómo se pelean entre ellos a tal punto de golpearse con sus cuerpos, provocando que algunos se vean obligados a abandonar sus puestos para separar a los capturados. Ante esto, el desconocido y la mujer, aún esposados, aprovechan que les abrieron el paso para huir. Eso era lo que buscaban. Ambos corren sin saber adónde pisan hasta caer al río y ser arrastrados por la corriente.

Dos soldados encienden las linternas de sus cascos e intentan perseguirlos en el río. Algo que la capitana evita, sujetándolos por sus uniformes sin darles tiempo a saltar al agua.

—¡No! —les grita—. Miren las orillas y las burbujas que emergen del agua.

Todos miran lo que menciona la capitana... Los cocodrilos se están moviendo.

A los instantes se escuchan gritos desgarradores y como tales fieras saltan en el agua, elevándose y sumergiéndose, mordiendo los cuerpos que pasan por la corriente.

Los gritos se intensifican. El sonido de las salpicaduras crece y la imagen de la escena deja inmóviles a los soldados mientras los otros dos capturados pierden el aliento, casi hasta el punto de sentir como todo se vuelve oscuro.

Las extremidades de su compañero y hermana están siendo extraídas y comidas. La sangre tiñe el agua y los gritos se callan en cuestión de poco tiempo.

Los Chi sostienen a los dos hermanos capturados y se los llevan con ellos para evitar que se desmayen. Los Alpha cargan lo hallado y los capitanes se miran entre ellos, porque ambos saben que deben declarar estas muertes y debe ser de manera adecuada y entendible o pueden recibir castigos por malos entendidos.

•••

—¿Y creen que es bueno tener dos muertos sin cuerpo porque han sido devorados? ¿Cuándo se ha visto algo así? ¡Debieron haberle estado prestando atención a los capturados! Nos pueden culpar por causar esas muertes. Los Z.A.L son muy conocidos en el bajo mundo y deben tener a muchos hombres a su servicio. —el coronel regaña a ambos capitanes por la mañana; ya con las capturas realizadas, los elementos confiscados entregados y los trámites listos. Sólo les faltaba a los capitanes esclarecer las muertes ocurridas en medio del operativo.

—Coronel, eso se nos fue de las manos —se defiende la capitana—. Estábamos siguiendo el protocolo correctamente y cuidando de nuestras propias vidas ya que estábamos rodeados de animales salvajes. Los Chi estaban vigilando el área, vigilando a los capturados y a mis Alpha obteniendo las armas.

—Así es coronel —se suma el capitán—. Mis pocos Chi libres los estaban observando, pero como le dije hace un momento, debido a una pelea tuvieron que intervenir y los capturados aprovecharon para correr sin rumbo. En un abrir y cerrar de ojos ya estaban en el agua. Incluso algunos Alpha intentaron ir tras ellos, corriendo el riesgo de morir en el intento.

—El problema no es lo que ustedes o yo sabemos —refunfuña el superior—. El problema es lo que crean los demás. Y la culpa es suya por no tomar precauciones.

Los capitanes ya no saben qué más decir, ya explicaron lo sucedido.

—No es culpa suya —los capitanes miran al comandante que ha hablado—. McCarthy y Serra hicieron muy bien su trabajo. Y lo que digan otros no tiene relevancia, ya que quienes dedicaron esfuerzo y tiempo a esta misión fueron nuestros soldados. La misión ha sido un éxito y eso es lo importante. Además, los demás capturados ya aceptaron que lo sucedido fue real y que la culpa fue de quienes huyeron. Muy buen trabajo, capitanes. —ambos capitanes se sienten protegidos y apoyados.

El coronel mira al comandante sin ánimos. Está realmente de mal humor y, por desgracia, vió una manera de desquitarse con los capitanes.

—Está en lo correcto… No sé qué me pasa. Debería estar feliz por esa caída y no enojado por otros asuntos... qué egoísta —mira a los capitanes—. Muy buen trabajo, soldados y perdón por las quejas. Si pasa algo, sabré justificar cualquier acción realizada por ustedes.

—Gracias, coronel. —dicen al unísono.

Después de eso, y de terminar la organización de sentencia. Los capitanes salen de la oficina del coronel, ambos exhaustos y agotados. No han dormido en más de veinticuatro horas debido al turno diario, el caso nocturno y el papeleo de madrugada.

—Estoy muerto del sueño. —dice el capitán Serra.

—Yo también.

—Lo bueno es que nos darán descanso por el caso. Dos días de descanso por correr el riesgo de ser comidos... una maravilla. —Claire niega con la cabeza divertida, sabiendo que tiene razón.

—Nos hubieran comido mejor. —se ríe el capitán.

—Qué cosas dice —se vuelve a mirarla—. Bueno, debo volver a mi comando. Fue un placer conocerla y realizar un caso conjunto. Fuimos un buen equipo. Espero volver a verla. —le da la mano y Claire la recibe estrechándola.

—Para mí también fue un placer.

Cada capitán toma su camino.

Claire va a los vestidores a cambiarse y mientras lo hace piensa en dos cosas: La primera es que debe aprovechar que ya no tiene un caso para acercarse a la persona que ha fichado. La segunda es Lavoie y el silencio que debe guardar.

Ya vestida de civil, decide dejar el comando y dirigirse a su departamento para descansar.

Mientras camina hacia el gran portón de entrada, ve que Arévalo acaba de llegar, también vestido de civil.

<<Qué empiece>>

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*revive* jeloulouuu
¿Cómo andan?
Ladino, sus apariciones y Claire furiosa. Esa combinación jajaja
¿Qué les parece la trama?
¿Qué creen que pase con Claire?
Vamos a ver que cositas se vienen .❤.
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