30. Plan sin freno.
Narrador omnisciente
Un robo que nadie consideraría perfecto por las pruebas dejadas en el lugar, pruebas que lo vinculan a los robos de cierto delincuente. Sin embargo, para Ladino lo es en todo el sentido de la palabra. Es perfecto porque logra todo el propósito que se le impuso.
Las tropas Beta y Gamma revisan la escena del crimen según lo establecido, encontrando un agujero hecho en una ventana de la casa Amaron en la zona 1. Este es del mismo tamaño que los anteriores y la escena es exactamente igual a las pasadas: Sin huellas, sin desorden y con un testigo cerca con quien se presentó el ladrón usando su seudónimo. Siendo este testigo un vecino.
Yoelia Amaron explica que ayer antes de salir de su casa cerró y aseguró su caja fuerte, incluso había contratado guardias de seguridad.
Mismos guardias que habían logrado ser evadidos por Ladino la noche anterior gracias a cada movimiento y estrategia calculada por si mismo. Él ya sabía dónde estaban posicionados los guardias y a qué hora viajaban de un lugar a otro en la propiedad.
Las tropas no pudieron encontrarlo a pesar de registrar la zona. Es como si la tierra se lo tragara con cada robo que realiza.
Las tropas vuelven a la central con su comandante después de toda revisión.
—Comandante Arias —Lavoie se dirige al superior apenas llega—. Ya llegaron los soldados que formarán parte de la tropa Alpha. —se refiere a los Delta que los están observando.
—Bienvenidos, nuevos miembros Alpha —el comandante mira a los Delta—. Pido disculpas por no recibirlos antes, pero había una situación delicada.
—No se preocupe comandante, lo entendemos —dice la capitana—. ¿Puede contarnos sobre la situación?
—Por supuesto, deben estar conscientes de ella porque necesito movimiento de patrullaje en la ciudad. El ladrón prófugo Ladino cometió un robo y se dió orden de búsqueda. Necesito que tomen posiciones y empiecen a pedirle a los ciudadanos su identificación... Las presentaciones serán luego con más calma. Vayan a sus puestos. ¡Ahora!
Los soldados obedecen y se ven obligados a pedirle a los otros Alpha indicaciones para tomar sus posiciones.
—¿Y el coronel se quedó en el lugar? —Claire escucha la pregunta que Lavoie le hace al comandante.
—No, él tiene que alistar sus cosas y seguir su camino hacia las escuelas. No puede posponer el viaje.
Eso hace feliz a Claire. Ahora podrá ir a su departamento y no quedarse en los alojamientos que tanto odia por lo incómodos que son. Es justo lo que necesitaba y más ahora que nunca, ya que podrá hacer lo que quiera y ejercer sus ideas.
Mientras tanto, en una lujosa propiedad, se lleva a cabo una conversación entre tres hombres:
—¡¿Cómo carajos no son capaces de evitar esos jodidos robos?! —grita el primer hombre, que es el mayor, mientras arroja un vaso de vidrio al suelo rompiéndolo en muchos pedazos.
—Yo estoy ocupándome de mis asuntos. Así que no hables en general, quien debía estar atento era este. —habla el segundo hombre, señalando al más joven de los tres.
—¿Acaso soy adivino? ¡¿Cómo diablos creen que sabré cuándo y dónde atacará ese maldito ladrón?!
—Se supone que eres una gran arma, inteligente y sin alma. ¿O te has ablandado? ... Ya hemos perdido mucho dinero e información este mes. —argumenta el segundo hombre.
—Ese dinero perdido me ha tenido de mal humor. Espero que para cuando estalle el mal humor de nuestra líder, ya me haya ido de la ciudad. —vacila el primer hombre, quien ya se ha calmado.
Los otros dos hombres salivan ante ese comentario. En el fondo no entienden por qué desde hace un tiempo sus planes fracasan, y el criminal Ladino surgido de la nada no deja de robar sólo a las personas que consideran intocables.
—Yo recuperaré una parte de lo perdido. Ya estoy analizando posibles negocios en determinados lugares. —dice el menor, recordándose que debe buscar ese dinero porque la líder lo amenazó.
—¿Desde cuándo a la puteria le llaman analizar negocios? —ambos hombres se ríen del más jóven—. Vas a sudar ese dinero, querido compañero.
Aprieta la mandíbula mientras los observa seguir riendo.
—Entonces denme el dinero ustedes si es tan gracioso.
—Yo estoy sobreviviendo con lo que tengo. Este mes no he tenido beneficios extra por culpa de las acciones fallidas.
—Yo puedo prestarte un poco de dinero —expresa el mayor—. Donde estoy si se han obtenido buenas acciones.
—Deberías llevar a ese soldado que no soporto allí. Bien sabes de quién hablo —propone el menor—. Es una maldita molestia que sólo provoca mal humor.
—Ni porque estuviera loco. Allí sólo sería una molestia para mí. Además, ¿no puedes soportarlo o qué? Pensé que eras el señor yo soporto, yo actúo.
—Él no me importa y puedo soportarlo, pero sería una bendición tenerlo lejos.
—Lo conozco bien y es un completo idiota, no es peligroso. Sólo tienes que ignorarlo.
—No lo discuto.
El segundo hombre se pone su chaqueta escuchando la conversación.
—Ya nos vimos y hablamos, así que a seguir con nuestras vidas… Tengo asuntos que atender. Pronto les daré las buenas noticias —sonríe—. Preparen sus bolsillos, señores.
—Qué así sea.
—Qué así sea.
Los tres hombres se van uno a uno, cada quien en una dirección diferente.
El más jóven de los tres camina por algunas calles buscando el lugar donde dejó su auto. No quiso dejarlo en la lujosa propiedad por precaución, levantar sospechas no es parte de sus planes.
Atraviesa una calle con edificios algo deteriorados y lejanos, donde dejó aparcado su auto en una esquina.
A medida que da pasos, sus sentidos se activan por la sensación de ser observado. Puede sentir como si alguien tuviera sus ojos sobre él. La horrible sensación no desaparece en ningún momento y lo hace detenerse.
Se queda de pie y mira toda la calle de izquierda a derecha. No ve a nadie con los ojos puestos en él. Algunos civiles caminan, pero ignoran su presencia, yendo en dirección a los edificios donde se supone que deben vivir.
El hombre levanta la vista hacia los edificios, detallando uno por uno, hasta que algo en el edificio central de la calle llama su atención.
En la azotea del edificio hay una silueta completamente vestida con ropa gris. Lleva una sudadera con capucha que le cubre el pelo, una gorra que le cubre los ojos y la cara, y guantes. Debido a la distancia, no se pueden detallar muchos rasgos de aquella figura.
Ladino, que es la silueta misteriosa, mira con mucha atención al hombre.
Aunque su rostro no es como el que recuerda, sabe que es él. Aunque su actitud sea diferente, sabe reconocer la verdadera. Ninguna cirugía estética ni cambios en su cuerpo pueden engañarlo y le han hecho tener la vista puesta sobre él en todo momento.
Los recuerdos vienen a la mente de Ladino y le hacen arder la sangre. Más que nada, frases y voces son las que resuenan en su interior.
"Eras tú contra ellos o tú con ellos"
"Ahora soy solo yo"
Le vienen a la mente otras frases y estas lo hacen sentir mal, lo hacen sentir inútil y vacío.
"Son mi familia"
"La única que he conocido"
Ladino podría acabar con él ahora mismo, podría simplemente olvidarse de todo y matarlo. Pero no, todos sus meses de esfuerzo no se pueden perder por un impulso, ya que eso pondrá en aviso a los demás involucrados.
Además, no quiere volver a mancharse las manos de sangre. La única que puede quedar con esa culpa es su mente; una mente que piensa más que las demás, que no necesita manos para matar.
Su plan sigue siendo el inicial.
El hombre sigue mirando a Ladino, por lo que al criminal se le ocurre una manera de darle una advertencia a su manera.
Ladino señala con su dedo índice al hombre, esto lo pone en alerta y no duda en sacar su arma. El hombre le apunta con su pistola a lo alto del edificio y el delincuente mueve la mano en señal de: "Dispara". Cuando aprieta el gatillo, Ladino se agacha cubriéndose con el pequeño muro de la azotea.
Los disparos se intensifican sin motivo alguno ante el desespero del hombre. La agitación de su cuerpo lo hace correr hacia el edificio, y luego subir las escaleras sin importarle que todos los huéspedes lo miren desde los pasillos y ninguno se atreva a detenerlo por el arma que porta.
Llega a la azotea y el aire frío le golpea la cara al instante. Da un giro rápido, apuntando por todo el perímetro en busca de ese sujeto. Sin embargo, no hay nadie. La azotea está completamente vacía y sin señales de vida.
Da unos pasos recorriendo cada centímetro del lugar y se detiene justo en la zona donde anteriormente lo estaba observando el sujeto. Lo que le hace detenerse es una hoja de papel tirada en el suelo.
La levanta y mira su contenido cuando nota que tiene algo dibujado: Dos balas.
Las balas parecen haber sido dibujadas con rapidez debido a sus imperfecciones, pero son completamente reconocibles.
El hombre aprieta la hoja, arrugándola y una especie de impulso demencial invade su cuerpo, comenzando en su cabeza y trascendiendo a sus manos por lo que destruye el papel en muchos pedazos y luego los pisa cuando caen al suelo.
Tomó el dibujo como una burla hacia él y no pudo evitar relacionar que esa persona era el ladrón de mierda que lo ha estado humillando.
Después de eso hizo venir a unos hombres a inspeccionar el edificio y a sus habitantes uno por uno sin excepción. Aunque fue inútil porque el criminal ya se había ido.
Aún así, pronto volverá a saber de él. Ladino nunca lo dejará en paz a él ni a sus compañeros.
Claire McCarthy
Cuando cae la noche por fin se pueden realizar las presentaciones gracias a la presencia del comandante y al cambio de turno donde llegan el resto de los Alpha.
El comandante se presenta formalmente y me da instrucciones sobre el área que será mi prioridad, siendo esta la zona que limita con Soluth, un vecino país. En esta lo que abunda es el contrabando, las extorsiones y los enfrentamientos entre la guardia Soluana y grupos ilícitos.
Me envía toda la documentación e información que requiero a mi correo electrónico, le aseguro leerla y crear las medidas adecuadas para la seguridad del área.
Después de eso, y sin el comandante presente, me dirijo a la tropa Alpha completa y formada.
—Ahora que están todos aquí, me presento para quienes no me conocen: Soy la capitana Claire McCarthy Davidson con cursos y logros de los que no pienso alardear porque cuando uso mi uniforme de gala se reflejan claramente en las medallas que cuelgan de él —hablo imponente—. Lo que si les diré es que para mí hay tres cosas muy importantes que siempre les impongo a mis tropas —levanto el dedo meñique—: La primera es la disciplina, no tolero ninguna falta de respeto por parte de un soldado y mucho menos que desobedezca cualquier orden —agrego mi dedo anular—. La segunda es la responsabilidad, no admito que si tienen un trabajo lo olviden o lo abandonen a menos que tengan una justificación de fuerza mayor —concluyo añadiendo mi dedo medio—. La tercera es la superación, no permitiré que ninguna tropa bajo mi mando baje su nivel y eso se reflejará en las medidas que tome. Nada de chismes entre soldados, nada de payasadas, nada de discusiones entre compañeros. ¡¿Comprendido?!
—¡Sí, capitana! —responde al unísono.
—No quiero que piensen que soy una tirana. Pueden hablar, bromear y llevar todo con normalidad siempre y cuando sea en el momento adecuado. Mis reglas se emplean en momentos serios como operativos y patrullajes, momentos donde las bromas no caben a diferencia de su vida cotidiana donde pueden hacer lo que les plazca.
—Copiado.
—De ustedes he oído y me han dicho cosas no muy positivas. No obstante, yo no me dejo llevar por los chismes, me dejo llevar por lo que veo y compruebo. No soy su ex capitán, así que vayan haciéndose a la idea de que las cosas no serán iguales. Yo misma veré cómo son y los formaré según sus fallas.
Después de eso, se presenta la teniente y habla de las reglas, seguida por la oficial y el sargento. En términos militares, Lavoie habla con gran profesionalismo y demuestra una gran preparación. Esto me demuestra que no debo mezclar su actitud normal con su actitud militar, esas dos ni siquiera chocan entre sí.
Al final cada soldado se presenta.
—Soldado...
—Soldado...
—Soldado Saúl Domínguez. —ese apellido me hace darle importancia. Mi mirada se centra en él, es un hombre de aproximadamente veintiocho años de edad con cabello oscuro y ojos grises. <<Es uno de los soldados que serán atacados>>
—Soldado...
—Soldado...
Escucho muchos más nombres de soldados y pierdo la cuenta mientras sigo detallando a Domínguez. Su altura me hace pensar en la referencia a la fuerza bruta. <<Él es alto y luce fuerte>>
—Soldado Hugo Dallos. —salgo de mis pensamientos después de esa presentación.
Miró al soldado de piel oscura y pelo corto y rizado. Es musculoso y su expresión muestra seriedad.
Dallos, Domínguez y Lavoie. Los tres Alpha que serán atacados. Los tres deben estar incluidos en la misión que mencionó ayer el ex capitán Alpha, la misma que nombraron los soldados en la habitación secreta.
Mañana haré que Lavoie me dé detalles del día, la hora y la razón de la misión.
Cuando todo termina voy a mi departamento en la zona 2 y me tiro a descansar en el colchón que ya extrañaba.
Lo único que quiero es dormir. Tenía pensado llamar a Ladino y hacerle preguntas sobre el robo que realizó, pero no me molesté en ir y buscar el comunicador que tengo guardado en un casillero.
Ahora me da pereza salir y no quiero perder el foco en el plan que estoy ideando.
No más esperar a que sucedan las cosas. Ahora yo las haré suceder.
•••
—Sí, tiene usted razón. Mañana el operativo será a las diecisiete horas del día. Se trata de una incautación de un cargamento de alucinógenos, nos dijo nuestro infiltrado que al parecer la mercancía saldrá antes de lo previsto.
Cité a Lavoie en mi nueva oficina para preguntarle sobre su operativo con la excusa de que necesito saber qué día van a faltar los soldados para acomodar turnos. Y, al darme el nombre de los soldados, confirmé la presencia de Dallos y Domínguez.
—Entonces mañana necesitan disponibilidad las veinticuatro horas. ¿Correcto?
—Correcto.
—¿Esa operación sale de nuestra área? Para saber si soldados deben actuar vestidos de civil. —intento no preguntar sobre el lugar exacto sino hacer referencias a nuestro trabajo.
—No, es en nuestra área. De hecho, el capitán tenía previsto enviarle un correo electrónico mañana temprano pidiendo refuerzos de soldados disfrazados en caso de que sucediera algún imprevisto.
—Perfecto, siempre se solicitan ese tipo de soldados para los operativos. Algunos del turno nocturno podrán prestar aquel servicio. Pueden elegir a quienes consideren actos.
Lavoie me da nombres de algunos soldados, todos Alpha antiguos, y los autorizo.
—Entonces le diré a la teniente que organice a los soldados que quedan en servicio. Les deseo suerte a usted y a sus soldados.
Ya tengo lo que necesito, conozco bien mi próximo paso, incluso tengo una fachada que planifiqué en este tiempo.
Dejo pasar el turno de hoy y el turno del día siguiente. Estos turnos ni siquiera los puedo considerar trabajo porque aún no he tomado mi puesto de autoridad como tal, simplemente nos hemos adaptado al trabajo cotidiano Alpha porque la tropa está dividida por ese operativo. Cuando este termine, mi trabajo comenzará junto con la entrega de casos.
Mi turno termina y aún así no voy a mi departamento. Me quedo de civil recorriendo una localidad a la cual logré llegar gracias a escuchar las conversaciones de los soldados. Intento no cruzarme con los soldados disfrazados que caminan de allá para acá.
Llevo pantalones de hombre holgados, una sudadera negra con capucha, el pelo recogido en un moño apretado que está cubierto por una gorra y la misma capucha. Toda esta ropa cubierta de suciedad. Quiero parecer un hombre callejero, pero no estoy segura de haberlo logrado, así que deliberadamente choco con un civil que iba pasando.
—Mira por dónde caminas, muchacho. —me dice el extraño y yo sonrío para mis adentros. <<Si logré parecer hombre>>
Ante eso, me animo a buscar un lugar adecuado, un lugar que me permita ver el operativo. Entonces actúo como un vagabundo en la esquina de la calle donde se lleva a cabo el operativo.
Cuando llega el momento de este, veo a los uniformados iniciar el allanamiento de un edificio después de que llegara un camión e ingresara a su estacionamiento.
En el interior se oye a los soldados forcejear, luego disparos y gritos. Soldados rodean la propiedad y sé que es cuestión de minutos para que salgan con los posibles capturados y con lo incautado.
Mantengo mi atención centrada en el edificio, pero también en el análisis de una furgoneta que ya ha dado dos vueltas a la manzana de mi izquierda. Es como si estuviera revisando la zona.
Dejo pasar el tiempo y noto que da dos vueltas más, pero esta vez cruzando calles. Me quedo completamente quieta cuando la veo detenerse en la calle frente a mi izquierda. Incluso mi respiración disminuye.
Me siento un poco cohibida, pero me recuerdo la razón por la que estoy aquí. <<No dejaré que sigan haciendo de las suyas>>. Así que sigo con mi actuación de vagabundo acomodándome en el suelo como si fuera a dormir, ocultando mi rostro en todo momento.
Oigo que se abre una puerta y alguien sale.
—Ya sabes qué hacer —reconozco la voz del soldado de la habitación secreta—. Estaremos en la calle de atrás esperando tu señal. Sabes a quién necesitamos dormido, para eso te pagamos.
Es un hombre extraño, lo siento pasar a mi lado en dirección al edificio del allanamiento donde ya han llegado civiles curiosos.
La furgoneta arranca y me levanto para analizarla y calcular algo.
<<Y ya también sé qué hacer>>
No puedo ir al edificio por culpa del hombre extraño que está rondando, pero si tras esa furgoneta. Me dirijo hacia la calle que indicaron y me asomo desde la esquina, notando que la furgoneta está estacionada en la oscuridad con la puerta abierta y hombres con pasamontañas están dentro de ella.
Los miro sin saber que hacer, ya que ninguno se baja. ¿Cómo actúo si no salen del vehículo? Ni siquiera puedo tomarles fotos porque no dan la cara. Pensé que se bajarían y se moverían por la calle, pero aparentemente no.
Minutos después se apagan las luces en varias calles y la furgoneta enciende su motor <<Esa debe ser la señal>>
Mi corazón se acelera y hago lo único que se me ocurre. Saco el arma que guardo en mi cintura y le disparo a todas las ruedas del vehículo, impidiendo su movilidad.
Los disparos resuenan y el vehículo toma marcha, deteniéndose al instante por la falta de aire en sus neumáticos. Los hombres en el interior se alertan y salen a gran velocidad en busca de lo sucedido.
No les doy tiempo de nada y les disparo a todos en una de sus piernas. Si no puedo reconocer sus caras, les dejaré una pista que me hará descubrir sus identidades luego.
Corro por la siguiente calle como si no hubiera un mañana. La adrenalina saca a relucir una velocidad y una fuerza en mis piernas que desconozco.
Detrás de mí se oyen pasos y disparos lejanos. Me muevo de un lado a otro para evitar que algún disparo impacte en mi cuerpo.
—¡Quién carajos es! —puedo escuchar esa pregunta a lo lejos cuando estoy perdiendo a los hombres.
—¡No lo sé, joder, ya vienen los soldados!
—¡Se dieron cuenta del plan!
—¡Maldita sea, me duele la pierna!
—¡Salgamos de aquí que vienen por nosotros!
Me tiro a un contenedor de basura gigante cuando los pierdo al cruzar una calle.
Me quedo allí sin importar el olor, la humedad y la suciedad. Permanezco quieta y detengo mi respiración cuando escucho sus rápidos pasos acercándose.
—¡¿Y los secuestrados?! —grita un hombre agitado.
—¡No podía sacarlos yo solo. De milagro pude huir, los malditos disparos alertaron a los soldados y les hicieron notar la ausencia de los tres indicados, así que los buscaron y los encontraron dormidos en la oscuridad donde ustedes los recogerían!
—Maldita sea, tenemos que salir de aquí antes de que nos vean. ¡Rápido! Corran porque nos quedamos sin vehículo.
Los escucho alejarse, pero sigo sin salir. Dejo pasar unos minutos y finalmente salgo, caminando en dirección hacia las concurridas calles que se encuentran a unas manzanas.
Las cruzo hasta encontrar un callejón y ahí me quito la ropa, quedando con solo un short que llevaba debajo del pantalón y una camiseta blanca. Tiro la ropa al suelo y le prendo fuego antes de salir actuando con naturalidad, fingiendo que no acabo de hacer tremenda locura.
Tomo un taxi callejero y me dirijo a la zona 2.
En este viaje me calmo y reflexiono muy serena.
<<La central amanecerá con ciertas novedades>>
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top