25. Acuerdo.
Claire McCarthy
La segunda semana avanza con algunas novedades. Muchas de las soldados víctimas del secuestro han sido trasladadas a otras ciudades por protección personal y se ha intensificado la búsqueda de alias Can. Por ello, esta tercera semana se ha sentido muy tensa.
Ladino y yo hicimos un acuerdo hace varios días, él va a reaparecer en estos días dejando pistas en el comando 2. No estoy muy segura de cómo, pero me dijo que escondiera mi comunicador en un lugar lejano, así que lo guardé en un casillero alquilado en una tienda.
Dejo a la capitana Daza con sus soldados montando el techo provincial que propuso Weber. En estos dos días restantes hay que terminar todo lo necesario y comenzar la decoración. Mientras lo hacen, yo y algunos de mis soldados tendremos que recibir a los superiores e invitados. La mitad llega hoy y la otra mitad mañana.
Voy caminando por los pasillos de la central cuando llega a mi correo electrónico la lista de soldados que acudirán al evento.
Miro mi celular con el ceño fruncido leyendo algunos nombres que me provocan reflujo. <<Justo tienen que venir ellos, y yo creyendo que me había librado de sus presencias>>
Voy al comedor y bebo un poco de agua mientras espero a Giulio.
—¿Y esa cara? —Giulio aparece de la nada, sentándose a mi lado. Sólo lo veo de vez en cuando a la hora del descanso porque su comandante lo mantiene muy ocupado. Ni siquiera ha podido ir a ver a sus padres.
—Es mi cara de todos los días.
Giulio entrecierra los ojos.
—Esa expresión de disgusto no lo es. Parece que te dañaron el día. ¿Quién fue? ¿Quieres que cuelgue a esa persona de las alas de mi caza?
Me río y saco mi celular, donde abro mi correo y le muestro la lista de nombres.
—Míralo por ti mismo. Te voy a arruinar el día también.
Giulio lee la lista y levanta las cejas, negando.
—No puede ser. Nuestros amigos del alma.
—Nuestro pasado inolvidable. Amores de la vida.
Ambos reímos.
—No puedo creer que justo cuando ambos estamos participando en un evento, ellos también vengan. El reencuentro de los rompehogares con la pareja indestructible se avecina.
Niego, divertida.
—Al menos tú si estuviste involucrado con la comandante antes y por eso su esposo tuvo sospechas. Yo ni siquiera tuve algo con el teniente coronel y aún así quedé como la mala de la historia. Qué vergüenza y descaro.
—Por celos, ella debió notar que el teniente coronel estaba detrás de ti, al igual que él pensaba que yo seguía detrás de la comandante —dice soltando una pequeña risa—. Esos Warren me producen pena.
—Sólo espero que hayan dejado de pensar esas ridiculeces y no hagan un escándalo.
Giulio pone su brazo sobre mis hombros.
—Si lo hacen, nos vengaremos. Sacamos a relucir nuestros poderes de seducción y dañamos ese matrimonio esta vez en serio. Luego se reconcilian como siempre y atacamos de nuevo.
También pongo mi brazo sobre sus hombros.
—Eres terrible.
—Somos. ¿Quién diría que el piloto y la capitana más serios serían tan vengativos?
—Por algo en Realidad pensaban que éramos primos.
Ambos seguíamos bromeando cuando el coronel entra al comedor. Su mirada nos detalla a ambos mientras se acerca.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta frente a ambos, centrando su atención en nuestros brazos sobre los hombros del otro.
—¿Sobre qué, coronel? —indaga Giulio, algo confundido.
—Sobre este desorden que tienen aquí, no se permiten muestras de cariño de alto nivel. McCarthy, ¿usted no debería estar recibiendo a los superiores? Y usted, Grimaldi, ¿no debería estar haciendo su último ensayo?
Ambos quitamos nuestros brazos.
—Ya mis soldados están listos, pero aún falta más de una hora para las llegadas, coronel. —le explico.
—Mi último ensayo es dentro de tres horas, coronel. Los pilotos estamos descansando.
—Entiendo. Entonces les pido que reserven sus cosas para otro momento.
Giulio y yo nos miramos e inmediatamente negamos.
—No estamos haciendo lo que piensa. El piloto Grimaldi es ahijado de mi padre, estabamos bromeando sobre cosas del pasado, perdón por el desorden cuando reíamos.
La mirada del coronel se suaviza un poco.
—Discúlpenme a mí por llamarles la atención, pero es mi deber mantener el orden.
—No se preocupe, lo entendemos. —digo cuando noto que Giulio solo lo mira serio sin hablar.
—Gracias, me retiro. Hasta luego, soldados. —se da vuelta y se dirige hacia la segunda salida del comedor, desapareciendo luego de cerrar la puerta.
Giulio deja de mirar en esa dirección y se vuelve hacia mí.
—¿Y a qué se debe ese reclamo? —dice con recelo.
—Eso mismo me pregunto. ¿Parecía que estábamos haciendo algo íntimo?
Giulio niega, pensativo.
—Por supuesto que no, pero esa actitud… Oh, Claire.
—¿Qué?
—Parece que le gustas a ese coronel.
Lo miro mal.
—No digas estupideces.
—Ojo de hombre no se equivoca.
—Espero que ese ojo se esté equivocando esta vez porque ya estoy harta de los superiores. Siempre me traen demasiados problemas.
—Concuerdo contigo. Aunque... ¿Te gusta o te resulta atractivo? He notado que las soldados de este comando están demasiado cautivadas por ese coronel, ¿tú también?
—Soy mujer y obviamente sé reconocer cuando alguien es guapo. El coronel es muy simpático, pero no me atrae.
—Menos mal porque a mí no me agradó. ¿Quién se cree que es para venir a hacer un reclamo? Ni que fuera tu padre o tu marido... Aunque, ¿sabes? Ahora que lo vi de cerca me resultó familiar. No olvido las caras y sé que nunca he visto la suya, pero sus expresiones se me hicieron familiares. ¿Tiene familia en la institución?
—No que yo sepa.
—Entonces tengo que recordar dónde he visto esas expresiones.
Miro la hora y noto que debo partir con mis soldados para coordinar los recibimientos.
—Ya es hora. Nos vemos más tarde, Giulio.
—Justo te iba a decir una cosa hace un rato; como hoy termino los ensayos, me dejarán la noche libre. ¿Quieres ir conmigo a visitar a mi familia? Estarán felices de verte.
—Está bien, creo que terminaré al anochecer.
Después de buscar a mis soldados, tomar vehículos y partir, llegamos al aeropuerto justo antes de que empezaran a llegar los superiores de las ciudades. Hoy llegarán los superiores y mañana llegarán los jubilados e invitados.
En el primer avión llegan militares de Cielo negro, Coumer, Kelues y Hasul. La mayoría son coroneles, tenientes coroneles, generales y comandantes. También noto que cada ciudad trae a un pequeño grupo de soldados en representación, supongo que para el desfile.
En el segundo avión llegan los superiores aéreos y de selva.
Todos ellos son bienvenidos por mis soldados y por mí. Los soldados son acomodados en grupos para ser llevados a la central en camiones mientras que a los superiores los repartimos en camionetas por protección.
El último avión aterriza y es evidente quienes vienen en este: Los militares del sur. Deben ser los militares de Dexois de norte, Dexois del sur y Realidad.
No me equivoco cuando veo bajar del avión a la coronel de Realidad. Me veo obligada a acudir a ella por respeto y porque es obvio que ella me verá. (No se permite el uso de casco en los recibimientos)
—Coronel —hago una señal de respeto—. Bienvenida, es un honor tenerla aquí...
—Capitana McCarthy, es un gusto volver a verla, y tranquila, no es necesario que repita la frase protocolaria conmigo. —asiento y ella me da la mano.
—A mí también me alegra volver a verla. —estrecho su mano.
—¿Cómo le ha ido aquí? Veo que está posicionada en la central porque es quien nos recibe. —la coronel, una mujer de treinta y seis años, me habla con mucha formalidad y seriedad.
—En realidad no, soy del comando 2, solo estoy cumpliendo con una prestación de servicio. Las tropas de la central están demasiado saturadas para hacerlo.
—Entiendo. ¿A qué tropa pertenece?
—Delta.
—¿Y cómo son? ¿Le ha ido bien con ellos? ¿Se ha sabido mantener?
—Son muy buenos soldados, me ha ido bien con ellos...
—Pero especifique en qué sentido le parecen buenos. —me interrumpe una voz femenina detrás de la coronel.
La coronel se da vuelta y ambas miramos a la pareja que está a unos cuantos pasos. <<Los Warren>>
—Comandante, teniente coronel, bienvenidos. —cómo desearía que los hubieran recibido los demás soldados y no yo.
—No hay necesidad de tanta hipocresía con nosotros, McCarthy. Mejor diga en qué le parecen buenos los soldados, ¿le parecen buenos candidatos para tener aventuras? ¿Tienen potencial para romperle sus hogares?
Y bien... Alma Warren, la exnovia de Giulio, con su mismo viejo decir. Ella cree que estuve involucrada con su esposo y jura que soy una rompehogares. No voy a negar que Gregory en algún momento quiso algo conmigo, pero nunca lo logró porque salió a la luz que dejó embarazada a Alma y al mes se casaron. Y, obviamente, a mi no me apetecía ser amante o involucrarme en un matrimonio. Aunque ella así lo cree.
—Exactamente en todo lo que ha dicho —hablo en un tono falso—. La camioneta de enfrente los llevará a la central. Me retiro, tengo más soldados que recibir.
La coronel asiente mientras Alma me mira mal y Gregory sonríe con disimulo. De este último solo puedo criticar: Está casado, tiene un hijo de dos años y sin embargo le ha sido infiel a su esposa con muchas soldados de Realidad, incluso lo intentó conmigo diciendo que no la amaba y cien cosas más, las cuales no le creí en absoluto y simplemente mantuve distancia.
La comandante le perdona toda infidelidad y culpa a las soldados por ser fáciles y provocarlo. Cree que tiene un santo por esposo.
Me dirijo a los demás superiores y ayudo a mis soldados a recibirlos.
Después de todos los recibimientos, volvemos al comando. En este el coronel es quien recibe a los superiores, hablando con ellos y brindándoles una cena de bienvenida que están a punto de traer.
Me quedo con los brazos cruzados al fondo del comedor, cuando llega Giulio y se coloca a mi lado. Los Warren no nos quitan los ojos de encima a ninguno de los dos.
—Tenemos dos grandes admiradores. —bromea Giulio.
—Y de los mejores. Creo que Alma te sigue recordando.
—Sería muy descarada si me sigue recordando. Cuando la terminé porque era intensa y controladora, se metió con el teniente coronel por venganza y acabó embarazada y cuernuda. Si no me ha olvidado, no sé qué espera.
—Me estresa su forma de ser conmigo, pero no la odio. Me entristece en cierto modo cómo actúa por amor. Se vengó de tu falta de amor y ahora lucha con todas las soldados por el amor de Gregory.
—Tienes razón, pero no es como si pudiéramos hacer algo por ella, ella quiso estar con él… ¿Nos vamos ahora? Mis padres nos están esperando.
—Sí, voy a entregar armamento.
Salimos del comedor siendo seguidos por los ojos de los Warren y creo que por los del coronel. Ha estado raro últimamente.
Giulio y yo entregamos nuestras armas y nos quitamos los uniformes. Tomamos un taxi y nos dirigimos a la casa Grimaldi. Sin embargo, Giulio detiene el taxi unas calles antes de llegar.
Me bajo sin entender.
—Dije que quería hablar contigo, pero no quise hacerlo en el comando por desconfianza —dice nada más irse el taxi—. Hablemos mientras caminamos.
—¿De qué quieres hablar? —pregunto caminando a su lado.
—¿En qué estás metida, Claire? —esa pregunta me hace girar la cabeza—. A mí no me engañas. Hubo una razón que te llevó a pelear con ese sargento y hay una razón por la que siempre te veo mirando a todos con desconfianza. No es muy notable, pero te conozco bien.
—He tenido desacuerdos con soldados, por eso discutí con el sargento y por eso miro a todos con desconfianza. —miento.
—Sí, claro, y yo quiero ser un guardia para que todas me pidan que les haga la ronda de la noche... Lo digo en serio, Claire, ¿qué sucede? Estoy preocupado por ti y la esencia de este lugar no me calma en absoluto.
Salivo. No puedo contarle a Giulio las cosas que he visto. No quiero involucrarlo y no tengo un hilo con fundamentos para hablar. Realmente no tengo nada, ¿qué le digo? Tal vez un: "Bueno, Giulio, lo que pasa es que conocí a un criminal, hablé con él y me ha dado advertencias de un peligro. Uno de mis soldados descubrió algo sobre mi madre que era una supuesta traidora. Alguien está secuestrando soldados culpando a criminales y el sargento Lavoie me dijo que las paredes hablan y resultó ser real"
Claramente no puedo decirle eso.
—Ya te respondí.
—Está bien, no me contestes con la verdad. Solo ten cuidado por favor, muchos soldados de ese comando me hacen desconfiar.
—Estoy bien, Giulio. No tengo ningún problema grave, sólo discusiones tontas con los soldados. Como la que te comenté hace unos días que tengo con la tropa Epsilon, ya que notaste mi distanciamiento con ellos.
—Te voy a creer por el momento... Pero ya sabes que si tienes algún problema puedes llamarme y vendré de inmediato en uno de los aviones del sur.
Le sonrío y él me devuelve la sonrisa, colocando su brazo sobre mi hombro. Miro hacia adelante y noto que estamos cerca de la casa de sus padres.
Hay dos personas mirando por la ventana de esa casa, las cuales sonríen al vernos.
El hombre y la mujer de la edad de mi padre salen a recibirnos. La señora Grimaldi se dirige a su hijo mientras el señor Grimaldi se dirige a mí.
—Claire, es un placer verte —me da un breve abrazo—. Hace años que no te veía —sonríe—. ¿Cómo has estado? ¿Cómo están tu hermano y tu padre? He querido ir a visitarlos, pero no he tenido la oportunidad.
—Están bien, trabajando como siempre…
La señora Grimaldi también me saluda y entramos a la casa. Hablamos por un buen tiempo de muchos temas; hablamos de mí y de mi familia, de Giulio, de la institución y de todos.
Agradezco que Giulio no haya sacado a relucir el tema de sus sospechas, pero lo conozco bien y sé que no olvida nada.
Narrador omnisciente
Llega la medianoche y Ladino emprende el inicio de su reaparición, permaneciendo fuera del comando 2.
Su idea era empezar con algo suave, así que buscó a un joven vagabundo vicioso y le dió unos cuantos dólares para que hiciera el trabajo.
Ladino observa desde su escondite como el indigente, que no está en sus cabales, camina hacia la entrada del comando y varios soldados de guardia le apuntan con sus armas.
—¡Esta es un área privada, no puede entrar! —grita un soldado.
—Traigo un mensaje. —Ladino escucha todo gracias al pequeño micrófono que le colocó al vagabundo entre su ropa vieja.
—¿Mensaje de quién? ¡Muestre su identificación! —dice mientras le informa al interior del comando sobre la situación, provocando que un capitán, un teniente y un oficial del turno nocturno corran al lugar.
—Traigo un mensaje. —repite el vagabundo.
Se abre el portón del comando.
—¿De quién es el mensaje? —espeta Katz, haciendo que sus Epsilon rodeen al vagabundo y se vayan sobre él para comprobar que no traiga armas. La teniente Delta lo apoya junto con el oficial Zeta.
—Está libre, capitán. —confirman que no tiene armas ni explosivos.
—El mensaje es de Ladino —Katz frunce el ceño y Villin levanta las cejas—. Dice que no está preso, que no han podido con él... Y le envía una advertencia a la capitana Macti —Ladino niega, qué más podía esperar de un vagabundo sedado—, le manda a decir que tenga cuidado ... que él la ha reconocido dos veces, el día del operativo y el día de su captura... También les desea buenas noches.
—¿Capitana Macti? —inquiere Villin.
—McCarthy —asegura Katz—. Detengan a este tipo, acaba de exponer una amenaza contra un soldado. Debemos interrogarlo —sus soldados obedecen. Luego se vuelve hacia Villin—. Llame a McCarthy y certifique qué está bien. Notificaré al comandante y a la central de lo sucedido para el interrogatorio.
Villin asiente y hace lo indicado.
Ladino sonríe desde su escondite. <<Todo quedó hecho>> Se quita el auricular de solo un oído, lo tira y sale del lugar.
Lo que él y los militares no saben es que no sólo amanecerá una novedad, sino dos, ya que en la prisión principal también se está llevando a cabo un trabajo por parte de alias Can, quien regresó al país, siendo recibido con la sorpresa de una acusación falsa sobre sus hombros.
Alias Can planea vengarse de los hombres que lo acusaron de ser su jefe y piensa dejar unas frases que hará aparecer en los medios de todo el país para que el verdadero culpable sepa que no debió jugar con él.
El prisionero, un asesino profesional que contrató alias Can, logra llegar a la celda de los cuatro hombres. El guardia se retira tras recibir una gran suma de dinero y le permite acceder al interior.
El asesino saca dos cuchillos de entre su uniforme naranja y le sonríe a los hombres dormidos. <<Esto será fácil>> Se dice a sí mismo, recordando que deberá tomar fotos de la escena cuando termine con el celular que le dio Can.
—Levántense, preciosos —les dice, haciéndoles abrir los ojos—. Can les ha enviado un regalo por sus bonitas acusaciones. Disfruten.
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Jelou...
Oficialmente hemos llegado a la mitad de la historia. Gracias a todos los que han llegado hasta aquí y me siguen apoyando .❤.
¿Qué les parece el acuerdo de Claire y Ladino? ¿Creen que si logre algún propósito? ¿Alias Can dará con el verdadero culpable?
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