21. Resistencia.

Claire McCarthy

Sus labios y los míos se saborean mutuamente. Mis manos viajan hasta su cuello y las suyas recorren mi cintura.

Su beso es posesivo, es rápido. Su lengua busca entrada y se la doy. Es como si ninguno de los dos tuviera el control de la situación.

—Mi capitana —susurra sin aliento, rompiendo el beso—. Esto es peligroso. No navegue en mareas difíciles de atravesar.

Lo miro, tratando de reconsiderar mis acciones. Sin embargo, no me gusta la forma en que se refiere a las cosas. No soy yo quien debe aprender nada, esta es su prueba de resistencia, no la mía.

—El peligro no lo corro yo. ¿Acaso pensó que me iba a acostar con usted? —toco uno de mis colmillos con mi lengua y Ladino no me quita los ojos de encima—. Esta prueba es para usted, no para mí. —mis manos recorren su pecho y van descendiendo.

Ladino no dice nada, pero mira hacia donde van mis manos. <<Quiere ver hasta donde puedo llegar, noto sus intenciones>>

—Mirada fija en mis ojos, no en mis manos. —le ordeno y él obedece.

Le suelto su cinturón y una sonrisa traviesa y a la vez burlona aparece en su rostro. Continúo al desabrochar el botón de su pantalón y bajar su cremallera.

Lo primero que noto es el bulto formado en su ropa interior. Ahora soy yo quien sonríe de forma burlona.

—Ya está perdiendo la prueba, ¿no se suponía que un soldado no podría provocar algo en usted? —pregunto divertida y él no responde—. Veamos si existe la resistencia que dice tener al no caer por ninguna belleza.

Meto mi mano entre su boxer y encuentro su miembro. Ladino deja salir aire de su boca cuando lo libero y lo sostengo con mi mano.

Su tamaño no está nada mal. Siento que mi sangre se calienta al imaginar cosas que no debería imaginar.

Envuelvo mi mano alrededor de su miembro y la muevo hacia arriba y hacia abajo lentamente. Ladino estira los brazos en busca de las barandas, donde se sostiene, apretándolas con las manos.

Su rostro lo mantiene serio. Se está conteniendo. Aumento la velocidad y aún así su expresión no cambia.

No voy a dejar que me humille en mi propia prueba. Lo haré caer.

Me llevo dos dedos de mi otra mano a la boca. Los humedezco y los dirijo a la punta de su glande, los coloco en este lugar y los muevo en círculo. Esta acción le hace abrir la boca, jadear y cerrar los ojos.

—Sin cerrar los ojos. Mirada fija en mí. —le advierto y se ve obligado a abrir los ojos.

Continúo con los movimientos circulares con una mano mientras masajeo su miembro con la otra. Lo hago a baja velocidad para molestarlo de alguna manera.

La expresión de Ladino ya no es seria, sino que está llena de placer y excitación. <<Así quería verlo>> Su cabello cae sobre su frente a causa de la lluvia, sus ojos están fijos en mí y los suspiros que suelta junto con algunos jadeos me hacen sentir electricidad. Esa imagen nunca saldrá de mi mente.

Aumento la velocidad considerablemente y disfruto de sus expresiones.

—Mi capitana, espere... —habla con dificultad. Su cuerpo está tenso—. Si sigue así...

No termina de hablar y yo no paro. Unos momentos después, inclina la cabeza hacia atrás y soy consciente de lo que se avecina.

Da un suspiro mezclado con un gruñido. Su miembro se endurece aún más y de él sale un líquido blanco. Mis manos se ensucian y observo la escena memorizando cada detalle.

Mi cuerpo se excita demasiado viéndolo así, se ve vulnerable y deseable.

—Le falta resistencia, criminal. —me separo.

Ladino se acomoda su entrepierna y su ropa con la respiración entrecortada.

Intento darme la vuelta para caminar hacia donde están los escalones, pero su mano me detiene. Me acerca a él y me lleva a las barandas, justo a donde lo guié anteriormente

—Aquí no seré el único evaluado. También planeo comprobar su resistencia. Usted fue muy clara cuando me dijo que un desconocido como yo no podría provocarle nada. Veamos qué tan cierto es.

Salivo cuando siento su mano en mi hombro y como baja por mis senos, vientre y finalmente llega a mis pantalones. Suelta el botón lentamente y luego recorre mi cremallera.

—Mirada hacia adelante, soldado —habla como una orden y levanto la mirada por impulso. Su sonrisa malvada me hace perder la concentración—. Sus ojos deben estar fijos en los míos, recuerdelo.

La piel de sus dedos sobre mi cadera me hace estremecer. Me aferro a la baranda y siento sus dedos bajar, entrando en mi ropa interior.

Hace contacto con mi zona íntima y suspiro al sentir dos de sus dedos entrar en mis pliegues.

Ladino levanta las cejas sonriendo.

—Empezó mal con la resistencia —comenta, moviéndose entre mi humedad—. Ahora vamos con su control.

Sus dedos se mueven hacia arriba y hacia abajo. Luego en círculos, pero trato de no hacer ningún gesto, trato de pensar en otra cosa para no darle placer en nada.

Uno de sus dedos entra en mí y me hace inclinar la espalda. Aún así, me mantengo neutral en términos de gestos.

—Mi capitana —ese murmullo me excita. Su maldita voz envía señales a mi cuerpo que no puedo controlar—, no deje de mirarme. —acerca su rostro al mío.

Su dedo se mueve dentro de mí y, debido al placer, siento una extraña necesidad de besarlo. Sin embargo, Ladino no lo permite guiando su rostro hacia mi oreja y mordiéndole el lóbulo a esta.

Inserta un segundo dedo y aprieto mis paredes mientras disfruto de lo que sus toques me producen. Sus dedos se mueven de una manera que me hacen delirar.

—Disfrute y deje de pensar que esto es una prueba que ya ambos perdimos. —me susurra y le tomo la palabra.

Sus dedos no dejan de moverse dentro de mí mientras su pulgar se posiciona sobre mi clítoris. Tiemblo al experimentar ambos movimientos continuos. Incluso mis caderas empiezan a moverse un poco con esto.

No tengo control de mi cuerpo.

Ladino me besa de repente y no me resisto. Nuestros labios se encuentran y reprimo gemidos a medida que aumenta la velocidad.

Mis extremidades se sienten calientes de la nada. La electricidad me recorre de punta a punta y poco a poco se va acumulando en mi entrepierna.

Una ola de placer me inunda y mis paredes se encogen. Mi mente pierde sentido y se me eriza la piel.

Aparece una pequeña explosión interna de placer y puedo sentir líquido saliendo de mí antes de que mis extremidades de alguna manera tiemblen y quede sin respiración.

Ladino sonríe rompiendo el beso y deja de hacer movimientos con los dedos, simplemente permanece estático, mirándome de arriba a abajo.

Cuando saca sus dedos de mí y su mano de mi ropa interior, me alejo y respiro con dificultad, dándome cuenta de lo que hice.

Sin embargo, no digo nada al respecto y él tampoco.

Me ajusto la ropa y paso junto a él hacia los escalones.

—Debo volver al cierre del turno. Espero su confirmación de sinceridad pronto. —digo seria.

—La llevo a su comando.

Ambos bajamos los escalones con cierto aire incómodo y cuidadoso ya que los escalones están siendo mojados por la lluvia.

Mientras bajo, recuerdo que estamos en un mirador... Toqué y me dejé tocar por un delincuente en un mirador al aire libre en medio de la lluvia... ¿Qué carajos me pasó? Claro, me dejé llevar.

Llegamos al suelo y nos subimos a la moto. En el camino de regreso no hablamos, ni siquiera lo hicimos cuando Ladino me dejó en el comando. Simplemente me bajé, le di el casco y cada quien siguió su camino.

Fui por mi uniforme y me lo puse a gran velocidad para así volver al comando. Vuelvo justo a la hora de entrega de turno. Debo entregar mi arma y dispositivos.

Camino por los pasillos después de entregar las cosas y quitarme el uniforme.

—¿Qué le pasó, capitana? Está mojada —me encuentro con Villin al salir. Apenas llega a recibir su turno—. Tiene el cabello mojado. ¿La alcanzó la lluvia? —por suerte tenía otro pantalón y camisa entre mis cosas, ya que a todos les hubiera parecido extraño que tuviera la ropa mojada.

—Sí, mientras patrullaba empezó a llover y no llevaba el casco.

—Con razón. Que molesta es la lluvia, odio cuando se me moja el cabello.

—Sí, es un poco molesta.

—Por cierto, capitana. Mañana vienen el coronel y el teniente coronel a tener su reunión habitual.

Me masajeo el cuello y asiento cuando escucho esa información.

—Eso significa casos nuevos... —digo y luego recuerdo que no me avisaron de esa noticia. De hecho, casi nunca avisan, ellos llegan de sorpresa—. ¿Cómo sabe que vendrán mañana?

Villin se alisa el cabello rubio.

—Se lo escuché comentar a algunos soldados.

—Entiendo… Bueno, nos vemos luego, teniente. Me retiro, estoy cansada.

—Hasta luego, que descanse, capitana.

•••

Como lo dijo ayer Villin, el coronel Leclerc y el teniente coronel Mena vinieron a hacer su visita prácticamente mensual.

La hacen en el momento del cambio de turno para poder reunir la mayor cantidad de soldados posibles.

—Estamos orgullosos de saber que este comando cumplió con los casos entregados —continúa hablando el teniente coronel después de saludar y dar unas palabras—. Por esto los generales, el coronel y yo queremos felicitarlos. Es un honor saber que contamos con tropas tan eficientes en nuestro segundo comando como lo son la Delta, Epsilon y Zeta.

—Así como quisiéramos resaltar el trabajo de todos los soldados —ahora habla el coronel—. Desde soldados rasos, sargentos, oficiales, tenientes, capitanes y, por supuesto, su comandante. Un aplauso para todos ustedes.

Todos aplauden y el coronel le da la mano a Nash. Yo no aplaudo y el coronel se da cuenta. Me da una señal cautelosa, como si me indicara que aplauda también. Lo hace sonriendo de manera amistosa, como si intentara integrarme.

No estoy de humor para aplaudir y no lo voy a hacer. Mi mente todavía está perdida en los acontecimientos con Ladino. Me pone de mal humor recordar mi comportamiento.

No me arrepiento porque lo que pasó ya no se puede cambiar. No obstante, sí me enoja saber que no supe mantener mi posición. Yo debía ser el ejemplo de resistencia.

—El teniente coronel Mena se quedará dando instrucciones a los demás soldados —dice el comandante—. Capitanes —se dirige a nosotros—, a la oficina, el coronel hablará con ustedes. —obedecemos, conociendo ya el protocolo.

Entramos a la oficina y tomamos nuestros asientos habituales.

El coronel nos mira con unos documentos en las manos.

—Sus casos terminaron exitosamente, así que los felicito nuevamente. Sin embargo, debo decirles que sigan con el buen trabajo y no bajen la guardia. Más que nada por la crítica situación que estamos viviendo con los secuestros —todos asentimos con la cabeza—. También quería comentarles que posiblemente habrán cambios de comandos.

Los tres capitanes nos miramos con el ceño fruncido. El único que no parece sorprendido es el comandante.

—¿A qué se refiere, coronel? ¿Qué cambios? —pregunta Vásquez.

—La tropa Alpha no está rindiendo como debería, por lo que estamos considerando hacer cambios para tener soldados viejos en esa tropa y no solo nuevos, tal vez el toque de experiencia anime a los otros... Pero es solo una posibilidad, le vamos a dar un mes más a la tropa para ver si progresa o si es necesario realizar cambios.

Katz suelta una risa irónica.

—¿A qué se debe su risa, capitán? —pregunta el coronel de manera seria.

—A nada en particular. Simplemente me parece gracioso que recurra a cambios en lugar de entrenamiento, ¿no le enseñaron sobre el entrenamiento de refuerzos en la escuela militar? ¿No tuvo cambios de sedes?

—Katz, más respeto. —lo reprende el comandante.

—Claro que me enseñaron, pero aquí el coronel soy yo. Yo decido la estrategia que pienso usar para administrar mi ciudad. Además, le informo que el encargado de mantener operativas las tropas es su capitán. El capitán Alpha no está manejando bien las cosas y si no mejora en un mes, usted será el nuevo capitán Alpha. Allí me mostrará su potencial, ¿entendido?

Katz le lanza una mirada asesina. Es obvio que el coronel tomó esa última decisión por impulso.

—No acepto tal cosa. No voy a cuidar de un grupo de novatos. Mejor dele ese honor a McCarthy, ella ha demostrado que se adapta rápido. Déjala brillar en el comando 1. —el tono que utiliza es sumamente falso y ofensivo.

—¿Y por qué mejor no deja de ser tan ridículo sacando peros y sigue las órdenes que se le están informando? ¿No se cree capacitado? —lanzo veneno al aire.

Si me busca, con gusto aparezco.

—¿Ridículo? —Katz se vuelve hacia mí—. Ridícula usted que cree que tiene el poder de hablarle así a un capitán con más tiempo aquí.

—Como si eso importara. —Vásquez habla de fondo.

—Tenemos el mismo cargo aunque le duela, Katz. Y la libre expresión no es un delito, puedo opinar lo que desee.

—Katz, McCarthy, ¡Ya! Se calman y guardan silencio —espeta el comandante a modo de regaño—. Coronel por favor distribuya los casos y olvidemos estas escenas, al parecer los capitanes hoy se levantaron de mal humor.

Yo si tengo mal humor, pero Katz porta su actitud grosera e insolente habitual.

Los ojos color miel del comandante nos recorren a los tres, especialmente a Katz. Nos lanza una mirada que grita: "Hablaremos más tarde"

—Eso noté. Me parece bien... Katz —se dirige al pelinegro—, su información recolectada sobre los saqueadores nos permitió saber sus ubicaciones y, como hay una concentración en esta zona, usted será el encargado de desmantelar toda su estructura. Esa documentación ya la tiene en su poder, así que no hace falta que se la entregue... McCarthy y Vásquez —nos mira a los dos—, hay un caso y una misión que no sé cuál de los dos está mejor dispuesto a asumir. Como esta área sólo tiene dos casos de amenaza activos, decidí que una tropa podría asumir la misión.

—¿De qué se trata la misión? —indaga Vásquez.

—Es de prestación de servicios. Me imagino que saben que este mes que comienza la institución celebra su sexagésimo quinto aniversario de creación. A esta celebración vendrán figuras importantes como generales de otras ciudades, coroneles, ex militares importantes. También los grupos anexos de escuelas alternativas como la fuerza aérea y la fuerza selvática. Para evitar mayores desvíos, lo que necesito de las tropas que asuman la misión es ayudar en la recepción de estas personas, preparación de la ceremonia y seguridad del entorno. Tendrán que dar servicio en la zona 1 y, por supuesto, en la central. El detalle es que deben tener mucha disponibilidad, se pueden requerir en cualquier momento. ¿Cuál de los dos tiene más disponibilidad horaria?

Vásquez y yo nos miramos. Creo que es mejor que el capitán la tome por su tiempo aquí, él debe conocer mejor los protocolos. No digo nada para que la acepte.

—A mí me cuesta aceptar esa misión por disponibilidad de tiempo. El comandante se lo puede asegurar. —argumenta el capitán Zeta.

—Sí, es verdad. Vásquez puede recibir el caso y McCarthy la misión. —Nash lo apoya.

—Lo entiendo, ¿a usted le parece bien aceptar la misión, capitana? —me habla el rubio y yo asiento—. Por correo le enviaré toda la información y el protocolo que se manejará. Serán varios días muy ocupados... Bueno, entonces Vásquez es el responsable del caso "Red". Ellos son quienes distribuyen las sustancias ilícitas a la zona 2. Su deber es desmantelar esta red y confiscar la mayor cantidad posible —le entrega unos documentos y Vásquez los toma—. Sin más, me despido. Nos vemos en otra ocasión.

El coronel sale de la oficina. Esta vez lo hace rápido, se nota que el ambiente hoy es muy tenso.

—¿No les da vergüenza? —nos habla el comandante en cuanto estamos solos—. Ustedes ya están muy grandes para montar un espectáculo como el que hicieron hace un rato, y especialmente usted, Katz. ¡Cómo es posible que le falte el respeto a un superior! Está poniendo a prueba mi paciencia de manera extravagante, esta es la última advertencia que le doy. Una falta de respeto más de ese nivel y haré que lo trasladen a Hasul o Coumer, o mejor aún, lo postularé para soldado jungla.

Katz se levanta y golpea la mesa.

—Haga lo que quiera. Pero tanto usted como yo sabemos que ese coronel novato está cambiando este lugar sin sentido sólo para demostrar que él es quien manda —dice enojado—. Permiso para retirarme.

—Permiso denegado. Aún no he terminado de hablar. Usted y McCarthy tendrán que cumplir un castigo disciplinario por la falta de profesionalismo que demostraron delante del coronel —me cruzo de brazos. <<Genial, lo que me faltaba, un castigo>>—. Luego les diré cuál es. Mientras tanto, váyanse. No quiero verlos porque me vuelve a dar rabia recordar la vergüenza que me causaron.

Katz es el primero en salir, seguido por Vásquez y finalmente yo.

Salgo, apretando la mandíbula, sin querer mirar a nadie. Ni siquiera puedo soportarme a mí misma en este momento.

—McCarthy. —cuando estoy bajando las escaleras escucho la voz del coronel detrás de mí.

Suspiro.

<<Coronel, usted no me desagrada, pero este no es el mejor momento para hablar conmigo>>

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Jelou...
Solo vengo a decirles: ¡Feliz navidad!
Espero que les vaya gustando la historia y sigan sacando sus teorías entretenidas JAJAJA

Y... ¿Claire pero por qué tan rabiosa? A disfrutar. Ok no.

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