18. Olvidándonos.
Claire McCarthy
Intento establecer comunicación tres veces hasta que me rindo. <<No le pienso rogar>>
Me levanto y busco algo para comer. No tengo demasiada hambre para preparar algo, así que solo busco un poco de fruta.
Tomo algunas frutas y hago una especie de ensalada, agregando más de mi fruta favorita <<Arándanos>>. Mientras hago esto escucho cómo suena el comunicador.
Llevo unos arándanos a mi boca y los disfruto dejando sonar el comunicador.
<<No me respondió cuando lo llamé, así que se espere>>
Contesto hasta la tercera llamada.
—Buenas noches, mi capitana. ¿A qué debo su llamada después de tanto? ¿Me llama para despedirse? ¿Si planea escuchar mis palabras?
Levanto una ceja.
<<Sin ofensivas, Claire>>
—¿Me piensa dar el traslado usted o qué? Creo que olvida que eso no es tan simple, debo tener alguna razón mayor para solicitarlo.
—¿Usted no es amiga del coronel de la ciudad?
—¿Qué le hace pensar eso?
—El día que la vi en el cementerio estaba con él en su auto, ¿o me lo piensa negar?
—No, si estaba con él. Sin embargo, no soy su amiga directa.
Ladino se ríe.
—Dudo que un coronel lleve a cualquiera en su auto y mucho menos a alguien ajeno.
—¿Qué está insinuando? ¿Qué soy algo íntimo de él? ¿Qué soy su querida o amante?
Me estoy ofendiendo por esa idiotez.
—No, usted jamás sería la querida o amante de nadie, mi capitana.
—Entonces, ¿quién sería yo? ¿La que lucen como trofeo?
—No. Sería la admirada. El hombre que la tenga a su lado debe ser agradecido por ser suyo.
Permanezco en silencio por un momento.
—¿Eso piensa?
—Pienso y creo. ¿Nunca nadie le ha dicho que es hermosa?
—Por supuesto, yo misma me lo digo todos los días.
Escucho su risa.
—Sí ve, tengo razón. Es la admirada. Usted podría hacer que cualquiera cayera a sus pies.
—¿Incluso a usted? —lo digo como si nada.
—Conmigo la situación es diferente. Puedo hacerla caer primero.
Ahora soy yo quien ríe.
—¿Hacerme caer? —lo provoco—. Un hombre desconocido no podrá provocarme nada.
—¿Y un soldado sí podrá provocar algo en mí?
—Eso lo debería responder usted, no yo. —chasqueo y hago una pausa. ¿Por qué terminamos hablando de esto?
—Mi capitana, ¿para qué me llamó si no era para despedirse?
—La verdad es que ni siquiera lo sé.
—¿No lo sabe?
—No... Ladino, ¿Usted ha perdido a alguien en su vida?
Escucho su respiración lenta.
—Todos hemos perdido algo en nuestras vidas, ¿por qué yo sería la excepción?
—¿A quién perdió?
Se calla. Odio cuando hace eso.
—Supongo que sí sabe a quién perdí yo.
—A su madre. Conozco bien ese caso.
Me acuesto en el sofá, dejo las frutas a un lado y miro al techo.
—¿Por qué lo llaman caso naranja? —pregunto con calma.
—Porque era el color que representaba a los A.T.
—¿Y sabe qué pasó realmente ese día?
—¿No lo sabe usted? Su padre fue quien causó gran revuelo ese día.
Suspiro.
—Mi padre dice que no recuerda nada o simplemente evade el tema. Los soldados afirman su locura. Y hay rumores de que mi madre era una traidora... ¿cómo espera que sepa cuál es la verdad?
—A veces es mejor no saber nada.
Aprieto mis manos en puños.
—Para usted es muy fácil decirlo. No sabe lo que es querer entender por qué tuviste que perder a alguien y que nadie quiera decir nada, lo que te obliga a dejarlo pasar como si no tuviera valor.
Calla de nuevo.
—Al menos puede decirme cómo supo que iban a atacar a los Nu y a los Delta. ¿Por qué están contra nosotros?
—¿Alguna vez interactuó con la tropa Nu?
—No.
—Ahí está su respuesta.
¿Qué?
Una interacción con la tropa Nu... A decir verdad, nunca tuve una, nunca los conocí adecuadamente.
—Será mejor que deje de perder el tiempo… —hago una pausa y miro el plato de frutas—. ¿Cuál es su fruta favorita, Ladino?
Se escucha movimiento desde el otro lado. Es como si se estuviera acomodando.
—¿Cómo dice?
—¿Cuál es su fruta favorita?
—Mi capitana, ¿se encuentra bien?
—Supongo.
Ríe suavemente.
—Mi fruta favorita es el mango. Aunque dudo que esa información le ayude a atraparme.
—Es obvio que no... De momento no soy capitana, me tomaré mis minutos de olvido.
—Tuvo un mal día, ¿no es así?
Ruedo los ojos.
—¿Cuándo he tenido un buen día aquí? Siempre pasa algo y no le encuentro respuesta a nada.
—Que idiota fue mi pregunta… ¿Cuál es su fruta favorita?
—Los arándanos.
—Ya conocemos un nuevo dato de ambos. Ahora puede buscar en la base de datos a todas las personas que compran mango e investigarlas.
Río.
—¿Eso existe? Porque si es así lo haré. Aunque dudo que compre mangos, apuesto a que los roba. —lo hago reír de nuevo.
—Robar mangos no sería digno de un gran profesional como yo.
—Me imagino que ese grandioso título se lo dieron en su imaginación.
—En mi mente todo vale. ¿En la suya no? ¿Cómo se ven sus sueños nocturnos?
Levanto una ceja. Ese criminal no pierde ninguna.
—No suelo soñar mucho —a decir verdad, cuando duermo casi nunca sueño—. ¿Qué clase de sueños tiene usted cuando duerme, Ladino?
Vuelvo a escuchar como se acomoda.
—No suelo tener sueños.
Vaya... Tenemos algo en común. Supongo que sufrimos de algún trastorno del sueño debido al estrés de nuestras vidas, la mía militar y la suya criminal.
—Ladino, ¿puedo hacerle una pregunta como si yo no fuera un soldado ni usted un delincuente?
—Claro.
—Pero debe responderla, esa es la condición.
—Odio que mi curiosidad me venza —dice divertido—. Haga su pregunta, le responderé lo que pueda, esa es mi condición.
Bueno, a mí me funciona. Su silencio puede incluso decir mucho más que sus palabras.
—¿Qué opina de la PMIN? Dé su opinión como si fuera un civil, olvide quién es y yo olvidaré quién soy.
—Como si fuera un civil... —hace una pausa—. Si doy aquella opinión, me odiará.
—¿Cree que no lo hago ya? No sea iluso y responda. Además, se supone que también soy una civil.
—Con esa amabilidad suya, cualquiera responde ... Si yo fuera un civil diría que esa institución es de lo peor. Muchas de sus tropas son abusivas, no cumplen bien sus funciones, piden impuestos y se sienten superiores. Usted, al no ser capitana, ¿qué opina de lo que he dicho? ¿Negará que algunas tropas son así?
Ahora soy yo quien calla. No puedo negar que cierta tropa es tal cual como él las define. Supongo que alguna otra tropa debe ser como la Epsilon.
—No lo negaré, pero eso no significa que todas las tropas sean iguales.
—No voy a contradecir eso. No todas las tropas están podridas.
Ya siento que la conversación avanza, intentaré subir un poco el nivel, pero no mucho.
—¿Qué opina de los grupos criminales?
—Mm… es difícil dar una opinión sobre ellos. Algunos grupos están podridos, pero a otros se les considera criminales sin serlo realmente. Yo diría que uno puede opinar sobre ellos dependiendo de qué grupo sea.
Bueno, este es mi momento.
—¿Qué opina del grupo A.T? ¿Los conoció? —quiero escuchar su evasión o tono de voz. Quiero saber si fue entrenado por ellos, quiero ver si tiene relación con ellos.
—¿El real?
—¿Cómo?
—Nada. Sólo que si se supone que soy un civil no puedo comentar sobre ese grupo, son cosas internas. ¿O usted sabe cosas sobre ellos siendo civil?
Me río internamente. <<Ese desgraciado no da brazo a torcer>> Incluso me sigue el juego.
Ninguno de los dos cederá aquí.
—Mejor duerma, criminal.
Su risa que se vuelve ronca me hace negar.
—Usted también debería dormir, mi capitana. Debe estar cansada. Fue un placer hablar un rato.
—No sé si debo decir que también fue un placer para mí.
—Sabe que lo fue.
—Iluso.
La llamada termina y me acomodo en el sofá, mirando al techo y poco a poco mis ojos se sienten pesados.
•••
Estoy en una habitación vacía, que tiene una ventana. Tengo frío. Sin embargo, lo ignoro y camino hacia la ventana; quiero ver la vista, pero todo el paisaje está borroso. Me decepciono ante esto y permanezco seria.
—¿Disfrutando de la vista? —mi decepción desaparece. Ahora solo levanto una ceja y sonrío de lado.
—¿Acaso le debe interesar?
—Me interesa todo lo que tenga que ver con usted, mi capitana. —siento que se posiciona detrás de mí, su pecho golpea mi espalda y me hace sonreír.
—En cambio a mí no me interesa nada suyo.
Su mano recorre la mía.
—Claro que le importa.
Me giro, trato de ver su cara. No obstante, se ve borrosa a diferencia de su cuerpo, que es tal como siempre lo he visto.
—A usted le gusta lo misterioso y eso es justo lo que soy.
Su cuerpo se presiona contra el mío y no lo hago alejarse, al contrario, lo dejo acercarse. Nuestros pechos están juntos y nuestros labios casi se tocan.
Veo su sonrisa con dificultad y la imito sin entender por qué.
Soy yo quien toma la iniciativa uniendo nuestros labios. Nos besamos sin tener control, siento sus manos rodearme y descender poco a poco.
Muerdo su labio inferior y escucho una pequeña risa. Luego me hace caminar hacia atrás mientras ataca mi cuello con besos y chupones.
Escucho un ruido muy molesto de fondo que me distrae.
—¿Qué es ese ruido? —él no responde, sino que sigue en lo suyo.
Vuelvo a escuchar ese ruido molesto que no se detiene.
Abro mis ojos.
Me siento a gran velocidad, con la respiración entrecortada.
Miro mi celular y rápidamente apago la alarma. Veo que ya amanece por la vista desde la pequeña ventana del departamento.
Me calmo y me toco la frente. <<¿Qué carajos fue ese sueño?>> Casi nunca sueño y, cuando logro hacerlo, vengo a soñar algo así.
Mi cuerpo arde. Miro mis senos a través de la tela de mi camisa y noto que están erectos.
—Me estoy desquiciando. Es eso o la falta de sexo.
Ignoro cualquier posible acto de locura que pueda invadirme y me levanto por completo.
Me ducho y me preparo, lista para recibir mi turno.
Salgo y me dirijo hacia el comando. Al llegar veo a la tropa Zeta reunida en el comedor. Se ven felices y tranquilos.
—Buenos días —los saludo y ellos responden a mi saludo—. ¿Y esa felicidad? ¿No me digan que completaron su caso? —indago.
—Sí, capitana —me responde el teniente Zeta—. Anoche lo logramos, dimos con el caso Vehicular, capturamos a sus autores y recuperamos autopartes robadas.
Sonrío muy amablemente.
—Eso es genial. Entonces, ¿están celebrando?
—Así es. Hace no más de media hora llegamos de la central donde estábamos informando y entregando lo encontrado.
Hablo con ellos un rato, hasta que veo llegar al capitán Vásquez. Lleva su uniforme y luce serio como siempre.
—Buenos días, capitana.
—Buenos días, capitán. Su tropa ya me informó de las buenas noticias, lo felicito por su caso completado.
—Muchas gracias. Y gracias a usted por patrullar mi tropa. Con el caso completo, los superiores de mi tropa y yo regresaremos a nuestros puestos. Sé que tener dos tropas al mando es complicado.
—No es nada, su tropa es muy tranquila y eficiente.
—Sí y...
—¡Otro secuestro! —la exclamación de un sargento nos interrumpe—. Y es un Zeta.
Esa simple frase hace que toda la tropa se ponga de pie y el capitán centre su atención en el sargento.
—¿De qué habla? —pregunta Vásquez con autoridad.
—La soldado Vera fue secuestrada, capitán. Alias Can la secuestró. El comandante lo espera en su oficina, necesita hablar con usted.
Vásquez no duda ni un segundo en salir del comedor con el sargento. Su tropa permanece en silencio, mirándose unos a otros.
Los superiores conversan entre ellos, aunque no muestran miedo, se mantienen serios y activos.
<<Otro secuestro>>
Y esta vez el perpetrador es otro criminal.
Primero Rivera y ahora Vera... la situación en este lugar va de mal en peor. Me preocupo más que nada por mis soldados.
Como la tropa Zeta habla entre ella, me siento ajena de la conversación. No debería estar aquí, no quiero parecer entrometida.
Decido irme, voy a mi oficina y me quedo ahí, pensando una y otra vez. No me puedo sacar de la mente ese secuestro y lo confuso de la situación. Ni siquiera sé quien es alias Can.
De repente, recibo una comunicación de los movimientos de mi tropa. Por lo que decido salir yo misma y apoyarlos. Además, el turno de Villin coincidió con el mío así que ella puede manejar las noticias del comando.
Recorro muchas zonas de la ciudad, acompañando a algunos de mis soldados. Intento distraer mi mente. No encontramos novedades, pero logré mantener mi mente activa.
Cuando falta una hora para el final de mi turno, mis soldados y yo recibimos información del comandante Nash.
"Regreso de todos los soldados al comando, reunión urgente por seguridad y protección"
Nunca había recibido algo así de su parte, por lo que sigo la orden a gran velocidad.
Regreso rápido al comando junto a los demás soldados y lo primero que veo es al comandante revisando su celular y documentos.
Me acerco a Weber, que está sola.
—¿Qué está pasando, oficial? —inquiero a su lado.
—Al parecer secuestraron a diez soldados de diferentes tropas…
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top