16. Menos entendible.
Claire McCarthy
Niego, casi riendo. ¿Acaso intenta infundirme miedo? Pobre idiota.
Doy un paso a mi derecha y me siento en uno de los bancos de la iglesia. Me acomodo y lo miro de arriba abajo, con la intención de confundirlo y lo logro, ya que en su rostro se forma una extraña expresión de duda.
—¿Qué tanto me mira?
—Estoy analizando su anatomía, pensando en si una sola persona como usted sería capaz de hacer arder todo este lugar… ¿Quiere saber a qué conclusión llegué?
—¿A qué no es posible? —bosteza y estira las manos. Luego se sienta a mi lado.
—Sí, dudo que una sola persona pueda lograr tanto.
—Si es posible, mi capitana. Sólo hace falta una mente para que todos se maten entre sí.
—¿Lo dice por experiencia?
Guarda silencio y eso me confirma que lo dice por experiencia.
Ladino comienza a detallar la iglesia.
—Nunca antes había entrado a este lugar.
—Yo sí.
—¿Su trabajo le da tiempo para explorar la ciudad? —pregunta sin dejar de mirar el lugar.
—No, pero de niña siempre venía al parque de al lado y a veces entraba a este lugar. Aunque son recuerdos muy vagos.
—Cierto, usted nació en esta ciudad... Yo de niño no salía mucho, y mucho menos exploraba los interiores de lugares simples de esta ciudad.
—¿Usted es de aquí? —niega con la cabeza—. ¿De dónde es entonces?
—De Hasul. —no puedo creer que me haya dicho algo suyo.
—¿Hasul? Esa ciudad está medio destruida. Es un agujero sin fondo. —se gira para mirarme. Su mirada es extraña, no sé cómo describir su expresión.
—Lo está. Supongo que no tuve suerte, en ningún sentido… —sonríe y se levanta—. Ahora ya sabe un poco más sobre mí, espero que le haya interesado esa información.
Intento entender sus gestos, su forma de hablar y todo, pero es un enigma. No descifro su pasado y su ser.
—Criminal —lo llamo cuando veo que camina con intención de irse. Se gira y me mira a la espera—. Hay algo que no entendí, si antes quería llevarme a ver algo ¿por qué no quiso hacerlo cuando le propuse que eligiera el lugar?
—Porque lo pensé mejor. Dejemos todo como está. Solicite un traslado, mi capitana, todavía está a tiempo. No deje que el mal la alcance, no interfiera en nada, finja no darle importancia a las inconsistencias. Actúe como todos los demás y, en cuanto tenga la oportunidad, váyase.
—¿De qué habla?
—No interfiera en nada. Quien piensa más que los demás, no es amado, sino silenciado... Esta ciudad tiene gente que la dirige a la mala, nunca hemos sido independientes.
—¿A quién se refiere? ¿A la Élite?
Niega.
—Son personas de las que no voy a hablar. Es mejor que no sepa nada. Escuche mis palabras, no se meta en problemas y váyase. Le estoy haciendo un favor.
—Pero...
—Si es inteligente, me escuchará —me interrumpe—. Y deje de preocuparse por mi caso. Yo sabré manejarlo.
Se marcha sin decir más.
Proceso lo que acaba de pasar aunque me cuesta un poco. Hay algo en este lugar que desconozco por completo y me asusta.
Más que miedo, es una sensación extraña, es como si pensara que me están observando, como si todo estuviera mal.
Y esa gente de la que habla... Esta vez le voy a creer. Le voy a creer que este lugar tiene gente que lo controla, y esa gente debe ser la causa de tantas inconsistencias.
Eso explicaría la extrañeza de esta ciudad y sus acontecimientos sin sentido.
Incluso explicaría al falso Ladino. Pero… ¿qué sentido tendría acusar a otra persona de ser el criminal más buscado del país?
No entiendo nada. Realmente lo intento, se me ocurren teorías, ideas, acusaciones, pero nada encaja.
<<Tal vez deberías ignorar e intentar poner todo a prueba>> Eso suena más coherente ahora mismo debido al estrés que se está manejando y la baja probabilidad de un traslado.
Tengo que dejar de preocuparme por cualquier cosa. Sólo tengo que ser un espectador.
Narrador omnisciente
Los días pasan monótonamente para muchos. Claire ha mantenido un perfil desinteresado, preocupándose únicamente por su tropa y la Zeta. En estos días le ha prestado atención a su entorno, pero todo sigue igual. Ni siquiera ha hablado con el coronel e ignora las nuevas noticias sobre el falso Ladino.
De hecho, ya nadie habla de eso. Es como si lo hubieran olvidado y dejado de darle importancia. Ni siquiera han notificado nada sobre la búsqueda de esos dos presuntos cómplices del falso criminal.
Mientras las cosas permanecen en calma, Ladino lidia con sus problemas. El delincuente llega a un edificio deteriorado y camina por la zona haciéndose pasar por un civil común y corriente.
Ahora que tiene memorizada la salida y la estructura, se retira y llega al callejón donde tiene sus otras cosas escondidas. Allí se quita la ropa de civil para cambiarla por una más apropiada.
Calza botas adecuadas para evitar ruidos al caminar, se coloca una camiseta manga larga negra, guantes, gorro y gafas adaptadas a poca iluminación. También lleva una mochila con algunas herramientas básicas para él.
El delincuente regresa a la zona del edificio caminando por determinadas zonas que, por el ángulo, las cámaras ocultas no pueden grabar. Se mueve sigilosamente, pero con calma.
Se detiene y espera a que lleguen. Ya ha calculado su hora de llegada y no tardarán más de cinco minutos. Lo cual es cierto, ya que tres minutos después se ve a lo lejos tres camionetas acercándose.
Ladino sonríe y se esconde bien detrás de unos cubos de basura. La gran puerta del garaje se abre y un hombre sale a recibirlos, se aleja lo suficiente de la puerta y el delincuente aprovecha esto para entrar, lo hace arrastrándose, pues es la única manera de no ser visto. Si se levanta, su figura se verá encima de los contenedores.
Al ingresar busca la entrada a la ventilación y se mete en ella a una velocidad impresionante sin dejar rastros.
Se cuela sin hacer ruido, logrando moverse en la oscuridad gracias a sus gafas. Se detiene cuando está en el lugar indicado, según sus cálculos, ahí deberían fijar la reunión.
Permanece acostado cerca de una rejilla y mira hacia abajo. Se da cuenta de que una mujer está sentada frente a un escritorio, arreglando fotografías de varios militares.
De repente alguien llama a la puerta.
—Adelante —habla la mujer con calma—. ¿Y esas caras? —le habla al hombre que entra con sus hombres de seguridad.
—¿No te das una idea de a qué se deben? —un hombre mayor de cuarenta y cinco es quien habla.
—Pueden deberse a muchas cosas.
—Simplemente se deben a inconformidad. Ustedes mismos dañaron la idea inicial, ¿por qué hicieron caer a Duperli como si fuera ese ladrón de mierda? ¿Poner huellas dactilares, en serio? ¿Alertar al ladrón? ¿Ahora qué cuartada usaremos? La que teníamos era la mejor, nadie dudaría de que el ladrón era la causa. No entiendo que carajos pasa por tu mente y la del otro idiota que tienes aquí. A ese derecho tuyo.
<<Vaya, vaya. Qué gran manera de devolverme todo. Ya lo asumía, pero escucharlos después de tanto buscar su nuevo escondite es más emocionante>> Piensa Ladino.
—Le vas a bajar al tono de voz y vas a calmarte. ¿Entendiste? —ordena la mujer y él obedece—. Mucho mejor... Era necesario. Duperli nos iba a traicionar, quería más dinero por ayudar con el secuestro Rivera y como no se lo dimos, le contó a otra persona lo que estábamos haciendo. Y esa persona nos dejaría en evidencia si algo le pasaba a Duperli. Es decir, si lo matabamos, el amigo diría la verdad. Incluso pensamos que no es solo un amigo, sino varios.
—¿Cómo sabes eso?
—Lo dijo él mismo. Por eso se le ocurrió a mi derecho meterlo a la cárcel.
—Volvemos a lo mismo. Esa mierda no tiene sentido. ¿Por qué ir a la cárcel haciéndose pasar por Ladino? Explicate.
—Por varias cosas. La primera es que los militares deben distraerse con esta captura. La segunda es que las palabras de Duperli, siendo Ladino, no tendrán credibilidad, será acusado solo. La tercera es que una vez acusado, su amigo no podrá hacer nada por él, ya está hundido y nadie le creerá. La cuarta es que esto le envía una señal al verdadero Ladino, nadie juega con nosotros —Ladino levanta una ceja—. Si ese vuelve a cometer un delito y deja señales, simplemente haremos que Duperli se escape de la cárcel y todos seguirán creyendo que es él. Lo que importa es que nadie sepa de nosotros para que podamos seguir haciendo de las nuestras.
<<Esos malnacidos nunca cambian su forma de actuar, siempre culpan a los demás. Lo peor es que esa estrategia siempre les funciona>>
—¿Y ahora cómo vamos a seguir haciendo de las nuestras? ¿Qué fachada utilizaremos?
—Con otros delincuentes, me extraña de ti, ya sabes que son cientos de casos los que hay vigentes. Y, a los que ya realizaron secuestros, se les pueden sumar más.
<<Voy a dañar ese plan>>
Se escucha un ruido desde el otro extremo de la ventilación y esto hace que Ladino levante la mirada. Pasos como rasguños se acercan y un animal emerge de la oscuridad.
<<Una rata>>
La rata no retrocede sino que le gruñe. Ladino mueve su mano para asustarla y hacerla irse, pero ella se enoja más e intenta atacarlo.
El animal intenta morderlo. Sin embargo, él la agarra por la espalda y la sujeta con fuerza por el pelaje, lo que hace que ella gruña mucho más fuerte de forma escandalosa.
<<Maldito roedor>>
—¿Qué es ese ruido? —indaga el hombre mayor.
—Viene de allá arriba. Del conducto de ventilación. —comenta un hombre de seguridad.
—Deben ser las ratas peleando. Esos conductos deben estar infectados. —dice la mujer.
—Tú —le habla el hombre a uno de sus hombres de seguridad—. Entra allí y golpea o mata a esas cosas. No nos dejan seguir hablando.
Cuando Ladino escucha eso, se pone alerta. Piensa qué hacer, no puede dejar a la rata atrapada en las rejillas porque todos abajo verían ese movimiento, así que toma fuerzas y la arroja, provocando un sonido metálico. Este sonido hace que todos en la sala levanten sus armas.
—Revisa rápido, ¿qué fue ese golpe? Eso no es normal. —espeta la mujer mientras Ladino retira su cuerpo a gran velocidad, pero sin hacer ningún ruido debido a que usa una de sus técnicas de movimiento.
El hombre se apresura a subirse sobre una silla y quitar la rejilla. Cuando lo consigue, asoma la cabeza y lo primero que se oye es un gruñido.
El hombre gira y grita ante la rata que salta sobre su cabeza e intenta morderlo. Esto hace que pierda el equilibrio y se caiga de la silla. La rata cae libre y corre en círculos por la habitación.
Todos intentan pisarla, pero quien actúa sin peros es la mujer, pues saca su arma y le dispara, matándola al instante.
—Qué asco, por eso odio tanto cambiar de escondites.
Mientras tanto, Ladino logra salir de la ventilación por el mismo lugar por donde entró.
Su ropa está completamente cubierta de telarañas y polvo.
Sale del lugar marcando los mismos pasos que antes y esta vez se dirige a un estacionamiento donde tiene su moto. Allí va al baño, se cambia de ropa y se limpia la suciedad de la cara.
En su mente sigue repitiendo la conversación de aquellas personas y las imágenes de aquellos soldados que estaban sobre el escritorio. Sabe bien que estas serán las próximas víctimas, más que nada porque reconoció a algunos de ellos y sabe que son hijos de soldados poderosos y personas con buena posición económica.
<<Tengo que hacer algo. Sin embargo, no sé cómo. No sé qué estrategia están usando para los secuestros, no sé cómo lograron secuestrar a Rivera. Ni siquiera sé cómo eligen a sus víctimas entre tan extensa lista>>
Ladino se sube a su moto y sale a gran velocidad en busca de liberar su mente.
Después de casi media hora, piensa en hablar con alguien. Necesita desahogarse de una forma u otra.
Por ello decide acudir a la central, recordando que hoy los soldados tienen una reunión con su coronel.
Llega rápido porque no estaba muy lejos. Aunque no puede acercarse a esta por completo, por lo que se ve obligado a permanecer sentado sobre una gran piedra muy alejada, que apenas le deja una pequeña visión del gran portón que protege el comando.
Pasan los minutos y no hay señales de soldados. No es hasta después de una hora que los soldados finalmente comienzan a irse. Ve salir a varias tropas, aunque los que más le llaman la atención son los nuevos soldados que vinieron a completar la caída tropa Nu.
Casi de última, ve salir a la tropa Delta. No deja de mirar a esa tropa, más que nada se entretiene observando a su capitana. A diferencia de las otras, esta tropa sale junta y habla entre sí. La capitana McCarthy está hablando con sus soldados y ellos están prestando atención en todo momento. Ella mueve sus manos explicando cosas y ellos asienten, sonríen y preguntan más dudas que tienen.
Aunque Claire es una de las capitanas que más le exige disciplina a sus soldados y tiene una actitud fuerte y directa en cuando a órdenes, no los trata como inútiles ni los deja humillar por alguien externo, por lo que sus soldados no se sienten inhibidos a la hora de hablar de sus dudas.
Sin darse cuenta, una sonrisa se forma en el rostro de Ladino.
La tropa Delta se sube a sus camiones y abandona el lugar. Ladino nunca pierde de vista esos camiones hasta que desaparecen de su campo de visión.
Luego sigue viendo salir a los últimos soldados, pero no ve salir con ellos a la persona que busca. Así que opta por seguir esperando el tiempo que sea necesario.
Llega la noche hasta que finalmente lo ve salir de la central.
El soldado sale en su auto. Por esta razón, Ladino decide caminar hasta el camino que sale del área. En éste mantiene la vista fija en el vehículo que se acerca.
El conductor nota la presencia de esa extraña persona y se pone alerta. Sin embargo, cuando esa persona lo saluda con la mano, lo reconoce al instante.
El auto se detiene frente a él.
—¿Vienes a pie? —pregunta como si nada.
—No, pero mi moto está en un estacionamiento a unas cuadras. Luego iré por ella. —habla tranquilo y le da la vuelta al vehículo, abre la puerta y toma asiento.
El soldado vuelve a tomar marcha.
—Logré encontrar uno de sus escondites nuevamente… Planean secuestrar a más soldados y a hijos de adinerados. También me enteré del enredo con Duperli. Es otra fachada para seguir sus planes como siempre.
El soldado suspira sin quitar la vista del camino.
—No me sorprende… ¿quiénes son los militares?
—Reconocí a tres: El hijo del capitán Domínguez y la hija del comandante Scott. También vi al hijo de Lavoie, la dueña de la fábrica textil de Kelues.
—Y déjame adivinar... ¿vas a entrometerte a tu manera rompe paciencia?
—Me conoces bien. —ríe y el soldado niega.
—Ni siquiera le tienes miedo a la muerte, ¿qué más podría esperar de un demente como tú?
—Me halagas.
—Oye, ¿Sabías que Moretti volvió y está por ahí haciendo exámenes?
Su sonrisa se borra.
—Sí, lo vi en las novedades, supuestamente es rutinario. ¿Con qué intención quiere hacerles esas pruebas a todos los soldados? Algo me dice que hay un problema interno que está intentando solucionar a escondidas y eso no me agrada. Esos problemas internos de psiquiatría no los archivan para uno estar enterado.
—También lo pensé. Nunca le suelen hacer pruebas a todos, sólo a aquellos que consideran un poco fuera de lugar... Pero bueno, eso lo tendré que averiguar luego.
—¿Sabes? Quería hablar contigo porque no sé cómo actuar ante los secuestros. No sé cómo hicieron el de Rivera, ni sé qué estrategia utilizan, ni siquiera sé dónde los planean.
—No sabría cómo ayudarte con eso, porque tampoco tengo idea. Aunque te apuesto que cierto soldado está involucrado en esa estrategia.
—Oye, es verdad, no lo había incluido en esto. Ya estoy perdiendo mi toque astuto.
—No creo que sea eso. ¿Hace cuánto que no duermes? ¿Cuándo fue la última vez que comiste bien? —Ladino guarda silencio—. Ya me lo imaginaba. Te recuerdo que eres resistente, pero no inmortal. No sé cómo sigues vivo y sin anemia.
—Pero yo si como y duermo. No es para tanto.
—Sí, claro… duermes unas dos horas y comes cuando te acuerdas.
—No cambiemos de tema. Creo que por nuestro querido militar voy a empezar mi colección de posibles escenarios sobre esos secuestros. Los demás temas los tengo al día y con planes en marcha.
Después de eso continúan hablando. Ladino habla de sus relaciones sobre lo que vió hoy, también da su opinión y el soldado hace lo mismo, hablando de cosas sospechosas y actitudes extrañas.
Esto ayudó al criminal a ver cosas más útiles y a relacionar eventos. Ahora sólo le queda confirmar y planificar sus acciones como lo viene haciendo desde hace bastante tiempo sin retroceder jamás sus ideas.
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