13. Tus alrededores.

Claire McCarthy

La noche de celebración termina, al menos para nosotras porque ya es tarde y mañana debemos trabajar.

Salimos las cuatro del bar, aunque yo no tengo planes de irme. Todavía queda un espectáculo y necesito saber algo.

—Esta noche estuvo increíble, era justo lo que necesitaba —habla Villin un poco ebria—. ¿Cuándo lo repetimos? —ríe—. O mejor sigamos aquí. Aún no han cerrado el bar.

Ella pone sus brazos sobre mis hombros y los de Weber.

—Otro día —digo—. Hoy debemos descansar, más que nada tú que debes organizar la formación.

—Oh, sí, es verdad. ¿Por qué tenemos esta profesión tan agotadora? Yo quisiera que me pagaran y no tener que trabajar.

—Yo también, pero así es la vida.

A los segundos veo a Villin bromeando con Donnelly y cómo Weber pide un taxi.

Unos minutos más tarde llega el taxi y las dos chicas hacen subir a Villin al vehículo.

—Nos llevaremos a Tea a la casa de Cassandra ¿qué harás, Claire? ¿Vienes con nosotras? —es Donnelly quien me habla.

—No, tengo que irme a casa a terminar de llenar unos datos y ya pedí el taxi —miento—. Pero me escriben para saber si llegaron sanas y salvas.

—Está bien, hasta mañana. —las demás también se despiden de mí y las veo irse.

Borro la sonrisa de mi rostro cuando el taxi desaparece de mi campo de visión. Me pongo seria y entro nuevamente al bar, con la intención de querer buscarlo.

Veo que se anuncia el último espectáculo y se apagan las luces. De manera lenta va saliendo el grupo de bailarines y evidencio que no es el grupo donde está él.

Me escabullo aprovechando la poca iluminación. Busco la manera de entrar a donde creo que están los vestuarios. Hacia detrás del escenario. Y lo hago pasando por debajo de este.

Oigo reír a unos hombres a medida que me acerco y, a través de un hueco entre las cortinas, veo a dos de pie hablando.

—Hoy voy a sacarle dinero a las clientas especiales. Los espectáculos no tardan en terminar y cerrarán para que lleguen. —comenta un musculoso hombre moreno que tiene pintura neón en su cuerpo.

De repente se escuchan pasos y observo como un hombre se sienta en una silla al otro lado del salón.

—Nuevo, ve a maquillarte. Cuando llegaste te expliqué que los sábados siempre damos un show privado a nuestras clientas más adineradas y exclusivas. Tienes hasta que cierren el lugar para prepararte.

—Ya me voy a maquillar. —reconozco su voz de inmediato.

—Rápido entonces. Te toca ser bombero.

Él asiente con la cabeza y los dos hombres se retiran, dejándolo solo.

—Salga de ahí —habla al aire y yo salivo. ¿Él sabe que estoy aquí? No—. Salga, mi capitana. —ahora se gira y mira en mi dirección.

Suspiro y salgo con una expresión seria. No tengo que demostrar nada más.

—¿Qué está haciendo aquí?

—Yo me pregunto lo mismo, criminal. —lo miro a los ojos, que ahora son oscuros, y él hace lo mismo.

—Haciendo mi trabajo.

Me río falsamente.

—¿Su trabajo? Tengo entendido que es un ladrón independiente.

—Lo soy.

—¿Entonces qué hace aquí de stri…?

—¡Nuevo! Ya están cerrando y pronto llegarán las especiales, ¡hay que salir a recibirlas! —gritan y me escondo en otro pequeño vestuario cuando escucho esa voz cerca.

—¡Me estoy vistiendo, ya voy! —espeta, entrando al vestuario donde estoy, cerrando la puerta a sus espaldas—. Mi capitana, creo que debería irse.

—Yo también lo creo, pero no voy a hacerlo.

—Entonces me quedaré aquí para hacerle compañía.

Noto algo en sus ojos. Es… ¿Nerviosismo? ¿Qué esconde?

—Como quiera. —ambos permanecemos mucho tiempo en la misma habitación, manteniendo la distancia. No lo hago por querer, sólo estoy esperando una señal, la cual llega mucho después.

Se escucha música y cómo hablan por el micrófono. Lo que puedo escuchar es: "Bienvenidas"

—Pensándolo bien, me voy. —expreso de la nada.

—Bien. La dirijo a la salida trasera.

<<Sí. Lo confirmo. Hay algo que no quiere que vea>>

—Está bien.

Abre la puerta y, en cuanto tengo la oportunidad, salgo corriendo. Ladino me persigue y me dice que pare, pero no lo escucho y logro meterme debajo del escenario. Me arrastro a través de él tratando de regresar a la sala de espectáculos.

Giro la cabeza en un momento y veo que Ladino también entró debajo del escenario e intenta atraparme tomando impulso y alargando sus manos.

Cuando estaba a punto de salir del escenario, logra alcanzar mi pierna y tirar de ella para hacerme regresar.

Le doy una patada en la mano con mi otra pierna y me libero. Salgo y las luces apagadas no dejan notar mi presencia. Aun así, me escondo detrás de unas mesas y miro en todas direcciones muy alerta en busca de Ladino. Ese debe estar buscándome en algún lugar de esta oscuridad.

—¡Para nuestra Saray tenemos un exótico chocolate neón! —hablan por el micrófono y las luces se enfocan en una mujer de más de cuarenta años que levanta la mano al mismo tiempo que el hombre moreno que había visto antes se inclina hacia ella.

Es una especie de espectáculo VIP.

—¡Para nuestra Yoelia tenemos a un bombero caliente! —quedo estática cuando escucho ese nombre y veo a la mujer que está enfocada por las luces. <<Es Yoelia Amaron>> la perteneciente a la Élite.

Todos los presentes se miran al darse cuenta de que el bombero no está en el escenario. <<Ese debía ser Ladino>>

Sacudo la cabeza al entender todo. Ese criminal si vino aquí a trabajar, vino a robarle a Yoelia. Ya tenía todo esto calculado.

Siento que me toman de la muñeca y me jalan sin que yo vea nada. Sólo veo cuando la luz de una salida me lo permite. Ladino me está sacando del lugar y no se ve nada feliz.

Me suelto de él en un callejón, dándole un codazo en el pecho.

—Dañó mi trabajo. —no se oye nada alegre.

<<No lo confrontes, no le digas sus verdades en la cara. No ganas nada>> me repito.

—¿Qué se siente que le arruinen sus planes? —pregunto divertida—. Supongo que el destino está haciendo que nos encontremos para poder vengarme. ¿Se quedó sin su fortuna mensual, criminal? Pobrecillo.

Ladino se toca el puente de la nariz.

—Por suerte ya estamos a mano.

—Supongo. Por algo no lo estoy amenazando ni nada por el estilo —<<porque te necesito para otra cosa>>—. De momento estamos a mano... hasta que vuelva a mis manos su caso. Allí me olvidaré de todo.

Ladino se ríe.

—¿De verdad cree que mi caso volverá a sus manos? Mi capitana, le diré algo de lo que deduzco y analizo. No le están dando casos fuertes porque la consideren superior, lo están haciendo para que fracase... No lo sé con certeza, pero es muy extraño que a un soldado nuevo en la zona le den los casos más difíciles que deberían tomar los que tienen más experiencia en la zona. Puedo apostar que mi caso no volverá a sus manos, a usted le seguirán dando casos cada vez más difíciles.

Levanto una ceja.

—¿Qué suposición es esa? Por favor, los casos se miden por nivel y son seleccionados por superiores.

—Por eso mismo. No soy nivel Delta, yo tenía que ser Alpha, Beta o Gamma.

—Eso es lo que usted piensa, y no voy a perder el tiempo explicando los errores de sus suposiciones.

Ni siquiera tengo enemigos. Nadie del comando me conoce de antes. Incluso el coronel es nuevo y me explicó que el comando 1 no toma todos los casos al mismo tiempo porque no involucran vidas humanas. Sin mencionar que cualquier caso puede acabar con mi vida y complicarse hasta hacerme fracasar... Este infeliz intenta hacerme dudar de todo.

—Hagamos un trato, mi capitana.

—¿Cuál? —inquiero por curiosidad, pero no voy a creerle ni a obedecerle.

—En estos días mire su entorno con ojos curiosos. Imagine que no tiene ideales ni admiración por nadie. —frunzo el ceño.

—¿Y qué gano yo con ese trato?

—Que también dejaré de ver mi entorno con malas intenciones e intentaré ser más empático con las cosas que usted me dice. Incluso intentaré volverme aburrido para que el comando 1 suelte mi caso y regrese a sus manos.

—¿Entonces es tan masoquista que quiere que lo atrape?

—Tal vez. Pero supongo que mi confrontación seria con los militares debe llegar en algún momento.

Que trato tan sencillo y aburrido, pero bueno. Voy a dejarle pensar lo que quiera.

—Eso me parece bien.

Me sonríe de lado y lo miro mal. Creo que este es un buen primer paso. No creo que me gane su confianza, pero sí puedo obtener información de él en nuestras conversaciones poco a poco.

•••

Recibir turno después de todo lo que pasó ayer es estresante porque no he podido dormir bien. Ver a Ladino ayer fue extraño  como es costumbre, aunque la conversación fue muy tranquila, fue hacer un trato. Y todo terminó con cada uno siguiendo su propio camino.

Hago mis ocupaciones con bastante sueño durante cuatro horas.

Cuando bajo a tomar un café o algo que me haga sentir mejor, veo al comandante Nash en el comedor hablando con un hombre de cabello canoso que aparenta tener cincuenta años.

—Oh, McCarthy, qué bueno verla —me dice el comandante cuando paso junto a él—. Quiero presentarle al psiquiatra principal de la fuerza militar de la ciudad, Federico Moretti.

Cada comando tiene un psicólogo y cada ciudad un psiquiatra. Ya sabía de la existencia de este hombre, bueno, de su nombre, no su cara. Él es quien decide quién está o no en buenas condiciones mentales.

—¿McCarthy? —el hombre parece sorprendido—. ¿Es usted la hija del ex comandante McCarthy?

—Sí. Soy la capitana Claire McCarthy Davidson.

—Un placer conocerla.

—Igualmente.

—Capitana, el Dr. Moretti realizará un examen de rutina a todas las tropas. ¿Cuento con su apoyo para asignar a la suya por grupos pequeños para que puedan presentarlo?

—Afirmativo, comandante.

—Los soldados van primero. Luego irán los superiores —comenta Moretti—, siendo los últimos, por supuesto, los tenientes y capitanes, junto con el comandante.

—Como ordene… debemos decírselo a los otros dos capitanes. Katz debe estar en su oficina. Y Vásquez debe estar recibiendo a algunos soldados nuevos recién graduados de la escuela militar.

—Entonces vamos por Katz.

Veo que Moretti me lanza una última mirada sorprendida antes de irse con Nash. Sé por qué lo hace, él fue quien le dió la baja a mi padre. Él conoce muy bien mi tragedia familiar.

Lo ignoro y voy a buscar un vaso de agua porque ya no hay café. Me paro junto a una ventana bebiendo el agua lentamente. De ahí me distraigo viendo a Vásquez con el teniente Ortega hablando con unos jóvenes formados. Son diez y deben tener al menos quince años.

Todos visten sus uniformes y Ortega les entrega sus armas. De repente pienso en si esos jóvenes están aquí porque ese es su sueño o simplemente lo hacen por no tener opción como Vidal.

A mí nadie me forzó por suerte, lo hice porque quise. También gracias a eso mi familia no pasó hambre durante una temporada de clima desastroso donde la granja tuvo problemas. Eso pasó hace muchos años y por suerte mi padre ya tiene dinero ahorrado de buenas cosechas. No es enorme, pero sé que en otro desastre no tendrán que recurrir a mí ni a otros.

Ver a los chicos firmes me hace pensar en Fabien, él tuvo suerte, nunca quiso ser soldado y mi padre nunca lo obligó a serlo.

Dejo de mirar por la ventana y miro dentro del comedor. Con sutileza detallo a los soldados en éste. La mayoría lucen estresados, nerviosos, con ansiedad en las piernas. Algunos otros ríen entre ellos, pero sus momentos de felicidad son cortos, es como si recordaran cosas serias.

Bueno, ese es un estado normal. Yo también suelo hacer lo mismo. Siempre recuerdo dónde estoy y la actitud que debo tener.

Después de ese descanso hago mis rondas de rutina por mi zona y finalmente puedo entregar mi turno.

Regreso a mi departamento y me baño. Preparo algo para comer y me relajo sabiendo que no debo recibir turno nocturno porque mañana debo recibir una disponibilidad con una parte de mi tropa.

Villin no la aceptó porque ya asistió a una pasada. Mañana habrá disponibilidad de vigilancia para una especie de debate entre defensores y comerciantes, algo así escuché, de igual manera solo seremos apoyo para el comando 5.

•••

El sonido del comunicador me hace abrir los ojos. Ni siquiera supe cuándo me quedé dormida, pero debió haber sido hace varias horas porque ya es de noche.

Busco el comunicador y veo varios intentos de comunicación. De repente suena de nuevo y respondo de mala gana.

—Mi capitana, buenas noches.

—Estas no son horas para llamar. ¿Acaso no duerme o qué? —espeto.

—Ah, es cierto, no durmió bien por deleitar un poco sus ojos, por perseguir a un criminal y por trabajar hoy.

—Porque yo sí trabajo... ¿Puedo saber lo que quiere?

—Decirle que mañana no asista a su disponibilidad.

Eso me hace perder el sueño y despertar por completo.

—¿Qué? ¿Cómo sabe de mi disponibilidad?

—Estoy en todas partes, ya lo sabe... Pero lo digo en serio. No asista. Cambie su disponibilidad con Katz.

¿Por qué diablos quiere a Katz en mi disponibilidad? ¿Lo conoce o por qué lo menciona con familiaridad?

—¿Y por qué tendría que hacer eso? Deme un argumento creíble si no es mucha molestia.

—Porque esa disponibilidad es una trampa. Las tropas que deben asistir tienen que ser las más mierdas de la zona. Algo que Delta y Zeta no son.

—¿Eso es una ofensa o un halago? Además, yo puedo afrontar cualquier cosa.

—Sé que sí, pero créame, esta vez no se arriesgue. Envíe a Katz.

<<Cómo si eso fuera tan fácil>>

—Lo pensaré. —termino la comunicación sin dejarlo hablar más.

Me paso las manos por la cara, odiando cómo me siento, algo dentro de mí me dice que le crea, pero no soy capaz de hacerlo.

No hay razón para que me haya advertido de algo así, esto es demasiado extraño, aún siendo Ladino.

No sé que pensar.

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