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Capítulo tercero
Un accidente afortunado

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Los gemelos Leech estaban más que decididos a confesar sus sentimientos, después de todo ¿Qué podrían perder? El ser rechazados sólo aceleraría el doloroso proceso por el que estaban pasando y, si tenían un poco de suerte, quizá Azul estaba enamorado de uno de ellos. Aunque esto último dificultaría mucho su relación de hermanos/novios, ambos estaban dispuestos a mantener su amor en secreto de Azul y que el gemelo afortunado pudiese vivir un amor correspondido.

Claro que les dolería tener que dejar su relación para algo todavía más privado de lo que ya era, pero lo valía si así, al menos uno, podía ser feliz.

Esa mañana, luego de una sesión de besos, pensando que esa sería su último día juntos, ambos gemelos se prepararon para ir a sus respectivas clases. Siguiendo su rutina habitual, pasaron por la habitación de azul, para poder irse los tres juntos, pero no estaba ahí.

Ambos imaginaron lo peor, pues Azul no era del tipo que rompe la rutina si no es para algo de beneficio, además de que él siempre les cuenta de lo que va a hacer.

Ese pequeño acto les hizo notar que Azul se estaba distanciando bastante de ellos. Ya lleva varios días sin hablarles a menos que sea sumamente necesario, ignorandolos bastante, desplazándolos bastante... Pero eso no les detendría, para nada, ya estaban decididos.

Fueron al edificio principal, platicando/discutiendo sobre, seguramente, alguna tontería con la que no estaban de acuerdo. Es algo normal entre ellos, sus peleas llegan a tal escala de enfrentarse a puño limpio hasta que alguno quedara inconsciente o hasta que llegara algún profesor a detenerlos. Y, aunque sea malo el que estén acostumbrados a herirse, también es algo beneficioso, porque de esa manera nadie pregunta nada si llegan a clases con mordidas en el cuello o algún moratón.

Mientras ambos gemelos se mantenían en una pequeña y delgada línea entre seguir discutiendo con palabras y empezar la agresión física, del espejo de Ignihyde salió Azul, acompañado de Idia... ¡¿Acompañado de Idia?!

Eso tomó por sorpresa a muchos estudiantes, ¿Cuándo fue la última vez que el prefecto de Ignihyde asistió a clases de forma presencial? Ha pasado tanto tiempo que los de primer año, y algunos de segundo, no reconocen al prefecto.

Idia y Azul caminan uno al lado del otro, riendo de quién sabe qué, lo suficientemente cerca cómo para que sus manos se rocen de vez en cuando. Eso pone a los gemelos en una situación bastante mala.

Floyd se va caminando rápidamente en dirección al baño, seguido de Jade, aunque este último tardó varios segundos más en salir.

Floyd se encierra en un cubículo, y vomita todos los pétalos que hace unos segundos amenazaban con salir de su garganta. Salen acompañados de sangre, mucha más de lo habitual, lo que le preocupa porque eso significa que su enfermedad ha empeorado; pero le preocupa aún más el escuchar a Jade vomitando en el cubículo de al lado.

Ambos gemelos se sienten terrible, física y emocionalmente. Sus gargantas arden y tienen comezón, sus pechos se sienten oprimidos, les falta un poco el aire... Se sienten muy mal, pero el dolor más fuerte es el que sienten en sus corazones, representado por un dolor físico real, pero denotando un malestar emocional.

Las lágrimas que amenazaban por salir de los ojos de ambos gemelos ya no son únicamente por las recientes arcadas.

Ambos salen de los cubículos y se miran unos segundos. Saben lo que el otro siente y se abrazan con fuerza, evitando a toda costa que más lágrimas amenacen con salir.

-Jade... -dice Floyd, se encuentra de muy mal humor, pero se ve bastante calmado, quizá para encubrir la tristeza- No quiero que Azul esté con nadie más.

-Lo sé Floyd, yo tampoco -Jade no sabe como calmar a su hermano, no hay palabras que pueda decir para aliviar la carga, pero puede acariciarle el cabello y hacerle saber que él está ahí.

Se separan sólo un poco para verse a los ojos y luego besarse con desespero. No tienen a Azul, pero se tienen a ellos mismos. Tienen ese pequeño confort para aliviar el peso de su amor no correspondido. Se besan de manera un poco brusca, desesperada y desenfrenada. No les importa que la boca del otro sepa a metal y tampoco si alguien llega a entrar al baño y los ve, en ese momento sólo quieren enfocarse en ellos para olvidar que Idia y Azul, muy probablemente, pasaron la noche juntos...

Cuando el oxígeno les empieza a faltar, se separan, pero sólo para tomar una bocanada de aire y volver a unir sus labios en otro beso igual de desesperado que el anterior.

No les da tiempo suficiente a separarse cuando la puerta del baño se abre. El sonido pegajoso que hacen cuando sus labios se separan resuena con un poco de eco, lo cual sólo empeora la situación.

Ambos están dispuestos a amenazar severamente al espectador, pero todas esas ideas se van cuando ven a Azul, el cual está cubriéndose la boca y viendo al suelo.

Los gemelos tienen una visión muy diferente de la de Azul para ese momento.

Para los gemelos Azul los acaba de ver besarse y está tan asqueado de ellos que siente ganas de vomitar, se nota por la manera en que se cubre la boca y tiene arcadas. Eso les hace sentir tan mal, que sienten comezón en la garganta nuevamente, los pétalos amenazan con salir otra vez, pero no pueden permitirse vomitar frente a Azul.

Por otro lado, la visión de Azul es mil veces peor.

Él acaba de ver a los gemelos besándose apasionadamente, tocándose un poco, ambos con las mejillas sonrojadas y un poco de saliva escurriendo por la comisura de sus labios. Para Azul ellos estaban en un momento íntimos matutino, sólo porque pueden darse el lujo de demostrarse el mutuo amor que sienten. Tiene la boca llena de pétalos, siente el sabor metálico de la sangre; no puede tragarselo porque sólo será peor en unos minutos y está muy seguro de que tendrá una conversación algo larga con los gemelos ahora que ellos saben que él sabe que está saliendo.

-Azul... Nosotros... -Dice Jade, tratando de buscar las palabras adecuadas para explicar lo que acaba de pasar.

Pero Azul no puede contener más los pétalos, en su cabeza se hizo tantas malas ideas de lo que Jade podría decir, incluso siente que van a restregarle en la cara el amor que tienen.

Abre un cubículo y deja salir todos los pétalos. Su garganta arde más de lo usual y los pétalos no salen con gotas de sangre, salen totalmente empapados de ese vital líquido. Llora, tanto por las arcadas como por el dolor en su pecho, porque está seguro de que al menos Jade sabe lo que eso significa y no tiene manera de ocultarlo...

-¿Azul? -dicen los gemelos a la vez, dando suaves palmadas en la espalda del peliblanco. No saben por qué el pulpo sigue vomitando pétalos, ¿Acaso no acaba de pasar la noche con Idia? No les importa demasiado en ese momento, todo lo que quieren es cerciorarse de que Azul esté bien.

Cuando Azul deja de vomitar se deja caer al suelo y se cubre la cara con las manos, ¿Cómo va a explicar esto?

-Sea quien sea, podemos ayudarte a que te corresponda -dice Floyd.

-Tenemos una posión de amor preparada. Aunque no será permanente, servirá para que la enfermedad se mantenga estable por un tiempo en lo que logramos que el amor sea real -dice Jade.

-No vamos a dejar que Azul muera por culpa de un idiota que no es capaz de ver lo maravilloso que eres -dice Floyd, con un tono de verdadero enojo-, nos tragaremos nuestros sentimientos con tal de verte feliz, pero tienes que decirnos quién es.

Floyd no se da cuenta de lo que dijo hasta que ve la cara de Jade.

-¿Qué acabas de decir? -dice Azul, quiere creer que no escuchó mal, aunque tiene miedo.

-No queríamos decirte esto en esta situación, queríamos que fuera en mejores condiciones... -Jade se siente avergonzado, ¿Confesarse en un cubículo del baño, después de haber vomitado? Es el peor escenario que podrían haber formado.

-Nosotros estamos enamorados de ti -dice Floyd.

-Ambos lo estamos -dicen al mismo tiempo.

Azul siente su corazón latir con fuerza, le causa tanta gracia todo, porque todo este tiempo él estuvo sufriendo por el amor de los gemelos y resulta que ellos están enamorados de él. Se ríe con fuerza, lo que hace pensar a los gemelos que se está burlando de ellos.

Claro que les dolió ver cómo Azul se ríe a carcajadas luego de confesar sus sentimientos, al menos los segundos que duró antes de que Azul los abrazara a ambos, rodeando la cintura de ambos, todo sin dejar de reír.

No saben si deben corresponder el abrazo o salir corriendo.

-y yo de ustedes -la voz de Azul sale quebrada, toda la risa es reemplazada por llanto, pasó por un cambio de emociones tan radicales que casi parece bipolaridad.

Los Leech se quedan atónitos ante las palabras de Azul, se observan unos segundos y luego dirigen su mirada a Azul. Corresponden el abrazo, pero lo cambian de posición, porque se les hace más cómodo que Azul quede en medio de ellos mientras le abrazan.

Azul ya está llorando, y los gemelos están a punto de hacerlo. Se sienten bastante felices, porque ahora que saben de sus sentimientos ninguno de los tres va a morir.

-Ne, no tengo ganas de ir a clases ahora -dice Floyd, separándose un poco del abrazo

Ninguno dice nada, pero confirman que se saltaran las clases de ese día cuando caminan en dirección al espejo de Octavinelle.

No hacía falta nada más en ese momento. Solo ellos, regresando al dormitorio para pasar el día juntos.

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