Capitulo dos

"Si alguien quisiera preguntarme el motivo de seguir viviendo, no obtendría respuesta."

Es lo que cruzaba la mente del joven mientras picaba el puerro sobre una tabla, junto a una olla humeante en la cocina. Años de experiencia se hicieron notar al realizar cortes precisos y rápidos, dejando el vegetal en pequeños trozos y vertiéndolos en el hervor.

¿Sera por su familia que aún no se ha quitado la vida?

Miraba sus manos, mientras tomaba asiento en la mesa. Huesudas y pálidas, incapaces de tomar algo mas pesado que una sandia. Rodeo con sus dedos indices y pulgar su muñeca, confirmando que estaba mas delgada que hace unos días. Atravesando la muñeca y todo el antebrazo se veía la débil y azulada vena que recorrió suavemente con el dedo y apretando apenas en la zona del pliegue del codo, viendo como al dejar de presionar, la sangre volvía a circular.

La muerte nunca fue un tema sin mencionar para él. Jamas fue algo prohibido o que no se hablara en su casa, mas con un padre que falleció a los meses de su nacimiento. Siempre estuvo cerca la muerte, abrazándolo desde la espalda y silbando en su oído, cantándole tétricas canciones de cuna para dormir su razonamiento.
Razonamiento que, en momentos como este donde se acercaba peligrosamente a la ventana, se esfumaba.
No es como si fuera a saltar, hoy no era un día cómodo para morir. Debía dejar muchas cosas sin hacer y simplemente no podia. Salió de su ensoñamiento suicida cuando sacaba la cabeza afuera y el aire fresco le golpeaba.
Era bellísimo observar a la gente desde su punto de vista retirado, observarlos tener vidas y obligaciones, responsabilidades con fecha y horario, aglomeraciones con reglas y costumbres. La vida cotidiana era un tesoro que amaba observar desde la lejanía de su décimo piso, donde nadie solía prestarle atención a un muchacho que mira ensimismado a través de la ventana. La gente esta muy ocupada para eso.

Sin embargo, su consciencia lo trajo de vuelta, y se dio cuenta que debía reposar un rato antes de que sus piernas se nieguen a seguir cargándolo y echarlo de bruces al suelo. Dirigió su pesado cuerpo al sillón y cayó sobre este, dejando que el canal de las noticias llene su aburrimiento. Escucho el timbre de su movil indicando que un nuevo mensaje había llegado, busco con la mirada donde se podría encontrar el aparato pero no lo llegaba a ver.

De todas formas estaba seguro que era su madre avisándole que ya estaba subiendo, como cada día, de cada semana, de cada mes.
Nadie mas le escribía. Nadie le avisaba mensajes urgentes.
Solía hablarle su hermano y el resto de su familia lejana cada tanto, pero llevaban una atareada vida por lo que no era muy seguido.
Jimin era un recluso de la vida diaria, por lo que no entendía lo que era la falta de tiempo, en su vida parecía haber tiempo de sobra para todo.

A veces deseaba darles un poco de su tiempo al resto.
Si él falleciera, ¿Le podría donar su tiempo a alguien?

Todo sería mas fácil si pudieras donar esas cosas al morir, de la misma forma que tus órganos. Jimin podría donar mucho tiempo y salud a la gente que lo necesite.
No, salud no.
Se reprendió mentalmente por pensar en esa opción. Mucho menos ahora, que le dolía hasta dar una respiración profunda, podia decir que tenia salud.

No le gustaba decirlo, mucho menos pensarlo y lo negaba constantemente tanto él como su madre, insistiendo que solamente era una dieta extrema. Al principio nadie decía nada, todos felicitaban al muchacho por "comenzar a cuidarse y quererse" y miraban felices como los talles bajaban y la ropa caía, ya sin mucho que ocultar.
El segundo periodo comenzaba a haber algunas dudas, el nerviosismo era palpable y también la repugnante lastima ajena.

"Pero, ¿Algun medico te esta acompañando en esta dieta? ¿Algun profesional te guía en tu perdida de peso?"

Claro que no, incluso cuando su salud deteriorada era solo la mental, muchos especialistas se negaron (sutilmente) a realizarle tratamiento.
"Lo que tu tienes, niño, es locura y mania por hacer el daño, no importa como lo veas."
Recordaba esas frías palabras del psiquiatra infantil, hace muchos años. Solía escucharlas en sus episodios de ansiedad, como también recordaba cada golpe, cada maltrato, cada grosería que había recibido en su vida.
Irónico.
  Jimin estaba infestado de odio y dolor por aquellos que mas daño le hicieron, y le dolía el hecho de que su familia, aquellos que eran todo lo que tenia, eran quienes pagaban todo su dolor. Su madre y su hermano debían sufrir cada vez que Jimin sufría una recaída, cada vez que él era expulsado de un consultorio bajo la excusa de "no hay tratamiento para lo que tiene" su familia se quedaba apoyándolo y velando por su bien, intentando que la ley se cumpla y que algún medico se digne a tratarlo.

Por eso él no quería sumarle mas problemas, no quería ir nuevamente a un medico para que le diga lo que ya sabe hace tiempo. "Estas mal de la cabeza". No quería que un medico le ayude a bajar de peso porque él solo lo estaba haciendo bastante bien.

De todas formas, a nadie le importo ayudarlo cuando pesaba 115kgs, ¿Por que alguien querría hacerlo ahora? ¿Porque ahora que es delgado, si importa?

Por eso, si alguien le preguntara porque seguía vivo, Jimin no contestaría.
Ni siquiera él sabia la respuesta.
Ni siquiera él sabia que se estaba matando.

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