030
╭══════•>✾<•══════╮
MURMULLOS
╰══════•>✾<•══════╯
Maratón 2/2
Han pasado tres años desde el juicio de Gwayne Hightower, un período en el que el reino ha enfrentado desafíos y cambios significativos. Desde su posición como esposo de Adira y testigo de su evolución a lo largo de estos años, Daemon ha sido testigo de una transformación que me ha llenado de preocupación y desconcierto.
Su amada esposa, ha atravesado una serie de experiencias que han dejado marcas en su ser. Desde la muerte de Laena hasta la revelación de oscuros secretos y las tensiones políticas que han afectado a su familia, su espíritu ha sido puesto a prueba en formas que pocos pueden comprender. Como si los dioses no estuvieran satisfechos en su castigo de haberla vuelto humana.
A medida que pasaba el tiempo, Daemon ha notado que Adira se hallaba disociando cada vez más de la realidad que la rodea. Sus ojos, una vez llenos de vitalidad y curiosidad, ahora reflejan un distanciamiento que le llena de inquietud. Había momentos en los que parecía estar presente, pero su mente está en otro lugar, perdida en un rincón oscuro de sus pensamientos.
En las noches más sombrías, ha escuchado sus murmullos en voz baja, como si estuviera hablando con alguien invisible para los demás. En ocasiones, lograba captar el nombre "Evelyn" en sus palabras, un nombre que no puede relacionar con nadie en vuestra historia. Daemon se preguntaba quién era esta Evelyn y qué conexión tiene con los pensamientos que parecen atormentar a su esposa.
Sus intentos de abordar estas preocupaciones con Adira han sido en vano. Ella se retira aún más, como si una barrera invisible la separara del mundo que la rodeara. Llegando a sentir él una impotencia abrumadora al no poder ayudarla a superar lo que sea que la atormentara.
Pero a pesar de esos desafíos, el amor de Daemon por Adira no ha menguado. Su compromiso con ella y con su familia sigue siendo inquebrantable. No obstante, el deseo de entender lo que está sucediendo y encontrar una forma de sanar su corazón roto se ha convertido en mi obsesión silenciosa.
—¿Averiguaron algo de su madre?—preguntó a sus cuatro hijos.
—Sigue sin querer hablar—respondió Lucian mientras se apoyaba en su espada.
—Ha nosotras siempre nos cambia de tema—arrugó la nariz Baela mientras Rhaena asentía para confirmar lo que su gemela decía.
—¿Kian?—Daemon se giró hacia su hijo castaño. Su muchacho solo movió la cabeza.
—Carajo—el Targaryen se sobó su sien, estresado.
—Papá, sabes que a mamí no le gusta que digas malas palabras—regañó Rhaena mientras Baela sonreía de oreja a oreja como si le divirtiera escuchar a su padre decir groserías.
—Vamos, chicas—Lucian se acercó hacia sus dos hermanas para empujarlas con suavidad hacia la salida—. Papá está estresado.
—Eso no tiene nada ver—otra vez la sonrisa maliciosa se formó en Baela—. Le diré a mamá de lo ocurrido—y salió disparada hacia la salida, no sin antes agarrar las comisuras de su vestido para que le resultara fácil correr.
Daemon se llevó las manos al rostro cuando vio que Rhaena perseguía a su hermana. A Baela le gustaba ver el mundo arder tanto como a él.
—Lucian—se giró a su muchacho, pidiéndole el favor en silencio.
—Yo me encargo—el pelinegro salió disparado para detener a sus dos hermanas de diez años antes de que llegaran con su madre para acusar a su padre.
—¿Y tú a dónde vas?—cuestionó cuando su hijo del medio se paró del sillón y se dirigió hacia la salida.
—Aemond me está esperando en la biblioteca.
—Tsk. Mucho tiempo estás pasando con ese mocoso. Si van a tener sexo al menos háganlo en lugares pocos concurridos.
—¡Papá!—exclamó avergonzado Kian.
—¿Qué? No quiero que terminen hablando de ti y Aemond como hablan de Laenor y Qarl.
—¡Por todos los dioses!—y el castaño fue el último de sus hijos en abandonar la habitación.
Había pasado tanto tiempo. Sus hijos estaban creciendo bien bajo la sabiduría de su amada Adira que los instruía bien. Lucian con 17 años ya había entrado a la Guardia Real, Kian con 15 se estaba preparando para ser parte del consejo del reinado de Jacaerys, y, por último, Baela y Rhaena formándose para ser Reina de los 7 reinos y Lady de Driftmark, respectivamente.
En unos cuantos años, volverían a ser solo Daemon y Adira, cuando todos sus niños dejaran el nido en el que fueron criados.
Como cualquier tarde tranquila, Alicent y Adira se encontraban tomando el té en el Jardin de la Reina, hasta que un guardia vino a anunciar la llegada de los príncipes, hijos de Alicent, que habían regresado de los Peldaños de Piedra después de visitar a Aegon, quien regía ahí.
—Parece que viene el príncipe Aegon, Majestad—había dicho el caballero.
—¿En serio?—preguntó Adira, debido que Aegon desde que piso los Peldaños de Piedra no había regresado a King's Landing, y eso fue hace tres años.
—Si, Madre Celestial.
Ambas mujeres se pararon de sus asientos, alisando su vestido para empezar a caminar hacia al pozo, donde seguramente aterrizarían los príncipes para dejar a sus dragones.
La servidumbre rápidamente alistó el carruaje para partir hacia el Poso de Dragón para que ambas mujeres salieran lo más rápido posible de la Fortaleza.
Para cuando llegaron, se encontraron con la imagen de Aegon ayudando a Helaena a bajar de su dragona como el dulce caballero que Alicent se había encargado de criar bajo la guía de Adira.
—¡Aegon!—había gritado Alicent antes de ser abrazada por su primogénito—Mis niños—para luego pararse a saludar a los otros.
—Ya veo el favoritismo—murmuró Daeron cuando saludó a Adira.
—Su madre los ama a todos por igual—dijo la diosa
—He cumplido mi doceavo onomástico, Madre, ya no soy un príncipe ciego que no ve el favoritismo que tiene mi madre por mi hermano—dijo el menor.
Adira abrió los ojos al percatarse de que el tiempo seguía pasando y no se detenía. Sentía que solo hace nos días había cargado al pequeño Daeron por primera vez. había estado ignorando las arrugabas que se instalaban en su rostro por el paso del tiempo.
—Realmente el tiempo pasa...
Adira guio sus ojos hacia el bullicio, topándose con que Aegon pedía a su madre una reunión urgente con su padre para hablar de un tema super serio que debería de ser tratado con urgencia.
—Ese tono enamorado—había escuchado la pelirroja a Aemond antes de subirse al carruaje con todos los niños que ella había visto crecer.
Aegon durante el camino hacia la Fortaleza recordaba que él era un joven príncipe de sangre real y heredero de un linaje milenario para darse valor y no temblar frente a su madre y la diosa.
El príncipe soltó un suspiro y se dijo a sí mismo que ya había llegado a un punto crucial en su vida. Con corazón acelerado y una mezcla de nerviosismo y determinación, estaría presentándose ante sus padres con una petición que pesaba en su pecho.
El gran salón del castillo estaba iluminado por la luz dorada de las antorchas, creando un ambiente solemne y majestuoso. La mayor parte de la familia real ya se encontraba ahí a petición de Aegon. Adira se acercó a Daemon y este la rodeó de la cintura para pegarla a él.
—¿Qué sucede?—cuestionó Adira cuando vio la sonrisa traviesa de su esposo. Daemon señaló con un movimiento de cabeza el sitio donde se encontraban todos sus hijos. Ella sonrió cuando vio a sus gemelas al lado de Jacaerys y Lucerys, cada una con sus respectivos prometidos, al otro extremo de Rhaena se encontraba Kian siendo acompañado por Aemond, quien desde que lo vio no se apartó de su lado, y por último Lucian, quien parecía bromear con Aegon sobre algo que avergonzaba al príncipe.
Todos ellos eran su familia. Su adorada familia.
Aegon le dio un leve empujón a Lucian por su comentario, para luego girarse y caminar hacia el centro del salón con su mirada fija en sus padres. Tomó una profunda respiración y comenzó a hablar con voz firme pero respetuosa.
—Padre, madre, he venido ante ustedes con una petición de suma importancia. He reflexionado sobre esto durante mucho tiempo y he llegado a una decisión que me gustaría compartir con ustedes.
Los ojos de Viserys y Alicent se posaron en su hijo, expectantes y curiosos por escuchar sus palabras. Aegon continuó, su tono revelando la seriedad de su propósito.
—Deseo pedir su bendición para casarme con mi querida hermana, la princesa Helaena. Nuestro vínculo es fuerte y profundo, y creo que juntos podemos contribuir al bienestar del reino y preservar nuestra casa—estiró su mano hacia Helaena, y ella no dudo en acercarse hacia él para poner su mano sobre la suya.
Hubo un momento de silencio tenso en la sala mientras las palabras de Aegon resonaban en el aire y Helaena se acoplaba a su lado. La petición era inusual, y las miradas de Viserys y Alicent se encontraron en un intercambio silencioso de sorpresa y asombro.
¿Desde cuándo Aegon y Helaena se habían empezado a acercar de ese modo? No lo sabían. Nadie de los adultos sabía. Pero parecía que los adolescente y niños si, pues sonrieron cómplices entre ellos.
Finalmente, Viserys habló, su voz resonando con autoridad real y también con una pizca de preocupación paternal.
—Aegon, esta es una petición de gran peso y trascendencia. El matrimonio es una alianza que va más allá de los lazos familiares. ¿Has considerado todas las implicaciones de esta decisión?
Aegon asintió con solemnidad.
—Padre, madre, he reflexionado sobre cada aspecto de esta decisión. Sé que el reino espera mucho de nosotros como futuros contribuyentes a nuestra casa, y creo que nuestra unión podría fortalecer nuestra posición y traer estabilidad en lo que concierne a los Peldaños de Piedra.
Alicent, con su mirada aguda y perceptiva, estudió el rostro de su hijo.
—Aegon, entiendo que sientes un profundo afecto por tu hermana, pero este es un camino poco convencional. Las dinámicas y expectativas de nuestra familia real son únicas.
Aegon mantuvo la mirada de su madre, sin vacilar.
—Madre, lo sé. Pero en una época de cambios y desafíos, creo que es crucial que nos mantengamos unidos como familia. Helaena y yo compartimos un vínculo que trasciende las convenciones, y estoy dispuesto a asumir la responsabilidad que esto conlleva.
El silencio volvió a caer sobre la sala mientras Viserys y Alicent intercambiaban miradas significativas. Finalmente, el exgobernante habló, su voz suave pero llena de autoridad que había dejado en él tras años de mandato.
—Helaena—sus ojos recorrieron el rostro de su segunda hija—, ¿estás de acuerdo con unir alianzas con tu hermano Aegon?
—Lo hago, padre—respondió sin dudar la menor, aunque sin querer puso a Aegon como una barrera contra sus progenitores, escondiéndose levemente detrás de él—. Quiero tanto a mi hermano como para tomarlo como mi esposo.
—En ese caso...—suspiró Viserys mientras se apoyaba levemente en Alicent—no tengo ningún motivo para rechazar la propuesta.
—Pero tengo mis condiciones—dijo Alicent antes de que sus hijos exclamaran jubilosos. La castaña miró hacia Adira y ella le asintió despacio dándole su apoyo—. El primero es que se casaran cuando Helaena cumpla los 18 años, el segundo es que si en algún momento durante los tres años que van a estar comprometidos decidan romper con el compromiso, no los juzgaremos, y el tercero es que, en el caso de que la boda se consuma, tendrán que esperar a tener descendientes hasta que el cuerpo de Helaena se encuentre listo. ¿De acuerdo?
Ambos hermanos de cabellos platinados asintieron, de acuerdo con las condiciones que imponía su madre. Y así, cuando Alicent dio su bendición, los adolescentes se acercaron hacia la pareja para felicitarla, siendo solamente Rhaenyra la única adulta que se acercara para felicitar con abrazos a sus dos hermanos.
Adira se encontraba atrapada en un torbellino de sensaciones y experiencias que parecían estar fuera de su control. Las voces que murmuraban en su mente eran como ecos distantes que se filtraban en su realidad, susurros que a veces eran reconocibles y otras veces eran un misterio insondable. Con cada día que pasaba, su conexión con la realidad se volvía más tenue, y la incertidumbre se apoderaba de su mente.
Los murmullos poco a poco estaban acabando con ella...
Las voces, comenzando con la de su hermana Evelyn, se entrelazaban con fragmentos de conversaciones pasadas y recuerdos borrosos. A veces, se encontraba perdida en un laberinto de pensamientos que no podía seguir, una confusión que la llevaba a cuestionar su propia cordura. La identidad de las otras voces era un enigma que la atormentaba constantemente, y la falta de claridad la sumía en un estado de ansiedad constante.
Las noches eran las peores. En la oscuridad, las voces parecían volverse más intensas, llenando su mente con un coro incesante de palabras y susurros.
A menudo, se despertaba con el corazón acelerado, sintiendo que las voces la perseguían incluso en el mundo de los sueños.
Había momentos en que dudaba de su propia cordura, temiendo que su mente se estuviera fracturando lentamente. Los episodios de despersonalización y la sensación de estar desconectada de su propio ser la llenaban de angustia.
A veces, se miraba en el espejo y no reconocía a la persona que la devolvía su reflejo.
Adira luchaba en silencio con sus pensamientos y emociones, temerosa de compartir su confusión con los demás. No quería ser una carga para su familia ni añadir preocupación a sus ya abrumados corazones. Sin embargo, el aislamiento solo intensificaba su sensación de desesperación.
A pesar de todo, había momentos de claridad. Momentos en los que su amor por Daemon y sus hijos la anclaban a la realidad, brindándole un destello de esperanza en medio de la oscuridad. Se aferraba a esos momentos con fuerza, luchando por encontrar un camino a través de la neblina que nublaba su mente.
En su lucha por comprender lo que estaba sucediendo, Adira buscaba respuestas en los libros antiguos y en los sabios consejos de los maestres. Esperaba encontrar una explicación racional para sus experiencias, una manera de recuperar el control sobre su mente.
Uno de los maestres había dicho que tal vez eran los demás dioses que trataban de comunicarse con ella, pero ella misma sabía que era imposible. Ella no era una diosa, solo una persona común que fue cambiada de realidad.
Mientras tanto, Daemon permanecía a su lado, un faro de apoyo y comprensión en medio de la tormenta. Y lo amaba tanto por eso, aunque él no pudiera entender completamente lo que a ella le estaba pasando, estaba decidido a estar ahí para ella en cada paso del camino.
La batalla interna de Adira continuaba, una lucha silenciosa por encontrar la verdad detrás de las voces y recuperar su equilibrio. El mar de incertidumbre le estaba ahogando poco a poco.
Adira, despierta.
┎─────«❀»─────┒
¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
┖─────«❀»─────┚
¿Se esperaban el compromiso de Aegon y Helaena?
¿Qué está pasando entre Aemond y Kian?
¡Ahh! ¿Qué estará pasando con Adira?
¿Volverá a su realidad?
Lo sabremos en los próximos capítulos...
SÍGUEME • COMENTA • VOTA
Instagram: Kriss.sama
● Kriss-sama
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top