021
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REBELIÓN
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Había pasado casi alrededor de un año desde que los tres dragones habían volado hacia los Peldaños de Piedra en ayuda a Corlys Velaryon contra la Triarquia.
Sin embargo, en medio de la feroz batalla, Rhaenyra fue herida por una flecha enemiga. El dolor se apoderó de su cuerpo, pero su espíritu indomable no permitió que la herida la detuviera. Con una voluntad inquebrantable, se mantuvo firme y continuó liderando a sus tropas en la lucha.
Adira estuvo a punto de entrar en un ataque de pánico cuando le comunicaron sobre el bienestar de su Reina, de su amatista, y más aun cuando se enteró que aun así Rhaenyra no tenía pensado regresar a la Fortaleza hasta que la batalla sea victoriosa para los reinos.
El año que siguió fue un período de desafíos y recuperación para Rhaenyra. Mientras se curaba de sus heridas, también debía enfrentar las repercusiones de la batalla y asegurarse de que el reino estuviera en buenas manos en su ausencia, enviándose cartas constantes con Alicent.
Pero eso no fue todo.
El rumor de una rebelión contra el reinado de Rhaenyra llenó el aire de inquietud y preocupación en King's Landing. Adira y Alicent, conscientes de la inminente amenaza, se pusieron en acción para preparar al pueblo y a los guardias para enfrentar a los atacantes.
—Abran las puertas del reino para mi pueblo—ordenó Viserys desde el trono a su consejo y caballeros—. Si el pueblo pide ayuda, el reino no se lo negará.
No es como si Alicent y Adira hubieran estado moviendo sus hilos para que Viserys llegara a tomar esa decisión.
Reuniendo a los leales partidarios y a los valientes hombres y mujeres de la ciudad, Adira y Alicent organizaron la defensa de King's Landing. Se establecieron patrullas en las murallas, se inspeccionaron las fortificaciones y se aumentó la vigilancia en todos los puntos de acceso.
—Sería bueno enseñar a la servidumbre combate cuerpo a cuerpo—murmuró Alicent cuando se encontraba bebiendo el té con Adira—. Es probable que la batalla llegue hasta dentro del palacio, al menos merecen saber cómo defenderse.
La diosa no estuvo más de acuerdo con la Reina Madre. Ordenó a los gemelos que empezaran a dar clases junto a un grupo de guardias más.
Sin embargo, si bien la preocupación de la rebelión era más fuerte en Adira, había otro tema que también le hacia perder la cabeza. Y eso era las hormonas alborotadas de Aegon y Lucian.
Y es que, a Aegon le llegaban muchas cartas de niñas pidiendo ser comprometida con él. Y es que quien no. Era un príncipe Targaryen después de todo. Por otro lado, Lucian estaba creciendo para convertirse en caballero por lo que su figura empezaba a llamar a las jovencitas del palacio, quienes murmuraban lo guapo y agraciado que era el pelinegro.
—Siempre deben de tratar a una dama con respeto—un resoplido salió de los labios de Aegon cuando volvió escuchar el mismo monologo que desde hace un tiempo Adira volvía repitiendo—. Aegon, ¿Qué sucede?—regañó la diosa.
—Lo siento—se disculpó el príncipe—, solo es que repite algo que ya sabemos Madre. Jamás le faltaríamos el respeto a una dama ni a una señorita—Lucian, quien se encontraba al lado de Aegon, asintió con la cabeza pensando lo mismo que el Targaryen.
Adira soltó un suspiro, haciendo relajar sus hombros en el proceso. No debería de tener tanto miedo desde que los dos adolescentes cumplieron sus 14 años. No debería, pero lo tiene. Tal vez por la razón de cómo se veía Aegon en la serie más o menos a esa edad.
—Esta bien. Lo siento. Debería de confiar más en ustedes chicos—sus manos van a parar a cada mejilla de los adolescentes—. Pueden irse.
Al mismo tiempo que todo esto ocurría, se enviaba un mensaje urgente a Rhaenys a Driftmark, buscando su ayuda desesperadamente. Sabían que los refuerzos y los barcos de la flota de los Velaryon serían vitales para contrarrestar la rebelión que se aproximaba. Pero el tiempo no estaba de su lado, ya que los rebeldes se acercaban rápidamente a la ciudad.
En respuesta, se activa un esfuerzo concertado por parte del reino para suministrar armamento a las fuerzas leales. Los armeros y artesanos del reino trabajan arduamente en la fabricación de armas, armaduras y otros utensilios militares necesarios para la batalla.
Los recursos del reino se movilizan para garantizar que las tropas estén debidamente equipadas. Las minas de hierro se ponen en producción a pleno rendimiento, mientras que los talleres de herrería se dedican a forjar espadas, lanzas, hachas y otras armas. Los sastres y armeros también se esfuerzan por crear armaduras y escudos resistentes para proteger a los soldados.
Además, se establecen depósitos estratégicos en varias ubicaciones del reino para almacenar y distribuir el armamento. Estos depósitos sirven como puntos de aprovisionamiento para que las fuerzas leales puedan recoger el equipo necesario antes de dirigirse al frente.
Pero el temor y la tensión siguen apoderándose de King's Landing mientras las horas pasaban y la ayuda de Rhaenys aún no llegaba. Adira, junto con Alicent, tratan de inspirar al pueblo y a los guardias con su liderazgo y valentía, recordándoles que luchaban por la seguridad y el futuro del reino.
—¿Hemos recibido cartas desde los Peldaños de Piedras en respuesta a la rebelión?—cuestionó Adira mientras se paseaba con nerviosismo en la sala de consejo.
—Ningún cuervo ha llegado todavía—respondió uno de los Lores.
—Que se envié otro cuervo, ¡Ya!—exclamó Viserys desde la cabecilla de la mesa. El viejo hombre estaba igual de nervioso al no recibir respuestas de los Peldaños de Piedras.
¿Es acaso que algo malo está sucediendo allá?
Cuando la reunión de la corte terminó, los Lores abandonaron sus puestos y salieron de la sala para dejar a la familia real a solas.
—Aegon quiere luchar contra la rebelión—murmura con preocupación Alicent a su esposo y madre—. ¡Es todavía un niño! ¡Se le ha metido en la cabeza que es su deber como príncipe!
—Tiene 14 años, esposa—suspira con cansancio el Rey suplente.
—Viserys...—advierte Adira mientras se deja caer con elegancia en una de las sillas.
—Niños de trece años están entrenando ahora mismo para defender el pueblo donde viven—objeta con obviedad el Targaryen—. Hasta a mis oídos ha llegado el rumor que Lucian también desea luchar por esa causa.
Adira cierra los ojos con pesadumbre. El mayor de sus hijos ha sacado casi la misma naturaleza de Daemon. Y aunque está orgullosa que Lucian busque también proteger el Reino, también teme como cualquier madre ante el inminente peligro que significa una guerra.
—Tenemos dragones en el Pozo—murmura Viserys sin mirar a ninguna de las dos mujeres—. Podemos utilizarlos para quemar a los rebeldes antes que entren al Reino.
—Los dragones necesitan a sus jinetes—soltó con obviedad Adira.
La exclamación de Alicent hizo que su mirada ámbar se dirigiera hacia ella.
—No, Viserys—no sabe lo que más le sorprendió. Si la forma en la que Alicent había acorralado prácticamente al gobernante entre la silla y la mesa con sus dos brazos en los respectivos objetos y con la espalda ligeramente hacia adelante. O si fue el hecho de comprender lo que sugería Viserys.
—Aegon y Helaena ya han montado sobre sus dragones desde hace años—expresó el Targaryen sin apartar la mirada de su esposa—. Dos dragones serán suficientes para poner la balanza a nuestro favor.
—Es... peligroso, Viserys—verbalizó con calma la diosa, tratando de pasar tranquilidad a Alicent al verla respirar con rapidez.
—¡Por todos los dioses, Viserys! ¡Helaena a las justas y tiene 12 años! ¡Ni siquiera a florecido, y ¿tú quieres mandarla a una batalla?!—exclamó fuera de si la Hightower mientras señalaba con su palma al exterior del Reino.
—¡Ellos estarán bien!—el monarca intentó hacer entrar en razón a su esposa—¡No hay nada más peligroso que un Targaryen sobre un dragón!
Adira soltó un suspiro cansado antes de sobar con su dedo su sien.
—Aegon podría hacerlo.
—¡Madre!—exclamó Alicent con sorpresa.
—Nuestros informantes dicen que los rebeldes son una sarta de tiranos machistas que no soportan ser gobernados por una mujer y que tampoco llevan lanzas o flechas—se apura a decir antes que otra exclamación venga de la castaña—. Estamos a las justas con nuestros guerreros. La mayor parte de ellos se han ido a los Peldaños de Piedra y hasta ahorita no regresan.
Un nudo en la garganta se le formó por la preocupación de no tener noticias desde hace una semana de la batalla que se generaba allá.
—He visto crecer a Aegon desde que tiene dos añitos, mi pequeña luz—murmura en el tiempo que se para para llegar a Alicent—. No deseo que resulte herido ni nada por el estilo, pero necesitamos apoyo.
—Rhaenys, ella—suelta balbuceos la Hightower.
—Los barcos no van a llegar, Alicent—comenta con pesadez Viserys—. La batalla esta cerca y no ha sido que solo hace tres días que le hemos mandado la carta a Rhaenys.
—Prométanme—la castaña habla en un hilo de voz—. Prométanme que Aegon no va a salir lastimado.
—Te lo prometo, esposa.
—Sir Arrik—llamó Adira a su guardia—. Pongo en sus manos a los príncipes y a mis hijos—tomó las manos del gemelo con ternura—. Confío en que no me fallará.
Arrik se arrodillo y sacó su espada para mostrársela.
—No fallaré en mi tarea, Madre.
Errik iba a ser su único guardia por aquel día mientras su hermano se encargaba de cuidar a los príncipes y sus hijos que estarían con las demás mujeres y niños que no pelearían.
—Su armadura, Madre—Errik entra a los aposentos para dejar pasar a las artesanas que se encargaron de confeccionar su coraza.
—Muchas gracias—murmuró—. ¡Por todos los dioses, está precioso!
Era de cuero con algunos detalles de cobre o bronce que parecían raíces que se extendían por toda la armadura. Y por si no fuera todo, presentaba pequeñas hojas naranjas incrustadas en la parte de las hombreras.
El pantalón, presentaba casi el mismo diseño de la parte superior de la armadura, teniendo pequeños detalles de metal en la rodillera.
Cuando se puso la armadura, con la ayuda de sus doncellas, se sorprendió por lo cómodo que era y lo acoplado que estaba a su cuerpo para poder moverse con facilidad.
Su espada y daga fueron puestos a los costados de su cadera para estar completa.
Soltó un suspiro para tratar de relajar su mente y cuerpo. Estar dentro de la armadura solo hacía más real el hecho de que estaban a solo horas de batallar.
Si Daemon estuviera ahí, ¿la dejaría pelear? Tal vez no. No después de haber sido apuñalada en el ataque de los rebeldes hace tres años y casi morir.
Daemon... ¿estaría bien? Espera que sí. Porque quiere ignorar aquella preocupación agobiante que se a instalado en su pecho por el simple hecho de que no han recibido respuesta desde hace días de los Peldaños de Piedra.
—¿Madre?—sus pensamientos son interrumpidos cuando por la puerta de sus aposentos entra Alicent, portando una armadura de color rojo—¡Está bellísima!—exclama la castaña con admiración cuando ve su armadura.
—Lo mismo digo de ti, mi pequeña luz—murmura mientras extiende lo brazos para que Alicent se acerque para agarrarla de los antebrazos—. No se te separes de mi en la batalla—le dice con seriedad—. Si necesitad ayuda, pídela. No te quedes callada.
—Lo haré—responde la castaña—. Pero sé que podemos con esto. Hemos entrenado día y noche desde hace años.
—Ha pasado mucho tiempo...
—12 años para ser exactos—soltó un suspiro—. Cuando decidiste que nosotras también debíamos saber defendernos.
Había pasado mucho tiempo. Mucho tiempo en ese mundo que no era suyo.
En una batalla nada sale como se lo espera.
Se suponía que un dragón debía de volar sobre las fronteras para quemar la mayor parte de los rebeldes antes de que estos lograran abrir las grandes puertas de la cuidad. Ese debía de ser Aegon junto a Sunfire.
Pero no.
En el cielo se encontraban volando cinco dragones.
Sunfire, Dreamfire, un dragón que recordaba haberlo visto pocas veces en el Poso, Tessarion y Vermax; con sus respectivos jinetes sobre ellos, Aegon, Helaena, Aemond, Daeron y Jacaerys, siendo los dos últimos menores de ellos con nueve años.
Alicent casi se muere de preocupación al ver todos sus hijos dirigiéndose hacia las fronteras de la ciudad.
Solo una cosa significaba aquello: Arrik había fallado en su tarea.
La respiración de la pelirroja se cortó cuando divisó casi a lo lejos una cabellera negriza, que ella había peinado por mucho tiempo.
—Lucian...
Su hijo mayor estaba en la misma tropa que ella y Alicent dirigían con una armadura promedio que los guardias utilizaban.
—Estúpido mocoso de-
Ni siquiera pudo acercarse a su hijo para regañarlo cuando un guardia vino gritando hacia ella.
—¡Los rebeldes han logrado entrar a la cuidad!
No...
No podía ocurrir eso cuando tenía que poner a Lucian a salvo y a susdemás hijos que ahora ya no estaba tan segura de que estuvieran a salvo.
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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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Ya, pero hablemos de lo valientes que son los niños que con tan poca edad montan a sus dragón y van a batallar
Y Lucian... Dios ese niño hará que le salgan canas verdes a nuestra querida Adira
Y por si no fuera poco ¿Qué está pasando en los Peldaños de Piedra que hace que no contesten las cartas?
¿Estará pasando algo malo?
Por cierto, la armadura que esta en multimedia es la que utiliza Adira ◇
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Este capítulo está dedicado a GabrielaCornejo0
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