010
╭══════•>✾<•══════╮
GWAYNE HIGHTOWER
╰══════•>✾<•══════╯
Un nuevo día comenzaba en el palacio real y Adira era despertada gentilmente por la embarazada Lidia, quien gustosa siempre se servía para despertar a la diosa.
—Las chicas le han hecho su desayuno preferido, Madre.
—¿En serio?
No era raro ver como las cocineras del palacio tenían cierta preferencia en hacer las cenas preferidas de la diosa. Después de todo eran sus modos de agradecer las historias que contaba en la cocina para sus pequeños hijos.
—¿Quiere que traiga a las muchachas para que traigan la bañera?
—Claro.
A veces se sentía tan mal cuando veía que muchas personas del palacio hacían algo por ella. Había sentido varias veces pena cuando recibía aquel trato de favoritismo en las criadas, y más aún cuando se trataba de Lidia.
La castaña parecía que se desvivía por atender a la pelirroja, importándole poco que su vientre abultado le cansara de más cuando acompañaba a la diosa por sus paseos por el palacio.
Un grupo de muy jovencitas sirvientas ingresó a los aposentos para empezar a lavar el cuerpo de la pelirroja, siendo extremadamente cuidadosas con pasar el trapo por las cicatrices de la quemadura que quedó en su espalda, aunque Adira no entendía por qué tenían tanto esmero cuando hace semanas que aquella quemadura se había curado y había dejado de doler.
Se dejó vestir con un vestido crema de igual modo que se dejó peinar por la más joven de las criadas, contando a las justas con 11 añitos.
—Está lista, Madre.
Salió de su habitación sin un rumbo fijo, siendo seguida por los dos gemelos Cargyll.
—Están muy guapos, caballeros—dijo tras verlos de reojo.
—Usted también, Madre—soltaron los mismos.
Un hábito entre los tres se había formado desde hace un tiempo cuando Adira había dicho que era bueno de vez en cuando decirse cosas bonitas, así que los había obligado a decirse cumplidos cada cierto periodo de tiempo.
—Pero si es mi joyita de amatista—murmuró tras vislumbrar la silueta de Rhaenyra. Quiso ir tras ella, pero se detuvo al ver el comportamiento extraño de la peliplateada.
Durante su tiempo juntas, Adira había aprendido mucho sobre Rhaenyra, incluyendo sus gustos y preferencias en varios ámbitos sin llegar a preguntárselo directamente. Por lo tanto, cuando notó que Rhaenyra estaba mostrando interés en Harwin Strong como su escudo juramentado, Adira supo en ese preciso momento que tenía que intervenir.
La diosa sabía que Harwin era un hombre fuerte y leal, pero también sabía que su presencia al lado de Rhaenyra podría ser malinterpretada —y con justas razones—. Como una de las tantas damas de la corte, Adira estaba al tanto de los rumores que circulaban en la corte y sabía que cualquier relación cercana entre Rhaenyra y un hombre, especialmente un hombre joven y atractivo como Harwin, podría generar sospechas.
Por lo tanto, Adira decidió hablar con Rhaenyra después de unos días de seguir observándola. En una tarde, después de la cena con el Rey, mientras Rhaenyra estaba sentada en su estudio leyendo un antiguo pergamino, Adira entró en la habitación y se acercó a la princesa.
No te me vas a escapar, chiquita.
—Mi joyita de amatista—dijo la pelirroja en modo de saludo.
—Madre.
Adira se acercó a ella cuando la peliblanca dejó el pergamino en su escritorio y puso toda su atención en ella. Sentándose frente a ella, en la silla que se encontraba vacía, soltó:
—He notado que has estado mostrando un gran interés en Harwin Strong como tu escudo juramentado.
Rhaenyra la miró, y la diosa pudo jurar que los ojos violetas de la heredera brillaron en la penumbra de la habitación.
Protégeme señor con tu espíritu.
—Sí, Madre. Harwin es un hombre leal y valiente—dijo Rhaenyra sin evitarse sentir descubierta. ¿Acaso la diosa sabía que tenía otras intenciones con el Sir? —. Sería un buen escudo juramentado para mí.
Y un buen amante, claro está.
—Por supuesto, mi amatista—dijo Adira mientras se mordía la lengua por mentirosa—, pero creo que sería mejor si eligieras a una mujer como tu escudo.
—¿Una mujer?—preguntó Rhaenyra, frunciendo el ceño—¿Por qué una mujer, Madre?
—Porque, mi amatista—explicó Adira mientras cogía la mano libre de la heredera—, una mujer sería menos propensa a generar sospechas y rumores que un hombre joven y atractivo como Harwin. Además, una mujer podría ser una compañera más cercana y confiable para ti, ¿no lo crees? Además, recuerda que hemos acordado que nada de amantes, y puede que intentes esconderlo, pero a mí no puedes engañarme.
Rhaenyra se sintió regañada después de tanto tiempo. Y que ni siquiera sabía porque, ni siquiera sabía sentirse así cuando su padre la mandaba a llamar para reclamarle de las cosas que hacia mal. Pero con aquel regaño gentil y dulce, se sintió como la peor basura del mundo.
La heredera consideró las palabras de Adira durante un momento para dejarse sentirse como si hubiera hecho algo malo —aunque técnicamente estuvo a punto de romper el acuerdo que habían tenido con la diosa, Laenor y ella—, luego suspiró y asintió.
—Entiendo lo que dice, Madre—dijo Rhaenyra—. Tal vez tengas razón. Buscaré una mujer como mi escudo juramentado en su lugar.
Rhaenyra no era chica que fuera fácil de convencer, pero como no iba a caer a los pies de la pelirroja cando sus regaños eran tan suaves y su mirada tan empática como melancólica.
Adira sonrió con alivio e inclinó su cabeza ante Rhaenyra.
—Gracias por escucharme, mi joyita de amatista—soltó la pelirroja—. Solo quiero lo mejor para ti y para la casa Targaryen, ¿lo sabes verdad?— acarició la mejilla de la heredera con ternura.
Rhaenyra sonrió y asintió, luego regresó su atención al pergamino que tenía delante nuevamente.
Adira salió de la habitación sabiendo que había hecho lo correcto al hablar con la princesa. Ahora, con esta nueva oportunidad, Rhaenyra podría elegir un escudo juramentado que le fuera leal y confiable, sin arriesgar su reputación o la de la casa Targaryen.
No quiero que nadie sufra.
El esperado día para los Hightower llegó, Gwayne Hightower, el hermano de la Reina ingresó al palacio con una expresión preocupada en su rostro. Se acercó a su hermana y fingió preocupación por ella, preguntándole si todo estaba bien. Sin embargo, en realidad, Gwayne tenía otras intenciones.
Muy pronto la mirada del menor se puso a buscar por los alrededores a alguna mujer que tuviera presencia de diosa.
Pronto por las grandes puertas fue anunciada Adira. Gwayne esperó a una mujer mayor con un bebé en brazos, como lo personificaban en los libros; sin embargo, se encontró con una joven mujer hermosa que tranquilamente podría ser su esposa si él quisiera.
—Mi Reina, no sabía que usted tenía un hermano menor.
En la serie jamás aparecía.
—Lo siento—soltó la Hightower con incomodidad—. Lamento no haberlo comentado con usted—no era como si sintiera cierta predilección por su hermano menor.
—Soy Gwayne Hightower—se presentó el castaño mientras cogía la mano de Adira y besaba el dorso con timidez. Todo esto bajo la atenta mirada de los dos Reyes y los dos gemelos Cargyll quienes analizaban al Hightower.
—Madre—llamó Alicent la atención de la diosa al ver la sonrisa tierna que le dedicó a su hermano—. He dejado a los niños con una sola criada, temo que Aegon haga travesuras.
Una pequeña risa escapó de los labios de Adira.
—Otras criadas pueden ir—sugirió el Rey al saber que Aegon se estaba volviendo muy mimado por la diosa.
—No se preocupen, iré yo a controlar al pequeño dragón.
Para el desagrado de Gwayne, la pelirroja desapareció del salón tan pronto como llegó. Sabía que su hermana había hecho aquello para que la diosa no estuviera cerca de él. Su hermana podía tener ojos de mosquita muerta, pero a él no lo engañaría como a su padre.
Mientras tanto, Alicent sabía que no podía confiar en su hermano, pues era un hombre manipulador y mentiroso. Temía que Gwayne pudiera hacerle daño a la diosa o usarla como una herramienta para aumentar su propia influencia en la corte ahora que estaba en King's Lading.
Por lo tanto, Alicent trató de persuadir a su hermano para que no se acercara a Adira. Sabía que su Madre era una mujer inteligente y astuta, pero también vulnerable en cuanto a niños y adolescentes se trataba.
Alicent temía que Gwayne pudiera explotar la vulnerabilidad de Adira para sus propios fines. Sabía que su hermano era capaz de cualquier cosa para aumentar su poder e influencia, y no confiaba en él en absoluto. Y Alicent jamás permitiría eso.
JAMÁS.
—¿A que le temes tanto, hermana?—le cuestionó Gwayne cuando estuvieron solos en la habitación—Ni siquiera me has dejado ver a mis sobrinos.
—No dejaré que te acerques a ellos—soltó la chica con voz calmada, portándose como una dama.
—Son mis sobrinos.
—Y yo su madre, hermano.
El amor no rondaba entre ellos, ni la gentiliza ni la amabilidad. Solo l buena apariencia ante los ojos extraños y los oídos chismosos.
—Eres cercana a la diosa, ¿no es así? ¿Acaso temes que te quité también su cariño como lo hice con nuestro padre?
Alicent apretó su mandíbula, pero no dejó que aquella colera golpeara su juicio.
—Solo aléjate de ellos.
A medida que pasaban los días, Alicent se mantuvo alerta y vigilante, asegurándose de que su hermano no pasara demasiado tiempo con Adira más de los necesario. Haciendo que fuera un dolor de cabeza para Gwayne cada que se llevaba a la diosa con ella.
Pero aquello no haría que el Hightower se rendiera, después de todo él no era de las personas que aceptaban una derrota fácilmente. Gwayne seguía tratando de acercarse a Adira y ganar su confianza. Sabía que ella era un activo importante en la corte y estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para asegurarse su lealtad.
¿Pero lo lograría cuando podía ver que la pelirroja tenía cierta preferencia por su hermana?
Después de hablar con Rhaenyra sobre la elección de un escudo juramentado, Adira decidió que era necesario tomar medidas para encontrar a la candidata ideal. Recordando una conversación previa que había tenido con el rey Viserys —donde el Rey le pedía que lo dejara de insultar por haber hecho decaer a Alicent a cambio de un favor—, Adira decidió que era hora de pedirle una petición al rey.
Un día, después de la audiencia matutina en la corte, Adira se acercó al rey Viserys y le explicó la situación con Rhaenyra.
—Reúne a todas las mujeres caballeros del reino para que Rhaenyra pueda elegir a su escudo juramentado de entre ellas.
—¿Qué?
Era cierto cuando decían que uno se vuelve lento cuando envejece.
—Lo que escuchaste, Viserys. Vamos, reacciona, ¿O es acaso que el consejo a exprimido tu cerebro?
—¿Por qué una mujer? Un hombre es mejor protegiéndola.
Adira volteó los ojos.
—Ignoraré ese comentario y procederé a decirte que el futuro de su casa corre peligro.
El entrecejo de Viserys se arrugó con desconcierto.
—Hace unos cuantos días un sueño llegó a mí—mintió. Mentir es la solución para todo en este mundo—. Era uno de los dioses que me profetizaba la calamidad del futuro.
—¿Qué dios?—quiso saber con desesperación el Rey.
—El extraño.
Viserys se dejó caer al sillón que se encontraba atrás suyo. El dios de la muerte había visitado a la diosa Madre para advertirle. Cómo se supone que debería de reaccionar a eso. Su casa peligraba.
—El futuro...
—Es un caos, Viserys—Adira se arrodilló para buscar la mirada perdida del Rey—. No quiero que acabe así—suplicó.
—Quiénes mueren—cuestionó el Rey con la voz rasposa.
—No puede decirlo. Ustedes los mortales no pueden jugar con el destino.
¿Y ella sí? A veces sentía que era una cara dura que manipulaba lo que sabía a su favor. Pero en serio ella quería salvarlos a todos.
El Rey aceptó su petición y dio instrucciones a los maestres de la corte para que enviaran cuervos a todas las casas nobles del reino en busca de mujeres caballeros.
Una cosa menos.
Y mientras aquello pasaba, en otro lugar de la ciudad, el príncipe DaemonTargaryen y su esposa Laena Velaryon llegaban a King's Landing.
┎─────«❀»─────┒
¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
┖─────«❀»─────┚
¡¡¡DAEMON APARECIÓ!!!
Daemon, aleja a esa escoria llamado Gwayne de Adira!!!
Y cásate con ella de paso!
[•••]
Este capítulo está dedicado a naresturn
Gracias por comentar y votar en mi historia, hermosa 💖
SÍGUEME • COMENTA • VOTA
Instagram: Kriss.sama
● Kriss-sama
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top