009
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DIVERSIÓN
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Las cosas se habían puesto tal y como Adira lo había ordenado. Lidia se encontraba parada a un lado de la gran carpa beige junto a una alargada mesa con aperitivos para degustar.
—Han llegado, madre—informó Arrik con aquella voz demasiada neutra.
Adira había intentado que el caballero sonriera más, pero pareciese que su personalidad ya era así; así que dejó de intentar que su caballero sonriera como su gemelo y lo dejó en paz —por el momento—.
Por el sendero de gigantescos árboles, ingresaron Rhaenyra, quien tenía a la pequeña Helaena en brazos, Laenor quien era jalado por el pequeño Aegon y detrás de ellos venía la tranquila Alicent.
—¡Mis niños!—exclamó la pelirroja con los brazos abiertos mientras se agachaba para poder rodear con sus brazos el pequeño cuerpo de Aegon. Aunque en sí había dicho "niños" para todos los adolescentes, se centró más en mimar al príncipe.
—¿Qué se supone que haremos en este lugar?—cuestionó Rhaenyra mientras pasaba a la pequeña Helaena a los brazos de su madre—Aparte de comer claro—señaló con un leve movimiento de cabeza la mesa de aperitivos.
Y es que la princesa había notado desde lejos el vestuario de pueblerina que portaba la diosa.
—Jugaremos—respondió con simpleza la diosa mientras dejaba de vuelta a Aegon en el piso.
Había escogido el jardín de la Reina como punto de reunión al saber que muy pocas personas tenían permitido el pase a aquel lugar y podía hacer que los tres adolescentes —ya no tan adolescentes— sacaran su niño interior.
—Entren a la carpa—ordenó Adira—. Ahí encontraran atuendos mucho más cómodos para jugar.
—No somos niños para estar correteando—soltó Rhaenyra con desagrado ante la idea de hacer actividad física.
—Estoy de acuerdo con la princesa, madre—apoyó Alicent—. Una dama no puede correr y mucho menos una Reina y la futura heredera al trono.
Adira volteó los ojos ante el pequeño discurso de la castaña. La amaba, pero no soportaba que fuera tan buen portada. ¡También había tiempo para divertirse!
—Amo que las dos se pongan del mismo lado, pero no cambiaré de opinión, señoritas—señaló la carpa sin vacilación—. Entren a la carpa y cámbiense de vestuario.
Después de minutos, la princesa entró rezongando después de haber sido amenazada sutilmente con quedar mal frente al Rey, en si Rhaenyra sabía que tan influenciable podía ser la diosa con su padre. Y junto a la heredera, entraron Laenor y Alicent, quienes no tenían el suficiente coraje para negarse a una orden de la pelirroja.
—Ustedes también caballeros—Arrik y Errik se señalaron incrédulos tras recibir la mirada de Adira—. No crean que dejaré que ustedes se pierdan de la diversión. Hay un conjunto de prendas para ustedes adentro, mis caballeros.
Pasar demasiado tiempo con aquella maestra que enseñaba a Rhaenyra y a Alicent sobre modales había hecho que se le pegara el "buen habla" y supiera dirigirse hacia las personas con elegancia.
—No tengo todo el tiempo, señores. Entren a la carpa antes de que llame a Sheepstealer y les pida que los coma.
Si. Se había vuelto común que Adira amenazara a las personas con Sheepstealer. Después de todo, se había corrido el rumor por el castillo que ella podía controlar al dragón salvaje.
Los gemelos no tuvieron ninguna otra opción que adentrarse en la carpa y salir con atuendos beige con pequeñas manchas de colores pasteles; uno de verde y otro de rojo.
—Se ven tan bonitos vestidos así.
No. No se veían bonitos. Portaban vestimenta de pueblerinos. Una cosa que jamás habían utilizado, a excepción de Rhaenyra cuando fue su escapada con su tío Daemon.
Helaena fue dejada en los brazos de Lidia al contar con solo meses de nacida, mientras que Aegon se fue con Adira sujetado por la mano.
—¿Conocen el juego de las escondidas?—preguntó mientras los llevaba hacia el árbol más grande el lugar.
—Es el juego común de los niños—resopló Rhaenyra.
—Eso es bueno—pero la buena actitud de la diosa no desapareció—. Espero que se acuerden de las reglas.
La primera en contar fue Rhaenyra por malhumorada. Queda claro decir que tardó bastante tiempo en encontrar a todos.
—¡No se permite pasar de los límites del área!—exclamó la heredera con furia—¡Laenor hizo trampa!
—¡Claro que no hice trampa! ¡Y cuál Laenor, soy tu esposo! ¡Más respeto!
El primer turno fue un caos, pero sirvió para que todos se traten más en confianza, aunque Arrik y Errik no pudieron decir lo mismo. Aegon reía de las discusiones tontas de los mayores, mientras que Rhaenyra afirmaba que su esposo era un tramposo de primera.
—Ay mi dragón blanco, para que tener enemigas si tienes a tu adorada esposa.
Hasta la recta Alicent no pudo aguantar la risa.
Y se preguntaran si Alicent podía corretear cuando hace pocas semanas estuvo postrada en una cama. Adira había ido hacia el maestre para preguntarle si la Reina podía correr, el moreno le había dado una respuesta afirmativa, así que estuvo más que contenta con tenerla feliz en esos momentos.
El siguiente que le tocó contar, fue Arrik. Misteriosamente al caballero se le hacía muy fácil encontrar a las personas, especialmente a su hermano, quien fue el primero.
—Está ronda fue demasiada rápida—murmuró Alicent impresionada.
Cambiaron de juego ante los reglamos de Rhaenyra ante lo aburrido que era esconderse y esperar a ser encontrado.
—Bien. En mis tiempos se llamaba el "pesca pesca"—habló Adira como si tuviera siglos de años y no 23—. Yo, Laenor y Aegon seremos un equipo, Rhaenyra y Alicent otro y por último mis gemelos—así no era el juego en su realidad, pero podía cambiar las reglas para sus planes—. Mi equipo será quien será el cazador, si tocamos a uno, obligatoriamente se vuelve cazador y nos ayuda a pescar a los faltantes. La única regla es que el equipo no puede separar sus manos—sujetó la mano de Laenor en un agarre fuerte para enseñarlo.
Las risas y las carcajadas junto a la adrenalina estallaron. Rhaenyra apurando a Alicent para que corriera más rápido fue una cosa super graciosa. Entre risas y pequeños tropiezos fueron alcanzadas por la mano de Laenor.
Adira estuvo a punto de caerse muchas veces junto a Aegon por la velocidad que tomaba Laenor. Si hubiera sabido que el moreno era tan competitivo, hubiera escogido a uno de los gemelos.
Y hablando de los gemelos, les costó atraparlos entre los cuatros —Aegon no cuenta porque fue literalmente jalado por Adira que fue jalada por Laenor—.
—Siento que tengo sudor en todas partes—se quejó Rhaenyra con la respiración entre cortada—. ¡Ni siquiera puedo respirar bien!
—Eso es porque no ejercitas tu cuerpo—se jactó Laenor con superioridad—. No como el mío que está bien cuidado.
Alicent —quien tenía las mejillas sonrojadas y la respiración acelerada— solo se quedó callada mientras una sonrisa se posaba en su boca al mirar la nueva pelea de los esposos. A veces se preguntaba qué se sentiría tener un esposo de tu edad y con las mismas curiosidades que entornan a esa edad.
—Vayan donde Lidia—jadeo Adira mientras ponía sus manos en sus rodillas y respiraba profundamente para llenar de aire sus pulmones que tanto exigían—. Ella... ella les dará refrescos... No la saturen, porque... porque está embarazada. Y eso... ¡Ay señor!...Eso no es bueno para ella.
Alicent, Rhaenyra y Laenor fueron los primeros en correr hacia la carpa para exigir —rogar— que les dieran un poco de agua, y si fuera posible, bien fría. Mientras tanto, los gemelos se quedaron junto a la diosa para ayudarla a levantarse y pudiera llegar a la carpa.
—Creo que ya estoy muy vieja para esto.
A Adira le sorprendía como el pequeño Aegon podía seguir correteando sin cansarse en lo más mínimo. ¡Literalmente fue jalado de la peor forma mientras jugaban!
—¡Bien! Retomemos el juego—exclamó Laenor mientras pedía a las mujeres que se pusieran de pie y a los gemelos a que lo ayudaran.
Un minuto para esta pobre anciana.
Volvieron a pararse del césped por órdenes de Laenor, sorpresivamente Rhaenyra le hizo caso, y como la heredera se levantó, Alicent tuvo que hacer lo mismo, aunque sintiera que sus piernas en cualquier momento le iban a fallar.
Rhaenyra y Alicent quedaron como las cazadoras al ser atrapadas primeras en la ronda anterior.
Cabe decir que a Laenor le convenia que las dos mujeres fueran las cazadoras al no ser tan veloces. Porque si fueran los gemelos Cargyll, su reputación estaría manchada. No era digno de un guerrero que fue participe en la guerra con los Peldaños de Piedra ser atrapado tan fácilmente en un juego de niños.
—¡En sus marcas! ¡Listos! ¡Fuera!
Adira fue jalada por Laenor, mientras ella hacia lo que podía por no lastimar a Aegon al arrastrarlo.
—¡Ay, carajo!—exclamó Adira al no sentir sus pies tocar el suelo.
La risa del pequeño Aegon hizo que girara hacia su izquierda para ver que él se encontraba siendo cargado por Errik mientras que ella era cargada por Arrik al estilo princesa. ¿Lo gracioso? Por algún motivo que desconoce aún seguía sosteniendo la mano de Laenor en la derecha y con la izquierda a Aegon.
—¡Eso es trampa!—exclamó Rhaenyra al ver la cadena que fue armada entre ellos.
—¡Cállate, madre es quien pone las reglas!—gritó el Velaryon sin dejar de correr
—¡Laenor!
Las risas estallaron. A Adira, a pesar de los cansados que estaban sus piernas y las constantes molestias en su pecho, se le calentó en el corazón cuando Rhaenyra y Alicent volvían a sonreírse sin ningún prejuicio o hipocresía rondando entre ellas.
Eso es mis niñas.
Había dejado que los gemelos Cargyll fueran a entrenar mientras ella visitaba al Rey junto al pequeño Aegon.
—Deberías pasar más tiempos con tus hijos—regañó con suavidad Adira.
—No sabes cuando deseo pasar tiempo con ellos, madre—murmuró el hombre mientras se sobaba con dolor la parte trasera del cuello—. Pero manejar un Reino no es fácil.
—Papá. Dragón.
Los brazos de Viserys se estiraron para agarrar a su hijo quien le mostraba la figura tallada de madera de un dragón.
—Deberías dejar que Rhaenyra te ayudara. Después de todo ella va a ser la que te va a suceder.
Casi se le escapa una sonrisa al ver como Aegon pataleaba para ser soltado por su padre. Si, él le había enseñado su juguete de dragón, pero en ningún momento pidió ser alzado.
—Aún no está preparada para ver cómo funciona el Reino—dijo Viserys mientras soltaba un suspiro resignado y dejaba ir a su segundo vástago lejos de él.
—¿Y cuándo se supone que lo estará? Es mejor que vea a lo que se enfrenta por aceptar tal cargo de ser tu heredera.
—Tengo miedo, madre—se sinceró el Rey mientras sus ojos seguían fijos en su hijo que jugaba—. Si meto a mi hija al consejo, se la comerán viva. Justo ahora el consejo está pidiendo que Rhaenyra tenga hijos lo antes posible.
Adira volteó los ojos ante lo dicho por el Rey.
—El consejo es una mierda, Viserys.
Lejos de que el hombre se asqueara de la forma sucia con la que hablaba la diosa, se echó una carcajada estruendosa, sobresaltado a su hijo que se encontraba jugando en una esquina de la habitación.
Viserys había escuchado demasiadas palabras desagradables —especialmente dirigidas hacia su persona cuando Alicent enfermó—. Así que ya no le sorprendía cuando soltaba una de ellas, pues generalmente era cuando se encontraba enojada.
—Como sea. Te recomiendo que juntes a Rhaenyra con el consejo. Y amenázalos citando esto "Si la Madre Celestial escucha rumores sobre que el consejo está hablando mal de la heredera o tratándola mal, hará que queme a todo el consejo frente al pueblo".
—No creerán que usted pueda amenazarlos. Se supone que usted personifica la misericordia.
—Oh, Viserys. Cuando la madre ve que están atacando a su hijo, ¿crees que se quedará de brazos cruzados? Ustedes los humanos toman a la madre como solo alguien de buen corazón que no puede levantar la voz para defender a quienes ama. Lamento decirte que no soy esa clase de persona.
El hombre de cabellos platinados sonrió.
—Lo sé.
El mismo lo haba visto cuando la pelirroja se había enterado del decaimiento de la Reina y sobre el embarazo de esta misma. La madre era capaz de matar por los que salvaguardaba con su cálido manto.
Adira salió de los aposentos del Rey, junta al pequeño Aegon, tras acordar que Rhaenyra debía de ingresar a las reuniones del congreso para que fuera aprendiendo como gobernar un Reino.
Su próxima parada fue en las gigantescas cocinas donde los niños acostumbraban a jugar. Se sentó en una esquina y dejó que los niños se sentaran al lado suyo formando un círculo como venía haciendo desde hace semanas. Cuando ya estuvo todo preparado empezó a contar una historia.
—Había una vez un león que vivía en el bosque y se alimentaba de las presas que encontraba a su paso. Un buen día, durante un lindo paseo, el pobre animal se clavó una espina en la pata e intentaba sin éxito sacársela porque sufría dolor al apoyarla. En su camino...
Hasta el príncipe Aegon escuchó atentamente la historia que contaba la diosa. Ignorando el hecho que se encontraba con la servidumbre. Y qué ¿el niño qué podía saber de diferencia sociales a esa edad?
Después de contar la historia, Adira se quedó viendo como Aegon interactuaba con otros niños. Para eso de las dos de la tarde, se paró de su lugar y llevó a Aegon con su madre.
—Mi pequeña luz—la llama cuando ve que anda leyendo una carta con el entrecejo fruncido—, ¿Sucede algo malo?
Había estado cuestionando esa pregunta desde que Alicent recibía esas cartas, pues siempre que leía una de esas tenía esa expresión dura en su rostro.
—No sucede nada, madre. Solo son noticias no muy agradables de casa.
Alicent extendió los brazos para coger a su hijo que venía corriendo hacia ella. Hundió su nariz en los platinados cabellos de su hijo mientras su mirada era opacada por una capa de tristeza.
—Alicent- —la llamó, pero su interrumpida de inmediato por la susodicha.
—Madre, ¿apoyaría a Aegon si se vuelve el heredero?
Fue esa pregunta donde le hizo saber a Adira que aquel hombre de pocos cabellos que aparecía en la serie y que vestía de verde se encontraba presionando a Alicent para que forzara a Viserys de cambiar de heredero.
Otto, no arruines la poca felicidad que he conseguido para tu hija.
Un hombrecito caminaba por las calles de Oldtown con bastante seguridad. Portando aquel emblema, que estaba cocido en la parte derecha de su pecho, con orgullo.
Los comensales y caballeros saludaban a aquel adolescente con respeto y con sonrisas en el rostro. Este solo devolvía las sonrisas y los saludos por cortesía y por no quedar mal ante el pueblo. Porque después andaba diciendo que le daba asco juntarse con las ratas, refiriéndose a los pueblerinos.
Siguió caminando hasta entrar en una casa bastante grande. Saludó a los empleados y se dejó guiar para ver a la persona que no veía desde hace tiempo por su largo viaje.
—Hijo mío.
El hombre que ha venido a ver se encontraba sentado en el sillón mientras miraba las llamas de la chimenea que ayudan a iluminar el oscuro lugar.
—Padre.
—¿Cómo está todo en King's Landing? ¿Los informantes nos siguen siendo leales?—Otto Hightower se levantó de su asiento para recibir a su hijo con un abrazo.
—Ellos siempre serán nuestros perros falderos mientras les sigamos pagando sus vicios.
Otto podía ser bueno actuando, intentando ser amable con las personas que en el futuro necesitaría como herramientas. Pero su hijo, el menor de ellos, había sacado aquella habilidad mucho más pulida que la suya.
—Entonces dime qué dicen en las calles mugrientas de King's Landing—sonrió con satisfacción ante la personalidad de su hijo que el mismo se había encargado de crear.
—Allá todo sigue igual. Las calles siguen siendo nefastas y malolientes. Los Targaryen siguen solo calentado el trono para nosotros.
—¿Algún rumor?
Una risa irónica escapó de los labios del joven.
—Hay un fuerte rumor absurdo sobre que una diosa de los siete habita en el palacio. ¿Puedes creer que tan ignorantes son aquellas ratas?
Otto no opinó lo mismo que su hijo. Existían los dragones, ¿Por qué no lo harían los dioses? Una divinidad podía interrumpir su avance hacia el poder.
—Gwayne, hijo mío—lo llamó cuando vio al joven servirse una copa de vino—. Necesito que regreses de nuevo a King's Landing—el resoplido del castaño le hizo saber que no estaba de acuerdo—, pero no de incognito. Visita a tu hermana y finge preocupación y alegría por su nuevo embarazo.
—¿Nuevamente a quedado en espera?—cuestionó el joven con una sonrisa desdeñosa—Parece que mi hermana es una buena máquina para producir herederos, padre.
—Gwayne, escúchame bien—pidió Otto mientras lo sujetaba por los hombros—. Infíltrate en el palacio fingiendo preocupación por tu hermana para averiguar si aquellos rumores son verdaderos.
—¿Y si lo son?
—Te quedaras más tiempo de lo necesario para hacer que la disque diosa este de nuestro lado.
Un chasqueo de lengua hizo saber que el adolescente no estaba de acuerdo. El odiaba estar en la Fortaleza Roja, porque según el olía a mierda. ¡Todo olía a mierda en la maldita capital!
Pero que podía hacer él. Eran órdenes directas de su padre.
—Lo haré—dijo.
El hombre ambicioso de traje verde está comenzando a moverse.
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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
┖─────«❀»─────┚
Ya, pero la escena donde Adira juega con los demás es la escena más superior que he escrito hasta ahora xd
Y las groserías que habrá tenido que escuchar Viserys cuando Adira estaba enojada con él 🤭
Por último... los verdes ya están empezando a moverse. ¡Daemon regresa! ¡Protege a tu futura mujer! ¡Y si, ya se que estas casado con Laena, pero aquí se apoya el poliamor!
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Este capítulo está dedicado quinzel_Urzulie
Gracias por comentar y votar en mi historia, linda ♡
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