007

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ELLA ES MI HIJA
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         —Debe de estar muriéndose de hambre—murmuró con preocupación la diosa mientras avanzaban hacia lo profundo del Poso de Dragón.

         —Estoy seguro de que Sheepstealer está bien, Madre.

         —Oh, Sir Errik, usted siempre tratando de calmarme.

         Para todos era un misterio como la diosa pelirroja podía diferenciar a los gemelos Cargyll con una sola mirada. Pero los dos guardias eran los únicos que sabían del as bajo la manga de la diosa. Y es que, los había obligado a mancharse siempre con un poco de tinta de diferente color en sus capas blancas.

        Los dos hermanos le habían dicho que estaban acostumbrados a que siempre los confundieran, que no era necesario siempre dejar un ligero punto de mancha en sus capas. Pero Adira había insistido lo suficiente para que los dos guardias accedieran.

         —Me sentiré mal si siempre los confundo.

         Un poco de chantaje emocional casi siempre funcionaba.

         Sir Errik había tomado el color rojo como suyo, mientras Sir Arrik tomaba el verde. Inconscientemente ambos gemelos habían escogido el color de los bandos que habían tomado en la serie. Adira no lo sabía, porque ni siquiera recuerda cuál de los gemelos fue al verde y el otro al negro.

         La gran carreta llena de ovejas se detuvo cuando estuvo enfrente al gran nido que había tomado Sheepstealer.

         —Te he traído tu aperitivo, gruñón.

         El resoplido del dragón café hizo que lo tomara como respuesta.

         Sir Errik pudo observar desde un lugar mucho más alejado, por el motivo que Sheepstealer odiaba la cercanía de otros humanos que no sean la diosa, que los ojos de tanto jinete como dragón brillaban como las llamas del aterrador fuego.

         Cada mañana, Adira a primera hora del día iba al Poso con una carretilla completa de ovejas como alimento hacia Sheepstealer, para que este no tenga la necesidad de ir hacia los rebaños de los ganaderos y robarles lo que les pertenecía.

         —No te atragantes. Te he traído un montón de ovejas para todo este día.

         Otro resoplido abandonó el hocico de la gigantesca criatura.

         —Madre, es hora de regresar a la Fortaleza—informó Sir Errik tras ver que se habían demorado bastante después de ver comer al dragón.

        Fueron a la carroza para regresar al castillo. Durante el trayecto, Adira preguntó sobre la rutina de su guardia, entretenida al saber cómo eran los entrenamientos en aquella época.

         Adira pensó que aquel día iba a ser como cualquier otro, pero qué equivocada estaba.

         —La Reina ha caído enferma.

        La diosa sintió que su mundo se derrumbaba cuando vio el semblante preocupado de Sir Arrik, ¿Qué tan malo debía de ser para que su guardia la mirara de esa forma?

          A Adira no le importó correr por los pasillos, aunque fuera poco común y mal visto en una dama. En estos momentos poco le importaba mostrar a la gente que se sabía comportar como una divinidad, lo único que quería era saber que era lo que estaba ocurriendo con Alicent.

         Sus dos caballeros corrían detrás de ella, pidiendo a gritos que se apartaran del camino de la diosa para que esta llegaba más rápido a los aposentos de la Reina.

          Adira llegó con la respiración agitada hacia la puerta que respaldaba Sir Harrold junto a otro guardia que había tomado la Reina cuando Criston Cole abandonó King's Landing.

        Espero con un nudo en el estómago a que la anunciaran y la dejaran pasar.

         —¿Cómo está ella? ¿Qué es lo que tiene?—murmuró pregunta tras preguntas hacia Viserys al verlo al lado de la enfermiza Reina.

         —Se ha desmayado cuando estaba con las damas de la corte. El maestre ya vine para acá.

          Estuvo a punto de maldecir a todo presente de la habitación cuando el maldito maestre tardó tanto. Felizmente aquel hombre de color llegó a tiempo antes de que Adira fuera a buscarlo por sí misma.

          —Tiene la enfermedad del pulso duro. Si no es tratado ahora mismo, podría ser perjudicial.

         No.

         —Administre el tratamiento ahora mismo. No puede dejar que mi esposa se muera, maestre.

         —Se le pondrá sanguijuelas para provocar el sangrado y le pondremos en las mañanas acupuntura para que su salud mejore de inmediato, su gracia.

        Aquel hombre moreno siguió revisando el pulso de la inconsciente Reina.

         —Su gracia—murmuró el hombre, intercalando una mirada nerviosa por la mujer pelirroja.

         —Habla ya o le ordenaré a mi guardia que te corte la garganta—amenazó la mujer mientras sus ojos empezaron a brillar dándole un toque mucho más aterrador.

         —La Reina está embarazada—un grito ahogado salió de los labios de Adira—, puede ser que eso haya ocasionado que la enfermedad del pulso duro haya aparecido.

         La pelirroja fue paciente. Espero hasta que el maestre se fuera a buscar las sanguijuelas para estallar contra el Rey.

         —¡Por tu maldita culpa, Viserys!—empujó al hombre de manera brusca—¡Es una niña! ¡Tiene casi la misma edad de tu hija!

        Fueron sus gritos que ocasionaron que Sir Harrold y los gemelos entraran a la habitación.

         —No la volverás a tocar, ¿me entendiste? ¡No la volverás a tocar!

         —¡Ella es mi esposa!

         —¡Ella es mi hija!

         Sir Harrold intervino cuando el Rey estalló contra la diosa. Los caballeros Cargyll se pusieron de muro para proteger a la pelirroja, mientras Arrik miraba al Rey con advertencia, Errik intentaba calmar a la diosa.

         —¡Señores, por favor! ¡La Reina está tratando de descansar!—intervino Sir Harrold en un susurro para ambos.

         Adira se detuvo de inmediato. Sir Westerling tenía razón. Se acercó al pequeño sillón y lo jaló hasta estar al lado de Alicent.

         —No dejaré que le vuelvas a poner otro niño en su vientre, Viserys. No me importa cuánto me maldigas. No dejaré que esta niña muera por tu ambición por un heredero y tampoco por tu pérdida de tu anterior matrimonio. Te juro que no dejaré que esta niña muera como lo hizo tu anterior esposa.

        La habitación quedó en silencio por varios minutos. Minutos que Viserys se la pasó mirando a su pálida esposa. ¿Es acaso que cada mujer que caía en sus manos perecía?

         —No la volveré a tocar—fue con eso que el Rey salió de la habitación seguido del Comandante.

          La diosa se sentó junto a la cama de su hija enferma, sosteniendo su mano con ternura mientras miraba su rostro pálido y casi sin vida. Las lágrimas le rodaban por las mejillas mientras trataba de contener sus sollozos.

         —¿Por qué tenía que ser ella quien tuviera que pasar por esto?—le preguntó a sus guardias, mientras luchaba por mantener la calma ante la inconsciente Alicent—¿Qué puedo hacer para ayudarla a superar esto?

          Adira sabía que tenía que ser fuerte por Alicent, pero se sentía impotente ante la situación. Los días habían sido largos y agotadores, y la preocupación constante la había dejado sin energía. Pero no había nada que pudiera hacer sino esperar y rezar por la recuperación de la Reina.

         Cada vez que su pequeña luz gemía de dolor ante las agujas de acupuntura, Adira sentía un dolor en el corazón que parecía insoportable. La vista de su niña sufriendo le recordaba cuánto lo amaba y cuánto deseaba que se sintiera mejor.

         Si, puede que no la haya conocido poco más de dos meses, pero cómo no podía ser cercana a ella cuando la mayoría de su tempo lo había pasado en compañía de aquella jovencita.

         —Todo esto va a pasar, mi pequeña luz—susurró la madre a su hija, tratando de sonreír mientras le acariciaba el pelo—. Te voy a cuidar y te voy a ayudar a superar esto. Todo va a estar bien.

         —Tengo miedo, Madre—las lágrimas descendían de Alicent—. No quiero morir, Madre. No quiero.

         —No digas eso, mi pequeña luz. Ya verás que pronto estarás de pie fuera de esta cama.

         Pero en su interior, Adira estaba luchando contra sus propios temores y miedos, preguntándose si Alicent se recuperaría completamente y cómo afectaría esto su futuro. Era una carga emocional que la madre llevaba consigo constantemente, pero estaba decidida a ser fuerte por Alicent y estar allí para ella en todo momento.

         —¿Cómo se encuentra la Reina?—preguntó Rhaenyra cuando la vio salir de los aposentos de la anterior mencionada.

         —El maestre ha dicho que mañana ya puede empezar a caminar—Adira suspiró con alivio—. Lo peor ya ha pasado. Ella y el bebé estarán bien.

         Adira había intentado persuadir a la princesa de visitar a su amiga de la infancia, pero Rhaenyra se negaba a entrar a los aposentos de la esposa de su padre.

         —No estoy preocupada por ella. Solo quiero saber si tengo que ir hacia mi padre para consolarlo o felicitarlo por la bienvenida del nuevo bebé que viene en camino.

         Pero a Adira no la podía engañar. Sabía que Rhaenyra se preocupaba por Alicent.

         Ojo de bruja jamás se equivoca.

         —¿Sabías que la princesa siempre espera afuera de tus aposentos para que le reporte como te encuentras?

         La expresión de sorpresa le hizo ver que Alicent jamás se lo hubiera esperado, y el brillo de sus ojos le confirmó que, a pesar de las miradas frías que se dirigían ambas, ella aun le seguía considerado su amiga.

         —No creo que la princesa se preocupe por mí.

         —¿Está segura, mi pequeña luz? Cuando caíste desmayada, Rhaenyra vino corriendo hacia aquí.

         Alicent se negaba a creer aquella afirmación. No creía que Madre era un ser vil y mentiroso, pero le costaba tanto creer que su antigua amiga se preocupara por ella. Alicent estaba segurísima de que Rhaenyra la odiaba.

         El llamado a la puerta interrumpió su congestionada mente. Luego pensaría sobre su relación con la princesa. Por el momento disfrutaría de la atención de Madre sobre ella.

         No lo admitiría en voz alta, pero se había sentido un poco apenada cuando vio como Madre pasaba tempo de calidad con Rhaenyra. Muchas veces se cuestionó si Rhaenyra se robaría el cariño de a diosa, después de todo, los Targaryen estaban mucho más cerca de los dioses que los simples mortales. Se preguntó si Rhaenyra sería bendecido con aquel brillo de luz y ella será desplazada de vuelta a la oscuridad.

         Pero aquella incertidumbre desapareció de ella cuando despertó de su larga siesta. No le importó tener el cuerpo adolorido y los malestares en la complexión de su cuerpo, solo gozó de la presencia de la diosa.

         Y es que, ¿Cómo no agarrarle tanto cariño a esa pelirroja? Los gemelos Cargyll lo habían hecho a tan solo pocas semanas de servirle. Los niños de la Fortaleza Roja se acercaban a la diosa como abejas a una flor. Hasta aquella criada embarazada miraba a la diosa como si fuera su salvadora cuando le dejaba su comida.

        Hasta el propio Viserys había caído ante los encantos de la diosa. Aunque últimamente veía como Madre hacia una mueca cada que se le nombraba al Rey. ¿Habrán discutido?

         Para Adira las cosas fueron mejorando. A pedido de sus guardias, más de Sir Errik por cierto, había acudido a los aposentos del Rey para disculparse de su comportamiento hace unas semanas, pero que sin querer lo amenazó de nuevo pero dócilmente.

         —Dale un respiro o te cortaré las bolas.

         Una amenaza que acabó en risas al final del día.

         Todo estaba volviendo a su orden. Pasando tiempo entre la Reina y el Rey junto a sus pequeños retoños, así como también con Rhaenyra y Laenor,

         Todo estaba bien. Muy bien para su gusto. Había días que buscaba en la biblioteca del palacio algo que le dijera exactamente qué hacía en ese mundo, qué hacía ahí, cuál era su propósito. Pero jamás encontraba la llave a sus incógnitas.

        —Dicen que el príncipe canalla se ha casado de nuevo—los murmullos y cotilleos azotaron los pasillos del castillo—. Ha tomado Laena Velaryon como suya.

         —¿Quién es Laena Velaryon?—fue la misma noche que escuchó aquel chisme que fue corriendo hacia Sir Errik y Sir Arrik a preguntarles.

         —Es la hermana menor del príncipe consorte, hija de Corlys Velaryon y Rhaenys Targaryen.

            Mierda. Se había olvidadode es boda.

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¡Annyeonghaseyo!
❝안녕하세요❞
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¡Adira, adoptame!

¿Ya vieron como Adira se preocupó tanto por Alicent que le valió madre amenazar al Rey?

También Rhaenyra ♡ aún hay fe para que Nyra y Alicent vuelvan a ser amigas 🥹

Y uffff, nuestro Daemon se casó. ¿Qué hará Adira? // suspenso

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Este capítulo está dedicado a camachoana

Gracias por comentar y votar en mi historia, linda ♡

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