29
Corrió hacia el televisor, para poder ver si Kénan seguía aún allí, si la había escuchado... Pero nada más entrar en aquella estancia, se topó con que éste, estaba apagado y sus hermanas con cierta actitud decaída.
-¿Qué ocurre? –Preguntó con gran temor a perder a Kénan, por no haber escogido bien.
-Tendrías que haber visto su dolor tras tus palabras –Soltó encojada Harmonie.
-¿Sabías, que desde aquel día ha llevado encima consigo vuestros anillos? ¿Qué los ha retocado para simbolizar una nueva vida, si lograba pedirte? –Inquirió Enora, sorprendida y a la vez enfadada.
-Yo... -Expulsó sintiendo desfallecer todas sus fuerzas en aquel instante, pero su madre impidió que cayera al suelo derrotada, al pasarle un brazo por la cintura con fuerza y cariño.
-No quiero recriminaciones por vuestra parte –Señaló la mujer mayor-, todo debía ir así, para poder lograr el objetivo –Aspiró profundamente-. Cierto, que a veces descubrimos cosas, que nos hacen ver todo diferente –Dijo con cariño-. Pero ya se decidió y todo debe ir por ése camino, hay muchas personas implicadas.
-¿Y qué escogió mi hermana hacerle a Kénan, tras ser hipnotizada por tus palabras? –Indagó Enora, aún con enfado y desconfianza, hacia las maneras e intenciones de su madre.
-¡Enora! –Se adelantó su padre un paso, recriminándole el tono duro, que había empleado con su mujer.
-Déjala papá –Habló Jacqui, volviendo a utilizar su tono de voz, duro y seguro como la futura monarca-. Tiene derecho a sentirse enfadada –dijo sonriéndole a su hermana-, todos aquí presentes, sentimos afecto de algún tipo, hacia Kénan –Se pasó la lengua por los labios, antes de soltarse del agarre de su madre-. Ha sido un día cargado de emociones, con diferentes puntos de vista –aspiró para coger fuerzas, sin poder evitar que se le acumularan las lágrimas en los ojos-. Me sabe mal, que hayáis acabado sumergidos en éste lío –Comenzó a sincerarse con voz temblorosa-. Por ello, hemos acabado casi enfrentados defendiendo cada uno sus creencias en su forma de actuar...
-No tienes que disculparte –interrumpió Enora-, pues también hemos sido partícipes en agravar un poco todo –Señaló con cierta mueca de fastidio.
-Pero Kénan y yo, hicimos mal desde un comienzo –sonrió débil, marcando cierto pesar por todo lo ocurrido-. Y ahora... -Caminó hacia su hermana, para apoyar sus manos en sus hombros y enfrentarla, cara a cara con una sonrisa esperanzadora-. Necesito de vuestra ayuda, para hacer lo correcto –dejó caer sus lágrimas-. Quiero mostrarle que lo amo, que no hay ningún acondicionamiento externo en mi decisión.
Enora, miró un segundo a su hermana melliza para ver como asentía con su cabeza.
-¿Qué hay qué hacer?
Sus manos y sus pies, conducían por inercia. Movimientos tranquilos, automáticos... Pero su cabeza, era la que no estaba centrada en la carretera. A decir verdad, no estaba en ningún lugar. No pensaba en nada... Sabía que todo lo tenía ahí, esperando estallar cuando él lo creyera conveniente.
Pero todavía no. No era buen lugar, para soltar y exponer su dolor. Su corazón roto.
De pronto, los altavoces del coche irrumpieron en el silencio del interior del vehículo, cortando de raíz su neblina en sus pensamientos, anunciando una llamada entrante.
Desvió por un segundo su mirada al panel central, para leer en verde el nombre de su hermana Nora.
Exhalando con profundidad, deslizó su pulgar sobre el lateral del volante, para accionar el botón de descuelgue, inundándose al instante, el interior con la voz triste de la chica.
-Gracias por cogerme la llamada hermano –Agradeció con tono apagado y callando al momento.
-Dime pequeña –Logró decir con tono cariñoso y sonrisa débil, al saber que su hermana querida se sentía dolida y dividida, entre dos de sus seres queridos.
-En verdad no sé qué decir –Su voz sonaba débil y confusa-. Bueno sí – por el tono empleado, Kénan sabía que se había mordido el labio, como castigándose por ser poco directa y dudar de su seguridad-. ¿Quieres que vaya junto a ti o quieres estar solo?
¿Y bien? Se preguntó así mismo, mientras accionaba el intermitente derecho, para coger la siguiente salida y llegar a las afueras de la ciudad.
-Nora, yo... -Rebufó indeciso, ante la duda de si era adecuado tener compañía en un momento como aquel.
-¿Dónde estás? –Pudo notar preocupación en su voz.
-Voy llegando a mí casa –Acabó por admitir, sabiendo que no era bueno el tener a su hermana dejada de lado, pues aquello solo traería más preocupación a su madre.
-Bien –Afirmó más aliviada-. ¿Te molestaría si me quedo contigo? A decir verdad, ya estoy en tú casa... -Lo siguiente lo dijo con cierto atropello por los nervios-. Pero si te molesta, me largo rápido y ni me verás...
-¿Seguro qué deseas estar conmigo? Decidió cuestionar curioso-. Tal vez, Priscilla te llame para ir al lado de Jacqueline.
-Eres mi hermano –Habló pesarosa-. Te debo el estar contigo, en un momento de dolor para ti.
-Pequeña, sabes que a pesar de no tener la misma sangre, Jacqueline te tiene por una hermana –Le habló sin ningún odio, hacia la mujer que lo había rechazado públicamente.- Siempre ha estado ahí para ti.
-Estoy enfadada con ella en éstos momentos –Soltó en un leve gruñido-. ¿Cómo puedes defenderla? –Acusó con cierto recelo-. Ella...
-Tengo la misma culpa que ella –No la dejó terminar-. Y fui yo, quien me busqué que la cosa acabara así –Resopló con cierta frustración-. Mira, en diez minutos llego y hablamos tranquilamente.
-De acuerdo –Aceptó con tono triste-, iré preparando un café.
-A mí, mejor me reservas una botella de whisky –Chascó la lengua con tono sarcástico.
Nora, colgó su teléfono móvil con dedos temblorosos, soltando una profunda exhalación de aire, al haber estado todo el rato en tensión con miedo a que su hermano se oliera algo.
-Joder que stress... -Masculló, mientras con dedos ágiles, le escribía un sms a Emmanuelle, indicándole que por el momento iba a estar su hermano en casa y que ahora, venía lo difícil... Lograr que no saliera en todo el fin de semana y que tampoco, viera nada por internet, por si acaso a alguien se le iba la lengua...-. Necesito un café doble con un valium –Habló en un gruñido en voz alta, mientras se iba a la cocina a prepararlo-. Y cómo narices, corto yo el acceso a internet para él... -Escupió histérica y nerviosa-. Ni que fuera una hacker.
Se rió un poco hastiado, al llegar a la verja de su casa y hallarla sola, sin ningún periodista apostado en espera a su llegada.
Obvio, que ya habían captado suficiente material de su rechazo y de la cara de gilipollas, al hablar Jacqui...
Seguro que iban diciendo, que se escondería por unos días en su casa para lamerse las heridas como un perro herido.
Esperó a que se cerrara tras de sí nuevamente la verja, para llevar el coche hacia la entrada principal, sin gana alguna de bajarse del coche al saber que no iba a estar solo.
De lo único que tenía ganas, era de sentarse en su sofá y beberse cualquiera de las botellas de su mini bar, para pillarse una buena borrachera. Llorar solo, sin que nadie lo viera y lo molestara, con inútiles palabras de ánimo.
Pero iba a tener que aplazar ese plan. Tenía que consolar a su hermanan pequeña.
Cansado, sacó las llaves del contacto, para salir sin gana alguna y adentrarse en su casa.
Fue al entrar en la cocina, al encontrar a su hermana delante de la fregadera liada con la jarra del zumo y mirar por un segundo, hacia la mesa y hallar todo el zumo desparramado por el lugar, que comprendió lo curioso que era todo.
Solo hacía cosa de dos días más o menos, que había salido corriendo tras Jacqui, después de que se hubieran acostado juntos. Y por todo lo que había venido después, parecía que habían sido más días.
Genial, en dos días mal contados, se había jodido la vida. Reconoció amargado, notándose cansado, para tener que aguantar ahora la charla de su hermana Norah.
-Hola –Se giró con una dulce sonrisa ésta la notar su presencia-. ¿Qué te pasó que está todo patas arriba?
-Jacqui –Dijo en un gruñido con los hombros caídos. No tenía ganas de nada-. Mira Norah – resopló, pasando una de sus manos en un gesto nervioso por su cabello-. Sé que te dije de hablar en cuanto llegara, pero créeme que no tengo ganas ahora. Solo quiero subir un rato y acostarme –Se encogió de hombros-. Eres libre de quedarte aquí, observé que no trajiste el coche.
-Bien, tranquilo –Dijo con el pulso latiendo a mil por hora en su sistema nervioso, al saber que ella podía si quería, poner remedio en aquel letargo del que iba adentrarse su hermano. Pero lo había prometido. Además, de debérselo a su amiga...-. Sube a descansar, estaré por aquí hermano.
-Gracias pequeña –Dijo ya dándole la espalda y alzando su mano derecha al aire, a modo de despedida, mientras se adentraba en el pasillo hacia la izquierda.
Si en la cocina, notó un remolino de sensaciones, al cerrar la puerta de su dormitorio, su fuerza se vino abajo.
Su perfume fresco, flotaba en el aire. Sus fosas nasales, se habían asfixiado al momento de él, para devolverle en una bofetada lo ocurrido entre las sábanas.
Su princesa de hielo, había dejado de serlo, para mostrarse totalmente cálida con él.
-Dios... -Gimió suspirando, para apoyarse contra la puerta, bebiendo de sus recuerdos. El calor de su cuerpo, la suavidad de su blanca piel, la pasión en sus ojos, el cariño en sus labios cuando lo besaba...Y la relajación feliz, al dormir satisfecha pegada a su cuerpo.
Pero la puñetera terquedad que él había creado en ella, desde los principios de conocerse, es con lo que ella se manejaba sobre él.
De modo, que bien podía decirse, que la había jodido siempre.
¿Entonces, aquello era el final? ¿Debía abandonar todo intento de conseguirla?
Arrastrando sus piernas hasta el lecho, se quitó los zapatos con el talón del otro pie, para dejar caer su cuerpo sobre las sábanas revueltas, para respirar nuevamente el olor de ella de forma más intensa, en las almohadas.
Mientras por fin, comenzaba a desahogarse con la caída silenciosa de sus lágrimas, al saber que había perdido al amor de su vida. Por lo único, que le cabía esperar una luz de esperanza. Es que Jacqueline, se hubiese quedado embarazada. Siendo la única vía, de poder sentir nuevamente el amor, al tener un hijo en quien volcarse, además de ser la conexión para mantener un contacto con ella.
Cierto, resultaba patético, he incluso algo psicópata, de querer verla y poder hablar con ella después de todo.
Pero es lo que imponía ahora su corazón.
Apenas hacía caso al catalogo que tenía en sus manos, donde habían montones de vestidos no formales para novias.
Es lo que había pedido. Un vestido color marfil, dándole igual si era de raso, satén o encaje... Pero que fuera de gala. Y es lo que abundaba en el catalogo que le había traído la modista.
Pero al escuchar a su madre, hablar con Norah sobre que estaba tardando en quitarle el móvil a Kénan, había sido la suficiente distracción, para dejar de lado a la modista que hablara sola.
Frunció el ceño, como si aquello le sirviera para aumentar así su sensibilidad auditiva. Pero apenas captó unas palabras, que le encogieron un poco el corazón, haciéndole dudar de si estaba haciendo lo correcto.
Ella, se encontraba tranquila en su casa, algo atacada de los nervios por todos los preparativos que se estaban llevando a cabo en apenas dos días.
Y él, seguro que dolido y enfadado por haberle negado sus sentimientos.
No es que fuera algo muy justo.
Y sí, con lo que estaban haciendo de tenerlo al margen de todo, solo lo enfadaba más y después, quien iba a ser rechazado en público, era ella...
Tenía que hablar con Norah.
Bajó sus ojos a la hoja abierta en aquel momento del catalogo de vestidos, para encontrarse con un modelo muy parecido al último que había llevado. Algo, recto y caído de los años sesenta.
-Éste me gusta –Se puso en pie con una forzada sonrisa-. Supongo que al tener mis medidas, no te hago falta hasta el montaje.
La modista que la conocía desde pequeña, se la quedó observando en silencio por unos segundos.
-Creo que tienes razón pequeña –Le sonrió con cariño-. Y debo decir, que has escogido muy bien, para lo que tienes en mente – Chascó la lengua-. Puedes irte a donde realmente deseas, que hasta mañana a las doce no apareceré por aquí –Le informó con cierto guiño de ojos, sacando entonces una sonrisa sincera de la chica.
Decidió hacerlo en el jardín, donde su madre no iba a vigilará.
De modo que detrás del Sauce llorón, habiendo mirado antes a todos lados, sacó del bolsillo de su ropa el teléfono móvil para buscar el número de su amiga con el corazón agitado. Mientras se decía que no hacía mal.
Sólo quería informarse, nada más. Para nada iba a estropear lo estudiado.
Al tercer tono, su amiga le respondió con cierto recelo.
-¿Jacqui cómo qué me llamas tú?
Aspiró con fuerza y mirando una vez más a su alrededor, habló con cierto tono atropellado.
-¿Sólo quiero saber cómo está? -escupió cerrando los ojos con fuerza y mordiéndose los labios.
-Mal -Dijo con cierto tono reprobatorio-. Encerrado en su dormitorio... -Se calló por un momento pensando qué más decir-. No estoy del todo de acuerdo -Confesó en un quejido-. Pero tú prima y yo, tampoco hicimos bien -Soltó un fuerte resoplido-. De modo que aceptó vuestro plan. Ahora me halló esperando a Jean para que quite conexiones de Internet y no sé qué más... Dejé la puerta trasera abierta y puse el código de la verja en abierto, para que entre sin que mi hermano lo escuche - Cambió a un tono más cariñoso-. Todo irá bien Jacqui...
Pues claro que iba a ir bien, en cuanto aprovechara la oportunidad de colarse en la casa y en el dormitorio de Kenan, para hablara solas con él.
Ahora a salir de allí en coche sin que lo notas en.
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