Atlanta.

Su cuerpo se sentía muy tranquilo en el mar, Rusia lo guiaba por muchos arrecifes peligrosos, no fue hasta rato después que encontró a varios tiburones blancos y tigres.

Mi señor.— pronunció uno de ellos bajando su cabeza un poco, hablaban un idioma diferente al suyo, así que el latino solo observó.
¿Novedades?—

—Ninguna.—

Rusia asintió, volvió a tomar la mano de México lo comenzó a guiar por un profundo acantilado, por así decirlo.
Las fosas de las Marianas.— susurro el latino provocando una sonrisa en el eslavo.

Fueron bajando más y más, hasta encontrar su objetivo.

Una bella ciudad que brillaba en colores dorados, sus casas parecían ser corales hermosos y de entre todos esos, un hermoso castillo se alzaba orgulloso.

Wow...— fue lo único que dijo el latino con su mirada asombrada, Rusia infló su pecho con orgullo al mostrarle su casa.
Tu y yo entrar, enemigos fuera.— la cosa es, que en el trayecto solo una vez soltó al mexicano de su gran mano, para hablar con el tiburón, sentía que si lo soltaba, huiría y se mataría.

Aún no hallaba razón por la salto de un lugar tan alto.

Si no hubiera estado ahí espia- Nadando si, no lo tendría consigo ahora.
¡El príncipe regreso!— las sirenas y tritones que estaban cerca comenzaron a rodear el cuerpo del ruso, algunos diciendo gracias, otros dándole cumplidos y los demás -como los niños- abrazaban su cola de pez.

Sin embargo, en ningún momento soltó a México.

Llegaron hasta las puertas de oro donde aparentemente Rusia vivía, fueron abiertas lentamente para después ambos entrar.

No sabía que eras un príncipe...— le dijo el latino con una sonrisa pícara.
Debes de tener a muchas chica-

—No me gusta ninguna.— dijo rápidamente, cosa que sorprendió al latino, quien solo sonrió nervioso, no quería hacerlo sentir incómodo.

—P-perdon.—

—O-oh, no yo no querer decir cosa mala, disculpas mías México.— le dio una sonrisa de tiburón, al tricolor le pareció tierno.
Ven conmigo, yo enseñarte mi casa, después, tu enseñarme español.—

Le volvió a tomar la mano a México.

Pero... La cosa era que... Se sentía familiar su calidez...

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