ㅤㅤ𝗰𝗵𝗲𝗲𝗿𝘀 ❟❟

CAPÍTULO ㅤㅤ 13
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ㅤㅤHAY UNA CIERTA tensión en el aire que no parece ceder. 

Comenzó en el momento en el que Bella y Edward anunciaron que iban a visitar al padre de neófita por Navidad. Jacob decidió acompañarlos, sobre todo porque a donde iba Renesmee, él la seguía como un labrador.

La nieve, impredecible tras lo calurosos que fueron los últimos días, estaba cayendo con fuerza hasta ir formando un manto cada vez más grueso. Un manto de velo blanco, que cubría con sus ávidas manos toda superficie disponible. Todos los aquelarres estaban dentro de la casa de los Cullen, ya fuera en la sala de estar o en la mesa del comedor conversando como siempre lo hacían.

Garrett estaba sentado en la mesa del comedor, con sus hábiles manos moviéndose ágilmente durante la partida de ajedrez que mantenía con Geraldine, que tenía a Peter a su espalda. Nettie estaba sentada al lado de Garrett, sus cuerpos eran ahora inseparables el uno del otro. Charlotte estaba de pie en la cabecera de la mesa, con sus ojos negros observando como Geraldine movía sus piezas con destreza. El vampiro de ojos rubí siseó suavemente, aunque de buena gana pese a su obvio e inminente fracaso, tratando de contrarrestar a Geraldine rápidamente. Nettie en cambió solo se burló por lo bajo, acariciando el costado de su sien, acción que hizo que el vampiro se inclinase hacia su toque.

¿Has hablado con Rosalie desde lo que pasó en el estudio de Carlisle? – Nettie pregunta en español, su voz un poco vacilante. Ella y Charlotte todavía estaban en la cuerda floja por lo del incidente relacionado con los Volturi, por el que Nettie y Peter se habían disculpado. Charlotte los había perdonado, por supuesto, pero las cosas seguían siendo un poco inestables.

No tenemos nada de lo que hablar. – le informa Charlotte rápidamente, y era la verdad. Después de que ella y Rosalie hubiesen hablado en el estudio de Carlisle, no habían vuelto a hacerlo. Rosalie estaba ocupada con su propio aquelarre, pasando el máximo tiempo posible con ellos antes de la llegada inminente de los Volturi.

Charlotte por otro lado, había estado haciendo lo mismo con su aquelarre, aunque haría todo lo que estuviese en sus manos para asegurarse de que todos los que estaban con ella se hallasen a salvo. Claro que tampoco es como que su aquelarre estuviese completamente indefenso, incluso Garrett tenía experiencia luchando, aunque Charlotte seguía poniendo en duda al vampiro. Este parecía ser bueno para Nettie, que nunca había estado tan enamorada de un hombre durante un periodo tan prolongado, y Garrett por su lado parecía estar igualmente enamorado, así que no es como que la morena pudiese negar su relación y afirmar que esta era de una única dirección.

Siempre habla de ti – agregó Geraldine, moviendo los dedos para cambiar otra pieza del tablero de posición. Cuando termina de realizar su movimiento, mira a Charlotte -, aunque solo pregunta por ti cuando su aquelarre no está cerca. Como aquella vez que fuimos a cazar juntas. Preguntó si te habías alimentado y si parecías estar adaptándote bien en la casa.

Una madre gallina. – concluye Nettie alegremente, lanzando una tímida sonrisa a Peter y Geraldine, que estaban al otro lado de la mesa de roble. La pareja corresponde con entusiasmo y complicidad, ante lo cual Charlotte simplemente pone los ojos en blanco debido a sus payasadas. Niños, eso es lo que eran, y Nettie no dudaba en fomentar esa actitud con demasiada frecuencia.

Es una pregunta que sirve para garantizar la seguridad de Renesmee – Charlotte responde con prontitud, ignorando la burla de Nettie. Geraldine estaba escuchando, la morena la sabía, aunque la vampiresa era demasiado respetuosa como para intervenir –. No puede darse el lujo de tener a vampiros hambrientos acechando a una niña con latidos.

Dale la vuelta como quieras – Nettie la interrumpe como siempre. Señala con un dedo a Charlotte, quedándose a muy poco de darle un puñetazo en el ojo a Garrett –. A Rosalie le gustas de verdad, como nunca lo he llegado a ver hasta ahora, y tú no te permites creerlo por tus muchos complejos.

Charlotte abre la boca dispuesta a preguntar a qué se refiere exactamente Nettie con "complejos", pero Garrett se adelanta. Su voz es conserva aquel tono petulante, con los brazos extendidos para señalar al aquelarre de Charlotte por completo mientras habla – Bien, bien, ya basta con el español. Yo también sé un poco, pero no lo suficiente como para no sentirme excluido con vosotros hablando en código delante de mí y de esta manera.

– Estábamos hablando de lo guapo que eres. – la burla de Peter no se hace de esperar, ganándose un gruñido juguetón por parte de Garret. Peter a cambio solo se ríe, apartando el pelo rojizo de sus ojos y manteniendo aún esa sonrisa que generaba pequeños hoyuelos en sus mejillas. Los ojos de Geraldine brillan a su vez de mientras que le sonríe a su compañero.

Charlotte sabía que Peter nunca lo admitiría en voz alta, pero la presencia de otro hombre con el que conversar le agradaba. Se había formado una cierta camaradería entre ellos que Charlotte solo podría entender si llegase a tener un pene. Peter y Garrett parecían ser la combinación perfecta, sus personalidades lograban fluir con una facilidad impresionante y sin chocar entre sí. Charlotte supuso que esa era otra razón para mantener al chico de Nettie cerca.

– Hablando de eso – Nettie interrumpe con aquel tono conspirador y misterioso de siempre, sus dedos golpeando la superficie de madera a la vez que sonreía abiertamente hacia algo que estaba detrás de Charlotte –, parece que la rubia ha oído nuestra conversación y quiere charlar.

Antes de que Charlotte pudiera decir nada, Nettie se anima a hablar primero – Rosalie, hola. Me alegro de volver a verte.

El suave aroma a miel de Rosalie aparece junto a Charlotte cuando esta se sitúa a su lado izquierdo, con el pelo rubio en una apretada trenza que descansa sobre su hombro. Charlotte gira la cabeza para admirarla, la delicada forma de su nariz, la suave palidez de sus mejillas y párpados. Incluso sus labios, que son un arco de cupido perfecto con un suave acabado perlado, están acompañados por el característico lunar sobre su labio superior. Verdaderamente, Afrodita en carne y hueso, con una belleza tan abundante que hace que el mundo luzca desmerecedor de esta.

– Me preguntaba si podría quitaros a Charlotte durante unos minutos. – habla Rosalie, girando la cabeza para observar a la recién mencionada. Charlotte en cambio desvía rápidamente su mirada, tratando de fingir que no podía oír a Nettie tratando de contener su risa.

– Depende de ella, pero no creo que sea un problema. – afirma Nettie, su sonrisa apenas oculta tras el dorso de la mano. A su lado, Garrett aprieta los labios hasta formar una línea con estos, tratando de no mostrar la alegría en su rostro.

– Bien. – Charlotte responde a la pregunta de Rosalie, volviéndose hacia la rubia con rigidez. Se niega a mirar a su sonriente aquelarre, pues las acciones de estos no hacen más que aumentar su nerviosismo, lo cual resulta difícil de asumir para Charlotte, que ni siquiera recordaba la última vez que estuvo nerviosa. 

Rosalie la mira a los ojos, y eso basta para que su expresión se suavice al seguramente sentir que Charlotte se estaba poniendo incómoda. La rubia le dedica una pequeña sonrisa a la otra antes de levantarse de la silla en la que segundos antes se había sentado, dando por hecho que Charlotte la seguiría.

Sus pasos las llevan a una habitación que Charlotte no había visto antes, pero cuyo diseño le resulta familiar. De hecho, le resultaba tan familiar que era como si el decorador de aquella sala fuese la persona que tenía delante. Desviando la mirada de las suaves paredes color crema y la decoración lila claro, Charlotte encuentra a Rosalie observándola con sus ojos dorados.

– ¿Cuándo fue la última vez que te alimentaste? – es lo primero que Rosalie decide preguntar, desequilibrando a Charlotte como nadie había podido hacerlo antes.

– Estoy bien. – acota la morena al instante, colocando las manos en su regazo a la par que se sienta en el borde de la cama de Rosalie, esperando que su movimiento no resultase sugerente de ninguna manera. Rosalie no dice nada al respecto, así que quizás para ese punto ella no lo veía así.

Cuando Charlotte era una humana, sabía que sentarse en la cama de otro o incluso estar en la habitación de otro se consideraba un pecado; una insinuación insondable que la llevaría a perder su castidad. También lo era sentirse atraída por alguien del mismo sexo, y no estar casada y con cinco hijos a los veinte años, por lo que Charlotte pensó que quizás era la única con aquel tipo de dilemas.

– Siempre estás bien. – afirma Rosalie, su tono escondiendo una burbujeante risa. Claro que, a la par que su voz trataba de condensar aquel humor, la situación carecía de este.

– La tumba amplió mi tolerancia – explica Charlotte, dando la verdadera razón además de dar la respuesta de "estoy bien" como lo hacía cada vez que alguien le pregunta –. No necesito alimentarme tanto como los demás, y tampoco tengo tantas ganas de alimentarme. Uno pensaría que mi desnutrición anterior crearía el problema contrario, pero es lo que es, supongo.

–Tengo algo para ti – tras un momento en silencio, la rubia vuelve a hablar, esta vez con ese tono tembloroso que la de piel acaramelada pocas veces presenció. Una vez que reúne lo que necesita del armario, con manos temblorosas le entrega a Charlotte una elegante caja negra con una cinta blanca que la envuelve.

– ¿Qué es esto? – pregunta Charlotte, mirando a la rubia con expresión seria. 

– Es algo con lo que Alice me ayudó antes de irse – dice Rosalie, acercándose un poco más a la pelinegra –. Se me ocurrió esta idea, y Alice vio que sería mejor para ti tener la información. Dijo que te ayudaría a llenar las lagunas.

¿Las lagunas? Charlotte suspiró suavemente antes de retirar lentamente la tapa que ocultaba lo que había dentro. Una vez que la tapa cayó a un lado, reveló un papel blanco en su interior, uno que Charlotte apartó rápidamente, dejando al descubierto tres elegantes marcos de fotos que se encontraban boca abajo.

Agarrando el primero, Charlotte lo hace girar entre sus manos y se queda mirando la cara que tiene delante. La mujer del marco tiene su rostro enmarcado por una espesa cabellera oscura y rizada, que caía por sus hombros cual cascada. Sus mirada era dura, notable incluso en el papel amarillento, pero en cambio, en sus labios se dibujaba una media sonrisa que Charlotte recordaba haber visto cada vez que se metía en problemas por comer galletas antes de la cena.

Carys Everett, su madre, la mira fijamente a través del cristal del marco. Como si su rostro fuese un desencadenante, los recuerdos empiezan a aflorar a un ritmo lento, todos ellos extremadamente borrosos y desordenados. La voz de su madre diciendo su nombre con aquel fuerte acento americano, que hacía que en su pequeño pueblo, mucha gente se quedase mirando y preguntándose por qué estaba allí.

Alcanzando el otro marco, Charlotte ve de inmediato el rostro amoroso de su padre. Amancio Everett parecía un príncipe, con su pelo oscuro echado hacia atrás, revelando su fuerte mandíbula y su nariz ligeramente torcida. Realmente parecía la pieza faltante para complementar el exterior severo de Carys, y es que Charlotte recordaba todas esas veces en las que su padre había sido el único capaz de calmar la ira de su madre. 

Por último, la pelinegra toma entre sus manos la foto que queda, la foto de la única persona a la que Charlotte no ha olvidado. Los recuerdos con su hermana, Jade, son brillantes y aunque no llegan con fluidez a su mente, Charlotte sabe que perduran en su subconsciente. La foto de Jade resulta ser evocadora, sacando a relucir memorias tales como la aguda y alborotada risa de la menor, siempre acompañada por su cabeza de rizos despeinados que sobresalían como maleza ennegrecida. Jade había sido diferente a Charlotte, tan delicada y flexible con respecto a todo lo que la rodeaba, pero eso era justamente lo que las había hecho perfectas la una para la otra. Al igual que sus padres, los opuestos se atraen de verdad y crean un vínculo que muchas personas sueñan con tener.

– ¿Te gustan? – pregunta la voz de Rosalie, haciendo que Charlotte consiga apartar los ojos de las personas que habitaban en los marcos, para dirigirlos hacia la rubia. La rubia que Charlotte sabe que a Jade le habría encantado conocer, pues Rosalie, al igual que su hermana, tiene una forma muy particular de mostrar su compasión y lealtad a los que quiere. Tanto Rosalie como Jade son tan implacables con ellas mismas, haciendo que a la sociedad le resulte tedioso conversar con ellas o controlarlas.

– Me encantan – dice Charlotte con reverencia, sus manos tomando tan suavemente los marcos de las fotos. Incluso se le escapa una sonrisa ante la perspectiva de los rostros brillantes de su familia, que la miran a través del delicado cristal –. ¿Dónde los encontró Alice?

Rosalie sacude la cabeza con una pequeña sonrisa en sus labios – La única persona que podría tener una respuesta a eso es Edward, Alice nunca revela sus secretos a nadie más, pero sé que quería dártelos porque hace mucho tiempo ella misma olvidó quién era. Alice no quería que tú te enfrentaras a lo mismo. En la familia trabajamos para traer de vuelta pedazos de sí misma, una sobrina para ser más específicos, así que ella quería que tuvieras esa conexión.

El silencio reina por un momento, luego Rosalie vuelve a hablar.

– Me alegro de que te gusten – dice Rosalie, y luego coloca su mano sobre la de Charlotte, que la había dejado apoyada sobre su pierna derecha –. Ha sido interesante ver lo mucho que te pareces a ellas, incluso solo por las fotos. Estoy segura de que tu madre, Carys, ha sido la que te ha heredado todas tus expresiones faciales.

– Ella y yo no éramos íntimas, pero me quería. – habló Charlotte, mirando nuevamente el rostro severo de su madre. 

Charlotte recuerda nunca haber sido la hija que su madre esperaba. Siempre fue la hija que quería llevar pantalones en lugar de faldas. Siempre la hija que quería viajar en lugar de casarse. Siempre la hija que bebía demasiado y nunca se cepillaba el cabello. Pero incluso teniendo aquellos conflictos, la madre de Charlotte siempre la había defendido de la verdadera crueldad, aquella que tan presente estaba en su sociedad al tratarse de las niñas que no eran obedientes. No, ella y su madre no habían estado muy unidas, pero se habían querido más que nada.

– Me alegro de que estés feliz – volvió a hablar Rosalie, conectando a Charlotte con la realidad como siempre hacía cuando se perdía entre sus pensamientos. Luego, las siguientes palabras de la rubia fueron pronunciadas como si de una confesión se tratase –. Siempre quiero hacerte feliz. Te lo mereces.

Charlotte se encontró con sus ojos color miel, viendo como la rubia la observaba sin siquiera inmutarse. Es así como se quedaron durante un momento, simplemente contemplándose la una a la otra; el oro se encontró con el negro de nuevo. Era como una combinación de luces y sombras; sin embargo, una no podría existir sin la otra. Realmente parecían una pareja hecha la una para la otra.

Los ojos de Rosalie se posan sobre los labios de la contraria durante un momento, solo durante un breve segundo. Charlotte casi puede sentir un corazón fantasma en su pecho, que late como los cascos de un caballo contra el suelo. Incluso ahora, Rosalie parece dudar en moverse, y Charlotte supo que ella la estaba esperando. Siempre la había estado esperando.

– Bésame. – las palabras de Charlotte son apenas un suave murmullo, y Rosalie no duda en cumplir con su pedido.

Sus labios se encuentran como una llave que se desliza en una cerradura; inevitablemente perfectas, hechas para que encajen. Los labios de Rosalie tienen el mismo sabor que la luz de la mañana. Una sensación iridiscente que hace que Charlotte se sienta como si estuviera brillando de mientras que sus manos viajan hacia sus hombros, con mechones dorados que habían escapado de la trenza y ahora se enredaban suavemente entre sus dedos acaramelados.

Las manos de Rosalie al poco descansan sobre su cadera, los dedos ejerciendo apenas una suave presión que va acompañada por un ruido que se ve ahogado en medio del beso. Charlotte a cambios ronronea, de mientras, sus suaves manos recorren sin prisa la columna vertebral de la contraria, sintiendo cada nódulo y presionándola más cerca, como si sus cuerpos no estuviesen ya pegados el uno al otro. Ellas dos eran la una para la otra, y eso era tan innegable que a Charlotte le pareció extraño no haberlo notado antes.

Una vez que se separan, el lazo que las une arde con fuerza, manteniéndolas a pocos centímetros de distancia. Cara a cara, y en un trance del cual ninguna parece poder salir. El rostro de Rosalie se ilumina ante la suave sonrisa que adorna sus labios, solo para Charlotte, y la morena encuentra una sonrisa decorando su rostro antes de poder evitarlo siquiera. 

Entonces, una carcajada abandona los labios de Charlotte ante la perspectiva de algo que nunca antes había sentido. Tan desenvuelta y despreocupada por el simple sabor de los labios de otra persona. Tal vez solo Rosalie podía darle esa sensación, esa sensación de ser libre y segura a la vez. 

Rosalie es la única persona a la que Charlotte debía amar.

Y lo hace. Oh, claro que lo hace tanto.

Se oye un leve golpe en la puerta, lo que hace que ambas retiren a regañadientes la mirada persistente que mantenía sobre la otra, todo para girarse y encontrarse con la puerta ya abierta.

 Geraldine les sonríe suavemente, sus ojos ahora dorados brillan con un resplandor único - Si fuese Nettie, diría que ya era hora. Pero como no soy ella, solo quiero felicitaros.

Rosalie suelta una pequeña carcajada, sus rasgos aún tan relajados que Charlotte no puede evitar pasar su mano por la mejilla de la rubia ahora que al fin puede hacerlo. Rosalie a su vez se inclina hacia el contacto que la pelinegra le brinda, porque al fin podía disfrutar de este. Ambas estaban dando su consentimiento a un contacto que negarían a cualquier otro.

– También quiero decir que si haces daño a Charlotte te mataré. – anuncia la voz de Geraldine, ganándose de nuevo la atención de ambas. Geraldine se encuentra con la mirada de Rosalie en cuanto esta la mira, tan seria y despiadada que Charlotte supo al instante que estaba hablando muy en serio.

– Nunca lo haría. – las palabras al instante abandonan los labios de Rosalie, escondiéndose tras estas una promesa.

– Bien – concluye Geraldine, volviendo a formar en su rostro la sonrisa que la caracteriza. Se dispone a salir de la habitación, pero se detiene en el último momento para girarse y decir: –. Además, Bella ha vuelto. Pensé que os interesaría saberlo.

Después de eso, Charlotte y Rosalie deciden ponerse de pie. La rubia sujeta la mano acaramelada de la morena entre las suyas, y Charlotte retuerce sus dedos para que queden entrelazados. Comparten una suave sonrisa, ante lo cual la morena aparta la vista durante un momento, sintiendo como si quisiese volver a reírse en voz alta a causa de la felicidad que sentía.

Tal y como había dicho Geraldine, el olor de Bella, Renesmee y Edward es fuerte tras su retorno a la casa. Edward y Renesmee están sentados en el sofá, con la niña en su regazo, manteniendo su rostro pegado al cuello de su padre y ocultando así sus facciones adormiladas.

Jacob también está allí, sentado en el sofá manteniendo una conversación con Eleazar. El vampiro sin duda estaba intentando sonsacarle al chucho más información sobre su especie. Los ojos de Rosalie parecen fijarse en Renesmee al instante, y Charlotte la empuja suavemente hacia la joven. 

– ¿A dónde vas? – le pregunta Rosalie, negándose aún a soltar su mano. 

– Voy a buscar a Bella. – dice Charlotte en voz baja, a lo cual Rosalie asiente antes de desenredar sus manos de mala gana, pero no sin darle un último apretón. Charlotte le envía otra sonrisa oculta, y seguido de eso se dirige hacia el pasillo donde persiste el aroma de Bella.

A medida que se acerca, la esencia de Bella se convierte en ceniza. A Charlotte le quema la garganta ese olor, así que apura sus pasos, tratando de no preocuparse, aunque sin duda los residentes de la habitación a la que le condujo el olor de Bella la sorprenden.

Alistair está a una corta distancia de la neófita, enfrentando cara a cara a Bella, hablando con una voz áspera que parece soltar palabras venenosas contra la castaña, que poco a poco retrocede nerviosa. Charlotte entra en la habitación, aclarándose la garganta y al instante observa como Alistair despega su mirada de la de Bella y la posa sobre ella.

– ¿Lo sabías? – pregunta, con voz de cristal. Afilada y puntiaguda.

– ¿Saber qué? – pregunta Charlotte y, en un arrebato, observa como Alistair agarra unos trozos de papel de las manos de Bella y se los lanza a Charlotte para que al final acaben cayendo al suelo. 

Al instante, Charlotte se agacha y ve el rostro de Renesmee mirándola fijamente. Solo que, en lugar de aparecer el nombre de la niña en el papel, aparecía una joven Vanessa Wolfe. Junto a ese papel había una foto de Jacob, que llevaba un nombre similar. También habían billetes de avión, aunque Charlotte ni siquiera se molestó en mirarlos, a la que estaba mirando ahora era a Bella.

– ¿Qué es esto? – gruñe a la vez que se levanta. Sus manos estrujan los papeles de mientras que Bella parece estar a punto de sollozar al mirar a la morena y a Alistair – Bella, ¿qué es esto?

– Necesitaba un plan de respaldo. – afirma Bella, aunque parecía estar guardándose cosas.

– Estás huyendo – afirma Charlotte, con una rabia tan fuerte instalándose en su pecho que siente que si seguía hablando, saldría fuego de su boca. Sin embargo, tampoco se iba a quedar callada –. Eres una cobarde y estás huyendo de algo que tú misma empezaste. Estás dejándonos a todos aquí para que nos destrocen de mientras que tú vives otra vida.

– No. – Bella sacude la cabeza rápidamente, abriendo la boca, pero Charlotte se niega a escucharla.

– Confié en ti – dice Charlotte, dando un paso atrás en el pasillo porque no puede soportar estar en la misma habitación que Bella. Entonces, piensa en los otros aquelarres, y en si estaban escuchando aquella conversación, así que dice en voz baja –. Todos lo hicimos.

– Charlotte yo, yo no... – por mucho que intentase hablar, parecía que a la neófita no le salían las palabras.

Detrás de Bella, Alistair se dirige hacia Charlotte y le habla con una voz fría, casi cruel, deteniéndose en la puerta junto a ella – Bueno, buena suerte. La vas a necesitar. Salud.

Y sus pasos resuenan en el pasillo un momento después.

Charlotte siente que se le hace un nudo en la garganta, y antes de que Bella pueda intentar hablar de nuevo, la morena deja caer los papeles desmenuzados al suelo, junto a sus pies. Bella los observa por un momento, y luego vuelve a conectar sus ojos con los de Charlotte; ambas se miran sin emitir palabra.

Entonces, Charlotte le da la espalda a Bella y sigue a Alistair.

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⡛⡛ꪾꪷ͢꧇:historia original de seIcouth:🍲❟ㅤ

OMG, ¿ya habéis visto lo que pasó? I mean,ㅤ
AL FIN SE HAN BESADO, ROSE Y CHARㅤ
SE HAN BESADO, SE HAN BESADO.ㅤ


Y luego está lo de Bella, y la historia de laㅤ
familia de Charlotte. Os estaré leyendo,ㅤ
de verdad que me muero de ganas porㅤ
saber qué opináis, pero hasta entonces, osㅤ
dejo. Como siempre, gracias por leer, osㅤ
súper mega quiero, y gracias por elㅤ
apoyo en la historia. ♡ㅤ

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