➪ 1936-1950 [5]


En 1936 los Cullen deben volver a mudarse, Emmett solía perder el control en ocasiones y terminaba por alimentarse de algún humano por instinto, aquello había causado que la familia tuviera que mudarse varias veces hasta que terminaron en un pequeño pueblo nublado en Washington llamado Forks.

Allí fueron recibidos por la tribu Quileute, con quienes tuvieron que hacer un trato y desde ahí se le prohibió a Emmett volver a probar la sangre humana, acción que fue de gran ayuda para el pelinegro quien pronto se acostumbró a los venados que danzaban alrededor de su hogar. La vida transcurría tranquila, Rosalie y Emmett cada vez estaban más enamorados, Esme y Edward eran como una perfecta familia de madre e hijo, y Carlisle, bueno él trató de buscar a aquella joven pelinegra para verla una vez más.

No fue hasta un par de meses más tarde que recibió una carta de dicha joven, en la que alegaba haberlo estado buscando para contactar con él hasta que por fin dio con su nombre y dirección. Carlisle sabía que enamorarse de un humano era peligroso y extremadamente doloroso, más el sentimiento era más fuerte. El rubio vampiro no lo dudó e invitó a la joven durante toda una semana a su residencia actual ya que lo más probable era que fuera la última vez que se verían debido a su condición inmortal. Esme parecía encantada, mientras que Emmett y Rosalie lucían algo preocupados porque nunca habían conocido a aquella joven, más pudieron mucho empeño al notar el brillo en los ojos de Carlisle y la expresión que adornaba su rostro con la sola mención de su nombre.

Eider arribó en Forks tres días más tarde, habiendo aprovechado previamente para visitar las tribus de Brasil teas una masacre que requería a su entidad real en persona y no a aquellas réplicas y dejando al Cullen bajo el cuidado de uno de sus cuervos. Fue recibida por Carlisle en la estación de autobuses. El varón lucia tan hermoso y llamativo como siempre, su sonrisa le daba un aspecto angelical mientras se acercaba y abrazaba con delicadeza a la supuesta humana que tenía en frente. Eider lucía algo más mayor, aunque aún no aparentaba los cuarenta años que decía tener, y aquello causó molestia en el vampiro, odiaba que el tiempo pasara tan rápido.

— El que luzcas igual que cuando nos conocimos no ayuda a que me sienta bien conmigo misma, dime, ¿qué pacto con el diablo has hecho?—aquella era la primera vez que Carlisle escuchó a la contraria bromear, por lo que a pesar de el peso de la oración, se rió.

— Poseo una fuente en el patio de mi casa con agua para la eterna juventud—siguió el juego.

Ambos subieron al vehículo y marcharon hacia la residencia del chupa-sangre.

Los días pasaron con rapidez, era como si hubieran encontrado a un hermoso ángel que les traía paz al hogar. Emmett pronto encontró alguien con quien bromear aunque sólo fuera él quien decía las bromas; Rosalie se interesó por ella y quedó fascinada con su rostro y cabello, Esme ya la recordaba y solo se dedicó a proyectar esa extrema ternura que poseía en ella, Edward, aunque algo confuso por no poder leer sus pensamientos, de igual forma la recibió sin ningún problema y de a ratos entablaba conversaciones con ella.

Y Carlisle, bueno, Carlisle se dedicaba a pasar la mayor parte del tiempo con Eider, la había llevado a pasear por el pueblo y le había enseñado la infinidad de lugares siempre que no tuviera turno en el hospital. La familia notó como el mayor de olvidaba de todo cuando tomaba las manos de la pelinegra humana, y fue ahí cuando todos se dieron cuenta que la partida de la joven sería complicada.

Una semana pasa volando y al día siguiente Eider volvería a desaparecer para no volver a ver a Carlisle en varios años, según el vampiro: para siempre.

— Espero que puedas ser feliz—confesó el vampiro, sin apartar la mirada de la fémina que observaba los árboles bajo la luz nocturna.

— Estoy segura de que ahora lo seré—contestó de igual forma, aún sin mirarlo. Carlisle le había mentido, diciéndole que se irían pronto del pueblo hacia otro continente y que sería complicado contactar, pero que si tenían la oportunidad de verse algún día que estaría encantado de hacerlo, sabiendo que era mentira—. Ha sido bueno conocerte.

El varón pasó su brazo izquierdo por los hombros de la pelinegra y la atrajo hacia sí, allí quedaron durante horas en completo silencio mientras veían como comenzaba a aclarar y la hora de partida de Eider se acercaba; La familia Cullen al completo fue la que la acompañó hasta la estación de autobuses, despidiéndose de la joven hasta siempre.

Eider parecía haber dejado una marca en aquel clan, porque incluso con el pasar de los meses ninguno podía olvidarse de la viveza que había traído al hogar. A menudo se preguntaban si estaría bien, si habría encontrado alguien digno con quien casarse o en qué trabajaría, todo bajo la atenta mirada de Carlisle que sonreía con nostalgia al oírlos hablar de la humana que había dado vueltas su mundo.

Los años iban pasando y la familia comenzaba a lucir mucho más joven que los humanos que seguían envejeciendo, aquello fue suficiente para mudarse nuevamente dejando atrás aquel pueblo tan peculiar. Meses antes de que se incorporaran dos vampiros más a su clan, Rosalie y Emmett decidieron casarse bajo las bendiciones del resto de su familia.

Carlisle estaba contento por sus dos hijos adoptivos, estaba feliz de que hubieran encontrado a alguien con el que pasar el resto de sus eternas vidas, más no pudo evitar sentir algo de celos pero esto solo lo sabía el lector de mentes, quien nunca mencionó nada al respecto.

La muerte no se había separado de ellos, aún cumpliendo con sus deberes pero pegados a ellos en forma de entidad como si fueran a desparecer en el momento que se diera la vuelta. Velaba por ellos, sufriendo en silencio por todavía no poder acercarse a él de la forma en la que quería. La vida y el tiempo tenían un momento para todo, y ella esperaba el suyo.

En 1950 aparecieron dos vampiros frente a su hogar, una joven con aspecto de duendecillo que conocía todos y cada uno de sus nombre como si fueran viejos amigos. Además de otro joven rubio que controlaba las emociones de los demás, aunque alto sorprendidos y conmocionados, la familia Cullen los acogió con alegría y cariño.

Luego de casi trescientos años, Carlisle sentía que su familia estaba casi al completo.

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