29•

El enojo calcinante quemaba todas y cada una de sus arterias.

Sentía como poco a poco, el aire que expulsaban sus fosas nasales hervía al igual que su propia sangre se encontraba haciéndolo. Podría percibir todos y cada uno de sus músculos íntegramente rígidos, y de alguna manera, su visión estaba borrosa de rabia.

En su mano aún sentía el picor de la bofetada que le había propiciado a Jeon, y el sólo hecho de pensar en él, lo enojaba cada segundo más. No podía evitarlo, y es que, increíblemente, él jamás se encontró tan enfurecido en su vida.

Sin siquiera ser capaz de decir algo, él salió de la universidad. Estaba indispuesto para seguir laborando aquel día, y es que la rabieta que contenía su sistema, lograba agobiarlo con cada paso que daba. Las palabras de Jungkook retumbando furiosas en sus oídos, y el corazón raudo, malditamente desquiciado.

Cuando se encontró deambulando por las calles, Jimin soltó una risilla llena de ironía, y percibiendo el insoportable dolor que azotó a su cabeza de una manera inimaginable, cerró los ojos. ¿Qué pasó, realmente? Pues, cuando él pensó que podría hablar con Jeon Jungkook aquel día, no imaginó que acabarían de una manera tan fatal.

En su lugar, él creyó que posiblemente, ellos podrían haber terminado enrollados. ¿Acaso no era así siempre?

Jimin supo desde el principio que Jungkook no se la pondría fácil. Y es que en definitiva, era un hecho; pero sin duda alguna, el rubio nunca imaginó que se encontraría con una persona tan jodidamente impredecible. Cuando los ojos mieles se fijaron en las carreteras que sus piernas recorrían, negó con la cabeza. Su indignación iba al máximo, y es que de alguna manera, no podía terminar de creerse las tontas palabras que había escuchado instantes atrás.

¿Quién jodidos era Jeon Jungkook , realmente, para creer que podría ponerlo a decidir?

¿O quién mierda se creía él, para pensar que elegir entre una relación de diez años y una relación de escasas semanas, era una tarea sencilla? Más aún, teniendo excesivamente claro que ellos dos, no eran más que dos personas que mantenían sexo casual.

Sexo. Ese había sido el trato, ¿no es así?

Chirriando los dientes fuertemente, Jimin supo que debería hacer algo con respecto a todos los sentimientos que comenzaban a aglomerarse en su cuerpo, en aquel momento. Y es que estaba por estallar, porque desde luego, él se había convertido en una sensible granada. Los problemas manguaban a su alrededor, y su cabeza dolorida tenía ganas de gritar. ¿Acaso él ya no tenía suficiente con Zoe, para ahora meter otra pelea a su bolsa de cosas irremediablemente jodidas?

Desde luego, Jeon Jungkook era un pequeño e iluso inmaduro que no tenía idea de absolutamente nada.

Jimin tenía un plan. Ya lo había pensado, y no podía seguir perdiendo tiempo para ejecutarlo. Sabía que muchas de sus palabras habían ido a la cañería del inodoro, y poco le importaba ser visto como un vil hipócrita; pero si antes no quería, ahora había cambiado de opinión. Jungkook debía estar alejado de su vida, y por Dios, realmente nunca lo tendría que haber dejado entrar.

Quizá fuera por el insuperable enojo que reinaba su sistema en aquel preciso momento, o quizá, porque estaba malditamente loco.

Comprando un ramo de rosas, contados dulces, y practicando algún buen discurso que le hiciera ganarse de regreso la confianza de su futura esposa, Jimin corrió hasta su casa. Podía sentir el corazón loco dentro de su pecho, y es que a pesar de estar completamente seguro de lo que por consiguiente haría, la culpa lo carcomía de una manera fortuita.

De alguna manera, y antes de discutir aquel día con su alumno, él tenía claro que debería arreglar las cosas con Zoe. Desde luego, aquél había sido el principal motivo de la riña, pero ahora, cuando abrió la puerta de su departamento y fue recibido por el silencio armonioso, las ganas de solucionar uno de sus mayores problemas, habían aumentado un ciento diez por ciento.

Jeon Jungkook se iría a la mierda, y él sería feliz con Zoe. Como lo fue por diez maravillosos años.

Indudablemente, el tan sólo pensar de esa manera, hería de una manera descomunal los sentimientos del rubio. Y es que aunque quisiera alejarlos, no podía. Porque, a pesar de todo, Jungkook ya se había ganado gran parte de su afecto.

Todos estaban al tanto de eso. Pero su infinita cólera no le dejaba más opciones, y sin poder hacer nada más que actuar por su patético instinto, él se adentró en el interior de su hogar. La saliva escaseando de su boca, y sus puños cerrándose con fuerza contra los objetos que sus manos sostenían.

Su mirada indulgente se vio sorprendida por la presencia de la pequeña mujer sobre el sofá, donde él habría estado descansando las últimas dos noches. Pañuelos a su alrededor y el rostro triste. De inmediato, se cuerpo de detuvo; completamente rígido. Las perlas cafés de Zoe lo observaron, se encontraban rojas, al igual que su nariz, y en aquel justo momento, Park se dio cuenta de cuánto daño había estado causando durante todo ese tiempo.

Ahora, él sabía que ya todos estaban lastimados. No sólo él, y joder, Yoongi tenía razón.

—Zoe —jadeó, acercándose a pasos lentos hacia el sofá, y admirando como ella intentaba esconder la evidencia de su llanto. Pero le fue imposible una vez más, y cuando el rubio tomó asiento a un costado de ella, se encontró íntegramente vulnerable—. Mierda, cariño, no... No me gusta verte llorar.

Ella tan sólo se limitó a desviar la mirada. Habían sido unos días terribles; unas horas terribles. Y ya no podía simplemente seguir de esa manera, no cuando su boda estaba a la vuelta de la esquina, y el amor que sentía por el rubio parecía cada vez más y más nocivo.

La inseguridad reinante en el cuerpo de la pequeña mujer, era monumental. Ella nunca se había sentido de aquella manera, indudablemente, y el inmenso temor de que Jimin verdaderamente estuviera engañándola, le hacía sentir un dolor agonizante en lo más profundo de su pecho. ¿Podría ser, realmente?

»—Infiernos, soy un completo idiota —murmuró el ojimiel, sus ojos grandes mientras secaba las mejillas húmedas de la pelimarrón ante él. Tragó saliva—. Lo siento tanto, amor. No sabes..., no sabes lo mucho que lo siento. Realmente no quiero que nuestra relación a—acabe por una tontería como esta.

Soltó, podía sentir su órgano interno rasgarse a medida que las sílabas se formaban en su lengua, y por alguna razón, él comenzó a cuestionarse por primera vez el haberse metido con su alumno. Estaba mal, desmesuradamente mal, y por Dios, nunca debió haber dañado su cópula de aquella manera.

—No d—digas nada más. —Pidió ella, alejándose del tacto del hombre, y sorbiendo por la nariz cuando analizó todo lo que estaba ocurriendo. Jimin estaba allí frente a ella, disculpándose, consolándola, con un ramo de rosas y alguna caja llena de dulces. ¿Qué se suponía, debía hacer?

—No, joder. Quiero hacerlo..., debo, bebé —soltó, cogiendo las manos de ella mientras sentía el irremediable dolor arraigarse a su piel, jadeó—. Yo te amo, cariño. Realmente tú me hiciste una..., mejor persona, y no sabes lo feliz que estoy de haber pasado todo este tiempo contigo, a tu lado. Tú— cielos, realmente quiero que sigamos juntos por mucho tiempo más, porque eres la mujer de mi vida. Por eso te he pedido que seas mi esposa, Zoe, porque mierda, te amo, cariño.

Evidentemente, Jimin sabía que todas aquellas palabras llenas de un terrible arrepentimiento, eran completamente falsas. Porque aunque quisiera, él ya no lograba sentir lo que hace años sintió. Lo que hace meses sintió, antes de que Jeon Jungkook se metiese en su vida; sin embargo, su completa desesperación le pedía a gritos que arreglase las cosas. Estaba confundido, él no sabía qué demonios hacer. Y en aquel momento, aquello parecía ser lo más sensato.

Arreglar su relación, para luego..., tener un precioso matrimonio.

La mirada café de Zoe logró ablandarse, y de inmediato, su llanto volvió a liberarse. Jimin creyó que todo estaba perdido, su temor de permanecer malditamente solo, aferrándose a él de una manera preocupante, pero cuando la pequeña y delgada mujer se lanzó sobre su cuerpo y lo abrazó con una fuerza reconfortante, el rubio supo que una vez más, había logrado salirse con la suya.

—Te amo, mi amor —lloriqueó la pelimarrón, apretando con sutileza el cuello del más alto, mientras que éste la cogía por la espalda y recostaba su mandíbula del hombro contrario.

En aquel momento, cuando se supone, Jimin debería sentir un alivio motivador, tan sólo percibió la dura patada sobre su corazón. Y es que aunque las cosas hubieran salido tan buenas como imaginó, él no estaba feliz. Porque él había aprendido a ser feliz cuando Jeon Jungkook estaba a su lado, y realmente, él simplemente no podía mandarlo a la mierda.

Aunque su insuperable enojo permaneciese tangible, el cariño que sentía por su alumno, era tentativamente mayor.

(...)

Los días transcurrían veloces, como si la vida fuera sobre un vehículo de carreras, o eso pensaba Jimin, quien habría estado comiéndose la cabeza por horas. Horas insufribles que volaban a la par de sus pensamientos. Sin embargo, aquellos días habían resultado excelentes para que las opciones del rubio se aclarasen en su cabeza; sus acciones se mirasen cristalinas, y el arrepentimiento llegase en forma de una tangible preocupación.

Había hecho las cosas mal, y demonios, de alguna manera debería remediar el embrollo que él mismo había causado. Porque desde luego, las cosas estaban de mal en peor, aunque de por sí, aquello no fuese prácticamente notable para terceros.

Estaba pensando con la cabeza fría, aun así, no lograba sentirse lo suficientemente satisfecho consigo mismo; y temió enormemente el no poder complacerse nunca más. Sabía que sus cartas sobre la mesa estaban en riesgo, y es que ineludiblemente, él tenía muchas cosas importantes en juego. De alguna manera, se sintió patéticamente culpable de haberse permitido llegar hasta aquella instancia: una donde su relación estaba en crisis, su profesión en contingencia y sus sentimientos al borde del acantilado.

¿Qué era lo que sentía por Jeon Jungkook , en verdad? Pues, los latidos erráticamente dolorosos que su corazón disparaba cada vez que aquel precioso nombre surcaba por sus recuerdos, le gritaban que estaba metiéndose en algo completamente ajeno a su voluntad.

Algo que, sin duda alguna, él no sería capaz de sobrellevar.

Había tomado la deliberada decisión de dejar a Yoongi fuera de todo su problema emocional, y es que de antemano sabía que ni siquiera las sabias recriminaciones de su mejor amigo, le servirían de ayuda. Aún más, teniendo en cuenta que en aquellos momentos, Min se mantenía ocupado en sus recientes enrolladas con Kim Taehyung. De igual forma, Jimin sabía que sería terriblemente difícil seguir adelante y hacer lo correcto sin una voz externa que lo guiase, pero vamos ¿qué hombre de veintinueve años necesitaba que lo enseñasen a llevar sus propios problemas cuesta arriba?

En aquellos momentos, Park notaba lo tonto que llegaba a ser, y jodido Dios, sentía una terrible vergüenza acarrear su sistema, aterradoramente. A pesar de todo el revoltijo en el que se había vuelto su vida en unas pocas horas, él había mantenido la calma. ¿Para qué desesperar? ¿Para qué, cuando Zoe ya permanecía irrevocablemente tranquila?

Serena e ignorante de todo lo que en realidad pasaba, como en su principio fue.

Las palabras que había pronunciado Jimin días atrás, cuando la encontró derrumbada en el sofá, no paraban de rondar su cabeza; mareándolo, haciéndolo querer vomitar jodidamente. Sin embargo, y aunque al momento de decirlas él estuviese consciente de la falsedad de éstas, un increíble y portentoso nudo se amarraba en su estómago y lo hacía retorcerse de dolor. Había pensado en acabar con todo, terminarlo de una vez y hacerse cargo de sus consecuencias, pero aquello era malditamente imposible. Él no podía hacer eso, y aunque estuviese cien por ciento consciente de que el daño era irreparable, y que la mujer que yacía a su lado era desmesuradamente mucho para él, no quería dejarla ir.

Porque él era demasiado egoísta como para querer hacer eso. El que tampoco quisiera dejar ir a Jeon Jungkook , lo confirmaba. Y es que, infiernos, él no deseaba perderlos a ninguno.

Aquello estaba jugando jodidamente con su cabeza. Debería tomar una rápida decisión, a duras penas, porque evidentemente Jungkook tenía razón. Era imposible tenerlos a ambos, y Dios, Jimin más que nadie estaba al tanto de ello.

Sin duda alguna, él había tenido que aceptar sus equivocaciones. Todas las palabras erróneas e ideas contradictorias, y cielos, sabía que Jungkook merecía una genuina disculpa; se encontró en la obligación de agachar la cabeza y patear su destructor orgullo a un lado, consciente de que aquella vez, la razón no corría por su propia cuenta. Sin embargo, él no había sido capaz de ejecutar su plan de disculpas, porque apenas cruzaba miradas con Jungkook , se derretía completamente. Hundiéndose en su lago de vergüenza, careciendo íntegramente de valentía.

Y aquellos, sin reparo alguno, eran los peores momentos.

Aquel viernes se encontraba lluvioso y opaco, los rayos frígidos e insulsos del sol apenas iluminando la ciudad, y la sonrisa del rubio por completo borrada de su rostro. Ya nada era igual, y maldición, llevaba cuatro días enteros viviendo aquel insufrible martirio. Uno que lo hacía rogar clemencia, un poco de piedad para su pobre culo en apuros.

Caminando por los pasillos de manera apresurada, él volvió a observar el mensaje que destellaba de una manera moribunda en la pantalla de su teléfono. "Cariño, estoy esperándote afuera de la universidad. ¡Los mejores trajes del país esperan por nosotros! Date prisa, debemos ser los primeros en llegar xx." Su madre parecía realmente emocionada por acompañarlo a escoger su traje de bodas, justo como él debería estarlo, pero nunca, en realidad, se sintió tan terriblemente enfermo como en ese momento.

La saliva escaseaba de su boca, la garganta plenamente seca mientras intentaba no tropezar con los estudiantes que circulaban por su costado. Todos enfundados en grandes y cálidos abrigos. Todos, excepto él.

Aquel terrible chico que siempre relucía sus fuertes brazos en holgadas camisetas rotas, uno que llevaba los pantalones más bien caídos y ni siquiera un libro en manos. Jimin sintió que perdió la respiración al mirarlo; sus pies deteniéndose de una manera brusca sobre el piso marmoleado, y sus ojos fijándose como agujas en la presencia del pelinegro que caminaba en su dirección. Por primera vez, él sintió temor. ¿Acaso Jungkook le diría algo? ¿Se desquitaría por haberlo golpeado días atrás? Y aunque aquello fuera terrible, el joven profesor deseó que algo de eso pasase... Tan sólo si así podía volver a tener cerca a Jeon Jungkook ; el peor alumno que jamás tuvo.

Cuando las perlas achocolatadas se posaron en las contrarias, Jungkook entrecerró los ojos. Sus pasos volviéndose más y más lentos a medida que se acercaba frente a la presencia del mayor, y las manos guardándose en los bolsillos de su pantalón. Sin poderlo evitar, su corazón latiendo de una manera desproporcional en el interior de su pecho, y segundos después, muriendo cuando quedó ante el cuerpo de Park Jimin. Sin planearlo, sólo deteniéndose frente a sus ojos, admirando lo grandes y emocionales que éstos se observaban.

El azabache relamió sus labios, percibiendo su estómago revolverse en aquel justo momento. ¿Qué debería decir? Si ni siquiera sabía cómo respirar de la manera correcta; no cuando su alumno lograba arrebatarle todas y cada una de sus acciones, nublándole los pensamientos y atrofiando su cerebro. ¿Acaso aquello no era lo que había estado haciendo Jungkook con él, durante todas aquellas semanas?

Callando de una manera mortecina, el mayor se vio obligado a desviar la mirada de la contraria, sintiendo sus ojos picar de una manera agonizante. Ganas no le faltaban de gritarle a los cuatro vientos una gorda disculpa, pero por algún motivo, las palabras se estancaron en su garganta, y no deseándolo jamás, escuchó la fuerte respiración decepcionada que dejó salir Jungkook antes de sentirlo pasar por su lado. El delicioso aroma de su loción invadiendo sus fosas nasales, y su corazón rompiéndose inconteniblemente mucho más.

Más. Mucho más enfermo.

Sin siquiera ser capaz de echar un vistazo atrás, Jimin casi corrió hasta salir de la universidad, visualizando el auto de su madre y metiéndose en él de una manera prófuga. Su pecho subiendo y bajando exaltadamente, y las maldiciones aglomerándose pronto en su cabeza.

Desde luego, todo iba malditamente mal, y él no podía seguirlo soportando. No cuando recién había aceptado que, sin lugar a dudas, él sentía algo por Jeon Jungkook .

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