Kamikaze (Parte II)
Nota: La obra mencionada a lo largo del capítulo es "El fantasma de la Ópera", novela gótica de Gastón Leroux, y la canción que canta Mina es "Tan sólo hazlo tú", del musical homónimo de Broadway.
Los enormes telones de terciopelo caían elegantes hasta el suelo, el escenario le daba la bienvenida como siempre, al igual que una madre que la recibía con los brazos abiertos, un ligero eco amplificó sus pasos tímidos al principio, ansiosos después, para situarse en el centro de los reflectores, iluminando su espíritu, trasmutando en el aire en una forma angelical de vida que le recorría cada rincón de su cuerpo, al saberse en un lugar al cual pertenecía por completo. Actuar, cantar, soñar despierta..., eran algunos de los muchos maravillosos regalos que el teatro le daba, suspiró abriendo un poco los labios, atrayendo a sus sentidos la soledad del recinto, sacando de la oscuridad los aplausos de todos los que alguna vez estuvieron ahí, y por un momento, juró que los escuchaba, para ella, para su pasión, para sus sentimientos que lo daban todo en cada actuación.
Cerró sus párpados en un lento movimiento, abriendo los brazos y echando su cabeza hacia atrás, fusionándose con la magia etérea de ese recinto sagrado, y se vio llena de una poderosa energía que guardó con recelo por ese instante, volvió a su posición inicial con la mirada al frente, enfocándose en cada una de las butacas vacías, imaginándose el rostro y la historia personal de un público que era tan cambiante como el mundo en marcha, pero con la misma esencia, rebosante de un alma que aguardaba por ser descubierta, tocada, amada...
Quizá se identificaba más que nunca con eso, puesto que sus días anteriores con Yaten acrecentaron en si misma un frenesí que se veía imposibilitada para expresar, con el paso de las fechas en el calendario, una red de indescriptibles pulsaciones la oprimía al mismo tiempo que le provocaba un ardor tan placentero, que le importaría muy poco envolverse en llamas por estar con él. Su nombre casi sale en un llamado agónico, para finalmente guardarlo entre sus manos sujetas a su pecho, recordándolo en las mil facetas que se moría por conocer una a una, a veces con calma, otras con lujuria, con prisa, y algunas más con ternura, con cariño, con todo lo que pudiera ofrecerle.
Al menos por esa tarde, podría adorarlo en las penumbras del secreto de su ensayo, dedicarle clandestinamente las letras de la canción que iba dirigida al amante de su personaje, en ese entonces Cristine Daaé, heroína de "Le Fantôme de l'Opéra", encarnada por Minako Aino, dibujaría sus sutiles facciones masculinas con sus dedos, y así, proclamaría todo lo que quería decirle al mayor de los Kou.
Repasó en su mente su forma de moverse en la intimidad de su casa, su elegancia para beber el café de una manera que hacía que envidiara a la porcelana de la taza por tocar sus labios, al igual que solía divagar en sus estilizadas manos, al verlo escribir los temas de su clase en la pizarra, o en una sencilla hoja de papel donde redactó preguntas de prueba para que ella pudiera estudiar para su examen, pero lo que más hacía hincapié en sus recuerdos era ese tinte oscuro que se cernía sobre el esmeralda de sus pupilas, era como si una barrera le impidiera adentrarse su alma, en el verdadero Yaten. Doblo sus piernas para sentarse en la frialdad de la madera, esperando por la aparición de algún compañero para que la obligaran a salir del trance, de todo lo que significaba el platinado en su existencia.
El tiempo pasó, y la llegada de Seiya significó un instante agridulce, claro que era bueno ver a su hermano, se sentía muy cómoda junto a él como coprotagonista de la obra dramática, sin embargo, sólo consiguió restregarle en la cara con mayor fuerza, el conocimiento de que tenía la misma carga genética que su tutor por obligación, el pelinegro notó el abatimiento de la chica, y con la ayuda de su brazo la levantó para ir a los vestidores a acomodar sus pertenencias, ya que la hora de labores del club de drama del Instituto casi comenzaba.
-¿Qué pasa Mina?, ¿te atropelló un auto, o comiste yogurt que no era de dieta?
-Muy gracioso Seiya, no sé por qué lo dices, yo estoy perfectamente.- Mina soltó su cabello dejando el listón rojo a un lado en el tocador.
-¿Tan malo es vivir con Yaten?- El de ojos zafiro se recargó en el mueble para quedar más cerca de su hermanastra.
-¡Claro que no!, no digas eso, sólo temo reprobar su examen que hice hoy, las humanidades y las artes no significan nada si las tienes que memorizar, él, él es..., bueno...
-Difícil de comprender, lo sé, pero..., no, mejor me lo guardo.
-¡Habla!, siempre eres un imprudente boca floja, ahora tendrás que sacarlo.- La adolescente lo jaló de una manga de su camiseta de una forma amenazadora.
-¡Bien!, ¡qué carácter!, aunque sea su estado inicial, ¿sabes que Yaten no es un amargado nada más porque sí?, tus padres están divorciados, pero nosotros tuvimos que enfrentar la muerte de uno de los nuestros, yo no recuerdo muchas cosas, porque apenas tenía seis años, pero el enano que ya tenía trece..., fue el apoyo de nuestra querida Luna, y el ejemplo masculino para Taiki y para mi, trabajó medio tiempo muchas veces, de repartidor, mesero, lavando autos, paseando mascotas, con tal de ayudar a nuestra rota economía, luego mamá se hizo famosa por sus diseños, el resto es historia, y entonces pudo ser un estudiante normal, quizá no le parezca tan grato tener otra responsabilidad, y no es que seas una carga, si no que... eres muy distinta a él.
Mina soltó a Seiya con la preocupación latente en su rostro, hasta ese entonces, la explicación que le daba a su forma de ser tan ácida, era una total falta de empatía y amor por el prójimo, nunca se detuvo a pensar que Yaten ya tenía un camino recorrido, y por lo que acaba de insinuarle su hermano, no era muy agradable, de hecho era amargo, triste, nostálgico..., plagado de esfuerzo que no le correspondía a tan tierna edad, quizá se trataba de algo que ella con su mente ingenua y positiva no alcanzaba a comprender, ya que el Yaten adolescente era muy diferente de lo que experimentaba en su propia vida, sin trabajar, consentida por su papá, protegida hasta por sus amigas, y él..., de pronto le dieron unas ganas inmensas de estrecharlo junto a ella, para transmitirle un poco de calor.
-Hey Minako..., despierta, ya tenemos que salir, tranquila, si algún día te sientes a punto de estallar llámame, unos videojuegos calman a cualquiera, ven, ¿no tienes curiosidad del tipo que te acompañará en el papel del "Vizconde Raoul de Chagny"?- Seiya se puso la máscara para representar a "Erik", el misterioso "ángel de la música", y con una sonrisa se la llevó para comenzar el ensayo.
Era cierto, ese era el último papel que sería asignado, y todo parecía indicar que le pertenecería a un estudiante de primer año que según contaban, era una leyenda de la ópera en su antiguo colegio privado, nunca lo había visto, siempre era bueno conocer gente nueva, quizá eso la distraería lo suficiente, así que un poco más repuesta, caminó con el pelinegro devuelta a la zona de la puesta en escena.
Con el brillo de su presencia rebosante, su piel se transformó en la de la hermosa "Prima Donna", que entregaba todo por la música junto a Seiya como el fantasma de la ópera, y en menos de lo que pensaba, llegó el acto en el que le confesaría su amor al verdadero objeto de los afectos de Cristine, su vista se nubló sin querer, cerró los ojos esperando por el actor, que en su mente tenía el rostro de Yaten. La melodiosa voz de un hombre le cantó desde el fondo, diciendo que nunca la dejaría, rogándole por una oportunidad para amarla, sus sentimientos se conectaron tanto, que de verdad creía que su platinado de ojos verdes era el poseedor de esas bellas estrofas, aún con su ceguera voluntaria contestó con la misma intensidad que no la dejara, que le demostrara que no había esclavitud, solicitando con fervor protección, amparo, esperanza...
La tomaron de la cintura, comenzando una lenta danza, sus voces se combinaban en una privacidad propia de dos amantes, se negaba a desterrar las penumbras de su vista, así podría seguir soñando que el cabello que sentía entre sus dedos al tomar delicadamente ese cuello era del color de la luna, la orquesta escolar estaba llegando a la cúspide de las notas musicales..., y una frase retumbó en sus anhelos:
-"Te amo, tan solo hazlo tú, di que olvide toda mi inquietud...te amo, tan solo hazlo tú..."
El abrazo le llegó hasta lo más profundo, sin embargo el perfume que la rodeaba no era el característico aroma a bosque de Yaten, era algo más dulce, con inquietud se percató que su fantasía se manifestó más allá de su conciencia, y cuando abrió los ojos se encontró no con un par de esmeraldas, si no con unas orbes del tono que tiene el cielo en una tarde despejada del verano, tan azules como los de ella.
-Mucho gusto, señorita Mina.
-¡Demos un aplauso a Zafiro!, bienvenido, definitivamente tendrás el papel del Vizconde Raoul de Chagny.
Las palabras pronunciadas por la profesora Hotaru, encargada de esa actividad extracurricular, la sacaron del trance, separó su cuerpo bruscamente de los brazos de Zafiro, y se inquietó más que nunca por haber soñado a Yaten así, buscándolo incluso donde no estaba, y sin que nadie pudiera detenerla, corrió tras bastidores en dirección al baño para mojarse la cara con agua helada. El resto del ensayo pareció como si no lo hubiera experimentado, todo era una gama incomprensible de emociones encarnadas, que no se esfumaron aunque ya se aproximaba a la salida que daba a las canchas de básquetbol, con la atención clavada en sus zapatos, se percató tarde que Zafiro estaba a su lado.
-¿Te asusté?
-¡Ahhhhhh!- Su grito fue tan estridente que hasta unos pájaros volaron del árbol más cercano.
-Discúlpame, señorita Mina, ¿ya te vas a casa?- El pelinegro le ofrecía una sonrisa conciliadora, Mina estaba a punto de contestar, pero un tercero en el plano lo hizo por ella.
-Se va a ir conmigo...- Yaten estaba recargado en la pared que estaba junto a la puerta y que daba a los jardines que comenzaban verse asombrosamente sombríos por el próximo anochecer.
-¡Yaten!, ¿por qué viniste por mi?, ¿ya terminaste de calificar las pruebas de tu clase?, puedo tomar el autobús...- La rubia no entendía el comportamiento de su hermanastro, habían acordado cenar algo fuera si ella sacaba un diez en su examen, pero estaba segura de haber obtenido un siete a lo mucho, si es que contaba con suerte, por eso se resignó a regresar sola.
-Si no quieres, no vengas.- Yaten estaba dispuesto a marcharse, pero Mina se sobresaltó y se puso a su lado.
-¡No!, ¡no me dejes!, mucho gusto Zafiro, nos vemos en el próximo ensayo.
El de cabello plateado le bajó bruscamente la mano con la que se estaba despidiendo, para después arrastrarla a la salida, mirando de manera poco amistosa a ese estudiante, ¿Qué rayos le pasaba con Mina?, iba a destrozar sus nervios con su expresión pura, y a perderse en la armonía de su belleza femenina. Mientras se aproximaban a su coche, ni siquiera caía en la verdadera razón por la cual pasó por ella al teatro del campus, la promesa que le hizo de sacar un diez estaba notablemente rota con su patético ocho, bueno... al menos era más de lo que esperaba, pero no era tanto como para celebrarlo, ¿entonces por qué lo hizo?
-Sube, iremos por un helado.- El joven Kou se pasó una mano por su flequillo antes de abrirle la puerta de su Audi.
-Lamento lo del examen...
-No reprobaste si es lo que quieres saber, igual no esperaba tanto.
Yaten se subió al espacio del conductor, y emprendió un camino para una cafetería que conocía con helados artesanales de sabores frutales y de leche, no la compensaría llevándola a cenar, pero al menos la alentaría a seguirse preparando, sin embargo, la forma en la que aquel tipo la veía un momento atrás lo hacía fruncir el ceño de vez en cuando, existía algo que lo mandaba a cometer estupideces cerca de Minako, y él, que la había acusado de ser una persona Kamikaze cometía actos igual de ilógicos, qué irónica era la vida, ya que si no se controlaba iba a caer suicidamente y en picada hasta una penumbra prohibida.
Ya en el lugar, un mesero los ubicó amablemente en el segundo piso del establecimiento, en la terraza adornada con plantas y luces anaranjadas que daba una magnífica panorámica de la torre de Tokio a lo lejos, Mina estaba que sacaba chispas de alegría, ese lugar era uno de los sitios que las adolescentes soñaban para tener una cita de aniversario, era muy alagado el hecho cuando alguna presumía que su novio le regaló un ramo de rosas en esa misma mesa, si tan sólo fuera una cita real...
-Para mi un helado de vainilla, y para ella... seguro le gustan los duraznos.
Minako saltó en su lugar, era costumbre suya perderse en un limbo, que no fue consciente de cuando les tomaron la orden, iba a reclamar al platinado que pidiera por ella, pero la verdad era que acertó con maestría en lo que pretendía comer. Lo observó largamente, aprovechando que él estaba inmerso en sus propios pensamientos, se veía tan atractivo con su vestimenta entre formal y juvenil, nunca se imaginó que la camiseta rosa se viera tan genial con el saco azul marino, así destacaba su blanca piel, y el hermoso tono de su cabello.
-Yaten..., ¿Cómo supiste que me gusta tanto esa fruta?- Casi se desmaya cuando el aludido giró su cabeza en una tortuosa lentitud, buscando su mirada.
-Mi madre me mandó una lista con las cosas que te gustan, eso estaba subrayado con marcador rojo.
-Tu mamá es un ángel Yaten, nunca antes vi a mi papá tan feliz, imagino que el tuyo también lo fue con ella.
-Si, lo fue...- Yaten bajó el rostro, como si estuviera recordando algo que le causaba mucho dolor, cosa que Mina comprendió, y de la nada, acercó su silla para colocarse más cerca de él, y con su pequeña mano, acarició los nudillos del mayor.
-Comprendo lo que una pérdida así puede marcarte, pero si me dejas..., al menos te haré compañía un momento para que lo olvides.
Los ojos jades del platinado se agrandaron, y sus manos se estremecieron bajo el cariñoso gesto de Mina, su voz era tan bonita como su cabello adornado con su clásico listón rojo, sus labios rosas curvados en una tierna sonrisa, y sus largas pestañas aleteando en un gesto sincero, lo transformaron en un sujeto propenso a un inminente desastre, porque descubrió que esa sensación de pertenencia no la había experimentado antes en los brazos de otra, si seguía en ese juego peligroso, cometería el pecado de adentrarse en su alcoba para hacerla suya una y otra vez, por lo que de golpe apartó el contacto, recargando sus codos sobre la mesa, y para aligerar el ambiente, la molestó trayendo al tema el día que la empapó con su automóvil.
-Me conformo con que te fijes al momento de cruzar una calle, tal vez vayas muy cerca de la orilla y un coche te moje todavía más en un día lluvioso.
-Tienes razón, eso me pasó hace poco y... ¡tú!- Minako lo señaló con su dedo índice y su cara roja por el enojo.
-Me sorprende que tu capacidad intelectual sea del tamaño de una nuez, "fórmula 4", eso ni siquiera existe.
-¡Yo no tengo la culpa de no estar relacionada con esos temas!, ¡y te informo que todavía no te perdono!, además, ¿Cómo es posible que tengas ese auto tan costoso, si de profesor no ganas la gran cosa?
-No te lo estoy pidiendo Cuasimodo, y para tu información no fui huérfano toda mi vida, existen las herencias de los abuelos que te compensan su abandono al morir, ¿si alcanzas a entender eso no?
-¡Ah!, ¡ya basta!, ¡eres hombre muerto Grinch de pacotilla!
Yaten la sujetó de los antebrazos evitando que le propinara una sonora cachetada, para terminar riéndose de sus facciones cambiadas por la ira, con esa Minako si podía lidiar, con la infantil, la respondona, la torpe, la superficial, la niña, porque si se enfrentaba de nuevo con la mujer de hermosos sentimientos, canto de Diosa, mirada cristalina, y de atrayente sensualidad digna de Afrodita, no sabría qué era lo que podría pasar...
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Se levantó muy temprano ese viernes, tanto que todavía alcanzó a ver los últimos vestigios de la madrugada, pero no podía dormir, no cuando era el aniversario luctuoso del hombre que fue su héroe y un verdadero ejemplo a seguir. Mientras se cambiaba el pijama por un traje de color negro, el ya tan conocido sabor de las lágrimas atorándose en su garganta se hizo presente, y así de la nada, volvió a ser un niño asustado que tomó entre sus dedos la sangre tibia que se escurría de la cabeza de Helios Kou, manchando para siempre su uniforme de secundaria y su vida...
El coraje que sentía era el mismo de once años atrás, cuando el secuestrador lo interceptó afuera de su domicilio al regresar de la escuela, le molestaba ser tan débil, impotente, un inútil que no se pudo defender solo, esperando amordazado a que el famoso abogado que era su padre lo fuera a rescatar, lo cual se cumplió al pie de la letra, con un altísimo costo, un error que todavía lo sofocaba en sus pesadillas, culpándose por no ocupar el lugar que le correspondía y fallecer en su lugar.
Al atar su corbata le pareció que su misma existencia era una equivocación absoluta, cuando cerraba los ojos revivía el llanto de sus hermanos, y la desesperación de su madre al abrir el frío ataúd clamando por no despedirse de él. Detestaba las flores blancas, la visión de las velas derritiendo su cera en una agonía absurda y las condolencias de la gente que decía lamentarlo.
Jamás podría borrar su vacío que se fundía con la tierra que poco a poco era echada sobre su padre, y juraba que no habría esperanza al final del camino, al menos hasta que la vio..., Michiru significó la ruta de escape para un paraíso efímero, y gracias a ella sonrió sinceramente de nuevo, el entregarse mutuamente en un éxtasis de placer hizo que la adorara, y el escucharla era lo mismo que estar en el cielo.
Desganado y con toda su condena, bajó las escaleras para dejarle una nota a Mina en la cocina, ese día tendría permiso para faltar al trabajo, por lo tanto debía desayunar e irse sola a la preparatoria, una mueca parecida al desengaño cruzó por su rostro, esa rubia había conseguido que se olvidara de todo aquello que lo atormentara por unos días, pero no podría prolongar lo inevitable, al menos no en ese sombrío presente, nada borraría que jamás volvería a ser el cariñoso niño se que montaba de caballito en la espalda de aquel que lo vio nacer, ni de ser el apasionado joven que confesó a su primera ilusión cuánto la amaba entre sollozos de felicidad.
El recorrido era cada vez más fúnebre con el paso del tiempo, y con la llegada de la adultez comprobó que sus anhelos de que eso en algún momento se terminara, estaban rotos, destrozados en miles de pedazos de un espejo que ya no lo reflejaba. La pesadez de sus zapatos era tanta, que le costó mucho llegar hasta la lápida donde ya lo esperaban Seiya y Taiki, los tres tenían un pacto, y era visitar esa sagrada sepultura con el fin de decirle a Helios sus logros alcanzados hasta el momento, el castaño siempre tenía cosas que decir, y el pelinegro jamás paraba de alardear, sin embargo él... nunca había conseguido decir nada, se quedaba callado mientras sus hermanos posaban sus manos en su espalda, aguardando hasta que les dijera que era suficiente. Esa ocasión no era distinta a todas las anteriores, el desastre en su vida parecía que estaba anclado con cadena de hierro a una de sus piernas.
-Yaten, creo que tenemos una invitada extra..
La voz de Taiki se escuchó lejana, ¿alguien más en el cementerio?, ¿su mamá?, no... ella tenía su propio momento en el que pedía exclusivamente no ser incomodada para estar ahí, y según sabía ni siquiera Artemis estaba invitado, entonces..., ¿Mina?, la sola idea le dio un poco de consuelo, todo era más brillante si la veía sonreír con ese delicado hoyuelo que se le formaba en la comisura de su boca, qué bendición sería oler su perfume de fresas en lugar de la humedad de la tierra, o de poder presenciar los rayos del sol inmortalizados en esas hebras doradas. Sin embargo, la sangre dejó de recorrerle en las venas al voltear y ver frente a él a alguien que no esperaba, el mar viviente en su cabello, la elegancia natural de su presencia, y la belleza exorbitante de su rostro lo congeló en su sitio, no era posible..., no después de tanto tiempo...
-Yaten..., hola, ¿podemos hablar?
-Seiya y yo nos retiramos, nos vemos pronto Yaten.
Taiki jaló a Seiya, que se quejaba diciendo que esa malvada mujer no tenía ningún derecho de estar ahí, Michiru en cambio, tenía restos de lágrimas en sus perfectas mejillas, hipócrita, como si verdaderamente le doliera algo relacionado con él, o con lo que alguna vez vivieron. El platinado endureció su actitud, y con las manos en los bolsillos de su pantalón le dio la espalda, tratando de no insultarla y sacar a flote su sufrimiento infinito.
-¿Qué quieres Michiru?
-Yo... creo que lo mejor sería que fuéramos a otro lugar...
-Sabes lo desastroso que es éste día para mi, y veo que sigue sin importarte, lo que tengas que decir, hazlo aquí.
-Perdóname...
-¿Por qué?, ¿por irte sin decir adiós?, ¿justo cuando acababa de proponerte matrimonio en mi ingenuidad?- Yaten rio amargamente, con sus ojos visiblemente enrojecidos por ocultar tantas veces que esa situación no le afectaba.
-No tengo excusa para eso..., simplemente me dejé llevar por mi padre que me exigía ser concertista en Europa, pero en todo este tiempo, me di cuenta que...
-¿Qué?, ¿descubriste que finalmente si tienes un corazón?, ¿buscas limpiar tu conciencia?, ¡Dime Michiru!, ¡¿Qué demonios quieres de mi?!- El varón se dio la vuelta para sujetar a Michiru de los hombros, desestabilizándola.
-¡Tu amor!, ¡eso es lo que quiero!, sé que contigo no funciona otra cosa que ser directa, sé que eres soltero y no tienes una relación, así que regresé por lo más valioso que tengo, volví por ti Yaten, por nadie más.
La bella mujer se veía desecha, abrazando a un cuerpo que parecía más un ente robotizado que una persona, el platinado no le correspondía el contacto, en cambio le regresaba una gélida expresión que no compaginaba con el río de lágrimas de ella, enojado la separó mientras sentía que su ira estallaría igual que la lava de los volcanes.
-¿Mi amor?, no seas ilusa..., en el mundo existen los "una vez en la vida", y nuestra oportunidad la aniquilaste por tus absurdos miedos, déjame en paz...
No se detuvo por más que Michiru lo llamara, quería arrancarse los oídos para no creerle otra vez, se sujetó de su orgullo más primitivo para no verla, porque temía que si volvía sobre sus pasos, el rostro que más quiso lo convenciera volver a lo que estuvo sepultando día con día durante ese lapso de tiempo.
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No podía sacarse de la mente, los labios o el corazón, la letra de la canción que interpretaba con Zafiro, en cada ensayo, en lugar de ver esos ojos azules, rememoraba sin querer y sin evitarlo el color verde apagado de Yaten, y en ese viernes, de verdad se sintió incompleta sin verlo en el Instituto, los cincuenta minutos que estaban destinados en su horario para su clase, pasaron dolorosos, fingiendo frente a sus amigas que estaba contenta de tener más tiempo para almorzar, no, claro que no..., prefería morirse de hambre con tal de escucharlo decir su nombre al pasar lista, de observar su tranquilo rostro concentrado en explicar cada tema con una sabiduría que no encontraría en nadie más, ni siquiera en Taiki.
El camino de regreso a su residencia fue igual de gris, ya se había acostumbrado a que en algunas ocasiones volvieran juntos, como si fueran una pareja que se reúne con la finalidad de adentrarse en la complicidad de su espacio, el sonido del viento pasando a través de las copas de los árboles le daba un pequeño respiro, aunque las espesas nubes cubrían el manto estelar, amenazando por dejar caer una lluvia torrencial en las calles de Tokio.
Miró en dirección al cielo, esperando por las primeras gotas de agua, que rebotaron al chocar contra el paraguas transparente recién abierto, sonrió recordando la nota de Yaten de la mañana, entonces acarició el mango plástico del objeto que era propiedad de su hermanastro, y que dejó para ella en una sugerencia muda para que no se mojara, siempre la cuidaba, la procuraba a su manera hasta enternecerla, y sin más, corrió bajo la tormenta, contenta y expectante por encontrarlo en casa.
El portón y la entrada al recibidor cedieron bajo su llave metálica, y con la ilusión pintada en sus facciones, fue directo a la sala esperando verlo leyendo un libro, pero no estaba ahí, sabía con seguridad que ya había vuelto, puesto que el flamante Audi negro estaba estacionado en su sitio, así que dispuesta a ir a su habitación, se aventuró a las escaleras, sin embargo, cuando ya había subido dos escalones, notó que la luz proveniente de la biblioteca estaba encendida, un nerviosismo empezó a recorrerle desde los pies hasta la cabeza, nunca había entrado ahí, en primera, porque no le interesaba y en segunda, porque Yaten se lo tenía discretamente prohibido, sospechaba que era porque ahí dentro guardaba valiosos recuerdos de su familia.
Sigilosa se acercó, la puerta estaba entreabierta, y sin tocar entró despacio, como temiendo que en cualquier momento la echara a patadas, pero al instante ese miedo quedó vetado al tener frente a sí la imagen de un hombre que no conocía, el platinado estaba sentado en un enorme sillón de cuero negro, con una copa vacía en una de sus manos, y la otra cubriendo sus ojos, pequeñas gotas salpicaban su ropa, y al mirar con más detenimiento detectó una botella de ginebra a la mitad, así que sin esperar invitación se sentó a su lado quitándole el recipiente de cristal de la palma para colocarlo en el suelo.
-Ay Dios mío, Yaten, ¿Qué ocurrió?
-Vete...
-No lo haré.
Nadie estaba gritando, las oraciones salían en susurros, al final Yaten se cansó de ser fuerte, y bajó la mano que estaba en su rostro, observando a ese ángel de cabellos dorados que parecía querer llorar con él, así que sin más se recargó lentamente en el espacio sensible de su clavícula, suspirando sobre sobre esa tibia superficie, Mina lo recibió acariciando su cabello, y hablándole cerca de su oído, logrando que la piel del platinado se erizara a casusa de su cálido aliento.
-Ya... ya estás bien, estás a salvo..."basta ya de oscuridad, olvida tu temor, estoy aquí, nada podrá hacerte daño, mis palabras te abrigarán y calmarán..."- Yaten reaccionó al sublime canto de Mina estrechando su cintura contra su torso, profundizando un abrazo que era tan fuerte como una droga, curando sus heridas, adormeciéndolas bajo el hechizo de esa ninfa.
-¿Por qué?, ¿por qué no puedo amarte a ti? - La pregunta del profesor fue apenas audible, llegando hasta lo más profundo de Minako, era como un secreto entre los dos, ya que ella se hacía la misma pregunta todos los días, y esa noche por fin ambos lo aceptaban.
-Yaten...
Eso era todo lo que el mayor necesitaba para resquebrajar sus barreras, que de por si ya estaban dañadas por el alcohol, la forma en la que Mina dijo su nombre fue tan erótica y al mismo tiempo cargada de sentimientos que no pudo contenerse más, besando con absoluta adoración el lugar donde estaban posados sus labios, dejando un camino tenue de saliva que iba subiendo poco a poco por su cuello, los suaves gemidos de la adolescente le provocaron un incendio que estaba quemándolos a los dos, a pesar de que los toques eran todavía muy inocentes, lentos, como si quisieran alargar el momento hasta la eternidad.
La gloria de la comisura de su boca, y ese hermoso hoyuelo terminaron por enloquecerlo, una de sus manos abandonó su lugar en la cintura de Mina, para posarla en su mejilla derecha, sintiendo cómo se estremecía bajo sus dedos, como preso de un encantamiento hizo nula la distancia entre sus labios, pasando primero por un sencillo contacto, que les dio una descarga eléctrica similar a los rayos que se escuchaban afuera, la lluvia nocturna se presentó entonces como una amiga, que con su ruido mantenía en secreto el bajo instinto que estaba siendo desencadenado por un apasionamiento absoluto.
La punta de la lengua de Yaten apenas rozó el labio inferior de la menor, incitándola a hacer lo mismo con él, y así tímidamente Mina pasó a morder un poco, provocando en el platinado su primer sonido de excitación, de ahí en adelante el beso se transformó en un evento demandante, lleno de todo lo que la pareja le ocultaba al otro.
Llegó un punto donde eso no bastó para saciar la demandante sed, por lo que el docente recostó a su alumna en el espacio libre del sillón, bajando de nuevo en un camino de besos húmedos y calientes, que se detuvo en la tela de su blusa del uniforme, se incorporó irritado por el estorbo, y de un tirón deshizo el amarre del moño azul con líneas rojas, para dejar al descubierto el maravilloso nacimiento de sus senos, apenas y se veía el encaje de su brasier amarillo, y se sonrió a sí mismo ante tal tono, estaba acostumbrado al elegante negro, al extravagante borgoña de mujeres más experimentadas, pero Mina, su Minako conservaba la dulce indulgencia de quien apenas está floreciendo.
Desesperado bajó de nuevo para lamer aquella piel que clamaba por él y nada más por él, dejando una marca rojiza en el centro de su busto, tiñendo las mejillas de la pareja en un infinito tono de rojo, las manos de ella se aferraban a su cabello, y las de él se entrometieron en el espacio prohibido debajo de su uniforme, subiendo cada vez más hasta el monte perfecto cubierto por la prenda íntima, sus palmas temblorosas se posaron sobre su cuerpo, que tuvo un poderoso efecto en Mina, arqueando su espalda en un sensual ángulo para darle más acceso a Yaten.
Mareado, a punto de desfallecer, levantó la blusa para verla en toda la expresión de su belleza, besando por sobre la tela aquellos rosados botones que estaban erectos a causa de él, su propia entrepierna comenzó a molestarle, reclamando por unirse al virginal interior de la adolescente, para cerrar el pacto donde ella le pertenecía.
-Minako...- Pronunció su nombre con voz grave, ronca, sediento de ella.
Entonces, un poco de razonamiento lo golpeó con el impacto de una bomba, ¿Qué estaba haciendo?, estaba a nada de aprovecharse de alguien que no tenía la culpa de sus problemas, la deseaba como un demente, sí, pero no por eso iba a convertirse en un animal que le arrancara algo tan preciado por la simple excusa de estar ebrio, haciendo acopio de toda su voluntad intentó levantarse, pero los brazos de Mina lo mantuvieron acostado sobre ella, escuchando el acelerado latir de su corazón.
-Por favor Yaten, no pienses que eres un monstruo, yo quiero hacerlo, eres el único al que quiero entregarme...
-No sabes lo que me estás diciendo...- El platinado cerró los ojos, no podía estar soñando, trataría de convencerla que eso estaba mal, ya que si lo seguía provocando de esa manera, sería incapaz de contenerse.
-Claro que lo sé...
-Mina...
-No me importa, el que está ebrio eres tú, yo no, estoy en pleno uso de mi raciocinio, y lo deseo...
En esta ocasión, se atrevió a ser ella la que iniciara un beso nuevamente, respirando con dificultad en cada ocasión que tenían la oportunidad de tomar aire, deshizo el nudo de su cortaba que ya estaba a la mitad de su pecho, y la arrojó lejos para pasar sus femeninos labios por su quijada, sin embargo, luego de un suspiro inmenso, Yaten la tomó de las muñecas para hablarle directo a la cara, en medio de jadeos.
-Escucha..., no tienes idea de lo que me estás haciendo, yo..., siento que me voy a volver loco, temo no tratarte con delicadeza, y que sin querer te arranque la ropa interior, lo último que deseo es darte miedo, y si es tu primera vez, no quiero que la recuerdes así, no conmigo de esta manera...
-Si esa es tu condicionante, voy a esperarte...
Las confesiones siguieron siendo enmudecidas por las gotas de lluvia que golpeaban el vidrio de la ventana, las miradas dijeron más que mil palabras, y Yaten supo en ese instante que sus pensamientos sobre que Mina Aino jamás formaría parte de su entorno estaban hechos pedazos, ella no sólo era parte de su vida, ya se había colado hasta lo más profundo de su ser, no había vuelta atrás, acababa de aventarse sin retorno al abismo, como un suicida kamikaze...
Continuará...
Comentarios: ¿Qué dijeron?, ¿ya iban a sucumbir a las hormonas?, jeje noooooo, no iba a permitir que la primera vez de Mina fuera con un Yaten alcoholizado y despechado ¿verdad?, será lindo y muuuuuuuy hermoso, lo prometo, o al menos eso voy a intentar, no extrañen a las parejas co protas, seguiremos su historia de cerca también, y chachaaaaa, Zafiro entró en escena, ¿Qué nos deparará el destino?, no se lo pierdan, voten y comenten que es gratis, si notan algunos errores me perdonan jeje, casi siempre que vuelvo a releer el capítulo le cambio una o dos palabras, corrijo equivocaciones de redacción o gramática, pero la esencia es la misma. Aiñññ y gracias a todas por el apoyo, se merecen el cielo.
En especial a:
Kay-CherryBlossom y SailorFighter
La primera por ser tan buena y darme una bonita promoción en su grupo en FB, y la segunda por ser mi amiga desde que escribí mi primera historia y migrar conmigo de Saint Seiya a Sailor Moon, valen mucho chicas.
Nos leemos pronto, Yare.
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