Capítulo 4. PROPOSICIONES.

Sala de reuniones. Inferos.

Ker irrumpió en la gran sala. Su aspecto era sucio y desaliñado, pero no le importó lo más mínimo presentarse así ante Hades; por mucho que fuera el administrador del Inferos, ese "olympico" tendría que escucharle...

-Siempre tan discreto... -murmuró Hades.

-Hades, vengo a proponerte un trato.

-Tú no sabes proponer, así que será un mal trato.

-Escúchame y juzga por ti mismo.

-Está bien, habla. Pero dudo mucho que tengas algo que pueda interesarme.

-Te ofrezco a Persephone.

Hades lo miró con un brillo peculiar en los ojos: estaba enamorado de aquella diosa desde tiempos inmemoriales. Su mayor anhelo siempre había sido tener a alguien con quien compartir el inferos, pero sabía que ella nunca aceptaría.

-Vaya... ¿Y que debería hacer yo por ti?

-Necesito que des cobijo a un bebé no muerto.

El silencio invadió la sala, ambos se miraron fijamente. Era un duelo de miradas muy reñido, pero tras lo que aparentó ser una eternidad, Hades apartó la suya; Ker supo en ese preciso momento que accedería a su petición.

-Estás loco querido Ker... tantas muertes a tus espaldas te están afectando.

-En tal caso, despídete de Persephone.

-Ambos sabemos que ella nunca aceptará descender al Inframundo.

-En ningún momento he dicho que ella tenga que aceptar. He dicho que podía conseguirla.

-¿Y cómo piensas lograr eso? ¿Raptándola?

Ker sonrió. Hades se sorprendió; su tío abuelo Ker podía ser realmente maligno cuando se lo proponía, pero el trato empezaba a seducirle.

-Explícate, Ker.

-Sólo si me concedes un permiso por escrito para que el bebé pueda permanecer aquí un tiempo.

-Una noche. Nada más.

-No, Hades ¡Como mínimo un día!

Hades resopló, pero aceptó sin mostrar oposición. No le quedaba otra opción si quería tener junto a él a su amada Persephone.

En cuanto le entregó el documento firmado, Ker dijo:

-Muy bien Hades, en cuanto te traiga a Persephone tendrás seis meses para enamorarla, y al cabo de ese tiempo ella decidirá si quedarse o no. Deberás respetar su decisión sea cual sea. ¿Estás de acuerdo?

-Sí, que así sea.

Y sellaron el pacto con un solemne apretón de manos.

Ker salió de la enorme sala. Todo había salido según lo planeado, se sentía eufórico. Tratar con Hades era muy sencillo si sabías cómo.

Nada más llegar a sus aposentos, llamó a Thanatos.

-¡Por fin aparecéis! -exclamó Ker al verlos llegar.

-¿Cómo lo has logrado, Ker? -preguntó Ezis.

-Ya os lo dije, le propuse un trato irrechazable.

Ezis miró a su hermano con suspicacia, y éste se encogió de hombros mientras sonreía. Thanatos por su parte buscaba desesperadamente una manta con la que cubrir y poder dar abrigo al bebé.

-Toma. -le dijo Ker, tendiéndole lo que andaba buscando.

-Agradezco el tiempo que nos has proporcionado.

-De nada hermanito, sabes que todo lo hago por madre.

-Lo sé.

Ambos se miraron, en sus miradas se podía apreciar cariño y admiración hacia su madre. Aquella a la que muchos temían y que ellos adoraban.

Ezis por su parte había partido discretamente hacía ya un rato, llegó al Olympus casi agotada. Encontró a su hermano Moros junto a Pandora, en el jardín trasero del Templo de Afrodita. Ambos sonreían, mientras Moros jugueteaba con un mechón del cabello de la muchacha; si creyera en el amor diría que entre esos dos había algo más que amistad, pero Ezis no creía en el amor...

Como diosa del sufrimiento había visto demasiadas veces cómo los amantes se traicionaban mutuamente, cuando alguno sufría se olvidaba de ese amor y hería al otro sin piedad; sabía muy bien, que el peor de todos los sufrimientos era el sufrimiento del alma. Se acercó sigilosa y susurro:

-Moros... Tengo que hablar contigo

Pandora dejó de reír y Moros miró a su hermana con semblante serio.

-¿Qué ocurre, Ezis? ¿Por qué me molestas?

-Tú deberías saberlo mejor que nadie, eres el destino. -dijo mordazmente.

Moros irritado despidió a Pandora con un gesto de la mano, pero ésta no se fue.

-Hermano, necesitamos tu ayuda, Thanatos...

-¿Qué ha ocurrido con madre? -preguntó Moros sin dejarle terminar.

Ezis antes de responder le dedicó una mirada incómoda a Pandora. Ésta comprendió al instante que su presencia no era apropiada y abandonó inmediatamente el jardín.

-Thanatos no ha podido hacer entrega del recién nacido, puesto que padre está interviniendo. Sus súbditos estan junto a cada infértil del planeta.

-¿Pero cómo...? ¡Es imposible, yo mismo lo diseñé! Y no se puede engañar al destino.

-Hermano, Ker y Thanatos están con el bebé en el Inferos. Reúnete con nosotros allí, este lugar no es seguro para tratar este asunto.

-Está bien Ezis, ve con ellos. Yo te alcanzo en unos minutos.

-De acuerdo.

Ezis se impulsó hacia arriba desplegando sus alas en el aire y se puso en marcha.

Moros esperaba que su padre interviniese, pero no con tal premura. Era imposible que supiera que fue él quien les había dado instrucciones sobre qué hacer a sus hermanos, ¿pero entonces, cómo lo sabía? Seguramente tenía un traidor entre sus filas; repasó mentalmente a su gente, sin embargo no tenía ni idea de quién podría ser el infiltrado, pero daría con él y le cortaría la lengua.

Y entonces la encontró: aquella semidiosa tan especial que lo volvía loco...
Estaba apoyada en una de las grandes fuentes dedicadas a Eros, mientras con una vasija intentaba regar un geranio que crecía a sus pies, pero no lo lograba, o vertía muy poca agua o demasiada...
Moros sonrió al verla. Ese era el motivo por el cual no se había ido directamente con su hermana. Tenía que informar a alguien siempre de su paradero, aunque no era sólo por eso.
Su larga y oscura cabellera le saludó primero, Pandora sintió su presencia y dirigió su mirada hacia él.

-¿Qué ocurre? ¿Ya tienes que irte?

-Sí Pandora, debo atender unos asuntos.

-Siempre tienes que atender asuntos.

-Soy el destino, es mi deber.

-¿Y qué soy yo, Moros?

La pregunta le heló la sangre. Esa misma pregunta se la hacía él cada noche y no hallaba respuesta; mucho menos una respuesta que pudiera ofrecerle a ella. Se limitó a mantenerse en silencio, mientras notaba cómo la furia de Pandora iba aumentando.

-Muy bien. -dijo ella al fin- Vete.

-Pero Pandora...

Se acercó suavemente a ella y posó la mano con dulzura en su mejilla. Moría de ganas por besarla, pero ella aún no se lo había permitido, y ahora era el momento menos oportuno. Con un rápido manotazo Pandora le apartó la mano de su rostro.

-No vuelvas a tocarme ni tampoco a verme hasta que no tengas claro que soy para ti.

-Pero Pandora, eso es muy injusto.

-¿Qué creías Moros?, ¿Que por ser el dueño del destino tú no tendrías uno?

Moros se quedó helado, pues ella tenía razón: nunca se había planteado el hecho de que él mismo pudiera tener un destino. Pandora se desvaneció, dejando completamente solo a un desorientado Moros.

Miró a su alrededor, comprobando que efectivamente Pandora ya no se encontraba allí. Suspiró, y de un salto ascendió varios metros del suelo; de su ancha y fuerte espalda nacieron dos grandes alas doradas que brillaban bajo los rayos del sol. Miró hacia abajo angustiado buscando nuevamente esa melena oscura, pero no la halló. Decepcionado inició el vuelo hacia el Inferos.

Pandora lo vio partir con esas majestuosas alas doradas. Estaba inquieto por ella, lo sabía; pero era necesario, él era el destino, y de él dependía todo. No podía permitir que improvisara su destino con ella.

Pandora fue creada por Zeus para castigar a la humanidad. Después de abrir su caja y liberar el caos en el mundo, debió morir y no volver a existir, pero allí estaba... Existía, es más, era una semidiosa; la moira Cloto en una ocasión le dijo que ella vivía por un capricho del destino, por ese motivo se empeñó en conocer a tan esquivo dios: quería respuestas, pero lo que encontró fue mucho más que eso. Al verle algo en su interior se encendió, algo que ella no debería sentir, y no pudo separarse de él. Jamás pudo formularle la pregunta que le llevó hasta él, pues ya poco le importaba; aquel dios era caprichoso y juguetón, cosa que le encantaba... aunque a veces fuera cruel con ella. Una profunda voz interrumpió sus pensamientos:

-Pandora... tan bella como siempre.

Ella miró a su alrededor. Una oscuridad que no debería estar ahí lo envolvía todo.

-Hola, Erebo. -contestó.

Éste se materializó frente a ella.

-No me extraña que mi hijo esté loco por ti, Pandora. Eres bellísima.

-¿Qué deseas, Oscuridad?

-Mi reino te encantaría, tal vez te deje visitarlo algún día.

Pandora lo miró con seriedad, empezaba a cansarse de tanta charla.

-Preciosa... tengo un trabajo para ti.

-Yo no trabajo para ti Erebo.

-¿Y para quién trabajas? ¿Para Zeus?

-No. Deberías saber que yo sólo trabajo para mí misma, no sirvo a nadie, ni tampoco hago favores. Mi destino ya se cumplió, por lo tanto soy libre.

-Algo he oído, sí. Pero soy la oscuridad y a mí nada se me escapa; he visto cómo miras a mi hijo, estás enamorada de él. Y puesto que él no puede ver tu destino, nunca sabrá lo que sientes por él.

Pandora le escuchó con atención, sabía que no era de fiar y también sabía que nunca le ayudaría en nada. Pero eso Erebo no lo sabía, y ella se aprovecharía.

-¿Qué quieres, Erebo? Sé claro.

-Necesito tu ayuda en un asunto. A cambio Moros sabrá lo que sientes por él y podréis estar juntos.

-Estás dando por hecho demasiadas cosas, Oscuridad... Supones que yo deseo que él sepa lo que siento, supones también que él quiere saberlo, y lo peor de todo: supones que él siente lo mismo hacia mí.

-No lo supongo, estoy seguro de ello.

Pandora comenzó a caminar lentamente mientras su cabeza bullía en ideas. La oscuridad la seguía de cerca.

-¿Y bien? ¿Qué me dices?

Pandora se detuvo.

-Voy a ser clara contigo, Erebo:
no voy a arriesgarme a hacer nada por unas suposiciones tuyas, por muy seguro que estés de ellas. Además, ni siquiera me has dicho de qué se trata, ¿cómo voy a saber entonces si me conviene aceptar tu oferta?

-Es verdad mi dulce Pandora, aún no he dicho qué deberías hacer a cambio... ¡qué despiste por mi parte!

Pandora no soportaba que la tratasen con tantos halagos y tanta cortesía, ella no era tonta, pero sonrió cortésmente. Erebo prosiguió:

-Tu trabajo sería muy sencillo, algo que creo te encantará... Tendrías que acompañar a mi hijo el máximo tiempo posible, adorarle y hacerle feliz, eso es todo.

-¿Y dices que tú a cambio le dirás lo que siento por él?, ¿No crees que podría hacerlo yo misma?

Erebo se sorprendió por la sagacidad de Pandora. La había subestimado, sin duda alguna, cosa que no volvería a suceder.

-Entonces Pandora, ¿qué propones?

Pandora se regocijó por dentro, la oscuridad accedía a sus caprichos... Algo muy grande tramaba y ella lo descubriría antes de aceptar trato alguno.

-Es muy simple: Tú como padre de mi amado Destino deberías saber que no hay oscuridad en mi, ni tampoco luz... no puedes manejarme, al igual que tu hermano tampoco, y menos aún vuestros hijos... Quieres que te ayude a distraer a Moros de sus obligaciones para que nadie advierta tus movimientos durante ese tiempo.
Dime qué es lo que piensas hacer, y si me conviene te ayudaré a entretener a tu hijo.

-Nada, no pienso hacer nada. Sólo quiero que mi hijo sea feliz.

-Tu hijo es feliz mientras hace su trabajo. Prueba otra vez, Erebo.

-Está bien, te lo diré... Deseo inmunidad. Ahora que mi esposa se encuentra ausente, tendré que hacerme cargo de todo y eso es complicado con mi hijo vigilandome continuamente.

-Lo siento Erebo, pero no me conviene ayudarte. No eres claro en tus intenciones y puesto que atentas contra los intereses de tu propio hijo, no veo motivo alguno que me garantice que no atentarás contra mí una vez te haya prestado mi ayuda. -Sentenció Pandora.

-¡Lo mismo que nada te asegura que no atente contra ti si no lo haces! -exclamó Erebo algo irritado por la negativa de Pandora.

-¿Me estás amenazando, Oscuridad?

-No, claro que no mi hermosa Pandora, sólo señalo lo evidente.

-Lo evidente para mí es que te embarga la desesperación.

-La oscuridad nunca se deja llevar por la desesperación.

-¿Ah, no? Explícame entonces por qué estás suplicando ayuda a una niña, porque para ti eso es lo que soy,¿verdad?

-Pandora, no estoy suplicando. Te ofrezco estar en el lado vencedor, cuando yo reine por encima de todos; créeme, no te gustará estar en el otro lado...

Pandora se puso alerta: lo que acababa de escuchar era demasiado chocante como para ser posible. Pero por lo que veía en sus ojos, Erebo lo creía posible, y estaba convencido que lo conseguiría. Tenía que ser astuta en su réplica, pues no quería tenerlo como rival, aunque tampoco deseaba tener nada que ver con él. Con calma concluyó:

-Bien, querido Erebo, puesto que soy libre llegado el momento elegiré el bando que más me convenga. Supongo que sabrás comprenderlo.

-No estás segura de que yo pueda reinar, ¿verdad? De acuerdo bella Pandora, tú misma... lo verás con tus propios ojos y entonces sólo tendrás una opción.

-Que así sea pues -dijo Pandora sonriendo por dentro.

Había conseguido lo que quería: ya conocía los planes del Deus Tenebris y estaba segura que intentaría convencerla en más ocasiones, lo que le permitiría obtener más información de él, sin que sospechara de ella.

Con una reverencia, Erebo se despidió de ella. En su rostro se dibujaba una gran sonrisa triunfal. Ella también le sonrió, y el jardín se iluminó de nuevo.

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