Capítulo 26 parte 2. INCOMMODUM

Mansión Nocte. Alrededores del Olympus.

Mientras, desde la mansión Nocte, Eris utilizaba el Ojo del Destino en la clandestinidad para controlar los movimientos de Gunnbjörn; y lo que contempló la dejo sin palabras:

Aquel muchacho intentaba seducir a una joven bastante misteriosa, cuya fisionomía le resultaba tremendamente familiar... Casi hubiera creído que se trataba de una viajera si no hubiera sido porque al examinar por los alrededores del bosque halló a Thánatos camuflado entre la maleza. Rápidamente llamó a su padre para informarle de los nuevos acontecimientos.

—Érebo, mira esto —dijo tendiéndole el Ojo del Destino.

—Interesante… —expresó éste, imperturbable.

—¡Es mi oportunidad de cobrar venganza! Déjame apresarlos, padre.

—¿Cómo sabes que Némesis estará ahí?

—Simplemente lo sé.

—Aún no me has proporcionado ni la guerra ni la boda que acordamos…

—¡Me lo debes, padre! Por todos estos años encerrada como una humana por haber sido tu cómplice, todos esos años en los que no hiciste nada por mí.

—Está bien... ve. Pero si algo sale mal tendrás que arreglártelas tú sola.

—De acuerdo. Necesito veinte de tus mejores hombres.

—¿Veinte? ¿Estás loca? ¿Sabes lo que cuesta conseguir buenos guerreros?

—De ti depende que esto salga bien o sea un fracaso, padre.

—Está bien, llévatelos... Pero te quiero de vuelta en dos horas y con al menos quince de ellos vivos.

Eris desapareció sin siquiera despedirse. Era su oportunidad, y no pensaba desaprovecharla.

Dio órdenes a los soldados de su padre de no aparecer hasta que ella diera la señal y se transformó en la vieja völva Ingrid. Se acercó a ambos jóvenes despacio y exclamó:

—Gunnbjörn, ¿qué estás haciendo con esta joven?

Entonces Ker se comunicó inmediatamente con Thánatos:

«¡Es ella! ¡Deprisa, avisa al resto! Se trata de la oportunidad que estábamos esperando».

«Ya están en camino, entretenla unos minutos más».

—Esta joven ha recorrido un largo camino buscándote, völva.

—¿Ah, sí? Veamos... ¿Quién eres jovencita?

Ker fingió su mejor voz femenina y se dirigió a ella:

—¿Usted es la völva Ingrid de la que todos hablan?

—Así es, “Ker”… -ida —articuló haciendo la pausa intencionadamente—. ¿Cuál es tu nombre?

De pronto Némesis y Moros aterrizaron en el lugar guardando sus hermosas alas. Hypnos se encargó del joven, al que con tan sólo tocarlo se quedó dormido ipso facto; y Ker volvió a su forma original.

—Vaya, vaya... ¿Qué es esto? ¿Una reunión familiar?

—¡Ya está bien Eris! Conocemos todos tus planes, y no te permitiremos que los lleves a cabo —exclamó Ker.

—Estabas más atractivo como esa burda imitación de Afrodita, querido.

—Eris, has huido de tu castigo ante…

—... la ley… —completó la frase Eris interrumpiendo a su hermana— Lo sé Némesis, sé perfectamente todo lo que he hecho, y no me arrepiento, así que deja de sermonearme. Si has venido por mí luchemos, y si ganáis regresaré a esa maldita prisión.

—No te fíes de ella... —dijo Thánatos saliendo de su escondite— Trama algo, Némesis.

—¡Oh, vaya! El que faltaba… —dijo Eris con tedio en su voz.

—Ya contaba con ello, Thánatos. La conozco muy bien, siempre está tramando algo... —contestó Némesis.

—¿Entonces qué me dices, hermanita? —insistió Eris— Te propongo un enfrentamiento entre tú y yo, sin la participación de nadie más. Y la que salga victoriosa tomará posesión de la potestad sobre la otra.

—¿Por qué debería enfrentarme a ti si te superamos en número? Vendrás conmigo de todas formas.

—Si tan segura estás no tendrás inconveniente en luchar contra mí, ¿verdad?

Némesis lo pensó un solo instante, miró a Moros y éste le habló telepáticamente:

«No consentiremos que huya. Tanto si la derrotas como si no será apresada».

«No me fío, Moros. Es evidente que oculta algo».

«Tranquila, todos estaremos atentos a cualquier imprevisto».

—Está bien Eris, lucharemos.

—Oh... Cuánto voy a disfrutar destrozando esa estúpida cara, Némesis... —le amenazó Eris con una sonrisa arrogante.

—Como siempre... te pierde esa insolente lengua tuya —dijo Némesis desenvainando la espada que se había materializado en su cinturón por expreso deseo de la diosa.

Eris esquivó hábilmente la primera estocada lanzada por la Dea Iustitia.

—Empiezas fuerte, hermanita... ¿tienes miedo de que te venza? —dijo rodeando a Némesis.

—Tú querías luchar, ¿no? ¡Pues hazlo! —dijo arremetiendo contra Eris de nuevo. Un embate que su hermana no pudo esquivar…

La Dea Dissensionis logró cubrirse justo a tiempo con el escudo que materializó ante sí, de igual forma que había hecho Némesis con su kopis, que absorbió el impacto del ataque lanzado por su hermana. Dio media vuelta y se alejó de Némesis, quien claramente dominaba la lucha.

Hizo aparecer en su mano derecha una espada, y Némesis invocó su escudo; ambas armadas por igual se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo bastante igualada. Pronto Némesis logró hacer caer a Eris tras uno de sus embates, y con una sola parada logró que ésta perdiera el escudo. Pero Eris contraatacó con su xifos, provocando un feo corte en el brazo a Némesis, momento que aprovechó para ponerse en pie.

—¡Déjalo ya, Eris! —exclamó Thánatos— ¡Esto no te va a servir de nada!

—¿Ah, no? Ya veremos... —contestó Eris atacando de nuevo a Némesis.

Su ataque fue rápidamente controlado por Némesis, y justo cuando todos pensaban que Eris estaba a punto de ser derrotada, ésta gritó:

—¡¡Atacad!!

Decenas de guerreros de las sombras aparecieron, rodeando a los dioses y atacando con furia.

Thánatos, Ker, Moros e Hypnos se enzarzaron en una cruenta lucha contra los guerreros de la oscuridad. Pese a que ellos eran grandes dioses no podían acabar fácilmente con estos seres semiinmortales que los superaban en número.

Pronto Ker, superado por la situación, llamó a las keres. Éstas aparecieron en el cielo minutos después descargando su furia contra todo el que se interponía en su camino.

El caos que se formó alertó al poblado más cercano, donde un par de lugareños espiaban la escena incrédulos. Eris aprovechó este caos para propinar una patada que hizo caer a Némesis de espaldas.

—¡Ya eres mía! —exclamó Eris triunfante.

—Nunca, Eris… Nunca conseguirás aquello que te propones...

Eris apuntó el filo de su espada contra el cuello de su hermana.

—Esta espada está bañada en arsénico… ¿qué crees que pasaría si te corto la garganta…?

—¡Adelante, hazlo! ¡Vamos Eris, si es eso lo que deseas, hazlo! Sabes que no podré regenerarme y moriré desangrada… así que ¿a qué esperas? —La retó Némesis con soberbia mostrándole más la piel de su cuello.

—No será tan fácil, querida hermanita. Tu muerte llegará, pero antes me cobraré todos los años por los que me mantuviste cautiva en aquella celda…

—¡Yo no te confiné, lo hiciste tú misma al unirte a padre y aniquilar toda una ciudad!

—Y tú no pudiste siquiera rebajar mi condena, ¿verdad? ¡Soy tu hermana!

—Ni siquiera mostraste arrepentimiento, Eris... ¿Cómo podría haber alegado en tu favor?

—No, Némesis, tú nunca alegas en favor de nadie, tú sólo juegas a ser juez y jurado. ¡Tú únicamente condenas sin más y como te place sin importarte quién sea la víctima de tu próximo castigo divino!

—Sabes muy bien que eso no es cierto… Hay unas normas establecidas que todos debemos cumplir…

—¿Pero qué podía esperar de mi hermana? La misma hermana que fue capaz de condenar a su propia madre...

—¡No toleraré eso que has dicho! —estalló Némesis, desarmando a Eris con un solo movimiento.

—Como quieras... —dijo ésta moviendo su mano.

Al instante cuatro sombras se materializaron adoptando forma de guerreros alrededor Némesis, apuntando sus armas al cuello de ésta.

—¡Apresadla!

Los cuatro dioses masculinos continuaron combatiendo solos al desvanecerse todos los guerreros en una espesa niebla…

—¿Estáis bien? —preguntó Hypnos— ¿Os han herido?

—Estoy bien —dijo Ker— Esta vez no he permitido que me tocasen.

—Yo también estoy ileso —dijo Moros.

—¡Thánatos! —llamó Ker a su compañero y hermano.

—Sí, aquí estoy, y sin un rasguño. ¿Por qué habrán desaparecido sin más? —se preguntó en voz alta mirando al cielo por el que se habían desvanecido sus rivales.

—No tengo ni idea... ¿Tú qué opinas, Némesis? —preguntó Ker.

Y el silencio invadió el lugar...

—¿Némesis? —Llamó Hypnos a su hermana.

—¡¡Némesis!! —Gritó un colérico Moros temiéndose lo peor…

—No puede ser... —susurró Thánatos— Se la han llevado…

—Se trataba todo de una trampa para capturarla…

Hypnos buscó desesperado por los alrededores a su hermana, pero no la halló…

—Moros, no está. Ni ella ni el muchacho...

—¡Maldición! —exclamó Ker mientras reagrupaba a las keres…

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