Capítulo 2 parte 2. ADARA.
Moscú, Rusia.
-¿¡Padre!? -exclamaron los dos al unísono.
-No podéis hacerlo, ¡debéis dejar que muera! -les advirtió Erebo.
-Pero... ¿a qué se debe esta interrupción? -dijo Ker, interponiéndose entre su hermano y su padre.
-No permitiré que interfiráis en el sino de esa muchacha, ¡Sois mis hijos y me debéis respeto! -contestó altivo Erebo.
-Se trata de la portadora, de la mitad del alma de madre, Debo ayudarla a... -suplicó Thanatos.
Tras escuchar este alegato, su padre sonrió complacido y Thanatos enmudeció al advertir su reacción. Desconocía qué era lo que se proponía, pero estaba convencido de que no era nada bueno.
Ker por su parte, sabía muy bien lo que se proponía su padre y no estaba dispuesto a permitírselo.
- No quieres que nazca, ¿verdad padre? - dijo Ker.
Erebo esbozó una media sonrisa, que desapareció al instante.
- Me surge una duda:
¿por qué deseas apropiarte de media alma de madre? -le cuestionó Ker.
- Si no fueses el dios de la oscuridad, pensaría que el amor te ciega; pero ambos sabemos que no se trata de amor.
Thanatos comenzaba a comprender, demasiado tarde: ya habia comenzado la lucha entre ambos.
Ker apenas veía venir los golpes provenientes de la oscuridad, claramente, su padre era superior a él. No podría mantenerlo ocupado durante demasiado tiempo.
Thanatos debía actuar con rapidez:
-Hazle la cesárea ¡ya! -le gritó Ker, mientras esquivaba un puñetazo de Erebo.
Le devolvió el gesto, propinándole un codazo en la mandíbula, pero su padre ni se inmutó. Una sonrisa malvada apareció en el rostro del Deus Tenebris.
Alzó su ceja izquierda y apareció la espesa y oscura niebla, envolviendo la garganta del deu caede, afixiándole.
Su padre estaba utilizando sus poderes, no era trigo limpio, pero a Ker tampoco le sorprendió: él era la oscuridad absoluta. Sabía demasiado bien cómo hacer trampas, se podría decir que Ker estaba esperando a que actuara así.
De manera que se preparó, inspiró hondo todo el oxígeno que esa espesa niebla le permitió, proyectó toda su energía vital hacia el exterior, la visualizó atravesando todos los poros de su piel; sintió cómo la energía fluía desde su interior hacia fuera...
Y así fué, una fuerte luz color borgoña cubrió todo su ser, como un rojo escudo de fuerza que lo envolvía por completo.
Esto cegó a Erebo momentáneamente, quedando aturdido y provocando que la espesa niebla, se disolviese al instante.
Ker aprovechó la ocasión para contraatacar: era su oportunidad, tal vez la única que tendría, y no la dejaría escapar. Le asestó un golpe certero en el pómulo; era el primero de todos los impactos propinados, que había logrado causar efecto en su padre; Ker empezó a albergar esperanzas, aun no estaba todo perdido, tal vez podria vencerle...
Mientras Thanatos nervioso como nunca, hizo crecer la afilada uña de su dedo índice, a modo de bisturí y procedió a seccionar el abultado vientre de la muchacha.
Rápidamente la sangre empezó a manar abundantemente. Thanatos se detuvo, aquello era demasiado para él, miró sus manos rebosantes de sangre, el pequeño corte que apenas había profundizado y se sintió mareado... Tenía que continuar y extraer al bebé; pero apenas podía ver por dónde iba, la sangre salía a borbotones, ya ni siquiera podía ver su larga uña perforando a la chica.
En ese momento, hundió más su garra, escuchó el grito de dolor proveniente de la joven y se estremeció, volvió a detenerse y un momento después reanudó su labor limpiando la sangre, con su trémula mano izquierda, necesitaba ver bien lo que hacía, para no dañar al feto.
Estaba siendo meticuloso y muy cuidadoso, intentaba evitarle más sufrimiento del necesario a la muchacha, pero ella cada vez gritaba más... sus gritos eran tan agónicos que aterrorizarían hasta a los mismos demonios del Inferos. Pero Thanatos debía continuar, tenía que salvar a su madre; Una imagen le vino a la mente en ese momento: el rostro ceniciento de Nyx, su pelo azabache y sus ojos negros... sus labios rosados, le sonreían del mismo modo, en que lo hicieron en el día de su juicio y esto le infundió el valor que le faltaba; no podía fallarle a la mujer que le dio la vida.
Tomó aire de nuevo y con toda la calma de la que fué capaz, volvió a profundizar el corte.
Intentó abrir la incisión, poco a poco ayudándose de sus manos; quería sacar al bebé lo más rápido posible, para evitarle más sufrimiento a la joven. Pero con ese gesto Katiena enloqueció; sentía cómo abrían su vientre e intentaban arrebatarle a su bebé. Eso era algo que no estaba dispuesta a consentir.
Con las pocas fuerzas que aún le quedaban, la joven pataleó y arañó a Thanatos, éste se detuvo de inmediato; tenía que mantenerla inmóvil o podría poner en riesgo la vida del bebé, el mismo bebé al que todos, (a excepción de Erebo) trataban de salvar.
Intentó sujetarla con una de sus manos, pero katie, logró liberarse de su agarre debido a la gran cantidad de sangre que cubría sus manos y que la hacía resbalar. Thanatos intentó entonces, calmarla con susurros y palabras de consuelo, pero Katiena perdió el control...
De su garganta, surgió un grito desgarrador de puro odio hacia Thanatos, que lo hizo retroceder sorprendido.
Aquella pequeña niña tenía mucho valor, aún moribunda y desangrándose, luchaba por proteger a su bebé. Thanatos se emocionó, pues apenas era una chiquilla de quince años y ya era capaz de experimentar un amor tan puro como ese. Thanatos odió a su hermano Moros, lo odió con todas sus fuerzas:
¿Por qué esa niña tenía que pasar por todo este sufrimiento, cuando su alma era mucho más pura que la de cualquiera? -se preguntó.
En ese momento, ante él se materializó su hermana Ezis:
Vestía un chiton, claramente masculino, en tono blanco y lo acompañaba de un palio granate, que contrastaba con su dulce piel blanca; un ropaje nada apropiado para una diosa, pero ella era la diosa del sufrimiento, nadie osaba contradecirla y los pocos que se habían atrevido, se habían arrepentido al instante.
Ezis bajó la mirada y se encontró con aquella grotesca estampa, se quedó perpleja unos segundos al ver a su hermano Thanatos, intentando sujetar a una muchacha embarazada a la cual perforaba el vientre con su mano.
Una vez superado su desconcierto inicial, reaccionó y se dispuso a auxiliar a aquella pobre niña que estaba experimentando un sufrimiento tan atroz.
La sujetó con sus propias manos; en el momento en que ambas entraron en contacto, Ezis empezó a absorber el dolor de Katiena, era un dolor inmenso. Ezis se fortalecía de él, pero si se excedía y absorbía demasiado, acabaría sufriendo ella también. Mientras Thanatos aprovechaba para finalizar su tarea:
-Acaba ya, hermano -Pidió Ezis
Thanatos deslizó la uña rápidamente de un lado a otro del vientre de la muchacha, abriéndolo con sus manos para poder localizar al pequeño bebé; Perforó la placenta con sumo cuidado para no dañarlo y extrajo al neonato, era una niña, demasiado pequeña, pero estaba sana y bien formada.
Ezis seguía controlando el dolor de Katiena, por lo tanto ésta estaba en calma.
Katie vio cómo aquel ser, alzaba en brazos a su bebé e intentó levantar los suyos para cogerla: quería ver a su hija antes de morir, quería abrazarla, pero apenas pudo levantar la mano. Era consciente de que se estaba desangrando, el dolor había disminuido, pero sabía que le quedaba muy poco tiempo de vida.
Thanatos se apresuró y acomodó a la recién nacida en el pecho de su madre, ésta la miró con ternura, era tan pequeña... Estaba empapada y cubierta de sangre, pero era su niña, su bebé, su Adara.
Así la llamaría, lo había decidido en el momento que aquella mujer posó sus manos en ella, sin saber muy bien porqué, esa chica de ojos grises le recordó una vieja historia que le contaba su abuela; sobre tierras lejanas, bañadas por un mar siempre en calma, donde existían los dioses y los héroes que salvaban a la humanidad, de sus propios errores.
Al menos una de las dos viviría, pensó, eso era lo único que le importaba.
Tras la muerte de sus padres horas antes, lo único que le quedaba era Adara. Había hecho todo lo posible para que esa criatura naciera y ahora ahí estaba al fin; junto a su pecho. Sólo lamentaba no tener más fuerzas para vivir y cuidar de ella...
Miró a ese hombre que se le acercaba lentamente y vio bondad en sus ojos, tal vez Adara tuviera la vida que ella nunca pudo tener.
Thanatos se acercó al oído de la joven y con voz dulce susurró:
-Descansa valerosa Katiena Makarova, tu bebé sobrevivirá y tú vendrás conmigo.
Y Katiena dejó que sus ojos se cerrasen para siempre.
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