Capítulo 4

Han pasado casi tres meses desde esa noche. Ya soy  la novia de Michael, pero nadie lo sabe a petición mía, solo mis compañeros de trabajo.

Hace unas semanas atrás me he sentido un poco mal. Parece que agarré un resfriado.

—Aurora, termina con la cocina, yo arreglo la sala —me ordena Rosa y yo asiento.

Comienzo a limpiar y el olor de lo que está preparando para la comida me repugna, también me siento mareada; dejo de hacer lo que estaba haciendo y me recuesto en la pared, en eso viene entrando Rosaura.

—Aurora, ¿te encuentras bien? Estás pálida —yo niego.

—Me siento mal, ayúdame a sentarme, por favor.

Intenti caminar, pero un fuerte mareo me tira al suelo, haciendo que pierda la razón.

* * *

Despierto y estoy en mi cuarto con un doctor a mi lado.

—¿Cómo se siente? —pregunta.

—Un poco cansada y mateada, ¿qué me pasó? —me siento en la cama.

—Se desmayó, ya sé cuál es la causa; mientras estuvo inconsciente le hice unos análisis, entre esos una prueba de embarazo y dio positiva, usted está embarazada —mi corazón late con fuerza.

—No puede ser —susurro. —¿Cuánto tiempo tengo? —pregunto.

—Exactamente no le puedo decir, debe hacerse un ultrasonido. Por el momento debe permanecer en reposo y tomar unas vitaminas —yo asiento.

Me da una nota y yo sigo en shock. La puerta se abre y por ella entra Rosa, el doctor sale.

—Estoy embarazada —susurro sin poder creerlo y ella se sorprende.

—Felicidades, Aurora, ser madre es lo mejor que le puede pasar a una mujer —me abraza y yo sigo inmóvil.

—Rosa, este bebé es de Michael, es el único hombre con quien he estado en mi vida y no puede ser, esto no debió pasar —la puerta se abre y veo a la señora Beckman.

Palidezco y trago en seco.

—Déjanos solas —Rosa obedece y se va.

Yo me levanto de la cama y ella se acerca a mí, me pongo nerviosa.

—Repite lo que acabas de decir —me mira.

Sus ojos botan fuego de la enojada que está. Con algo de miedo digo.

—Estoy embarazada y es de su hijo —bajo la mirada y ella me abofetea, luego me agarra del brazo muy fuerte.

—Óyeme muy bien aparecida, mi hijo no se va a hacer cargo de ese bastardo, así que mira cómo le haces. Además, mi hijo se va a casar —yo niego.

—Eso no es cierto —digo con un nudo en la garganta.

—Claro que sí, yo jamás dejaría que mi hijo anduviera con una poca cosa como tú. Y si no me crees, sirve la comida mañana con Rosa y te darás cuenta. No hará falta que te despida —me suelta con brusquedad y azota la puerta dejándome con un lío grande.

Al día siguiente...

Todavía no le he dicho a Michael sobre mi estado y se lo diré hoy después de la comida, espero que se lo tome bien.

Ahora serviré a los señores junto con Rosa. Salimos y allí están, acompañados de otra familia, nos hacemos a un lado. Michael me mira y palidece.

—¿Cuál es el motivo de esta cena? —pregunta el señor Beckman.

Parece extrañado con la presencia de los invitados.

—Angela y Michael decidieron casarse —responde la señora.

Mi corazón late fuerte, mis manos comienzan a sudar y mi boca se seca.

—¿Eso es cierto, hijo? —vuelve a preguntar el señor.

Espero su respuesta. Nuestros ojos se encuentran y baja la mirada con semblante serio.

—Sí, papá —responde.

Al escuchar eso mi corazón se parte en pedazos, trago en seco.

Él no me mira y ella lo besa. Mis ojos se cristalizan y salgo de allí, voy a mi cuarto, saco la maleta y recojo mi ropa.

—Aurora, déjame explicarte —dice y yo sigo en lo mío.

—¿Que me vas a explicar? Que te burlaste de mí, que mientras me decías que me amabas te revolcabas con ella —digo dolida y cierro la maleta.

—Solo escúchame, ¿sí? —niego con la cabeza y le tiro la carta donde estaba escrito lo de mi embarazo.

—Yo te amo y hoy te iba a decir la noticia que me tiene tan contenta desde hace días, pero mira con lo que me saliste. Espero que seas muy feliz con ella, hasta nunca Michael —respondo y salgo de esa casa hecha pedazos.

Voy al aeropuerto y compro el primer boleto para la ciudad de México, que sale en media hora. Le marco a mi mamá y le aviso que voy para allá.

Mientras espero derramo lágrimas, llega la hora y antes de subirme al avión lo veo ahí.

—¡Aurora, espera no te vayas! Si lo que escribiste es cierto, no te subas a ese avión, por favor... Escúchame, ¡yo te amo! —grita y yo derramo una lágrima.

Y yo a ti, pienso.

Sigo mi camino y me subo al avión. Este despega y un pedazo de mi corazón se queda con Michael. No puedo evitar llorar. Toco mi vientre y digo.

—Nada te faltará, mi amor, eso te lo juro —susurro dolida y siento que ya nada va a ser igual.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top