Esa pregunta y este amor
A ti, que te debo
Estos dolores
de pecados indoloros
—pájaros que no vuelan,
muertas sus alas—,
los curaste,
suavizando las grietas
de esta alma toda terca.
Mis faltas y excesos,
que a veces me hacen preso,
sacan el desagrado
del que se sabe enamorado,
pero preocupado,
de un mal que no vive.
Cuánto habrá sangrado el herido,
cuánto lloró la Magdalena,
qué feo se puso el mundo,
ante la pena antes de ti.
El infeliz se siente dichoso
de la alegría que llega a mí.
Sin embargo,
en su letargo de risas y sonrisas,
sin visitas de serotonina,
¿acaso sabe lo que haría sin ti?
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