El Fotógrafo
El característico sonido de una toma recién hecha se siente como música para mis oídos. Levanto el rostro del pequeño lente para verificar el resultado moviendo mis dedos sobre los botones, ansioso por ver aquella obra de arte. Tan bella como la original... Los coloridos y delicados puntos sobre el verde de la pradera en contraste con el claro azul del cielo y la esponjosidad de esos blancos algodones. A unos pocos metros, un recio árbol con sus ondeantes ramas y un par de rebeldes hojas que habían decidido escapar con el viento. Una enorme sonrisa cruza mis labios en lo que me aseguro de guardarla en la memoria portátil del aparato. Los ojos se me cierran lentamente en respuesta a la suave brisa que pasa por mi rostro. Un agradable calor recorre mi cuerpo mientras dejo la cámara delicadamente sobre mi pecho. Luego de un tiempo, opto por levantar los párpados notando como la claridad del cielo ha sido reemplazada por un fondo lleno de salpicaduras púrpuras y anaranjadas con muy poco blanco.
Se hace tarde...
Sin perder más tiempo, recojo el resto del equipo utilizado, despidiéndome del hermoso paisaje con una última mirada, antes de caminar hacia la negra camioneta estacionada a un par de metros.
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Por el retrovisor, veo como las sombrías calles nocturnas me dan la bienvenida. Pequeños rayos de luz proviniendo de las farolas, el cemento roto o con relieves de la acera y, a un lado, la lisa carretera. Mi mente divaga entre las mil y un ideas extraíbles de aquel paisaje de concreto hasta que este se ve suplantado por una pintoresca casa de rojas tejas, paredes color crema y el contrastante verde de las plantas que la rodean. Bajo la velocidad para estacionar frente al portón, tomar todas las cosas y, finalmente, salir del vehículo colocando el seguro de paso.
Hogar, dulce hogar.
Luego de caminar el corto tramo hacia la puerta, abro esta de un pequeño empujón para poder cruzar el umbral de la casa. Libero mis pies de su prisión de cuero, colocando la gruesa chaqueta en el perchero no sin antes sacar de ella la memoria y mi celular, revisando la hora mostrada en la pantalla.
6:00 P.M... No es muy tarde para trabajar, ¿no?
Una sonrisa cruza mis labios en lo que me dirijo a la cocina para tomar una taza del café que había quedado de la mañana, dándole un buen trago de camino a la sala. Allí, en un rincón alejado de gran parte de los muebles, reposa aquel blanco computador de oficina sobre un pequeño y algo desgastado escritorio. Retiro la vieja silla de rodachines para sentarme, dejando la taza a un costado del teclado; al mismo tiempo, conecto la memoria detrás de la pantalla. Los archivos se despliegan casi inmediatamente en una gran cantidad de imágenes en miniaturas. Me dispongo a abrir una por una, detallando cada centímetro de ellas como si fueran lo más precioso de este mundo. Los colores, estructuras, luces y perspectivas combinados en total armonía son un deleite para mis ojos. Lejanamente, logro escuchar la canción "No-Cigar" de ham slamm, proviniendo de mi celular. Lo tomo contestando casi al instante, pero no recibo más respuesta que un par de susurros... Lo retiro de mi oreja viendo hacia la pantalla extrañado. Es un número desconocido... Cuelgo sin dudarlo dos veces.
Ha de ser una llamada de bro-
De reojo, veo que la carpeta de archivos en la pantalla se cierra. Intento volver a abrirla confundido, pero esta no responde. Tres intentos más pasan, nada ocurre.
Que extraño...
De repente, una nueva ventana surge sobre el centro del fondo de anaranjadas montañas...
"El pasado será tu desgracia futura"
Mis ojos, encogidos en señal de completa confusión, se posan fijamente sobre esas seis palabras en un intento por encontrarles alguna razón o significado. Al final, prefiero no darle tantas vueltas, por lo que dirijo, algo rápido, la blanca flecha del mouse hacia el botón rojo que cerrará aquella página. Doy dos efímeros "click..."
Insisto dos veces más...
Algo no está bien. Será mejor revisarlo por si hay algún daño.
Rápidamente y sin mucho cuidado, retiro la memoria para evitar que también se estropee, apagando el aparato poco después.
Llamaré al técnico en la mañana para que lo revise.
Sin más que hacer en la sala, tomo la taza ya vacía, levantándome para dejarla en la cocina antes de ir hacia las escaleras. Las recorro, dejando escapar un profundo bostezo de mi boca. El cansancio comienza a pesar sobre mis hombros, aumentando a medida que dejo atrás un nuevo escalón. Finalmente, y en cuanto mis dos pies se posan sobre el frío suelo del último de ellos, camino directamente hacia el dormitorio para cambiarme y así, dejarme caer sobre las suaves almohadas...
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Una suave, pero repentina molestia choca contra mis párpados haciendo que los abra lentamente, permitiéndole a la luz darme los buenos días. Me remuevo un poco sobre las mantas viendo hacia el blanco techo del dormitorio; terminando de despertar por completo. El frío roza mis desprotegidos pies, haciendo que un escalofrío recorra todo el resto de mi cuerpo.
Se supone que la calefacción debería estar funcionando...
Me levanto, colocando los pies sobre el suelo para pararme de un solo impulso y así, empezar a caminar hacia al baño en búsqueda de una relajante ducha de agua caliente, el mentolado sabor de la crema dental y un poco de los típicos productos básicos de higiene personal. Me tomo mi tiempo para prepararme, finalizando con una vestimenta cómoda e informal que luce realmente bien en el espejo frente a mí junto a esa confiada sonrisa de mis labios.
Bien, todo listo.
Mientras bajo las escaleras con destino hacia la cocina, una sensación de vacío se aloja en mi pecho, quitándome la respiración por un momento. La conocida sensación de tener a alguien a tus espaldas. Volteo rápidamente, viendo a mi alrededor, pero no logro encontrar nada. Extrañado y algo temeroso vuelvo la vista hacia la escalera para continuar con mi camino hacia el primer piso. Al estar frente a los gabinetes de la alacena, saco los ingredientes necesarios para hacer un desayuno de pan tostado y café con leche, tanteando con mis dedos la dura y lisa porcelana de la vajilla, notando una textura diferente en lo que parece ser una taza. La tomo, colocándola frente a mí para analizar lo que tiene: un pedazo de papel amarillo pegado justo sobre el borde con algo escrito en él.
"¿Sabes quién soy...? Yo sé quién eres"
Escrito con la misma fina y cuadrada letra del computador.
¿Qué es esto...?
Trato de mantenerme calmado, pero la sensación de verse vigilado vuelve, pesando sobre mis hombros junto a la ola de pensamientos paranoicos que crea mi mente, inundada por el temor.
Alguien estuvo aquí...
...
¡Alguien está aquí!
...
¿Qué debo hacer?
...
¡Llamar a la policía!
Dejo la taza lentamente sobre el mesón, controlando lo más que puedo el temblor en mis manos. Los latidos de mi corazón se desenfrenan de a poco, llegando al punto en que siento cada pulsación retumbando, cual fuerte golpe, sobre mi pecho.
¡Algo cubre los números!
"Olvidaste mi número... Me olvidaste... pero yo nunca lo hice..."
Otro papel... De un solo y brusco movimiento lo retiro, yendo directamente a presionar el verde botón de llamada para colocar el aparato sobre mi oreja en espera del característico tono monótono e infinito, pero el silencio absoluto es lo que obtengo.
¿¡Qué pasa!?
Dejo el teléfono de nuevo en su base para correr rumbo al escritorio, tomar el celular y repetir el proceso con él, pero nada diferente ocurre. Alejo el objeto de mi oreja para observar la pantalla en busca de una explicación, encontrándola completamente negra. Casi de inmediato, la misma pantalla se enciende inundándose de blanco. En ella, resaltan unas cuantas palabras en negro.
"¿A quién vas a llamar, Roger?"
Un intenso olor a azufre alcanza mi nariz, haciendo que mi cabeza empiece a doler.
¿Cómo es que sabe mi nombre...?
Mi respiración pierde su ritmo normal, volviéndose errática y desenfrenada. No logro entender qué ocurre. Retiro la silla para sentarme, apoyando los brazos sobre el mismo escritorio. Mis ojos se cierran fuertemente en un intento por calmar el creciente temor. De repente, estos se abren de par en par en desconcierto por una repentina vibración.
"¿Planeas holgazanear todo el día...? Es como si no te importara tu trabajo. Y tanto que alegabas que era tu pasión."
Me levanto rápidamente, escuchando el estruendo de la silla chocando contra la madera del suelo, antes de empezar a correr lo más rápido posible hacia la entrada.
¡Necesito salir de aquí!
La puerta es azotada en lo que cruzo el umbral. De inmediato, comienzo a ver a mis alrededores buscando algún tipo de ayuda, la que sea... Pero la calle está completamente desierta...
De nuevo, el corto sonido de notificación junto a la característica vibración en mi mano se hace notar, empeorando todo...
No quiero mirar, pero... Acaso... ¿Tengo otra opción...?
"Caíste..."
Toda sensación en mi cuerpo desaparece, siendo reemplazada por una abrumadora e intensa debilidad. Las imágenes se vuelven borrosas, haciendo que mis ojos no paren de parpadear en un intento por aclararlas y mantener la lucidez. Siento como mis piernas tiemblan justo antes de flaquear, haciéndome caer de rodillas al suelo. Con las pocas fuerzas que me quedan, levanto la mirada hacia el inicio de la calle. Una ondeante figura azul grisáceo se acerca de a poco por la acera...
No puedo más...
La dureza del suelo me permite descansar el peso de mi cuerpo en lo que la poca iluminada noche termina por verse consumida en completa oscuridad...
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La agradable y fuerte sensación de calor se posa sobre mi cuerpo. Parpadeando un poco, abro por completo los ojos viendo lo que reconozco como un despejado cielo.
Espera, ¿el cielo...?
Aún un tanto confundido y somnoliento intento reconocer algo a mi alrededor, tanteando a mis costados con las manos. La sensación de picor llega inmediatamente, como pequeños pinchazos de una aguja para tejer, sobre la piel de mis palmas. Acompañándolo, está el inconfundible olor a hierba que roza mi nariz.
Estoy afuera, en un lugar abierto...
Siento un poco más de fuerza en mi cuerpo en lo que el sol ayuda a despejar el sueño, por lo que hago el esfuerzo por levantarme levemente hasta quedar sentado, apoyando mis manos sobre el suelo tras mi espalda. Masajeo un poco mis ojos, buscando minimizar el impacto de la repentina y cegadora luz.
-Vaya. Hasta que por fin despiertas- Escucho frente a mí. Todos mis sentidos despiertan de golpe. No estoy solo.
-¿Quién eres...?, ¿Dónde estoy?- Son las únicas preguntas que salen susurradas de mi boca mientras voy levantándome lentamente.
Una incrédula carcajada resuena en mis oídos. Por impulso, mis ojos se desvían en su dirección, encontrándome con la figura delgada de un hombre castaño, tez morena y vestimenta informal. No logro ver por completo su rostro, debido a la sombra que el elegante sombrero vinotinto en su cabeza crea sobre su vista inclinada hacía el suelo. Lo que sí puedo ver, es la forma en la que sus labios se curvan en una muy poco agradable sonrisa.
-Estamos en el centro del frondoso bosque del parque Banff, Roger ¿Acaso ya lo olvidaste?- Menciona burlonamente.
-¿Cómo es que llegué aquí?- Le pregunto más firme de lo que pensé que podía salir mi voz, encarándole.
A medida que escucho más su voz, puedo decir qué hay algo en ella que pone mi mente a trabajar. Me es muy familiar...
-Tu mismo caminaste hasta aquí- Le escucho salir de sus labios junto a una divertida, pero socarrona sonrisa.
¿Qué...?
Un punzante dolor se instaura en mi cabeza. Veo mi cuerpo caminando tranquilamente hacia el auto, las calles siendo reemplazadas por el rocoso estacionamiento del parque y la gran cantidad de árboles que pasaba antes de terminar tendido sobre el verde suelo. Todo pasa cuál rollo fotográfico frente a mí. Sin embargo...
¿Por qué mis ojos tienen ese brillante color ámbar?
El sonido de una pequeña risa llega a mis oídos, devolviéndome a la realidad. Atino a voltear de nuevo hacia su dirección, encontrándome con un rostro despreocupado y altanero viendo distraídamente hacia los árboles a su izquierda.
-Aunque... puede que haya tenido algo que ver en ello...- Menciona burlonamente aceptando la culpa por lo que me ha ocurrido hasta ahora. Pero... algo aún no encaja.
¿Cómo sabía, exactamente, lo que haría y hacía?
-¡Es imposible...! ¿¡Qué fue lo que hiciste!?, ¿¡Cómo fue que...!?- Le reclamo fuertemente en busca de la verdad, a lo que solo recibo otra sarcástica sonrisa.
-No nos adelantemos a los acontecimientos, ¿quieres? Primero, quiero que hagas algo por mí...- Su voz se escucha lenta y suave mientras veo cómo su rostro se levanta permitiéndome notar, por unos segundos, como sus castaños ojos comienzan a inundarse en un brillante ámbar. Igual al que tenían mis ojos al caminar hacía aquí...
Un pequeño picor se expande por mis ojos. Su mano se extiende frente a mí en una clara invitación a tomarla. No debo hacerlo. Sé que no debo. Pero...
¿Por qué siento que necesito hacerlo?
Intento, con todas mis fuerzas, evitar que mi cuerpo reaccione, pero este no me responde, revelándose ante mis esfuerzos al aceptar fuertemente aquel gesto. La sensación en mis ojos desaparece casi de inmediato, haciéndome parpadear un par de veces antes de encarar de nuevo el rostro, ahora libre, del hombre frente a mí.
No puede ser...
Él es...
¡Owen!
-Realmente eres como un libro abierto, viejo amigo... Solo con tu expresión puedo ver que recuerdas ahora, ¿verdad...?- De nuevo aquel tono suave y lento junto a una pequeña sonrisa. Ahora, siento escalofríos al escucharlo.
-Tú y yo. Ambos en la misma universidad, el mismo año y la misma carrera. Nuestra única y verdadera pasión, la fotografía...- No puedo moverme, a pesar de que lo deseo con todas mis fuerzas, mi vista solo se posa fijamente en el suelo.
-Nos conocimos, hablamos y al poco tiempo éramos mejores amigos... Hasta que llegó aquel día...- Continúa hablando, pero su tono se vuelve más sombrío a medida que el relato continúa.
-Debíamos preparar una exposición con nuestros mejores trabajos para que estos fueran presentados a fotógrafos profesionales. Ellos los evaluarían y escogerían a quién patrocinarían. Ambos estábamos tan entusiasmados por ello... Pero tenían que arruinarlo todo...- Aquellas últimas palabras salen cargadas de resentimiento de su boca. Presiento que no va a gustarme lo siguiente que oiré.
-¡Te anunciaron como el ganador...!- Por el rabillo del ojo logro captar un leve movimiento. Sus manos se ven empuñadas fuertemente a sus costados. Lo amortiguadas que habían sonado sus palabras solo me hacen pensar en el fuerte choque que ha de haber entre sus dientes.
-Desde ese momento, absolutamente ¡Todo! empeoró para mí... Despreciaron mi trabajo a cada agencia a la que iba. Decían que era un trabajo vacío, simples fotos bonitas... Me humillaron... Pero, todo eso termina aquí y ahora- Sus manos se desenvuelven en lo que su semblante cambia drásticamente a uno extrañamente relajado, cínico...
-Lamento no habértelo dicho antes, pero simplemente te me adelantaste tomando mi mano directamente- Dice, burlonamente. Sus labios mantienen otra horrible sonrisa dejando escapar el aire en una corta risa de superioridad.
¡Yo no quise hacerlo!
-No lo sabías, pero con ese simple apretón de manos, has aceptado realizar un... "trato" conmigo... En palabras simples; firmaste un contrato en el que solo uno puede salir beneficiado... Tal y como hace unos años, tendremos un segundo y último enfrentamiento de nuestro trabajo. Sin embargo, las reglas del juego cambiarán un poco esta vez...-
-¿A qué te refieres...?, ¿¡De qué estás hablando!?- Esto me está cansando. Los rastros de pánico se van, tornándose rápidamente en una desafiante impaciencia y enojo a cada segundo más que paso sin obtener respuestas.
Su sonrisa solo se ensancha en lo que levanta el rostro, viéndome burlonamente desde arriba.
-Quien gane, no solo se lleva el prestigio de la victoria. También, logra conservar su vida...-
Eso no suena nada bien...
...
¡Nada de esto está bien, imbécil!
No atino a más que a intentar continuar sosteniendo la mirada sobre su rostro, pero esta se mantiene oscilando entre este y una parte de sus hombros, expectante. Ninguno de nosotros se atreve a hacer el más mínimo movimiento.
Mis semi-paralizadas pupilas logran reaccionar cuando le veo mover ligeramente la cabeza hacia su hombro derecho, teniendo una mirada completamente perdida y pensativa.
-Bien... creo que ya podemos empezar, entonces- Sus ojos vuelven a verme completamente serios.
Casi inmediatamente, justo sobre el hombro hacia el que veía de soslayo, comienzan a aparecer... ¿Escamas...? Si, no cabe duda. Escamas de un brillante color azul grisáceo cubriendo lo que parece ser la pequeña cabeza de una especie de reptil. Algo similar a un dragón, podría decir, por las capas de piel palmeada a cada lado de su mandíbula; tal y como si fueran las patas de una rana, simulando ser algo como sus orejas. Su cuerpo continúa irguiéndose, largo y delgado cual serpiente. Una cresta palmeada en su espalda y dos pequeñas alas, similares a las de un murciélago, sobresalen de ella. Por una fracción de segundo, la criatura abre sus fauces mostrando con orgullo todos sus delgados y afilados colmillos junto a una larga lengua puntiaguda. Por úlitimo, mi vista se clava en esos pequeños ojos completamente negros de los que solo destacan dos brillantes anillos de color rojo carmesí.
-¿Qué es... eso...?- Le pregunto con voz temblorosa, intentando no tartamudear y camuflar el gran espanto que la criatura me ha generado. Su respuesta empieza con una corta risa altanera.
-Te presento a mi ayudante, Roger... Esta criatura es un leviatán, la forma física y personificada del demonio de la envidia... Él fue el responsable de ayudarme a preparar y realizar todas tus desgracias de hoy, así como de traerte hasta aquí y brindarme el poder necesario para llevar todo a cabo sin mover un solo dedo. Increíble, ¿verdad?-
¿¡Demonio...!?
No puede ser posible. Su mirada llena de adoración continúa sobre esa criatura, mientras la acaricia como si fuera solo una mascota. Los segundos pasan, haciendo que la incertidumbre vuelva de a poco a alojarse en mi pecho. De repente, su rostro comienza a moverse hasta llegar a encarar el mío.
No puede ser...
Su ojo izquierdo conserva aquel castaño, mientras que el derecho es... un brillante anillo rojo carmesí sobre un fondo completamente negro.
Dios, Owen. ¿Qué es lo que has hecho...?
Intento alejarme de él, pero el agarre de nuestras manos se mantiene, volviéndose más fuerte tras mis inútiles intentos. Lo único que cruza por mi mente es que necesito alejarme lo más posible de aquí. Él no es aquel confiable amigo universitario que conocí, ya no lo es.
La voz de Owen me devuelve a la realidad al llegar a mis oídos con un tono demandante en lo que parece ser una orden hacia la criatura que no logro entender o saber hasta que ella comienza a acercarse reptando a través de su brazo extendido bajo la bicolor mirada del hombre, la cual la sigue fijamente junto a una malévola expresión en su rostro. Siento la rugosidad del demoníaco cuerpo en la piel de mi brazo, haciendo que vuelva a verla, acercándose cada vez más hasta que desaparece de mi campo de visión, trasladando la sensación alrededor de mi cuello y parte de mi hombro derecho hasta quedar completamente inmóvil. El aire comienza a faltarme. Los frenéticos latidos de mi corazón retumban en mis oídos. Múltiples susurros, constantes e inentendibles, se escuchan a mi alrededor, pero no hay nadie más que nosotros. El abrumante olor a azufre vuelve, mientras el agarre a mi mano se va debilitando hasta soltarme finalmente. Una fuerte sensación de ardor se instaura en mis ojos por unos segundos hasta que se detiene junto al pequeño peso sobre mi cuello.
¿¡Qué es lo que acaba de pasar!?
Las estruendosas carcajadas resuenan lejanamente, haciéndose mucho más fuertes en lo que levanto la mirada hacia la contraria.
-Ahora sí que podemos comenzar- Exclama, elevando su mano hacia un costado, sosteniendo lo que identifico como una cámara realmente buena, como si quisiera presumirla. Viéndome desde arriba con una sonrisa arrogante, señala a mi costado izquierdo a lo que volteo para encontrar otra cámara, un modelo mucho más viejo que la suya. La tomo desconfiadamente, notando como el lente y un par de botones visibles se encuentran rotos.
-No puedo trabajar bien con esto- No obtengo respuesta. En su lugar, me brinda una leve y sutil carcajada antes de darme la espalda.
-Muy bien. Para que esto sea... "justo", te explicaré las reglas. Ambos debemos tomar una foto de lo que hay en este parque en los próximos cuarenta y cinco minutos. Quien logre tomar la mejor, será el ganador- Termina de explicar, bajando un poco el tono de su voz.
-Y, ¿qué hay del juez? ¿Quién será el juez?- Le pregunto, calmando como un profesional el temblor en mis manos y voz.
-Oh... claro. Bueno, te sorprenderá saber que será el mismo de aquella vez en el campus- Casi de inmediato, veo como su mano libre se levanta a su lado; de sus dedos parece que surge una especie de estela de color ámbar que se convierte en chispas cuando chasquea sus dedos. De repente, veo de soslayo como aparece entre nosotros el mismo hombre de tez blanca, bigote y gafas que nos había evaluado aquel día, tras una nube de humo color azul grisáceo.
-Por ahora está inconsciente, pero despertará cuando se nos termine el tiempo y pensará que está evaluando el trabajo de dos estudiantes universitarios aspirantes a ser patrocinados. Tal y como ese día- Explica, en lo que vuelve a encararme. No está mintiendo. Veo más detenidamente el rostro del hombre, notando sus ojos cerrados y la muy relajada expresión en él. Me limito a devolverle la mirada, asintiendo, a lo que él vuelve a voltearse, empezando a caminar en dirección opuesta a la mía.
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Comienzo a recorrer el frondoso bosque, pasando por varios lugares realmente interesantes y hermosos, pero ninguno de ellos me resulta adecuado para plasmar aún.
Camino unos cuantos pasos más hasta que logro llegar a la orilla de un gigantesco lago de cristalinas aguas, en donde un alce de majestuosos cuernos se encuentra bebiendo junto a la hermosa vista de las azuladas montañas de blanquecinas puntas, a sus espaldas. Todo siendo bañado por la luz del sol a poco tiempo de ocultarse.
Esta es.
Me apresuro a tomar la cámara para hacer algunas fotos de prueba, pero al colocar la vista sobre la pequeña lente, todo comienza a verse borroso, deforme y difuso. Los constantes susurros de antes vuelven a mis oídos...
¡Esa bestia me hizo algo!
No puedo ver con claridad lo que quiero plasmar, tengo un equipo en muy mal estado y mi vida depende de una sola foto.
Dios... ¿Qué se supone que debo hacer ahora...?
La inminente ansiedad me abruma rápidamente a lo que intento evitar alterarme hasta el punto de desfallecer por no respirar correctamente.
Cálmate y piensa con la cabeza fría.
Bien... Ajusto el lente lo mejor posible según como veo las imágenes ahora, colocando a su vez, las configuraciones preliminares para la luz, contraste y enfoque. Inserto la memoria para levantar por tercera vez la cámara a la altura de mis ojos, no sin antes dar un leve vistazo al lugar para colocarla en la posición exacta en el que se pueda ver cada uno de los detalles de ese hermoso paisaje. Finalmente, presiono con algo de fuerza el botón de toma, esperando que el resultado logre terminar con todo esto.
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El tiempo casi se agota, por lo que vuelvo lo más rápido que puedo al claro, viendo como mi oponente muestra su foto al juez. Las facciones de este último se ven rígidas y neutrales mientras que Owen se mantiene atento a su lado. Sin embargo, el leve movimiento sobre sus hombros capta mi atención. El leviatán repta por ellos hasta llegar a posarse sobre los del mismo juez, acercando la cabeza a su rostro, tal y como había hecho conmigo.
-¡Hey! ¡Señor Escamilla!- Le llamo algo fuerte, captando la atención de ambos hombres. Owen no parece muy contento con mi interrupción.
No dejaré que hagas otro de tus trucos.
-Esto... tenga cuidado, hay una abeja rondando detrás suya- Solo esas palabras bastaron para que el juez se sobresaltara, empezando a moverse bruscamente. Es lo primero que se me ocurrió, pero funcionó. La criatura termina por caer hacia el suelo, debido al constante movimiento, a lo que vuelvo la vista hacia Owen, quien mantiene una penetrante mirada sobre mí, acompañada por una cínica sonrisa.
¿Tarde demasiado en interrumpirlo?
En cuanto el juez se recompone, la revisión del castaño termina; mi señal para avanzar hacia ellos. Owen se aleja a lo que solo me enfoco en pasar a su lado sin mencionar palabra. Una de sus manos se posa sobre mi hombro, deteniéndome al instante. Su rostro se acerca a mi oreja, haciéndome sentir el extraño frío de su aliento.
-Buena suerte...- Susurra. Una fuerte corriente de escalofríos cruza por mi espalda. De su boca sale otra corta y burlesca risa antes de quedarse parado a mi lado, liberándome del agarre de su mano.
Psicópata...
El aire escapa de mi cuerpo en un suspiro largo y profundo. El evaluador me observa algo intrigado, a lo que solo sonrío, algo nervioso, para retomar mi camino hasta llegar a quedar frente a él, extendiéndole la mano con mi trabajo, mi foto. El hombre la toma sin vacilar, comenzando a verla de inmediato, así que decido colocarme a su lado, prestando casi nula atención a lo que murmura para sí mismo, hasta que su evaluación termina. El juez solo levanta la mirada hacía mí, entregándome la foto antes de caminar en dirección contraria. Me limito a quedarme parado en el mismo lugar a esperar.
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Pasado un tiempo, el juez mueve su mano en nuestra dirección en señal de que nos acerquemos. Mis piernas se desplazan solas, caminando tranquilamente hacía él.
Es momento... sobrevivo o muero a manos del psicópata que alguna vez llamé amigo...
Mis pies se clavan fuertemente en el suelo. Owen se encuentra mi lado sin perder esa confiada sonrisa que logro ver de reojo, lo que no hace más que colocarme nervioso. Al hombre frente a nosotros no parece importarle; simplemente se dedica a oscilar su vista entre mi contrincante y yo.
-Bien, muchachos. He de admitir que ambos trabajos han demostrado ser de gran belleza y calidad. Sus conceptos son realmente limpios y elegantes. Sin embargo, solo un contrato espera por ser firmado... el nuevo fotógrafo de Eagleye... es usted señor Roger- Dictamina, mientras me extiende la elegante hoja de papel junto a una plumilla de tinta negra. No puedo evitar sentirme aliviado, dejando escapar el aire en un suspiro liberador.
Recibo ambas cosas de sus manos. Uso mi propia palma, como apoyo para escribir de la forma más presentable, mi firma y un par de datos personales. Verifico que todo haya quedado en orden antes de extenderlo de vuelta con una sonrisa, agradecido. Él toma el papel casi de inmediato con una de sus manos mientras extiende la otra hacía mí.
-Felicida- No escucho más de su felicitación. Una gran nube de humo azulado le envuelve por completo de repente. No puedo ver algo hasta que este comienza a disiparse, dejando ver nuevamente el paisaje limpio del claro... No hay rastro del hombre.
Volteo la mirada hacia todos lados en un intento por buscarle hasta que paro abruptamente al escuchar lo que parecen aplausos, dados lentamente, justo detrás de mí. La poca tranquilidad que había obtenido se ha ido.
-Realmente impresionante, Roger... muchas "felicidades" por tu triunfo- Su tono de completa burla, entrelazado con cortas y muy mal retenidas risas, no hacen más que generar enojo en mí, a lo que volteo rápidamente a mis espaldas, encontrándome con una cabeza agachada, manos juntas en un apretón realmente fuerte y el leve movimiento de sus tensos hombros a causa de las risas.
-Se acabó Owen. He ganado- Le confronto, sacando valentía de donde no tengo. Las risas paran casi inmediatamente. Me quedo viendo atentamente, esperando por cualquier otra reacción, pero nada. Está parado completamente estático.
Los segundos parecen horas. El sonido del aire agitando bruscamente las hojas es lo único que inunda el ambiente, provocando que mi vista se distraiga, desviándose por un segundo hacía este, notando como no hay más luz que la de la blanca luna junto a las estrellas en el oscuro fondo de la noche.
El corto sonido del aguante de una carcajada interrumpe el intrigante y tenebroso silencio antes de que este se rompa con la liberación de maniáticas carcajadas al aire.
-¡Yo debía ganar...! ¡Yo debo ganar!- Toda diversión desaparece de su tono, tornándose en uno sombrío y desesperado mientras levanta lentamente su rostro hacía mí una vez más. De sus ojos caen dos largos y delgados caminos rojos en vez de los típicos transparentes. Retrocedo unos cuantos pasos, en un acto reflejo, al verlo hacer lo mismo hacía mi dirección.
Sus pasos se aceleran repentinamente, dándome unos cuantos segundos para notar como sus manos se dirigen peligrosamente al cuello. Mis ojos se cierran al sentir la presión mientras la dureza bajo mis pies desaparece, elevándome. Instintivamente, coloco mis manos sobre sus muñecas en un intento por liberarme.
¡No puedo respirar!
Lo único que logro hacer es levantar mi cabeza hacía Owen al sentir como mis párpados comienzan a entrecerrarse. Una psicópata expresión cubre su rostro, disfrutando de lo que tiene enfrente. La fuerza del agarre aumenta, la de mis brazos disminuye al punto de caer inmóviles a mis costados. La debilidad inunda mi cuerpo, dejándolo casi insensible.
No puedo más...
Todo comienza a nublarse un poco. Sin embargo, entre la suave niebla de colores, el tenue movimiento sobre los hombros de mi atacante logra captar mi atención. Allí, enredándose cautelosamente alrededor de su cuello se encuentra el leviatán. Casi de inmediato, empiezo a escuchar los susurros tenuemente. Noto, nubladamente, como sus fauces se abren. Las voces aumentan su volumen paulatinamente hasta que se detienen abruptamente cuando sus colmillos chocan contra la unión entre su cuello y hombro, enterrándose en la morena piel en una rápida y certera estocada. El hombre no hace ningún ademán por moverse aunque su agarre sí se debilita, permitiéndome recobrar el aliento un poco. Debido a la curiosidad, me concentro en ver la zona de la intromisión, notando como, desde ella, se extineden finas líneas de color negro por parte de su rostro y clavícula, desapareciendo bajo su camisa. El agarre por fin se debilita rápidamente, liberándome por completo. El impacto contra el suelo me es casi imperceptible, aún así, logro sentirlo muy lejanamente. Siento como mi cuerpo recupera un poco de fuerza a lo que intento levantarme, fallando inútilmente en el intento. Mis brazos flaquean al momento en que sienten el peso sobre ellos por lo que decido apoyarme en los codos en su lugar para ver la borrosa imagen del hombre castaño mientras esta se aclara lentamente. Su cuerpo se sacude frenéticamente, rodeando el cuello con sus manos, hasta que cae arrodillado sobre el suelo, quedando estático casi inmediatamente. Sus brazos se desploman a sus costados, su rostro baja pausadamente hasta quedar viéndome con sus ojos completamente desorbitados y el color de sus lágrimas convertido en un oscuro negro.
-¿Owen...?- No hay respuesta o acción alguna...
De repente, el mismo líquido negro resbala por la comisura de sus labios antes de salir abrupta y abundantemente de su boca, junto al sonido de una arcada.
No se mueve más que eso... pero la criatura sí. Su boca se retira, dejando la desgarrada piel a un lado para luego levantar la cabeza, viendo directamente hacía mí. Las alarmas en mi cabeza se activan inmediatamente.
¡Necesito salir de aquí!
Pero, por más que lo intento, solo puedo llegar a mover mi torso para quedar sentado sobre el suelo. Vuelvo mi atención a la bestia en cuanto escucho un suave siseo. Al verse observada, comienza a reptar por el torso del hombre hasta llegar a tocar la hierba del suelo, la cual cruje bajo su peso mientras continúa su camino... ¿En la dirección contraria? Cada vez más lejos, el demonio solo sigue desplazándose hacía el frondoso y oscuro bosque, en donde por fin, desparece sin más.
¿Eso es todo...?
Repentinamente, un fuerte ataque de tos me sacude, haciendo que mi garganta y pecho comiencen a doler. Por inercia, mi cuerpo se doblega hacía al frente en un intento por minimizar o eliminarlo, pero no funciona. En su lugar, un intenso sabor metálico inunda mi boca justo antes de que el líquido responsable de ello se desborde por ella, manchando de rojo el verde suelo. Mi cuerpo comienza a temblar ligeramente de forma involuntaria y sin control alguno, debido a lo frío que empieza a tornarse. Intento guardar el calor, abrazándome con mis brazos, pero no puedo. La debilidad vuelve a abarcar mi cuerpo inundando cada rincón, causando que mis párpados comiencen a luchar por permanecer abiertos y no llegar a terminar con todo y finalmente... descansar...
De hecho, descansar ahora...
Es una propuesta muy tentadora...
Finalmente, no me quedan fuerzas para continuar viendo la luz de la luna. Solo puedo despedirme de ella junto a las estrellas mientras les doy un último vistazo antes de cerrar por completo mis ojos, escuchando lejanamente el eco de las estruendosas sirenas acompañadas por los suaves susurros...
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