De un Mud a un Hada

El Vergel Dorado, 14 de febrero de 2023

Estimada Princesa del huerto:

Cuando recibas esta carta estoy seguro de que no sabes ni quien soy. Quizás, te preguntes, cuál fue el idiota que se atrevió a escribir sobre una hoja de árbol arciano. No recuerdo muchas cosas de mi niñez, lo único que mi cerebro registró para toda la maldita eternidad fue la primera vez que te vi. Sentí que mis pulmones se congelaron mientras caminabas de la mano de la maestra.

Te presentaron como la niña nueva, procedente del reino de las hadas en los jardines del norte. Aleteabas tus alas con forma de pétalos mientras mantenías la mirada fija en el suelo, mejillas sonrojadas y labios del color cerezas aparentando timidez.

Te quedó perfecto.

Traté de estar tranquilo y aguanté la respiración cuando te sentaron delante de mí. Estaba nervioso y no podía calmar los latidos de mi corazón. Por primera vez pude notar y todo gracias a ti. Desde ese día te amé en silencio, con gran ternura. Jazmín quiero que sepas que existen cadenas invisibles entre nosotros y me encuentro tan atrapado que no hay modo que alguna vez logre liberarme.

Estoy convencido de que a estas alturas estarás tratando de rastrear mi rostro entre tus recuerdos, te aseguro de que no lo lograrás. Si no existí para ti en ese entonces, no pierdas tu tiempo en hacerlo ahora. Mejor relájate que yo me encargaré de que me recuerdes. Deseo que tu mente regrese a la vida en el momento justo, aún no estás preparada.

Te recomiendo que no escuches esa voz de alerta, la que piensa que has mejorado con el paso de los años, la que te grita que rompas en mil pedazos esta carta y sigas tu camino, pero te conozco tan bien. Eres rebelde y curiosa, unos de tus tantos defectos, los cuales amo con locura. Por el momento permite que el placer de hacer lo incorrecto a sabiendas de que te irá mal se filtre por tu organismo. No reprimas ninguna emoción. Sé lo que te gusta jugar con fuego, un hada de las flores no debería de hacerlo, pero te encanta ir contra la corriente.

No soy un ser malvado ni un loco psicópata, es más, soy un ser mágico ejemplar. Uso mis poderes para hacer el bien y mantener el equilibrio entre nuestros mundos. Y, aunque te cueste creerlo, voy al santuario todos los domingos a recitar mis plegarias.

Muchas de ellas dirigidas hacia ti.

La Jazmín que conocí daba por hecho de que todos debían de servirle. Te sentías con el derecho de una princesa, tal vez por poseer esos hermosos ojos dorados que resplandecían con luz propia. De verdad que eras bella aún con un negro corazón.

Me convertí en uno de tus tantos defensores, uno más del montón de marginados que esperaban con ansias alguna migaja de tu atención. No soportaba que halaran de tu cabello de helechos que caía por tu espalda emulando una cascada.

Mi ira siempre ha sacado lo mejor de mí, no era raro terminar con un ojo morado. Mi insignia de amor, la cual mostraba con orgullo. Qué tonto y estúpido fui. Me bastaba con observar tu hermosa sonrisa, aunque no fuera destinada a mí para continuar en mi tarea de protegerte. Solo tienes que mostrarla y el mundo se inclina de inmediato a tus pies, incluso un ser tan roto y triste como yo cuyo único pecado en el universo fue amarte.

La primera vez que rompiste mi corazón fue cuando te negaste a integrarte en mi grupo. Preguntas y pensamientos de rabia pasaron por mi mente al elegir estar en el bando de Bruno, el Silfo ese, un ser hecho de aire tan sutil y evasivo. Sin embargo, anhelabas tanto su atención como yo la tuya. Ver tu alegría cuando la maestra accedió a tu petición fue como si un cuchillo me hubiera atravesado las entrañas, se deslizó dentro de mí de una manera tormentosa, pero te confieso que valió la pena ese rechazo de tu parte. De hecho, asimilar que eso era lo único que obtendría de ti significó, que tomaría cualquier cosa que pudieras darme, incluso hasta resarcirte con tu dolor.

Y eso hice.

A los de mi especie se nos ha prohibido entrar en tu reino, pero eso no detuvo. Las reglas se crearon para romperse, aunque sea una vez o varias si lo amerita. Fui cuidadoso, no permití que nadie me viera. Decidí por voluntad andar por el camino más concurrido, la del desamor solo por ti. Te he amado sin medidas, aunque no lo merecieras.

Había fantaseado tanto con ese día, si hubieras aceptado te juro por lo más sagrado que hasta lo imposible hubiese hecho para que estuvieras cómoda y de paso me notaras. Por eso, cegado por la desilusión, maté a tu querida mascota, la mariposa multicolor. Mi locura y obsesión me llevaron a este punto, te juro que no lo disfruté, pero en mi defensa lo necesitaba.

Exigía una retribución para aliviar mi pena. Después de eso prometí nunca más mendigar tu atención hasta ese día en que mis ojos volvieron a posarse otra vez en ti, eso fue en secundaria. Ya no eras una niña, ni yo tampoco. Sin darnos cuenta nos encontrábamos en la misma línea del cambio, el tuyo fue más superficial, el mío, más profundo. Aún eras lo más hermoso que jamás había visto y tu crueldad mejoro por igual.

Recuerdo un momento en particular entre nosotros. Creo que fue la única vez que me miraste a los ojos, a pesar de haber estado juntos por tantos años en la misma aula. Gané un puesto en la universidad más importante de todos los reinos fantásticos, solo lo mejor podía ir ahí y era el lugar de tus sueños. Renuncié a mi futuro por ti, sabía que anhelabas ir, eras bella, no inteligente. Me temblaron las rodillas cuando rozaste mi piel al tomar el sobre. Me diste las gracias y me deseaste lo mejor, aunque sabía que tus palabras hacia mí eran falsas. Con nuevas esperanzas, unas renovadas por brindarte una oportunidad que nadie te daría, cometí el error de hablarte en nuestra graduación y fingiste no conocerme. No sabes cuánto me molestó.

Al recordar todas las palizas y burlas que recibí defendiendo tu honor, uno que tu misma te encargaste en mancillar, las lágrimas de impotencia y dolor se deslizan por mis mejillas, ya no. Después de todo lo que he vivido por ti, nada me hace llorar. Por eso envié a nuestros compañeros lo que hiciste en el reino de las burbujas instantáneas. Tocaste fondo y era lo menos que podía hacer, lo sentí como mi último adiós o hasta luego.

Decidí enfocarme en mi propio cambio. Me sentía como un ave enjaulada sin manera de salir del encierro, pero luché. Siempre lo hago. Para mi sorpresa la vida no fue tan dura conmigo, encontré la ayuda que necesitaba para salir de la espiral en la que me aprisionaba. La verdad que la semilla tiene que morir para dar frutos, mi transformación fue impresionante, liberadora. No puedo encontrar palabras para describirlo. Se siente como un hermoso sueño.

Volví a verte tiempo después. Era más de la medianoche, un Nubero, ese gigante barbudo, peludo y de gran fuerza, con el rostro ennegrecido, vestido con pieles, de aspecto andrajoso y desaliñado, te tenía agarrada del pelo en una inclinación que te hizo protestar.
Te reclamaba los maltratos y la falta de consideración que le mostrabas. Me di cuenta en menos de un segundo que no habías cambiado nada, seguías siendo tan fría y mezquina. Observé como violentó tu cuerpo, sabía que debía de haber hecho algo y, aun así, no hice nada. Sus maniacos ojos y manos ásperas forzaron tu piel y tus piernas. Trataste de liberarte, pero fue imposible. En pestañeo su miembro se enterró en tu interior. Aún se me retuerce el estómago al recordar cómo te hacía daño.

Solo me quedé oculto en las sombras, escuchando, destrozado por tus gritos de auxilio.

Semanas después ideé un plan para que tu perpetrador pagara por su crimen. A causa de tu insensatez siempre voy a tener sangre en mis manos. No hay nada que pueda hacer al respecto ni es algo me importe mucho. Después de tantos años no podía imaginar que alguien te hiciera daño. Nada más que yo poseía ese derecho y ningún otro ser mágico iba a arrebatármelo. Sabía que no le contarías a nadie lo que sufriste. Tienes una fachada de hada perfecta a la cual mantener, además te abruma el tener que dar explicaciones. En cambio, decidiste quemarte en tu miseria y renacer de tus putrefactas cenizas. Fue algo muy poético de tu parte.

Te concedí un puesto en la escuela de magia mutilando mi futuro. Los peores años de mi vida fueron tuyos, pero también lo que soy ahora porque mi gran cambio fue gracias a ti. Intentaste cerrar tus heridas, fingir a fuerzas de lágrimas ser un hada de las flores a pruebas de tormentas.

Todos los días, desde la primera vez que te vi, he pensado en ti. Ando atrapado en una espiral que no se detiene. Sé que nunca se detendrá. Estoy seguro de que ahora mismo tendrás tu frente arrugada en confusión, buscando en tus recuerdos quien soy. Siempre me moví a tu alrededor sin rostro. No te asustes, mantén la calma.

¿Por qué te engañas a ti misma al creer que eres buena, desinteresada y servicial? Cuando en realidad eres un ser malvado, como fuiste en mi pasado. No indagues en nuestro viejo álbum, aunque si te sirve de algo mi fotografía se encuentra en la octava página. Solo podrías reconocerme si observas bien a cada uno de los tantos enclenques que adornan esa sección. La única diferencia es que verás son unos ojos maniacos que te amaban con la misma intensidad con que te odiaba.

Ahora me pregunto: ¿Cómo recuerda Jazmín su vida de estudiante? Tal vez cavilarás: De niña, caprichosa, pero ¿quién no lo es a esa edad? De adolescente, la mimada de los maestros, aun así, la tirana de los demás, ¿qué importaba eso?, ¿verdad? Sin embargo, en la escuela de magia no supiste aprovechar lo que te di, fiestas, alcohol y todos los chicos que te diste desviaron tu atención hasta que tocaste fondo y te pasó lo del Nubero.

Eres una mujer luchadora, muerta antes de que vean tu fachada de hipócrita. Trabajaste en ti después de eso física y mental. Te enorgulleces de no depender de nadie. Conseguiste un buen empleo como aprendiz en la sede principal del Alto Consejo, uno mejor de lo que esperabas. Te sentías en la cima del mundo, pero ¿de cuál?

Deseo, confesarte que nos volvimos a encontrar. Me pasaste por el lado, tan bella como siempre. Me miraste con altanería, aunque tú no supieras quién era. Mi mente demasiado nublada para procesarlo. Aun después de tantos años tenías ese poder sobre mí.
Mis ojos captaron tu figura como si se tratara de una película cursi que ven los humanos en la que la escena pasa en cámara lenta. Todo desapareció para mí, solo podía enfocarme en tu cuerpo y en tu sonrisa. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando nuestras miradas se encontraron, aunque fuera por unos leves segundos.

Ahora te diré algo que te dejará en shock. Estaba tan desquiciado por ti como siempre, tan inestable. Creo que aún más. Sin embargo, no era mi momento, no el idóneo de presentarme ante ti. Era cuestión de tiempo y así fue. Un día lluvioso y gris entraste a mi oficina, traías tu hoja de vida, una que me sabía de memoria y una recomendación por el mismísimo gobernador y no pude evitar preguntarme que hiciste para lograrlo.

Como poseía un puesto de poder, uno que anhelabas disfrutar me trataste por primera vez con amabilidad. Mi corazón empezó a tamborilear mientras me lanzabas sonrisas tímidas, entonces soltaste algunas mentiras para impresionarme, querías ese puesto y harías lo que fuera necesario para obtenerlo. Supuse que tu vida estaba tan vacía que pensabas que de algún modo con esa vacante la llenarías. No puedo recordar la última vez que había estado tan feliz. Te tenía donde te quería, en mis manos.

No te tembló el pulso en mentirme, esa sensación en mi estómago de saber que no habías cambiado, lo sentí como si hubiera tragado cristal roto. Una terrible punzada perforó mi corazón. Te complací a pesar de que fuiste la que menos acertó en el examen. Sin embargo, tu penitencia fue mi regalo más preciado.

Hice que te llamaran semanas más tarde, quería que tuvieras algunos días en vilo. Si te sirve de algo, yo también sufrí. Reconozco que esas semanas se me hicieron eternas, pero sabía que tu incertidumbre era mayor que mi dolor por no tenerte cerca. Creíste que lo tendrías fácil y me encargué que en ese momento lo creyeras. En tu primer día me esforcé de que fuera estupendo que te sintieras acogida. Te proporcioné de todos los mecanismos y herramientas para que pudieras escalar los peldaños que te llevarían hasta mí.

No pienses mucho, si aún no puedes ubicarme en tu memoria, tranquila mi niña de hermosa sonrisa. Todo a su tiempo. Sé que en estos momentos tus manos tiemblan, tu mente a millón buscando mi rostro, pero siempre lo tuviste enfrente. Fui yo quien te dio el trabajo de tus sueños y que te hizo sentir el mayor estrés de tu vida. En ese entonces pensé mucho en Ainé, la hija de Manannan tu amiga de casi toda la vida. La que utilizabas para que hiciera tu trabajo mientras te lucías. La furiosa frustración que veía en ella al observar en silencio como recibías los elogios por algo que no hiciste quise verlo reflejada en tus ojos.

Debía darte a probar un poco de la medicina que te encantaba que otros saborearan. No todo fue malo, fuiste la que más recibió remuneración de mi parte y te incluí en las incursiones que realizamos a otros reinos más allá del río de la Niebla. Lo hice para tenerte cerca y que supusieras que todo tu esfuerzo al final sí valía la pena.

Te empecinaste en casarte con ese maldito Basilisco, ególatra, consumidor de cualquier magia oscura y corrosiva. Nunca entendí tu empeño en permanecer con un ser así, no serias ni la primera ni la última en pasar por una desunión, pero hubiera provocado que se te derrumbara la fachada de hada perfecta.

Estuve en el grupo que te aconsejó para que lo dejaras y buscaras ayuda en el Alto Consejo. En una ocasión te brindé un pañuelo para que secaras tus lágrimas cuando estabas tirada en piso del baño en medio de una crisis nerviosa. Incluso me tomé el atrevimiento de denunciarlo cuando empecé a ver moretones en tus brazos. No podía permitir que acabara contigo, ese era mi derecho, mi retribución, pero no pude predecir que te aferraras a él como una liana.

No te mentiré, verte sufrir ha sido una dosis para mi alter ego. Desde hace mucho te encargaste de marginarme, un ser mágico de tan baja categoría como yo no podía encajar en tu maravillosa vida, te empecinaste en romper mi corazón y juré en mi soledad resarcirme de ti.
No creas que viví revoloteando a tu alrededor, hice mis movimientos, mis jugadas, amé y me dejé amar. Me convertí en el ser que siempre estuve destinado a hacer. Mi transformación como te conté fue algo fantástico y fue gracias a ti. Te debo todo lo que soy, por eso te he perdonado tantas cosas, muchas que ni siquiera puedes imaginar.

Estoy convencido de que darás aquello que te exija si eso llega de algún modo a beneficiarte. No te preguntes que fue lo que me hiciste, por qué no puedes recordar quien soy. Tal vez pensarás que no es justo que albergue tanto resentimiento hacia ti. La respuesta es simple: Me rompiste el corazón en varias ocasiones y ni siquiera me acuerdas...

No me ocultaré más entiendo que ya es hora de revelar mi identidad.

Soy ese ser a la que siempre le llevabas el café todas las mañanas, la que mantenías actualizado con los pormenores de tus compañeros a los que nunca te tembló el pulso para hundirlos. Soy ese ser que en varias ocasiones trataste de emular, la que halagabas y pregonabas a los cuatro vientos como tu amiga, líder y mentora. En nuestro pasado era una niña atrapada en el cuerpo de un niño esquelético y feo. Ahora soy una mujer hermosa y resplandeciente que se despide de ti con una sonrisa en los labios. Someterte era el único motor que movía mi vida, pero mi tarea contigo terminó.

Hoy me despido de ti para siempre.

Te di todo de mí, quédate con eso. La última vez que me viste te abracé fuerte, tus pétalos estaban rotos y marchitos debido a tu soberbia, vanidad e insolencia, esos defectos que me obsesionó por años, al igual que tus fallos que me mantuvieron con vida. Dolió amarte Jazmín, siempre fue así, pero hacerlo a mi manera escoció aún más.

Ahora que obtuve lo que quería, ¿qué me toca darte? Te hice pagar por mi sufrimiento y es mi turno de olvidarte para siempre, te concedo la oportunidad de volver a vivir tu vida miserable y vacía bajo la sombra de mi recuerdo surcando en tu mente. No todos los días se puede apreciar como un hada de las flores imperiales limpió con su lengua el piso por dónde pasó una mujer poderosa que no siente nada por ella que antes era un niño lodo. La clase más baja de todas las estirpes.

Mi mano se congela en mi pecho al escribir esto Jazmín.

Ya no te amo como lo hacía ayer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top