Capítulo 46

GRACE

En mi bingo de este año no pensaba que me tocaría quedarme embarazada y, mucho menos, conocer al padre del muchacho que contribuyó a estarlo. Cuando Tony me invitó a cenar con su padre el lunes por la noche, mi primera reacción fue negar con la cabeza y eso solo hizo que insistiera más.

Conocerlo, a mi parecer, era firmar una condena porque él sería juez y verdugo. No quería caerle mal y que su opinión afectara mi relación con Tony, considerando que nuestro vínculo ya se había transformado por culpa de un óvulo fecundado.

—Te prometo que es inofensivo —dijo siguiéndome por las estanterías de la biblioteca—. Solo quiere conocerte para saber quién es la amiga de la que tanto le hablo.

—¿Eso quiere decir que la cena fue idea suya?

—No —contestó de inmediato y le creí—. Él solo me dijo que le gustaría volver a verme antes de que volviera a Nueva Jersey y cuando hablamos de ti la otra noche, también dijo que le gustaría conocerte. Yo conecté los cabos.

—O tal vez te manipuló.

Eso es lo que habría hecho mi madre.

—No, mi padre no es así.

—¿Prometes no dejarme sola con él ni un segundo? Tienes prohibido ir al baño.

—Lo prometo, Gracie.

—Está bien —accedí.

—Estupendo. Será en mi casa, planeo cocinar pollo con verduras al horno. Sé que te gusta.

Se me hizo agua la boca de solo pensarlo, pero me limité a contestar sin mostrar emociones.

­—Eso suena bien.

—A las seis, en mi casa —insistió.

—Allí estaré.

Y aquí estoy, frente a la puerta de su departamento, un lugar que no he visitado mucho desde que volvimos de Texas. Es extraño regresar porque tantas cosas han cambiado en tan poco tiempo. Sobre todo, porque aquí es donde Tony insiste en que deberíamos vivir juntos porque es más grande y tiene dos habitaciones, lo que significa que ninguno dormiría en el sofá.

Llamo a la puerta antes de dejarme llevar por mis pensamientos y no pasa ni un minuto antes de que Tony abra. Me sonríe con alivio, como si sospechara que no iba a venir, y se hace a un lado para dejarme pasar.

—Hola —digo torpemente.

—Hola, Gracie. ¿Quieres algo para beber?

—Un té, por favor. Se me congelaron las extremidades.

—Diciembre es un mes duro.

No tiene que decírmelo a mí. Cuelgo mi abrigo en el perchero tras la puerta y luego lo sigo a la cocina donde su magia culinaria me recuerda mi poco talento en el ámbito. Huele de maravilla, a productos frescos y a especias.

—Podría casarme con tu comida—admito.

—Sabes que es parte de mí, ¿verdad? No puedes llevártela sin llevarme a mí.

Bufo.

—Eso es una pena.

Auch.

Le sonrío al recibir la taza con agua caliente y un platito con un infusor de té en hebras. Esto es nuevo. Por lo general, tarda una eternidad en hervir el agua y solo tiene té de marca de supermercado en su casa.

—Eres puntual y te conozco —aclara antes de que pueda preguntar siquiera—. Imaginé que tendrías frío.

—¿Qué me dices del té en hebras?

—Lo vi en el supermercado esta tarde y creí que te gustaría.

—Me gustará.

Su sonrisa es amplia y me provoca una sensación cálida en el pecho al observarlo.

—¿Algo que deba saber de tu padre?

—Pues... es mi padre.

Blanqueo los ojos.

—Creo que eso ya lo había sospechado.

—Es un buen hombre. —Se encoge de hombros—. No es difícil agradarle ni hacerlo feliz. Ya verás.

—Pero es abogado —le recuerdo—. Los abogados son...

—¿Son? —insiste al ver mi duda.

—Pragmáticos.

—No te interrogará —me asegura—. Mi padre deja de ser abogado cuando sale del trabajo.

—Podría querer interrogarme. Soy la mujer que lleva un cuarto de su ADN.

—Relájate. Bebe tu té y no pienses en nada.

Es más fácil decirlo que hacerlo. Por la próxima media hora, no hago más que darle vueltas a lo poco que sé sobre su padre y no puedo evitar hacer preguntas del todo tipo. Tony responde a cada una de ellas con paciencia; debo darle crédito por eso, aunque cada vez sus respuestas son más cortas. Cuando llegan las seis y media y suena el timbre, me quedo congelada en el lugar con la espalda erguida y las manos en mi regazo.

—Bienvenido, pa.

—Vaya, haz hecho un buen trabajo con este lugar —dice Anthony y su voz es tranquila—. No se parece en nada al apartamento casi vacío que vimos hace unos meses.

—Te dije que podría arreglármelas.

El hombre le sonríe y le da un apretón en el hombro que se ve como el típico gesto de padre orgulloso.

—Pa, te presento a Grace, mi amiga.

Esbozo una sonrisa un poco tensa y me levanto de mi asiento para acercarme. Su mano toma la mía y su sonrisa se ve mucho más natural de lo que la imaginé.

—Es un gusto —dice mirándome fijo a los ojos—. He escuchado muchísimo sobre ti en los pasados meses.

—Espero que solo cosas buenas.

—Algunas no tan buenas —admite Tony en voz baja.

Su padre se ríe y sigue a su hijo hacia la cocina por lo que yo regreso a mi asiento.

—Tony mencionó que está aquí por negocios —suelto torpemente, intentando iniciar una conversación.

—Así es. La firma para la que trabajo...

—La firma en la que es socio —lo corrige Tony.

—Estamos en expansión —continúa pese a la interrupción— y vine a hablar con los dueños de otra firma que pensamos adquirir.

—¿Eso significa que en el futuro visitará más la ciudad?

—No me trates de usted —me pide con diversión—, quiero creer que todavía soy joven. Y, respondiendo a tu pregunta, sí, es probable que esté de visita más seguido.

Para cuando Tony anuncia que la cena está lista, ya no me siento tan cohibida al lado de su padre. Juntos preparamos la mesa y me hace algunas preguntas sobre mí que no se parecen en nada a un interrogatorio sino a la clase de conversación que dos desconocidos tienen cuando son forzados a pasar tiempo juntos. Con el pasar de los minutos, y degustando una comida deliciosa, aprendo algunas cosas sobre el padre de mi amigo.

Su nombre real es Antonio Rossi, pero entendió muy joven que para tener éxito en este país debía sonar más inglés y menos italiano por lo que adquirió un nombre profesional. Cuando habla, a veces, se le cuela un acento que no estaba antes y eso lo hace más agradable a mí parecer. Se mudó a Estados Unidos a los veintidós años para continuar con sus estudios y conoció a la madre de Tony en su primer día en la universidad. No habló mucho de ella y me pareció que era para darle un descanso a su hijo y no porque no le gustara tocar el tema. Cada año intenta regresar a Sicilia para visitar a su familia, aunque este año no ha podido hacerlo. Y, como si fuera poco, ha adoptado a un gato y ahora mismo lo está cuidando la madre de Noah.

Anthony Rossi es, sin dudas, la personificación de un hombre serio, adulto, centrado y que sabe lo que quiere. Su mirada café es decidida, sus labios solo pronuncian las palabras justas y sus manos dan el típico apretón que te hace querer rendirte sin siquiera luchar. Pero también tiene una mirada dulce, una sonrisa juvenil y palabras de aliento. Su rostro es tan similar al de su hijo que me brinda tranquilidad con tan solo verlo, incluso si tuviera que confesarle mis peores pecados.

—¿Tienen planes para Navidad? —pregunta casi al final de la cena.

—Por mi parte, creo que me quedaré en casa viendo películas y leyendo —confieso sin pena—. Años anteriores he ido a casa de mi madre, pero este será la excepción.

—Yo estoy esperando tu invitación —lo molesta Tony—. Soy profesor, no puedo pagar una cena cara en un hotel.

Su padre rueda los ojos y eso me hace reír.

—¿Les gustaría ir a ambos a casa? No les prometo una gran Navidad ni decoraciones con colores complementarios, pero sí buena comida. —Sonríe—. No organizo una fiesta hace décadas.

Ninguno de los dos contesta de inmediato y puedo sentir la mirada de Tony sobre mí. Por supuesto que él irá, es su padre y su familia; sin embargo, que vaya yo también no solo le da un giro a nuestra amistad, sino a la otra relación complicada y paralela que ahora tenemos debido al embarazo.

—Grace tiene novio —dice Tony antes de que yo pueda reaccionar—, quizás quiera pasar las fiestas con él.

—No tengo novio —discuto— y me encantaría aceptar su invitación.

Los ojos de Tony se abren con sorpresa y debo decir que yo también me siento un poco así. No me entusiasma la idea de pasar las fiestas sola, como tampoco alejarlo a él de su familia. Conozco a mi amigo y sé que querrá estar junto a mí para asegurarse que el bebé esté a salvo y yo también.

—Estupendo. Mañana mismo comenzaré con los preparativos.

«Gracias» articula Tony en mi dirección y me limito a encogerme de hombros para restarle importancia, aunque sé que es un paso importante.

Poco después, me despido de los dos hombres y acepto tomar un taxi para tranquilidad de Tony. Anthony me asegura que fue un placer conocerme y que espera verme pronto, antes de Navidad incluso. Me voy del departamento sintiéndome extraña, con una sensación de tranquilidad recorriéndome las venas y una leve sonrisa tirando de mis labios. Y debo admitir, muy a mi pesar, que Tony sí ha hecho un buen trabajo con su apartamento y que es más grande que el mío, más cómodo, más... apto para los dos.

TONY

—¿Y bien?

Mi padre levanta la mirada del café expreso que acabo de servirle y arquea una ceja preguntándome sin palabras de qué diablos estoy hablando.

—¿Qué opinas de Grace?

—Es agradable, tal y como dijiste —admite para luego dar el primer sorbo—. Es divertida, inteligente y me agrada que tenga sus metas claras. Se nota que te aprecia y eso es suficiente para mí.

Asiento con tranquilidad porque saber que le agrada es importante para mí.

—¿Sabes qué diría tu abuela si la conociera?

—¿Que la aleje de su cocina? —bromeo.

Niega con la cabeza con una sonrisa divertida en sus labios.

—Que sería una buena esposa porque tiene caderas anchas.

La carcajada escapa de mi interior sin aviso.

—Es algo que ella totalmente diría —admito imaginando a mi nonna pronunciar esas palabras como si no estuviéramos en el siglo veintiuno—. Voy a mantenerlas alejadas para que Grace no se traume.

—No hay viajes a Sicilia para Grace —coincide—. Llévala a Italia si quieres, pero al norte.

—Muy snob de tu parte, papá.

Se encoge de hombros restándole importancia.

—Entonces la apruebas —digo solo para confirmar.

Ahora es su ceño el que se frunce. Siempre tan expresivo.

—¿Necesitas que la apruebe?

—No, claro que no —respondo demasiado rápido lo que no hace que disminuya su sospecha—. Pero es importante para mí que lo hagas.

—¿Desde cuándo te interesa lo que piense de tus amigos?

Esa es una excelente pregunta. Mi padre nunca ha dudado en darme su opinión sobre la gente que frecuento, siempre ha sido abierto conmigo y me ha dado consejos. A pesar de que nunca le he agradecido por eso, sí me importa lo que piense y muchas veces sigo sus palabras porque es más viejo que yo y tiene un poco más de sabiduría en el ámbito de las relaciones.

—Grace es la madre de mi hijo —le recuerdo.

—Grace está gestando a un bebé que tiene la carga genética de ambos —me corrige con todo su talento de abogado—. No es la madre ni tú el padre, a menos que decidan que así lo quieren. ¿O me estás diciendo que ya no se plantean darlo en adopción?

No emito palabra porque no tengo una respuesta para sus preguntas tan directas.

—Es importante que te agrade —insisto.

—Lo hace, no la habría invitado a casa para Navidad si no lo hiciera.

Tiene un muy buen punto allí.

—¿Has hablado con ella sobre tu fideicomiso?

—No, ¿debería?

—No lo sé, ¿deberías?

—¡Oh, no, no, no! —Niego con la cabeza para darle énfasis—. No uses esa táctica conmigo. No soy un testigo en el estrado.

—Solo estoy intentando entenderte, hijo. —Le da un último sorbo a su café—. Creo que tú tampoco te entiendes todavía.

—La situación es complicada —repito el mismo verso como un loro—. Todavía no determino qué es lo que quiero y qué es lo que no.

—El tiempo pasa rápido.

—Lo sé.

—¿Puedes decirme una cosa que no quieras?

Me quedo en silencio de inmediato con las palabras en la punta de la lengua. Claro que sé qué no quiero, pero hay un abanico de posibilidades y situaciones que todavía no termino de clasificar. Lo «sí» acarrean límites y los «no» tienen zonas grises.

—No quiero ser como mi madre —digo finalmente.

No se me pasa por alto la lucha interna que se desata en su interior mientras me observa intentando guardar sus emociones. No le mentí a Grace al decir que mi padre es un excelente abogado, capaz de defender los casos más difíciles ante un juez, pero que, al llegar a casa, cuando está conmigo, es una persona completamente distinta.

—No eres como tu madre.

—No lo sabemos, no sabemos cómo sería con un hijo.

—No eres como tu madre —repite— y tu madre tampoco es una mala persona. Tomó la decisión correcta al irse, créeme. He visto cientos de casos en donde uno de los padres se ve obligado a quedarse y hace más daño al hijo del que le habrían hecho de irse.

—No intentes defenderla, papá.

—No lo hago, quiero que veas las cosas desde otra perspectiva.

—Creo que soy yo el que debería decidir si hizo bien o no al irse, después de todo el que creció sin una madre fui yo.

Ninguno de los dos dice nada más por un rato dejando que las emociones y las verdades que acabamos de decir se asienten. Ninguno quiere discutir, pero no podemos ignorar al elefante en la habitación solo para tener una noche amena. No es así como funciona nuestra relación. Él bebe su segundo café sin prisas y yo me limito a un vaso con agua porque no quiero desvelarme por culpa de la cafeína, si no puedo dormir será gracias a mis pensamientos.

—Te dije lo del fideicomiso porque creo que harás lo correcto, Tony —suelta luego de una eternidad de silencio—. Lo correcto para ti.

—¿Qué significa eso?

—No eres como tu madre y tampoco eres como yo. Eres mejor que ambos y puedes tomar tus propias decisiones, puedes narrar tu propia historia.

—Algunos especialistas dicen que estamos condenados a repetir patrones —discuto.

—Algunos especialistas decían que el hombre nunca llegaría a la luna y aquí estamos.

—Cuestionable.

—No uses teorías conspirativas en momentos serios.

Evito reírme porque tiene razón a pesar de todo.

—Estuve trabajando en lo que me pediste, en la información familiar sobre enfermedades. También me puse en contacto con tu madre para hacerle algunas preguntas.

—¿Te dio la información?

—Sí.

—Estupendo, ¿puedes enviármelo por e-mail?

—Creo que deberías hablar con ella, Tony.

—No —digo sin detenerme a pensármelo, no es como si lo necesitara.

—Vive en la ciudad.

Cierro los ojos con fuerza porque eso es algo que no quería saber. No me interesa saber nada de ella, se fue y punto. Sin embargo, pensar en que podría cruzármela un día cualquiera hace que me tiemblen las manos. ¿Hace cuánto vive en la ciudad? ¿Ha estado siempre tan cerca y nunca se le ocurrió ver cómo estaba? ¿La reconocería siquiera si la viera? ¿Ella me reconocería?

—Tal vez te ayude a aclarar tu mente hablar con ella.

—O podría terminar de destruirla —argumento.

—Es tu decisión, hijo, solo quiero que tengas todas las opciones a mano. Sabes que estaré a tu lado y apoyaré todo lo que hagas.

—¿Qué tan cerca de aquí vive?

—En la otra punta de la ciudad, no te la cruzarás yendo al gimnasio.

Eso es un alivio, aunque no quita el peso en mi pecho.

—Es hora de que me vaya, mañana tengo que madrugar para volver a casa —anuncia poniéndose de pie y dando por terminada la incómoda charla—. Gracias por la cena. Dile a Grace que ha sido un placer conocerla y que si tiene alguna limitación alimentaria te la haga saber para no intoxicarla en la cena de Navidad.

—No le gusta el café.

—Ya no me agrada tanto.

Sonrío.

—Gracias, papá.

—Nos vemos pronto, no hagas nada cuestionable hasta entonces.

Nos despedimos con un fuerte abrazo y lo acompaño hasta la puerta del edificio donde nos saludamos una vez más. Al volver al departamento, siento un vacío que nunca antes había experimentado y poco tardo en notar que lo que me falta es la presencia de Grace. Sus comentarios que buscan sacarme de quicio, la manera en que siempre halaga mi comida, el cuidado que le da a sus plantas, sus libros por todos lados y el olor de té recién preparado.

¡Hola, hola, gente bella! I'm back, bitches.

Primero que nada, disculpen la ausencia. Estuve con bloqueo escritor y ya saben lo que eso significa.

Espero que les haya gustado el capítulo y sigan aquí para descubrir qué pasará a continuación. ¿Grace se mudará con Tony? ¿Tony hablará con su madre? ¿Cómo será la Navidad?

Muchísimas gracias por su paciencia y apoyo. Gracias por leer, votar y comentar.

Les deseo un bellísimo día y un hermoso comienzo de semana.

MUAK!

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