Capítulo 24
TONY
Un frente unido es lo ideal para librar una guerra o eso dicen los que saben de estrategia. Se supone que hay que tener la moral alta, confiar en el destino y morir en la gloria de saber que has hecho todo lo que estaba a tu alcance para cumplir un objetivo mayor.
Me gusta pensarme como un guerrero, lo hacía mucho con mis compañeros de fútbol americano y el trabajo en equipo siempre fue más importante que lucirme solo. Hoy mi equipo está compuesto por solo dos personas: Grace y yo. Es poco, pero somos más que el equipo contrario que está conformado únicamente por la directora Castillo. Diría que tenemos las de ganar, aunque no es así.
Hemos acordado encontrarnos en el jardín para almorzar tranquilos y, sobre todo, para discutir lo que debemos hacer en caso de que la verdad salga a la luz. Yo ya he llegado a nuestro lugar de encuentro y siento que la estatua del narigón me juzga. Puedo imaginarlo quejándose del uso que Grace y yo le hemos dado a su institución tan prestigiosa. «Usar la biblioteca para tener sexo» diría con enojo de estar vivo y con una mirada de desilusión total. «A esto ha llegado la educación de hoy».
Lo ignoro, así como también ignoro la necesidad de taparlo, y acomodo la comida que he traído para el almuerzo. La moral tiene que estar alta y qué mejor manera de lograrlo que con buena comida.
Anoche hablé con mi padre del asunto, omitiendo gran parte; tan solo le dije que estaba en un aprieto por acostarme con una chica y él, riendo, me recordó lo que mi nonna solía decir. «No hay nada que se vea tan horrible o suene tan espantoso luego de una buena comida». También me dio otros consejos, entre ellos algunos legales y me hizo sentir mucho mejor.
Cuando Grace llega al punto de encuentro, unos pocos minutos después de mí, una expresión de sorpresa se apodera de sus facciones al ver el banquete que he preparado. Le sonrío y la invito a sentarse con un gesto como si estuviéramos en una fiesta y no en la víspera de nuestros posibles despidos.
—¿Qué estamos celebrando? —pregunta con duda e imagino que debe estar pensando que perdí la cabeza.
—Es como una última cena. Sube la moral —le explico—. Anoche no pude dormir y me pareció una buena idea tener el estómago lleno y contento.
—No creo que llamarla «última cena» suba mucho la moral.
—Tienes razón —admito—, pero lo he pensado y si nos presentamos como un fuerte unido, quizás no sea tan malo.
—Tony...
—De verdad —la interrumpo—. Sí, a simple vista no pinta nada bien. La directora Castillo se enteró de que tuvimos sexo en la biblioteca de alguna manera, lo cual es un asco. Que se enterara, no el acto —aclaro—. Pero tal vez podamos salir victoriosos si jugamos bien nuestras cartas.
—¿Cómo? —pregunta y no sé si noto interés o sarcasmo en sus ojos.
—Podemos usar la carta de que no sabíamos que estaba prohibido.
Solo tiene que arquear una ceja para saber que piensa que es ridículo.
—¿Cómo podríamos no saberlo? Esto es una escuela y nosotros somos profesores. Además, el reglamento que ambos firmamos al ser contratados dice claramente que no se permiten las relaciones amorosas entre el personal.
—Ahí tenemos algo a favor —señalo y sonrío intentando no perder el ánimo ante sus buenos argumentos—, no es una relación amorosa. Sólo fue sexo y sucedió una vez.
No tiene una réplica y lo tomo como una victoria.
—Podemos decir que perdimos el juicio al quedar encerrados en la biblioteca y tomamos malas decisiones en consecuencia. De esta manera, podríamos culpabilizar a la escuela por su pésimo sistema de seguridad y la falta de un generador en la biblioteca.
—¿Cómo explicarías el alcohol?
—Esa es la mejor parte. —Sonrío—. No estaban allí por lo que no pueden asegurar que haya habido alcohol y, como no nos hicieron un análisis de sangre o algún tipo de prueba luego, tampoco pueden corroborar que hayamos estado bajo la influencia de una bebida.
Grace guarda silencio como si estuviera pensando en todo lo que le dije y le encontrara sentido lo cual es estupendo porque me hace saber que no he perdido por completo la cabeza. Intenté pensar como lo haría mi padre, un abogado, y me siento orgulloso de los detalles de mi análisis. Agradezco de alguna forma que la directora nos haya citado hoy y no ayer, dándome tiempo de preparar nuestra defensa.
—Lo has pensado bien —suelta con admiración.
—No quiero que perdamos.
—No lo haremos —me asegura.
—Gracias por la confianza.
—No, no es eso. Yo también lo pensé bien anoche, casi no dormí intentando llegar al fondo del asunto, y no creo que la reunión se trate de lo que pasó entre nosotros en la biblioteca.
—¿Ah, no?
—Suenas desilusionado —suelta con sorpresa.
—Lo siento. —Río entre dientes—. Es que estoy muy orgulloso de mi estrategia. ¿Sobre qué crees que es la reunión entonces?
—Estamos finalizando septiembre y pronto empezarán todos los eventos estudiantiles. Ya tuvimos el baile de bienvenida que es el primer escalón de un calendario interminable de actividades escolares —explica—. He visto los objetivos de este año, creo que nos darán alguna tarea para involucrar a los alumnos en la literatura. Tenemos el taller de lectura y escritura, pero esta escuela es ambiciosa y quiere algo más.
—Eso tendría sentido —admito más aliviado—. La directora Castillo me dijo que tenían muchos proyectos pensados para este año que necesitarían mi colaboración.
—¿Lo ves? —Sonríe—. No tenemos que pensar lo peor, además tendríamos muy mala suerte si se hubiera enterado de lo sucedido. Estábamos en un punto ciego, no había electricidad y el correo electrónico nunca le llegó. Tranquilo, estamos a salvo.
Asiento de acuerdo con sus palabras.
—Me siento un poco idiota ahora —me sincero—. Traje toda esta comida casera para un último almuerzo y pensé una táctica digna de un juicio.
—Oye, el almuerzo se ve estupendo. Y es inteligente prepararse para lo peor en caso de que algo malo suceda. Somos un buen equipo.
—Lo somos —digo de acuerdo—. De verdad espero que tengas razón porque no quiero que dejemos de ser un equipo.
—Y si tú tienes razón y perdemos nuestros empleos, podemos ser un equipo de todas formas. Encontraríamos una forma de subsistir.
Correspondo su sonrisa y me siento aliviado de ser su amigo y su compañero de equipo. Cuando conocí a Grace en ese bar pensé que no habría manera en que ella y yo fuéramos compatibles. Luego, cuando nuestras verdades salieron a la luz y nos vimos cara a cara, tuve la sensación de que nos llevaríamos mal. Sin embargo, aquí estamos, compartiendo un almuerzo abundante y no me imagino con otra persona que no sea ella.
Nos presentamos juntos frente a la oficina de la directora a la hora pactada intentando lucir profesionales y para nada culpables. Inocentes hasta que se demuestre lo contrario y toda esa mierda legal. Las clases ya han terminado, solo quedan algunos profesores y los alumnos que participan en sus talleres. Sin embargo, esta zona del edificio parece desierta y es un poco espeluznante, a decir verdad. La secretaria de la directora Castillo nos mira con impaciencia, desesperada por irse luego de su jornada laboral y no puedo culparla porque yo preferiría estar en el metro que aquí.
—Tenemos una reunión con la directora Castillo —le hago saber y le dedico mi sonrisa registrada para que no nos odie por hacerla trabajar más—. Ella es la señorita Stuart y yo el profesor Rossi.
—Sé quiénes son, conozco a todos aquí. Adelante —nos indica con menos rencor que antes—. La directora los está esperando.
No es por presumir, pero la sonrisa nunca falla y hoy no es la excepción.
Grace da el primer paso, valiente como nadie más y se aventura a esta guerra que puede tener un resultado pacífico o acabar en una masacre. Con suerte, la primera opción.
La directora Castillo está al teléfono con algún padre y nos dedica una sonrisa de disculpa a la misma vez que señala las sillas con elegancia para pedirnos que nos sentemos. Nos ha sonreído, eso es una buena señal. Sería muy psicópata de su parte hacerlo y luego despedirnos. Todavía queda una pizca de esperanza.
Esperamos tan solo un minuto y la directora corta la llamada prometiendo a no sé qué padre molesto estar al corriente de la situación. Nos dedica entonces otra sonrisa y ya comienza a darme miedo porque quizás sí sea una psicópata.
—Disculpen por eso, muchos padres no entienden que las clases finalizan a las tres. —Bufa y abre la carpeta que está en su escritorio—. También les pido disculpas por haberlos citado después de su horario laboral, pero mi agenda está un poco alocada estos días. Si no les molesta, iré al grano.
—Por mí está bien —le hago saber.
Quiero que la tortura termine ya.
—Como saben, han comenzado los talleres después de clase y el de escritura y lectura no será la excepción.
—Comenzará el próximo lunes —confirma Grace y me dedica una mirada tranquilizadora de «te dije que no iban a despedirnos».
—En efecto, me gustaría saber si tengo su participación para iniciar un movimiento de lectura un poco más profundo. Verán, con los contactos que tiene esta institución, podríamos traer a grandes autores para que tengan conversaciones con los estudiantes y realizar actividades conjuntas.
La directora continúa explicando su idea con detalle y comienzo a relajarme y a respirar con normalidad. El dolor de cabeza que no sabía que tenía desaparece, así como la mochila imaginaria de veinte toneladas que llevaba sobre mis hombros. No me despedirán. No tendré que buscar otro trabajo y explicar que violé el código de conducta a un mes de empezar. No decepcionaré a mi padre.
El mundo vuelve a ser hermoso.
GRACE
La sensación de alivio está infravalorada teniendo en cuenta lo lindo y relajante que se siente. Tony estaba preparado para ir a la guerra con todas las complicaciones que eso implica, en cambio, yo intenté ser la optimista y pensar de manera racional; no fue sencillo y, sin embargo, qué bonita fue la sensación cuando la directora Castillo nos dijo la razón de la reunión. Mi cuerpo entero se relajó, un calorcito recorrió mis venas y por un instante parecía que flotaba. Sí, nos espera mucho trabajo y puede que sea un dolor de cabeza a futuro, pero peor sería no tener trabajo cuando las clases ya han comenzado en todas las escuelas.
Mi compañero de equipo también luce mejor y, al igual que yo, cansado. Ambos hemos dormido poco o nada con la incertidumbre de lo que podía pasar. Ahora mismo daría lo que fuera para darme una ducha e irme a la cama a dormir como un tronco por diez horas.
—Tengo un amigo escritor —me hace saber Tony mientras recorremos los pasillos—, es excelente en su trabajo y está ganando reconocimiento. Sin dudas, podría mandarle un mensaje y ver si su publicista puede hacernos un hueco en su agenda.
—Eso sería estupendo —admito—. ¿Has dicho publicista? ¿Quién es tu amigo? ¿Rick Riordan?
Niega con la cabeza con una sonrisa.
—No tan conocido como Rick, pero seguro en unos años lo será.
—Estoy esperando el nombre —insisto.
—Es...
—¡Tony!
Ambos giramos nuestras cabezas hacia el costado de donde la voz femenina ha venido e interrumpido nuestra conversación. Me toma solo unos segundos identificar a la muchacha que se acerca a nosotros y todo el alivio que he sentido se evapora siendo reemplazado por un pesado nudo en mi estómago. ¿Por qué me siento así cuando la veo? ¿De dónde viene todo este rechazo y celos?
—¿Qué haces aquí, Milan? —suelta Tony con confusión—. ¿Ha sucedido algo malo?
Ella niega con la cabeza y la sonrisa que esboza es un claro indicativo de que está todo en orden.
—Solo quería avisarte que regresaré a Seattle.
—¡Eso es estupendo! Aunque un mensaje habría estado bien, no era necesario que vinieras.
—Ahora mismo —le aclara—. Tengo mi auto estacionado afuera.
—Oh.
Miro hacia otro lado intentando encontrar algo, cualquier cosa, que me dé una excusa para escaparme. No creo que sea correcto de mi parte escuchar su conversación y tampoco me sienta bien hacerlo. Para mi mala suerte, no hay nada ni nadie que me ayude en mi plan de fuga.
—Es algo bueno —insiste la chica—, sé que prometí quedarme para salir contigo y tus amigos esta noche, pero tengo que volver. ¡Me llamó una compañera de clases!
—¿De verdad? —suelta Tony con asombro y no entiendo de qué va todo el asunto.
—¡Sí! No lo puedo creer, Tony. ¡Tenías razón!
—Auch.
—Me dijo que notó que he faltado toda la semana y quería saber si estaba bien. También me dijo que me prestaría sus apuntes de clase para que no me atrase y que le gustaría que nos juntáramos a estudiar juntas —continúa Milan con emoción—. Claramente le dije que regresaba este fin de semana porque no puedo dejar pasar esta oportunidad.
—Te dije que todo mejoraría.
—Lo hiciste.
Me hago a un lado cuando la chica se lanza a sus brazos y Tony la rodea en un fuerte abrazo. Se escapa de mi comprensión el tema que están hablando y por qué la emoción; sin embargo, lo peor es que me siento aliviada al saber que se irá. ¿Qué tan mala persona soy?
—Lamento haber interrumpido su conversación —dice la chica cuando el abrazo se termina—, solo quería despedirme antes de emprender el viaje. De verdad estaba entusiasmada por conocerte esta noche.
¿Me habla a mí?
—Tony me ha hablado muchísimo de ti —continúa con sus ojos fijos en mí—. Me alegra saber que este idiota tiene una amiga en esta ciudad.
—No le he hablado tanto de ti —me hace saber Tony con algo similar a la incomodidad.
—No sé si sabes quién soy, quizás crees que estoy loca por aparecerme así de la nada y la verdad yo también lo creería. Soy Milan —se presenta—. Tony y yo fuimos juntos a la universidad.
—Nos llevábamos mal —añade Tony—, pero tuvimos que empezar a convivir cuando nuestros mejores amigos se casaron ebrios.
—Ahora nos toleramos.
Ambos se sonríen y mi cerebro parece volver a funcionar correctamente de nuevo. Toda la información me llega de golpe, las anécdotas que Tony me ha contado sobre sus amigos y los nombres de cada uno de ellos. Me siento como una completa estúpida y quiero darme un cachetazo por sentirme celosa de una de sus mejores amigas.
—Me habría gustado también pasar el tiempo contigo esta noche —le digo y estoy siendo sincera—. Espero que todo vaya bien en Seattle para ti.
—Lo hará. —Sonríe—. Espero verte pronto y, por favor, trata mal a Tony por mí.
—¡Oye! —se queja.
—Lo haré —le prometo con una sonrisa.
La chica le da otro abrazo fugaz a Tony y luego me sonríe. Así como llegó, se va y aunque ahora tengo el panorama más claro, sigo sintiéndome por completo perdida y, sobre todo, preocupada. No debería haber sentido celos de esa chica, sea amiga o algo más de Tony, y aun así lo hice. Me asusta pensar en ello, me aterra analizarlo y encontrar un significado.
—¿Nos vemos esta noche? —pregunta Tony, sacándome de mis pensamientos.
—Por supuesto.
—Hablaré con mi amigo sobre su posible visita al instituto.
—Yo fingiré que tengo amigos importantes y hablaré con ellos —bromeo.
—Me parece un buen plan.
Como ya es costumbre en él, me acompaña hasta mi motocicleta y espera a que emprenda viaje para ir a la estación de metro. Me saluda con la mano cuando nos encontramos en el semáforo y la sonrisa que me dedica me recuerda mucho a la sensación de alivio. El calorcito en las venas, la sensación de ingravidez.
No puedo dejar de rememorarla en el camino a casa y, para cuando llego, se ha instalado para siempre como una cicatriz en mi mente. Temo que cada vez que cierre los ojos, su bonita sonrisa aparecerá en mi cabeza y soñaré por el resto de mis días con esa curvatura en sus labios, con su rostro atractivo y con ese nudo en mi estómago que no quiere desenredarse.
¡Hola, hola, gente bella! Volvemos a encontrarnos. ¿Cómo están? ¿Qué tal va enero para ustedes?
No puedo creer que ya estemos por el capítulo 24, en parte porque siento que estoy avanzando a paso de hormiga y, a la misma vez, me siento orgullosa de seguir escribiendo a pesar de todo lo que está pasando en mi vida. Un pequeño descargo, disculpen por este párrafo.
Ahora bien, acertaron: Grace y Tony conservan sus trabajos. Milan vuelve a Seattle y todo regresa a la normalidad, ¿verdad?
En el próximo capítulo Grace será sincera con Tony sobre una pequeña mentirita.
Espero que les haya gustado el capítulo y estén disfrutando la historia. Les agradezco por su apoyo y paciencia.
Les deseo un bellísimo día y una estupenda semana.
MUAK!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top