Capítulo 2

GRACE

Regreso a la sala de profesores como si nada hubiera pasado y recordando todas las lecciones que aprendí en mi niñez y adolescente. «Puedes sentirte nerviosa, pero tu poder está en no demostrarlo. Ahí es cuando ganas.» me dijo mi madre ante de primer concurso de belleza y pese a todos los momentos encerrada en el baño y llorando, cuando salía al escenario mostraba la misma confianza que Miss Universe. Ahora intento hacer lo mismo, aun cuando han pasado muchos años desde la última vez que participé en uno de esos concursos y que hay cientos de factores por los cuales ya no me es tan sencillo demostrar confianza.

Mi poder es no demostrar que la presencia de Tony mi afecta. Mi poder es no mostrar que lo que pasó anoche todavía quema en mi cabeza. Mi poder es saber que este es mi territorio y que pertenezco aquí.

—Te preparé un té —murmura en mi dirección cuando tomo asiento de nuevo—. El profesor Callahan dijo que no te gusta el café.

No sé cómo responder a eso. Estamos solos en la mesa, David y Gloria están junto a la cafetera con la directora.

—Gracias.

—Avísame si te sientes con ganas de vomitar.

—¿Para correrte?

—Exacto.

—Todo un caballero.

—Oye, te hice un té. No seas tan dura.

—Después de esconderme tu cara por hora y media —le susurro con violencia, adiós a la tranquilidad.

—¿Qué querías que hiciera? —me responde de la misma manera—. No esperaba verte aquí, ¿sabes? Y no me pareció una buena idea hacer una escena.

—Claro porque que sea mujer significa automáticamente que haré una escena.

­—No me refería a eso, pero ya ves que terminaste vomitando. Algo de razón tenía, Grace.

—Señorita Stuart —lo corrijo.

—¿Qué? —Me mira con sorpresa, sus ojos cafés están más abiertos de lo normal y su rostro apuesto es un reflejo de lo que está pasando en su interior.

—Estamos en nuestro lugar de trabajo. Soy la señorita Stuart para ti. Tú eres el profesor Rossi.

—¿En serio?

—Totalmente. Lo que pasó anoche fue algo de una noche, no tiene que influir en nuestras labores y...

—Y no volverá a repetirse —termina por mí.

—Exacto. Si vamos a trabajar juntos de ahora en más, lo correcto es que nos tratemos igual que al resto de los profesores.

—Entendido, señorita Stuart.

No decimos más pues nuestros colegas vuelven a la mesa y la psicóloga del instituto se pone frente al salón para iniciar su parte. Todos los años la conversación es similar, aun así, intento prestarle mi atención y no pensar en nada de lo que está sucediendo tras bambalinas. No pensar en Tony y su musculoso brazo envuelto en una camisa blanca que está muy cerca del mío. No pensar en que todavía puedo sentir sus labios sobre los míos y que está usando el mismo perfume masculino que tenía anoche. No pensar en que su perfil luce igual de apuesto que el resto de su rostro con su mandíbula marcada, sus pestañas espesas, sus cejas bien cuidadas y sus pómulos de infarto. No tiene una curva en su rostro que no sea perfecta, sus labios son armoniosos y su nariz es recta y la envidia de un cirujano plástico.

No pienso en nada de eso, en cambio, escucho a la doctora García hablarnos sobre el sistema de apoyo que tenemos que brindarles a los alumnos. Lo que dice es interesante, sí, pero es más de lo mismo. Trabajo aquí hace dos años, al principio como practicante mientras terminaba mi último año y desde al año pasado como bibliotecaria tras la jubilación del anterior bibliotecario.

«Este es mi lugar», me recuerdo.

Cuando la hora y media transcurre y tenemos un nuevo descanso, aprovecho para guardar mi pobre sándwich de pollo que para el momento ya debe haber perdido la cadena de frío. Solo nos queda una hora más para el horario del almuerzo, una hora más de estas charlas y podremos tener la tarde libre para planificar nuestro trabajo antes de la llegada de los alumnos.

Al regresar a la mesa, encuentro a Katherine, profesora de Matemáticas, en mi mesa y hablando con Tony. No parece reconocerlo de anoche y es todo un alivio porque no podría soportar una conversación incómoda sobre el tema. Además, no es la única que está allí pues parece que el nuevo profesor ya tiene un club de animadoras. Tal como en la secundaria, los grupos prevalecen.

—Grace —me llama Katherine con su sonrisa de labios rojos—, ¿ya conociste al profesor Rossi?

Está claro que sí porque nos sentamos en la misma mesa.

—Sí, recién.

—Me estaba diciendo lo emocionado que está de trabajar aquí, quizás deberías darle un recorrido cuando acaben las reuniones.

Y allí está, ese tono que no sé si es de burla o si en verdad intenta ser mi amiga.

—Seguro que ha recibido un tour al llegar —contesto intentando desviar la atención de mí.

—¿Has recibido algún tour guiado por una amante de la literatura como tú? —le pregunta y sus ojos celestes parecen retarlo a decir que sí y sufrir las consecuencias.

—No, de hecho, es mi primer día aquí. No conozco el lugar.

—Ya ves, Grace.

—¿Tenemos una reunión aquí? —interrumpe la directora Castillo al ver que hay al menos cinco personas de otros departamentos rodeando nuestra mesa.

—Directora, le estaba diciendo a la señorita Stuart que sería una buena idea que le dé un recorrido al profesor Rossi por el lugar. Estoy segura que ella mejor que nadie va a poder guiarlo por la biblioteca y los espacios de trabajo que compartirán.

Los ojos almendrados de la directora van de Tony, que está tan silencioso como yo, a mí y su sonrisa tranquila se acentúa. No, que alguien le borre las palabras de Katherine de la cabeza.

—Esa es una gran idea, señorita May. —Sus ojos vuelven a posarse en mí—. ¿Podría hacerme ese favor?

—Claro —suelto con la mayor naturalidad posible, aunque en verdad mi garganta duele como si hubiese tragado un vidrio—. Me encantaría ayudar al profesor Rossi.

—Estupendo. Vuelvan todos a sus asientos que tenemos que continuar con nuestras charlas de inicio.

Desearía poder hundirme en mi asiento y hacerme invisible, en cambio, le doy un sorbo a mi botella con agua y finjo que nada de esto me importa, que nada me molesta. Fingir hasta creerlo.

—No es necesario que lo hagas —murmura en mi dirección.

—No me molesta, profesor Rossi. Somos compañeros ahora y tendremos que trabajar juntos por el resto del año.

No es hasta que lo digo que parece comprender la seriedad del asunto. De todos los departamentos a los que podía formar parte, se especializa en literatura y una de mis tareas es poder ayudarlo a elegir las lecturas obligatorias y apoyarlo en sus clases. En definitiva, nuestros traseros estarán pegados el resto del año. Gloria y David trabajan juntos, a veces con mi ayuda, pero un profesor nuevo necesita a una pareja y desde el principio se me dijo que esa era mi obligación. Si tan solo la directora me hubiera mostrado una foto de él, nada sería tan incómodo.

—Me encantaría que me explicaras cómo exactamente tendremos que trabajar juntos.

—Luego —le prometo.

—¿Por qué luego?

—Porque el señor Campbell comenzará su charla ahora y es de mala educación estar hablando cuando él lo hace.

—¿En serio?

—Sí, en serio.

—¿Por qué de pronto me tratas como si fuera tu enemigo?

—Estamos en nuestro lugar de trabajo y, por si no lo recuerdas, dejaste muy claro que lo mejor era que no supiera nada de ti.

—Ya deja de hablar de anoche, tú mentiste y yo no te lo estoy recriminando.

—¿Yo mentí? —Elevo mis cejas con sorpresa y me está costando un mundo no asesinarlo con la mirada.

—Sí, no veo tu librería por aquí.

—Ni siquiera me dijiste tu nombre.

—Tampoco lo habrías recordado con lo ebria que estabas.

Lo miro con asombro y por un momento me planteo la posibilidad de clavarle mi lápiz en la mano. No es posible, por supuesto, porque perdería mi trabajo y porque la conversación que estamos manteniendo en susurros tan bajos que ni nuestros compañeros de mesa alcanzan a escuchar, dejaría de ser privada.

—Vete a la mierda.

—Váyase usted primero, señorita Stuart —me responde con burla.

Quizás no puedo clavarle mi lápiz, pero sí puedo patearlo bajo a la mesa y eso es exactamente lo que hago. Es su turno de mirarme asombrado y espero un golpe también porque está claro que ninguno de los dos está siendo muy racional; sin embargo, utiliza una táctica más elaborada y casi me caigo de la silla al sentir su pesada mano sobre mi muslo.

—No quieres jugar este juego, Grace.

—Lo digo en serio, vete a la mierda.

TONY

Mi mejor amigo Noah siempre me ha dicho que no me enrolle con cualquier persona que conozco porque nunca sé quién puede terminar siendo esa persona. Cada vez que tenemos esa conversación le digo que es un aburrido y, últimamente, añado que no puede criticar mi estilo de vida porque él se casó ebrio en Las Vegas. Y si bien sé cuál es la respuesta que voy a obtener de su parte, estoy esperando nervioso su mensaje de texto porque la situación que estoy viviendo me resulta irreal.

—Iré a comer a almorzar al jardín, vendré a buscarte en media hora para el recorrido. —Es todo lo que Grace dice antes de ponerse de pie y tomar sus cosas.

—No me dejes —le murmuro de inmediato y es muy tarde para darme cuenta de lo absurdo que he dicho.

—¿Qué?

—Que no te alejes tanto, no sea que vuelvas a llegar tarde.

Chasquea la lengua y me desinflo en mi asiento porque no ha escuchado mi gran estupidez. ¿No me dejes? Si lo que ella más quiere es alejarse de mí y, a decir verdad, no me vendría mal olvidar mi idiotez. No tendría que haber salido anoche y no tendría que haberme enrollado con ella cuando claramente no es mi tipo.

Soy un idiota y el mensaje que acabo de recibir de mi mejor amigo de toda la vida me lo confirma. Solo ha escrito «eres un idiota» y no puedo estar más de acuerdo.

—¿Qué te parece hasta ahora el colegio, Tony? —me pregunta Gloria con dulzura—. ¿Te sientes cómodo?

No porque mi ligue de una noche es mi compañera, aunque no creo que sea correcto decírselo.

—Todo está más que genial, me entusiasma comenzar a dar clases.

—¿Siempre quisiste ser profesor?

Niego con la cabeza y decido concentrarme en la mujer frente a mí que no me está juzgando y dejar pasar todo lo que ha ocurrido con Grace. Ambos nos comportamos como unos patanes anoche, pero al parecer yo tengo la culpa de todos los males del mundo por no decirle mi nombre. Ella mintió y no la estoy crucificando.

—No, cuando era pequeño quería ser piloto. Fue en el instituto donde conocí a un profesor que me inspiró con su ejemplo.

—Esa es la importancia de un buen profesor, tenemos que inspirar.

—¿Cómo es la metodología aquí?

—Bueno, David y yo estamos en la secundaria. A ti te tocarán los estudiantes de nivel medio y tendrás completa libertad para trabajar con ellos. Claro está que tendrás que presentarnos tus ideas porque como grupo tenemos que seguir un camino y tener metas en común, pero la directora Castillo está abierta a todas las propuestas que quieras presentarle.

—¿Y cómo es mi trabajo con la señorita Stuart?

—Oh, adorarás a Grace. Es una muchacha muy aplicada y abierta, lograrás conectar con ella de inmediato.

Claro que conectamos, sobre todo mi lengua con su clítoris.

—¿Tengo que mostrarle mis ideas también?

—Sí, pero para que ella pueda apoyarte. Tienes que saber si el material de trabajo que quieres está disponible y, además, los estudiantes la adoran y sabrá contestarte cualquier inquietud.

Ya entendí, Gloria, todos adoran a Grace. Bendita sea Grace.

—¿No has traído almuerzo?

Sus palabras me recuerdan lo hambriento que estoy y me pongo de pie para buscar mi comida. Me duelen las nalgas de tanto estar sentado y necesito que termine rápido este día de orientación porque tengo un plan de estudio que armar y solo falta una semana para que conozca a mis primeros alumnos. Además, necesito correr y distraer mi mente del hecho de que metí la pata hasta el fondo.

El almuerzo es tranquilo, por suerte, y consigo que David, también conocido como el profesor Callahan, me dé algunos consejos de su tiempo como profesor de nivel medio. Siento la presión sobre mis hombros porque voy a tener a preadolescentes bajo mi cuidado y es una edad importante, pero a la misma vez eso es lo que me inspira y mi cabeza se llena de posibles lecturas y temas a tratar. La literatura juvenil será mi gran aliada al iniciar.

—Estoy lista si tú lo estás.

Elevo la mirada y encuentro a Grace observándome con esa máscara de «no me importa nada», una máscara que me convencería si no hubiese vomitado en el primer receso.

—Estoy listo también, solo tengo que lavar mi tupper.

—Te espero en el pasillo.

No parece tener mucha paciencia conmigo por lo que no la hago esperar y limpio mi recipiente y cubiertos, así como el vaso y la taza que he usado. Tomo mi bolso bandolero y me despido de mis nuevos compañeros a medida que salgo de la habitación. Grace está esperándome junto al busto de una figura patriótica que no reconozco y me tomo un segundo para mirarla de pies a cabeza. Anoche la miré, sí, pero ahora hay luz y puedo ver todo en detalle. Su cabello es corto, roza sus hombros y de un color castaño oscuro. Tiene pecas en las mejillas, ojos mieles y tiene unas finas gafas de descanso sobre el puente de su nariz respingada. Labios finos, mejillas regordetas y la expresión de que podría matarme. Su ropa es un pantalón a cuadros y tiene una camisa blanca. Tiene un cuerpo con curvas, es alta y está un poco excedida de peso. Sí, no es para nada mi tipo. Se ve muy rígida para ser mi tipo.

—Ya estoy listo —anuncio.

—Genial, hagamos esto rápido porque tengo mucho trabajo y puedo imaginar que tú también.

—Aún necesito saber cómo trabajaremos juntos.

—No es muy difícil de comprender. —Se encoge de hombros y comienza a caminar por lo que me veo obligado a seguirla—. Tú eres el profesor de literatura y, como tal, tienes que darles lecturas obligatorias a tus alumnos. Por el valor de la cuota que los padres de estos niños pagan aquí, nosotros tenemos que brindarle todos los elementos y entre ellos están los libros. Me tienes que informar de lo que tienes planeado para conseguirte el material.

—Entiendo.

—Por otro lado, está el club de literatura que es aparte de tu clase y el cual llevo como materia extracurricular. La anterior profesora estaba conmigo en el club, pero no tienes que sentirte obligado a participar. —Toma aire antes de continuar—. Buscamos libros del interés de todos, los debatimos y también hay momentos en los que ellos escriben y nos hacen llegar sus historias.

—Me gusta la idea, de hecho. Incentivaré a los alumnos a unirse.

—Genial.

—¿Y cómo lo haremos entonces? —pregunto enterrando mis manos en los bolsillos de mis pantalones.

—¿Hacer qué?

—Trabajar juntos si no podemos siquiera mirarnos.

Se detiene de golpe y yo hago lo mismo.

—Puedo mirarte —repone y para demostrar su punto clava sus ojos claros en mí—. Lo que no puedo es terminar de procesar la situación. Es incómoda.

—¿Por qué? Somos dos adultos, tuvimos un momento y ya está. Fue consensuado y no tiene que ser la gran cosa.

—Porque no acostumbro a hacer esa clase de cosas, Tony.

—¿Ahora soy Tony? Creí que era el profesor Rossi.

—Como sea. Es incómodo para mí y si bien está claro que es natural para ti, te agradecería que respetaras mi espacio hasta que pueda tratarlo con la naturalidad que tú lo haces.

—Grace, vamos a trabajar juntos con libros, no vamos a estar provocándonos con temas sexuales. No hay que hacer un gran lío de esto.

—Lo que no entiendes, Tony, es que, a pesar de ser un edificio gigante, las paredes son muy pequeñas y cualquiera puede enterarse. No quiero que influya en mi trabajo.

—No lo hará.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque como ya lo dijimos, no volverá a suceder.

—Tienes razón. No volverá a suceder porque ya aprendí la lección y no cometeré el mismo error dos veces.

—Y ni siquiera eres mi tipo por lo que estaremos bien.

—¿Qué significa eso? —Su ceño se frunce.

—Que estaremos bien. Lo que pasó, quedó en el pasado.

—Y allí se va a quedar.

—Exacto.

Grace vuelve a caminar y no tarda en girar hacia mí al notar que no estoy siguiéndola.

—¿Vienes o qué? Este lugar es gigante, me llevará una hora al menos mostrarte todo.

—Qué emoción.

—Tranquilo, nadie está sufriendo más que yo.

La sigo a través del amplio y vacío pasillo. Está claro que será incómodo al principio trabajar juntos porque a ambos nos tomó desprevenidos encontrarnos aquí; sin embargo, estoy convencido de que nada de esto influirá en mi trabajo. Vine aquí con un objetivo y es poder vivir de la literatura. También aprendí la lección, no me enrollaré con nadie más hasta que todas mis actividades del día estén organizadas. No quiero que esto se repita de nuevo en el gimnasio.

Grace no es mi tipo y parece que yo no soy el suyo porque no deja de remarcar que nada volverá a ocurrir. Fue un desliz y así quedará.

¡Hola, hola, bellezas! Nos volvemos a encontrar y esta vez en un nuevo año porque ayer me olvidé de actualizar, sorry. ¿Cómo están hoy? ¿Qué tal terminaron el año?

Uno de mis objetivos para este 2023 es terminar de escribir y subir esta historia, y ojalá también tener la oportunidad de verla en físico. Espero que puedan acompañarme en el proceso y en el logro.

Volviendo a la historia podemos decir que la tranquilidad se esfumó. Grace y Tony sacaron sus espadas y están a nada de retarse a duelo. ¿Qué creen que va a suceder a continuación?

Quiero agradecerles por leer, votar y comentar. Pido disculpas por aún no haber contestado sus comentarios, he estado sin tiempo, pero los he leído a todos.

Les deseo un maravilloso 2023 y espero que esté lleno de éxito y felicidad para todxs ustedes.

MUAK!

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