Capítulo 17
TONY
El cielo está oscuro, encapota la ciudad como una cúpula de nubes negras, densas y peligrosas. La lluvia cae como una cortina, constante y pesada. El viento sopla con fuerza, mueve las hojas, las quita de sus ramas y las lleva a través de las calles de Nueva Jersey. El agua comienza a correr por las calles, se forman charcos y la visión no es perfecta.
El taxista que me trajo hasta la escuela no dejó de maldecir ni un momento por la lluvia, teme que se inunden las calles y la gente decida no salir de sus casas. En su lugar, estaría igual. De hecho, sin conducir un automóvil, comparto su opinión. Menudo día les tocó a los estudiantes para su baile de bienvenida. No me asombraría si la mitad de ellos decide quedarse en sus casas, cómodos, calentitos y sin mojarse.
Sacudo mi cabeza como un perro cuando ingreso al corredor principal. Mi paraguas ha hecho su trabajo, pero no pudo detener la lluvia que arrastra el viento.
—¿Se encuentra bien? —me pregunta Leonard, el portero—. ¿Necesita algo para secarse? Tengo algunas toallas que la señorita Grace me ha dejado.
—Estoy bien, descuide. Solo estoy replanteándome mi vocación —digo en broma, a pesar de que no es del todo mentira.
—No se preocupe, la lluvia se detendrá pronto. Los estudiantes vendrán y será como si nada hubiese sucedido.
—¿Cómo está tan seguro?
—No es mi primera tormenta. —Se encoge de hombros con una sonrisa de viejo sabiondo.
Me despido del amable hombre para emprender mi camino hacia el gimnasio que hoy se ha convertido en un salón de fiestas. Uno creería que siendo una escuela tan costosa tendrían su propio salón de baile reservado exclusivamente para estos eventos. Pues no, es una preparatoria igual al resto en sus raíces.
El gimnasio luce por completo distinto a la primera y única vez que lo vi. El departamento de arte ha trabajado duro y se nota su esfuerzo. Creo que el tema es algo con las nubes y los cúmulos de algodón por todos lados se acoplan a la idea. Aquí, distinto al resto de las escuelas públicas del país, se han gastado un buen dineral en la preparación de esta fiesta. Nada se ve barato, ni siquiera las mesas redondas con manteles blancos que ocupan la mitad del espacio. La comida, por lo que me han dicho, también será increíble y eso es todo lo que me motiva para seguir aquí. Eso y que es mi obligación laboral, no puedo darme el lujo de cagarla en mi primer empleo.
—¡Tony!
Giro mi cabeza hacia el origen de mi nombre y veo a Grace en una escalera colgando pequeñas bolas de disco. Me saluda con su mano libre y sonríe, es probable que sea la única persona contenta de estar aquí. Katherine se encuentra a sus pies, sosteniendo la inestable escalera y parece que está sufriendo de aburrimiento. Ambas visten de negro, como yo, porque ese es nuestro color para diferenciarnos de los estudiantes.
—Hola —saludo al acercarme—. ¿Llego tarde?
—Llegaste a horario. Yo vine temprano.
—Típico de Grace —comenta Katherine y me esfuerzo para no mirarla con fastidio—. Siempre es la más aplicada, nos hace ver a los demás como unos holgazanes.
—Formo parte del comité de manera permanente, es mi deber estar aquí antes que nadie —se defiende.
—Creo que haces un gran trabajo —la halago—. ¿En qué puedo ayudar?
—Domenico está ayudando al DJ a instalarse, seguro necesitan otra mano para transportar todas esas cajas de sonido.
—Trabajo de fuerza. Hecho.
—No te pierdas, Tony —exclama Katherine cuando me alejo.
Ojalá ella se pierda y no pueda encontrarla nunca más.
La tormenta se ha detenido, tal y como pronosticó Leonard. El cielo continúa como una pizarra negra, no dando muchas esperanzas a que el temporal se disuelva, pero es mejor que nada. La decoración ya está lista, el DJ instalado, el catering se está acomodando contra una de las paredes del gimnasio y Domenico se ha ofrecido para servir las bebidas. Él es el profesor de música, un treintañero que me ha caído bastante bien. Descubrí que su familia también es italiana y tuvimos un buen tema de conversación mientras trabajábamos juntos.
Ahora, estoy ayudando al fotógrafo a acomodar su espacio y prepararse para la inminente llegada de los estudiantes. Falta menos de media hora para el inicio del baile y estoy esperando con ansias ese momento. Mientras antes comience, antes podré irme a casa. ¿Quién demonios querría pasar su viernes por la noche como chaperón en un baile escolar? Grace no cuenta.
—¿Cómo va todo? —pregunta mi compañera, acercándose a nosotros en su última ronda de evaluación—. ¿Necesitan que los ayude en algo?
—Ya casi estamos —la tranquilizo—. Tómate un refresco y descansa, Grace. Has hecho un gran trabajo.
—Descansaré cuando todos los estudiantes estén en la pista, bailando y disfrutando.
—¿Sabes que no te pagarán extra por ser una perfeccionista? —la molesto.
—Alguien está de malhumor por pasar su viernes en el instituto —me acusa con una sonrisa divertida curvando sus labios—. Eres como el Grinch de los bailes.
—Claro que estoy de malhumor, podría estar haciendo cualquier otra cosa. Incluso tener una diarrea suena más divertido.
—¿Cómo qué? —pregunta con rapidez.
—¿Como que qué?
—¿Qué podrías estar haciendo un viernes con lluvia?
—No lo sé...
—No tendrías planes —me interrumpe—. Estarías en tu casa quejándote por la lluvia.
—Claro que no. Yo siempre tengo planes los fines de semana.
—Entonces dime tu plan para este fin de semana.
—Podría estar en el cine —respondo con confianza—. Es un excelente día para ver una película y comer toneladas de palomitas.
—Puedes ir mañana.
—Mañana no lloverá —discuto, aunque no estoy seguro.
—Sí lo hará, han pronosticado lluvia para todo el fin de semana y mitad de la próxima semana. Tendrás tiempo de sobra para ir al cine.
—Eres diabólica —la acuso.
—O tú eres un bebé quejoso.
—También eres mala.
Suelta una risita por lo bajo y niega con la cabeza. Ella, a diferencia de mí, sí parece estar disfrutando de la organización del baile. Está sonriente, tranquila y... no lo sé, distinta. Quizás es una persona de lluvia y el clima la pone de buen humor.
—Iré a chequear los últimos detalles —anuncia mirando la lista de tareas que lleva religiosamente en sus manos—. Nos vemos luego.
—Nos vemos.
Luego, sin embargo, es demasiado pronto. El fotógrafo ya ha terminado de instalarse en lo que conversaba con Grace y ahora no tengo nada para hacer. Podría tan solo relajarme, pero sé que si me quedo quieto, esta noche se me hará eterna. Antes de poder llegar a mi nueva amiga para pedirle más trabajo, Katherine se le cruza por el camino.
—No te he dicho lo bonito que te queda ese vestido —escucho que la garrapata energética le dice con esa voz demasiado dulce para ser verdad—. El plisado de la falda hace bien su trabajo para esconder eso que tanto te incomoda.
¿Qué diablos?
—¿Gracias? —suelta Grace con duda—. En verdad era el único vestido negro que tenía.
—Tú maquillaje también luce lindo, muy natural. Pero tienes un poco corrido el delineador.
—Culpa a la lluvia —dice por lo bajo, restándole importancia.
—Si quieres, puedes ir a arreglarte ahora y yo te cubro. Los estudiantes pueden ser crueles cuando uno de sus profesores está desarreglado.
—Grace —la llamo, captando su atención—. Domenico te está haciendo señas desde el puesto de bebidas.
Katherine me mira y no puedo terminar de entender qué pasa por su cabeza. Su rostro es inexpresivo conmigo, distinto a esa sonrisa de falsa amistad que esboza con Grace. De verdad, no entiendo cuál es su problema. ¿Por qué todos esos comentarios mordaces disfrazados de halagos?
Como un perro custodio, las sigo hacia el puesto de bebidas para cortar todo comentario lleno de veneno de la profesora de matemáticas. Me encantaría poder encerrarla en un cuarto y olvidarme dónde demonios la he dejado. Le haría un favor a la humanidad y, sin dudas, a Grace.
—¿Qué sucede, Dome? —le pregunta Grace—. ¿Hay algún problema?
—Creo que nos faltará hielo y bebidas. Si alguno quiere quedarse aquí, con gusto puedo ir al supermercado más cercano y comprar lo que falta.
—Se supone que en la cocina está el resto de las bebidas. Déjame chequearlo y, si no, iré yo misma a comprar —lo tranquiliza.
De nuevo, se pone en marcha y Katherine no tarda en seguirla. Necesito dos segundos para entender lo que va a decir y me adelanto, para alejarla de Grace todo lo que sea posible.
—Iré contigo —digo un poquito más alto de lo necesario—. Por si necesitas una mano cargando las bebidas.
—Me vendría muy bien una mano, gracias.
Es mi turno de dedicarle una mirada inexpresiva a mi compañera de trabajo quien deja de avanzar y se queda clavada en el medio de la improvisada pista de baile. Toma esa, rubia.
—¿Estás bien? —me pregunta Grace, llamando mi atención.
—Súper.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —suelta con algo de duda.
—Dispara.
—¿Te gusta Katherine?
No puedo hacer más que mirarla con completo asombro.
GRACE
Tony me observa en silencio, con los labios separados y en completo estado de shock.
Está desconcertado y no sé si eso significa que lo agarré infraganti o si, por el contrario, cree que estoy por completo demente. No sé cuál de las dos opciones me resulta más tranquilizadora. Tampoco termino de entender por qué le he hecho esa pregunta.
¿Tony y Katherine? Ni siquiera puedo imaginarme una situación entre ellos sin que se me revuelva el estómago. Y no de celos. Es que ambos son... bueno, ellos. Se supone que son mis amigos y verlos en una relación, aunque sea una sin compromisos, sería un desastre para mí. Si algo sale mal, tendría que elegir un bando y no soy buena con ese tipo de situaciones.
Si no siente nada por ella, tampoco me tranquiliza la situación. Significa que Tony está disponible y eso es espeluznante. Insisto, él no es mi tipo, pero eso no significa que pueda ignorar su atractivo. Está bueno y él lo sabe. Kate lo sabe. Es posible que la directora Castillo lo sepa. Cualquiera con dos neuronas sabe que está bueno.
—¿Qué? —suelta con un hilo de voz después de lo que parece una eternidad.
—No me hagas repetirlo —le ruego—. Me escuchaste.
—No, por favor. Repítelo así escuchas la locura que acabas de decir.
—No creo que sea una locura. Kate es súper linda y agradable.
—¿Agradable? —repite—. ¿Agradable para quién? Compite con Lucifer para convertirse en el ser más detestable del planeta.
—No seas así.
—Nunca podría interesarme en alguien como ella. Cada vez que abre la boca temo que me clave sus colmillos de víbora y me envenene.
—Ahora estás exagerando —le digo con algo de vergüenza por haber sacado el tema—. Kate no es tan mala, no te has tomado el tiempo para conocerla.
—No quiero conocerla —replica con obviedad—. La quiero lejos. A cien kilómetros de distancia sería ideal.
—Okey, lo entiendo. Disculpa por preguntar.
Niega con la cabeza, por completo disgustado por mi suposición.
—¿Estás segura que no tienes fiebre? Solo alguien que estuviera alucinando por la fiebre podría suponer que me gusta Katherine.
—Ya lo entendí, no te gusta. —Blanqueo los ojos—. Pero tienes que admitir que la miras todo el tiempo. Es un poco raro.
—La miro porque temo que me ataque.
—Basta ya —le pido, sintiendo una comezón en la garganta similar a una carcajada buscando su paso de salida—. Lo entendí.
—Haré que te examinen —continúa—. Iremos al hospital mañana, les pediré que te hagan una resonancia.
—Eres la persona más exagerada que conozco.
—¿Tú acabas de acusarme de sentir algo por Katherine y yo soy el exagerado? —Bufa—. Increíble.
—Ya casi llegamos a la cocina —le recuerdo.
Con eso consigo que se calle y en tanto entramos a la cocina vacía, me doy cuenta que prefiero que siga hablando sin parar. Ahora, en completo silencio, puedo pensar y eso apesta porque sé que Tony no está interesado en nuestra colega. Él está soltero y sin nadie en mente.
Tony está soltero.
Y es caliente como el mismísimo fuego.
Sin mencionar que esta noche, con ese traje por completo negro, se ve como un mafioso salido de esas novelas dark romance que me avergüenza admitir que me gustan.
Es peligroso.
—¿Te gustaban los bailes cuando ibas a la preparatoria? —le pregunto para llenar el vacío.
—Sí, supongo.
—¿Cómo sería eso?
—Me agradaba estar con mis compañeros y divertirme con ellos, pero no eran mi ambiente favorito. Además, a Noah no le gustaban tanto y prefería pasar el tiempo con él. —Sonríe con nostalgia—. Eso sucede cuando eres el mejor amigo del nerd de la escuela.
—Ser amigo del nerd de la escuela es bueno.
—Claro que es bueno —responde con obviedad—. Era como tener mi propio maestro si tenía alguna duda con mis clases.
—¿Cuántas veces te nombraron rey del baile? —lo molesto—. Apuesto que muchas.
—Aquí están las bebidas —anuncia al llegar a una de las esquinas de la cocina—. Y creo que fueron unas doce.
—Es un buen número.
—¿Y a ti?
—No me gusta hablar de eso —le confieso.
—Tú preguntaste primero —me recuerda—. Es justo que también compartas esa información y si no te eligieron nunca, está bien también. Aunque seguro que una reina de belleza como tú, tuvo sus momentos de reina del baile.
—Veinte —suelto con rapidez, las letras golpeándose unas a otras.
—¿Veinte?
—Tendríamos que usar uno de los carritos para llevar todas estas bebidas —le propongo, cambiando de tema con una necesidad abrazante—. Así no tendremos que hacer tantos viajes y terminaremos pronto.
—Para que te hayan coronado veinte veces, debes haber sido reina de todos los bailes desde que entraste a la preparatoria.
—Lo fui —admito—. Ahora, por favor, hablemos de otra cosa.
—Exijo ver una foto de tu adolescencia.
—En tus sueños.
—Por favor.
Le doy una rápida mirada porque de nada me sirve estar ignorándolo cuando yo fui quien trajo el tema a colación. Claro está que no esperaba que se acordara que fui una reina de belleza y, sobre todo, no esperaba para nada que estuviera esbozando un puchero como está haciendo ahora mismo. ¿Me está rogando?
—Ayúdame con las bebidas.
—Solo si prometes mostrarme una foto tuya de adolescente.
—¿Por qué haría eso? Además, creo que las he eliminado todas.
—Por curiosidad.
—Está bien, buscaré alguna en el Facebook de mi madre —accedo—. Ahora, ayúdame con las bebidas.
Para cuando volvemos al gimnasio, los estudiantes ya han empezado a llegar y el inconfundible sonido de la lluvia se oye bajo la música. Le dedico una mirada de «te lo dije» a Tony mientras ayudamos a Domenico a acomodar las bebidas.
Sonrío, viendo la pista llena de adolescentes con sus bonitos atuendos y sus sonrisas llenas de emoción. Recuerdo cuando era una de ellos, cuando mi única preocupación era lucir bien y pasar mis clases. Eso fue hasta que un día desperté y comencé a hartarme de mis compañeros y a refugiarme en la biblioteca con la excusa de que tenía trabajos atrasados.
Era la reina del baile que odiaba las coronas y comenzaba a cuestionarse todo lo que le había enseñado su madre. La que sentía vergüenza cuando le preguntaban qué quería estudiar porque temía que excluyeran.
Rio sin gracia, pensando en esa adolescente que fui y en lo mucho que Tony parece interesarse por esa etapa de mi vida. La etapa en la que, sin dudas, yo era bonita. ¿Qué me dice eso de él?
No quiero pensarlo.
¡Hola, hola, gente bella! ¿Cómo están? ¿Qué tal va su semana?
Falta poco para que las cosas se pongan interesantes y ya estoy deseando compartir con ustedes esos momentos (primero, tengo que escribirlos, je). Espero que estén disfrutando la historia y les esté gustando cómo avanza.
Les agradezco por su paciencia y por el cariño hacia la historia y sus personajes.
Les deseo una bellísima semana.
MUAK!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top