6. Era la actriz de reemplazo en la obra de mi hermana.

Damien Rice & Lisa Hannigan - 9 Crimes (0:38 - 1:18)

La nota es simple y muy al estilo de mi hermano: Lo siento, Lu. ¿Cena conmigo está noche? Junto a la nota hay un collar de diamantes y esmeraldas muy hermoso que debe costar, mínimo, un millón de dólares.

No lo suficiente caro como para perdonar lo que él ha hecho.

—Una disculpa al estilo Sinclair.

Me harían daño un día y al siguiente, encontraría un regalo exquisitamente envuelto esperándome fuera de mi habitación.

Al menos eso es lo que hacia mí padre.

Él me insultaba hasta que lloraba y luego, me golpeaba hasta que dejaba de hacerlo porque los Sinclair no lloran, eso es para débiles y nosotros no lo somos. Jamás. Pero, al día siguiente, encontraba un regalo como si con eso me dijera: toma y supera lo que sucedió. En su mente los regalos lo compensaban todo.

Para él una nueva colección de joyas, un nuevo auto o lo que sea que costara unos cuantos miles, compensaba todo el dolor que me causaba.

—Esto no es suficiente, Landon. Al menos no está vez.

Con el tiempo, me di cuenta de que mis hermanos y mi madre hacían lo mismo.

Con mi madre me di cuenta antes que con mis hermanos. Tal vez porque con ella fue mucho más obvio y todo empezó con una de mis niñeras —cada uno tenía su propia niñera e institutriz—. La cual ya ni siquiera recuerdo su nombre, solía cantar para mí cuando estaba triste y besaba mi frente después de desearme buenas noches. Fue la única que me mostró cuidado genuino y fue algo que mi madre no apreció. Así que un día llegué a la casa y me recibió una nueva niñera que se rehusaba a mirarme a los ojos.

Pero mi madre me regaló varios vestidos nuevos ese mismo día. Eran hermosos. Me dijo lo inteligente que era y que estaba orgullosa de mí, y fue ahí cuando las alarmas en mi cabeza se encendieron, porque mi madre jamás me decía ese tipo de cosas. Entonces supe que mentía, porque si de algo estaba segura, es que ella no estaba orgullosa de mí.

—Betty, por favor, devuelve este collar a mi hermano y responde que no a su nota. Gracias.

—Enseguida señorita Sinclair.

Landon, por otro lado, empezó a comprarme cosas cuando empecé a sospechar de él.

La primera vez, sucedió después de que escuché una conversación bastante interesante entre él y figuras turbias. Al día siguiente de aquello, él vino a mi apartamento y me dio las llaves de un hermoso deportivo negro, me llevó a mi restaurante favorito, brindándome toda su atención y haciéndome sentir especial e importante.

—Señorita, su cuñado está aquí pidiendo verla. ¿Lo dejo pasar? —me pregunta Betty por el intercomunicador.

Respondo que sí y acomodo los papeles que están dispersos en mi escritorio.

La puerta de mi oficina se abre y entra Pascal, el esposo de mi hermana y dueño de una de las agencias de ciberseguridad más importantes a nivel mundial y con quién Empresas Sinclair tiene varios negocios.

Fue así como se conocieron él y Aurora.

—Gracias por recibirme sin una cita previa.

Me encojo de hombros y me levanto para poder saludarlo.

—Cualquier cosa por mi cuñado favorito.

Sonríe antes de besar mi mejilla.

—Soy tu único cuñado.

—Y por eso eres mi favorito.

Mi madre estaba feliz con aquella unión, dijo que no podía pensar en un mejor esposo para su hija.

Aunque mi hermana no se quería casar aún, era muy joven, dijo que tenía otros planes y creía que no se casaría, pero al final terminó haciéndolo. Convirtiéndose de esa manera en una de las parejas más envidiadas.

—¿Qué te trae por aquí? ¿Negocios u otra cosa?

A mí, Pascal me agrada, es, en lo poco que sé de él, un buen tipo. Trata a mi hermana como una reina y le cumple cada capricho que ella tiene, y cuando conversamos, realmente escucha cuando hablo o las opiniones que tengo respecto a las empresas.

Me agrada.

—Quería saber cómo estás —me dice—. No es fácil lo que estás haciendo y es admirable, pero también conozco el peso de aquello. Así que dime, querida cuñada, ¿cómo estás?

Mi respuesta es inmediata.

—Estoy bien.

—Por supuesto, es mi error asumir lo contrario.

Deberías decirle —me grita una voz en mi cabeza y realmente quiero hacerlo, pero dudo que él me crea y decirle solo generaría un problema más con el que no quiero lidiar.

—¿Cómo te va con Donovan? Espero no le estés dando demasiados dolores de cabeza.

Fue él quien sugirió a Donovan como mi guardaespaldas porque antes trabajaba en su equipo de seguridad.

—¿Qué es lo que quieres preguntar?

Sonríe.

—Bueno, me intriga saber cómo pasaste de conocerlo un día y anunciar tu compromiso con él al día siguiente. No suena como algo que harías tú y me siento intrigado. Sobre todo, porque, como sabes, él es mi amigo. Entonces dime, ¿tus intenciones con mi amigo son buenas?

—Pascal, me agradas, pero no te metas en asuntos que no te corresponden.

Levanta las manos con una sonrisa.

—Vamos, ¿eso es todo lo que dirás?

Asiento con la cabeza.

—Eres peor que él.

—¿Le preguntaste?

—Por supuesto. Incluso le pregunté a Aurora, pero ella no quiere hablar del tema y asumo que tú y ella no han hablado.

Mi cuerpo se tensa ante la mención del nombre de mi hermana.

Niego con la cabeza.

—Deberían hablar, pero creo que está nerviosa por contarte las buenas nuevas.

—¿Y eso sería?

Por favor, que no sea lo que estoy pensando —ruego en mi mente—. Por favor, que no sea eso.

—No lo escuchaste de mí y te agradecería que te sorprendas cuando ella te lo cuente, pero Aurora está embarazada. ¿Puedes creerlo? Vamos a tener un hijo.

Todo dentro de mí se vuelve oscuro y silencioso, llenándome de un gran vacío mucho peor y aún más asfixiante del que sentía antes. ¿Cómo es eso posible? No me gusta este abismo en el que parece que no tengo salida, pero aquí, justo ahora, me doy cuenta que prefiero ahogarme antes que quemarme.

—Vaya, no sé qué decir... Felicidades. No sabía que estaban intentando ser padres. ¿Cuántos meses tiene ella?

—No lo estábamos intentando, de hecho, fue una sorpresa. Una muy grata —responde con una sonrisa—. Y ella tiene seis semanas. Creo que por eso no quiere comentar nada aún, pienso que está esperando pasar el primer trimestre.

—Sí, supongo.

Reprimo la sensación de arcadas que empiezo a sentir y me trago el amargo ardor del ácido de mi estómago que todo mi interior hueco puede reunir.

Hueco.

Justo así es como me siento. Vacía. Un cascarón trizado que resuena en la oscuridad. Un recipiente desprovisto de algo vital, al que le quitaron algo esencial y que parece que ya jamás volverá a ser igual.

—Mira, Lu, no te quiero quitar más tiempo, solo quería ver cómo estabas y decirte que, si necesitas algo, cualquier cosa, puedes decirme. Recuerda que somos familia, para lo que necesites, estoy aquí.

Asiento de forma débil con la cabeza.

—Gracias, Pascal.

Mantengo la sonrisa falsa en mi rostro hasta que me quedo sola en mi amplia e iluminada oficina. Tan blanca y carente de cualquier toque personal. Porque al dármela me recordaron que no es mía, que es algo momentáneo.

Nunca tengo nada que sea solo mío.

Y estúpidamente creía que William era la excepción, que él me había elegido. Qué era mío.

—Por supuesto que, de nuevo, la última en enterarme soy yo.

Porque estoy segura que en el fondo ella tiene la duda de si ese hijo es de Pascal o de William.

—La broma sigue estando sobre mí.

Me alimenté de mentiras, excusas y justificaciones. Me atiborré de fantasías, engordándome hasta volverme letárgica y susceptible.

—Yo sabía. Simplemente no quería verlo. ¿Verdad?

Estoy sumida en mi dolor que no me doy cuenta que la puerta de mi oficina se abre y que William ha entrado, hasta que escucho la discusión que él y Betty están manteniendo mientras ella intenta bloquear su camino.

Betty no se deja intimidar por la mirada de William o sus palabras.

—Está bien, Betty.

Me mira por unos largos segundos antes de dar un leve asentamiento y salir de la oficina, no sin antes mirar de soslayo a William.

Él tiene una caja rectangular en su mano que deja frente a mí en mi escritorio.

Un regalo. Vaya sorpresa.

—Pensé que, dado que ya han pasado algunos días, estarías más calmada y podríamos hablar sobre lo sucedido, sobre nosotros y...

—¡Cállate! Solo cállate —no puedo evitar gritar, sorprendiéndolo a él y a mí, por la forma en que sale mi voz.

Aprieto mis manos en un puño de manera tan dolorosa, antes de levantarme de forma abrupta, lanzando la silla hacia atrás.

La mirada de sorpresa es la única reacción de William.

—¿Tienes una idea de lo que me estás haciendo? ¡¿Alguna idea de cómo me estás destrozando?! ¡No soy un robot como todos piensan! Me duele toda esta situación. Me duele demasiado, apenas y puedo respirar o mantenerme de pie. Tengo pesadillas y... ¡¿No puedes ver cuánto me duele?!

Puedo reconocer como la ira se extiende desde el pensamiento de que todos, de nuevo, sabían algo que yo no, hasta la idea de que tal vez, el hijo que está esperando mi hermana es de William.

Es un ciclo de retroalimentación negativa; repugnante y doloroso.

Puedo ver cómo esas emociones se mueven contra la jaula donde las encerré y que ahora parece demasiado pequeña para ellas y para intentar contenerlas. Solo espero que la jaula resista, espero que no explote, espero que no reclame todo lo que hay dentro de mí, pero es una esperanza ridícula e inútil.

—¿Sabes lo que fue para mí entrar esa noche a la fiesta en la que íbamos anunciar nuestro compromiso? Darme cuenta de que mi familia sabía, que todo ese tiempo supieron y no dijeron nada. Qué tus amigos compartían este gran secreto del que todos hablaban y discutían cada vez que les daba la espalda. ¿Sabes lo que se sintió el darme cuenta de que me habían estado mintiendo día con día? Que nada de lo vivido fue real. Fui, de nuevo, solo un premio de consolación. El remplazo porque la actriz principal, no estaba disponible para la gran obra.

Después de que mi madre me contó aquello, no ha pasado un día sin que intente compartimentar todo. Contenerlo y dejarlo ahí para poder seguir y fingir que no me importa. Pero no puedo y cada día que pasa lo único que hago es asfixiarme con el peso de aquella traición.

—Lo siento tanto, Lu.

—¡¿Cómo pudiste hacerme esto?! —le exijo— te amaba tanto, tanto que te hubiera dado cualquier cosa que me pidieras y tú, a cambio, ni siquiera pudiste darme tu fidelidad.

La jaula se está debilitando. Puedo sentirlo. Casi creo ver cómo las cadenas se tensan y me acerco más hacia el abismo.

—Te odio —le digo; la crueldad de mi declaración es suficiente para hacerlo detener, con sus manos caídas a sus costados, esperando algo—. Realmente te odio.

Envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura, tratando de contener la sensación enfermiza que siento al estar frente a él.

—Sin embargo, ¿sabes cuál es la peor parte de todo esto? Qué a pesar de todo, todavía te amo.

Y por supuesto, él no entiende ni siquiera una fracción del dolor que yo he estado sintiendo.

—Te miro y siento todo —le digo y mis uñas se clavan con fuerza en la fina piel de mis costillas—. Todo. ¿Entiendes lo que es eso? Tú, contaminaste todo el espectro de emociones de las que era capaz de sentir. Entonces, ahora te miro y no sé qué sentir aparte de odio. Es demasiado para mí. No puedo...

—Te está destrozando —completa por mi cuando mis palabras se entrecortan al final—. Te estoy destruyendo.

Niego con la cabeza y una risa hueca se escapa de mis labios.

Ojalá fuera tan simple como eso.

—No. Me destruiste hace mucho tiempo, cuando, a pesar de saber que no era a mí a quien querías, decidiste enamorarme. Fue justo ahí, cuando me destruiste.

Todo se reduce a un dolor hueco, lo cual es mucho peor que la furia.

—Lo cual ya sabes porque me estás viendo, justo aquí frente a ti, soy la evidencia de ello. ¿También quieres ver la forma en la me he estado autodestruyendo bajo mi propia catarsis? Podría incluso contarte mis pensamientos privados para que continúes con tu diversión.

Necesito decir esto. Necesito que estás partes de mi corazón roto sean escuchadas.

—Nunca quise lastimarte.

—¿De verdad? Oh, pero que considerado eres, y dime, ¿qué pensaste que pasaría mientras me eras infiel con mi hermana? ¿Cómo crees que me sentiría? Porque por más que intento no puedo dejar de pensar que mientras decías amarme, en realidad estabas pensando en ella. Que venías a mí, después de estar con Aurora y me decías que me amas. ¿Cómo puedes decir amar a una persona y lastimarla de esa manera? Eso es lo que más me duele, que yo jamás te haría eso. Ni a ti, ni mucho menos a ella.

Quiero arrastrar las uñas por mis brazos una y otra vez, hasta que el ardor en mi piel coincida con el ardor de mi corazón

¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que pueda sanar? ¿Cuánto tiempo más tendrá que pasar para que pueda olvidar?

—Como lo puedes ver, aún no estoy calmada y mucho menos he superado lo ocurrido, no creo que pueda en un futuro cercano. ¡No soy un jodido robot! Dejen de tratarme como si lo fuera. ¿No ven que estoy haciendo lo mejor que puedo? No puedo hacer más de lo que hago. Y, William, no puedo darte más de lo que ya te he dado. ¿Sabes por qué? Ya no tengo nada. Realmente nada que dar o que me puedan quitar. Mórame, soy un jodido cascarearon vacío.

Él fue quien se acercó a mí, fue quien insistió y siguió insistiendo, repitiendo que quería conocerme, que yo era especial. A quien él quería. Mintió, una y otra vez y yo le creí cada una de esas veces.

Confíe cuando dijo que me amaba solo a mí.

Jamás debí hacerlo y ojalá pudiera retroceder el tiempo para advertirme de como terminaría todo.

—Déjame encontrar una manera de solucionarlo, Luna. Se que puedo. Entiendo que cometí un error.

—No puedes arreglar esto y no fue un error, William. Ni siquiera pensabas decirme, ¿qué hubiera pasado si no me enteraba? Dime, ¿me lo hubieras contado? ¿La hubieras dejado? No.

No hay cantidad de lágrimas que puedan calmar el dolor que todo esto me está causando.

Y, aun así, todos ellos creen que no siento nada.

—No te arrepientes por engañarme, te arrepientes de que yo me haya enterado.

—Eso no es cierto.

—No sé qué me duele más, el que me hayas mentido durante toda la relación y nada haya sido verdad o el no haberme dado cuenta de que estaba viviendo una mentira.

Paso una mano por mi cabello negro.

William extiende una mano hacia mí y yo retrocedo tan rápido tratando de evitar que me toque, que casi me caigo.

No quiero que me toque. He pasado días, semanas, tratando de eliminar la sensación de sus manos sobre mi piel.

—Ya sé, acabo de descubrir lo que más me duele. ¿Sabes qué es? Que incluso aunque sabías como fue crecer siendo la sombra de mi hermana, la no elegida y quien tenía que conformarse con las migajas de todo aquello que Aurora no quería, y el dolor que me causó, aun así, decidiste engañarme justamente con ella. Eso, en definitiva, es lo que más me duele. Qué confíe en alguien que no valía la pena.

Justo con mi propia hermana.

Estoy tan feliz por ti, Lu —me dijo ella cuando le conté que William y yo éramos novios—. Mereces ser feliz.

Me abrazo más fuerte, con mis manos alrededor de mi torso como intentando unir las partes destrozadas de mí misma.

—¿Por qué nunca soy a la que eligen? —pregunto con voz entrecortada.

No le pregunto exactamente desde cuándo ha estado sucediendo aquello porque no me interesa. No quiero saberlo.

—Vete, por favor, vete.

—Lu, vamos, hablemos.

Niego con la cabeza.

—No, no quiero hablar contigo. Ya no hay nada de qué hablar.

Cierro los ojos con fuerza y cuando los vuelvo abrir miro fijamente a William.

—Nunca te podré perdonar lo que me hiciste y mucho menos el dolor que me estás causando. Jamás. Ni a ti, ni mucho menos a ella. Así que vete, porque aquí no vas a conseguir lo que sea que estás buscando.

Especialmente ahora que sé que Aurora y él podrían tener un hijo.

Me pregunto, ¿qué estará pensando hacer Aurora.

William se va y yo me desmorono.

Grito en la soledad de mi oficina, pero no lloro, no voy a llorar una lágrima más por él.

Simplemente me desahogo y luego, me levanto del piso. Arreglando mi vestido y cepillando mi cabello. Tragándome, de nuevo, meses, años de emociones reprimidas. Hasta que ya no pueda seguir conteniéndolas y me vuelvan un desastre irreconocible, que me haga querer hundirme de forma voluntaria en el abismo al que tan desesperadamente estoy tratando de evitar.

—Betty.

—Sí, señorita Sinclair. ¿En qué puedo ayudarla?

—Necesito que redactes un comunicado a la prensa y le hagas conocer sobre mi compromiso con el señor Héctor Donovan —le indico y busco mi teléfono para mandarle un mensaje a él diciendo que lamento interrumpir su semana de descanso, pero que necesito que revise el contrato que le voy a enviar y que haré pública la noticia—. E indica que la boda será un evento privado dentro de cuatro meses. Necesito que esa noticia se difunda a más tardar ahora.

Hay un silencio al otro lado de la línea.

—¿Betty?

—Sí, lo siento, solo estaba algo sorprendida, pero enseguida preparo el comunicado. ¿Necesita algo más?

—No, eso será todo por ahora.

Ella me indica que preparará aquello y que estará listo a más tardar en la hora del almuerzo.

Yo elijo saltarme la hora del almuerzo y me sumerjo en el trabajo para intentar sepultar entre tanto papeleo, todas las cosas que han sucedido este día.

Intento mantener mi mente lo más ocupada posible para evitar pensar en... Eso.

—Adelante.

—Buenas tardes, señorita Sinclair.

Miro la hora en el reloj de mi muñeca y veo que son las cinco y media de la tarde.

Le hago una seña al señor Donovan y saco el contrato que Betty realizó, el cual está perfectamente redactado.

—Lamento interrumpir tu semana de descanso, esto no deberá tomar mucho tiempo a menos que tengas algún inconveniente o duda.

—Ninguno, pero me llamó la atención que aumentaste la suma de dinero.

Me encojo de hombros.

—Sí, con la condición explícita, de que esto, no puede saberlo nadie.

Una cosa es que mi familia y William piensen que estoy haciendo esto como venganza y otra muy diferente que se enteren que le estoy pagando a Donovan.

—Entiendo y...

—¡Papá! ¿Ella es mi nueva mamá? ¡¿Me compraste una nueva mamá?!

Mis ojos se abren al ver a la pequeña que acaba de entrar corriendo a mi oficina.

—¡Tengo una nueva mamá!

Espera un momento... ¿La niña se refiere a mí?

"Estos agujeros negros pueden variar en tamaño, desde agujeros negros supermasivos que se encuentran en el centro de las galaxias hasta agujeros negros estelares que se forman a partir del colapso de estrellas masivas individuales".

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