37. Es momento de dejar el pasado atrás

Forest Blakk - Fall Into Me (0:24 - 1:20)

Donovan.

Son las tres y media de la mañana y un grito desde el pasillo me pone en alerta. Escucho otro grito y entonces lo sé.

«Estoy bien, Donovan. Son solo malos sueños. Déjame tranquila», fue lo que me dijo cuando le pregunté al respecto.

La puerta de la habitación se abre y sus pisadas suaves se dirigen hacia la cocina. Espero y cuento hasta cien en mi mente antes de sentarme en el sofá y mirar que la luz de la cocina está encendida y que Luna está de espalda a mí, pero tengo la sensación de que está preparando algo de té.

—¿Te desperté?

Al girarse, veo un hilo de té colgando de la taza que sostiene entre sus manos con guantes. Por el color del papel, me atrevo a decir que es de manzanilla. También puedo ver los bordes rojos en sus ojos y el leve temblor de sus labios.

—No, no estaba dormido.

—¿Quieres un poco de té o tal vez chocolate caliente?

—Sí, eso estaría bien.

Intenta darme una sonrisa, pero no lo consigue y tampoco tiene la fuerza para fingir una.

—Está bien, Lu. Siéntate, yo lo prepararé.

Se sienta frente a la isla y ninguno de los dos dice nada mientras yo preparo el chocolate, pero siento su mirada sobre mí todo el tiempo.

Una vez que está listo, me paro frente a ella y le ofrezco un sorbo. Luna toma un poco y no importa la delicadeza con la que lo haga, un pequeño trocito de chocolate negro se le queda pegado en el labio superior. Le doy una pequeña sonrisa y levanto con cuidado mi mano para limpiarlo.

Lu pone los ojos en blanco y baja la mirada hacia su té.

—No estás durmiendo —murmura.

Leí que la mayoría de las víctimas de traumas siempre llevarán consigo una parte de su tragedia: Algunos, sin importar el tiempo, sienten una oleada de pánico o ansiedad, otros llevan cicatrices físicas. «Nunca me voy a recuperar completamente de este incidente, Donovan», y se veía tan frágil cuando lo dijo.

—Tú tampoco, Luna.

Se encoge de hombros y está es justamente la parte donde no sé qué hacer. Porque puedo ver la batalla agitarse dentro de sus ojos, ver la forma en que sus manos están cada vez peor y como no pasa ni un segundo al día sin los guantes.

Pero, sobre todo, puedo ver cómo se pierde en recuerdos y se estremece ante el dolor que estos le provocan.

—Estoy aquí, Lu y no tienes que contarme sobre tus pesadillas, pero debes saber que estoy aquí si quieres hablar sobre ellas. Estoy aquí para lo que sea que necesites.

—Gracias.

Levanta su mirada hacia mí

—Quiero hablar de esto contigo, pero no ahora.

—Está bien.

Los días pasan y Luna empieza a ir a terapia, pero no asiste al funeral de su hermano; tampoco asistió al de su hermana, pero eso se debió a que su hermano la tenía encerrada en aquella fortaleza. No habla de lo sucedido. En general, no habla. Tampoco quiere ver a nadie. Pasa sus días en silencio mirando un punto fijo en la pared o fingiendo leer, a veces incluso se sienta con la televisión encendida fingiendo verla, aunque su mirada está completamente perdida.

Y si bien, Luna no muestra sus heridas físicas, eligiendo utilizar mangas largas, cuellos de tortuga y sus guantes, es aún más cuidadosa al momento de ocultar sus heridas emocionales y la devastación que todo esto ha dejado en su psique.

Lo cual es justamente el problema.

—Toma, está helando aquí afuera.

Coloco la manta sobre sus hombros y Luna ni siquiera reacciona, sigue mirando hacia el frente, aunque dudo que realmente esté viendo algo, está, como se ha vuelto común en ella estos días, perdida en sus recuerdos.

Tararea algo que no logro comprender y suspira.

—Estaba contando —murmura—. Es un hábito que tengo desde niña. ¿Sabías que Gala tiene un hábito similar? Aunque ella cuenta las veces que ve a una persona.

—¿Y qué cuentas tú?

No responde, desvía la pregunta con una historia de cómo se enteró que Gala también tiene un hábito parecido al de ella.

Veo que en sus manos está la misma pieza de ajedrez que tenía esa noche en la cabaña.

Luna ha sido fuerte y firme durante todo esto y sobre hasta qué punto me deja entrar y yo he hecho todo lo que he podido para intentar ayudarla, dejando que todo caiga sobre mí y absorbiéndolo, para impedir que regrese a ella.

Intento ser paciente y amable, no comento nada durante sus ataques de mal humor que suelen suceder después de su terapia o intento empujarla hablar de temas para los cuales no está lista.

Pero una voz en mi cabeza me grita que debería hacer más, aunque no sé qué más puedo hacer.

—¿Cómo está, Lily?

—Está bien, estos días ha pasado mucho tiempo en la cafetería con Helena, no le digas a mi tía, pero creo que prefiere los libros a las flores.

—Chica lista.

No le digo que Lily la extraña y que todos los días pregunta por ella, Luna lo sabe y mencionarlo solo la haría sentir culpable por no tener las fuerzas para verla.

—También ha pedido tomar clases de equitación.

—¿Ya no quiere aprender ballet?

—Sí, todavía, pero no necesita elegir. No tiene por qué ser lo uno o lo otro, puede hacer ambas cosas si ella quiere, solo debe encontrar el equilibrio.

Murmuró la otra noche, más para ella que para mí, que lo que más le molesta de toda esta situación sobre su hermano y familia en general, es el descubrir lo difícil que será todo. Porque ella es la única Sinclair que sigue en pie. «Soy la única Sinclair con vida. Todo el peso de nuestro legado cae sobre mí», me dijo y sonó tan desolada y cansada.

A diferencia de mí, Luna es reservada y rara vez baja la guardia, pero ahora, ya no hay muros, se ha encerrado en un búnker.

—Tienes razón —admite—. A mí me hicieron creer que debía ser lo uno o lo otro; empresaria o bailarina. No podía ser ambas, pero quería serlo.

—Aun puedes.

Se encoge de hombres.

—Lo sé, lo he estado pensando. Quiero que las empresas cambien su visión y convertirlas en algo más de lo que simplemente son ahora. Mi hermano odiaba la idea, pero ahora ya no está... Se siente irreal, ¿sabes? El que ya no esté, a veces me siento aquí y pienso que va aparecer en cualquier momento y me dirá: hola, hermanita, me preguntará que estoy haciendo y... Pero no importa cuánto lo espere, él no llega y es duro entender que jamás llegará.

Se las arregla para sonar tan rota y destrozada en esa última oración que casi puedo sentir su dolor yo mismo.

—Sé que Landon se había convertido en un monstruo. Que no había nada más que salvar en él. Que la única manera de salvar al Landon que yo conocía, mi amado hermano, era sacarlo de su miseria. Y no puedo dejar de pensar en ello. El hecho de que maté a mi hermano. El que estuvo ahí para mí, desde el primer día. El que venía a hacerme compañía por las noches cuando tenía pesadillas. El que me contaba historias sobre el espacio. El que solía deslizar dulces en mis bolsillos cuando mi madre era demasiado dura conmigo.

»Y lo sé. Sé que ese hermano desapareció hace mucho tiempo. Que murió mucho antes de esa noche. Pero estúpidamente pensé que tal vez podría regresar. Que tal vez podría tener un último momento con él como lo hice entonces. Quería tener esa esperanza. Volver a ver al hermano que había amado. Y que realmente me había amado. Sabiendo en el fondo que nunca sucedería.

Guarda silencio unos segundos y suelta un corto suspiro antes de continuar.

—Voy a regresar a las empresas, pero aún no. Todavía no puedo regresar a mi vida. No soy lo suficientemente fuerte como para hacerlo.

—No hay prisa, Luna.

—La vida no espera.

Pasa una mano por los bordes de sus ojos y noto las ojeras debajo y pienso en la desesperación y terror en su voz mientras suplica en medio de sus pesadillas por su hermano, al parecer reviviendo incluso en sus sueños, lo que sucedió esa noche, y me quedo indefenso sin poder evitar que ella tenga aquellas pesadillas.

Y cuando abre los ojos, aferrándose a mí, puedo ver en su mirada como si todo su universo colapsara, repetidamente en un solo punto de agonizante temor.

—Creo que te mereces una prórroga, Lu. Confía en mí, si alguien la merece esa eres tú.

Levanta la mirada y duda un segundo antes de retirar uno de sus guantes y buscar mi mano para entrelazar nuestros dedos.

—Si confío en ti, significa que me he curado del daño que me hiciste al dejarme y del miedo a que me dejes de nuevo.

—Lo sé.

—Pero, ¿y si nunca me curo? ¿Qué pasa si no puedo volver a confiar en ti?

Sus ojos húmedos se giran para mirarme y puedo ver todo en ellos; caos y esperanza danzando en hermosos pozos grises. Todas las versiones de Luna presionadas juntas como páginas de un libro.

Por un momento, mientras nos miramos a los ojos, solo somos dos personas a la deriva en un mundo desconocido, con grandes expectativas y algunos miedos, tratando de encontrar aquello que nos podría dar paz y tranquilidad.

—¿Qué será de nosotros, Donovan?

Extiendo mi mano y toco su mejilla. Luna se estremece de manera ligera ante mi caricia y se inclina hacia mí y el espacio entre nosotros ya no se siente tan aterrador.

—Supongo que tendré que pasar el resto de mi vida intentándolo.

—¿Intentando qué?

—Que confíes en mí y que me creas cuando te digo que no me iré a menos que tú quieras que lo haga.

Hay tanto anhelo en su mirada y lo único que quiero es calmar la desesperación y el dolor que reflejan sus ojos.

—¿Por qué?

—Te amo —digo—. Toda tú. La mujer brillante que eres y que se ha hecho un nombre propio a pesar de todo y también amo a la mujer que no quiere hablar porque ha llegado a su cuota de palabras.

Sonríe ante eso.

—He cometido tantos errores y no sé cómo seguir, ni siquiera sé si puedo hacerlo o por dónde comenzar.

—Todos lo hemos hecho, es parte de la vida el equivocarnos. Cariño mío, los errores no te hacen menos que nadie, solo te hacen humana.

Mis dedos atrapan su barbilla y sostengo su mirada.

—Hay muchas cosas que lamento en mi vida, Lu, pero una de mis mayores lamentaciones es el dolor que te causé en mi afán de protegerte. Y Lu, si no sabes qué hacer o por dónde empezar, entonces haz lo más difícil.

—¿Y qué sería eso?

—Perdonarte a ti misma.

A estas alturas de nuestra conversación, sus ojos están llenos de lágrimas, miedo y dolor.

—No tienes que hacerlo hoy o mañana, hazlo cuando estés lista, y cuando ese día llegue, regresaras a esas empresas y les mostraras quien manda, abrirás tu academia de ballet si quieres hacerlo. Cuando estés lista, harás lo que quieras hacer, porque eres extraordinaria y llena de resiliencia. Una galaxia en medio de la oscuridad. Porque no estás rota, cariño mío, solo herida.

Me mira fijamente con sus labios entreabiertos y sus ojos llenos de lágrimas, y después de un par de segundos, se acerca a mí y me abraza con fuerza. La envuelvo entre mis brazos sintiendo todo; amor, perdida, alivio y un sinfín más de emociones mezcladas.

Todo el arrepentimiento y el dolor que nos alejaban cada vez más y tejían el tapiz de toda nuestra relación parece estar sanando poco a poco

Suelta un pequeño sollozo que parece ser el colapso final porque después, sus lágrimas parecen detenerse y nos quedamos abrazados en silencio, hasta que ella se aparta un poco para mirarme.

—Las flores que trajiste hoy, ¿cuáles eran?

—Hibisco, sirven para hacer té y como últimamente parece gustarte mucho el té, sentí que eran un ramo apropiado para este día.

Me dedica una media sonrisa, la primera sonrisa genuina que he visto en ella en días o creo yo, semanas.

—Me has traído un ramo de flores extrañas y diferentes todos los días desde que regresé aquí. Las que trajiste hoy me resultó difícil describirla para buscar su significado.

—Lo sé, esa es la idea.

—¿Qué no sepa que significan?

Niego con la cabeza.

—Que pienses, al menos por unos minutos, en algo más que aquello que te pone triste, así que busco especialmente las flores más raras en la floristería y en los colores menos comunes de su especie, para que tardes más en saber cuál es y los diferentes significados que tiene.

Mira primero su mano sin el guante y después la otra antes de retirar también ese y dejar ambas manos al descubierto. Parece ser una metáfora de algo, pero no quiero leer la situación más allá de lo que podría ser.

Mira la pieza de ajedrez por un par de segundos antes de dejarla a un lado y acercarse de nuevo a mi para tomar mi rostro entre sus manos.

—Donovan, no estoy bien, pero voy a intentar estarlo porque te amo y quiero poder volver a confiar en ti y construir algo mejor de lo que teníamos antes. Pero realmente no estoy bien y me gustaría que me puedas ayudar mientras intento sanar, no necesitas hacer mucho, solo quedarte a mi lado y recordarme que no estoy sola y que hay alguien a mi lado que me ama.

Está es, de hecho, la primera vez que ella admite no estar bien y también, la primera vez que pide ayuda.

Y pienso que este es un punto de no retorno, el momento decisivo.

—¿Lo harás, Donovan?

—Haré lo que me pidas, soy tuyo, ¿recuerdas?

Sus dedos desnudos trazan el tatuaje y sonríe antes de dejar un beso en mi mejilla.

—Aun sigues siendo mi polizón —admite—. Creo que nunca dejaste de serlo.

—Es bueno saberlo, mi pequeña luciérnaga.

Lo peor ya ha pasado, todas las señales de peligro parecen estar bajando, pero aún le queda un largo camino que recorrer, aunque por supuesto, no lo hará sola. Tiene a Gala, a toda mi familia y, por supuesto, también me tiene a mí.

****

Luna.

La vida continua. Es uno de esos dichos clichés que parecen haber surgido de la nada y que todos conocen y entienden. Lo que realmente es, decido con amargura, es una excusa hecha por los vencedores para recordarles a las víctimas que están vivas y deberían estar agradecidas por ello, y no enfocarse en la falta de pérdida que ellos mismos como vencedores tienen.

Deberíamos cazar al imbécil que primero acuñó esa frase y destrozarlo —me dijo Gala cuando se lo mencioné—, seamos realistas, probablemente era un hombre.

Pero, en ese juego que mi hermano y yo jugamos, ¿hubo realmente un vencedor? Porque yo no me siento como una ganadora, incluso aunque soy yo quien quedó de pie al final.

Soy la última Sinclair con vida —pienso—. La última verdadera Sinclair en pie.

Todo el peso de años y años de legado, puestos en mis manos para que yo haga con él lo que quiera, porque no hay nadie para decirme lo contrario o detenerme.

—¿Pensando en la inmortalidad del cangrejo?

Niego con la cabeza.

Sonrío al ver la flor que Donovan deja en la mesa frente a dónde estoy sentada.

—Estoy terminando de ponerme al día sobre lo que ha sucedido en las empresas en el tiempo que no he estado.

Tomo las flores y las observo con atención tratando de descubrir cuáles son, pero no lo consigo a simple vista.

—Esta es fácil —murmura—. Son campanulas.

—Fácil para ti, creciste viéndolas.

Muerdo mi labio inferior y doy vueltas a una idea que ha estado en mi mente en los últimos días.

Tomo aire y miro a Donovan.

—Me gustaría ver a Lily. La extraño mucho y... Creo que estoy lista para empezar a tratar con otras personas que no seas tú y me gustaría mucho ver a Lily. ¿Crees que pueda verla?

—Por supuesto que puedes cariño y sé que ella también te quiere ver. ¿Cuándo te gustaría que la traiga?

—¿Podría ser hoy?

Jugueteo con el borde de mi abrigo y Donovan asiente con la cabeza.

Pone sus manos sobre mis hombros y suelto un pequeño suspiro.

—Lo sé —murmuro.

—No he dicho nada.

—Pero sé lo que ibas a decir.

Sonríe.

—¿Ya somos esa clase de parejas?

—Tal vez, pero no mientas, te encanta. Eres el romántico de la relación.

Lleva una mano a su pecho y finge estar ofendido.

—¿Lo soy?

—Sí, eres el tipo de persona que espera que llueva para poder tener un beso bajo la lluvia, que hace grandes gestos y... ¿Te he dicho cuanto amo eso de ti? Porque realmente lo hago. ¿Sabes por qué? Nos convierte en el equilibrio perfecto.

Deja un beso en mi frente y toma una de mis manos.

—Yo también te amo, Lu.

—¿Ves? Tú también sabes lo que quiero decir sin que tenga que decirlo.

Lo cual es bueno porque la mayoría del tiempo no sé cómo decir aquello que quiero o simplemente no quiero decirlo.

Vuelve a dejar un beso en mi frente y me dice que irá a ver a Lily.

Cuando me quedo sola, me siento en el filo del sofá y práctico mis ejercicios de respiración, así como los de meditación para ayudarme con mi ansiedad. Tardan en ayudarme y mi corazón sigue latiendo muy rápido por varios minutos, pero es más controlable que otras veces y estoy tan sumergida en tratar de no tener un ataque de ansiedad que no escucho el coche en la entrada y solo me doy cuenta que no estoy sola hasta que escucho a Lily.

—¡Mamá!

Reacciono justo a tiempo para abrir mis brazos y atraparla.

Lily entierra su cara en mi cuello y me abraza con demasiada fuerza.

—Me dejaste —murmura entre pequeños sollozos y luego se detiene—. Lo siento.

—Oh, dulce niña, soy quien debe disculparse, tú no.

—Papá me dijo que no te diga eso porque tú no querías irte y dejarme, que todo fue culpa de él. Estaba enojada con papá porque yo quería estar contigo.

Dejo un beso en sus mejillas rojas por el llanto y limpio sus lágrimas con cuidado.

—No fue culpa de tu papá, él tampoco quería que yo me vaya, pero era necesario en ese momento.

—¿Ya no te volverás a ir?

Niego con la cabeza.

—No, mi amor, ya no.

Sus labios forman un adorable puchero.

—Pensé que había hecho algo malo y por eso me dejaste y solo quería saber que hice mal, porque si lo mejoraba, pensé que tú volverías.

Cierro los ojos con fuerza en un vago intento de controlar el dolor que me atraviesa al escucharla.

—No, Lily, por supuesto que no. Te amo y no hay nada que puedas hacer, que me haga dejar de amarte.

—Yo también te amo mucho, mamá. Por favor, ya no te vayas.

—No lo haré, cariño. Lo prometo.

Duda un poco, pero después de un momento se relaja en mis brazos y nos llevo hasta el sofá, dónde me siento con ella en mi regazo y le pregunto cómo ha estado y que ha hecho desde que me tuve que ir.

Empieza a contarme las cosas de manera lenta y pausada, con cierta duda, pero conforme va hablando toma más confianza. No la presiono y entiendo que toda esta situación debe ser tan difícil de entender para ella.

Mi pequeña y dulce niña.

Preparamos juntas la cena y después de cenar, los tres nos sentamos frente al televisor a ver la película que Lily elige hasta que llega su hora de dormir.

—¿Me leerás un cuento antes de dormir, mamá?

—Por supuesto, cariño.

—¿Peter Pan?

Me congelo en medio camino y siento algo helado y pesado sobre mi pecho que me impide respirar con normalidad, pero, de nuevo, intento recordar lo que me indicó mi terapeuta para momentos como este.

Pero los recuerdos aún abundan mi mente.

Lo siento, lo siento tanto, querido hermano —pienso.

—¿Mamá?

La voz de Lily me regresa al presente.

—¿Te parece bien si leemos Alicia en el País de las maravillas?

—Sí.

Tomo el libro y regreso a la cama donde ya está acomodada y me siento a su lado con el libro abierto y empiezo a leer.

Cuando estoy segura de que se ha quedado dormida, cierro el libro y dejo un beso en su frente antes de salir de la habitación.

—¿Qué están haciendo ustedes aquí y dónde está Donovan?

—Lo asesiné y ellas me ayudaron a esconder el cadáver —responde Gala, quien está intentando abrir una botella de vino para servirlo en las copas que Helena sostiene en sus manos.

—Tranquila, no sufrió... Mucho —me dice Stella mientras pone una mano en mi hombro con una sonrisa.

Levanto una ceja y me cruzo de brazos.

—Es noche de chicas —murmura Alana—. Pero, ¿sabías que los cerdos son una gran manera para deshacerse de un cuerpo? O también está el ácido. Ambos eliminan toda evidencia.

—Es bueno saberlo.

—Sí, los cerdos incluso se comen los huesos, así que no tendrás que preocuparte por nada.

Les digo que no pueden hacer mucho ruido porque Lily esta dormida, ellas a cambio me dicen que Donovan salió con Killian y Arthur al bar «Helena».

Nos acomodamos en la sala, conmigo y Gala sentadas en el sofá grande, Helena en el individual y tanto Stella como Alana en el suelo rodeadas de cojines.

—Entonces, dinos, Gala, ¿qué pasó entre mi hermano y tú?

—Fuimos un, lo que podría haber sido, una posibilidad —responde—. Sí, así es como nos describiría. Significó mucho para mí. No debería haberlo hecho, pero lo hizo y ahora, desearía poder cambiar la forma en que me siento, pero no puedo.

Al finalizar da un gran sorbo a su copa de vino y yo miro la taza de té en mi mano.

—Te entiendo, tuve un pensamiento similar cuento terminé con Jake.

—Pero ahora que piensas regresar con él tienes otro tipo de pensamientos.

—¡Stella!

—¿Qué? Me rehúso a ser hija de padres divorciados, más aún, si dichos padres aún se aman como tú y Jake lo hacen.

Contengo una pequeña sonrisa ante la expresión de Helena y la forma exagerada en la que pone los ojos en blanco.

—Jake y yo no vamos a regresar.

—Todavía —agrega Stella—. Pero, ahora me pregunto, ¿quién regresará primero? ¿Sí Arthur y Gala o tú y Jake?

—Apuesto veinte dólares a qué Arthur y Gala regresan primero —grita Alana con emoción.

Stella apuesta cuarenta e incluso Helena apuesta a que es Gala y Arthur quienes regresan primero.

Miro a mi amiga que permanece en silencio ante toda la conversación.

—¿Y por qué nadie está hablando de Stella y su doctor? —pregunto.

—Por qué no es mío.

—Todavía —agrega Alana con una sonrisa.

Empiezan un nuevo debate y apuesta, está vez sobre Stella y aquel doctor, y mientras las escucho hablar, sonrío. En ningún momento me han preguntado por lo sucedido o me han pedido que hable del tema.

Solo están aquí conmigo haciéndome saber que no estoy sola.

Y pienso que sí, que tal vez no ahora o mañana esté del todo bien, pero que un día lo estaré. Porque como dice ese estúpido cliché, la vida continúa y yo voy a continuar sanando, amando y aprendiendo que merezco las cosas buenas que me suceden.

«La colisión de galaxias es un proceso lento que puede durar cientos de millones de años, y aunque puede parecer destructivo, también puede ser un motor de creación, dando lugar a nuevas estrellas y sistemas planetarios en el proceso».

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