36. Y todos los problemas que causaste
Olivia Rodrigo - Can't catch me now (2:15 - 3:19)
Donovan.
Luna está sentada en el piso cuando finalmente llegamos a la cabaña; la cual parece haber sido azotada por un huracán. Hay papeles y cristales rotos casi por todas partes. Pero eso no es lo peor, si no el abrumador olor a óxido y hierro.
Comparto una mirada con Gala, quien se ha quedado quieta a mi lado mirando la escena y, casi como si nos hubiéramos sincronizado, ambos miramos al mismo tiempo el cuerpo sin vida de Landon Sinclair, que yace en un charco de sangre cerca de su hermana menor. Luce irreconocible a pesar de que su rostro no ha sido tocado más allá del golpe que le di hace unas noches.
Pero hay algo en él que lo hace ver diferente.
—Encárgate de Luna —me dice Gala en voz baja—, yo me encargaré del cuerpo y de la escena del crimen.
Mis ojos buscan a Luna que sigue sentada en el suelo, rígida como una reina, empapada de sangre con una pieza de ajedrez entre sus dedos y la navaja en la otra mano.
No mira nada excepto a su hermano. Ni siquiera siente cuando quito la navaja de sus dedos, pero se aferra a la pequeña pieza de ajedrez.
—Tiene una herida visible en su brazo —le digo a Gala—, necesito llevarla a que la revisen.
Asiente con la cabeza y levanta una mano para pedir un momento mientras habla con su contacto en el departamento de policía para asegurarse de que, el equipo que van a mandar, entienda como se debe manejar este caso en particular.
Estará bien —me dijo ella camino aquí—. Luna es la víctima.
Y lamentablemente lo es.
Hay tanta sangre —pienso—. Y ella se ve tan rota.
Parece que, con la muerte de su hermano, una parte de ella también ha muerto.
—Están de camino —me informa Gala antes de girarse y realizar otra llamada.
Suelto un suspiro y trato de contener mis emociones para poder concentrarme en Luna y solo en ella. Dejando a un lado la preocupación que me carcome al verla sentada tan quieta y sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor.
—Está en shock. Ni siquiera podía hablar cuando me llamó.
Asiento con la cabeza.
—¿Luna? Querida, soy yo, Gala.
Nada.
Sin respuesta.
Después de unos segundos, Gala se levanta y me toma del brazo lejos de Luna.
—No está en condiciones de nada, llévala a qué curen sus heridas, yo me encargaré de todo.
Me inclino hacia ella y la tomo entre mis brazos para llevarla hacia el auto de Gala, Luna ni siquiera reacciona ante el cambio de escenario. Está totalmente ida y permanece así durante todo el viaje hasta el hospital; en silencio y tan quieta como una estatua.
La cabaña donde se encontraba estaba en medio camino entre New York y Westerly, escondida para cualquiera que no supiera dónde dirigirse, difícil de acceder a simple vista y bajo simples indicaciones; era el escondite perfecto. Por eso tomo la decisión de llevarla al hospital donde trabaja Stella, porque ella tendrá el tacto que Luna necesita en este momento y cuando llegamos al hospital, mi prima nos está esperando con dos enfermeras.
—La silla de ruedas es protocolo.
Pienso negarme, pero termino cediendo cuando Stella me explica que, entre más pronto atienda a Luna, más rápido se podrá ir a casa.
—Está bien.
La llevan hacia una habitación que ya tenían lista y la ayudan a sentarse en la cama. Salgo de la habitación para permitirles quitarle la ropa y voy a buscarle algo que pueda ponerse.
Por suerte, Gala —bendita sea su mente—, le ha preparado una bolsa con ropa y cosas necesarias y ni siquiera sé en qué momento tuvo tiempo de hacerlo.
Al regresar a la habitación encuentro a Luna sentada en el filo de la cama, tan pálida como un fantasma.
—Ya casi termino aquí —dice Stella en voz baja y con una sonrisa tensa, de esas ensayadas que seguro utiliza con casi todos sus pacientes.
La veo terminar de coserle el corte del brazo sin decir una palabra más. Entiendo. Tampoco sé exactamente que decir.
Antes de salir, mi prima, me indica que la siga.
—¿Cómo está?
Mis palabras suenan huecas a mis oídos.
—¿Físicamente? Le han hecho daño, pero nada que no se pueda curar. Algunas laceraciones, cortes y moretones.
Pero ella no debería tener ninguna herida, no debería estar en esta situación.
Tengo algo de conocimiento sobre la clase de hombre que era Landon Sinclair, incluso pude vislumbrarlo de cerca, pero, ¿cómo pudo hacerle eso a su propia hermana? Él decía que la amaba y que solo quería protegerla, ¿cómo pudo pensar que un acto así viene del amor?
Hay tanta furia dentro de mi mezclada con culpa; culpa por no haber llegado ahí antes. Incluso siento vergüenza por dejar que esto suceda.
—Ojalá lo hubiera matado esa noche.
Stella no me mira con horror, ni siquiera con cautela, solo preocupación.
—De hacerlo, Luna no hubiera tenido que pasar por todo este infierno.
—Pero no lo hiciste porque sabías que ella no te perdonaría si lo hacías, después de todo, él era su hermano y Luna lo amaba.
Pude dispararle directo al corazón esa noche y terminar con él, ponerle fin a su juego, pero él dijo que Luna me odiaría si lo mataba, que su muerte era algo que ella jamás podría perdonarme.
«Se quedará sin nadie de su familia que la ame si me matas y, además, le quitarás a alguien que ella ama, porque ambos sabemos que no importa lo que mi hermana diga, Luna me ama. ¿Cómo crees que reaccionará si se entera que me has matado? Te odiará y nada de lo que has hecho valdrá la pena. La harás infeliz y te perderá. La dejaras sola y destrozada. Entonces dime, ¿matarme vale el riesgo?»
Si pudiera volver atrás en el tiempo, si lo haría. Lo mataría sin pensarlo dos veces, porque eso significaría que Luna no tendría que hacerlo.
—Ve a verla, ella te necesita.
Da unas palmadas en mi espalda y me dice que la busque si necesito algo.
Al entrar en la habitación, me detengo a tres pasos de la cama. Luna ni siquiera reconoce mi presencia. Tiene la mirada puesta en un punto fijo en la pared, aunque sus ojos están tan vacíos y lejanos.
Me quedo quieto y la observo.
Todavía tiene manchas rojas en el cabello y alrededor de su muñeca —¿Qué tan mal debe estar para no notar que le han quitado los guantes? — Hay moretones de huellas dactilares alrededor de su cuello y brazos, una sombra púrpura en su mejilla. Heridas parcheadas cubriendo su piel.
No tienes de que preocuparte —me dijo ella hace tiempo—. Él jamás me lastimaría, no de manera física.
—¿Luna?
Se ve tan rota. Como porcelana fina que se ha roto y vuelto a unir sin pegamento. Solo se necesita una pequeña brisa para romperla aún más.
Y no sé cómo puedo llegar hasta ella. No sé qué hacer.
—¿Luna?
Mueve de manera ligera su rostro hacia mí al oír su nombre, con sus ojos fijos en los míos, pero, aun así, no parece que me esté realmente mirando.
Casi puedo ver una especie de niebla de confusión en sus ojos mientras se me queda viendo en silencio.
—Soy Donovan.
Parpadea y pasa su lengua por sus labios resecos y agrietados.
El cambio en su rostro enfatiza lo demacrada y translúcida que esta, provocando que las heridas que ha sufrido su cuerpo, resalten aún más.
—Sé quién eres —murmura con voz ronca, como si dos hojas de lija se frotaran entre sí—. No esperaba que estuvieras aquí. No deberías estar aquí.
No sé qué hacer ni qué decir. La brecha que nos separa no se ha curado mágicamente solo por las circunstancias en las que nos encontramos ahora.
—¿Quieres que me vaya?
Mira hacia otro lado y por varios segundos, no dice nada.
—Estoy cansada y no quiero estar aquí. Solo quiero ir a casa, pero no puedo volver ahí.
—Puedes venir a mi casa.
Como quiera que le sonó aquello a Luna, hace que me mire con una expresión ilegible en su rostro.
—Lo sugiero porque no creo que sea buena idea que estés sola, y yo puedo... A pesar de lo sucedido, yo puedo mantenerte a salvo.
Algo duro y pesado atraviesa la máscara de Luna por un instante antes de volver a ponerla en su sitio y encerrarse tras sus enormes muros.
—Nunca estoy a salvo —sus palabras son frías y secas—. Nunca lo estaré.
—Luna... Solo ven a casa.
Niega de forma suave con su cabeza.
—No quieres eso.
—Si, quiero —La miro—. No hay nada que quiera más.
Nunca quise que se vaya, pero ahora, despojado de equipaje e inseguridades, finalmente puedo decirlo. Tenía un agujero enorme dentro de mí estas últimas semanas, un vacío que no podía ser llenado por nada más que Luna Sinclair, y no puedo perderla de nuevo.
—Pero, ¿tú que quieres, Luna?
Cierra los ojos con fuerza y se queda en silencio, cuando los vuelve abrir se fija en mí y parece más lejana que antes.
—No me puedes dar lo que quiero —responde—. Nadie puede.
Parece estar conteniendo las ganas de llorar y muerde su labio inferior con fuerza antes de volver a hablar.
—Pero está bien, iré a tu casa—murmura—. Solo quiero salir de aquí.
Parece estar agotando todas sus palabras y asiento con la cabeza, dedicándole una última mirada antes de salir de la habitación para buscar a Stella y que me ayude con el papeleo.
****
Todo está en silencio cuando abro la puerta de mi casa y enciendo las luces; Lily se está quedando con mi madre.
—¿Hay algo en particular que necesites?
Mira alrededor de la casa, dejando que sus ojos vaguen por las paredes y la decoración en general.
Mira a todos lados menos a mí.
—¿De verdad me estás preguntando eso?
Sonríe con ironía, aunque es más una mueca que otra cosa, con sus ojos vacíos y cansados.
—Creo que me vendría bien una ducha.
Le indico la habitación con la mano.
—Tus cosas siguen estando en el cajón superior derecho y ya sabes dónde están las toallas.
—¿Qué cosas?
—Las que no terminaste de llevarte.
Me mira fijamente por un segundo.
—¿Las guardaste?
—Por supuesto.
Nunca me enfrente a la idea de realmente deshacerme de eso.
También recuerdo que Luna está en algunas fotos que tengo en mi mesita de noche porque está tan envuelta en mi corazón y mi vida como para simplemente deshacerme de sus recuerdos, incluso aunque dolían.
—Gracias —es todo lo que Luna dice antes de caminar hacia la habitación y dejarme a mi atrás, perdido en mi propia casa.
Llamo a Gala y le pido una actualización sobre lo sucedido, ella me informa que Pascal está revisando personalmente todas las cámaras a las que tenía acceso Landon y eliminando sus metrajes antes de dejar que la policía las revise.
También me dice que no hay cámaras en la cabaña, ni micrófonos o algo que nos diga que fue lo que sucedió ahí.
—Te mantendré informado de cualquier novedad. Pero no te preocupes por nada más que Luna. Ella te necesita ahora.
Termino la llamada y me dispongo arreglar el apartamento.
Reviso mi reloj y veo que Luna lleva un poco más de veinticinco minutos en la ducha. No es raro dado los días que ha tenido y después de cómo estaba, tendría sentido que necesite una ducha muy larga, pero, algo dentro de mí, me dice que sucede algo más y que debería comprobar.
Me paro frente a la puerta del baño y toco un par de veces, pero no hay respuesta.
—¿Luna?
Nada.
Una punzada de miedo apuñala mi mente mientras me lleno de escenarios desastrosos de lo que podría haberle sucedido.
—Luna. Voy a contar hasta tres y si no respondes, voy a entrar. Uno... Dos... Tres. ¿Luna? Estoy entrando. Lo siento, pero necesito saber que estás bien.
Compruebo el picaporte y abro la puerta de manera muy lenta con mis ojos en el suelo algo incómodo por toda esta situación.
—¿Luna?
Puedo escuchar la ducha corriendo, pero no hay rastro de vapor en el aire. Ningún cambio sutil de temperatura y mi preocupación aumenta. Especialmente porque desde los cinco segundos que entré, Luna no ha emitido ningún sonido.
Levanto la vista y sigo el camino de ropa y vendajes ensangrentados desde el suelo de baldosas hasta el panel de cristal de la ducha. A través de él veo a Luna sentada sobre las baldosas, acurrucada desnuda contra la pared. Su cabello gotea bajo el chorro de agua, sus brazos abrazan sus rodillas contra su pecho y sus ojos están desenfocados, perdidos en algo invisible.
—Todos los niños crecen excepto uno... —susurra más para ella que para mí, creo que ni siquiera es consciente de mi presencia—Porque el Rey ha muerto, el juego terminó y nadie ganó.
Los moretones son como un feo arcoíris en su piel, las heridas cosidas se elevaban y las que no lo están se tiñen de rosado con el agua que cae.
—No quiero hablar.
—Está bien, Luna. No hablemos, pero, ¿me dejarías ayudarte?
Luna se siente más lejos de mí que nunca. Perdida en algún lugar donde no se si la puedo seguir o ayudarla a salir de ahí.
—Bueno, pero aún no. Me quiero quedar aquí un poco más.
—Está bien.
—¿Te quedas conmigo?
—Por supuesto.
Entro en la ducha, el agua está helada y Luna tiembla, pero simplemente la dejo absorber todo en silencio. Tratando de imaginar el frío filtrándose a través de su piel, músculos y huesos y ahogando todo el ruido que tiene dentro de ella.
Para que todo pueda ser limpiado.
La cabeza de Luna termina sobre mi hombro, con su cuerpo tembloroso inclinado hacia mí, dejando que sus manos rodeen mi brazo.
—Ya podemos salir —me dice.
La ayudo a salir de la ducha y cubrirse con una toalla, Luna no me quita los ojos de encima en ningún momento, como si pensara que podría desaparecer si no me ve.
Curo sus heridas antes de volver a colocar las vendas y busco un par de guantes que dejó aquí, poniéndolos con suavidad en sus manos completamente destrozadas.
—Listo. Si hay algo más que necesites, solo házmelo saber, estaré en la sala. Buenas noches, Luna.
Me giro para irme y solo consigo dar unos pasos antes de que Luna comience hablar.
—Mi hermano no iba a matarme —murmura—. Solo quería que me quedara a su lado. Eso es todo. Me construyó esa fortaleza tal y como me había prometido.
Me detengo, dejando que sus palabras resuenen en mis oídos y, cuando me doy la vuelta y la veo, entiendo al instante que algo ha cambiado dentro de ella.
—Debí elegirlo, debí decirle que me quedaría ahí. Si lo hubiera hecho, él no estaría muerto. No debí elegirte a ti.
Niega con la cabeza y pasa una mano por su cabello.
—Se enojó conmigo por elegirte a ti y a tu familia antes que a él, y, en parte lo puedo entender. Porque por años, él fue todo lo que tuve. Quien me defendía y apoyaba, la única persona que me amaba —Una risa sin humor se escapa de sus labios durante dos segundos, pero después simplemente desaparece bajo una máscara de frialdad—. Y lo maté. Maté a mi hermano. ¿Eso en que me convierte? Aquello siempre estará sobre mí. Llevaré su sangre en mis manos para siempre. ¿Y sabes que es lo peor? Que yo no quería que muera.
La agonía en su voz me desgarra mis entrañas.
—No será para siempre, ese dolor y culpa... aprenderás a vivir con ello. Pasará, las cosas, ya sean buenas o malas, siempre pasan. Sé que podrás salir de esto.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Por qué te conozco.
Se estremece ante mis palabras y sus ojos se llenan de lágrimas.
—No me conoces más de lo que yo te conozco a ti.
Tiene sentido que ella sienta eso, pero de todas formas me duele escucharla.
—Si realmente piensas eso, entonces, ¿me dejarías pasar el resto de mi vida conociéndote de nuevo?
Mi pregunta no queda sin respuesta por mucho tiempo.
—No.
—Luna...
—No, porque no quiero perderte de nuevo. No quiero pasar por eso otra vez.
—Estoy aquí, Luna y lo estoy intentando.
Niega con la cabeza.
—No es suficiente.
Nada de lo que ha sucedido ha sido justo, razonable o amable para nadie, especialmente para ella.
—Dime, ¿hay algo que pueda hacer?
—Nada.
—Luna...
—¡Tenía que haberlo elegido a él y no a ti! Pero tú no lo entiendes. Nadie me entiende... Él era mi hermano y lo amaba, y ahora se ha ido, yo lo maté.
Cierra los ojos un momento antes de volver hablar
—Me aferro a estás dos versiones de mi hermano, una entiende que todo lo que me ha hecho está mal, y otra... Yo lo vi. ¿Sabes? A mí hermano, estaba ahí y no pude salvarlo. Debía salvarlo. Lo amaba tanto.
Un sollozo se escapa de sus labios y doy unos pasos en su dirección, pero ella niega con la cabeza.
—Mi amado hermano, el que me protegió siempre que pudo y prometió construirme una fortaleza donde yo estaría a salvo.
Baja sus ojos hasta la venda en su brazo y sus labios se aprietan por unos segundos.
—Y también es la persona que me traicionó, manipuló, y utilizó cada vez que le era conveniente.
Se estremece y se abraza a sí misma, protegiendo su propio cuerpo.
—Él era todo lo que tenía y ahora me he quedado sin nada, todo porque te elegí a ti —las palabras salen con frialdad de sus labios y no parece arrepentida al decirlas, y están deformadas por tanto desprecio por sí misma —. Porque todo lo que tenía era... Ya ni siquiera importa, me lo quité a mí misma. Estoy aquí, sintiéndome como si... como si... como si...
—Luna, él no...
—¡Cállate no hables de él! No tienes ningún derecho a decir nada sobre mi hermano. Tú no. ¿Crees que no sé qué él no merece que yo me sienta de esta manera? ¿Qué hay cientos de personas felices por su muerte? Lo sé, pero, ¿puedes entender que por años él fue todo lo que yo tuve? Casi toda mi vida, la única persona que me amó fue él.
Asiento con la cabeza y acorto la distancia que nos separa sentándome en el filo de la cama.
—Lo que sea que estés sintiendo, está bien. Tienes todo el derecho a extrañarlo y llorar su muerte. Está bien.
—¡No! ¡Nunca estará bien! —grita, con los ojos muy abiertos y desorbitados—. ¡Soy un monstruo! ¿No lo ves? Igual que él. ¿No lo entiendes?
La miro fijamente, recorriendo las heridas en su cuerpo; cada moretón, cada corte. Sin dirección, llevo la punta de mis dedos y los rozo de manera ligera.
—Luna, no mereces nada de esto y sé que nada de lo que diga ahora será un consuelo para ti porque estás sufriendo.
Levanta la mirada y sus ojos se clavan en los míos.
—No estás rota, ni eres un monstruo, solo eres una persona que ha sido lastimada, herida y traicionada tantas veces hasta el punto de llevarla hacer algo atroz para sobrevivir.
No aparta la mirada y el dolor en sus ojos es tan visceral que lo puedo sentir en mi alma.
—Ahora escúchame —murmuro con dulzura, intentando memorizar cada expresión que hace—. Tienes el corazón más grande que conozco. Sentir esto... Esto duele, te hace humana. Y quisiera poder tomarlo y hacer que todo mejore, pero cariño mío, lamentablemente no puedo. Pero puedo estar para ti en la medida que quieras. Todo, nada, partes de mí. Lo que quieras, soy tuyo. He sido tuyo desde que te vi por primera vez.
Entiendo que el dolor y desprecio de Luna se debe a que ella mató algo más que a su hermano y, al escuchar el grito que sale de sus labios, lo corroboro.
La abrazo y dejo que llore en mi pecho. Qué grite todo lo que quiera y necesite; lamentos de toda una vida de miedos, desprecio y violencia. Todo lo que ha pasado está arañando y sangrando dentro de ella. Los fantasmas del trauma, del abuso. Un robo de todo lo que ella era y en quien se ha convertido.
Dejo que todo eso que Luna está sintiendo caiga sobre mí, todas las heridas, el dolor y el espíritu corroído y crudo. Porque no es algo que pueda arreglar está noche con una simple conversación. Tal vez ni siquiera en toda una vida, pero puedo estar ahí para ella.
Estar con ella en todo su proceso de recuperación.
—Solo quería que se detenga, nada más. Estaba... Por un momento vi a mi padre en sus acciones y mi mente se nublo y actuó más por instinto que por otra cosa. Sucedió tan rápido... Yo no quería. Dioses. Lo siento tanto.
—Está bien —susurro—. Está bien.
Gira su rostro hacia mí.
—¿Te quedas conmigo?
—Todo el tiempo que quieras.
—No me vuelvas a dejar.
Acuno con delicadeza su rostro entre mis manos.
—No voy a ir a ninguna parte.
Sus dedos se mueven hasta el tatuaje en mi brazo donde está su nombre.
—Propiedad de Luna Sinclair —lee en voz baja.
—Sí, cariño, soy tuyo. Siempre.
Entonces envuelvo mis brazos a su alrededor y la abrazo en la oscuridad.
«Después de que la mayor parte del material estelar ha sido consumido, el agujero negro vuelve a una fase más estable, donde ya no emite tanta radiación intensa. Sin embargo, el agujero negro ahora ha aumentado su masa debido a la materia que ha absorbido de la estrella».
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