34. Siempre fuimos un par de niños perdidos
Kelsea Ballerini & Halsey - Peter Pan (0:08 - 1:02)
Llego a la dirección de las coordenadas.
Es una cabaña que esta, para mi sorpresa, desprotegida. No hay ningún sistema de seguridad complejo en la entrada, ni detectores de calor en los pasillos, ni siquiera una simple alarma que indique que estoy aquí. Hasta que entro en la sala principal, y la encuentro llena de computadoras, pantallas y todo tipo de tecnología que Landon podría necesitar para hacer de esta, su casa de escape.
—Oh, hermano. ¿A dónde nos has llevado?
Cada segundo de espera se siente como una eternidad dentro de esta cabaña silenciosa solo llenada por mis recuerdos.
Recuerdo cómo se sintió estar del lado bueno de Landon. Cuán cálido se sintió su pecho cuando él prometió protegerme y tenerme a su lado cuando cambiara el mundo.
—¿Por qué tuviste que convertirnos en estas personas? Un par de extraños.
Me obligo a bajar el nudo que tengo en mi garganta, rezando para que se calme por ahora.
—Una vez más, la broma es sobre mí.
La traición es una perra.
Arde y quema el darme cuenta de que la única persona que me mantuvo cuerda durante la mayor parte de mi vida y que decía amarme, se ha convertido en esta persona y esta, una vez más, intentado quitarme algo que amo.
—Querida hermana, bienvenida. Es tan bueno finalmente verte de nuevo.
Respiro hondo y me giro para mirar a mi hermano a los ojos, dándome cuenta de que él es realmente un monstruo y está más allá de cualquier salvación.
—Me alegra que por fin hayas decidido venir. Te extrañé.
Mi corazón late con fuerza y siento un sabor amargo en mi garganta.
—¿Te gusta el lugar?
Se queda inmóvil, con los brazos abiertos y sus ojos fijos en mi rostro, y, de repente, siento una oleada de odio e incredulidad al ver el vacío en sus ojos.
¿Qué te ha pasado? —quiero gritarle— ¿Qué demonios te ha pasado para que estés tan frío?
—¿Qué es este lugar? —pregunto.
A mí mente viene la historia de Peter Pan que solía contarme, notando que podría ser una perfecta analogía:
Peter Pan no puede crecer.
No puede madurar.
No puede dejar de ser un niño.
No aprender de sus experiencias.
Y olvida a las personas.
—Tu fortaleza —responde—. Aquí, nadie te podrá lastimar. Nadie te podrá alcanzar. No es como el país de Nunca jamás, pero ya tendremos tiempo de ir ahí.
—Landon...
—Ahora estás a salvo y eso es todo lo que importa.
Saco mi teléfono y me doy cuenta que no hay señal aquí.
Nada.
—Entonces, ¿te gusta? —pregunta, dando unos pasos más cerca de donde me encuentro.
A parte de los aparatos de rastreo, la casa está vacía, con paredes de color cáscara de huevo. Hay dos ventanas, con las cortinas corridas y unas elegantes lámparas en el techo.
Veo como sus labios se mueven, pero no escucho nada de lo que está diciendo, conmocionada con la situación y con la persona que tengo delante de mí, tratando de entender, ¿quién se supone que es?
—Vamos, Lu. Soy tu querido hermano. No puedes seguir enojada conmigo —me dice, quitándole importancia a todo lo que me ha hecho, con un leve movimiento de su mano—. ¿Es porque estoy tratando de hacerme cargo de las empresas? —intenta adivinar y yo solo lo miro fijamente, sin impresionarme—. Estaba tratando de darte una salida. Nunca te gustó mucho el aspecto comercial de las cosas. Pero supongo que, si realmente lo quieres, te dejaré quedarte con las empresas. Eres mi favorita, por supuesto que te daré lo que quieras. ¿No es lo que siempre hago?
No sin un precio. No sin antes pensar que puede conseguir a cambio.
—Dime, querida hermana, ¿hay algo más que quieras?
No respondo y él sonríe.
—Te puedo dar todo menos a tu perro faldero. Pero, eso es justo lo que quieres, ¿cierto? Es una pena.
Su sonrisa se hace aún más amplia, parece satisfecho consigo mismo, como si hubiera ganado un juego al que yo no sabía que estábamos jugando.
¿Por qué las cosas deben ser así con él?
Fue algo que empecé a notar en su persona, cuando se hizo cargo de las empresas, pero supongo que siempre debió ser parte de Landon.
—Tenemos que hacer concesiones, Landon —mis ojos están fijos en los informes que tengo frente a mí, pero incluso sin verlo, puedo imaginarme la expresión en el rostro de mi hermano—. Para mantenerlos contentos. Nuestro padre se ganó demasiados enemigos como para que puedas dirigir las empresas de la misma manera, y necesitamos aliados.
—Lu, ni siquiera estas en la universidad y mucho menos te importa nada de esto. No necesitamos a nadie. Sinclair es el nombre más importante en los mercados —asegura con un toque de arrogancia que parece ir en aumento estos días—. No tenemos por qué hacer concesiones a nadie. Los reyes no ceden ante la presión; ¿sacrificarías a tu Reina para salvar un simple peón?
—Depende de dónde esté el peón —respondo, y siento que una oleada de irritación se acumula en su interior—. Y por el amor de Dios, no vivimos en el siglo XVIII, Landon, no hay una Reina y tú no eres un Rey.
Muevo mi rostro en busca de la mirada de mi hermano y lo encuentro observándome con atención.
—Por eso siempre pierdes, hermana.
Enderezo mis hombros y aprieto mi mandíbula. Hay poder en no responder. Hay control en no morder el anzuelo.
—Está bien, Lu. No digas nada —continua con su conversación unilateral—. No necesito que lo hagas. Te conozco muy bien, después de todo, fui yo quien te enseñó todo lo que sabes.
Mis ojos revolotean por el lugar, intentando mostrarle a Landon que no me interesa lo que tiene que decir.
Las paredes están vacías, excepto por una que tiene solo una frase de un libro que reconozco muy bien: «Porque ya no son alegres ni inocentes ni insensibles. Sólo los que son alegres, inocentes e insensibles pueden volar».
—¿Recuerdas la mañana después de aquella conversación que tuvimos en la azotea cuando tenías siete años? La noche que me dijiste que estabas contando los días en que no eras amada.
Está no era exactamente la conversación que pensé que tendríamos.
—¿A qué viene eso?
—¿Lo recuerdas?
—Sí, por supuesto que sí.
No me mira, sus ojos están fijos en la escritura en la pared.
—Pude verte intentando, sin éxito, no rebotar sobre las puntas de tus pies. Estabas emocionada.
—Esa mañana me abrazaste por primera vez —murmuro—. Me dijiste que me protegerías.
—Lo hice.
Sonríe, pero no hay nada de alegría en ello.
—Eso era todo lo que necesitaba hacer. Jaque mate. ¿Verdad, hermana?
Niego con la cabeza.
—No.
—Sí, Lu y lo sabes.
Levanto la cabeza de golpe.
La ira empieza a hervir en mi interior, siento tanto enojo hacia él por estar pervirtiendo nuestra relación de esa manera con ese tipo de comentarios.
—¿Por qué me estás diciendo eso?
Me maldigo por la forma en que el dolor se puede escuchar con claridad en mi voz.
—Por qué es la verdad, Lu.
—¡No! Tú me amabas.
—Por supuesto que sí, y a pesar de lo que piensas, todavía lo hago. No creo que pueda dejar de hacerlo. Después de todo, eres mi hermanita. Te amo como el sol ama a la tierra.
Hace una ligera pausa y se acerca a mí.
—Estabas desesperada por un poco de luz.
Landon detiene su lado y me mira.
—Y aun así terminaste de esta manera —Me mira de arriba abajo—. Ligeramente decepcionante. Pero es mi culpa, te mimé demasiado.
Mi pecho se llena de indignación, pero también de algo más: una sensación punzante de vergüenza. La forma en que sus ojos recorren mi figura me hace sentir pequeña, como si hubiera fallado en un examen que ni siquiera sabía que estaba tomando.
Vuelvo a tener siete años de pie en la terraza de la mansión familiar contando los días en que nadie me ha amado.
—¿Tu culpa? —repito con incredulidad, dando un paso hacia atrás.
La distancia entre nosotros parece insuficiente para escapar de su juicio.
—Sí, mi culpa. —Landon se cruza de brazos, su expresión se endure—. Siempre te protegí. Siempre te di todo, incluso cuando no lo merecías. Quizás eso fue mi error. Si querías algo solo tenías que pedirlo y era lo que hacías. Pedias y pedias sin importar el costo que aquello significaba para mí. «Hermano quiero bailar ballet en la mejor academia del país» Concedido. «Hermano quiero viajar por Europa y no tener nada que ver con el negocio familiar» Por supuesto, Lu. «Hermano esto, hermano lo otro».
—Y después me lo quitaste todo. ¿Acaso olvidaste el accidente?
Landon da un paso hacia adelante, acortando la distancia que yo había creado. Su voz baja a un susurro, cargado de algo que podría ser compasión o lástima.
—¿Y tú recuerdas la conversación que tuvimos antes de ese accidente? ¿Recuerdas lo que te pedí? No, no te pedí, te supliqué. ¿Lo recuerdas, hermana? Por supuesto que sí, es justamente por eso que regresaste. Es por eso que te sientes culpable e intentas salvarme.
Sus palabras caen como un peso en mi pecho, y antes de que pueda detenerme.
—No, no intenté salvarte porque me sintiera culpable, lo hice porque eres mi hermano. Porque... Porque...
Mi voz tiembla, un eco de la furia contenida que amenaza con desbordarse.
—Es lo que yo hubiera hecho por ti —completa—. Nunca me rendí contigo. ¿Cómo podría? Si éramos un par de niños perdidos. Pero tú... Oh, Lu, tú simplemente te fuiste.
—Landon, no fue así, yo...
—¡Cállate! —grita—. Ya me cansé de escucharte a ti, a tus excusas y tus mentiras. ¡Estoy cansado de ti y de tus estúpidas y perfectas palabras! Tú no me amabas, solo era conveniente para ti mantenerme cerca. ¿Es que no lo ves? ¡Me quitaste, me quitaste y me quitaste y ahora no queda nada de mí!
Retrocedo, algo impactada por su reacción, pero, sobre todo, sorprendida porque, incluso aunque me está mirando directamente, no parece que me está hablando a mí.
Parece perdido en un recuerdo. En otro momento.
—Lo siento. ¡Bien! Si, fui egoísta o como quieras verlo y me fui dejándote a ti solo con todo lo que estaba pasando. Lamento haberte ignorado cuando llamaste aquella vez pidiendo mi ayuda, no debí hacerlo. Pero yo también tuve que hacer sacrificios.
—¡No tanto como yo me tuve que sacrificar por ti! Dioses, Lu. ¿Cómo no lo ves? ¡Solo eres la jodida víctima aquí porque eres tú quien cuenta la maldita historia! Todo lo que sacrifiqué, lo que hice para mantenerte a salvo... ¡Yo te elegí, Luna! ¡Y tú nunca me elegiste a mí!
Abro mis labios, pero no sale nada; mi cabeza se sentía estática y cualquier esperanza de lógica y racionalidad se pierde por completo.
—Y, no, Lu. No me arrepiento de hacerlo, pero sigo siendo humano y por eso quería que sintieras lo que yo sentí.
—Por eso obligaste a Donovan a dejarme.
Niega con la cabeza.
—Yo no lo obligué hacer nada. Solo te mostré la verdad, ahora sabes de lo que él es capaz.
Miro mis manos enguantadas y paso mis dedos por el delicado material
Desde la terraza de la casa, el mundo a mi alrededor parece algo insignificante.
—Pensando en la inmortalidad del cangrejo, hermanita.
Me giro al escuchar su voz y de manera automática, una enorme sonrisa se dibuja en mis labios y corro hacia él. Landon me atrapa entre sus brazos y me hace girar.
Lo extrañado mucho. Ojalá no tuviera que irse y dejarme sola en esta enorme y fría casa donde nadie me quiere o soporta.
—¿Qué estabas haciendo?
Me deja en el suelo y coloca un brazo sobre mis hombros.
—Estaba contando —respondo.
Él deja de sonreír y me mira serio, busca mis manos y las examina, buscando alguna herida. Cuando ve que están mejor de lo que pensaba, deja un beso en mi dorso.
—¿Qué estabas contando?
—Los días que estabas lejos.
Una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios y deja un beso en mi frente.
—Yo también te extraño cuando estoy lejos —me asegura—, pero no olvides que no importa lo lejos que estemos, somos nosotros contra el mundo.
—Nosotros contra el mundo —repito.
Me encojo de hombros y suelto un pequeño suspiro mientras me quito los guantes, dejando que él vea que tengo las uñas mordidas hasta el hueso y como los cortes alrededor de mis cutículas indican que he arañado y arañado esas partes; porque los recuerdos se escapan de mis sueños y entran en mi cuerpo.
Luego, de dejar caer los guantes, levanto mi rostro hacia mi hermano esperando su reacción, pero no hay nada en su mirada.
—¿Qué quieres, Landon? —suspiro, negándome a jugar a cualquier juego que él tenga en la cabeza.
Estoy cansada de todo, de tener que mantener las apariencias en público para la empresa, de intentar mantener a mi hermano alejado de mi vida, de esta familia... De todo.
—A estas alturas de la conversación ya deberías saberlo, hermanita.
Somos los únicos que importamos —me prometió una vez.
Recuerdo lo protegida y segura que me sentí con esa promesa y como apreté su mano, la sonrisa que él devolvió y la forma en que su rostro se puso totalmente serio cuando sus ojos se pasaron en los míos.
Nunca lo olvides Lu. Solo importamos nosotros —finalizó, dejando un beso en mi mejilla.
Yo repetí aquello, porque sabía que él quería escucharlo.
Y durante años, esa fue mi regla.
—Landon, ¿qué pasó? ¿Cómo llegamos hasta aquí? No se suponía que debía ser de esta manera.
Se mueve de dónde está y limpia las lágrimas que han rodado por mis mejillas.
Me trago el nudo que se ha formado en mi garganta; él me traicionó y lastimó para proteger los restos de un legado familiar que él mismo hizo estallar.
—Ya no importa, hermana.
Me pregunto si todo esto es por las empresas, aunque sinceramente lo dudo.
Si dominas el mercado, dominarás el mundo —me dijo mi padre en cierta ocasión—. Dinero, Luna. Dinero y economía, demanda y oferta. Esto es el capitalismo; puede que no consigas una corona, pero aún puedes ser Reina.
Cierro los ojos con fuerza.
—No fue un truco publicitario —espeto con brusquedad—. Fue una buena causa, y perdóname si pensé que esta empresa podría beneficiarse de que no la llamen, un grupo de sanguijuelas capitalistas que se aprovechan de los demás, en la televisión nacional.
Landon no me mira, sigue mirando el informe que le ha llegado sobre lo que hice. Qué, aunque a él no le haya gustado, al resto de la junta directiva e inversores sí.
—Estamos en medio de una recesión —continuo—. Nuestras acciones cayeron al nivel más bajo en veinte años esta mañana, hemos perdido cien millones y siete inversores de alto nivel. ¿Por qué te cuesta aceptar mi ayuda?
Por primera vez desde que entré en su oficina, me mira mientras que el silencio entre nosotros se vuelve cada vez más insoportable y dejo que mis uñas se claven en mis manos.
—Entonces bien, si piensas que sabes dirigir estás empresas mejor que yo, deberías hacerlo. ¿No crees, hermana?
Se levanta y toma la pieza del Rey que hay en el tablero de ajedrez y lo deja en mi mano antes de salir de la oficina y dejarme sola.
—No lo haré, Landon —espeto con una sonrisa, tratando de esforzarme mucho en fingir que sigo en control de mí misma.
No tengo intención de jugar ningún juego más.
—No lo haré —repito con mucha más convicción que antes—. No dejaré que lastimes a Donovan o a otra persona que me importa.
Cualquier réplica muere en mi pecho, porque mi hermano se acerca para descansar su frente contra la mía.
—Sí lo harás.
¿Cuándo se volvió está persona?
Ahora tiene tanto frío y vacío dentro de él. Solo es el espectro del hermano que solía ser.
—Lo harás porque sabes que, al final, solo nosotros importamos. Nadie más. Solo tú y yo, Lu.
Pone una mano en mi mejilla y deja un beso en mi frente antes de dar media vuelta e irse.
Siempre le ha gustado tener la última palabra.
Es interesante como durante toda esta conversación, jamás mencionó lo sucedido con Aurora, aunque él lo sabe y debe saber que ya mi madre me lo contó. Cómo si la muerte de nuestra hermana no significara nada para él.
Tomo mis guantes del suelo y los coloco en mis manos para irme, pero al llegar a la puerta e intentar abrirla, está no se abre.
—No, no puede ser lo que estoy pensando.
Intento abrir las ventanas y nada.
Es una fortaleza.
Y es mía.
Realmente me acaba de encerrar aquí.
—¡Landon! ¡Landon! ¡Déjame salir! ¡¿Cómo me puedes hacer esto?!
Está es tu fortaleza. Está es tu fortaleza. Está es tu fortaleza.
Aquello se sigue repitiendo en bucle en mi cabeza. Una y otra vez mientras intento encontrar una manera de salir de aquí, pero, aunque no había ningún sistema de seguridad cuando entré, ahora sí los hay y mi hermano los ha activado todos.
—¡No estoy a salvo aquí!
Nunca estaré a salvo contigo —completo en mi mente.
Para mí sorpresa, cuando la puerta principal se vuelve abrir, no es mi hermano quien regresa, si no mi madre.
—¿Él también te trajo aquí?
Ella niega con la cabeza.
—Le pedí que me dejara verte.
—¿Por qué?
—Eres mi hija —responde—. Todo lo que me queda.
Mi madre ladea la cabeza, y, parece decepcionada de lo que encuentra porque se gira con la intención de irse, pero se detiene y se acerca a mi antes de rodearme con sus brazos.
—Revisa tu bolsillo con cuidado y no reacciones —susurra en mi oído—. Es solo un tranquilizante.
Necesito de todas mis fuerzas para no apartarme, para no apartar sus brazos y verlos caer; vacíos ante el rechazo. Para no alejarme de ella y de todo lo que la vuelve tan malditamente tóxica. Eso choca con el secreto de todo lo demás que he anhelado por años y que ahora entiendo, mi madre no es capaz de darme.
—¿Por qué estás aquí?
No muestras tus emociones —me recuerdo—. Mucho menos a tu madre.
—Deberías venir conmigo, Luna.
Entiendo que ella no se refiere exactamente ahora, habla de después, de cuando logré salir de aquí.
—Estaremos mucho mejor lejos de aquí.
No es la primera persona en prometerme aquello y no será la última, pero ya no es algo en lo que vaya a confiar.
—¿Te vas?
Asiente de manera leve con la cabeza.
—Ya no hay nada aquí para mí y prefiero estar lejos de tu hermano y lo que sea que tenga en mente.
No digo nada. Me limito apretar mi mandíbula y levantar un poco mi barbilla.
—Si yo realmente te importara me sacarías de aquí.
Pero ella no lo hará, porque antes que cualquiera, mi madre siempre se pone primero y no se arriesgará por mí.
Lo hubiera hecho por Aurora, pero no por mí.
—No puedes confiar en la gente en la que crees que puedes confiar, Luna.
—¿Qué? ¿Crees que no me he dado cuenta a estas alturas? ¡Mírame! Mi hermano, la persona que por años amé e idolatré, por quién hubiera dado mi vida sin pensarlo dos veces, me encerró como un maldito objeto.
La cabeza de mi madre se inclina ligeramente y, frunce los labios, finalmente retira la mano, se da vuelta y camina hacia la puerta.
—Mamá, por favor, no me dejes aquí.
Me acerco a ella y la tomo del brazo, pero mi madre no se gira.
—Mamá, por favor. ¿Acaso no me amas ni siquiera un poco?
Silencio.
—Por favor, sé que no soy tu hija favorita, pero por favor, no me dejes aquí.
La mano de mi madre cae sobre la mía y la aparta en un rápido movimiento, como si yo no valiera nada y, sin girarse en mi dirección ni un segundo, simplemente se va.
No me atrevo a moverme, al menos hasta que estoy segura de que se ha ido, porque una parte de mí, pensó que ella regresaría y me sacaría de aquí.
Siento como si todo dentro de mí se estuviera rompiendo, aunque ni siquiera sabía que me quedaban partes buenas.
—Por favor... —ni si quiera sé a quién le estoy suplicando.
Me dejo caer al suelo y me quedo ahí hasta que mis ojos se enfocan en todas las computadoras que hay y me levanto para acercarme a ellas.
¿Por qué las dejó aquí?
Enciendo una de ellas y me muestra la cámara de seguridad que hay en la oficina de las empresas y del estacionamiento privado. La siguiente es de la casa de nuestra madre; toda la casa.
—Nos tenías vigiladas. Incluso a Aurora.
Hay cámaras en mi ático, pero veo que no en la terraza, aunque si en el estacionamiento, para saber a qué hora llego y a qué hora salgo.
Cámaras por todas partes.
Dejo caer mi cara contra mis manos y grito llena de frustración, al volver a levantar mi mirada veo que Landon ha llegado a mi ático.
—¿Qué haces ahí? ¿Qué estás buscando?
Me quedo mirando la pantalla por varios minutos donde no sucede nada, solo mi hermano mirando alrededor tratando de encontrar algo que no está ahí.
Hasta que la puerta se abre y me muestra a Donovan entrando. Su camisa blanca y arrugada, está sucia y manchada de sangre que se ha secado. Tiene un corte sobre su ceja y el labio roto, pero, por lo demás, parece estar bien.
Sobre todo, parece que la sangre no es de él.
Hay dos hombres robustos detrás de Donovan, que parecen listos para sujetarlo si las cosas se complican.
Landon mira hacia la cámara y guiña un ojo antes de que la pantalla se oscurezca.
«Si una estrella se encuentra cerca de la órbita de un agujero negro, varias cosas pueden suceder dependiendo de la proximidad y la masa del agujero negro. Puede experimentar estiramiento y distorsión debido a las fuerzas de marea, puede perder material hacia un disco de acreción y puede ser destruida parcial o totalmente por el intenso campo gravitatorio del agujero negro».
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top