27. Lo perdí hace años y solo ahora me doy cuenta

Harry Styles - Matilda (0:34 - 1:06)

Donovan.

Ella me ha estado evitando durante todo el día. Aunque si soy completamente honesto, me ha estado evitando durante toda la semana. He tratado de darle espacio debido a lo que sucedió con sus hermanos, pero no puedo evitar querer saber si tal vez hice algo para molestarla, si hay algo en lo que me equivoqué o como puedo solucionar esto.

Pero ella no me habla.

No quiero hablar ahora —es lo que repite cada vez que le pregunto algo.

La luz de su estudio está encendida, ha estado ahí desde anoche, encerrada. No ha comido y tampoco parece interesada en hacerlo, y me he empezado a preocupar. Saco mi teléfono y le envío un mensaje.

H. Donovan: ¿Te gustaría que prepare la cena? Puedo cocinar lo que quieres o podríamos pedir algo.

La respuesta llega casi de manera inmediata.

Luciérnaga: No te molestes, no tengo hambre.

H. Donovan: ¿Estás segura? No es ninguna molestia, cariño.

Luciérnaga: Estoy segura. No quiero nada.

Una punzada de preocupación y culpa me golpea con fuerza, porque esto se siente más que un simple desacuerdo entre nosotros e intento recordar que nos dijimos la última vez que hablamos, si dije o hice algo que podría haberla molestado.

Me detengo a fuera de su despacho, mirando la franja de luz que brilla desde abajo de su puerta.

Respiro hondo y toco de manera suave un par de veces.

No hay respuesta.

Mis oídos captan suaves sonidos de movimientos detrás de la puerta, que culminan con el ensordecedor ruido de la cerradura. Ella me ha dejado afuera. Intencionalmente. Me quedo sin aliento al darme cuenta de que las cosas han escalado de un bloqueo emocional a un bloqueo físico.

—¿Puedes al menos decirme que estás bien?

Es una pregunta absurda porque ambos sabemos que no, que ella no está bien.

—Váyase a casa, señor Donovan —su voz es ronca, cargada de dolor y agotamiento.

Suelto un suspiro y dejo caer mi frente contra la puerta.

—Luna, por favor no hagas esto. Abre la puerta... Hablemos.

—¡Vete a casa! —Sus palabras son más fuertes esta vez, más estridentes— ¿No entiendes que quiero que me dejes sola?

—No hasta que me digas qué hice para herirte tanto. Dame una oportunidad de compensarte. Lo que sea que haya hecho, lo lamento muchísimo y nunca lo volveré a hacer, si tan solo abres esta maldita puerta y hablas conmigo. —Cuando ella no responde durante un largo momento, me doy cuenta que no lo hará en absoluto.

El silencio me asfixia a medida que pasan los segundos con esa puerta firmemente cerrada y bloqueada.

El sonido de la cerradura al girar es agudo, como un disparo y luego se abre lentamente para revelar a Luna parada allí, luciendo demacrada y exhausta más allá de toda explicación.

La miro fijamente, incapaz de moverme, apenas capaz de respirar por miedo a que ella se aparte más.

—No has hecho nada malo, Donovan —dice finalmente en voz baja—. Por favor, vete a casa y déjame en paz. Porque cómo podrás ver, estoy bien. Sobria y bien. Cómo siempre. Soy el jodido epítome de estar bien.

Entro en la habitación e intento acercarme a ella, pero Luna retrocede.

—Luna, ¿qué ha pasado?

Ella se queda allí parada en silencio durante un largo momento, iluminada por el fuego de la chimenea.

Puedo distinguir las huellas de lágrimas en su rostro mientras murmura algo.

—Nada. Todo.

La habitación está desordenada. Un claro indicio de que algo está muy mal, porque ella solo se permite esta clase de caos cuando, algo está más allá de su control o solución.

Hay pequeños artículos esparcidos por el piso y la alfombra mullida dónde ella se sienta sobre sus rodillas, rodeada de fotografías.

—¿Alguna vez te preguntaste por qué te esfuerzas tanto? —ella no está preguntando a nadie en particular— Por qué lo das todo, tu tiempo, tu alma, si al final nada importa.

—No...

—¿Qué me queda? —interrumpe— Para dar, quiero decir. No somos memorables, bueno, tal vez tú —me señala—. Somos prescindibles, una nota al pie, ni siquiera eso. Nadie se acordará de mí, a menos que miren hacia arriba y lean que fui, ¿qué? Solo la hermana de Landon Sinclair, un genocida.

Toma entre sus dedos una pieza de ajedrez, tardo un poco en ver qué es la figura del Rey.

—Cuando la persona que amas de repente se te escapa de las manos, ¿qué es peor? ¿Qué no pudiste hacer nada para ayudarlo, o que hiciste todo lo que está a tu alcance para ayudarlo y no fue suficiente? Al final el resultado es el mismo. Sólo pudiste quedarte ahí mientras veías a esa persona arruinarse y el proceso también terminas arruinado.

La pieza de color negro con un delicado diseño de oro brilla cuando ella la levanta un poco y luego, la lanza con fuerza contra la pared.

—Dejarlo ir es algo que debí hacer hace tiempo. Esto es lo correcto —se dice a sí misma—. Lo sé porque hacer lo correcto siempre me ha dejado miserable y sola.

—Luna, entiendo...

—¡No, no lo entiendes! Es mi hermano y yo podría haberlo salvado... Debí salvarlo. Pero no pude, fracasé y lo perdí. Perdí a mi hermano... Realmente lo perdí y me duele porque, Landon, ha sido la única persona que ha estado ahí para mí. Incluso sí aquello tenía un precio. ¿Sabes lo que es tener a una persona 25 años de tu vida y luego perderla?

¿Qué tan rota debes estar y sentirte para quedarte sin aire al hablar sobre tus sentimientos?

No conozco a Landon Sinclair, pero en definitiva es una persona que quebró tanto a su propia hermana, que el dolor de ella llega a ser palpable y tan real.

—Y tomó aquello que sabía que me iba a lastimar, mi mayor inseguridad, para usarla en mi contra. ¿Cómo pudo hacerme esto? ¡Fui a terapia porque él me lo pidió! Creía que era porque se preocupaba por mí y todo el tiempo fue parte de su plan de respaldo el mostrar lo rota y jodida que estoy y como no soy capaz de nada y mucho menos de manejar esa jodida empresa.

Sus dedos sujetan con fuerza la foto que tiene entre sus manos. Se ha quitado los guantes —algo que hace en muy raras ocasiones, principalmente cuando está teniendo una crisis—, y sus manos desnudas, heridas y maltratadas, arrugan la imagen que no logro ver y que Luna observa con ojos rojos y llenos de lágrimas.

—La persona que es ahora, no es en sí su culpa. Fuimos criados por personas para las que nade lo que hacíamos era suficiente y a las cuales era difícil impresionar, y llevamos ese peso en lo más profundo de nuestro cuerpo y mente.

Habla en un tono bajo y entrecortado, sus labios, secos y agrietados, se quedan un momento separado como si ella fuera agregar algo más, pero al final los junta y cierra los ojos con fuerza, apartando la foto y llevando sus palmas hacia sus ojos y aplastándolos.

—¿Por qué me cuesta alejarme de las personas que me hacen daño?

Pareciera como si estuviera intentando borrar aquella imagen de su mente y de sus recuerdos.

—Ya no tengo nada —murmura más para ella, que para mí—. Lo perdí todo. Él me quitó todo.

—Luna...

—Me aferraba tanto a esas empresas y a demostrar que podía hacerlo porque era todo lo que me quedaba. Me decía que, si no lo conseguía, todo el dolor, angustia y las cosas que perdí hasta llegar ahí, no habrían valido la pena. Todo mi dolor y pérdidas serían para nada. Pero me estaba aferrando tanto a eso, incluso aunque era tan infeliz, esperando que, en algún punto, ser CEO o estar ahí fuera lo que quisiera, que algo de eso me hiciera feliz. Pero eso no sucedió. Cada día era más y más miserable.

Se ha quedado quieta mirando un punto fijo en la pared, sus labios se mueven, pero eso es todo, el resto de su rostro permanece estoico. Es preocupante la facilidad con la que puede controlar sus expresiones mientras se está desmoronando por dentro.

Solo puedo pensar en todo el tiempo que le costó conseguirlo y que la llevó aprender hacerlo.

—Me estaba aferrando a algo que no quería y eso me estaba rompiendo, y yo lo sabía, aun así, no me soltaba, ¿qué tenía si dejaba eso? Nada. Todo lo que amaba ya me había sido arrebatado y pensé que, tal vez, fue así porque lo que amaba estaba mal y eso, lo que ellos querían para mí, era lo correcto. No lo fue.

Se ríe; es doloroso de escuchar. Su risa se vuelve sollozos que ella intenta contener poniendo una mano contra sus labios.

—Debes hacerlo bien. Debes ser mejor. No puedes fracasar. Estás bien. Todo está bien —empieza a decir con desdén—. Es lo que me repetía todos los días, pero es mentira, he olvidó la última vez que algo estuvo bien.

Se mueve, aún sentada en el piso de su estudio y mira alrededor de las fotografías y pequeños recuerdos esparcidos en el piso. Estoy seguro de que ella tendrá un dolor de cabeza después por el desorden. Noto que está buscando algo, una foto en particular y cuando la encuentra, me la muestra.

En la imagen, está ella con una enorme sonrisa, sentada en la playa y junto a ella está, quien asumo, es Landon.

—Ese día, pedí un deseo —me cuenta—. No sé cumplió, pero creo que ahí, fue la última vez donde todo estuvo algo así como bien. No del todo, pero algo.

Su mirada es muy distinta en esa imagen; brillante y llena de esperanzas.

La Luna de aquella imagen aún no había experimentado tanto dolor y traición, no había sido decepcionada tantas veces en tan poco tiempo y aún, a pesar de todo eso, intentar seguir de pie.

La escucho exhalar de manera profunda.

—¿Está mal que lo extrañe?

Su mirada sigue fija en aquella imagen.

—Por supuesto que no, Luna. Es tu hermano, tienes permitido amarlo y extrañarlo.

Al verla recuerdo lo que mi abuela me dijo, de que a veces las personas no quieren sanar algo que les duele porque quizás ese es el único vínculo que le queda de esa vida, de esa persona.

—Todavía lo amo, al menos amo el recuerdo de quién solía ser, pero ya no lo quiero en mi vida.

Ella realmente extraña a su hermano mayor.

Con cuidado, me siento en el suelo frente a ella, de manera lenta para que pueda leer mis intenciones y simplemente nos quedamos sentados en silencio.

En algún punto murmura que no quiere hablar y yo le digo que está bien, que no necesitamos hacerlo.

Es ella quien, casi media hora después de estar en silencio y sentada tan quieta como puede, vuelve hablar.

—¿No te molesta?

—¿Qué cosa?

Gira su rostro un poco hacia el mío, solo un ligero movimiento en mi dirección sin llegar a mirarme del todo.

—Cuando te digo que no quiero hablar —explica—. Se que lo hago con mucha frecuencia.

Lo hace, sobre todo después de una larga jornada de trabajo o en las mañanas cuando recién se despierta.

No es una persona mañanera.

—¿Por qué me molestaría?

—No lo sé, a las personas parece molestarles cuando no quiero hablar con ellas. Es solo que a veces el mundo ahí afuera es demasiado abrumador y caótico, muy ruidoso, y necesito algo de tiempo para descansar de todo eso y procesar las cosas.

—Luna, no necesitas darme explicaciones de nada. Lo entiendo. El mundo es abrumador y necesitas algo de silencio y calma. No tienes que explicarme y mucho menos justificarte. No necesitas la validación de nadie, solo la tuya. En especial sobre cosas que tengan que ver con tu bienestar.

Suelta un pequeño suspiro y deja la imagen que había estado sosteniendo, sus dedos van hacia el dobladillo de la camisa —una que hasta hace poco había estado en el armario de la habitación que ocupo aquí—, y lo sujeta con fuerza.

—No pierdas tu vida tratando de arreglarla.

Ante mis palabras, levanta la mirada con su cabeza ladeada.

Sus labios se curvan en una pequeña, pero muy pequeña sonrisa.

—Sigues huyendo de mí cada vez que intento acercarme —murmuro—. Como si mi presencia te quemara viva.

Sus ojos me observan, pero no aparta la mirada y me deja continuar.

—No estoy aquí con la intención de quemarte. No estoy aquí para lastimarte. No estoy aquí para juzgarte. Estoy aquí porque me preocupo por ti, toda tú, con tus paredes y equipaje pesado —hago una pequeña pausa antes de continuar—. Quiero que sepas... No, necesito que sepas que no voy a desaparecer solo porque las cosas se pongan difíciles. Pero necesito saber que vas a dejar de correr también. Necesito saber que, si te dejo ir ahora mismo, en este momento, todavía estarás aquí. Sigo sintiendo que te escapas de mí, y eso me asusta más que cualquier otra cosa.

La maldición de la que hablan mi abuela, mi madre y tía, nunca fue algo a lo que le diera mucha importancia. Incluso aunque ninguna relación en la familia había funcionado. A pesar de que nadie en la familia, sin importar sus esfuerzos, puede ser feliz en el tema del romance.

Me dije que todo aquello eran solo coincidencias, pero, ahora me cuestiono si tal vez esa dichosa maldición existe y toda la familia Donovan está condenada en el tema del romance.

—Podemos tomar todo tan lento como quieras. Tan lento como necesites. Solo necesito saber que no volverás a huir de mí. Que tú también quieres esto. Eso es todo lo que pido.

No quiero asustarla con grandes declaraciones y promesas de toda una vida, solo quiero una pequeña certeza de que ella también quiere esto, porque si aún tiene dudas, ¿qué sentido tiene intentarlo?

—Eres mi... —se detiene y sus ojos se iluminan de manera ligera— polizón.

Sonrío entre dientes algo confundido.

—¿Qué significa eso?

—Ya sabes, un polizón es alguien que se esconde en un tren sin un ticket.

—Eso lo sé, pero, ¿qué tiene que ver eso conmigo? ¿Con nosotros?

Sus ojos se posan en los míos y la intensidad de su mirada podría derretir los polos.

—No esperaba encontrarte en el tren de mi vida. Apareciste sin boleto, Donovan, y no puedo sacarte del tren. No quiero que te bajes del tren. Quiero que te quedes. Eres mi polizón.

Ella no lo sabe y probablemente no me crea si se lo digo, pero eso ha sido una de las cosas más bonitas que he escuchado, o tal vez solo pienso eso porque es ella quien lo ha dicho y todo lo que sale de sus labios me resulta fascinante.

Por qué está bien, puedo aceptar eso, el ser su polizón.

Busco en el bolsillo de mi pantalón la pequeña pulsera, que no pensaba dársela hoy, pero este momento parece tan bueno como cualquier otro.

Estiro mi mano hacia ella y Luna duda, como casi siempre hace, cuando se trata de contacto físico directo, pero deja caer sus hombros y extiende su brazo hacia mí.

—¿Qué es?

Coloco alrededor de su muñeca de la mano izquierda la pulsera de plata con la constelación de Casiopea y le muestro que dentro de dicha constelación dice: «Siempre creeré en ti, incluso cuando tú no lo hagas».

—Se que puedes hacerlo todo sola, Lu. Qué tienes la fortaleza para caerte y volverte a levantar sin la ayuda de nadie, pero, no estás sola y no eres débil por pedir ayuda o dejar que te ayuden.

Algunas lágrimas se escapan de sus ojos mientras ella pasa la yema de su dedo índice con suavidad por la pulsera.

—¿Donovan? Gracias.

—¿Por qué? No he hecho nada.

—Por hacerme saber que no estoy sola y hacerme sentir querida en un mundo donde, de manera constante, me han hecho sentir que no soy suficiente y que es difícil amarme.

Tomo su rostro entre sus manos y ella me mira con ojos llenos de lágrimas y dolor.

—Tú eres suficiente, Luna —le digo con un toque de desesperación, porque realmente espero que ella lo crea—. Eres suficiente. No dudes de la fuerza imparable que eres.

Ella se derrumba en mis brazos, sollozando en voz alta. La sostengo con fuerza y dejo que llore todo lo que ha venido cargando estos días.

Nos quedamos así durante varios minutos, mientras ella llora y se aferra a mí. Mis labios presionan repetidos besos en su cabello, pero no intento detener sus lágrimas. Llorar es bueno, alivia las cargas del alma o eso es lo que suele decir mi abuela. Dejo que llore incluso aunque su angustia me desgarra.

—¿Te quedarás? — pregunta después que se ha calmado un poco— ¿Serás mi polizón?

—No me voy a ir a ningún lado, Lu —respondo—. Me gusta como es mi vida contigo en ella.

—A mí también me gusta tenerte en mi vida, Donovan.

Tararea algo que no logro entender y se vuelve a quedar en silencio, no necesita decirme que no quiere hablar porque es algo que simplemente entiendo.

Le hago compañía en silencio pasando mis dedos por su cabello hasta que, como siempre en estas situaciones, es Luna quien rompe la quietud contándome que el bebé de su hermana está bien, que su madre la llamó y le contó que Aurora estaba físicamente bien al igual que el bebé. Que su madre también mencionó que Pascal le pidió el divorcio y yo le comento que sí, que él estaba destrozado cuando se enteró de todo, pero que, aun así, fue acompañar Aurora al hospital y solo una vez que le dijeron que ella estaba bien y le dieron el alta, él le mencionó el divorcio.

También le comento que ya le envío dichos papeles.

—Nunca hablamos de tu contrato —murmura—. El que firmaste sobre esta relación.

Pasa sus dedos por los tatuajes en mi muñeca con suavidad.

—Obviamente vamos a romper dicho contrato, ¿qué otra cosa podríamos hacer si ya no estamos fingiendo?

Se encoge de hombros con una pequeña sonrisa.

—Vámonos a Westerly —me pide con un toque de desesperación—. No quiero seguir aquí. Revisaré las casas en venta ahí, porque, me gustas y tu casa es linda, pero muy pequeña para mis gustos.

—Podemos ir a dónde quieras, siempre y cuando estés segura de la decisión que estás tomando.

Asiente con la cabeza.

—Necesito alejarme, además, ya no hay nada aquí para mí. Lo cual está bien, es algo en lo que deberé trabajar para aceptar, pero no quiero seguir aquí.

—Entonces vamos a hacer las maletas para irnos.

Nos ponemos de pie y cada uno se dirige a su respectiva habitación para empacar todo lo necesario, en mi caso, empaco todo porque no tengo muchas cosas aquí y ella no estableció una fecha de regreso.

A Luna le toma casi toda la madrugada empacar y una vez que ha finalizado, le pido que coma un poco antes de descansar y a lo cual se rehúsa, pero después del desayuno se queda dormida en el sofá y se levanta casi cinco horas después.

—¿Estás lista? —le pregunto.

Luna se pone seria ante la pregunta.

Se que es una pregunta sencilla con una respuesta simple, pero en este momento, parece que, para ella, se han abierto una cantidad infinita de posibilidades.

—Estoy lista para cualquier cosa —responde—. Especialmente si es contigo.

Me pregunto ¿qué tan ciertas son esas palabras? Solo el tiempo lo dirá.

Solo espero que no rompas mi corazón, Luna Sinclair, porque tienes el poder de hacerlo.

«En sistemas binarios estelares, donde dos estrellas orbitan entre sí, es posible que eventualmente colisionen debido a la evolución dinámica de su órbita. Esto puede ocurrir cuando una de las estrellas se expande y engulle a su compañera, o cuando las estrellas se acercan debido a interacciones gravitacionales con otras estrellas en su entorno».

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top