25. Encuéntrame a la media noche.

Sleeping At Last – Jupiter (2:27 – 3:20)

Acordamos tomarnos las cosas con alma. En ese momento cuando tomamos la decisión, eso había parecido el curso adecuado, aunque ahora, casi ocho días después, no puedo entender exactamente por qué, después de toda la crisis mental y anhelo que hemos tenido estos meses, parece algo absurdo esperar más.

¿Qué se supone que estamos esperando?

Pero Donovan comentó que piensa que es algo bueno para nosotros ir lento, como si antes de esto hubiésemos ido en el carril rápido, cuando no, no lo hemos hecho.

Aunque entiendo su punto, claro, lo entendía mejor hace ocho días.

La voz de Donovan me regresa al presente.

—Pero debe haber algo que te gusta hacer cuando no estás cerrando acuerdos comerciales o adquiriendo nuevas empresas.

Me encojo de hombros.

—Si te has dado cuenta, trabajar es prácticamente todo lo que hago —respondo intentando ocultar el tono cansado en mi voz porque ser directora ejecutiva no es un trabajo fácil y mucho menos divertido—. Aunque si encuentro tiempo me gusta leer. Amo leer.

Últimamente no he tenido mucho tiempo para leer, lo cual es lamentable.

—¿Qué tipo de libros lees?

Los nombres de Sylvia Plath, Virginia Wolf, Anne Sexton vienen a mi mente, pero dar esa respuesta se siente tan... personal. Intimo. Como si estuviera revelando demasiado de mí. Mostrando partes que no he dejado que nadie más vea.

De niña, solían criticar mis gustos por los libros de fantasía diciéndome que eran una pérdida de tiempo, así que me acostumbré a leer en secreto.

—Shakespeare.

Y me arrepiento de mi respuesta casi después de decirla porque, cualquier otra persona podría creerlo, no Donovan quien pasa tanto tiempo conmigo, quien en algún punto debió ver los libros en mi repisa o leer los títulos de algunos que leía camino al trabajo o de regreso a mi ático.

—Lu, vamos cariño, dame algo de crédito.

—¿Qué? ¿Por qué no me crees?

—No lo sé, la cara falsa debe ocultar lo que él corazón falso sabe.

—Se que eso es de Hamlet.

Levanto una ceja cuando él sonríe y niega con la cabeza.

—Es Macbeth.

—Lo sabía, solo te estaba probando.

—¿Me vas a decir que es lo que realmente te gusta leer?

Dudo por varios minutos, eligiendo mirar la comida que está frente a mí en lugar de a Donovan, mientras pienso que no tiene mucho sentido mentirle al hombre que literalmente me ha visto en varios de mis peores momentos.

—Depende de que humor este —respondo—. Cuando estoy nostálgica me gusta leer poemas, también suelo leer a Virginia Wolf o Isabella Allen. Pero en general, me gusta leer libros de fantasía, novelas de ciencia ficción, solía estar un poco obsesionada con los libros de Star Wars. Ya no los disfruto tanto desde que Disney cerró el Universo Expandido.

No es algo que vaya por ahí contándoselo a las personas porque no es la imagen que se supone debo dar o que han diseñado para mí.

Si me lo pregunta cualquier otra persona seguiré respondiendo que leo a Shakespeare, aunque el único libro de él que realmente leí sea Otelo.

—Me gustan las películas de Star wars —murmura Donovan—. Sin embargo, no sabía que había libros.

—¿No? Tienes que leerlos, son muy buenos, algunos son incluso mejores que las películas porque los mundos son mucho más detallados y puedes saber aún más sobre las diferentes culturas y políticas. Y ni siquiera me hagas mencionar la tecnología...

Muerdo mi labio inferior al darme cuenta de cómo debo sonar, pero Donovan solo me mira con una sonrisa y su total atención.

—Eso suena interesante —comenta—. Creo que los voy a leer, ¿alguna recomendación?

Lo considero por un momento.

—La trilogía de Darth Bane es muy buena, pero si quieres algo menos convencional y atrevido, Death Troopers es el camino a seguir. Confía en mí.

—Lo hago. ¿De qué trata?

—Soldados de asalto. Como zombis.

Es la primera vez que hablo de esto con otra persona, ni siquiera con Landon, que consideraba absurdo que pierda mi tiempo en este tipo de lectura que no enriquecía en absoluto mis conocimientos.

—¿Zombis? ¿En Guerra de las Galaxias? ¡De ninguna manera!

—Oh, definitivamente. Y está tan bien escrito que algunos momentos realmente te congelan hasta los huesos.

—Entonces tendré que leerlo en algún momento.

Mi teléfono suena interrumpiendo la conversación y me disculpo con él, para tender la llamada de mi hermano, se que llama por algo de las empresas y es la única razón de porque respondo.

Ya no atiendo sus llamadas para temas personales.

Suelto un suspiro antes de responder.

—Querido hermano, ¿a qué debo tu llamada?

—Sabes porque te estoy llamando.

Lamentablemente lo se.

Hace dos días me llamaron para comunicarme que quería entrar en la fábrica de Texas y hoy en la mañana me dijeron que había pedido informes para los que no está autorizado. Ambas cosas le fueron negadas. Sabía que estaría furioso y también sabía que me llamaría en cualquier momento.

—Si quieres ir a las empresas, puedes ir conmigo y si quieres algún informe, lo podemos revisar juntos.

—¡¿Hablas jodidamente es serio?!

—Sí, ya no puedo confiar en ti, Landon. No con lo que planeabas hacer, no con las cosas que estabas haciendo.

Hay un silencio al otro lado de la línea.

—Eso va a terminar en algún momento, hermana, ¿verdad? No puedes seguir así para siempre y debes saber que no te dejaré las empresas para siempre.

Por supuesto que también soy consciente de aquello, no soy estúpida.

—Estamos en punto muerto. ¿Qué se supone que haremos?

—No lo sé, Lu. Realmente no lo sé. ¿Podríamos dejar todo eso a un lado por un momento? Te extraño y sé que lo jodí. Bien. Lo entiendo. Tienes todo el derecho a enojarte conmigo e incluso odiarme un poco. Pero realmente te extraño. Salgamos a cenar, solo los dos para ponernos al día.

«Está vez será diferente, Lu».

«Realmente lo siento, hermana».

«Estoy intentado mejorar, te prometo que quiero cambiar».

«Lo jodí está vez, pero estoy intentando hacerlo bien».

—¿Qué dices hermanita? Podríamos hablar de la fiesta que las empresas van a celebrar. Mamá está muy estresada con la organización y mencionó que espera que tu perro guardián no vaya, pero no debería ir, el siguiente año, cuando tu enojo hacia todos haya pasado, te arrepentirás de que aparezca en las fotografías.

—Landon, es verdad que lo mío con Donovan empezó como una mentira, pero es real ahora.

—¿Lo dices en serio?

—Tan en serio como un ataque al corazón.

—Bien —espeta en un tono seco—. No juzgaré tus pésimas elecciones de novio. Aun así, me gustaría verte.

Cierro los ojos con fuerza y me maldigo en mi mente ante la respuesta que voy a dar.

—No.

—Lu...

—Si es para asuntos de las empresas, podemos hablar, si es sobre cualquier otro tema, no estoy disponible. Al menos no para ti. Ya no. Adiós, Landon.

Suelto un bufido antes de terminar la llamada y me giro para ir a mí habitación, pero algo en la mesa llama mi atención y sé que es para mí porque tiene una nota azul con mi nombre.

—Es la constelación de Casiopea —murmuro con un cierto toque de asombro.

Mis ojos van desde la caja en la mesa hasta Donovan que ha terminado de recoger los platos.

—Sí, dijiste que era tu favorita.

Lo es. Se debe a que es una de las únicas constelaciones circumpolares en el hemisferio norte y es visible en el cielo nocturno durante todo el año.

Y cuando mi hermano se mudó a la universidad y me quedé sola en esa enorme y fría casa, cada vez que estaba pasando por un momento difícil, cada vez que alguien me menospreciaba por no cumplir sus expectativas o me sentía sola. Me asomaba por la ventana y miraba las estrellas porque sabía que, mientras podía dejar de lamentarme el tiempo suficiente para encontrar a Casiopea, todo estaría bien.

—Pensé que podrías ponerlo en alguna parte de tu habitación y verlo cuando las cosas se pongan difíciles y tal vez, te recuerde que aún tienes personas que te aman y se preocupan por ti.

Antes, el único nombre que venía a la mente era Landon, lo cual es un poco lamentable dada las cosas que han sucedido entre nosotros, pero ahora, parece que mi lista se está ampliando.

—Pensé que, si miras esa constelación por la noche, no te sentirás sola —murmura—. No me gusta que te sientas sola.

La constelación brilla dentro de la esfera y algo dentro de mí se rompe.

La mano de mi padre cae contra mi mejilla y el golpe me hace tambalear hacia atrás, debiendo sostenerme de la repisa llena de libros que hay detrás de mí.

Si hay algo en lo que jamás escatimó en gastos, es en lo referente a libros y por eso mi habitación en su casa está llena de ellos.

—Ya no está tu hermano aquí para protegerte, Lana.

Aprieto mis dientes con fuerza, tanto que me duele la mandíbula y mis ojos arden por las lágrimas que se acumulan y que poco a poco se empiezan a resbalar por mis mejillas.

—Es Luna. Mi nombre es Luna. ¿Ni siquiera recuerdas mi nombre?

Se burla, como si la respuesta fuera obvia y duele.

Sus acciones y palabras siempre me han dolido más que sus golpes.

—Te dije que debías hablar con tu hermano.

—¿Para eso fue que me llamaste? ¿Por qué no vas y hablas con él? ¿Por qué de alguna manera todo termina siendo siempre mi culpa?

A mí padre no le gustan las nuevas amistades de mi hermano, ni muchos menos Sierra, su novia, son parte de su círculo social, pero, según él, no de la buena parte del círculo. No de los que valen la pena.

Y él sabe, que decirle eso a mi hermano solo complicará más las cosas, así que quiere que yo lo haga.

—No deberías preocuparte por Landon, él no es como tú y nunca lo será. Él realmente me ama y no solo lo finge frente a las cámaras para cuidar su imagen, tal y como lo haces tú.

—¿Por qué te preocupa no ser amada, Luna? El amor no significa nada. Al final del día, que importa si te aman o te odian. ¿No ves lo flexible y voluble que son las emociones? Un día te aman y luego, odian todo de ti. Eso nos pasó a tu madre y a mí. Un día éramos el amor de la vida del otro, y al día siguiente, ya no nos podíamos ni ver. Todo se acabó y tuvimos que seguir juntos y fingiendo que somos felices, aunque todos los involucrados sabemos la verdad.

Toma la pequeña esfera de cristal que contiene la constelación de Casiopea. Es tan pequeña, casi como un llavero. Me la regaló mi hermano antes de irse a la universidad, me dijo que lo vio en un pequeño puesto en la calle.

Veo como mi padre lanza contra el suelo la esfera y la forma que se rompe en el piso de mi habitación.

—¿Ves la facilidad con la que se puede romper algo que amas?

Se acerca a mí y acuna mi rostro con cuidado en sus manos. Casi parece que yo le importo.

—Recuerda eso, Lu. Lo decepcionante que puede ser el amor y que es una pérdida de tiempo porque un día, el que menos lo esperas, pierdes a quien amas.

Deja un beso en mi frente.

—Después de todo, tu amor por mí es un claro ejemplo. ¿Verdad, hija?

—¿En algún momento me amaste, papá? ¿Al menos un poco? Dime, dime si al menos te arrepientes un poco de lo que me has hecho.

—Te lo diré la próxima vez que nos veamos, Luna. Ahora vamos, ya es tarde.

Esa fue la última vez que lo vi con vida.

No lloro, a pesar que quiero hacerlo, me mantengo estoica cómo siempre y mientras sigo sosteniendo la esfera con mi constelación favorita, hago lo que mejor se hacer y compartimento el dolor. Me trago el nudo en mi garganta y finjo que estoy bien.

—Me di cuenta que es fácil hacerte feliz —tararea más para él que para mí—. No eres tan compleja de entender cómo quieres hacer ver o el mundo parece creer. Por ejemplo, dijiste que tu constelación favorita es está y sabía que algo relacionado te haría feliz. Igual que recordar los pequeños detalles que sueltas aquí y allá.

Si yo no llevo máscaras frente a él. Donovan tampoco parece llevar alguna cerca de mí, aunque no creo que en algún momento lo haya hecho, él siempre ha sido el mismo.

—Entonces, ¿quieres hacerme feliz?

—Yo no dije eso. Solo establecí que es fácil hacerte feliz.

Sonrío.

—Pero me das detalles que me hacen feliz, per se, quieres hacerme feliz.

—Solo porque es más fácil lidiar contigo cuando estás de buen humor.

Mis labios se curvan en una sonrisa y pongo mis brazos alrededor de su cuello. Acerco mis labios a los suyos y lo beso, dejando que mis manos vaguen por su torso.

Me acerca un poco más hacía él, profundizando el beso.

—Tal vez deberíamos parar —murmura, aunque no hace ningún gesto para alejarse.

—¿Por qué?

Una parte de mí, quiere pedirle que nunca me suelte. Obviamente no voy admitir aquello en voz alta.

Inclina la cabeza hacia un lado para poder mirarme mejor y me dedica una sonrisa.

—Sabes la razón, pequeña luciérnaga.

Se inclina hacia mí, rozando sus labios con los míos mientras sus brazos aún me sujetan de manera firme contra su pecho.

Exhalo de manera lenta y levanto la barbilla hacia él.

—Donovan, por favor, bésame.

Siento un momento de molestia cuando él se aleja, pero dura poco y me quedo sin aliento por la sorpresa cuando su cuerpo me presiona contra la pared detrás de mí mientras sus manos caen a ambos lados de mi cabeza. Sus labios caen contra los míos y su pecho se presiona de manera firme contra mi pecho, haciéndome sentir envuelta en una comodidad completamente diferente a cualquiera que haya experimentado antes.

Extiendo mis manos y envuelvo sus bíceps, mientras muerdo su labio inferior provocando un gruñido que retumba desde lo más bajo de su pecho haciéndome sonreír contra sus labios. Sus manos se deslizan hacia abajo de la pared para sostener mi rostro, profundizando el beso y deslizando su lengua entre mis labios entreabiertos. Suelto un pequeño gemido mientras el calor se acumulaba en mi vientre y se irradia por todas las direcciones.

Nuestros labios se separan y él recorre con la mirada mi rostro como si buscara alguna indicación de que no está bien esto que estamos haciendo, pero yo asiento con la cabeza y sus labios caen contra mi garganta. Sus dedos se enredan en mi cabello, aruñando mi cuero cabelludo y sus dientes muerden la tierna carne de mi cuello. Las yemas de sus dedos recorren mi hombro con una suavidad, como una pluma, dejando la piel de gallina a su paso mientras continua, rozando su antebrazo y estómago y cualquier parte de mí que pueda tocar hasta llegar a mi cadera.

—Donovan... Llévame a la cama. Ahora —ruego con un gemido mientras el dolor entre mis muslos solo se intensificaba ante el sonido de su voz ronca—. Por favor, no te detengas.

Tomo su rostro entre mis manos y acerco sus labios a los míos, desesperada por saborear su boca otra vez. Él gime apreciativamente cuando mi lengua se desliza entre sus labios y lleva sus manos a mis caderas, frotando su erección contra mi muslo. Su mano izquierda se desliza hacia abajo, encontrando el dobladillo de la falda tubo que decidí usar para trabajar este día y jugando con él mientras su mano derecha se mueve en la dirección opuesta, deslizándose sobre mi vientre hasta que ahueca mi pecho, apretando suavemente al ritmo de sus caderas.

—¿Detenerme? —susurra con una sonrisa burlona mientras su mano entre mis muslos se mueve hacia abajo, seguido por el sonido del encaje al rasgarse—. Recién estoy empezando, cariño mío.

Y, por supuesto, él tenía razón.

La noche solo estaba empezando.

****

—Es espeluznante que me estés mirando mientras duermo —me dice Donovan con la voz ronca por el sueño y sus ojos aún cerrados.

Yo me siento en la cama y lo sigo mirando.

—¿Sabes? Para ser un guardaespaldas y haber sido oficial de policía tienes pésimo sentido de supervivencia —le comento—. Estuve pasando una navaja por tu cuerpo para ver si te despertabas, pero nada.

—¡Luna!

—No te iba hacer nada, solo quería ver si despertabas. Además, ¿sabías que roncas? Es ligero, pero roncas y creo que estabas soñando, pero no estoy segura. Lo digo porque estabas frunciendo de forma leve tu rostro.

Paso mis dedos por sus mejillas y continuo hasta su frente, para alisar las arrugas que se han formado ahí, asumo que por mi último comentario.

Deslizó mis dedos por las pecas de su cara y sonrío.

—Cuarenta y cuatro —le digo—. Esa es la cantidad de pecas que tienes en tu cara.

—¿Las contaste mientras dormía?

Respondo que sí y sigo pasando mis dedos por las pecas de su nariz.

—Y las pecas de tu pecho forman la constelación de Casiopea. Mi favorita —murmuro—. Solía buscarla en el cielo las noches que me sentía sola.

—¿Cuánto tiempo llevas mirándome dormir?

—Un tiempo.

—Eres un poco espeluznante, pequeña luciérnaga.

Me encojo de hombros y murmuro que lo sé.

—Y una cosa más.

—¿Qué es, Lu?

Parece prepararse para cualquier locura que estoy a punto de decir.

—Estamos oficialmente juntos. De ahora en adelante, eres de manera oficial, el novio de Luna Sinclair y tienes ese privilegio a pesar que ni siquiera me has llevado a una cita.

Se sienta en la cama, recostando su espalda sobre el respaldo de la misma y la sábana cae mostrando su torso desnudo y dejando al descubierto las marcas que hay en él y que me traen recuerdos de lo que sucedió anoche.

Recuerdo la forma en la que se sintió su piel contra la mía, la forma en que gimió mi nombre. Cómo se sintió tenerlo dentro de mí, llenándome por completo. Todo fue tan intenso, crudo y él se sintió tan... Mío.

Di que eres mío —le pedí.

Soy tuyo —no dudo en responder—. Solo tuyo.

Y yo sonrío ante el recuerdo.

—Escucho mucho sobre ti, pero dime, mi pequeña luciérnaga. ¿Qué obtengo yo?

Abro los labios claramente ofendida por su pregunta y él se ríe.

—Es decir, que para ti estar conmigo no es suficiente. Entonces bien, dime, ¿qué quieres?

Deja un beso en mi palma y niega con la cabeza.

—No. Me conoces lo suficiente como para saber dónde mienten mis lealtades. Esa noche yo di un discurso y mi optimismo nos trajo hasta aquí. Ahora es tu turno, Lu.

—Eres un idiota, ya me estoy arrepintiendo de ser tu novia.

—Eso no me está convenciendo.

Dejo un beso en sus labios.

—Eso está mejor.

Mi teléfono vuelve a sonar, ha estado sonando casi toda la mañana, pero no me siento de humor para revisar algún mensaje o correo.

Pero me levanto a regañadientes para revisar y... Vaya.

—Todos los medios están hablando sobre la infidelidad de mi hermana —le comento a Donovan—. Mencionan la relación que mantuvo con William y ponen en duda la paternidad del hijo que espera.

Veo que varias llamadas que he recibido son de mi madre, lo cual no es ninguna sorpresa. También tengo algunas llamadas de Landon, Pascal, el esposo de Aurora e incluso de William.

Mi madre, seguro llama para que solucione cuánto antes el escándalo en el que se encuentra su amada hija.

—No me importa —respondo la pregunta que Donovan me acaba de hacer—. Solo me pondré en contacto con mi equipo de relaciones públicas y dejaré que ellos se encarguen.

Le doy un beso antes de entrar al baño para poder empezar a arreglarme para el día que me espera.

Me terminó de poner mis guantes y Donovan me avisa que hay alguien pidiendo verme.

—¿Quien?

—Aurora.

Vaya, hasta que decidió salir y dar la cara.

—Bien, deja que suba, ella y yo tenemos una conversación pendiente.

«Cuando las personas interactúan, están en cierto sentido "colisionando" sus universos emocionales. Estas interacciones pueden ser complejas y a veces impredecibles, ya que cada individuo trae consigo su propia historia emocional y mental».

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