21. No todas mis jaulas son mentales.
Sleeping At Last - Sorrow (0:37 - 2:07)
Al día siguiente de mi enfrentamiento con Landon, me levanto con la noticia del embarazo de Aurora. Está en todas partes. Pascal, el esposo de mi hermana, me informa que ellos no dieron el comunicado y yo le digo que debió ser Landon o mi madre, que debería hablar con ellos y aclarar la situación.
Mi madre también me llama molesta por aquella noticia y culpándome por lo sucedido a pesar de que ambas sabemos quién es el culpable de todo.
—Deberías agradecerme que no le haya dicho a Pascal que tal vez él no sea el padre de ese bebé — le digo a mi madre antes de dar por finalizada la llamada.
Me froto las sienes. La cabeza me ha estado doliendo desde que vi aquella noticia en la mañana, pero de todas formas tengo que seguir trabajando.
Landon no me ha dicho nada y mi madre ha seguido llamando para que solucione todo el desastre que su hijo dorado dejó detrás. Es peor de lo que pensaba. Por qué, a pesar que las empresas no han participado en absoluto, los medios aseguran que sí.
Ahí va mi querido hermano, arruinando de nuevo el apellido Sinclair y no pasa nada, sigue siendo el niño dorado. El hijo amado.
Puedo sentir como la amargura crece en mi interior ante el recuerdo de todo lo que ha pasado estos días.
—¿Señorita Sinclair? Su madre está aquí y está pidiendo verla.
Mi dolor de cabeza aumenta.
Cierro los ojos y dejo caer mi cara contra mis manos tratando de evitar la tentación de servirme un vaso de licor.
«Recuerda lo que te dijo tu terapeuta» me repito «Recuerda que no van bien con los medicamentos que has vuelto a tomar».
—Déjela pasar.
Preferiría no verla, pero ella va a seguir insistiendo y prefiero terminar con esto ahora.
La puerta se abre y mi madre entra con el aplomo y la elegancia que la caracteriza, la espero, sentada detrás de mí escritorio con mis brazos sobre los antebrazos de la silla y una sonrisa falsa en mis labios.
—Primero despides a tu hermano y, ¿ahora a tu hermana? Dime, Luna, ¿a qué estás jugando?
Ese ha sido el problema principal de mi familia, piensan que todos son como ellos, que hay algo sucio detrás de cada intención, que deben cuidarse la espalda y atacar antes de que los ataquen.
En parte, soy así, ¿cómo no podría serlo? De lo contrario, a estas alturas de mi vida, no quedaría nada de mí.
—Primero, no despedí a Landon, ya que él no trabaja aquí, solo era, como él mismo dijo, un consultor privado del cual ya no requiero los servicios. Podrás ver qué es lo mejor dado lo que él ha estado haciendo y las decisiones que ha tomado. Segundo, no despedí a Aurora, la reemplacé. No puedo tener su puesto inactivo, hay demasiadas cosas que hacer y mi hermana no está aquí.
—Trabaja desde casa. Está teniendo momentos difíciles, deberías ser más comprensiva, Luna. Nosotros te comprendimos cuando sucedió lo de tu nuevo compromiso o la última disputa que tuviste con Landon y como reaccionaste.
«Deberías ser esto, Luna».
«Deberías ser aquello».
Todos parecen tener una idea de cómo yo debería ser, actuar y reaccionar ante las diferentes circunstancias. Cómo si fuera un robot que pueden programar para que funcione como ellos quieren.
¡Yo también tengo sentimientos! ¡Yo también importo!
¿Por qué no les importo a ninguno de ellos? ¿Qué más quieren de mí? Ya no hay mucho más de mí que les pueda dar porque les he dado casi todo lo que tengo y ahora solo estoy tratando de sobrevivir con lo poco que me he dejado para mí.
—¿Sabes una cosa, querida madre? Tú y mi padre son la razón de porque soy tan miserable. Pero en especial tú. No estoy diciendo que me hayas enviado de manera directa a un estado de absoluta miseria, aunque si lo pienso, eso también podría ser cierto.
—Luna, no tengo...
—No, déjame hablar —la interrumpo—. Déjame decirte que eres responsable de mi lamentable existencia actual. ¡Tú me pusiste aquí! Me sentaste en esta silla y me obligaste a tomar este puesto y me dijiste que de ahora en adelante lo que le suceda a estas empresas y familia, eran mi responsabilidad y nunca te lo reproché. Lo acepté, como todo lo demás en mi vida.
Acaricio con mis dedos el asiento de la silla y suelto una risa seca.
Mi madre solo me observa, no sé inmuta ni un poco por lo que le estoy diciendo.
—No tienes nada de que quejarte —es lo que finalmente me dice—. Te convertí en una directora ejecutiva altamente independiente de una empresa multimillonaria. ¿Sabes cuántos querían ese puesto? Y yo te puse ahí. No ha ninguno de ellos, a ti. Evité que desprecies tu vida con sueños absurdos de baile. No eras nadie. Solo la hija de, o la hermana menor de Landon Sinclair. Te hice un nombre. Te hice alguien. Hice que finalmente vean. ¿No es eso lo que siempre quisiste? Y te lo di en bandeja de oro.
Para ella, yo solo valía cuando había algo en mí que pudiera usarlo para manipular a otros y conseguirle lo que quisiera; todo es una moneda de cambio para mí madre.
—Te di una vida llena de privilegios y logros con los que la mayoría no se atrevería a soñar.
Pasé toda mi vida cumpliendo las expectativas de mi familia, que llegué al punto que ya ni siquiera sé quién soy.
«No es tu culpa que tus papas te hayan hecho sentir que ningún logro era suficiente» me dijo mi terapeuta.
—Lo sé, madre —estoy muy de acuerdo con ella en eso—. Sin embargo, te equivocas, si tengo derecho a quejarme. Mi vida está vacía. No tengo amor, ni amigos. No tengo una vida más allá de estas empresas que desprecio y que estoy intentando cambiar. Y todo es culpa tuya. Este abismo en mi vida se debe a los mantras que me impusiste, a la culpa que sembrabas en mí, a la necesidad de complacerte y demostrar que soy suficiente.
«Debes ser siempre la persona más inteligente de la habitación».
«No confíes en nadie».
«El conocimiento es poder».
«Los Sinclair nunca se disculpan».
—¿Por qué me estás diciendo esto, Luna? ¿A dónde quieres llegar? No me voy a disculpar por mis acciones porque un día verás que todo lo que hice es por tu bien. Te amo, incluso aunque pienses que no. Pero si quieres una disculpa, no te lo daré. No me arrepiento de nada.
Niego con la cabeza.
Para el monstruo perfeccionista que yo misma cree: al final me destruiste pisaste mi salud mental. Nadie duraría más de una hora en mi cabeza que no se permite equivocarse.
Pero me quiebro.
Un poco todos los días.
—Te digo esto porque, así como quien soy es en parte tu culpa, también lo es la persona en la que mi hermano se convirtió. Tú y papá lo hicieron así. Hicieron que mi amado hermano se convierta en un monstruo.
Hace unos días perdí a mi hermano. No lo pude salvar, pero tal vez ella pueda.
—Habla con él, lo conoces. Has algo. ¡Somos así por ti! Es tu culpa. Nos hiciste esto. ¡Así que ve y salva a mi hermano! Aún... Solo has algo. Landon y yo también somos tus hijos, no solo Aurora importa. Nosotros también importamos.
¿Por qué lo sigo defendiendo después de todo lo que ha hecho? ¿Por qué me sigo aferrando a salvarlo? Si yo mejor que nadie sé que no se puede salvar a alguien que no quiere ser salvado.
Me he esforzado tanto para no enfrentar la verdad ante mí, porque si mi hermano es realmente ese monstruo que dicen que es, si realmente ya no hay nada que se pueda hacer, significa que ya no puede amarme y eso significaría que habrá un agujero permanente en mi pecho. Uno que nunca podrá ser llenado.
Estaré por siempre incompleta.
Tal vez por eso trato de convencerme de que aún hay algo que hacer respecto a Landon. Por eso trato de huir de la verdad.
Al menos hasta que ya no pueda y espero no llegar a ese punto.
—¿Lo harás? ¿Hablaras con él?
—¿Qué piensas que puedo hacer al respecto?
Solo quiero a mi hermano mayor de regreso.
—Habla con él. Después de todo, es tu hijo dorado.
—No, era el hijo dorado de tu padre, yo siempre vi la verdad.
Miente, ella nunca lo vio. Solo tenia ojos para Aurora.
Ladeo la cabeza.
—¿Y yo que he sido, madre?
Mi madre me mira y sonríe, toma su cartera y se levanta de la silla, saliendo de mi oficina dejando que la pregunta quede en el aire.
Sin respuesta.
Las posibles respuestas nadan en mi mente por los siguientes días.
Cada una peor que la anterior.
—¿Por qué no has puesto ese gran talento tuyo en tu currículum? —pregunto con una pequeña sonrisa, alejando todo lo que ha pasado estás últimas semanas y colocándolo en una parte alejada de mi mente.
—¿Cuánto tiempo llevas ahí?
Donovan se detiene, y suena entre sorprendido y divertido.
—Desde el verso que comienza con "I think I've seen this film before. And I didn't like the ending". No sabía que eras fan de Taylor Swift —respondo con un tono vago y un pequeño encogimiento de hombros y hago otro comentario que estoy segura que lo molestará—. ¿Sabes? Si te sorprendí de manera tan fácil, tal vez no seas tan buen guardaespaldas después de todo.
Y claramente funciona, porque entrecierra sus ojos y se cruza de brazos, murmurando que por supuesto sabía que yo estaba ahí y que es obvio que se sabe la canción, incluso contra su voluntad porque yo la canto todo el tiempo.
—Voyeur —murmura en mi dirección.
Me vuelvo a encoger de hombros con indiferencia.
—Me han llamado cosas peores —digo con una sonrisa.
Me siento frente a la isla de la cocina y me dedico a observarlo en silencio.
Él sigue preparando el desayuno tarareando de vez en cuando la letra de la canción que suena en los parlantes.
—Eres bastante táctil —murmuro, rompiendo el silencio y sonando un poco vulnerable.
—¿Qué? —responde, de manera distraída.
Ladeo la cabeza y mis pensamientos se pierden un momento entre recuerdos y memorias.
—Eres muy cariñoso —explico, aunque siento que no es la mejor manera de hacerlo, de trasmitir lo que quiero, pero este tipo de cosas nunca se me han dado del todo bien—, de manera física, quiero decir.
Dejo caer mis codos contra la isla y él se gira para mirarme de manera más directa. Hay una pequeña sonrisa en sus labios, pero cierta vacilación en sus gestos.
—¿Eso es un problema?
Niego con la cabeza.
—No, no lo es —respondo—. En realidad, es algo muy humano. La oxitocina se produce en el hipotálamo y luego la glándula pituitaria la libera cuando se realiza el afecto físico.
Él se ríe, de manera ligera y despreocupada y murmura que es bueno saberlo.
Desayunamos en silencio, al finalizar le digo que sacaré mis maletas para que las lleve al auto porque iremos este fin de semana a visitar a su familia. Creo que, después de todo lo que ha pasado estos días, es algo que ambos necesitamos.
Me quedo quieta en mitad de camino hacia mí habitación cuando mi teléfono suena y la pantalla se ilumina con el nombre de Landon.
«Hola, hermanita» es lo que estoy segura que él diría.
Pero no atiendo la llamada. Dejo que sueno hasta que se pierde y suelto un largo suspiro.
—No esta vez, hermano.
La pantalla se vuelve a encender con un mensaje de él.
Landon: Vi la publicación que esa revista sacó sobre tu futura boda y que él llevará nuestro apellido. Admite que dijiste eso solo para fastidiarnos. Lu, no puedo creer que quieras seguir adelante con aquella locura.
Landon: Además, no me gusta la persona que eres desde que estás con ese perro guardián. No pienso que sea bueno para ti, hermana. Solo te está usando. ¿No lo ves? A él y su familia solo le importa tu dinero. No le importas tú, no como a mí.
Me río, sin un gramo de diversión.
Qué manera tan retorcida tienes de demostrarme que te importo, hermano.
Con su siguiente y ultimo mensaje, parece casi que hubiera leído mi mente.
Landon: Me importas y mucho, si cualquier otra persona que no seas tú, me hubiera hecho una mínima parte de lo que me hiciste, no quedarían ni sus cenizas o su apellido que recordar. Pero a ti, yo te puedo perdonar lo que sea. Lo sabes. Somos solo tú y yo en este mundo inservible.
Suelto un suspiro.
Realmente me siento tan cansada.
Para empezar, he sido solo yo durante años, pero decirlo, al igual que decirle muchas otras cosas, no me llevará a ningún lado y eso debería ser muestra suficiente de que ese hombre que se parece a mi hermano, ya no es él.
A veces quisiera correr lejos, muy lejos, cambiar mi apellido y ser alguien completamente diferente, dejando toda esta vida y personas atrás. Pero me detengo porque los conozco lo suficiente como para saber que incluso aunque me vaya al fin del mundo, ellos me alcanzarían.
—¿Todo está bien?
No es hasta que escucho la voz de Donovan que me doy cuenta que me he quedado mirando la pantalla de mi teléfono como si en ella se encontraran todas las respuestas a mis preguntas.
Le dedicó una sonrisa y respondo que sí.
—Entonces vamos.
Nunca me consideré una persona maternal, ni siquiera un poco, sin embargo, aquello fue antes de conocer a Lily, cuyo encanto es muy parecido al de su padre.
Eso no significa que me he vuelto una persona maternal de un momento a otro o que haya adquirido una experiencia magistral sobre niños, en lo absoluto, solo sé que hay algo en ella que me agrada y que es diferente a otros niños que he conocido. Sí me lo preguntan, no podría decir que es o en qué momento ella empezó a ser alguien por quién me preocupo.
Pero a pesar de todo eso, estoy tratando de no dejar que ella se siga metiendo en mi vida, que me importe más de lo que ya me importa, porque nada de esto es real y no quiero que ella salga lastimada.
Además, también debo protegerme porque no podría soportar una pérdida o traición más.
—¡Mamá! Llegaron.
Casi por instinto abro mis brazos justo a tiempo para atrapar a Lily quien me abraza tan fuerte como puede.
—Te extrañé mucho.
Paso una mano por sus rizos y le digo que yo también la he extrañado.
—No estabas atendiendo mis llamadas —me reprocha—, me preocupé. Pensé que nunca más volvería a escuchar tu voz. Pero mi papá me explicó que estabas muy ocupada en el trabajo. ¡Te vimos en la televisión!
Alana, que está de pie en el porche, nos dice que Lily quiere ver cualquier noticia o reportaje donde yo salga, incluso sí no entiende.
Espero que solo le dejen ver las cosas que no hablan sobre de que tratan las empresas de mi familia.
—¿No hay un abrazo para tu amado padre?
Lily se ríe y salta a los brazos de su papá y yo me acerco a saludar a Alana.
—Dejaron algo para ti —me dice ella.
Levanto una ceja.
—¿Para mí? ¿Quien?
—Llegó un sujeto en un auto negro y dejó un paquete para ti de parte de tu hermano. Está en la mesa.
En lo referente a Landon jamás me ha preocupado lo que me pueda hacer a mí, sé que él no me lastimaría, al menos no de manera física, pero esa seguridad jamás la he tenido hacia otros, porque sé lo que Landon puede hacer.
Así que dejo que Alana me lleve hasta donde está la pequeña caja y suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo al ver que es.
—Siempre me da joyas cuando hace algo malo.
Hay una pequeña nota en un papel verde con letras doradas que dice «Lo siento, hermanita».
—Ojalá mis hermanos fueran así —murmura Alana—. Una vez Helena puso tinte verde en mi champú y solo se disculpó porque mamá la obligó.
—¿Te gusta?
Es un hermoso collar de diamantes y esmeraldas. Si él tiene que elegir una piedra para mí, siempre elige las esmeraldas.
—¿Bromeas? Es un hermoso collar. Lo amo.
—Toma, puedes quedártelo.
Por unos largos segundos, Alana no reacciona y se queda congelada con los labios separados y los ojos muy abiertos hasta que parece regresar al presente y salta de emoción gritando cuánto me ama y que soy la mejor cuñada del mundo.
La voz de Landon que me dice que solo les importo o les agrado por mi dinero, hace eco en mi cabeza.
—Rompiste a mi hermana.
—Solo le di un collar, creo que sí ve las botas que le traje, ahí si la perdemos.
Al escuchar los gritos de Alana, Helena y su madre salen a ver qué sucede y Donovan les explica la situación.
Lily, quien está en los brazos de su papá, le dice que su tía Alana prometió llevarla pedir dulces para Halloween así que no podemos perderla.
—Hola querida cuñada, nos alegra mucho que hayas venido, aunque al parecer no tanto como a Alana.
—Hola, cariño, es bueno volverte a ver —me saluda la madre de Donovan—. Me alegra saber que la locura de mis hijos no te ha asustado.
—Todavía —agrega Helena—, pero si Alana se sigue comportando así no creo que dure mucho más.
La abuela de Lily le dice que ya es hora de dormir y la niña me pide que por favor sea yo quien la arrope está noche.
—Por supuesto —respondo.
Subimos las escaleras hasta el cuarto que Lily tiene aquí, ella me va contando sobre la escuela y sus compañeros. También me habla sobre que va casi todos los días a visitar a sus ponis y que los ha llamado Moana, Elsa, Mulán y Percy. Porque su tía Helena le ha empezado a leer Percy Jackson y le gusta mucho el libro.
—El nombre de mi papá también viene de la mitología griega —me dice Lily mientras se acomoda en la cama—. Héctor fue un príncipe troyano que murió a manos de Aquiles en la guerra de Troya.
—¿Tu tía Helena te contó eso?
Ella niega con la cabeza.
—Mi abuela, a ella le gusta la mitología.
Tenía la leve sospecha que era así.
—¿Mamá?
—Dime.
—Tú no me vas a dejar. ¿Verdad? Yo sé que tienes mucho trabajo y por eso no puedes estar aquí, pero, no me vas a dejar. ¿Cierto? Es que tengo miedo de despertar un día y no verte más.
Luce tan pequeña y perdida, me recuerdo que ella solo tiene cinco años y me siento tan mal por haberla envuelto en toda esta situación.
Tampoco quiero prometerle algo que no voy a poder cumplir.
—Por favor, no te vayas. Prometo que me portaré muy bien, que tendré buenas notas. Seré una buena niña, pero no me dejes. Soy muy feliz contigo y también lo es mi papá. No quiero que nos dejes.
—Lily...
Antes de que pueda completar lo que sea que iba a decir, ella se lanza a mis brazos y entierra su cara en mi cuello mientras me pide que no la deje.
La abrazo fuerte, balanceándola un poco mientras paso una mano por su cabello.
—¿Me prometes que no me dejaras?
—Lily... Yo...
—Por favor.
Muerdo mi labio inferior con fuerza antes de responder.
—Sí, lo prometo. No iré a ningún lado. No te dejaré.
—¿Y a mí papá tampoco?
—Prometo que no los dejaré a ninguno de los dos.
Justo después de hacer aquella promesa, me doy cuenta de lo cara y difícil que me va a resultar. Porque, ya saben lo que dicen, no se debemos hacer promesas que no estamos dispuestos a cumplir.
«Cuando el hidrógeno se agota, la estrella comienza a fusionar elementos más pesados, como el helio, carbono, oxígeno, etc. Este proceso continúa hasta que el núcleo de la estrella alcanza el hierro, un elemento que no puede fusionarse más y no puede liberar energía adicional».
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