2. ¿Algo de lo vivido fue real?

Sam Smith - I'm Not The Only One (2:01 - 2:46)

Mi mente me grita que algo no está bien, porque rara vez mi madre quiere hablar conmigo a menos que sea algo del trabajo.

No somos cercanas. Ella siempre prefirió a Aurora, de la misma manera que mi padre prefería a Landon.

Nunca nadie me ha preferido a mí, excepto William.

—Toma asiento, hija. Querrás estar sentada para lo que te voy a decir.

Hace una seña vaga con su mano y cepilla una pelusa inexistente del pantalón de su traje a la medida. Pero es un movimiento calculado, cada cosa que mi madre dice o hace tiene un propósito, incluso las cosas que parecen insignificantes.

—¿Es necesario todo este dramatismo, madre?

La respuesta corta es sí. Mi madre es sinónimo de dramatismo.

Sonrío ante su leve movimiento de labios por la pregunta que acabo de hacer.

—Le dije a tu hermana que debería hablar contigo sobre esto, pero no lo ha hecho. Ni ella, ni tu querido hermano, Landon te han dicho nada.

Cruzo mis manos sobre mis piernas y mantengo mi rostro estoico, años de práctica me lo facilitan. Aunque, por supuesto, dado que mi madre fue mi maestra, ella puede ver con facilidad las grietas en la máscara.

—¿Decirme qué? Madre, aunque me encanta todo este dramatismo, ve al punto, por favor. Tengo una reunión con inversionistas a las tres.

A mí madre no le gusta que le digan que hacer, en sí, a nadie en esta familia le gusta aquello.

—Necesitas saber, antes de anunciar tu compromiso, que tu prometido y tu hermana tienen un amorío.

El tiempo parece congelarse y los segundos se alargan.

Contengo la respiración y mis labios pintados de rojo se separan soltando un sonido casi inaudible que va entre la sorpresa y la incredulidad.

—Madre, siempre has tenido un don bastante particular para dañar mis momentos de felicidad, pero esto cruza la línea.

—¿No me crees? Eres más tonta e ingenua de lo que pensaba. Las cosas estuvieron frente a ti todo el tiempo, Luna y elegiste no verlo. Preferiste quedarte en la fantasía de la historia de amor, eligiendo creer que él te había preferido a ti, pero dime hija, ¿cuándo alguien te ha elegido? Y no te pregunto esto para lastimarte, solo que prefiero que no vivas en fantasías y sueños mientras eres la burla de todos los que te rodean.

Se levanta con gracia y lentitud a buscar un sobre y saca unas fotos que deja caer sobre la mesa de café frente a mí.

Es un montaje —es el primer pensamiento que viene a mi mente—. Mi madre solo lo hace para lastimarme. No es real. No puede ser real.

Aurora no me haría esto. ¿Verdad? Es decir, no somos las hermanas más unidas, pero nos llevamos bien y... ¡Yo jamás le haría algo así!

—Todos se han estado riendo a tus espaldas, dejándote en la oscuridad de lo que realmente sucede. De la verdad que estuvo frente a ti todo el tiempo. William realmente quería a Aurora y no a ti. Tu amado prometido ha estado enamorado de tu hermana todo este tiempo.

—No... Mientes. ¿Eres mi madre? ¿Por qué me estás haciendo esto?

Muerdo mi labio inferior con fuerza para tratarme el nudo que arde en mi garganta.

Incluso sí esto es cierto, no le voy a dar la satisfacción de romperme frente a ella.

—Mi pobre niña, incluso con la verdad frente a ti, eliges no ver. ¿Ves? Es por eso que resulta fácil lastimarte, Luna.

Dirige su atención a su teléfono y las voces de varias personas llena la sala de estar y mi madre dirige la pantalla en mi dirección para que vea la casa de Landon y la reunión que están manteniendo ahí, dónde mi hermana está sentada en las piernas de mi prometido con las manos alrededor del cuello de William y sus labios sobre los de él.

Por supuesto, el vídeo no se detiene y me castigo por lo estúpida e ingenua que he sido, mirando hasta el final, escuchándolos reír y compartir con los demás.

—Me arriesgo a creer que cada vez que estaba contigo, él pensaba en ella. No es una idea tan descabellada, después de todo, tienen la misma cara y, por supuesto, los mismos ojos. Tal vez te mira y solo ve lo que pudiera tener con Aurora.

Y esa idea me ha estado carcomiendo por dentro desde que mi madre me lo dijo. No puedo dejar de pensar que todo esté tiempo, mientras yo pensaba en él, William estaba pensando en mi hermana. Qué cada vez que me miraba a quien miraba realmente es a Aurora.

Siempre a la sombra de mi hermana. ¿Verdad?

Esos pensamientos me hacen sentir sucia y he pasado horas lavando mi piel hasta que está roja por tanto tallar, tratando de eliminar el recuerdo de sus caricias y de los momentos íntimos que hemos compartido. Pero no importa cuánto lo intente, los recuerdos no se van.

—Se que te lastimé, Lu, pero, ¿era necesario humillarme de esa manera? Todos sabían que estábamos juntos, que anunciaríamos nuestro compromiso y, ¿anuncias que te casarás con tu guardaespaldas? Fue humillante.

No esperaba mucho de su parte y, aun así, logra decepcionarme aún más.

Es extraño como ahora que la venda ha caído y lo puedo ver como realmente es, las cosas adquieren un matiz diferente y el dolor crece al darme cuenta del tiempo que he desperdiciado con alguien que no vale la pena.

—¿Tú te sientes humillado? Entonces dime, ¿cómo me debería sentir yo? Todos sabían que estábamos juntos mientras a mis espaldas estabas con mi hermana.

Elijo culpar al whisky por mi voz arrastrada. Nunca admitiré que estoy guardando tantas emociones en cajas para no volver a llorar por él.

—Me equivoqué, Lu. Lo siento, ¿qué quieres que haga para que me perdones? Haré lo que quieras, solo dilo y lo haré. Pídeme cualquier cosa. Te prometo que me arrepiento de todo. ¿Qué puedo hacer para que me creas? De verdad lo siento. Por favor, confía en mí yo nunca...

—¿Confiar en ti? —me burlo y mi molestia hacia él aumenta— ¿Cómo se supone que voy a confiar en algo que sale de tus labios? ¡¿Cómo?!

—Por qué te amo.

Afirma con fuerza, sin siquiera molestarse en alzar la voz, como si fuera una simple verdad, algo irrevocable e inmutable. La respuesta a todo.

Suelto una risa amarga porque no puedo creer que esto sea lo único que vaya a obtener de todo el dolor que me ha provocado con su traición.

—Te amo, Luna —repite.

No puedo evitar que mis ojos se llenen de lágrimas y siento mis mejillas arder por la furia de su cinismo.

Aunque, después de todo, tendría sentido. Tal vez sea lo único que tiene sentido.

—Sí —tarareo y asiento con la cabeza, levanto una mano para secar las lágrimas de mis ojos—. Me amas. Esa es, tal vez, la única parte de esto que puedo entender perfectamente.

Mi estómago se siente como si se estuviera comiendo a sí mismo y doy un paso hacia adelante, sin apartar mis ojos de los suyos.

—Todos los que una vez dijeron amarme me han traicionado. Todos. Entonces sí, creo que me amas. Después de todo, al parecer esa es la única forma que las personas tienen de amarme.

No hay malicia en mi voz, es una simple declaración de algo que llevo años creyendo.

—Me lastimaste mucho —respiro y con esa única frase, toda la amargura que estado cargando desde que me enteré parece hacer ebullición dentro de mí.

—Lo sé.

—No, no lo sabes. No sabes que cuando empecé a trabajar para las empresas de mi familia, estaba decidida a no dejar entrar a nadie, a no acercarme a nadie y te dije eso. ¿Recuerdas? Pero fuiste muy persistente, muy serio en lo que decías sentir y querer. Yo. Cada vez que intenté alejarte, cada vez que pudiste haberte alejado, no lo hiciste.

Las palabras de mi madre hacen eco en mi mente y cierro los ojos con fuerza unos largos segundos para contener las emociones que me invaden.

—Hiciste que me enamore de ti.

Paso mi lengua por la piel agrietada de mi labio inferior que he estado lastimando sin darme cuenta.

Todo el aire que había estado perdiendo vuelve a mi cuerpo en un jadeo silencioso. Lento y apresurado, como un desagüe que acaba de ser destapado y ahora me ahogo en él.

—Y dijiste que me amabas, debí saber que eso sería un problema porque, nadie me ama nunca y lo dice en serio. No me aman como se supone que deben hacerlo. Fingen amarme porque necesitan que yo los ame, como fue tu caso.

Hablo en un tono suave, recitando hechos que conozco y con los cuales he llegado a un acuerdo hace mucho tiempo.

—¿Entonces cuando ahora me pides perdón y tu excusa es que me amas? Eso me hace sentir sucia. Me he estado sintiendo de esa manera desde que me enteré de tu traición.

Mi voz se quiebra.

Siento como algunas lágrimas se deslizan por mis mejillas, pero no las detengo.

—Todo este tiempo, he estado más enojada conmigo misma. Tan enojada porque fui estúpida y creía que tú me amabas como yo quería.

Suelto un pequeño sollozo, tan bajo que no sé si William lo alcanza a escuchar.

—Cuando tú y yo empezamos a salir, yo era tan fácil de complacer. Quería cosas tan simples y me conformaba con tan poco y, ni aun así pudiste hacerme feliz. Ni aun así pudiste darme lo que quería. ¿Y sabes que era eso? Alguien que me ame y no me mienta.

Ahora me puedo dar cuenta que tuvimos tres etapas en nuestra relación: la primera fue su conquista. La segunda fue la forma en que yo lo idealicé y la tercera, pero no menos importante, la caída en la realidad.

—Ni siquiera eres consciente del daño que me has causado, William. Piensas que con un simple perdón se puede solucionar todo y yo... ¡Ni siquiera puedo verte sin imaginarte con ella! Ni siquiera puedo hablar contigo sin pensar que cada vez que estábamos juntos al mirarme, solo pensabas en ella. ¡Y esos pensamientos me están torturando! Manchando y contaminando cada recuerdo que tenemos juntos.

Con cuidado, me cruzo de brazos, clavando mis uñas en mis costillas y manteniendo mi mirada en él con mi barbilla en alto.

Siempre una opción, nunca a quien eligen.

Buena en todo, pero excelente en nada.

Pero está bien, siempre he podido con todo sola desde que tengo memoria. Nunca he necesitado a nadie para ayudarme a solucionar mis problemas y está vez no será diferente. Dolerá por un tiempo y tendré que aprender a lidiar con las secuelas de lo sucedido, pero estaré bien. ¿Cierto? Porque soy yo y se supone que siempre debo estar bien.

—Veo que sigues molesta y herida por la forma en la que te enteraste de todo, pero Luna, aquello fue un error. Yo te quiero a ti...

—Solo porque ella ya estaba casada cuando la conociste. ¿Qué pensaría su esposo si se llega a enterar? Sería todo un escándalo. ¿Verdad? No creo que él lo maneje tan bien como yo lo he hecho.

—¿Esto para ti es manejarlo bien?

Me detengo un momento y realmente lo miro, esperando algo que no llega, palabras que no van a salir de sus labios y entiendo, al verlo parado frente a mí sin sentir culpa real por lo que ha hecho, que todo el tiempo que pasé junto a William imaginando el futuro que tendríamos juntos, solo fue tiempo perdido.

Tiempo, emociones y sentimientos perdidos.

—Vete. Solo vete, William. No vamos a llegar a nada y no necesitamos hacerlo, no hay nada aquí que se pueda salvar y mucho menos quiero invertir más tiempo a tu lado intentando salvar algo contigo.

Da un paso hacia mí y retrocedo, él levanta ambas manos en señal de rendición.

—Bien, me iré, pero esto no ha terminado.

—Sí, lo hemos hecho.

Niega con la cabeza.

—Dejaré que tus emociones se asienten para que podamos hablar, estoy seguro que cuando eso suceda, verás que aún podemos arreglar lo nuestro. Te recuerdo que ya tenemos una vida juntos, no podemos desperdiciar todo por un simple error.

—Dime, ¿tan poco crees que valgo que piensas que te voy a perdonar?

Quiero lanzarle la lámpara contra la cabeza, golpear su pecho y escucharlo gritar, quiero que sienta al menos una pizca del dolor que me ha provocado. Un poco de la humillación que estoy sintiendo.

—Se que me amas y eso es todo lo que importa.

—Sí, te amaba, por supuesto que aún lo hago, no soy un robot que pueda cambiar su configuración y apagar sus sentimientos, incluso aunque todos piensan que soy justamente eso. Pero ahora también te odio y cada día que pase, eso solo irá en aumento hasta que un día, dejaré de odiarte y amarte, y serás nada en mi vida. Justo como siempre debiste ser.

Sonríe, parece no tomar en serio mis palabras y luce como si estuviera reprimiendo una burla.

—Buenas noches, Lu. Te buscaré en unos días, pero si tu molestia hacia mí se supera antes de que yo te venga a ver, eres libre de buscarme en nuestra casa.

Maldito hijo de...

Aprieto con fuerza mis manos en puño mientras mi respiración se acelera ante la clara molestia que siento por sus palabras, pero no digo nada y simplemente dejo que él se vaya. Una vez sola, lanzo el vaso vacío contra la puerta y maldigo su nombre.

Cierro los ojos, dejándome caer al suelo de rodillas y suelto un suspiro, tratando de controlar la ebullición de emociones que amenazan mi sistema a causa de todos los posibles escenarios que vienen a mi mente de lo que podría suceder después de esta conversación con William.

—Luces apagadas —digo en un hilo de voz, pero el sistema operativo de la casa lo alcanza a escuchar y todo se queda a oscuras.

Odio que todo esto duela tanto.

Los odio por provocarme este dolor. Los odio por todo lo que me hicieron. ¿Cómo pudieron hacerme esto? ¡Yo jamás le haría algo así a Aurora!

—Ojalá jamás lo hubiera conocido. Nunca debí confiar en él.

Intento recordar lo que mi terapeuta me dijo que debo hacer en estas situaciones: establecer una red de personas de apoyo. Tacho eso de mi lista. No hay nadie. Así que solo me centro en intentar normalizar mi respiración y una vez que lo consigo, quiero darle al comando la orden que al menos encienda una luz, pero no encuentro mi voz.

De todas formas, no sería la primera vez que me quedo sentada en la oscuridad.

—¿Está bien, señorita Sinclair? —me pregunta.

La burla sale de mis labios antes que pueda detenerla.

Porque obviamente no me siento bien, he olvidado la última vez que me sentí bien.

Me siento como una gran decepción.

—¿Hay algún problema con las luces? ¿Necesito ayuda con algo?

Tomo aire e intento levantarme, pero incluso aunque lo intento con todas las pocas fuerzas que tengo, no es suficiente y no logro ponerme de pie o dar la sensación de que estoy bien.

—No —respondo—. La energía está bien.

La que está mal soy yo.

No muevo mi cabeza para ver a Donovan, pero no escucho que él se mueva.

—¿Está bien?

Mi respuesta es inmediata.

—Sí.

Genial. Ahora él va a ver las grietas, va a ver mis imperfecciones y mi pecho se contrae ante la idea, porque me educaron para atribuir mi valor como persona y en general, a como me ve la sociedad. Teniendo que fingir ser la hija perfecta, la empresaria modelo, nunca diciendo algo fuera de lugar, jamás dejando que un cabello caiga suelto dónde no debe.

He estado desempañando bien ese papel y ahora podría joderlo todo; lo que significa que soy débil. No digna.

—Yo... esto no es común en mi —le digo y me señalo.

—Tuvo un colapso, eso sucede. Después del día que ha tenido es bastante normal.

—No a mí. No puedo tener colapsos.

No me doy cuenta de que sigo en el piso, hasta que Donovan se inclina para recoger los pedazos del vaso que lancé y que han quedado cerca de mi para evitar que yo me pueda lastimar.

—¿Por qué? ¿Por su familia?

Siseo un poco cuando me doy cuenta que tengo una cortada en la palma de mi mano y me empieza arder.

—No por mi apellido o familia —respondo—. Por mí. Tengo que esforzarme más para demostrar que pertenezco ahí, pero no soy suficiente y si alguien se entera, lo utilizará para chantajearme.

La mandíbula de Donovan se tensa y sus puños se cierran de forma ligera.

—No le diré a nadie.

—¿Y qué quiere a cambio?

—Nada —responde en voz baja—. Es mi trabajo protegerla y mantenerla a salvo. Haría cualquier cosa para protegerla.

Me pide permiso para tomar mi mano entre las suyas y asiento de forma leve con la cabeza, dejando que él estudie el pequeño corte en mi palma.

Mi mano luce tan diminuta entre sus manos.

—¿De verdad harías cualquier cosa para protegerme?

—Sí. Mataría por usted si fuera necesario.

—¿Y morirías por mí?

Ladeo la cabeza esperando su respuesta.

—Por supuesto, aunque esperemos que no sea necesario. ¿Quién la protegería si muero? Pero, sobre todo, no puedo morir porque me comprometí a casarme con usted. ¿Recuerda? Y a mí me gusta cumplir mis promesas.

Se levanta del piso y me dice que irá a buscar el botiquín para limpiar y vender la herida de mi mano. Regresa solo un poco después y se sienta frente a mí.

Observo en silencio todo el proceso y casi siento que todo esto le está sucediendo a alguien más. No a mí. Porque me resulta todo tan irreal y creo que se debe a que todo ha sucedido tan rápido que no he tenido tiempo de procesar mi dolor.

—Listo.

Asiento con la cabeza, pero no me muevo.

—No quiero pararme de aquí. No creo que pueda.

Mi voz suena tan cansada y mi cuerpo parece estar recibiendo el memorándum tardío de lo sucedido.

—¿Podemos quedarnos sentados aquí?

—Podemos hacer lo que usted quiera, señorita Sinclair.

—Puedes llamarme Luna. Si nos vamos a casar deberías llamarme por mi nombre.

Las luces de la ciudad iluminan la sala de estar lo suficiente como para que yo pueda ver el fantasma de una sonrisa formándose en sus labios.

—¿No vamos a tener apodos cariñosos?

—No. Ninguno. No me gustan.

Ahora sí una sonrisa se forma en sus labios.

—Es una pena —me dice—, tenía el apodo apropiado para ti.

—¿Cuál?

Niega con la cabeza.

—No puedo decirte, acabas de decir nada de apodos, pequeña luciérnaga.

Giro un poco mi rostro hacia el suyo.

—¿Acabas de llamarme pequeña luciérnaga? Dije nada de apodos.

—¿Yo? No la he llamado de esa manera, pero suena muy bonito, ¿te gustaría que te diga pequeña luciérnaga?

—No, yo... ¡Tú me llamaste así! Lo digo en serio, nada de apodos.

—Nada de apodos.

Lo dice en tono serio y su postura es recta mientras está sentado frente a mí, casi igualando la forma en la que yo estoy sentada.

—Realmente me quiero quedar aquí sentada.

—Entonces eso haremos.

—No quiero hablar.

Asiente y gira su cabeza hacia las puertas dobles que dan al balcón.

—Puedes irte. ¿Sabes? No tienes que quedarte aquí conmigo. Estaré bien. Estoy bien.

Repítelo hasta que te lo creas —se burla mi mente—. Y aun así sabrás que no es verdad.

Pero él no se mueve.

—¿No te vas a ir?

—¿Quieres que me vaya?

Levanto una ceja.

—No estás respondiendo mi pregunta.

—Ni tú la mía.

Reprimo el impulso de querer poner los ojos en blanco.

Suelto un suspiro.

—No es así como se supone que debía ser.

No era mi intención decir eso en voz alta, pero supongo que, de hecho, necesitaba decirlo.

—Un día todo saldrá exactamente como esperas.

Tal vez, pero ese día no será este o el siguiente y mientras ese día llega, no sé qué será de mí.

«Finalmente, cuando una estrella agota su combustible y no puede resistir más el colapso gravitacional, puede colapsar bajo su propia gravedad para formar un objeto compacto, como una estrella de neutrones o un agujero negro».

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