18. Para mí fue el crimen del siglo.

Taylor Swift - The Archer (2:07 - 2:50)

Donovan.

Incluso aunque no hubo más que determinación en su mirada y en su voz cuando me despidió, no puedo irme y dejarla, no después de ver la forma caída de sus hombros o aquel vacío en su mirada.

Siente que lo ha perdido todo —me digo—, pero sobre todo le duele la traición de su hermano.

Ella realmente lo ama y su traición es lo que provocó esa reacción de su parte.

—No tienes acceso para subir a su ático —me informa el jefe de seguridad del edificio—, pero ella no mencionó nada sobre dejarte quedar por aquí. Solo no des problemas.

Golpea mi hombro y regresa a su oficina.

Reviso mi teléfono con la vaga esperanza de tener un mensaje, pero no hay nada. Solo un mensaje de su asistente con mi liquidación.

—Sí piensa que me voy a rendir tan fácil con ella...

No la culpo en absoluto, solo está levantando sus muros y aislándose después de lo sucedido porque es la única manera que tiene de sobrellevar la situación.

Pero no pienso dejarla sola, por eso me quedo en el living del edificio mirando como las horas pasan y se transforman en un día y luego otro, pero no me muevo, ella tampoco sale de su edificio. Aunque recibe la visita de su abogada, Gala, el lunes.

—Te despidió, ¿qué sigues haciendo aquí?

—Me preocupo por ella.

Me dedica una sonrisa.

—Ella estará bien —me dice—. Déjala llorar un poco, lo merece, esa mujer ahí lleva toda su vida siendo fuerte y tragándose su dolor, déjala desahogarse como quiera. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar un dolor que no estamos sintiendo? No estará así mucho tiempo, pronto volverá de entre las cenizas. Es buena haciéndolo. Y si dejas que algo le pase, yo misma te asesinaré.

Cuando sale del edificio lo hace con una expresión sombría y sin mirar nada, ni a nadie y lucho con la idea de llamar a Luna y saber si está bien, porque los pensamientos de lo que le pueda estar sucediendo o lo sola que ella está ahí arriba, no abandonan mi mente.

Intento no pensar mucho en eso, pero es un poco difícil.

El miércoles se anuncia en la televisión una investigación que están realizando sobre las Empresas Sinclair, pero no se menciona el nombre de Luna por ninguna parte, y el jueves hay un comunicado de prensa por parte de las empresas, ese día, ella también recibe la visita de su madre.

Estoy cansada de luchar —me dijo Luna.

Y eso es lo que más me preocupa, la forma en que lo dijo y el trasfondo detrás de sus palabras.

Son pasadas las dos de la madrugada cuando el jefe del equipo de seguridad del edificio se acerca a mí.

—La señorita Sinclair pidió verte.

No me da más información y yo tampoco hago alguna otra pregunta, solo doy un leve asentamiento de cabeza y me dirijo hacia su ascensor privado.

Ella abre la puerta con un vaso en su mano.

—Creí que lo había despedido, señor Donovan.

—El que me hayas despedido no evita que me preocupe por ti y no pienso dejarte sola.

Exhala, un suspiro largo y cansado que hace que sus hombros se desplomen abatidos ante el peso de esas palabras.

Nunca la he visto más derrotada y cansada que en este mismo momento.

—Pero lo harás, todos lo hacen —responde, en voz baja, su voz apenas encima de un susurro—. Pero esta bien, me da igual.

Sus ojos son de un tono apagado de gris, tan oscuros que casi bordean el negro y cuando baja la mirada para revolotear sobre una carpeta con el logotipo de las empresas de su familia, su mirada se oscurece aún más.

—No soy como todos, Luna. No es justo que me juzgues por cosas que no he cometido, que me condenes por situaciones que no he hecho.

Se ríe de forma amarga y se las arregla para servirse un poco más de licor en su vaso sin apartar su mirada de mí.

Sin preámbulos le da un pequeño sorbo al contenido de su vaso.

—¿Qué quieres? ¿Más dinero? ¿Por eso haces todo eso? Bien, solo dime cuánto quieres para irte —pregunta en un tono cargado de amargura, curvando sus labios de un extremo en una sonrisa que es casi un espejo de la sonrisa de Landon Sinclair.

Muy, muy parecidos.

Hace un gesto salvaje con sus manos y el contenido de su vaso se agita al azar y yo trato de no decir nada cuando un poco termina salpicado sobre el piso alfombrado.

—No, no quiero más dinero, no es así como funciona esto.

La veo echar la cabeza hacia atrás y soltar una risa irónica.

—¿Y que se supone que es esto?

Y hubo un tiempo, dónde su tono habría estado mezclado con broma, sus ojos grises brillando intensamente con ese brillo habitual de travesura y alegría mientras ella tomaba a la ligera su situación con un pequeño movimiento de su mano.

Creo que ella aún lo hace, sin embargo, ya no como antes.

—Me sorprendí un poco cuando me informaron que no te habías ido del edificio. Pero las personas son así conmigo, hacen algo bueno o fingen que están preocupados por mí y luego, cuando les creo y les doy lo que quieren, me apuñalan sin piedad por la espalda.

¿No te has dado cuenta? Todo el frente lleno de desdén y amargura es solo una máscara para evitar que las personas se acerquen a ella —me dijo Helena anoche cuando hablé con ella—. Porque quienes se han acercado la han lastimado y no quiere pasar por lo mismo otra vez.

Creo que ha bebido demasiado, sin embargo, incluso ahora cuando está borracha todavía luce tan serena y en control de sí misma, que es casi difícil saber cuánto ha bebido o si está bien o mal.

—Y si tú también me vas apuñalar, prefiero que lo hagas de frente. Aunque espero que no sea esta noche. Cómo podrás ver, tengo trabajo que hacer.

Da un paso hacia atrás, lanzando una sonrisa llena de algo cercano al dolor y señala la mesa de comedor donde se encuentra su laptop abierta y un montón de papeles y carpetas alrededor.

Y es con ese movimiento de su brazo que lo veo, las gotas que gotean de sus manos golpeando el suelo con un pequeño chapoteo.

—Luna, espera.

Sin detenerme a pensar, cruzo la distancia que nos separa, cerrando la puerta detrás de mí y tomando con cuidado sus muñecas con fuerza para observar sus palmas. Carmesí. De un rojo brillante que corre a lo largo de sus dedos en riachuelos delgados y larguiruchos, de forma instintiva siento que mi respiración se entrecorta en mi garganta. Mis ojos se abren alarmados mientras mi mente se vuelca hacia cada pensamiento oscuro que podría haberla llevado a esto.

—¿Luna? ¿Qué sucedió?

Me siento incapaz de apartar la mirada de su mano, temiendo lo peor. Pero una inspección más cercana, me hace dar cuenta de cómo ella pudo obtener estos cortes en sus manos.

—Luna, estás sangrando. ¿Qué sucedió?

Algo hace clic dentro de ella porque parpadea rápidamente y aleja su mano con fuerza.

—No me toques.

Sus palabras son inusualmente concisas y secas, pero en última instancia, es la frialdad detrás de ellas lo que me sorprende.

Retrocede unos pasos, con su mirada aún perdida en algo y su repentino movimiento me hace ver que ambas manos están sangrando y también están temblando.

Es un poco inquietante como la piel sobre sus manos parece estar agrietada, desprendiéndose en varios lugares mientras se ve, de forma particular, muy roja y en carne viva, como si ella la hubiera estado frotando a fondo.

—Solo quiero asegurarme de que estás bien, Luna. Eso es todo.

Ella no responde.

Entonces es como si la neblina sobre mis ojos finalmente se hubiera disipado y de repente me doy cuenta, y no entiendo cómo se me escapó eso antes.

El completo desorden en el ático y la tenue iluminación que envuelve todo el lugar. El grifo de la cocina abierto y corriendo a fondo. Pero, sobre todo, no entiendo cómo no vi los fragmentos de vidrio rotos junto a la botella de coñac medio vacía en la isla de la cocina.

¿Cómo pude haber pasado por alto todas esas señales?

Doy un paso adelante y Luna da un paso hacia atrás.

—Luna...

—No. Estoy bien, así que vete. Déjame sola.

Y habría sido un argumento convincente si yo no podría escuchar la forma en la que pronuncia algunas palabras y el leve tambaleo en su paso cuando intenta alejarse de mí.

Levanto las manos en señal de rendición y ella levanta una ceja.

—Luna.

Alguien debe preocuparse por su seguridad y es obvio que ella no lo hará.

—Donovan.

Es un baile lento, aunque tedioso.

—No quiero que estés aquí Donovan, porque no lo entiendes.

—Qué quieres que entienda.

Ella solo se ríe y se encoje de hombros de forma despreocupada mientras inclina su vaso.

—No me importan ni mi hermana, ni mi madre, lo que les suceda a ellas, me da un poco igual. Sacarlas de mi vida no es un problema. Pero mi hermano es diferente. Entiendo de dónde viene, comprendo porque necesita ser cruel y despiadado

Luce cansada y algo derrotada.

—Mi padre era un mal hombre; borracho y violento. Aunque no necesitaba exactamente estar ebrio para ser violento, se ponía peor cuando bebía y los castigos que nos daba eran terribles. Una vez me lastimó tanto que... La cuestión es que fue un terrible castigo y Landon vio las secuelas, me ayudó a curar mis heridas y prometió protegerme, y lo hizo. Desde esa noche, no dejó que papá me vuelva a lastimar. Me cuidó, él me salvó incluso aunque sabía que todo el daño que papá no me haría a mí, se lo haría a él. Pero a mí hermano no le importó porque quería que yo esté a salvo.

Se atraganta con las silabas que salen de forma débil.

—Cuando se fue a la universidad era su oportunidad de ser libre, pero él siguió regresando a casa para asegurarse de que yo estuviera a salvo. Siguió volviendo a ese infierno solo por mí. ¡Él me salvó! Y pensé que ahora yo también podría salvarlo. Porque mamá cuidaba de Aurora y Landon cuidaba de mí, pero, ¿quién cuidaba de él? Nadie. Nadie lo cuidó y papá lo destruyó, lo convirtió en la persona que es ahora. Porque papá solía tener el mismo pensamiento que mi hermano. Mamá decía que la locura era hereditaria, nunca la escuché, ahora pienso que tiene razón.

Ella aprieta sus manos temblorosas y se levanta hasta dejarse caer contra el piso y verla sentada en el suelo con la espalda apoyada en el sofá, las rodillas levantadas, el rostro oculto y la frente apoyada en los brazos cruzados, me conmueve.

—Y tú no lo entiendes, nadie lo hace.

—Lo estoy intentando.

—No comprendes como puedo soportar lo que me hace y confiar en Landon, pero él no era así y aún guardo la esperanza de que sea el hermano que era. No me quiero rendir con él, porque Landon jamás se rindió conmigo. No me dejó vivir un infierno, si no que soportó todo eso por mí. Pero ahora parece que... Qué siempre seremos un par de niños perdidos.

Me siento en el suelo junto a ella y mi corazón se rompe un poco más al notar la caída de su espalda y la forma en que se mueve, lo que significa que está llorando, pero no reacciona en absoluto a mi presencia.

—Agradezco todo lo que has hecho por mí, Donovan de verdad, pero, te acabo de conocer, ¿y esperas que confíe ciegamente en ti? Incluso con todo lo que has hecho, ¿puedes entender mi renuencia a tenerte cerca ahora?

Permanece ahí sin moverse hasta que se levanta de forma abrupta.

—Pero dime, ya que todos parecen saber qué es lo mejor para mí incluso aunque no he pedido sus opiniones, ¿que se supone que debe hacer una chica que ha perdido todo y que jamás ha tenido el control de nada en su vida, excepto a su hermano y que ahora lo ha perdido? Me gustaría ver a todas las personas que tienen una opinión al respecto sobre mi situación, tener que vivir exactamente lo mismo que yo, hasta la mínima cosa e intentar simplemente «no lamentarse, ni compadecerse de sí mismas y hacer algo al respecto».

»No podrían. ¡He manejado una empresa FORTUNE 500 a mis veinticinco años! ¿Y ellos que han hecho? Nada y, ¿aun así se atreven a juzgarme? Inservibles escorias... ¡Genial! Lo que me faltaba, ahora sueno como Landon.

Dice, su voz ahogada por las emociones que parece estar conteniendo.

Se acerca a servirse otro vaso de licor e intento robarle el vaso, pero ella bebe el contenido antes de darme el vaso vacío con una sonrisa desafiante.

—Luna, deja de beber.

—Todos me dicen que debería rendirme con él, pero dime, si fueran tu hermano o tus hermanas, ¿te rendirías? Puede que digas que, si porque sería lo mejor dado lo que mi hermano ha hecho, pero lo dices desde la seguridad de que tus hermanas y tú están bien. Al final del día, no sabes lo que harías, pero casi te puedo asegurar que harías lo mismo que yo, no te rendirías. Porque son tu familia.

Respira un pequeño suspiro dejando que sus hombros se hundan de forma ligera.

—Haz un contraste de la vida que hemos tenido, Donovan, solo así podrías entender el proceder de cada uno bajo diferentes situaciones. Pero mi querido Donovan, ¿no te han enseñado que no puedes juzgar un dolor que no estás sintiendo? ¿O que no debes opinar sobre como una persona decide lidiar con su dolor y traumas?

Me acerco e intento que deje de beber, pero solo se ríe y se aparta.

—Deja de mirarme así, Donovan. Sentir lástima por mí misma no me sienta nada bien y, desde luego, sentirme así no va a ayudar a mejorar la situación, pero... Sigo sentada en el restaurante esperando a que mi hermano cambie. ¿Qué tan patético es eso?

—No eres débil o patética, Luna. Jamás pensaría eso de ti. Incluso sin la necesidad de saber todo lo que has tenido que enfrentar en la vida y la manera en que has lidiado con todo lo que ha sucedido, sé que no eres débil. Sentir las emociones no te hace débil, mucho menos el llorar o querer renunciar a todo. Es entendible que te sientas cansada, eres solo una persona llegando a su punto de quiebre.

—Los demás no piensan así. No sé qué le pasa a este mundo que invalida el sentir de otra persona juzgándola bajo sus estándares y vivencias. «No deberías sentirte así» «No deberías hacer eso» «¿Por qué pierdes el tiempo compareciéndote de ti misma? Has algo»

Masculla entre dientes algo que suena a «tal vez mi hermano tengo razón... La humanidad está perdida».

—Yo sé que soy capaz de destruir a Landon, no tengo duda de aquello, ese no es el problema. Pero ese maníaco, genocida es mi hermano, la persona que más amo en este mundo, ¿no merezco al menos lamentarme un poco por aquello? ¿No merezco cinco minutos de duda?

—Por supuesto que lo mereces, si los demás te juzgan por ello, ¿qué importa? Déjalos que hablen desde la seguridad y tranquilidad de jamás haber tenido que vivir ni una parte de lo que tú viviste. Por eso hablan. Pero, ¿qué importa lo que ellos piensen? No le debes nada. Y tú eres más de lo que necesitan de ti.

Deja escapar una risa sin alegría y, antes que me dé cuenta, toma una botella de coñac.

—Dioses Donovan, haces que sea tan difícil el estar lejos de ti.

—Entonces no lo hagas. No me alejes.

Me mira por unos largos minutos y creo que va a... No, su mirada cambia y su postura se tensa en el momento que toma una decisión.

—Deberías irte.

Pasa un dedo por la cicatriz que tiene sobre su labio que ahora, al estar ella sin maquillaje, es totalmente visible.

—Vete antes de que seas un daño colateral de Landon Sinclair.

Y después de decir eso, lleva la botella hasta sus labios tomando un largo trago.

—¡Luna!

Pero Luna simplemente levanta una ceja de manera desdeñosa hacia mí y se burla en mi cara.

—Sabes que no puedes detenerme, Donovan.

Para probar su punto, le da otro trago decidido a la botella de coñac.

—Perdí mi sueño de bailar ballet, perdí a mi prometido y a mí hermana, perdí también a mi hermano y ahora las empresas. Es una lista muy larga de pérdidas y no menciono a mi madre porque, bueno, es ella. ¿No crees que tengo derecho a lamentarme un poco? ¿No merezco llorar por mis perdidas? ¡No soy un robot! ¡Soy humana maldita sea! Y llorar o rendirme no me vuelve débil. Además, dejemos algo en claro, nadie tiene derecho a juzgar un dolor que no están sintiendo.

Sus ojos grises están tan cargados de dolor que casi me dejan sin aliento. Es como si toda la angustia de su vida, estuviera en su mirada; ojos brillantes por lágrimas no derramadas. Recuerdos de dolor y abuso repitiéndose detrás de ellos. Sintiendo todo lo que ha perdido.

Ella me mira como si nunca antes me hubiera mirado y por un momento me siento expuesto.

—No puedes reparar esto —murmura—. No. Nadie puede.

—Todo puede ser reparado, Lu. Solo se necesita tiempo.

Levanta una mano y la mueve en el aire antes de darle un largo sorbo a la botella en su mano.

—No, solamente... Solo detente, ¿quieres? Solo para.

—Luna, no sé lo que te está sucediendo, pero simplemente no puedes rendirte ahora. Sea lo que sea que esté pasando, podemos luchar contra ello.

—¡Pero lo hice! —espeta— Lo hice. ¿No lo ves? Luché toda mi vida. ¿Crees que hubiera podido sobrevivir a mi familia si no hubiese luchado?

Comienza a reírse, es seco y lastimero, una risa amarga que resuena por el silencio de su ático.

—No sé porque estás aquí, si es por dinero o algo más, pero para —vuelve a soltar una pequeña risa y luego, su voz se quiebra—. Por favor, detente. ¿Está bien? Solo detente. Deja de creer en mí o de fingir que lo haces. No más. 

Doy un paso hacia ella, tomando sus manos entre las mías.

—No, no me pidas eso —le digo—. No sé lo que ha pasado, pero vi y escuché tu determinación por demostrar tu valía y sí justo ahora no puedes creer en ti, está bien, yo lo haré por ti.

Antes de que pueda emitir una respuesta, el teléfono de Luna suena y murmura que es Gala.

—¿Qué quieres? Sí es...

Y en este momento, observo como una mirada llena de emociones inunda el bosque gris de los brumosos tinteros de Luna, parpadeando de forma indefinida y acumulados en las esquinas de sus ojos como lágrimas.

Al principio, todo es tan prometedor como puede ser, con la forma en que los ojos de Luna se encuentran con los míos. La sonrisa que juguetea en sus labios. Hay esperanza. Pero entonces, todo llega a su fin de forma abrupta cuando ella baja su mirada y cierra los ojos con fuerza.

—¿Estás segura? —pregunta, en un tono frío y distante, sin abrir los ojos—. Bueno.

Se aparta y no solo de forma física.

Termina la llamada y baja de forma lenta su brazo, dejando caer el teléfono al suelo en un ruido sordo.

—Luna.

Incluso sin escuchar lo que tiene que decir, ya me puedo imaginar su respuesta.

—Nunca pedí ser salvada —susurra en el mismo tono con el que se dirigió a mi aquella noche cuando estaba parada en la cornisa—. Y debes irte. 

Sus ojos se mueven hacia los míos y me quedo quieto ante lo que veo; dolor y decepción.

—Por qué si no te vas, no soy yo quien necesitará salvación.

«Cuando la estrella colapsa, su núcleo se comprime a densidades extremas, convirtiéndose en una región de espacio-tiempo donde la gravedad es tan intensa que ni siquiera la luz puede escapar. Esta región es lo que llamamos un agujero negro. La frontera del agujero negro, más allá de la cual ni siquiera la luz puede escapar, se llama horizonte de sucesos».

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