12. Las emociones son desordenadas.

Hozier - Too Sweet (0:44 - 1:20)

Está fiesta es muy diferente a las fiestas que tengo en mis recuerdos o incluso a las celebraciones infantiles a las que asistí. Es mucho más colorida y llena de dulces, ni siquiera sé si todos son sanos o si los niños tienen permitido comerlos. Mis hermanos y yo, obviamente no lo éramos, pero no es algo que me importe mucho, no soy fan de ellos.

Me quedo en un rincón observando a los invitados llegar, analizando todo y tratando de determinar cómo debo comportarme. Observo la dinámica, gestos y movimientos de los demás para tener una idea de cómo se actúa en este tipo de fiestas; ligero y de manera despreocupada.

Hay más niños de los que había previsto y también más adultos de los que pensaba. Es un poco abrumador, pero nada que no pueda manejar. Al menos por ahora.

—Aquí está lo que me pediste —me dice Gala y me entrega una carpeta—. Sí necesitas algo más, no dudes en llamarme.

Comenta que tiene que irse porque mañana tiene un desayuno familiar en San Francisco y que viajará hasta allá en su helicóptero.

La acompaño hasta la salida y antes de irnos, me dice que tiene algo que hacer y se acerca hacia Arthur, quien está haciendo globos con formas para los niños.

—Ten una cita conmigo —le dice Gala a Arthur.

Sí él se sorprende por la petición —que suena más a una demanda que a otra cosa—, no lo demuestra.

—Nos acabamos de conocer.

Gala se encoge de hombros con una sonrisa y Arthur se disculpa con los niños y les pide que lo esperen un momento antes de dirigir toda su atención hacia Gala.

—¿Y? Tú me gustas y yo te gusto. No veo el problema.

—¿No debería ser yo quien te pida una cita?

—Eso era en otra época —hay cierto toque de diversión en su voz—. Además, si a mí me gusta algo, lo consigo. Lo veo, lo quiero y lo obtengo.

La comisura de los labios de Arthur se mueve un poco hacia arriba en una media sonrisa.

—¿Estás diciendo que ahora soy tuyo?

Se acerca hacia él, inclinando su cuerpo hacia el de Arthur con sus ojos fijos en su objetivo.

—Oh, querido, aún no lo sabes, pero tú ya eres mío —deja un beso en su mejilla y se aparta para mirarlo a los ojos—. ¿Paso por ti este viernes a las siete?

—Sí.

La sonrisa de Gala se hace más amplia.

—Bien, me gusta que seas obediente, pero solo conmigo, si me entero que eres así con otra, tendré que matarte y me gustas, así que espero no tener que hacerlo.

Vuelve a besar la mejilla de él y se despide con la mano.

—Nos vemos el viernes, Arthur. Sueña conmigo y solo conmigo.

Le lanza un beso y se aleja con una radiante sonrisa. Arthur no aparta los ojos de ella hasta que desaparece.

Va a decir algo, pero los niños vuelven a llamar su atención, cansados de esperar por sus globos.

—Suerte —le digo—, confía en mí, la vas a necesitar.

Quien como Gala. Vino a hacer su trabajo y salió con una cita.

Me giro hacía Helena que me acaba de golpear mi brazo.

—¿Por qué hiciste eso?

—Anoche me pusiste como reto besar a Jake y ahora todos piensan que vamos a regresar. Mi madre no deja de mirarme tratando de saber si he regresado con él o no.

No quería jugar aquello, me parecía algo infantil y simplemente no era lo mío, pero Stella comentó que justo por esa razón debería hacerlo.

Vamos, Luna, ¿cuándo fue la última vez que te sentiste tan asustada, pero emocionada y estúpida al mismo tiempo? —me preguntó.

—Bueno, Stella me retó a mandarle una foto a tu hermano.

—Al menos fue a tu prometido —interviene Stella que se acaba de unir a nosotras—. Helena me dijo que le mande un piropo al nuevo doctor del hospital. ¿Y sabes que le mandé? Soy el fármaco, tú el receptor; somos agonistas completos y pobre del antagonista competitivo que se te acerque.

—No está tan mal.

Stella ladea la cabeza y murmura algo ilegible.

—Ese no fue el único, también le mandé «Quisiera ser la gripe, para tenerte dos semanas en la cama» y después le puse «Hagamos sinergia como dos fármacos». No creo que pueda volverlo a ver a los ojos. ¿Y si hace que me despidan por acoso? Esto es terrible. ¡¿Ves lo que me hiciste hacer Helena?!

—Oye, no es mi culpa, pudiste negarte, pero dijiste que lo harías, que él que tenga miedo a morir que no nazca.

Por suerte para Alana lo peor que hizo antes de dejar caer su cabeza sobre la mesa con fuerza, fue cantar la Macarena en la barra. Aunque hace un momento murmuró que tuvo que cubrir el golpe que se dio contra la mesa y que le duele mucho la cabeza.

Pero por lo demás todo está intacto.

Veo a Lily venir corriendo hacia mí y me inclino hacia ella.

—Mamá, tienes que venir conmigo y decirle a Noelia que deje de coquetear con mi papá.

Mis ojos van hacia donde está Donovan con la mujer en cuestión. Es muy bonita, casi tiene la misma altura que él y parecen estar conversando con mucha confianza, como viejos conocidos.

Aprieto con fuerza la mandíbula antes de mirar a Lily.

—Solo están conversando, Lily. No pasa nada con que él hable con sus amigas.

La niña murmura que no.

—A ella le gusta mi papá y por eso debes decirle a él que ya no hable con ella. ¿Verdad, tías?

Por supuesto que tanto Stella como Helena van apoyar a Lily.

—Si cuñada, te dijimos anoche. ¿Recuerdas? Ella quiere el anillo que mi hermano te dio.

—Bueno, si ese fuera el caso, es él quien debe ponerle un alto a ella y decirle que ya no coquete con él porque está comprometido conmigo.

—Muy bien, mamá. Se lo diré.

Asiento con la cabeza y le dedico una sonrisa, hasta que me doy cuenta lo que ella ha dicho, pero ya es muy tarde, la niña se ha girado hacia su padre y está caminando hacia ellos mientras grita:

—¿Papá? Dice mi mamá que tienes que decirle a tu amiga que deje de coquetear contigo.

Grita un poco más fuerte, Lily —pienso—, no te escucharon en New York.

Varias cosas suceden en aquel momento y todo parece pasar a cámara lenta, como es habitual en este tipo de situaciones. Primero, todos guardan silencio y sus miradas van de Donovan y compañía, hacia mí; Segundo, puedo sentir como mis mejillas arden un poco y ruego en mi mente para que pase como si fuera por el sol; Y tercero, pero no menos importante, el muy idiota de Donovan sonríe.

¡Sonríe como si toda esta situación fuera la mejor comedia del siglo!

Sus ojos marrones brillan con cierta diversión.

—¿Me escuchaste, papá?

—Oh, Lily, tranquila. Todos escuchamos —le dice Stella, quien está intentando contener la risa.

Helena ni siquiera lo intenta y se ríe, cubriendo sus labios con una mano.

—Pero, papá, dile que ya no te coquetee. A mi mamá no le gusta y a mí tampoco.

¿Cómo es que una niña de cinco años logra ponerme en este tipo de situaciones? Ni siquiera quiero pensar en qué dirían mi madre y hermano si me vieran ahora.

Veo que Lily se ha cruzado de brazos, esperando a que su papá haga algo.

—¡Es hora de los regalos! —anuncia Alana.

Le dedico una sonrisa de agradecimiento y me prometo regalarle un bonito par de botas.

Aquello es suficiente para llamar la atención de Lily y hacer que se aleje de Donovan y su amiga. Me doy cuenta que la mujer, Noelia, me está mirando y le dedico una sonrisa, sosteniéndole la mirada. Pero, ¿quién se ha creído ella que es?

—¡Mamá! ¿Ya me vas a dar mi poni?

Lily me mira con sus manos juntas debajo de su barbilla y una enorme sonrisa. Está dando pequeños saltos esperando mi respuesta.

No puedo evitar devolverle la sonrisa y me acerco a ella, quien parece no poder contener la emoción. Al lado de Lily está su abuela y Alana, la abuela Esther está sentada observando todo y la tía de Donovan está ayudando a Arthur con los niños.

Donovan también se acercado hacia su hija.

—Espera un momento.

Saco mi teléfono y mando un mensaje.

—Realmente no le compraste un poni. ¿Verdad? —me pregunta Donovan.

Pero no hay necesidad de que responda porque el cuidador entra con el hermoso poni pura sangre color blanco.

El grito de Lily es algo que se podría escuchar hasta mi ático, pero en lugar de correr hacia el animal que tanto quería, corre hacia mis brazos y consigo atraparla en el último segundo.

La niña me abraza muy fuerte y entierra su rostro en el hueco de mi cuello, siento sus lágrimas humedecer mi piel y el cuello de mi blusa, casi por instinto, paso una mano por su cabello.

—¿Lily? ¿Por qué lloras? Pensé que era lo que querías. ¿No te gustó el poni? Porque hay otros colores. Vamos, dime, ¿qué pasa?

Pensé que lo había hecho bien, pero no tenía una base para medir como se supone que debo actuar con un niño. La infancia que mis hermanos o yo tuvimos, no es una buena referencia porque, incluso sin saber a fondo como era su dinámica familiar, ya sabía que la infancia de Lily —incluso la de Donovan— había sido diferente a la que yo tuve.

Donovan se para a mi lado y le pregunta a Lily que sucede, aunque no parece preocupado.

—¿Hice algo mal?

Él niega con la cabeza.

—No, ella solo está feliz.

—¿Llora por qué está feliz?

—Sí, ¿nunca has llorado de felicidad?

No tengo que pensar mucho porque sé la respuesta.

—No.

Por eso y por muchas otras razones, no me gustan las emociones y todo lo que conllevan.

—Gracias, mamá —es lo primero que sale de sus labios cuando se aleja—. ¡Es el mejor regalo de todos!

—¿Te gustó? —le pregunto y ella responde que sí con mucha emoción— Entonces ve a verlo.

La bajo y ella me sonríe antes de correr hacia el poni, su primo Killian y Arthur la ayudan a acercarse al animal.

El cuidador le da algunas indicaciones y ella pasa una mano por su pelaje.

—Lindo regalo, cuñada, pero dime, ¿dónde se supone que vamos a guardar un poni?

—Cinco —respondo—. Dos de mi parte y los otros son de parte de mis hermanos y mi madre.

—¡¿Cinco ponis?! No somos una granja.

Helena asiente con la cabeza estando de acuerdo con lo que acaba de decir Stella.

Veo a Lily que está feliz con su poni y como sus compañeros de clases se han acercado a ver al hermoso animal y escuchan lo que el cuidador les indica.

—Son lindos. Mi hermana también tenía dos cuando era pequeña. Landon y yo preferimos los caballos —les digo y le entrego la carpeta a Donovan, quien la toma sin entender porque se la doy—. Es otro regalo para Lily.

—¿Le estás regalando a mi hija de cinco años una granja?

—Sí, ¿dónde más estarían los ponis? Necesitan, al igual que cualquier otro animal, buenos cuidados. Y por eso estaba Gala aquí, ella me ayudó a coordinar todo.

Aurora también se emocionó mucho cuando mamá le regaló los ponis. Aunque ella quería que sean morados y vuelen, estuvo un poco triste cuando le dijeron que eso no era posible.

De los tres, Aurora es la soñadora, quien ve el vaso medio lleno y cree que todo estará bien. Es dulce, amable y hasta antes de enterarme que se acostaba con mi ex, pensaba que realmente había una parte de ella que podría quererme. Creía que ella era una buena persona. Nunca hemos pasado mucho tiempo juntas, mamá estaba con ella en su tiempo libre y teníamos actividades diferentes. Al crecer ella estaba con su círculo de amigos y yo en mis clases de ballet.

—No puedo aceptar esto.

—Es para, Lily.

No entiendo cuál es el problema, es solo una pequeña granja.

—Es una granja.

—Es pequeña.

El último auto de colección que se compró mi hermano costó más que esa granja.

—Además, está es la forma que tiene mi familia de... Demostrar algo y sería muy descortés de tu parte no aceptar el regalo, porque también es de parte de tu suegra y cuñados.

Me mira por largos segundos sin decirme nada.

—Venimos de mundos tan diferentes.

Tarareo estando de acuerdo con él.

—No puedo creer que le hayas dado una granja a Lily. Tiene cinco años —me dice Helena—. Héctor, si no te casas con Luna, lo haré yo. Pero de que ella se queda en esta familia, se queda en esta familia.

Donovan tiene mucha razón, él y yo venimos de mundos muy diferentes, y aunque todo esto me parece lindo, dado que no crecí así, me resulta difícil la idea de disfrutar de aquello.

Por supuesto, me gustaría tener recuerdos de una infancia y vida sin tanta soledad o golpes, pero, ¿el resto? ¿Las comodidades con las que crecí? No podría cambiarlas por una vida así. Tal vez otros —aunque no puedo imaginar a nadie que tenga este estilo de vida y ceros en su cuenta de banco— puedan decir lo contrario, pero yo no. Porque todo lo que tengo son los conocimientos de la vida que he vivido y, ¿cómo puedo preferir eso por algo que desconozco? Aquello no me pasa por la cabeza.

Y es extraño como, con lo diferentes que son nuestras vidas, estamos aquí.

—Iré a ver de cerca a ese bello poni y mañana tenemos que ir a conocer esa granja.

—Por supuesto.

Helena y Stella van hacia donde están los demás y parecen muy felices por ver a Lily con su poni.

—¿No deberías ir a continuar la conversación que estabas teniendo con tu amiga?

Él vuelve a embozar aquella sonrisa que tenía antes.

Maldito hijo de...

—¿Te gustaría saber de qué estaba hablando con ella?

—No, no me gusta perder el tiempo.

—Perdiste dos años y medio con tu ex prometido.

Ya puedo hacerme una idea de dónde sacó Lily su forma de ser.

Extiende su mano hacia mí y yo lo miro sería antes de tomar su mano. Me lleva hasta donde se encuentra Noelia, quien, al vernos, deja la tartaleta de mora en la mesa de postres y se limpia la mano con una servilleta.

—Luna quiero presentarte a Noelia, es ella quien hizo la torta y los postres de la fiesta. Noelia, ella es Luna, mi maravillosa prometida de la que te estaba hablando.

—¿Estaban hablando de mí?

Donovan me sonríe.

—Por supuesto —responde—, ¿de qué otra cosa podría hablar que no seas tú? Ya sabes, estoy muy emocionado con nuestro compromiso y me gustaría que todos lo sepan. Contarles lo feliz que estoy de que hayas aceptado casarte conmigo, de permitirme el honor de pasar mis días y noches junto a ti.

No es en sí lo que dice, si no la solemnidad y seriedad en sus palabras, así como la forma que sus ojos marrones me miran a mí y solo a mí, que me hacen contener el aliento y mi corazón empieza a latir más rápido.

Muerdo con fuerza el interior de mi mejilla para mantener la compostura.

—Le estaba contando a Noelia que soy el hombre más afortunado del mundo al estar contigo.

—Y le dije que me encantaría poder hacer el pastel para su fiesta de compromiso. Mi familia tiene una pastelería y somos los mejores de Westerly.

Levanto una ceja y le dedico una sonrisa falsa tarareando sin mencionar nada.

—¿Puedo ver tu anillo?

Los ojos de Noelia van hacia mi mano izquierda y frunce los labios al ver los guantes.

Saco la cadena de oro blanco con el anillo que cuelga alrededor de mi cuello y que estaba escondido en mi blusa para poder mostrarle el anillo.

—¿No deberías llevarlo en tu dedo?

—Es un poco incómodo por los guantes.

—¿Fobia a los gérmenes?

Niego con la cabeza.

—A las personas —respondo—. ¿Vas a ver el anillo o vas a seguir cuestionándome?

Los ojos de ella van hacia Donovan como esperando una explicación por mi comentario seco y casi mordaz.

—Mi hermosa prometida tiene un agudo sentido del humor, es una de las cosas que me encantan de ella.

Noelia choca su hombro con el de Donovan y ladeo la cabeza ante la acción.

—De verdad me va a encantar hacer su pastel de compromiso y, Donovan, no olvides que puedes pedirme cualquier dulce que desees, yo estaré encantada de hornear para ti.

—Él no necesita hacer eso.

—¿Por qué? ¿Acaso tú sabes hornear?

Veo que Donovan va a decir algo, pero yo lo silencio con mi mirada casi al mismo tiempo que levanto el mentón y me cruzo de brazos.

No es en sí la pregunta lo que me molesta, es la forma en que lo dice, como si yo no fuera capaz de saber algo así.

—No, pero no debe ser tan difícil de aprender, después de todo, tú lo haces.

Estoy segura que es algo muy difícil de aprender, pero el comentario quedaba bien y su expresión lo es todo. Tampoco es como si vaya a necesitar aprender a hornear pasteles.

—Además, si mi prometido desea cualquier dulce, solo tiene que pedirlo y con una sola llamada se lo consigo. De donde sea, cuando quiera.

—Si, pero no hay nada mejor como las cosas hechas por uno mismo. Tal vez deberías aprender a hornear, quien sabe, puede que él te deje por alguien que si sabe.

—Jamás dejaría a Luna —interviene Donovan—. Sería un idiota si lo llegara hacer.

Toma mi mano entre la suya y deja un beso en la palma sin apartar sus ojos de mi rostro.

Es interesante la facilidad y la forma en la que puede cumplir con su papel de falso prometido.

—Y, al menos por ahora, no tengo tiempo para aprender a hornear —le digo a Noelia—, estoy ocupada siendo la CEO de una empresa FORTUNE 500.

La madre de Donovan anuncia que es momento de que cantemos a la cumpleañera para poder comer pastel y nos alejamos de Noelia, quien no está en mi lista de personas favoritas y en especial, cuando veo la forma en la que mira a Donovan cuando caminamos hacia la familia de él.

Helena tiene razón, ella realmente quiere el anillo que él me dio.

—Mamá, ven, párate aquí a mi lado —me dice Lily y luego mira a unos niños que se están acomodando, listos para ver cómo ella sopla las velas—. Ella es mi mamá.

Los mira como diciendo «ven, mi mamá es mejor que la suya».

Encienden las cinco velas y todos empiezan a cantar, Lily mira a todos y parece muy feliz.

—Ahora pide un deseo, Lirio —le dice su papá.

Asiente con la cabeza, junta sus manos debajo de su barbilla y cierra los ojos con fuerza antes de inclinarse y soplar las velas.

Todos aplaudimos y Lily grita que es momento de comer pastel.

Me alejo de ellos para atender la llamada de mi hermano.

—¿Qué sucede?

—¿Dónde estás? Vine a buscarte para ir a cenar.

—Estoy en Westerly, te dije que es el cumpleaños de la hija de Donovan. ¿Recuerdas?

Le comenté que no estaría en la ciudad y que dejaba todo en orden, pero que si sucedía algo podía llamarme a mi número privado. Le mencioné la razón de mi viaje y fue ahí cuando me dijo que le diera un poni a la niña de su parte.

—¿Sigues ahí?

—Regreso mañana en la noche —hago una pequeña pausa—. Almorcemos el miércoles. ¿Crees poder?

Repaso mi agenda en mi mente y veo que deberé mover algunas citas para poder tener tiempo suficiente para un almuerzo con Landon, pero está bien, porque a pesar de todo, él es mi hermano.

Tan necesitada de amor y atención —solía decirme mi padre.

—Por ti, siempre, hermanita.

—Bien. Nos vemos el miércoles.

—Una cosa más, Lu. Aurora habló conmigo sobre su embarazo y...

—No quiero saberlo.

Cierro los ojos con fuerza y cuento hasta diez en mi mente antes de volverlos abrir.

—Pensé que no querías ser la última en enterarte de algo.

—Pero se lo que vas a decir y no me interesa. Nos vemos el miércoles. Adiós.

Termino la llamada antes que él diga algo más y sujeto el teléfono con tanta fuerza que mis nudillos se vuelven blancos.

Donovan se acerca a mí y me pregunta si todo está bien.

—Arthur mencionó que tu ex vino a verte.

Asiento con la cabeza.

—Sí, él vino. Esperaba que por venir lo perdonara y que todo sea como antes, dónde me engañaba a mis espaldas con mi hermana mientras todos sabían.

Y es en ese momento que algo hace clic en mi mente y miro a Donovan.

—Tú lo sabías. ¿Verdad? Por supuesto que sí, estabas en el equipo de seguridad de mi hermana. Lo sabías.

Retrocedo y aparto la mirada.

—Luna...

—Igual que todos los demás.

—Lo siento.

—Si bueno, todos los sienten una vez que son descubiertos.

«Al igual que en los sistemas caóticos, las relaciones humanas pueden ser altamente sensibles a pequeños cambios en las circunstancias o las acciones iniciales. Una simple palabra, gesto o decisión puede tener un impacto significativo en el curso de una relación».

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