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🎨 «Juego sin retorno» 🎨
Tener que subir cuatro pisos, hasta la azotea de un edificio que no contaba con elevador, no era lo que Sehun desearía estar haciendo un viernes por la noche, sin embargo, las razones para negarse o renegar como el holgazán mimado que era, parecían haber migrado a lo profundo de su cabeza mientras se dedicaba a andar, con la vista fija en el adorable bultito que era el culo de Luhan.
Arriba, el rubio tuvo que admitir que la vista del cuerpo del ciervo no era lo único digno de ser admirado y es que, incluso si el barrio y la composición del edificio distaban mucho de resultar increíbles, Luhan se había encargado de convertir la azotea en un espacio demasiado confortable, con sus muros tapizados de macetas y una mesita en la que tumbarse, cuando los días fueran lo suficientemente buenos.
— ¿No estarás esperando a que te invite a pasar, verdad? — lo cuestionó Luhan, de repente, al verle plantado a mitad del lugar. Sehun sonrió.
— Creo que esta noche he atentado demasiado contra tu paciencia, así que me marcharé luego de que entres —
Todavía con gesto dudoso, como si creyese que el rubio podía saltar sobre él en cualquier minuto, Luhan asintió con la cabeza, volviéndose un instante después para alcanzar la puerta. A diferencia del resto de apartamentos en el edificio, la habitación del chino no contaba con una moderna cerradura en la que teclear una contraseña y es que, lujos como esos, no le estaban permitidos, a menos que quisiera malgastar parte de su paga.
Buscando las llaves en el bolsillo de su chamarra, el castaño se detuvo a nada de insertarlas en el picaporte, una parte de él, preguntándose si acaso estaría siendo demasiado grosero por no invitar a Sehun a pasar y, al menos beber un vaso de agua. ¿No sería justo agradecerle por haberlo acompañado hasta su casa e incluso permanecer en el sitio, hasta que él se refugiara en una habitación calentita?
— ¿Sucede algo? ¿Te dejaste las llaves o hay problemas para abrir? — Sehun preguntó, al darse cuenta que el otro demoraba en girar del cerrojo.
— No, todo está bien, sólo... —
Antes de que la propuesta para quedarse y beber algo, saliera de su boca, Luhan se sorprendió al volver el rostro y darse cuenta que Sehun se había acercado hasta que la distancia entre ellos fuera sólo de unos cuantos centímetros, las puntas de sus narices casi rozándose al quedar frente a frente y el penetrante perfume del rubio atentando contra sus nervios en cuestión de segundos.
— ¿Q-Qué crees que haces? —
Divertido con la que reacción que acababa de provocarle, Sehun dio un paso más en su dirección, una sonrisa socarrona dibujándosele en los labios al ver al ciervo huir y terminar atrapado entre la puerta y su cuerpo. La sorpresa que antes lo había invadido al pillarlo tan cerca, se convirtió entonces en genuino nerviosismo, provocando que un fuerte sonrojo tiñera sus mejillas y que sus ojos de ciervo, prácticamente comenzaran a brillar.
Y ante esa imagen, Sehun contuvo el aliento.
— S-Si das un paso más, j-juro por Buda que te patearé en las bolas — le advirtió Luhan, su voz no pudiendo ocultar el estado incontrolable en que la cercanía del otro le estaba sumiendo.
— No creo que Buda te esté escuchando — repuso el rubio, sin que la amenaza surtiera el mínimo efecto en su persona — Ya sabes, detesta a los mentirosos y sabe que no quieres que me haga a un lado —
Antes de que el otro pudiera replicar o pensar en volver cierta su advertencia, Sehun cerró toda distancia entre ellos y sin siquiera sacar las manos del interior de sus bolsillos, se inclinó sobre el castaño, hasta que sus labios presionaron los de Luhan, en un roce que envió descargas eléctricas a lo largo de sus cuerpos, como si ningún beso que alguno hubiera dado, pudiera compararse con la suave caricia que compartían en ese momento.
Un instante después, el rubio se apartó, con una divertida sonrisa asomándole en los labios, ni bien advertir que el pequeño frente a él todavía permanecía con los ojos cerrados, demasiado atontado por el roce de sus labios como para darse cuenta que el otro hacía segundos que hubiera cortado el contacto.
— Entonces, ¿todavía quieres que me haga a un lado, ciervito? — se mofó, trayendo al mayor de golpe a la realidad.
— Hace un segundo, parecías muy seguro sobre lo que yo quería. ¿Ahora tienes la vergüenza de preguntarme? — Luhan lo riñó, con la actitud defensiva que tanto le caracterizaba — Sólo para que lo sepas, no soy del tipo que comienza algo y no lo termina —
Y antes de que Sehun pudiera descifrar lo que eso significaba, Luhan tiró del cuello de su chaqueta, haciéndolo inclinar hasta que ambos quedaron a la misma altura. Sin miedo a un posible rechazo, ni el mínimo ápice de duda entorpeciendo sus acciones, el castaño estrelló la boca contra la del rubio, la satisfacción recorriéndole al ser correspondido.
En cuestión de segundos, los brazos de Luhan subieron hasta enredarse alrededor del cuello del menor, mientras las manos de Sehun, se afianzaban con fuerza a la cintura de su hyung, cada uno de sus dedos ejerciendo la presión necesaria para estrechar al ciervo contra él, tanto como fuera posible. Beso tras beso, el oxígeno se colaba a sus pulmones entre los cortísimos espacios que dejaban al ladear el rostro, la ansiedad y el deseo opacando todo lo demás.
Usando la puerta a sus espaldas, como apoyo para sus temblorosas rodillas, Luhan agradeció que Sehun supiera leer sus intenciones al deslizar las manos bajo su trasero, impulsándolo para terminar abrazado a sus caderas, mientras el otro se entretenía amasando sus nalgas. En el piso, las llaves que antes hubiera sujetado permanecían lejos de su alcance, como burlándose de él, por no haber abierto la puerta y llevado aquel episodio a la comodidad de su cama.
Ajenos a sus ideas, Sehun no creía ser capaz de mantener el autocontrol por mucho tiempo más y es que, había pasado demasiado tiempo anhelando al otro, como para no pensar en aprovecharse e ir hasta el final, a la primera oportunidad que se le presentaba. Debía admitirlo, el que su imaginación jamás sería tan buena como la realidad, porque si un beso de Luhan podía encenderlo como ningún otro, ya quería descubrir lo que le haría el acostarse con él.
¿Cuán desastrosos serían si terminaran llevando aquello a la cama del ciervo?
Todavía dudando que Luhan no fuera a recapacitar, echándolo a patadas de su edificio ni bien apartarse y permitirle apelar a su razón y no a sus hormonas, Sehun estaba a punto de proponerle que trasladaran su rollo al interior del apartamento, cuando una molesta melodía estalló entre los dos, la vibración acompañando uno de los bolsillos en la chamarra del castaño.
Ignorando el teléfono, Luhan intentó continuar con su sesión de besos, hasta que cayó en la cuenta de que quiera que fuera, no se iba a rendir. Sin molestarse con el ciervo, no así con la persona que estuviera detrás de la llamada, Sehun lo dejó responder, soltándole con cuidado para mantenerse de pie.
— Si no es algo importante, juro que te mataré — gruñó Luhan, al responder, amenazando en mandarín a una de las pocas personas en el mundo que entenderían lo que estaba diciendo.
— ¿Asesinar a tu madre por querer hablar contigo? ¡Vaya! ¡Pero si es que no podría haberme tocado un hijo más ingrato que este! —
Ni bien oír aquello, Luhan tuvo el impulso de empujar suavemente a Sehun y es que, aunque era imposible que su madre pudiera verlo, con las mejillas encendidas y los labios hinchados, luego de estarse morreando con un rubio caliente fuera de su apartamento, el castaño era uno de esos chicos que conocía bien el término decencia, de modo que no quería avergonzarse frente a su mamá, ni siquiera por teléfono.
— Lo siento, mamá, no lo dije en serio, sólo no miraba cuando tomé la llamada — se excusó, intentando no sonar tan agitado como se sentía — ¿Qué sucede? —
Mientras hablaba, Sehun se volvió a acercar, una de sus manos acomodando los mechones de cabello que caían sobre la frente de su hyung, deslizándose luego a lo largo de su mejilla, hasta que terminó sujetándole por la barbilla, la mano libre enroscándose hábilmente alrededor de su cintura. Ignorante de la persona al otro lado de la línea, el rubio estrelló los labios contra su frente, comenzando un camino invisible de besos que no se detuvo hasta que alcanzó su cuello.
— N-No, espera, e-es... — intentó replicar, esperando que su madre no reconociera ninguno de los sonidos, ni las palabras que acababa de susurrar, ni mucho menos el roce de unos labios contra la sensible piel de su hijo.
Entretenido con su labor, Sehun sonrió contra su cuello al escucharle suplicar y es que, encontraba divertido el provocarlo mientras charlaba por teléfono, recordándole con ello que lo que hacían antes de esa llamada era cien, o hasta mil veces mejor.
— ¿Han, estás ahí? ¡Yah, ciervo malcriado, te estoy hablando! — exclamó su madre, al otro lado de la línea, ni bien advertir que el chino no le estaba prestando atención. Luhan pegó el teléfono a su oído, esforzándose por no titubear al decir que:
— Tengo algo que hacer, llamaré de vuelta, lo prometo —
Apartando al rubio de su cuello, lo suficiente como para devorarle la boca y mordisquearle los labios a modo de regaño por haberlo hecho cortar la llamada, Luhan pronto se olvidó de la forma en que acababa de despedirse de su madre, hasta que Sehun tuvo cierta consideración y le permitió recuperar el aliento, no alterando en lo más mínimo el agarre férreo con que le mantenía sujeto.
— Para que te enteres, era mi madre y no va a estar contenta porque le haya dejado a medio chisme sobre sus pleitos infantiles con mi papá — le dijo al rubio, quien compuso una sonrisa.
— Lo siento, pero en mi defensa, tu madre debe entender que hizo un hijo demasiado apetitoso, como para resistirse a no probarlo — repuso. Luhan le pegó en el hombro.
— No hables de mí como si fuera comida —
— Vale, vale. Ahora me voy —
— ¿Qué? Pero... — comenzó el chino, sin ser consciente de la expresión tristona que cubría su rostro. Sehun rio, inclinándose luego para acariciar su nariz con la punta de la suya.
— Tranquilo, solo quiero darte tu espacio para contentar a esa buena mujer. Volveré mañana y entonces no habrá llamadas, ni interrupciones, ni podrás arrepentirte. Recuérdalo, hyung, te di la oportunidad de ignorarme, pero elegiste seguir y ahora vas a tener que terminar lo que comenzaste
— No me arrepentiré — aseguró Luhan, aunque no fuera necesario.
Sehun lo besó una vez más, regalándole un último roce en la nariz, antes de apartarse por completo y cruzar la azotea hasta desaparecer por las escaleras. Lejos de su encanto, aquella mirada penetrante y esa sonrisa socarrona, Luhan tuvo el repentino pensamiento de que acababa de cruzar una línea que no debería haber olvidado y que, sin embargo, ni su cerebro ni mucho menos su corazón, parecían del todo arrepentidos por lo que hubiera hecho.
— Debo estar jodidamente loco — se dijo, antes de agacharse y recuperar sus llaves. Con Sehun lejos, la temperatura había descendido drásticamente, por lo que era mejor entrar y encontrar alguna especie de consuelo en la almohada.
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Recorriendo las calles que sólo una noche antes hubiera conocido, Sehun volvió a preguntarse qué clase de hechizo habría arrojado Luhan sobre él y es que, a pesar de haber pasado tanto tiempo mirando en su dirección, siempre deseando poner sus manos sobre el cuerpo menudito que el otro poseía, el rubio no creía que fuera correcto tildar su interés por el ciervo, como alguna clase de loco y absurdo enamoramiento.
Para empezar, el rubio estaba seguro de que alguien como Luhan merecía un amor mil veces mejor que el que él pudiera ofrecer, pues no veía normal que un hombre que se creyera enamorado fuera por ahí teniendo aventuras casuales, con chicos que nunca le habían interesado lo suficiente como para seguirles viendo al transcurrir un mes.
Según Jongin, su desapego emocional y el miedo tan grande que guardaba al compromiso, tenía todo que ver con que sus padres se hubieran divorciado, convirtiendo la separación en un circo legal, cuyo mayor espectáculo había sido el que Seungi y Jiwoo montaran al pelear sus propiedades con frases como «Tendrás la casa en la playa, si me dejas el deportivo azul» o «Puedes quedarte la isla, pero Sehun se va conmigo».
No podía negarlo, pues quizás, saber que sus padres lo veían como uno más de sus trofeos materiales, sí que había desencadenado ciertos traumas dentro de él, lo que tampoco significaba que Sehun fuera por ahí buscando el que alguien lo hiciera sentir... ¿Amado? ¿Protegido? ¿Humano? Resultaba difícil saberlo sin estar seguro de estar en busca de algo, pero en todo caso, el rubio podía asegurar que sus problemas familiares nada tenían que ver con sus relaciones.
Sobre todas las cosas, su vida familiar en nada se relacionaba con lo que le interesaba de Luhan.
— Y, exactamente, ¿por qué y qué te interesa de él? — se preguntó, en voz alta, importándole poco que alguien pudiera mirarlo y pensar que se había vuelto loco.
Rememorando las muchas ocasiones en que se hubiera detenido a mirar a Luhan a lo lejos, Sehun se convenció a sí mismo de que la atracción que sentía no podía ser confundida con algo tan complejo como el amor, no obstante, tampoco se reducía a desear acostarse con él, porque de haber sido ese el caso, hacía rato que el rubio hubiera intentado tenerlo en su cama y para ello no tendría que haberle molestado o seguido hasta su casa.
Entonces, cualquier idea que lo embargara en ese momento se esfumó, el recuerdo de la sonrisa del castaño, tan genuina y brillante como ninguna otra, colándose a su memoria, llevando consigo el pensamiento de que sin importar lo que Luhan le provocara o las razones por las que le interesaba, sería muy tonto de su parte el solo hacerse a un lado y no disfrutar de lo que existía entre ellos.
Al final, nadie sabía y quizás, Sehun realmente podía enamorarse del ciervo o Luhan bien podría poner fin a sus juegos y regresar el tiempo al instante en que su única relación, se limitaba a estudiar en la misma academia de artes.
Deteniéndose frente al edificio donde el otro vivía, el rubio apartó todo pensamiento que hubiera en su cabeza y se mentalizó para subir cuatro pisos hasta la azotea, diciéndose que el ciervo debía tener tan buen trasero por ejercitarse a diario con esa condenada escalera. No sabía, que llegar arriba no le haría sentir mejor y es que, apenas llamar a la puerta, Sehun descubrió que Luhan no estaba en casa.
Siendo sábado, el castaño no debía cubrir horario en el restaurante de Jung Soo, ni tenía clases en el Liceo a las que presentarse por la mañana, pero no mucho después de haber hecho planes con cierto rubio, Luhan había ido a recordar que la despensa estaba a nada de terminarse y que, cosas aparte, hacía mucho que no mantuviera una relación – formal o casual –, de modo que en su cajón hacían falta una caja de condones y un nuevo bote de lubricante.
— ¿Otra vez estás bailando? — preguntó Baekhyun, al otro lado de la línea, escuchando la respiración agitada de su amigo, quien se apresuraba a subir las escaleras de su edificio, luego de haber salido al supermercado y pasado un momento bochornoso frente a la empleada de la farmacia.
¿Por qué razón no podría alguien como él, comprar condones tamaño grande?
Incluso si quería quejarse de aquello con el menor, Luhan no estaba seguro de querer que sus amigos se enteraran todavía, de lo tonto que estaba siendo por enrollarse con alguien como Sehun, obligándose a guardar esa información y sólo explicar su apuro al subir las escaleras.
— No estoy bailando, sólo huyo de Coco — dijo, refiriéndose a la cachorrita de su vecino, cuyo principal entretenimiento era perseguirlo cuando pasaba por su piso para llegar al suyo. Baekhyun rio.
— Yah, creo que me habría burlado menos si hubieras dicho otra vez, que algún día serías main dancer, como Hoya —
— Pues claro que lo seré — se defendió — En todo caso, ¿qué decías que haces en Hongdae? ¿No se suponía que trabajarías en tu proyecto con Jungkook? —
— Se supone que a eso vine, pero la galleta fue secuestrada y ahora me toca encontrarlo y arrancarlo de brazos de su novio. ¿Sabías que tuvo un crush conmigo? Pues yo no, pero Taehyung si lo supo y no está dispuesto a que le robe al chico —
De regreso a su azotea, Luhan advirtió al atractivo chico que permanecía apoyado contra su puerta, los jeans abrazando sus torneados muslos igual que si se tratara de una segunda piel y la camiseta negra ceñida, resaltando lo gruesos que eran sus brazos y lo amplio de su pecho. Jugaba en su teléfono, así que tardó un poco en alzar la mirada y darse cuenta de que Luhan acababa de llegar, ni bien hacerlo, una sonrisa se formó en sus labios.
— ¡Ah, ahí está! ¡Te llamo luego Lu, no hagas locuras! — se despidió Baekhyun, sin saber que, en realidad, su amigo sí que estaba por hacer algo loco.
Cortando la llamada, Luhan se acercó hasta donde Sehun estaba, su cuerpo estremeciéndose al sentir las manos del otro tirando de su cintura.
— ¿Por qué tardaste tanto? — preguntó el rubio, igual que un niño emberrinchado. Luhan dejó escapar una risita.
— ¿Siempre eres así de desesperado o es tu obsesión por mi culo la que te tiene así? —
— Aunque no lo creas, vine por tus labios. Me mordisqueaste lo suficiente anoche, como para que volviera hoy, a cobrar venganza — respondió Sehun, inclinándose para besarle en la boca. El castaño lo recibió, aprovechando un descuido para morderlo de nuevo — ¡Auch!
— No seas llorón — se mofó y lo hizo a un lado para ir hasta la puerta y abrir — Adelante, playboy, hoy confirmaremos si es cierto que eres tan bueno —
🎨 Continuará...🎨
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