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🎨 «Encuentros casuales» 🎨
— No es que sean malos, es sólo... — Minseok dudó, arrancando un quejido al castaño a su lado, quien no tardó en dejarse caer sobre la mesa, el sonido de sus lamentos sobresaliendo por encima de la barrera que hubiera interpuesto al extender el brazo frente a su rostro.
Había invertido una buena cantidad de tiempo en la serie de bocetos que su hyung examinaba, sus ojos yendo y viniendo de un animado Baekhyun, quien no había dudado un segundo en acceder a ayudarlo, siendo su modelo. Explorando el catálogo de gestos y posiciones que el menor poseyera, Luhan no tenía de qué quejarse, pues ni bien comenzar, quedó claro que su amigo sabía cómo realizar la tarea.
Siendo así, el hecho de que los retratos no satisficieran el ojo crítico de Minseok, nada tenía que ver con la labor o actitud del modelo, sino que más bien, se trataba de un error cometido por el artista. ¿Por qué si no, Junmyeon habría decidido que resultaba imperioso el obligar a Luhan a realizar esa tarea?
— Está bien, puedes decirlo, no me molestaré — apremió Luhan, su voz brotando como un débil murmullo — La técnica es buena, sólo que los retratos no expresan nada —
— A decir verdad, creo que el problema es que expresan demasiado. Mira, aquí... — señaló el hyung, deslizando el dedo por encima de la serie donde se veía a Baekhyun distraído.
Luhan se enderezó lo suficiente como para divisar el papel por encima de su brazo, observando el retrato de uno de sus mejores amigos, justo en el momento en que Chanyeol ingresaba en la escena. Había intentado capturar su expresión animada al encontrar a su novio, la forma en que sus ojos de cachorro comenzaban a brillar y ese peculiar tirón de labios que solo el más alto le provocaba, sin embargo...
— Traía comida — susurró el castaño — Era algo tarde y ninguno había comido, así que cuando el gigante apareció, traía sodas y emparedados. Baek se puso como loco — explicó.
— Es que realmente está loco — se mofó Minseok — Pero en todo caso, tus dibujos mezclaron ambas emociones. Si no supiera quién y cómo es, no sabría decirte si esa expresión en su rostro se debe a que está enamorado, hambriento o a punto de cometer una locura —
— ¡Ah! — Luhan, exclamó, al tiempo que cambiaba de posición, esta vez sujetando su cabeza entre sus manos — Es justo por esto que no hago retratos. Por Buda, que simplemente eso no es para mí.
— Oye, tampoco exageres. Mezclar lo que vemos con lo que queremos plasmar, es algo muy común en este tipo de dibujo y que le pasa a muchos artistas, algunos de nuestros profesores incluidos.
— Sé que es algo normal, pero... No sé, quizás sólo soy perfeccionista y no me gusta cuando las cosas no salen como quiero desde el primer momento — admitió y sin que lo viera, Minseok asintió.
— Tengo una idea, ¿por qué no intentas dibujar a alguien que no conozcas?
— ¿Por qué sería diferente a volver a usar a Baek como modelo?
— No hay forma de que sepas lo que esas personas sienten en realidad, es decir, nadie va por ahí con las emociones escritas en la frente, así que pueden estar pasando un mal rato, pero mostrar un semblante tranquilo. Entonces, cuando las retrates, tendrás que plasmar lo que te hacen sentir, de modo que no podrás mezclar las emociones y centrarte en una sola expresión.
Decidiendo que aquello podía funcionar y que si lo hacía, Minseok merecía el galardón al chico más zagas que hubiera pisado el planeta, Luhan se abalanzó contra él ni bien hacer a un lado sus dibujos, tapizando de besos las mejillas del mayor y casi asfixiándolo al presionar su cuerpo con tanta fuerza. Fue entonces que el otro le empujó lejos, acomodándose la ropa y limpiando los restos de saliva que el ciervo hubiera esparcido sobre su rostro.
— Joder, Lu, esta no es la imagen que quiero darle a mis fans — se quejó. Luhan soltó una risita.
— ¿Fans, quiénes? —
— Pues alguien debe serlo, de otra forma, pensaré que todos en esta escuela tienen problemas de la vista — repuso Minseok, con un gesto altivo que no tardó en ser sustituido por una divertida carcajada.
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Una hora después y con al menos una docena de personas habiendo pasado por su radar, Luhan dio por terminada la sesión que había montado en una solitaria banca del parque, arrojando la libreta y el lápiz de dibujo al fondo de su portafolio. No se sentía del todo confiado con los retratos que hubiera hecho durante ese rato, pero tenía hambre y el turno en el restaurante había comenzado a pasarle factura. Quería ir a casa, preparar ramen y tumbarse en el sofá a ver «INFINITE Showtime».
Los planes cambiaron, sin embargo, cuando un pojangmacha de tteokbokki apareció en su camino, el aroma de los aperitivos y la calidez del sitio antojándosele necesarias. Sin dudarlo, Luhan se hizo de una mesa en el lugar y mientras esperaba a que le sirvieran, se le ocurrió que podía intentar contactar a Baekhyun, Chanyeol y Minseok. ¿Se negaría alguno a una cena entre amigos un jueves por la noche?
Antes de que pudiera escribir a su chat grupal, la silla libre en su mesa se movió y al levantar la mirada, el castaño fue a encontrarse con la última persona a la que desearía ver en una velada como aquella.
— Comienzo a pensar que el viejo y su caja esa, tenían razón. Tú y yo, estamos destinados a encontrarnos — sonrió Sehun, con diversión, al tiempo que se acomodaba la gorra que llevaba puesta con la visera hacia atrás.
— ¿Qué crees que estás haciendo? No recuerdo haberte invitado a tomar asiento — gruñó Luhan, repentinamente irritado.
— Es que no pedí permiso, simplemente, di por hecho que habría sido grosero dejar a hyung comer solo y me auto-invite a tomar a asiento — explicó el rubio, su rostro y voz dando la pinta de inocencia que sólo un tonto sería capaz de tragar.
La señora que atendió llevó entonces su comida, acompañando la porción con una botella de soju, a la que Sehun no tardó en echar mano, sus modales atendiendo a servir primero a su hyung, quien no por tratarse de un chico molesto, iría a rechazar el disfrutar de una de las bebidas que más le gustaban. Por no mencionar, que estaba pagando por ella y dejar a Sehun beber solo, bien podría considerarse como regalarle su dinero.
— Entonces, ¿me dirás qué hacías aquí? — lo cuestionó Luhan, al cabo de un rato, su rostro tan serio como cada vez que se veían — No es que te tenga fe, pero dudo que seas alguna especie de acosador, de modo que no debiste venir hasta acá sólo para irritarme —
— Tenía una cita en el club «Lotto», pero termino pronto. Pero acertaste en algo, mientras volvía a casa, pensaba en ti y en ese increíble culo que tienes, cuando te vi. Supongo que eso, de alguna forma, es como si hubiera venido hasta acá sólo por hyung, ¿o no?
— Mientras pensaras en mil formas para molestarme, lo demás no me interesa — bufó el castaño, extendiendo el vaso para recibir otro trago. Sehun sonrió, levantando la botella.
— No te confundas, hyung, pensaba en ti... y en las tantas posiciones que podríamos intentar si sólo me dieras el gusto de follar conmigo — dijo, ni bien les sirvió y no pudo estar más divertido, al ver a Luhan atragantarse con el soju.
Sin dejar de toser, el castaño se aseguró de que las palabras del otro no hubieran llamado la atención del resto de los clientes, recomponiéndose al advertir que nadie ahí parecía mirar en su dirección. Frente a él, Sehun continuaba sonriendo como si no acabara de hablar de enrollarse sin ninguna clase de pudor, sus ojos oscuros irradiando un brillo particular, que no sólo podía deberse a la diversión que le provocaba el molestar a Luhan.
Enfadado, el chino ni siquiera lo pensó cuando su pie se movió y fue a estrellarse contra la espinilla del menor, un quejido brotando su boca y la atención del resto a su alrededor, ahora sí, volviéndose hacia ellos. Sin querer dar más de que hablar, Luhan hizo un esfuerzo por ignorar a los otros clientes y se concentró en servir una nueva ronda de tragos, al tiempo que su voz, más serena y hasta animada, decía:
— Volviendo al tema, es bueno que no seas holgazán y que camines a casa. Igual, no es como que tu barrio quede retirado —
— ¡Yah! ¿Qué importa dónde o cómo voy a casa? — se quejó el otro, recomponiéndose de la patada que acababa de recibir — Es la segunda vez que me atacas y te diré algo, si quieres oírme gritar, podrías hacerlo en la cama y no yendo por ahí, soltando patada o jodidos pisotones —
— ¿Significa eso que me quieres arriba? — se mofó Luhan, torciendo una sonrisa — Ya sabes, los activos suelen decir «te haré gritar» y no «oírme gritar» —
Disfrutando la impresión que aquello había provocado en Sehun, el castaño terminó la comida en su plato y sirvió un último trago de soju, antes de levantarse y marcharse de ahí. Comenzaba a enfriar, así que Luhan se apretujó a sí mismo, deseando haber cogido una chaqueta más gruesa que la que llevaba puesta, no se dio cuenta que alguien le estaba siguiendo, hasta que la figura de Sehun apareció en su campo de visión, andando a su lado con paso tranquilo.
— Lo diré de nuevo, tienes un culo increíble — le dijo el rubio — ¿Puedo tocarlo? —
— Dime la verdad, ¿así es como consigue a sus ligues, un reconocido playboy? —
— Rara vez hay que esforzarse tanto, ya sabes, suelen ser los otros quienes vienen a mí y no al revés — admitió Sehun. Luhan rodó los ojos.
— ¿Significa eso que pronto te darás por vencido? O, ¿es porque lo único que buscas es hacerme desear que el homicidio sea legal?
— Ninguna de las anteriores — le aseguró el menor, con una sonrisa dibujada en los labios — Lo que quise decir, es que hyung está a un nivel mucho más alto que cualquier otro —
La respuesta lo tomó por sorpresa y es que, no había esperado escuchar algo como eso, creyendo que Sehun iría por su tradicional insinuación o elegiría devolverle la pregunta con algún comentario sarcástico. Volviéndose para mirarle y descubrir que el otro no había dejado de jugar, Luhan casi perdió el equilibrio al encontrar una mirada sincera y la sonrisa apenas pronunciada, que nada tenía que ver con los usuales gestos torcidos que el otro regalaba.
No había caído en la cuenta de que estaban tan cerca de la estación de autobús, cuando Sehun se inclinó en dirección a la avenida y apenas leer el letrero luminoso que el vehículo mostraba, dijo:
— ¿Es ese tu autobús? Va a marcharse si no lo alcanzas —
— ¿Q-Qué? — Luhan preguntó, sin entender, pues había estado demasiado sumido en sus propias cavilaciones. Girándose para ver el autobús acercarse, el castaño ni siquiera se volvió cuando sus pies comenzaron a andar hacia él y es que, perder el camión podría obligarle a pasar más tiempo en compañía del rubio y Luhan no creía que aquello fuese a hacer ningún bien a sus recién desestabilizados sentidos.
Montando el autobús apenas llegar a la estación, el castaño pagó y tomó asiento en uno de los lugares libres al fondo del mismo, atreviéndose a girar el rostro cuando el transporte comenzaba a moverse. Ahí, todavía de pie a unos pocos metros de la parada, estaba Sehun, con las manos escondidas en los bolsillos del pantalón y la sonrisa de chulo grabada en los labios.
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— ¿Qué tal las cosas con Minki? — preguntó Jongin — Por favor, dime que uno de nosotros tuvo suerte anoche. Jihyo hizo un papelón, con lágrimas y toda la cosa. Yo no lo entiendo, digo, fue ella la que dijo que «sólo quiero olvidarme de mi ex», ¿no es eso un código para decir que todo es casual y sin compromisos? —
— Las chicas no ven las diferencias. Si te acuestas con ellas, es porque quieres algo más que sexo casual, por eso prefiero a los chicos. Cuentas claras, amistades largas, pollas contentas — respondió Sehun, casi con aburrimiento.
Caminaban por el barrio de Itaewon, recorriendo las calles sin interés por los clubes o centros de juegos que aparecían a su paso. Se suponía que se reunirían con Yi Fan – luego de que este visitara a su abuela enferma en centro de cuidados – en el restaurante que ellos eligieran y más tarde, irían los tres a la cancha de baloncesto, a encestar unas canastas hasta que hubieran sudado lo de un mes.
— Tampoco es que tengas experiencia con chicas, ¿no eres tú el que apenas tuvo un chico en su cama, decidió que el género opuesto ni siquiera existía? — se mofó Jongin, a su lado, como ya era su costumbre. Sehun le ignoró, pendiente de los restaurantes de barbacoa que había a su alrededor.
Dejando hablar al otro sobre su noche en el Lotto, el rubio continuó andando y escuchando a medias el parloteo de su amigo, hasta que la voz del moreno se dejó de escuchar y al girarse, Sehun descubrió que Jongin se había rezagado y se hallaba plantado varios metros más allá. Con gesto distraído, su casi hermano parecía haber visto pasar un fantasma, de modo que Sehun tardó unos segundos en conseguir que volviera en sí.
— ¿Qué te ha pasado? —
— Creo que acabo de ver un demonio — repuso el otro, tan aletargado como si le hubieran propinado un puñetazo — Ya sabes, de esos que irradian fuego y van por la vida vestidos todos de negro — siguió diciendo — Hun-ah, ¿tienes hambre? Vamos, invito yo —
Antes de decir nada, Jongin tiró de su brazo y le hizo cruzar la calle hasta el restaurante de fideos que había en aquella parte. No parecía mucha clientela, lo que hacía dudar a Sehun sobre la calidad de los platillos que se sirvieran en el «Magic», pero en vista de que su amigo no parecía querer explorar otra opción, al rubio no le quedó de otra más que ingresar y ocupar una mesa a las orillas, que no distaba mucho de la barra.
La curiosidad que sentía por lo que les hubiera arrastrado hasta el restaurante, desapareció apenas se abrieron las puertas que daban a la cocina y es que, ahí, con el uniforme del sitio y una charola cargada de platos entre las manos, estaba Luhan. Se lo veía precioso con los jeans ajustados y la camisa negra, un humeante tarro de fideos bordado en el bolsillo de su pecho y ese rostro de ciervo casi noqueándolo como el demonio que hubiera atolondrado a Jongin.
Fue casi una bendición que Luhan se acercara a su mesa luego de atender a la pareja que había más allá y aunque sabía, por la mirada irritada y el gesto que compuso apenas verlos, que el chino no dudaría en echarle la bronca por aparecer en su lugar de trabajo, Sehun no pudo evitar disfrutar de la imagen que le ofrecía ver al ciervo andar hacia ellos, sus labios curvando la conocida sonrisa torcida que solía dedicarle al mundo y que tanto enfurruñaba al de cabellos castaños.
— ¿Qué están haciendo aquí? — preguntó Luhan, apenas plantarse junto a su mesa.
— ¿A qué viene la gente a un restaurante de fideos? — Sehun devolvió, arqueando una ceja en gesto confundido — Creo que es obvio que hemos venido a comer, ciervito. ¿Qué nos recomiendas? —
— Bueno, la opción número uno es largarse y no tocarme las pelotas o quedarse, comer y no tocarme las pelotas porque los echo a patadas. ¿Cuál eligen? —
— Nos quedamos con la segunda, aunque no aseguro nada sobre no tocarte algo, como mínimo el culo, ya sabes que estoy obsesionado con él —
Antes de que la oleada ira cayera del todo sobre la boca impertinente del rubio, Jongin dejó escapar una risita que hizo a Luhan volverse en su dirección, sus ojos de ciervo acribillando al moreno, del mismo modo en que solían hacer sus hermanas y su madre, cuando estaban a punto de atizarle una paliza. Temblando ante el recuerdo de aquellas mujeres haciéndole arrepentir por ser tan molesto, Jongin se encogió de hombros, sus manos buscando el menú y leyendo el primer platillo sin siquiera prestar atención.
— Yo quiero un ramen picante, por favor —
¿Qué podría ser más gracioso que ver a Jongin asustado por un chico que ni siquiera lo superaba en altura o complexión? Sehun pensó que verle entrar a un restaurante sólo porque alguien lo había flechado, pero se guardó el comentario y esperó hasta que Luhan anotó la orden, todavía con el ceño fruncido y esa expresión de esfuerzo que podía deberse a estarse conteniendo para no rendirse ante la actitud obediente de su amigo.
Apoyando la barbilla sobre la palma de su mano, sólo para estar cómodo mientras se dedicaba a observar a su hyung, Sehun seguía sonriendo como tonto cuando Luhan levantó la mirada y se lo quedó viendo, a la espera de que anunciara lo que fuera que quisiera consumir.
— Comeré lo que sea, siempre que hyung me diga a qué hora sale de trabajar — le dijo y no se sorprendió, cuando en lugar de responder, Luhan gruñó en dirección, dándose la vuelta para ir a la cocina.
Frente a él, Jongin le dedicó una mirada curiosa, como si se estuviera preguntando qué demonios pensaba el rubio al provocar a alguien como el ciervo y es que, por como el moreno lo veía, la única relación entre ellos podía ser el haber terminado convertidos en compañeros de equipo, obligados a coexistir y tolerarse si deseaban aprobar la unidad.
Para Sehun, el dedicarse a un trabajo que todavía estaba lejos de ser entregado, no parecía ser algo que pudiera llegar a pasar y, sin embargo, Jongin no debía olvidar que su compañero aquel trimestre era un chico conocido por ser un modelo para la clase, tan dedicado, apasionado, pero sobre todo, demasiado inteligente como para dejarse encandilar por los encantos que su amigo poseía.
¿Sería que el rubio planeaba demostrar, que hasta alguien como Luhan podía sucumbir ante él? O, ¿habría alguna especie de interés desconocido que tuviera a Sehun tan cautivado, como para ni siquiera darse cuenta de la forma en que sus ojos buscaban al ciervo? Jongin se prometió averiguarlo, hasta que alguien en la barra llamó su atención y, de repente, todo lo demás dejó de existir, siendo el chico que le hubiera obligado a entrar, el único advertible en su radar.
— Un poco más y comenzarás a babear — se mofó Sehun, al darse cuenta de lo que sucedía. Jongin le gruñó.
— Cierra la boca, yo no te dije nada mientras te comías con los ojos a tu compañero —
— No fue amabilidad, simplemente, te asusta demasiado que el ciervito llegue a escucharte — le devolvió.
Algo más allá, aguardando por los pedidos que le correspondían, Luhan se sorprendió a sí mismo al darse cuenta que estaba mirando en dirección de esos dos, sus ojos pendientes de la forma infantil en que discutían, dando la pinta de dos niños molestándose para ver cuál de ambos lloraba primero. Era un cuadro divertido y, en cierto sentido, también adorable.
La voz del cocinero le sacó de su ensoñación, obligándole a ir por los platos y, más tarde, llevándolos hasta la mesa que sus compañeros compartían. No dijo nada mientras servía, agradeciendo también que ellos no le dirigieran la palabra y estaba por irse, cuando Jongin lo hizo detener y al volverse, Luhan se encontró con la expresión apenada del moreno que preguntaba:
— Hyung, ¿sabes que bebe el chico de allá? —
Mirando en la dirección que el otro señalaba, Luhan se dio cuenta que el moreno se refería a Kyung Soo, un estudiante de medicina, en Yonsei, que visitaba el restaurante casi todas las semanas, porque decía los fideos de Jung Soo le daban la energía que necesitaba para seguir en la carrera. Era un tipo agradable y divertido, cuando llegaba a compartir alguna conversación, apartando la vista de los libros o la portátil que llevaba con él.
— Naranjada, con agua mineral — respondió, sin darse cuenta. Jongin asintió y le pidió que llevara una nueva bebida al chico, no sin antes extenderle una servilleta con algo que garabateó, luego de dudar sobre pedirle a Luhan que le dejara su bolígrafo por un minuto.
Sin decir nada, sólo cumpliendo lo solicitado porque no podía negarse a obedecer a un cliente y, e secreto, se sentía adorablemente conmovido por el gesto, Luhan llevó una nueva naranjada a Kyung Soo y deslizó la nota que le hubieran escrito y en la que se leía: «Dicen que la naranja previene la degeneración de la vista. ¡Fighting!».
En la mesa, Sehun no dejó de molestar a Jongin, quien parecía algo avergonzado, hasta que la presencia del mismo Kyung Soo se hizo notar, de pie junto a ellos. Luhan les observó desde la estación, seguro de que si el rubio le arruinaba aquello a su amigo, él mismo iría y lo haría disculparse por ser tan entrometido. Pero antes de que pudiera hacer nada, el castaño vio a Sehun centrarse en su comida y no decir ni pio, cuando Jongin se levantó y siguió a Soo a su sitio en la barra.
Poco más tarde, el rubio se levantó, le gritó a Jongin que él debía pagar por haberlo invitado y se marchó, lo que por alguna razón, hizo pensar a Luhan que Sehun no era un mal amigo y que, en cierto modo, resultaba algo lamentable que le hubieran cambiado a mitad de una comida. Mientras lo pensaba, sus dedos siguieron moviéndose sobre la libreta donde apuntaba los pedidos, bocetando distraídamente la imagen de dos amigos riendo y molestándose.
Cuando llegó la hora de volver a casa, Luhan cortó turno, se echó la chaqueta encima y con su mochila al hombro dejó el restaurante. Fue entonces, al aparecer en el callejón al que la puerta trasera conducía, que la silueta de cierto rubio, apoyado contra el muro, le llamó la atención.
— Por Buda, pero tú... ¿Realmente me está acosando, no? — le preguntó, al pasar junto a él. Sehun espabiló y no dudó en seguirlo.
— No finjas que no te encanta verme, soy lo mejor que tus ojitos podrían ver —
Ignorándolo, Luhan continuó andando sin decir nada al ver que Sehun no aflojaba el paso o se desviaba a medio camino, llegando incluso a la estación de autobuses, donde ambos se detuvieron y aguardaron, hasta que el transporte de Luhan apareció. Sin mediar palabra, el castaño abordó apenas detenerse el vehículo y fue grade su sorpresa cuando al tomar asiento, se dio cuenta que Sehun había montado con él.
— ¿Ahora que planeas, eh? —
— Sólo acompaño a hyung a casa — repuso Sehun, restándole importancia — ¿Cuántas estaciones son, eh?
— La línea entera, ¿prefieres bajar aquí? — sonrió Luhan, sin nada de diversión. Sehun lo meditó, pero al final, se cruzó de brazos y se acomodó, de modo que su cabeza terminó reposando sobre el hombro de Luhan.
— Despiértame cuando lleguemos — murmuró — Oh, joder, hyung... Hueles bien — sonrió y apretujándose un poco más contra él, cerró los ojos y se durmió.
Al verlo tan cómodo, Luhan le dejó estar, llegando incluso a sostener su cabeza, cuando el autobús frenaba y el otro corría el riesgo de lastimarse el cuello. Debía admitirlo, estar ahí con Sehun, se sentía... bien.
🎨 Continuará...🎨
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